HERBERT MARCUSE El hombre unidimensional
Ensayo sobre la ideolog?a de la sociedad industrial avanzada
T?tulo original: One-Dimensional Man
Traducci?n: Antonio Elorza
? Bacon Press, Boston (1954)
? Editorial Joaqu?n Mortiz, M?xico (1965)
? Editorial Seix Barral, S. A. (1968) ? Por la traducci?n Editorial Ariel, S. A. (1968) ? Por la presente edici?n:
? Editorial Planeta-DeAgostini, S. A. (1993), Barcelona ? Editorial Planeta Mexicana, S. A. de C. V. (1993), M?xico D. F.
? Editorial Planeta Argentina, S. A. I. C. (1993), Buenos Aires
Dep?sito Legal: B-40. 350/92
ISBN: 84-395-2183-9
ISBN Obra completa: 84-395-2168-5
PREFACIO A LA EDICI?N FRANCESA 3
RECONOCIMIENTOS 7
INTRODUCCI?N 8
LA PAR?LISIS DE LA CR?TICA: UNA SOCIEDAD SIN OPOSICI?N 8
LA SOCIEDAD UNIDIMENSIONAL 13
1. LAS NUEVAS FORMAS DE CONTROL 13
2. EL CIERRE DEL UNIVERSO POL?TICO 22
3. LA CONQUISTA DE LA CONCIENCIA DESGRACIADA: UNA DESUBLIMACI?N REPRESIVA 39
4. EL CIERRE DEL UNIVERSO DEL DISCURSO 52
5. EL PENSAMIENTO NEGATIVO: LA L?GICA DE PROTESTA DERROTADA 69
6. DEL PENSAMIENTO NEGATIVO AL POSITIVO: LA RACIONALIDAD TECNOL?GICA Y LA L?GICA DE LA DOMINACI?N 79
7. EL TRIUNFO DEL PENSAMIENTO POSITIVO: LA FILOSOFIA UNIDIMENSIONAL 91
LA POSIBILIDAD DE LAS ALTERNATIVAS 105
8. EL COMPROMISO HIST?RICO DE LA FILOSOF?A 105
9. LA CAT?STROFE DE LA LIBERACI?N 115
10. CONCLUSI?N 125
PREFACIO A LA EDICI?N FRANCESA
He analizado en este libro algunas tendencias del capitalismo americano que conducen a una ?sociedad cerrada?, cerrada porque disciplina e integra todas las dimensiones de la existencia, privada o p?blica. Dos resultados de esta sociedad son de particular importancia: la asimilaci?n de las fuerzas y de los intereses de oposici?n en un sistema al que se opon?an en las etapas anteriores del capitalismo, y la administraci?n y la movilizaci?n met?dicas de los instintos humanos, lo que hace as? socialmente manejables y utilizables a elementos explosivos y ?antisociales? del inconsciente. El poder de lo negativo, ampliamente incontrolado en los estados anteriores de desarrollo de la sociedad, es dominado y se convierte en un factor de cohesi?n y de afirmaci?n. Los individuos y las clases reproducen la represi?n sufrida mejor que en ninguna ?poca anterior, pues el proceso de integraci?n tiene lugar, en lo esencial, sin un terror abierto: la democracia consolida la dominaci?n m?s firmemente que el absolutismo, y libertad administrada y represi?n instintiva llegan a ser las fuentes renovadas sin cesar de la productividad. Sobre semejante base la productividad se convierte en destrucci?n, destrucci?n que el sistema practica ?hacia el exterior?, a escala del planeta. A la destrucci?n desmesurada del Vietnam, del hombre y de la naturaleza, del habitat y de la nutrici?n, corresponden el despilfarro lucrativo de las materias primas, de los materiales y fuerzas de trabajo, la poluci?n, igualmente lucrativa, de la atm?sfera y del agua en la rica metr?polis del capitalismo. La brutalidad del neo-socialismo tiene su contrapartida en la brutalidad metropolitana: en la groser?a en autopistas y estadios, en la violencia de la palabra y la imagen, en la impudicia de la pol?tica, que ha dejado muy atr?s el lenguaje orwelliano, maltratando e incluso asesinando impunemente a los que se defienden… El t?pico sobre la ?banalidad del mal? se ha revelado como carente de sentido: el mal se muestra en la desnudez de su monstruosidad como contradicci?n total a la esencia de la palabra y de la acci?n humanas.
La sociedad cerrada sobre el interior se abre hacia el exterior mediante la expansi?n econ?mica, pol?tica y militar. Es m?s o menos una cuesti?n sem?ntica saber si esta expansi?n es del ?imperialismo? o no. Tambi?n all? es la totalidad quien est? en movimiento: en esta totalidad apenas es posible ya la distinci?n conceptual entre los negocios y la pol?tica, el beneficio y el prestigio, las necesidades y la publicidad. Se exporta un ?modo de vida? o ?ste se exporta a s? mismo en la din?mica de la totalidad. Con el capital, los ordenadores y el saber-vivir, llegan los restantes ?valores?: relaciones libidinosas con la mercanc?a, con los artefactos motorizados agresivos, con la est?tica falsa del supermercado.
Lo que es falso no es el materialismo de esta forma de vida, sino la falta de libertad y la represi?n que encubre: reificaci?n total en el fetichismo total de la mercanc?a. Se hace tanto m?s dif?cil traspasar esta forma de vida en cuanto que la satisfacci?n aumenta en funci?n de la masa de mercanc?as. La satisfacci?n instintiva en el sistema de la no-libertad ayuda al sistema a perpetuarse. ?sta es la funci?n social del nivel de vida creciente en las formas racionalizadas e interiorizadas de la dominaci?n.
La mejor satisfacci?n de las necesidades es ciertamente el contenido y el fin de toda liberaci?n, pero, al progresar hacia este fin, la misma libertad debe llegar a ser una necesidad instintiva y, en cuanto tal, debe mediatizar las dem?s necesidades, tanto las necesidades mediatizadas como las necesidades inmediatas.
Es preciso suprimir el car?cter ideol?gico y polvoriento de esta reivindicaci?n: la liberaci?n comienza con la necesidad no sublimada, all? donde es primero reprimida.
En este sentido, es libidinal: Eros en tanto que ?instinto de vida? (Freud), contra-fuerza primitiva opuesta a la energ?a instintiva agresiva y destructiva y a su activaci?n social. Es en el instinto de libertad no sublimado donde se hunden las ra?ces de la exigencia de una libertad pol?tica y social; exigencias de una forma de vida en la que incluso la agresi?n y la destrucci?n sublimadas estuviesen al servicio del Eros, es decir, de la construcci?n de un mundo pacificado. Siglos de represi?n instintiva han recubierto este elemento pol?tico de Eros: la concentraci?n de la energ?a er?tica en la sensualidad genital impide la trascendencia del Eros hacia otras ?zonas? del cuerpo y hacia su medio ambiente, impide su fuerza revolucionaria y creadora. All? donde hoy se despliega la libido como tal fuerza, tiene que servir al proceso de producci?n agresivo y a sus consecuencias, integr?ndose en el valor de cambio. En todas partes reina la agresi?n de la lucha por la existencia: a escala individual, nacional, internacional, esta agresi?n determina el sistema de las necesidades.
Por esta raz?n, es de una importancia que sobrepasa de lejos los efectos inmediatos, que la oposici?n de la juventud contra la ?sociedad opulenta? re?na rebeli?n instintiva y rebeli?n pol?tica. La lucha contra el sistema, que no es llevada por ning?n movimiento de masas, que no es impulsada por ninguna organizaci?n efectiva, que no es guiada por ninguna teor?a positiva, gana con este enlace una dimensi?n profunda que tal vez compensar? un d?a el car?cter difuso y la debilidad num?rica de esta oposici?n. Lo que se busca aqu? ?su elaboraci?n conceptual s?lo est? en el estadio de una lenta gestaci?n?, no es simplemente una sociedad fundada sobre otras relaciones de producci?n (aunque semejante transformaci?n de la base permanezca como una condici?n necesaria de la liberaci?n): se trata de una sociedad en la cual las nuevas relaciones de producci?n, y la productividad desarrollada a partir de las mismas, sean organizadas por los hombres cuyas necesidades y metas instintivas sean la ?negaci?n determinada? de los que reinan en la sociedad represiva; as?, las necesidades no sublimadas, cualitativamente diferentes, dar?n la base biol?gica sobre la cual podr?n desarrollarse libremente las necesidades sublimadas. La diferencia cualitativa se manifestar?a en la trascendencia pol?tica de la energ?a er?tica, y la forma social de esta trascendencia ser?a la cooperaci?n y la solidaridad en el establecimiento de un mundo natural y social que, al destruir la dominaci?n y la agresi?n represiva, se colocar?a bajo el principio de realidad de la paz; solamente con ?l puede la vida llegar a ser su propio fin, es decir, llegar a ser felicidad. Este principio de realidad liberar?a tambi?n la base biol?gica de los valores est?ticos, pues la belleza, la serenidad, el descanso, la armon?a, son necesidades org?nicas del hombre cuya represi?n y administraci?n mutilan el organismo y activan la agresi?n. Los valores est?ticos son igualmente, en tanto que receptividad de la sensibilidad, negaci?n determinada de los valores dominantes: negaci?n del hero?smo, de la fuerza provocadora, de la brutalidad de la productividad acumuladora de trabajo, de la violaci?n comercial de la naturaleza.
Las conquistas de la ciencia y de la t?cnica han hecho te?rica y socialmente posible la contenci?n de las necesidades afirmativas, agresivas. Contra esta posibilidad, ha sido el sistema en tanto que totalidad el que se ha movilizado. En la oposici?n de la juventud, rebeli?n a un tiempo instintiva y pol?tica, es aprehendida la posibilidad de la liberaci?n; pero le falta, para que se realice, poder material. ?ste no pertenece tampoco a la clase obrera que, en la sociedad opulenta, est? ligada al sistema de las necesidades, pero no a su negaci?n . Sus herederos hist?ricos ser?an m?s bien los estratos que, de manera creciente, ocupan posiciones de control en el proceso social de producci?n y que pueden detenerlo con mayor facilidad: los sabios, los t?cnicos, los especialistas, los ingenieros, etc. Pero no son m?s que herederos muy potencionales y muy te?ricos, puesto que al mismo tiempo son los beneficiarios bien remunerados y satisfechos del sistema; la modificaci?n de su mentalidad y constituir?a un milagro de discernimiento y lucidez.
?Significa esta situaci?n que el sistema del capitalismo en su conjunto est? inmunizado contra todo cambio? Se me ha reprochado que niego la existencia de las contradicciones internas a la estructura del capitalismo. Creo que mi libro muestra con bastante claridad que estas contradicciones todav?a existen y que incluso son m?s fuertes, m?s llamativas que en los estadios anteriores del desarrollo. Asimismo se han hecho totales. Su forma m?s general, la contradicci?n entre el car?cter social de las fuerzas productivas y su organizaci?n particular, entre la riqueza social y su empleo destructivo, determina a esta sociedad en todas sus dimensiones y en todos los aspectos de su pol?tica. Ninguna contradicci?n social, empero, ni siquiera la m?s fuerte, estalla ?por s? misma?: la teor?a debe poder mostrar y evaluar las fuerzas y los factores objetivos. He intentado mostrar en mi libro que la neutralizaci?n o la absorci?n de las fuerzas realizadoras ?que se operan en los sectores t?cnicamente m?s desarrollados del capitalismo?, no es solamente un fen?meno superficial, sino que nace del mismo proceso de producci?n, sin modificar su estructura fundamental capitalista. La sociedad existente lograr? contener a las fuerzas revolucionarias mientras consiga producir cada vez m?s ?mantequilla y ca?ones? y a burlar a la poblaci?n con la ayuda de nuevas formas de control total.
