Vivimos en una ficci?n de mercado

El reconocido ling?ista Noam Chomsky sugiere que el viraje a la derecha de los gobiernos obedece a presiones insostenibles del libre mercado.



Noam Chomsky: vivimos en una ficci?n de mercado
El reconocido ling?ista Noam Chomsky sugiere que el viraje a la derecha de los gobiernos obedece a presiones insostenibles del libre mercado.

Ecoosfera
DIC 31, 2018

Noam Chosmky es, sin duda alguna, el ling?ista vivo m?s importante de la actualidad. En m?s de medio siglo trabajando en el Instituto de Tecnolog?a de Massachusetts (de donde recientemente se mud? hacia la Universidad de Arizona), Chomsky ha analizado los nexos entre el poder del Estado y las resistencias populares en distintos lugares del mundo. Puede decirse que ninguna lucha por la emancipaci?n y la libertad le es ajena.

En el contexto actual inundado de fake news, con niveles hist?ricos de desigualdad entre clases sociales, y frente a un desolador panorama ecol?gico, las ideas de Chomsky son m?s relevantes que nunca para entender a qu? futuro nos enfrentamos.

M?s extra?o que la ficci?n
Para Chomsky, esta situaci?n ha dejado muy atr?s las previsiones del novelista dist?pico George Orwell quien, en su afamado libro 1984, propone una visi?n del futuro dominada por un gobierno centralizado, donde los ciudadanos viven a merced de la vigilancia del Gran Hermano. La realidad actual es a?n m?s aterradora. En una entrevista reciente, Chomsky afirm? que:

Hasta Orwell estar?a asombrado. Vivimos la ficci?n de que el mercado es maravilloso porque nos dicen que est? compuesto por consumidores informados que adoptan decisiones racionales. Pero basta con poner la televisi?n y ver los anuncios: ?buscan informar al consumidor y que tome decisiones racionales? ?o buscan enga?ar?

Y es que la utop?a del libre mercado no es tan libre como su nombre lo indica. Las motivaciones que nos llevan a adquirir productos o servicios no s?lo no son racionales, sino que van en contra de la racionalidad misma. Esto no es un error del consumidor, sino de las reglas mismas del juego: no queremos el producto por sus caracter?sticas, por su utilidad pr?ctica, ni siquiera por su precio; lo queremos porque cada decisi?n de compra es una forma de obediencia.

As?, en lugar de comprar un auto que cumpla con nuestros gustos o necesidades, el mercado nos ofrece ?un coche volando, pilotado por un actor famoso. Tratan de socavar al mercado. Los negocios no quieren mercados libres, quieren mercados cautivos. De otro modo, colapsar?an?.

Vale la pena enfatizar que el estado actual de cosas no es una anomal?a, pero tampoco una ?conspiraci?n?. Se trata de un sistema sumamente regulado donde quienes poseen los mayores capitales tienen el privilegio de cometer errores y salir bien librados por la intervenci?n del Estado, mientras los peque?os deudores y los pobres en general obtienen migajas, si acaso.

De esta forma, se dice que vivimos en la era del libre mercado, pero no para todos. Seg?n Chomsky, ?el mercado libre es para ellos?, los ricos, ?no para nosotros. Esa es la historia del capitalismo?.

Un malestar global
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Ese doble est?ndar es el que complica una verdadera aplicaci?n de justicia. Los cr?menes de los ricos ponen en riesgo la estabilidad financiera de los pa?ses, por lo que, si se les juzgara adecuadamente, el sistema entero correr?a el riesgo de un colapso.

Los principios del libre mercado son estupendos para aplic?rselos a los pobres, pero a los muy ricos se los protege. Las grandes industrias energ?ticas reciben subvenciones de cientos de millones de d?lares, la econom?a high-tech se beneficia de las investigaciones p?blicas de d?cadas anteriores, las entidades financieras logran ayudas masivas tras hundirse? Todos ellos viven con un seguro: se les considera demasiado grandes para caer y se los rescata si tienen problemas. Al final, los impuestos sirven para subvencionar a estas entidades y con ellas a los ricos y poderosos.

Sin embargo, darle la espalda al Estado o caer en la tentaci?n revolucionaria tampoco es una opci?n para Chomsky: ?Pero adem?s se le dice a la poblaci?n que el Estado es el problema y se reduce su campo de acci?n. ?Y qu? ocurre? Su espacio es ocupado por el poder privado y la tiran?a de las grandes entidades resulta cada vez mayor?.

?Una era posideol?gica?
La (falsa) dicotom?a derecha-izquierda en el espectro pol?tico es irrelevante cuando el verdadero poder se encuentra alineado a los intereses del capital. El surgimiento de gobiernos de extrema derecha como el de Donald Trump en Estados Unidos o el de Jair Bolsonaro en Brasil no debe entenderse solamente como un viraje a la derecha de la poblaci?n en general, sino como un reajuste estructural de las ?lites, en el que las carencias de la mayor?a se convierten nuevamente en botines pol?ticos.

En la ?lite del espectro pol?tico s? que se ha registrado ese corrimiento [hacia la derecha]; pero no en la poblaci?n general. Desde los a?os 80 se vive una ruptura entre lo que la gente desea y las pol?ticas p?blicas. Es f?cil verlo en el caso de los impuestos. Las encuestas muestran que la mayor?a quiere impuestos m?s altos para los ricos. Pero esto nunca se lleva a cabo. Frente a esto se ha promovido la idea de que reducir impuestos trae ventajas para todos y que el Estado es el enemigo.

Los discursos nacionalistas, xen?fobos y mis?ginos que personajes como Trump y Bolsonaro promueven como esl?ganes de campa?a, en realidad funcionan para mantener este estado ficticio de libertad: si el enemigo es el Estado, los fascistas de cualquier espectro pol?tico prometen devolver el poder al pueblo mediante la adecuaci?n de ciertas pol?ticas basadas en los prejuicios y la ignorancia de la gente (relegando o negando los derechos de las minor?as raciales, las disidencias sexuales, los migrantes y los subordinados en general), a la vez que mantienen intacto el poder real, es decir, el poder econ?mico.

?Cu?les son las soluciones? Por principio, desconfiar de los facilismos y buscar formas de organizaci?n social que garanticen un Estado donde los principios de impartici?n de justicia no queden sujetos a los vuelcos econ?micos. Un punto de partida es seguir leyendo a Chomsky, por ejemplo en Malestar global, publicado por Sexto Piso.