Esta pol?tica de represi?n global, de que depende la capacidad de rendimiento del sistema, es puesta a prueba cada d?a m?s duramente. En todo caso, la guerra en Vietnam ha tomado tales proporciones que pueden hacer de ella un hito en la evoluci?n del sistema capitalista. Por dos razones. Primera, el exceso de brutalidad, de agresi?n, de mentira al que tiene que recurrir el sistema para asegurar su estabilidad ha alcanzado tal medida que la positividad de lo existente encuentra aqu? su l?mite: el sistema en su conjunto se revela ser este ?crimen contra la humanidad? que est? localizado particularmente en el Vietnam. Segunda, la aparici?n del l?mite es visible asimismo en el hecho de que, por vez primera en su historia, el sistema encuentra fuerzas resistentes que no son ?de su propia naturaleza?; estas fuerzas no le libran un combate competitivo por la explotaci?n en su propio terreno, sino que significan, en su misma existencia, en sus necesidades vitales, la negaci?n determinada del sistema enfrent?ndose a ?l y combati?ndole en tanto que totalidad. Es aqu? donde reside la coincidencia de los factores objetivos y de los factores subjetivos del cambio de sentido. Y, como no hay ya para el sistema capitalista un verdadero ?exterior? ?de forma que incluso el mundo comunista determinante y contra-determinante se encuentra comprendido en la econom?a y la pol?tica capitalistas?, la resistencia del F. N. L. es, en efecto, la contradicci?n interna que estalla. El hecho de que los hombres m?s pobres de la tierra, apenas armados, los m?s atrasados t?cnicamente, tengan en jaque ?y esto durante a?os? la m?quina de destrucci?n m?s avanzada t?cnicamente, m?s eficaz, m?s destructiva de todos los tiempos, se alza como un signo hist?rico-mundial, incluso si estos hombres son finalmente derrotados, lo que es veros?mil, puesto que el sistema de represi?n de la ?sociedad opulenta? sabe mejor que sus cr?ticos liberales lo que est? en juego y est? dispuesto a poner en acci?n todas sus fuerzas. Estos ?condenados de la tierra?, las gentes m?s d?biles sobre las que gravita con todo su peso el sistema existen en todas partes; son pueblos enteros, no tienen de hecho otra cosa que perder que su vida al sublevarse contra el sistema dominante. Sin embargo, solos no pueden liberarse; contra todo romanticismo, el materialismo hist?rico debe insistir sobre el papel decisivo del poder material. En la situaci?n actual, ni la Uni?n Sovi?tica, ni la China popular, parecen desear o ser capaces de ejercer una contra-presi?n verdadera: no el juego aterrador con la ?soluci?n final? de la guerra at?mica, sino, en el caso de la Uni?n Sovi?tica, aquella presi?n pol?tica y diplom?tica que pudiera al menos frenar la agresi?n que se reproduce a escala ampliada. Esta contra-pol?tica servir?a tambi?n para activar la oposici?n en la Europa occidental. Hay un verdadero movimiento obrero, en Francia y en Italia, que podr?a a?n ser movilizado porque no est? todav?a integrado en el sistema, encuadrado. Mientras esto no tiene lugar, la oposici?n en los Estados Unidos, con todas sus debilidades y su falta de orientaci?n te?rica, permanece, tal vez, como el ?nico puente precario entre el presente y su posible futuro. La probabilidad del futuro depende de que se detenga la expansi?n productiva y lucrativa (pol?tica, econ?mica, militarmente); a continuaci?n, podr?an estallar las contradicciones todav?a neutralizadas en el proceso de producci?n del capitalismo: en particular, la contradicci?n entre la necesidad econ?mica de una automatizaci?n progresiva que implica el paro tecnol?gico, y la necesidad capitalista del despilfarro y de la destrucci?n sistem?ticos de las fuerzas parasitarias, que implica el crecimiento del trabajo parasitario.
La expansi?n que salva al sistema, o al menos lo fortalece, no puede ser detenida m?s que por medio de un contra-movimiento internacional y global. Por todas partes se manifiesta la interpretaci?n global: la solidaridad permanece como el factor decisivo, tambi?n aqu? Marx tiene raz?n. Y es esta solidaridad la que ha sido quebrada por la productividad integradora del capitalismo y por el poder absoluto de su m?quina de propaganda, de publicidad y de administraci?n. Es preciso despertar y organizar la solidaridad en tanto que necesidad biol?gica de mantenerse unidos contra la brutalidad y la explotaci?n inhumanas. Esta es la tarea. Comienza con la educaci?n de la conciencia, el saber, la observaci?n y el sentimiento que aprehende lo que sucede: el crimen contra la humanidad. La justificaci?n del trabajo intelectual reside en esta tarea, y hoy el trabajo intelectual necesita ser justificado.
HERBERT MARCUSE Febrero, 1967
PARA INGE
RECONOCIMIENTOS
Mi mujer es por lo menos parcialmente responsable de las opiniones expresadas en este libro. Le estoy infinitamente agradecido.
Mi amigo Barrington Moore, Jr., me ha ayudado mucho con sus comentarios cr?ticos; durante discusiones desarrolladas a lo largo de bastantes a?os, me ha obligado a aclarar mis ideas.
Robert S. Cohen, Amo J. Mayer, Hans J. Meyerhoff, y David Ober leyeron el manuscrito en diferentes momentos de su desarrollo y me ofrecieron valiosas sugerencias.
El American Council of Learned Societies, la Louis M. Rabinowitz Foundation, la Rockefeller Foundation y el Social Science Research Council me han otorgado becas que facilitaron mucho el t?rmino de estos estudios.
INTRODUCCI?N
LA PAR?LISIS DE LA CR?TICA: UNA SOCIEDAD SIN OPOSICI?N
?La amenaza de una cat?strofe at?mica que puede borrar a la raza humana no sirve tambi?n para proteger a las mismas fuerzas que perpet?an este peligro? Los esfuerzos para prevenir tal cat?strofe encubren la b?squeda de sus causas potenciales en la sociedad industrial contempor?nea. Estas causas permanecen sin ser identificadas, expuestas y atacadas por el p?blico, porque retroceden ante la amenaza exterior manifiesta: del Oeste para el Este, del Este para el Oeste. Igualmente obvia es la necesidad de estar preparado para vivir al borde del abismo, para afrontar el reto. Nos sometemos a la producci?n pac?fica de los medios de destrucci?n, al perfeccionamiento del despilfarro, al hecho de estar educados para una defensa que deforma a los defensores y aquello que defienden.
Si intentamos relacionar las causas del peligro con la manera en que la sociedad est? organizada y organiza a sus miembros, nos vemos obligados a enfrentarnos inmediatamente con el hecho de que la sociedad industrial avanzada es cada vez m?s rica, grande y mejor conforme perpet?a el peligro. La estructura de defensa hace la vida m?s f?cil para un mayor n?mero de gente y extiende el dominio del hombre sobre la naturaleza. Bajo estas circunstancias, nuestros medios de comunicaci?n de masas tienen pocas dificultades para vender los intereses particulares como si fueran los de todos los hombres sensibles. Las necesidades pol?ticas de la sociedad se convierten en necesidades y aspiraciones individuales, su satisfacci?n promueve los negocios y el bienestar general, y la totalidad parece tener el aspecto mismo de la Raz?n.
Y sin embargo, esta sociedad es irracional como totalidad. Su productividad destruye el libre desarrollo de las necesidades y facultades humanas, su paz se mantiene mediante la constante amenaza de guerra, su crecimiento depende de la represi?n de las verdaderas posibilidades de pacificar la lucha por la existencia en el campo individual, nacional e internacional. Esta represi?n, tan diferente de la que caracteriz? las etapas anteriores y menos desarrolladas de nuestra sociedad, funciona hoy no desde una posici?n de inmadurez natural y t?cnica, sino m?s bien desde una posici?n de fuerza. Las capacidades (intelectuales y materiales) de la sociedad contempor?nea son inmensamente mayores que nunca; lo que significa que la amplitud de la dominaci?n de la sociedad sobre el individuo es inmensamente mayor que nunca. Nuestra sociedad se caracteriza antes por la conquista de las fuerzas sociales centr?fugas por la tecnolog?a que por el terror, sobre la doble base de una abrumadora eficacia y un nivel de vida cada vez m?s alto.
Investigar las ra?ces de estos desarrollos y examinar sus alternativas hist?ricas es parte de los prop?sitos de una teor?a cr?tica de la sociedad contempor?nea, una teor?a que analice a la sociedad a la luz de sus empleadas o no empleadas o deformadas capacidades para mejorar la condici?n humana. Pero, ?cu?les son los niveles para tal cr?tica?
Desde luego, los juicios de valor tienen una parte. La forma establecida de organizar la sociedad se mide enfrent?ndola a otras formas posibles, formas que se supone podr?an ofrecer mejores oportunidades para aliviar la lucha del hombre por la existencia; una pr?ctica hist?rica espec?fica se mide contra sus propias alternativas hist?ricas. Desde el principio, toda teor?a cr?tica de la sociedad se enfrenta as? con el problema de la objetividad hist?rica, un problema que se establece en los dos puntos donde el an?lisis implica juicios de valor:
1. El juicio que afirma que la vida humana merece vivirse, o m?s bien que puede ser y debe ser hecha digna de vivirse. Este juicio subyace a todo esfuerzo intelectual; es el a priori de la teor?a social, y su rechazo (que es perfectamente l?gico) niega la teor?a misma;
2. El juicio de que, en una sociedad dada, existen posibilidades espec?ficas para un mejoramientode la vida humana y formas y medios espec?ficos para realizar esas posibilidades. El an?lisis cr?tico tiene que demostrar la validez objetiva de estos juicios, y la demostraci?n tiene que realizarse sobre bases emp?ricas. La sociedad establecida ofrece una cantidad y cualidad averiguable de recursos materiales e intelectuales. ?C?mo pueden emplearse estos recursos para el ?ptimo desarrollo y satisfacci?n de las necesidades y facultades individuales con un m?nimo de esfuerzo y miseria? La teor?a social es teor?a hist?rica, y la historia es el reino de la posibilidad en el reino de la necesidad. Por tanto, entre las distintas formas posibles y actuales de organizar y utilizar los recursos disponibles, ?cu?les ofrecen la mayor probabilidad de un desarrollo ?ptimo?
El intento de responder a estas preguntas exige una serie de abstracciones iniciales. Para poder identificar y definir las posibilidades de un desarrollo ?ptimo, la teor?a cr?tica debe proceder a una abstracci?n a partir de la organizaci?n y utilizaci?n actual de los recursos de la sociedad, y de los resultados de esta organizaci?n y utilizaci?n. Tal abstracci?n, que se niega a aceptar el universo dado de los hechos como el contexto final de la validez, tal an?lisis ?trascendente? de los hechos a la luz de sus posibilidades detenidas y negadas, pertenece a la estructura misma de la teor?a social. Se opone a toda metaf?sica mediante el riguroso car?cter hist?rico de la trascendencia. Las ?posibilidades? deben estar al alcance de la sociedad respectiva; deben ser metas definibles de la pr?ctica. De la misma manera, la abstracci?n de las instituciones establecidas debe expresar una tendencia actual, esto es, su transformaci?n debe ser la necesidad real de la poblaci?n subyacente. La teor?a social est? relacionada con las alternativas hist?ricas que amenazan a la sociedad establecida como fuerzas y tendencias subversivas. Los valores ligados a las alternativas se convierten en hechos al ser trasladados a la realidad mediante la pr?ctica hist?rica. Los conceptos te?ricos culminan en el cambio social.
Pero en esta etapa, la sociedad industrial avanzada confronta la cr?tica con una situaci?n que parece privarla de sus mismas bases. El progreso t?cnico, extendido hasta ser todo un sistema de dominaci?n y coordinaci?n, crea formas de vida (y de poder) que parecen reconciliar las fuerzas que se oponen al sistema y derrotar o refutar toda protesta en nombre de las perspectivas hist?ricas de liberaci?n del esfuerzo y la dominaci?n. La sociedad contempor?nea parece ser capaz de contener el cambio social, un cambio cualitativo que establecer?a instituciones esencialmente diferentes, una nueva direcci?n del proceso productivo, nuevas formas de existencia humana. Esta contenci?n de cambio social es quiz? el logro m?s singular de la sociedad industrial avanzada; la aceptaci?n general del inter?s nacional, la pol?tica bipartidista, la decadencia del pluralismo, la colusi?n del capital y el trabajo dentro del Estado fuerte atestiguan la integraci?n de los opuestos que es el resultado tanto como el prerrequisito de este logro.
Una breve comparaci?n entre la etapa formativa de la teor?a de la sociedad industrial y su situaci?n actual puede ayudar a mostrar c?mo han sido alteradas las bases de la cr?tica. En sus or?genes, en la primera mitad del siglo XIX, cuando se elaboraron los primeros conceptos de las alternativas, la cr?tica de la sociedad industrial alcanz? la concreci?n en una mediaci?n hist?rica entre la teor?a y la pr?ctica, los valores y los hechos, las necesidades y los fines. Esta mediaci?n hist?rica se desarroll? en la conciencia y en la acci?n pol?tica de las dos grandes clases que se enfrentaban entre s? en la sociedad: la burgues?a y el proletariado. En el mundo capitalista, ?stas son todav?a las clases b?sicas. Sin embargo, el desarrollo capitalista ha alterado la estructura y la funci?n de estas dos clases de tal modo que ya no parecen ser agentes de la transformaci?n hist?rica. Un inter?s absoluto en la preservaci?n y el mejoramiento del statu quo institucional une a los antiguos antagonistas en las zonas m?s avanzadas de la sociedad contempor?nea. Y de acuerdo con el grado en el que el progreso t?cnico asegura el crecimiento y la cohesi?n de la sociedad comunista, la misma idea de un cambio cualitativo retrocede ante las nociones realistas y una evoluci?n no explosiva. Ante la ausencia de agentes y factores manifiestos del cambio social, la cr?tica regresa as? a un alto nivel de abstracci?n. No hay ning?n terreno en el que la teor?a y la pr?ctica, el pensamiento y la acci?n se encuentren. Incluso el an?lisis m?s emp?rico de las alternativas hist?ricas aparecen como una especulaci?n irreal, y el compromiso con ellas un asunto de preferencia personal (o de grupo). Y sin embargo, ?refuta la teor?a esta ausencia? Ante los hechos aparentemente contradictorios, el an?lisis cr?tico sigue insistiendo en que la necesidad de un cambio cualitativo es m?s urgente que nunca. ?Qui?n lo necesita? La respuesta sigue siendo la misma: la sociedad como totalidad, cada uno de sus miembros. La uni?n de una creciente productividad y una creciente destructividad; la inminente amenaza de aniquilaci?n; la capitulaci?n del pensamiento, la esperanza y el temor a las decisiones de los poderes existentes; la preservaci?n de la miseria frente a una riqueza sin precedentes constituyen la m?s imparcial acusaci?n: incluso si estos elementos no son la raison d’?tre de esta sociedad sino s?lo sus consecuencias; su pomposa racionalidad, que propaga la eficacia y el crecimiento, es en s? misma irracional.
El hecho de que la gran mayor?a de la poblaci?n acepte, y sea obligada a aceptar, esta sociedad, no la hace menos irracional y menos reprobable. La distinci?n entre conciencia falsa y verdadera, inter?s real e inmediato todav?a est? llena de sentido. Pero esta distinci?n misma ha de ser validada. Los hombres deben llegar a verla y encontrar su camino desde la falsa hacia la verdadera conciencia, desde su inter?s inmediato al real. Pero s?lo pueden hacerlo si experimentan la necesidad de cambiar su forma de vida, de negar lo positivo, de rechazar. Es precisamente esta necesidad la que la sociedad establecida consigue reprimir en la medida en que es capaz de ?repartir los bienes? en una escala cada vez mayor, y de usar la conquista cient?fica de la naturaleza para la conquista cient?fica del hombre.
Enfrentada con el car?cter total de los logros de la sociedad industrial avanzada, la teor?a cr?tica se encuentra sin los elementos racionales necesarios para trascender esta sociedad. El vac?o alcanza a la misma estructura teor?tica, porque las categor?as de una teor?a social cr?tica fueron desarrolladas durante el per?odo en el que la necesidad de) rechazo y la subversi?n estaba comprendida en la acci?n de fuerzas sociales efectivas. Estas categor?as eran conceptos esencialmente negativos y oposicionales, que defin?an las contradicciones reales en la sociedad europea en el siglo XIX. La misma categor?a de ?sociedad? expresaba el agudo conflicto entre la esfera social y la pol?tica; la sociedad como antagonista del Estado. Igualmente, ?individuo?, ?clase?, ?privado?, ?familia? denotaban esferas y fuerzas que no estaban integradas todav?a con las condiciones establecidas; eran esferas de tensi?n y contradicci?n. Con la creciente integraci?n de la sociedad industrial, estas categor?as est?n perdiendo su connotaci?n cr?tica y tienden a hacerse t?rminos descriptivos, falaces u operacionales.
El prop?sito de recuperar la intenci?n cr?tica de estas categor?as, y de comprender c?mo el intento fue anulado por la realidad social, parece ser, desde el exterior, un regreso de una teor?a unida con la pr?ctica hist?rica al pensamiento abstracto y especulativo, de la cr?tica de la econom?a pol?tica a la filosof?a. Este car?cter ideol?gico de la cr?tica es el resultado del hecho de que el an?lisis es obligado a partir de una posici?n ?fuera? de lo positivo tanto como de lo negativo, de las tendencias productivas de la sociedad como de las destructivas. La sociedad industrial moderna es la identidad total de estos opuestos; es la totalidad lo que est? en cuesti?n. Al mismo tiempo, la posici?n de la teor?a no puede ser la de la mera especulaci?n. Debe ser una posici?n hist?rica en el sentido de que debe estar basada en las capacidades de la sociedad dada.
Esta ambigua situaci?n envuelve una ambig?edad todav?a m?s fundamental. El hombre unidimensional oscilar? continuamente entre dos hip?tesis contradictorias: 1) que la sociedad industrial avanzada es capaz de contener la posibilidad de un cambio cualitativo para el futuro previsible; 2) que existen fuerzas y tendencias que pueden romper esta contenci?n y hacer estallar la sociedad. Yo no creo que pueda darse una respuesta clara. Las dos tendencias est?n ah?, una al lado de otra, e incluso una en la otra. La primera tendencia domina, y todas las precondiciones que puedan existir para una reversi?n est?n siendo empleadas para evitarlo. Quiz? un accidente pueda alterar la situaci?n, pero a no ser que el reconocimiento de lo que se est? haciendo y lo que se est? evitando subvierta la conciencia y la conducta del hombre, ni siquiera una cat?strofe provocar? el cambio.
El an?lisis est? centrado en la sociedad industrial avanzada, en la que el aparato t?cnico de producci?n y distribuci?n (con un sector cada vez mayor de automatizaci?n) funciona, no como la suma total de meros instrumentos que pueden ser aislados de sus efectos sociales y pol?ticos, sino m?s bien como un sistema que determina a priori el producto del aparato, tanto como las operaciones realizadas para servirlo y extenderlo. En esta sociedad, el aparato productivo tiende a hacerse totalitario en el grado en que determina, no s?lo las ocupaciones, aptitudes y actitudes socialmente necesarias, sino tambi?n las necesidades y aspiraciones individuales. De este modo borra la oposici?n entre la existencia privada y p?blica, entre las necesidades individuales y sociales. La tecnolog?a sirve para instituir formas de control social y de cohesi?n social m?s efectivas y m?s agradables. La tendencia totalitaria de estos controles parece afirmarse en otro sentido adem?s: extendi?ndose a las zonas del mundo menos desarrolladas e incluso preindustriales, y creando similitudes en el desarrollo del capitalismo y el comunismo.
Ante las caracter?sticas totalitarias de esta sociedad, no puede sostenerse la noci?n tradicional de la o neutralidad? de la tecnolog?a. La tecnolog?a como tal no puede ser separada del empleo que se hace de ella; la sociedad tecnol?gica es un sistema de dominaci?n que opera ya en el concepto y la construcci?n de t?cnicas.
La manera en que una sociedad organiza la vida de sus miembros implica una elecci?n inicial entre las alternativas hist?ricas que est?n determinadas por el nivel heredado de la cultura material e intelectual. La elecci?n es el resultado del juego de los intereses dominantes. Anticipa modos espec?ficos de transformar y utilizar al hombre y a la naturaleza y rechaza otras formas. Es un ?proyecto? de realizaci?n entre otros. Pero una vez que el proyecto se ha hecho operante en las instituciones y relaciones b?sicas, tiende a hacerse exclusivo y a determinar el desarrollo de la sociedad como totalidad. En tanto que universo tecnol?gico, la sociedad industrial avanzada es un universo pol?tico, es la ?ltima etapa en la realizaci?n de un proyecto hist?rico espec?fico, esto es, la experimentaci?n, transformaci?n y organizaci?n de la naturaleza como simple material de la dominaci?n.
Conforme el proyecto se desarrolla, configura todo el universo del discurso y la acci?n, de la cultura intelectual y material. En el medio tecnol?gico, la cultura, la pol?tica y la econom?a, se unen en un sistema omnipresente que devora o rechaza todas las alternativas. La productividad y el crecimiento potencial de este sistema estabilizan la sociedad y contienen el progreso t?cnico dentro del marco de la dominaci?n. La raz?n tecnol?gica se ha hecho raz?n pol?tica.
En la discusi?n de las tendencias conocidas de la civilizaci?n industrial avanzada, raras veces he dado referencias espec?ficas. El material est? reunido y descrito en la vasta literatura sociol?gica y psicol?gica sobre tecnolog?a y cambio social, administraci?n cient?fica, empresas, cambios en el car?cter del trabajo industrial y en la fuerza de trabajo, etc. Hay muchos an?lisis no ideol?gicos de los hechos, tales como La Sociedad An?nima moderna y la propiedad privada, de Berle y Means, los informes del Comit? Econ?mico Nacional del 76. ? Congreso sobre la Concentraci?n del Poder Econ?mico, las publicaciones de la AFL-CIO sobre Automatizaci?n y cambio tecnol?gico, y tambi?n los contenidos en News and Letters y en Correspondence en Detroit. Me gustar?a subrayar la importancia vital de la obra de C. Wright Mills y de estudios que frecuentemente son mal vistos debido a la simplificaci?n, la exageraci?n, o la sencillez period?stica: Los persuasores ocultos, Los buscadores de status, y Los creadores de despilfarro de Vance Packard, El hombre organizaci?n, de William H. Whyte, y El Estado de guerra, de Fred J. Cook pertenecen a esta categor?a. Desde luego, la falta de an?lisis te?rico en estas obras deja cubiertas y protegidas las ra?ces de las condiciones descritas, pero incluso dej?ndolas hablar por s? mismas, las condiciones lo hacen con suficiente claridad. Quiz?s la m?s clara evidencia pueda obtenerse mirando simplemente la televisi?n o escuchando la radio durante una hora consecutiva un par de d?as, sin apagarla durante los espacios comerciales y cambiando de vez en cuando de estaci?n.
Mi an?lisis est? centrado en tendencias que se dan en las sociedades contempor?neas m?s altamente desarrolladas. Hay amplias zonas dentro y fuera de estas sociedades en las que las tendencias descritas no prevalecen, o mejor, no prevalecen todav?a. Yo proyecto estas tendencias y ofrezco algunas hip?tesis, nada m?s.
LA SOCIEDAD UNIDIMENSIONAL
1. LAS NUEVAS FORMAS DE CONTROL
Una ausencia de libertad c?moda, suave, razonable y democr?tica, se?al del progreso t?cnico, prevalece en la civilizaci?n industrial avanzada. ?Qu? podr?a ser, realmente m?s racional que la supresi?n de la individualidad en el proceso de mecanizaci?n de actuaciones socialmente necesarias aunque dolorosas; que la concentraci?n de empresas individuales en corporaciones m?s eficaces y productivas; que la regulaci?n de la libre competencia entre sujetos econ?micos desigualmente provistos; que la reducci?n de prerrogativas y soberan?as nacionales que impiden la organizaci?n internacional de los recursos? Que este orden tecnol?gico implique tambi?n una coordinaci?n pol?tica e intelectual puede ser una evoluci?n lamentable y, sin embargo, prometedora.
Los derechos y libertades que fueron factores vitales en los or?genes y etapas tempranas de la sociedad industrial se debilitan en una etapa m?s alta de esta sociedad: est?n perdiendo su racionalidad y contenido tradicionales. La libertad de pensamiento, de palabra y de conciencia eran ?tanto como la libre empresa, a la que serv?an para promover y proteger? esencialmente ideas cr?ticas, destinadas a reemplazar una cultura material e intelectual anticuada por otra m?s productiva y racional. Una vez institucionalizados, estos derechos y libertades compartieron el destino de la sociedad de la que se hab?an convertido en parte integrante. La realizaci?n anula las premisas.
En la medida en que la independencia de la necesidad, sustancia concreta de toda libertad, se convierte en una posibilidad real, las libertades propias de un estado de productividad m?s baja pierden su contenido previo. Una sociedad que parece cada d?a m?s capaz de satisfacer las necesidades de los individuos por medio de la forma en que est? organizada, priva a la independencia de pensamiento, a la autonom?a y al derecho de oposici?n pol?tica de su funci?n cr?tica b?sica. Tal sociedad puede exigir justamente la aceptaci?n de sus principios e instituciones, y reducir la oposici?n a la mera promoci?n y debate de pol?ticas alternativas dentro del statu quo. En ese respecto, parece de poca importancia que la creciente satisfacci?n de las necesidades se efect?e por un sistema autoritario o no-autoritario. Bajo las condiciones de un creciente nivel de vida, la disconformidad con el sistema aparece como socialmente in?til, y a?n m?s cuando implica tangibles desventajas econ?micas y pol?ticas y pone en peligro el buen funcionamiento del conjunto. Es cierto que, por lo menos en lo que concierne a las necesidades de la vida, no parece haber ninguna raz?n para que la producci?n y la distribuci?n de bienes y servicios deban proceder a trav?s de la concurrencia competitiva de las libertades individuales.
Desde el primer momento, la libertad de empresa no fue precisamente una bendici?n. En tanto que libertad para trabajar o para morir de hambre, significaba fatiga, inseguridad y temor para la gran mayor?a de la poblaci?n. Si el individuo no estuviera a?n obligado a probarse a s? mismo en el mercado, como sujeto econ?mico libre, la desaparici?n de esta clase de libertad ser?a uno de los mayores logros de la civilizaci?n. El proceso tecnol?gico de mecanizaci?n y normalizaci?n podr?a canalizar la energ?a individual hacia un reino virgen de libertad m?s all? de la necesidad. La misma estructura de la existencia humana se alterar?a; el individuo se liberar?a de las necesidades y posibilidades extra?as que le impone el mundo del trabajo. El individuo se liberar?a de las necesidades y posibilidades extra?as que le impone el mundo del trabajo. El individuo tendr?a libertad para ejercer la autonom?a sobre una vida que ser?a la suya propia. Si el aparato productivo se pudiera organizar y dirigir hacia la satisfacci?n de las necesidades vitales, su control bien podr?a ser centralizado; tal control no impedir?a la autonom?a individual, sino que la har?a posible.
?ste es un objetivo que est? dentro de las capacidades de la civilizaci?n industrial avanzada, el ?fin? de la racionalidad tecnol?gica. Sin embargo, el que opera en realidad es el rumbo contrario; el aparato impone sus exigencias econ?micas y pol?ticas para expansi?n y defensa sobre el tiempo de trabajo y el tiempo libre, sobre la cultura material e intelectual. En virtud de la manera en que ha organizado su base tecnol?gica, la sociedad industrial contempor?nea tiende a ser totalitaria. Porque no es s?lo ?totalitaria? una coordinaci?n pol?tica terrorista de la sociedad, sino tambi?n una coordinaci?n t?cnico-econ?mica no-terrorista que opera a trav?s de la manipulaci?n de las necesidades por intereses creados, impidiendo por lo tanto el surgimiento de una oposici?n efectiva contra el todo. No s?lo una forma espec?fica de gobierno o gobierno de partido hace posible el totalitarismo, sino tambi?n un sistema espec?fico de producci?n y distribuci?n que puede muy bien ser compatible con un
?pluralismo? de partidos, peri?dicos, ?poderes compensatorios?, etc.
Hoy en d?a el poder pol?tico se afirma por medio de su poder sobre el proceso mec?nico y sobre la organizaci?n t?cnica del aparato. El gobierno de las sociedades industriales avanzadas y en crecimiento s?lo puede mantenerse y asegurarse cuando logra movilizar, organizar y explotar la productividad t?cnica, cient?fica y mec?nica de que dispone la civilizaci?n industrial. Y esa productividad moviliza a la sociedad entera, por encima y m?s all? de cualquier inter?s individual o de grupo. El hecho brutal de que el poder f?sico (?s?lo f?sico?) de la m?quina sobrepasa al del individuo, y al de cualquier grupo particular de individuos, hace de la m?quina el instrumento m?s efectivo en cualquier sociedad cuya organizaci?n b?sica sea la del proceso mecanizado. Pero la tendencia pol?tica puede invertirse; en esencia, el poder de la m?quina es s?lo el poder del hombre almacenado y proyectado. En la medida en que el mundo del trabajo se conciba como una m?quina y se mecanice de acuerdo con ella, se convierte en la base potencial de una nueva libertad para el hombre.
La civilizaci?n industrial contempor?nea demuestra que ha llegado a una etapa en la que ?la sociedad libre? no se puede ya definir adecuadamente en los t?rminos tradicionales de libertades econ?micas, pol?ticas e intelectuales, no porque estas libertades se hayan vuelto insignificantes, sino porque son demasiado significativas para ser confinadas dentro de las formas tradicionales. Se necesitan nuevos modos de realizaci?n que correspondan a las nuevas capacidades de la sociedad.
Estos nuevos modos s?lo se pueden indicar en t?rminos negativos, porque equivaldr?an a la negaci?n de los modos predominantes. As?, la libertad econ?mica significar?a libertad de la econom?a, de estar controlados por fuerzas y relaciones econ?micas, liberaci?n de la diaria lucha por la existencia, de ganarse la vida. La libertad pol?tica significar?a la liberaci?n de los individuos de una pol?tica sobre la que no ejercen ning?n control efectivo. Del mismo modo, la libertad intelectual significar?a la restauraci?n del pensamiento individual absorbido ahora por la comunicaci?n y adoctrinamiento de masas, la abolici?n de la ?opini?n p?blica? junto con sus creadores. El timbre irreal de estas proposiciones indica, no su car?cter ut?pico, sino el vigor de las fuerzas que impiden su realizaci?n. La forma m?s efectiva y duradera de la guerra contra la liberaci?n es la implantaci?n de necesidades intelectuales que perpet?an formas anticuadas de la lucha por la existencia.
La intensidad, la satisfacci?n y hasta el car?cter de las necesidades humanas, m?s all? del nivel biol?gico, han sido siempre precondicionadas. Se conciba o no como una necesidad, la posibilidad de hacer o dejar de hacer, de disfrutar o destruir, de poseer o rechazar algo, ello depende de si puede o no ser vista como deseable y necesaria para las instituciones e intereses predominantes de la sociedad. En este sentido, las necesidades humanas son necesidades hist?ricas y, en la medida en que la sociedad exige el desarrollo represivo del individuo, sus mismas necesidades y sus pretensiones de satisfacci?n est?n sujetas a pautas cr?ticas superiores.
Se puede distinguir entre necesidades verdaderas y falsas. ?Falsas? son aquellas que intereses sociales particulares imponen al individuo para su represi?n: las necesidades que perpet?an el esfuerzo, la agresividad, la miseria y la injusticia. Su satisfacci?n puede ser de lo m?s grata para el individuo, pero esta felicidad no es una condici?n que deba ser mantenida y protegida si sirve para impedir el desarrollo de la capacidad (la suya propia y la de otros) de reconocer la enfermedad del todo y de aprovechar las posibilidades de curarla. El resultado es, en este caso, la euforia dentro de la infelicidad. La mayor parte de las necesidades predominantes de descansar, divertirse, comportarse y consumir de acuerdo con los anuncios, de amar y odiar lo que otros odian y aman, pertenece a esta categor?a de falsas necesidades.
Estas necesidades tienen un contenido y una funci?n sociales, determinadas por poderes externos sobre los que el individuo no tiene ning?n control; el desarrollo y la satisfacci?n de estas necesidades es heter?nomo. No importa hasta qu? punto se hayan convertido en algo propio del individuo, reproducidas y fortificadas por las condiciones de su existencia; no importa que se identifique con ellas y se encuentre a s? mismo en su satisfacci?n. Siguen siendo lo que fueron desde el principio; productos de una sociedad cuyos intereses dominantes requieren la represi?n.
El predominio de las necesidades represivas es un hecho cumplido, aceptado por ignorancia y por derrotismo, pero es un hecho que debe ser eliminado tanto en inter?s del individuo feliz, como de todos aquellos cuya miseria es el precio de su satisfacci?n. Las ?nicas necesidades que pueden inequ?vocamente reclamar satisfacci?n son las vitales: alimento, vestido y habitaci?n en el nivel de cultura que est? al alcance. La satisfacci?n de estas necesidades es el requisito para la realizaci?n de todas las necesidades, tanto de las sublimadas como de las no sublimadas.
Para cualquier conocimiento y conciencia, para cual- quier experiencia que no acepte el inter?s social predominante como ley suprema del pensamiento y de la conducta, el universo establecido de necesidades y satisfacciones es un hecho que se debe poner en cuesti?n en t?rminos de verdad y mentira. Estos t?rminos son enteramente hist?ricos, y su objetividad es hist?rica. El juicio sobre las necesidades y su satisfacci?n bajo las condiciones dadas, implica normas de prioridad; normas que se refieren al desarrollo ?ptimo del individuo, de todos los individuos, bajo la utilizaci?n ?ptima de los recursos materiales e intelectuales al alcance del hombre. Los recursos son calculables. La ?verdad? y la ?falsedad? de las necesidades designan condiciones objetivas en la medida en que la satisfacci?n universal de las necesidades vitales y, m?s all? de ella, la progresiva mitigaci?n del trabajo y la miseria, son normas universalmente v?lidas. Pero en tanto que normas hist?ricas, no s?lo var?an de acuerdo con el ?rea y el estado de desarrollo, sino que tambi?n s?lo se pueden definir en (mayor o menor) contradicci?n con las normas predominantes. ?Y qu? tribunal puede reivindicar leg?timamente la autoridad de decidir?
En ?ltima instancia, la pregunta sobre cu?les son las necesidades verdaderas o falsas s?lo puede ser resuelta por los mismos individuos, pero s?lo en ?ltima instancia; esto es, siempre y cuando tengan la libertad para dar su propia respuesta. Mientras se les mantenga en la incapacidad de ser aut?nomos, mientras sean adoctrinados y manipulados (hasta en sus mismos instintos), su respuesta a esta pregunta no puede considerarse propia de ellos. Por lo mismo, sin embargo, ning?n tribunal puede adjudicarse en justicia el derecho de decidir cu?les necesidades se deben desarrollar y satisfacer. Tal tribunal ser?a censurable, aunque nuestra repulsa no podr?a eliminar la pregunta: ?c?mo pueden hombres que han sido objeto de una dominaci?n efectiva y productiva crear por s? mismos las condiciones de la libertad?
Cuanto m?s racional, productiva, t?cnica y total deviene la administraci?n represiva de la sociedad, m?s inimaginables resultan los medios y modos mediante los que los individuos administrados pueden romper su servidumbre y alcanzar su propia liberaci?n. Claro est? que imponer la Raz?n a toda una sociedad es una idea parad?jica y escandalosa; aunque se pueda discutir la rectitud de una sociedad que ridiculiza esta idea mientras convierte a su propia poblaci?n en objeto de una administraci?n total. Toda liberaci?n depende de la toma de conciencia de la servidumbre, y el surgimiento de esta conciencia se ve estorbado siempre por el predominio de necesidades y satisfacciones que, en grado sumo, se han convertido en propias del individuo. El proceso siempre reemplaza un sistema de precondicionamiento por otro; el objetivo ?ptimo es la sustituci?n de las necesidades falsas por otras verdaderas, el abandono de la satisfacci?n represiva.
El rasgo distintivo de la sociedad industrial avanzada es la sofocaci?n efectiva de aquellas necesidades que requieren ser liberadas ?liberadas tambi?n de aquello que es tolerable, ventajoso y c?modo? mientras que sostiene y absuelve el poder destructivo y la funci?n represiva de la sociedad opulenta. Aqu?, los controles sociales exigen la abrumadora necesidad de producir y consumir el despilfarro; la necesidad de un trabajo embrutecedor cuando ha dejado de ser una verdadera necesidad; la necesidad de modos de descanso que alivian y prolongan ese embrutecimiento; la necesidad de mantener libertades enga?osas tales como la libre competencia a precios pol?ticos, una prensa libre que se autocensura, una elecci?n libre entre marcas y gadgets.
Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominaci?n. La amplitud de la selecci?n abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero s? lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo. El criterio para la selecci?n no puede nunca ser absoluto, pero tampoco es del todo relativo. La libre elecci?n de amos no suprime ni a los amos ni a los esclavos. Escoger libremente entre una amplia variedad de bienes y servicios no significa libertad si estos bienes y servicios sostienen controles sociales sobre una vida de esfuerzo y de temor, esto es, si sostienen la alienaci?n. Y la reproducci?n espont?nea, por los individuos, de necesidades s?perimpuestas no establece la autonom?a; s?lo prueba la eficacia de los controles.
Nuestra insistencia en la profundidad y eficacia de esos controles est? sujeta a la objeci?n de que le damos demasiada importancia al poder de adoctrinamiento de los mass-media, y de que la gente por s? misma sentir?a y satisfar?a las necesidades que hoy le son impuestas. Pero tal objeci?n no es v?lida. El precondicionamiento no empieza con la producci?n masiva de la radio y la televisi?n y con la centralizaci?n de su control. La gente entra en esta etapa ya como recept?culos precondicionados desde mucho tiempo atr?s; la diferencia decisiva reside en la disminuci?n del contraste (o conflicto) entre lo dado y lo posible, entre las necesidades satisfechas y las necesidades por satisfacer. Y es aqu? donde la llamada nivelaci?n de las distinciones de clase revela su funci?n ideol?gica. Si el trabajador y su jefe se divierten con el mismo programa de televisi?n y visitan los mismos lugares de recreo, si la mecan?grafa se viste tan elegantemente como la hija de su jefe, si el negro tiene un Cadillac, si todos leen el mismo peri?dico, esta asimilaci?n indica, no la desaparici?n de las clases, sino la medida en que las necesidades y satisfacciones que sirven para la preservaci?n del ?sistema establecido? son compartidas por la poblaci?n subyacente.
Es verdad que en las ?reas m?s altamente desarrolladas de la sociedad contempor?nea la mutaci?n de necesidades sociales en necesidades individuales es tan efectiva que la diferencia entre ellas parece puramente te?rica. ?Se puede realmente diferenciar entre los medios de comunicaci?n de masas como instrumentos de informaci?n y diversi?n, y como medios de manipulaci?n y adoctrinamiento? ?Entre el autom?vil como molestia y como conveniencia? ?Entre los horrores y las comodidades de la arquitectura funcional? ?Entre el trabajo para la defensa nacional y el trabajo para la ganancia de las empresas? ?Entre el placer privado y la utilidad comercial y pol?tica que implica el crecimiento de la tasa de natalidad?
De nuevo nos encontramos ante uno de los aspectos m?s perturbadores de la civilizaci?n industrial avanzada: el car?cter racional de su irracionalidad. Su productividad y eficiencia, su capacidad de incrementar y difundir las comodidades, de convertir lo superfluo en necesidad y la destrucci?n en construcci?n, el grado en que esta civilizaci?n transforma el mundo-objeto en extensi?n de la mente y el cuerpo del hombre hace cuestionable hasta la noci?n misma de alienaci?n. La gente se reconoce en sus mercanc?as; encuentra su alma en su autom?vil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina. El mecanismo que une el individuo a su sociedad ha cambiado, y el control social se ha incrustado en las nuevas necesidades que ha producido.
Las formas predominantes de control social son tecnol?gicas en un nuevo sentido. Es claro que la estructura t?cnica y la eficacia del aparato productivo y destructivo han sido instrumentos decisivos para sujetar la poblaci?n a la divisi?n del trabajo establecida a lo largo de la ?poca moderna. Adem?s, tal integraci?n ha estado p?rdida de medios de subsistencia, la administraci?n de acompa?ada de formas de compulsi?n m?s inmediatas: justicia, la polic?a, las fuerzas armadas. Todav?a lo est?. Pero en la ?poca contempor?nea, los controles tecnol?gicos parecen ser la misma encarnaci?n de la raz?n en beneficio de todos los grupos e intereses sociales, hasta tal punto que toda contradicci?n parece irracional y toda oposici?n imposible.
No hay que sorprenderse, pues, de que, en las ?reas m?s avanzadas de esta civilizaci?n, los controles sociales hayan sido introyectados hasta tal punto que llegan a afectar la misma protesta individual en sus ra?ces. La negativa intelectual y emocional a ?seguir la corriente? aparece como un signo de neurosis e impotencia. Este es el aspecto socio-psicol?gico del acontecimiento pol?tico que caracteriza a la ?poca contempor?nea: la desaparici?n de las fuerzas hist?ricas que, en la etapa precedente de la sociedad industrial, parec?an representar la posibilidad de nuevas formas de existencia.
Pero quiz? el t?rmino ?introyecci?n? ya no describa el modo como el individuo reproduce y perpet?a por s? mismo los controles externos ejercidos por su sociedad. Introyecci?n sugiere una variedad de procesos relativamente espont?neos por medio de los cuales un Ego traspone lo ?exterior? en ?interior?. As? que introyecci?n implica la existencia de una dimensi?n interior separada y hasta antag?nica a las exigencias externas; una conciencia individual y un inconsciente individual aparte de la opini?n y la conducta p?blica. La idea de ?libertad interior? tiene aqu? su realidad; designa el espacio privado en el cual el hombre puede convertirse en s? mismo y seguir siendo ??l mismo?.
Hoy en d?a este espacio privado ha sido invadido y cercenado por la realidad tecnol?gica. La producci?n y la distribuci?n en masa reclaman al individuo en su totalidad, y ya hace mucho que la psicolog?a industrial ha dejado de reducirse a la f?brica. Los m?ltiples procesos de introyecci?n parecen haberse osificado en reacciones casi mec?nicas. El resultado es, no la adaptaci?n, sino la mimesis, una inmediata identificaci?n del individuo con su sociedad y, a trav?s de ?sta, con la sociedad como un todo.
Esta identificaci?n inmediata, autom?tica (que debe haber sido caracter?stica en las formas de asociaci?n primitivas) reaparece en la alta civilizaci?n industrial; su nueva ?inmediatez? es, sin embargo, producto de una gesti?n y una organizaci?n elaboradas y cient?ficas. En este proceso, la dimensi?n ?interior? de la mente, en la cual puede echar ra?ces la oposici?n al statu quo, se ve reducida paulatinamente. La p?rdida de esta dimensi?n, en la que reside el poder del pensamiento negativo ?el poder cr?tico de la Raz?n?, es la contrapartida ideol?gica del propio proceso material mediante el cual la sociedad industrial avanzada acalla y reconcilia a la oposici?n. El impacto del progreso convierte a la Raz?n en sumisi?n a los hechos de la vida y a la capacidad din?mica de producir m?s y mayores hechos de la misma especie de vida. La eficacia del sistema impide que los individuos reconozcan que el mismo no contiene hechos que no comuniquen el poder represivo de la totalidad. Si los individuos se encuentran a s? mismos en las cosas que dan forma a sus vidas, lo hacen no al dar, sino al aceptar la ley de las cosas; no las leyes de la f?sica, sino las leyes de su sociedad.
Acabo de sugerir que el concepto de alienaci?n parece hacerse cuestionable cuando los individuos se identifican con la existencia que les es impuesta y en la cual encuentran su propio desarrollo y satisfacci?n. Esta identificaci?n no es ilusi?n, sino realidad. Sin embargo, la realidad constituye un estadio m?s avanzado de la alienaci?n. ?sta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada. Hay una sola dimensi?n que est? por todas partes y en todas las formas. Los logros del progreso desaf?an tanto la denuncia como la justificaci?n ideol?gica; ante su tribunal, la ?falsa conciencia? de su racionalidad se convierte en la verdadera conciencia.
Esta absorci?n de la ideolog?a por la realidad no significa, sin embargo, el ?fin de la ideolog?a?. Por el contrario, la cultura industrial avanzada es, en un sentido espec?fico, m?s ideol?gica que su predecesora, en tanto que la ideolog?a se encuentra hoy en el propio proceso de producci?n. Bajo una forma provocativa, esta proposici?n revela los aspectos pol?ticos de la racionalidad tecnol?gica predominante. El aparato productivo, y los bienes y servicios que produce, ?venden? o imponen el sistema social como un todo. Los medios de transporte y comunicaci?n de masas, los bienes de vivienda, alimentaci?n y vestuario, el irresistible rendimiento de la industria de las diversiones y de la informaci?n, llevan consigo h?bitos y actitudes prescritas, ciertas reacciones emocionales e intelectuales que vinculan de forma m?s o menos agradable los consumidores a los productores y, a trav?s de ?stos, a la totalidad. Los productos adoctrinan y manipulan; promueven una falsa conciencia inmune a su falsedad. Y a medida que estos productos ?tiles son asequibles a m?s individuos en m?s clases sociales, el adoctrinamiento que llevan a cabo deja de ser publicidad; se convierten en modo de vida. Es un buen modo de vida ?mucho mejor que antes?, y en cuanto tal se opone al cambio cualitativo. As? surge el modelo de pensamiento y conducta unidimensional en el que ideas, aspiraciones y objetivos, que trascienden por su contenido el universo establecido del discurso y la acci?n, son rechazados o reducidos a los t?rminos de este universo. La racionalidad del sistema dado y de su extensi?n cuantitativa da una nueva definici?n a estas ideas, aspiraciones y objetivos.
Esta tendencia se puede relacionar con el desarrollo del m?todo cient?fico: operacionalismo en las ciencias f?sicas, behaviorismo en las ciencias sociales. La caracter?stica com?n es un empirismo total en el tratamiento de los conceptos; su significado est? restringido a la representaci?n de operaciones y conductas particulares. El punto de vista operacional est? bien ilustrado por el an?lisis de P. W.
Bridgman del concepto de extensi?n:
Es evidente que, cuando podemos decir cu?l es la extensi?n de cualquier objeto, sabemos lo que entendemos por extensi?n, y el f?sico no requiere nada m?s. Para hallar la extensi?n de un objeto, tenemos que llevar a cabo ciertas operaciones f?sicas. El concepto de extensi?n estar? por lo tanto establecido una vez que lo est?n las operaciones por medio de las cuales se mide la extensi?n; esto es, el concepto de extensi?n no implica ni m?s ni menos que el conjunto de operaciones por las cuales se determina la extensi?n. En general, entendemos por cualquier concepto nada m?s que un conjunto de operaciones; el concepto es sin?nimo al correspondiente conjunto de operaciones.
Bridgman ha visto las amplias implicaciones de este modo de pensar para la sociedad en su conjunto.
Adoptar el punto de vista operacional implica mucho m?s que una mera restricci?n del sentido en que comprendemos el ?concepto?; significa un cambio de largo alcance en todos nuestros h?bitos de pensamiento, porque ya no nos permitiremos emplear como instrumentos de nuestro pensamiento conceptos que no podemos describir en t?rminos de operaciones.
La predicci?n de Bridgman se ha realizado. El nuevo modo de pensar es hoy en d?a la tendencia predominante en la filosof?a, la psicolog?a, la sociolog?a y otros campos. Muchos de los conceptos m?s perturbadores est?n siendo ?eliminados?, al mostrar que no se pueden describir adecuadamente en t?rminos operacionales o behavioristas. La ofensiva empirista radical (en los cap?tulos VII y VIII examinar? sus pretensiones de ser empiristas) proporciona de esta manera la justificaci?n metodol?gica para que los intelectuales bajen a la mente de su pedestal: positivismo que, en su negaci?n de los elementos trascendentes de la Raz?n, forma la r?plica acad?mica de la conducta socialmente requerida.
Fuera del establishment acad?mico, el ?cambio de largo alcance en todos nuestros h?bitos de pensar? es m?s serio. Sirve para coordinar ideas y objetivos con los requeridos por el sistema predominante para incluirlos dentro del sistema y rechazar aquellos que no son reconciliables con ?l. El dominio de tal realidad unidimensional no significa que reine el materialismo y que desaparezcan las ocupaciones espirituales, metaf?sicas y bohemias. Por el contrario, hay mucho de ?Oremos juntos esta semana?, ? ?Por qu? no pruebas a Dios??, Zen, existencialismo y modos beat de vida. Pero estos modos de protesta y trascendencia ya no son contradictorios del statu quo y tampoco negativos. Son m?s bien la parte ceremonial del behaviorismo pr?ctico, su inocua negaci?n, y el statu quo los digiere prontamente como parte de su saludable dieta
Los que hacen la pol?tica y sus proveedores de informaci?n de masas promueven sistem?ticamente el pensamiento unidimensional. Su universo del discurso est? poblado de hip?tesis que se autovalidan y que, repetidas incesante y monopol?sticamente, se tornan en definiciones hipn?ticas o dictados. Por ejemplo, ?libres? son las instituciones que funcionan (y que se hacen funcionar) en los pa?ses del mundo libre; otros modos trascendentes de libertad son por definici?n el anarquismo, el comunismo o la propaganda. ?Socialistas? son todas las intrusiones en empresas privadas no llevadas a cabo por la misma empresa privada (o por contratos gubernamentales), tales como el seguro de enfermedad universal y comprensivo, la protecci?n de los recursos naturales contra una comercializaci?n devastadora, o el establecimiento de servicios p?blicos que puedan perjudicar el beneficio privado. Esta l?gica totalitaria del hecho cumplido tiene su contrapartida en el Este. All?, la libertad es el modo de vida instituido por un r?gimen comunista, y todos los dem?s modos trascendentes de libertad son o capitalistas, o revisionistas, o sectarismo izquierdista. En ambos campos las ideas nooperacionales son no-conductistas y subversivas. El movimiento del pensamiento se detiene en barreras que parecen ser los l?mites mismos de la Raz?n.
Esta limitaci?n del pensamiento no es ciertamente nueva. El racionalismo moderno ascendente, tanto en su forma especulativa como emp?rica, muestra un marcado contraste entre el radicalismo cr?tico extremo en el m?todo cient?fico y filos?fico por un lado, y un quietismo acr?tico en la actitud hacia las instituciones sociales establecidas y operantes. As?, el ego cogitans de Descartes deb?a dejar los ?grandes cuerpos p?blicos? intactos, y Hobbes sosten?a que ?el presente debe siempre ser preferido, mantenido y considerado mejor?. Kant coincid?a con Locke en justificar la revoluci?n siempre y cuando lograse organizar la totalidad e impedir la subversi?n.
Sin embargo, estos conceptos acomodaticios de la Raz?n siempre fueron contradichos por la miseria e injusticia evidentes de los ?grandes cuerpos p?blicos? y la efectiva y m?s o menos consciente rebeli?n contra ellos. Exist?an condiciones sociales que provocaban y permit?an una disociaci?n real del estado de cosas establecido; estaba presente una dimensi?n tanto privada como pol?tica, en la cual la disociaci?n se pod?a desarrollar en oposici?n efectiva, probando su fuerza y la validez de sus objetivos.
Con la gradual clausura de esta dimensi?n por la sociedad, la autolimitaci?n del pensamiento alcanza un significado m?s amplio. La interrelaci?n entre los procesos cient?fico-filos?ficos y sociales, entre la Raz?n te?rica y la pr?ctica, se afirma ?a espaldas? de los cient?ficos y fil?sofos. La sociedad obstruye toda una especie de operaciones y conductas de oposici?n; consecuentemente, los conceptos que les son propios se convierten en ilusorios carentes de significado. La trascendencia hist?rica aparece como trascendencia metaf?sica, inaceptable para la ciencia y el pensamiento cient?fico. El punto de vista operacional y behaviorista, practicado en general como ?h?bito del pensamiento?, se convierte en el modo de ver del universo establecido del discurso y la acci?n, de necesidades y aspiraciones. La ?astucia de la Raz?n? opera, como tantas veces lo ha hecho, en inter?s de los poderes establecidos. La insistencia en conceptos operacionales y behavioristas se vuelve contra los esfuerzos por liberar el pensamiento y la conducta de una realidad dada y por las alternativas suprimidas. La Raz?n te?rica y la pr?ctica, el behaviorismo acad?mico y social vienen a encontrarse en un plano com?n: el de la sociedad avanzada que convierte el progreso cient?fico y t?cnico en un instrumento de dominaci?n.
?Progreso? no es un t?rmino neutral; se mueve hacia fines espec?ficos, y estos fines son definidos por las posibilidades de mejorar la condici?n humana. La sociedad industrial avanzada se est? acercando al estado en que el progreso continuo exigir? una subversi?n radical de la organizaci?n y direcci?n predominante del progreso. Esta fase ser? alcanzada cuando la producci?n material (incluyendo los servicios necesarios) se automatice hasta el punto en que todas las necesidades vitales puedan ser satisfechas mientras que el tiempo de trabajo necesario se reduzca a tiempo marginal. De este punto en adelante, el progreso t?cnico trascender? el reino de la necesidad, en el que serv?a de instrumento de dominaci?n y explotaci?n, lo cual limitaba por tanto su racionalidad; la tecnolog?a estar? sujeta al libre juego de las facultades en la lucha por la pacificaci?n de la naturaleza y de la sociedad.
Tal estado est? previsto en la noci?n de Marx de la ?abolici?n del trabajo?. El t?rmino ?pacificaci?n de la existencia? parece m?s apropiado para designar la alternativa hist?rica de un mundo que ?por medio de un conflicto internacional que transforma y suspende las contradicciones en el interior de las sociedades establecidas? avanza al borde de una guerra global. ?Pacificaci?n de la existencia? quiere decir el desarrollo de la lucha del hombre con el hombre y con la naturaleza, bajo condiciones en que las necesidades, los deseos y las aspiraciones competitivas no est?n ya organizados por intereses creados de dominaci?n y escasez, en una organizaci?n que perpet?a las formas destructivas de esta lucha.
La presente lucha contra esta alternativa hist?rica encuentra una firme base en la poblaci?n subyacente, y su ideolog?a en la r?gida orientaci?n de pensamiento y conducta hacia el universo dado de los hechos. Justificado por las realizaciones de la ciencia y la tecnolog?a, por su creciente productividad, el statu quo desaf?a toda trascendencia. Ante la posibilidad de pacificaci?n en base a sus logros t?cnicos e intelectuales, la sociedad industrial madura se cierra contra esta alternativa. El operacionalismo en teor?a y pr?ctica, se convierte en la teor?a y la pr?ctica de la contenci?n. Por debajo de su din?mica aparente, esta sociedad es un sistema de vida completamente est?tico: se autoimpulsa en su productividad opresiva y su coordinaci?n provechosa. La contenci?n del progreso t?cnico va del brazo con su crecimiento en la direcci?n establecida. A pesar de las cadenas pol?ticas impuestas por el statu quo, mientras m?s capaz parezca la tecnolog?a de crear las condiciones para la pacificaci?n, m?s se organizan el esp?ritu y el cuerpo del hombre en contra de esta alternativa.
Las ?reas m?s avanzadas de la sociedad industrial muestran estas dos caracter?sticas: una tendencia hacia la consumaci?n de la racionalidad tecnol?gica y esfuerzos intensos para contener esta tendencia dentro de las instituciones establecidas. Aqu? reside la contradicci?n interna de esta civilizaci?n: el elemento irracional en su racionalidad. Es el signo de sus realizaciones. La sociedad industrial que hace suya la tecnolog?a y la ciencia se organiza para el cada vez m?s efectivo dominio del hombre y la naturaleza, para la cada vez m?s efectiva utilizaci?n de sus recursos. Se vuelve irracional cuando el ?xito de estos esfuerzos abre nuevas dimensiones para la realizaci?n del hombre. La organizaci?n para la paz es diferente de la organizaci?n para la guerra; las instituciones que prestaron ayuda en la lucha por la existencia no pueden servir para la pacificaci?n de la existencia. La vida como fin difiere cualitativamente de la vida como medio.
Nunca se podr?a imaginar tal modo cualitativamente nuevo de existencia como un simple derivado de cambios pol?ticos y econ?micos, como efecto m?s o menos espont?neo de las nuevas instituciones que constituyen el requisito necesario. El cambio cualitativo implica tambi?n un cambio en la base t?cnica sobre la que reposa esta sociedad; un cambio que sirva de base a las instituciones pol?ticas y econ?micas a trav?s de las cuales se estabiliza la ?segunda naturaleza? del hombre como objeto agresivo de la industrializaci?n. Las t?cnicas de la industrializaci?n son t?cnicas pol?ticas; como tales, prejuzgan las posibilidades de la Raz?n y de la Libertad.
Es claro que el trabajo debe preceder a la reducci?n del trabajo, y que la industrializaci?n debe preceder al desarrollo de las necesidades y satisfacciones humanas. Pero as? como toda libertad depende de la conquista de la necesidad ajena, tambi?n la realizaci?n de la libertad depende de las t?cnicas de esta conquista. La productividad m?s alta del trabajo puede utilizarse para la perpetuaci?n del trabajo, la industrializaci?n m?s efectiva puede servir para la restricci?n y la manipulaci?n de las necesidades.
Al llegar a este punto, la dominaci?n ?disfrazada de opulencia y libertad? se extiende a todas las esferas de la existencia p?blica y privada, integra toda oposici?n aut?ntica, absorbe todas las alternativas. La racionalidad tecnol?gica revela su car?cter pol?tico a medida que se convierte en el gran veh?culo de una dominaci?n m?s acabada, creando un universo verdaderamente totalitario en el que sociedad y naturaleza, esp?ritu y cuerpo, se mantienen en un estado de permanente movilizaci?n para la defensa de este universo.
2. EL CIERRE DEL UNIVERSO POL?TICO
La sociedad de movilizaci?n total, que se configura en las ?reas m?s avanzadas de la civilizaci?n industrial, combina en una uni?n productiva elementos del Estado de Bienestar y el Estado de Guerra. Comparada con sus predecesoras, es en verdad ?una nueva sociedad?. Los tradicionales aspectos problem?ticos est?n siendo eliminados o aislados, los elementos perturbadores dominados. Las tendencias principales son conocidas: concentraci?n de la econom?a nacional en las necesidades de las grandes empresas, con el gobierno como una fuerza estimulante, de apoyo y algunas veces incluso de control; sujeci?n de esta econom?a a un sistema a escala mundial de alianzas militares, convenios monetarios, asistencia t?cnica y modelos de desarrollo; gradual asimilaci?n de la poblaci?n de ?cuello blanco? y los trabajadores manuales, de los m?todos de direcci?n en los negocios y en el trabajo, de las diversiones y las aspiraciones en las diferentes clases sociales; mantenimiento de una armon?a preestablecida entre la ense?anza y los objetivos nacionales; invasi?n del hogar privado por la proximidad de la opini?n p?blica, abriendo la alcoba a los medios de comunicaci?n de masas. En la esfera pol?tica, esta tendencia se manifiesta en una marcada unificaci?n o convergencia de los opuestos. El bipartidismo en pol?tica exterior cubre los intereses competitivos de los grupos mediante la amenaza del comunismo internacional, y se extiende a la pol?tica dom?stica, donde los programas de los grandes partidos son cada vez m?s dif?ciles de distinguir, incluso en el grado de hipocres?a y en los t?picos empleados. Esta unificaci?n de los opuestos, gravita sobre las posibilidades de cambio social en el sentido de que abarca aquellos estratos sobre cuyas espaldas progresa el sistema; esto es, las propias clases cuya existencia supuso en otro tiempo la oposici?n al sistema como totalidad.
En los Estados Unidos se advierte la colusi?n y la alianza entre las empresas y el trabajo organizado; en Labor Looks at Labor A Conversation, publicado por el Centro para el Estudio de las Instituciones Democr?ticas en 1963, se nos dice que:
Lo que ha pasado es que el sindicato ha llegado a ser casi indistinguible ante s? mismo de la empresa. Hoy vemos el fen?meno de sindicatos y empresas formando juntos grupos de presi?n. El sindicato no va a ser capaz de convencer a los obreros que trabajan en la construcci?n de proyectiles de que la compa??a para la que trabajan es una empresa nociva, cuando tanto el sindicato como la f?brica est?n tratando de conseguir contratos mayores y de incorporar a la misma ?rea otras industrias de defensa, o cuando aparecen unidos ante el Congreso y unidos piden que se construyan proyectiles en vez de bombarderos, o bombas en vez de proyectiles, seg?n el contrato que est?n buscando.
El partido laborista ingl?s, cuyos l?deres compiten con sus oponentes conservadores en promover los intereses nacionales, dif?cilmente se dedica a apoyar un modesto programa de nacionalizaci?n parcial. En Alemania Occidental, que ha proscrito el partido comunista, el partido social dem?crata, habiendo rechazado oficialmente sus programas marxistas, est? probando convincentemente su respetabilidad. ?sta es la situaci?n en los principales pa?ses industriales de Occidente. En el Este, la reducci?n gradual de controles pol?ticos directos prueba la confianza cada vez mayor en la efectividad de los controles tecnol?gicos como instrumentos de dominaci?n. Con respecto a los poderosos partidos comunistas de Francia e Italia, dan testimonio de la direcci?n general de las circunstancias, adhiri?ndose a un programa m?nimo que margina la toma revolucionaria del poder y contemporiza con las reglas del juego parlamentario.
Pero, aunque sea incorrecto considerar a los partidos franc?s e italiano como ?extranjeros? en el sentido de estar apoyados por un poder exterior, hay un involuntario n?cleo de verdad en esta propaganda: son extranjeros, en tanto que son testigos de una historia pasada (?o futura?) en la realidad actual. Si han aceptado trabajar dentro del marco del sistema establecido, no es s?lo sobre bases t?cticas y como una estrategia de corto alcance, sino porque su base social se ha debilitado y alterado sus objetivos por la transformaci?n del sistema capitalista (tal como lo han sido los objetivos de la Uni?n Sovi?tica, que ha apoyado este cambio en la pol?tica). Estos partidos comunistas nacionales desempe?an el papel hist?rico de partidos de oposici?n legal ?condenados? a ser no radicales. Atestiguan la profundidad y la dimensi?n de la integraci?n capitalista, y las condiciones que crean las diferencias cualitativas de los intereses en conflicto aparecen como diferencias cuantitativas dentro de la sociedad establecida.
No parece que sea necesario ning?n an?lisis en profundidad para encontrar las razones de esta evoluci?n. En cuanto a Occidente, los antiguos conflictos dentro de la sociedad son modificados y juzgados bajo el doble (e interrelacionado) impacto del progreso t?cnico y el comunismo internacional. Las luchas de clases se aten?an y las ?contradicciones imperialistas? se detienen ante la amenaza exterior. Movilizada contra esta amenaza, la sociedad capitalista muestra una uni?n y una cohesi?n internas desconocidas en las etapas anteriores de la civilizaci?n industrial. Es una cohesi?n que descansa sobre bases muy materiales; la movilizaci?n contra el enemigo act?a como un poderoso est?mulo de la producci?n y el empleo, manteniendo as? el alto nivel de vida.
Sobre estas bases se levanta un universo de administraci?n en el que las depresiones son controladas y los conflictos estabilizados mediante los ben?ficos efectos de la creciente productividad y la amenazadora guerra nuclear. ?Es esta estabilizaci?n ?temporal? en el sentido de que no afecta las ra?ces de los conflictos que Marx encontr? en el modo capitalista de producci?n (la contradicci?n entre la propiedad privada de los medios de producci?n y la productividad social), o es una transformaci?n de la propia estructura antag?nica, que resuelve las contradicciones haci?ndolas tolerables? Y, si la segunda alternativa es cierta, ?c?mo cambia la relaci?n entre capitalismo y socialismo, que hizo aparecer al segundo como la negaci?n hist?rica del primero?
La contenci?n del cambio social
La teor?a marxista cl?sica ve la transici?n del capitalismo al socialismo como una revoluci?n pol?tica: el proletariado destruye el aparato pol?tico del capitalismo, pero conserva el aparato tecnol?gico someti?ndolo a la socializaci?n. Hay una continuidad en la revoluci?n: la racionalidad tecnol?gica liberada de las restricciones y destrucciones irracionales, se sostiene y consuma en la nueva sociedad. Es interesante leer una declaraci?n marxista sovi?tica acerca de esta continuidad, que es de una importancia tan vital para la idea del socialismo como la negaci?n determinante del capitalismo:
1) Aunque el desarrollo de la tecnolog?a est? sujeto a las leyes econ?micas de cada formaci?n social, no termina, como otros factores econ?micos, cuando dejan de actuar las leyes de la formaci?n. Cuando en el proceso de la revoluci?n las viejas relaciones de producci?n son destruidas, la tecnolog?a permanece y, subordinada a las leyes econ?micas de la nueva formaci?n econ?mica, sigue su desarrollo con velocidad cada vez mayor. 2) Contrariamente al desarrollo de la base econ?mica en sociedades antag?nicas, la tecnolog?a no se desarrolla a saltos, sino mediante una acumulaci?n gradual de elementos de una nueva cualidad, mientras los elementos con la antigua cualidad desaparecen. 3) [sin importancia en este contexto].
En el capitalismo avanzado, la racionalidad t?cnica se encierra, a pesar de su uso irracional, en el aparato productivo. Esto se aplica no s?lo a las instalaciones mecanizadas, las herramientas y la explotaci?n de los recursos, sino tambi?n a la forma de trabajo como adaptaci?n y manejo del proceso mecanizado, organizado seg?n la ?gesti?n cient?fica?. Ni la nacionalizaci?n ni la socializaci?n alteran por s? mismas este aspecto material de la racionalizaci?n tecnol?gica; al contrario, la ?ltima constituye una condici?n previa para el desarrollo socialista de todas las fuerzas productivas.
Marx sostuvo, desde luego, que la organizaci?n y direcci?n del aparato productivo por los ?productores inmediatos? introducir?a un cambio cualitativo en la continuidad t?cnica: esto es, encaminar?a la producci?n hacia la satisfacci?n de necesidades individuales que se desarrollar?an libremente. Sin embargo, en la medida en que el aparato t?cnico establecido abarca la existencia p?blica y privada en todas las esferas de la sociedad ?es decir, llega a ser el medio de control y cohesi?n en un universo pol?tico que incorpora a las clases trabajadoras?, el cambio cualitativo implicar? en ese grado un cambio en la estructura tecnol?gica misma y este cambio presupone que las clases trabajadoras est?n enajenadas de este universo en su misma existencia, que su conciencia es la de la total imposibilidad de seguir existiendo en este universo, de forma que la necesidad de un cambio cualitativo es un asunto de vida o muerte. As?, la negaci?n existe antes que el cambio mismo, la idea de que las fuerzas hist?ricas liberadoras se desarrollan dentro de la sociedad establecida es un punto clave de la teor?a marxista.
Pero es precisamente esta nueva conciencia, este ?espacio interior?, el espacio de la pr?ctica hist?rica trascendente, el que est? siendo anulado por una sociedad en la que tanto los sujetos como los objetos constituyen instrumentos en una totalidad que tiene su raison d’?tre en las realizaciones de su todopoderosa productividad. Su promesa suprema es una vida cada vez m?s confortable para un n?mero cada vez mayor de gentes que, en un sentido estricto, no pueden imaginar un universo del discurso y la acci?n cualitativamente diferente, porque la capacidad para contener y manipular los esfuerzos y la imaginaci?n subversivos es una parte integral de la sociedad dada. Aquellos cuya vida es el infierno de la sociedad opulenta son mantenidos a raya con una brutalidad que revive las pr?cticas medievales y modernas. En cuanto a otros, menos desheredados, la sociedad se ocupa de su necesidad de liberaci?n, satisfaciendo las necesidades que hacen la servidumbre agradable y quiz? incluso imperceptible, y logra esto dentro del proceso de producci?n mismo. Bajo este impacto, las clases trabajadoras en las zonas avanzadas de la civilizaci?n industrial est?n pasando por una transformaci?n decisiva, que ha llegado a ser el objeto de una vasta investigaci?n sociol?gica. Enumerar? los principales factores de esa transformaci?n:
1) La mecanizaci?n est? reduciendo cada vez m?s la cantidad e intensidad de energ?a f?sica gastada en el trabajo. Esta evoluci?n es de gran importancia en el concepto marxiano del trabajador (proletario). Para Marx, el proletario es antes que nada el trabajador manual que gasta y agota su energ?a f?sica en el proceso de trabajo, incluso si trabaja con m?quinas. La adquisici?n y empleo de esta energ?a f?sica, bajo condiciones infrahumanas, para la apropiaci?n privada de la plusval?a, daba a la explotaci?n sus aspectos revulsivos e inhumanos; la noci?n marxiana denuncia el dolor f?sico y la miseria del trabajo. ?ste es el elemento material y tangible en la esclavitud del salario y la alienaci?n: la dimensi?n fisiol?gica y biol?gica del capitalismo cl?sico.
Durante los siglos pasados, una causa importante de alienaci?n resid?a en el hecho de que el ser humano prestaba su individualidad biol?gica a la organizaci?n t?cnica: era el manipulador de las herramientas; los conjuntos t?cnicos s?lo pod?an constituirse incorporando al hombre como manipulador de herramientas. El car?cter deformador de la profesi?n era a la vez ps?quico y som?tico.
Ahora la cada vez m?s completa mecanizaci?n del trabajo en el capitalismo avanzado, al tiempo que mantiene la explotaci?n, modifica la actitud y el statu de los explotados. Dentro de la organizaci?n tecnol?gica, el trabajo mecanizado en el que reacciones autom?ticas y semiautom?ticas llenan la mayor parte (si no la totalidad) del tiempo de trabajo sigue siendo, como una ocupaci?n de toda la vida, una esclavitud agotadora, embrutecedora, inhumana; m?s agotadora a?n debido al mayor ritmo de trabajo y control de los operadores de las m?quinas (m?s bien que del producto) y al aislamiento de los trabajadores entre s?. Desde luego, esta ingrata forma de trabajo es expresi?n de la automatizaci?n detenida, parcial, de la coexistencia de secciones automatizadas, semiautomatizadas y no automatizadas dentro de la misma f?brica; pero incluso bajo estas condiciones ?la tecnolog?a ha sustituido la fatiga muscular por la tensi?n y/o el esfuerzo mental?.
En las f?bricas m?s automatizadas, se subraya la transformaci?n de la energ?a f?sica en habilidad t?cnica y mental:
… habilidades de la cabeza m?s bien que de la mano, del l?gico m?s que del artesano; del nervio m?s que del m?sculo; del experto m?s que del trabajador manual; del encargado del mantenimiento m?s que del operador.
Esta forma de esclavitud magistral no difiere en esencia de la que se ejerce sobre la mecan?grafa, el empleado de banco, el apremiado vendedor o vendedora y el anunciador de televisi?n. La uniformaci?n y la rutina asimilan los empleos productivos y no productivos. El proletario de las etapas anteriores del capitalismo era en verdad la bestia de carga, que proporcionaba con el trabajo de su cuerpo las necesidades y lujos de la vida, mientras viv?a en la suciedad y en la pobreza. De este modo era la negaci?n viviente de su sociedad. En contraste, el trabajador organizado en las zonas avanzadas de la sociedad tecnol?gica vive esta negaci?n menos directamente y, como los dem?s objetos humanos de la divisi?n social del trabajo, est? siendo incorporado a la comunidad tecnol?gica de la poblaci?n administrada. M?s a?n, en las ?reas m?s adelantadas de automatizaci?n, una especie de comunidad tecnol?gica parece integrar a los ?tomos humanos que trabajan. La m?quina parece dar un ritmo adormecedor a sus operadores:
Se est? generalmente de acuerdo en que los movimientos interdependientes realizados por un grupo de personas que siguen un sistema r?tmico producen satisfacci?n ?independientemente de lo que est? siendo realizado mediante los movimientos;
y el observador soci?logo cree que ?sta es una raz?n para el desarrollo gradual de un ?clima general? m?s ?favorable tanto a la producci?n como a ciertas importantes clases de satisfacci?n humana?. Habla del acrecimiento de un fuerte esp?ritu de grupo en cada equipo? y cita a un trabajador que dice: ?Estamos dentro del ritmo de las cosas de punta a cabo… ? Esta frase expresa admirablemente el cambio en la esclavitud mecanizada: las cosas contienen ritmo antes que opresi?n, y transmiten su ritmo al instrumento humano; no s?lo a su cuerpo sino tambi?n a su mente, e incluso a su alma. Un comentario de Sartre muestra la profundidad del proceso:
En los primeros tiempos de las m?quinas semi-autom?ticas, las encuestas mostraron que las obreras especializadas, al trabajar, se dejaban ir en un ensue?o de orden sexual, recordaban la alcoba, la cama, la noche, todo lo que se refiere a la persona en la soledad de la pareja cerrada sobre s? misma. Pero era la m?quina en ellas la que so?aba con caricias…19
El proceso mecanizado en el universo tecnol?gico rompe la reserva m?s ?ntima de la libertad y une la sexualidad y el trabajo en un solo automatismo inconsciente y r?tmico: un proceso que es paralelo a la asimilaci?n de los empleos.
2) La tendencia hacia la asimilaci?n se muestra en la estratificaci?n ocupacional. En los establecimientos industriales claves, la proporci?n de trabajo manual declina en relaci?n con la del elemento de ?cuello blanco?; el n?mero de trabajadores separados de la producci?n aumenta. Este cambio cuantitativo remite a un cambio en el car?cter de los instrumentos b?sicos de la producci?n.21 En la etapa avanzada de mecanizaci?n, como parte de la realidad tecnol?gica, la m?quina no es
una unidad absoluta, sino solamente una realidad t?cnica individualizada, abierta en dos direcciones: la de la relaci?n con los elementos y la de las relaciones interindividuales en el aparato t?cnico.22
En la medida en que la m?quina llega a ser en s? misma un sistema de instrumentos y relaciones mec?nicas y se extiende as? mucho m?s all? del proceso individual de trabajo, afirma su mayor dominio reduciendo la ?autonom?a profesional? del trabajador e integr?ndolo con otras profesiones que sufren y dirigen el aparato t?cnico. Sin duda, la antigua autonom?a ?profesional? del trabajador era m?s bien su esclavitud profesional. Pero esta forma espec?fica de esclavitud era al mismo tiempo la fuente de su poder espec?fico profesional de negaci?n: el poder de detener un proceso que amenazaba con aniquilarlo como ser humano. Ahora el trabajador va perdiendo la autonom?a profesional, que le convirtiera en miembro de una clase separada de los dem?s grupos ocupacionales, porque encarnaba la refutaci?n de la sociedad establecida.
El cambio tecnol?gico que tiende a acabar con la m?quina como instrumento individual de producci?n, como una ?unidad absoluta?, parece invalidar la noci?n marxiana de la ?composici?n org?nica del capital? y con ella la teor?a de la creaci?n de plusval?a. Seg?n Marx, la m?quina nunca crea valor, sino que solamente transfiere su propio valor al producto, mientras la plusval?a permanece como resultado de la explotaci?n del trabajo viviente. La m?quina es la incorporaci?n de la fuerza de trabajo humano, y a trav?s de ella, el trabajo pasado (el trabajo muerto) se conserva y determina el trabajo viviente. Hoy la automatizaci?n parece alterar cualitativamente la relaci?n entre el trabajo muerto y el vivo; tiende hacia el punto en el que la productividad es determinada ?por las m?quinas y no por el rendimiento individual?.23 M?s a?n, la misma medici?n del rendimiento individual llega a ser imposible:
La automatizaci?n en su sentido m?s amplio significa, en efecto, el fin de la medida del trabajo… Con la automatizaci?n, no se puede medir la producci?n de un solo hombre; ahora s?lo se mide la utilizaci?n del equipo. Si esto se generaliza como una clase de concepto… ya no hay, por ejemplo, ninguna raz?n para pagarle a un hombre por pieza o pagarle por hora, esto es, ya no hay ninguna raz?n para conservar el ?sistema de pago dual? de salarios y primas.24
Daniel Bell, el autor de este estudio, va m?s lejos; liga este cambio tecnol?gico al sistema hist?rico de industrializaci?n: el significado de
la industrializaci?n no surgi? con la introducci?n de f?bricas, ?surgi? a partir de la medici?n del trabajo. S?lo cuando un trabajo puede ser medido, se puede atar a un hombre a su trabajo, se puede ejercer una presi?n sobre ?l, y medir su rendimiento en t?rminos de una sola pieza y pagarle por la pieza o por la hora, se llega a la industrializaci?n moderna?. 25
Lo que est? en juego en estos cambios tecnol?gicos es mucho m?s que un sistema de pago, que la relaci?n del trabajador con otras clases, que la organizaci?n del trabajo. Lo que est? en juego es la compatibilidad del progreso t?cnico con las propias instituciones en las que se desarroll? la industrializaci?n.
3) Estos cambios en el car?cter del trabajo y los instrumentos de producci?n modifican la actitud y la conciencia del trabajador, que se hace manifiesta en la ampliamente discutida o integraci?n social y cultural? de la clase trabajadora con la sociedad capitalista. ?Es ?ste un cambio s?lo en la conciencia? La respuesta afirmativa, dada frecuentemente por los marxistas, parece extra?amente inconsistente.
Labor Movement (Santa Barbara, Center for the Study of Democratic Institutions, 1961), p?gs. 10 ss. 21 Ver final del cap?tulo ?Nuevas formas de control? de este mismo libro. 22 Gilbert Simondon, loc. cit., p. 146.
23 Serge Mallet, en Arguments. n?ms. 12-13. Par?s, 1958, p?g. 18. 24 Automation and Major Technological Change, loc. cit., P?g. 8. 25 Ib?d.
?Se puede entender un cambio tan fundamental en la conciencia sin asumir un cambio correspondiente en la ?existencia social?? Incluso concediendo un alto grado de independencia ideol?gica, los lazos que unen este cambio con la transformaci?n del proceso productivo se oponen a esta interpretaci?n. La asimilaci?n en necesidades y aspiraciones, en el nivel de vida, en las actividades de diversi?n, en la pol?tica, deriva de una integraci?n en la f?brica misma, en el proceso material de producci?n. Desde luego es muy dudoso que uno pueda hablar de ?integraci?n voluntaria? (Serge Mallet) en un sentido que no sea ir?nico. En la situaci?n actual, los aspectos negativos de la automatizaci?n predominan: aumento del ritmo de trabajo, paro tecnol?gico, fortalecimiento de la posici?n directiva, mayor impotencia y resignaci?n por parte de los trabajadores. Las posibilidades de promoci?n disminuyen conforme la direcci?n prefiere ingenieros y graduados universitarios. Sin embargo, hay otras tendencias. La misma organizaci?n tecnol?gica que establece una comunidad mec?nica en el trabajo genera tambi?n una mayor interdependencia que integra al trabajador con la f?brica. Se advierte una ?disposici?n? por parte de los trabajadores ?por intervenir en la soluci?n de los problemas de la producci?n?, un ?deseo de unirse activamente aplicando sus propios cerebros a los problemas t?cnicos y de la producci?n que dependen claramente de la tecnolog?a?. En algunas de las empresas m?s avanzadas t?cnicamente, los trabajadores muestran incluso un claro inter?s por la empresa; un efecto frecuentemente observado de la ?participaci?n? de los trabajadores en la empresa capitalista. Una descripci?n sugestiva, referente a las altamente americanizadas refiner?as Caltex en Ambes, Francia, puede servir para caracterizar esta tendencia. Los trabajadores de la instalaci?n son conscientes de los lazos que los unen a la empresa:
Lazos profesionales, lazos oficiales, lazos materiales: el oficio adquirido en la refiner?a, el h?bito de las relaciones de producci?n que all? se han establecido, las m?ltiples ventajas sociales que, en caso de muerte repentina, enfermedad grave, incapacidad para el trabajo, en fin, de vejez, les son aseguradas por su mera pertenencia a la firma, prolongando m?s all? del per?odo productivo de sus vidas la seguridad del ma?ana. As?, la noci?n de este contrato viviente e indestructible con la ?Caltex? les lleva a preocuparse, con una atenci?n y una lucidez inesperada, de la gesti?n financiera de la empresa. Los delegados a los Comit?s de empresa desmenuzan la contabilidad de la sociedad con el celoso cuidado que le prestar?an los m?s concienzudos accionistas. La direcci?n de la Caltex puede ciertamente frotarse las manos cuando los sindicatos aceptan sobreseer sus reivindicaciones de salarios ante las necesidades de nuevas inversiones. Pero comienza a manifestar las m?s ?leg?timas? inquietudes cuando, tomando en serio los falsos balances de la filial francesa, los delegados se inquietan por los negocios ?desventajosos? realizados por estas filiales y llevan su audacia hasta a discutir los precios de coste y a sugerir medidas econ?micas.
4) El nuevo mundo del trabajo tecnol?gico refuerza as? un debilitamiento de la posici?n negativa de la clase trabajadora: ?sta ya no aparece como la contradicci?n viviente para la sociedad establecida. Esta tendencia se fortalece por efecto de la organizaci?n tecnol?gica de la producci?n al otro lado de la barrera: en la gerencia y la direcci?n. La dominaci?n se transforma en administraci?n. Los jefes y los propietarios capitalistas est?n perdiendo su identidad como agentes responsables; est?n asumiendo la funci?n de bur?cratas en una m?quina corporativa. Dentro de la vasta jerarqu?a de juntas ejecutivas y administrativas que se extienden mucho m?s all? de la empresa individual hasta el laboratorio cient?fico y el instituto de investigaciones, el gobierno nacional y el inter?s nacional, la fuente tangible de explotaci?n desaparece detr?s de la fachada de racionalidad objetiva. El odio y la frustraci?n son despojados de su prop?sito espec?fico y el velo tecnol?gico oculta la reproducci?n de la desigualdad y la esclavitud. Con el progreso t?cnico como su instrumento, la falta de libertad en el sentido de la sujeci?n del hombre a su aparato productivo se perpet?a e intensifica bajo la forma de muchas libertades y comodidades. El aspecto nuevo es la abrumadora racionalidad de esta empresa irracional, y la profundidad del condicionamiento previo que configura los impulsos instintivos y aspiraciones de los individuos y oscurece la diferencia entre conciencia falsa y verdadera. Porque en realidad, ni la utilizaci?n de controles administrativos m?s que f?sicos (el hambre, la dependencia personal, la fuerza), ni el cambio de car?cter en el trabajo pesado, ni la asimilaci?n de las clases ocupacionales, ni la nivelaci?n en la esfera de consumo, compensan el hecho de que las decisiones sobre la vida y la muerte, sobre la seguridad personal y nacional se toman en lugares sobre los que los individuos no tienen control. Los esclavos de la sociedad industrial desarrollada son esclavos sublimados, pero son esclavos,
porque la esclavitud est? determinada no por la obediencia, ni por la rudeza del trabajo, sino por el status de instrumento y la reducci?n del hombre al estado de cosa.
?sta es la forma m?s pura de servidumbre: existir como instrumento, como cosa. Y este modo de existencia no se anula si la cosa es animada y elige su alimento material e intelectual, si no siente su ?ser cosa?, si es una cosa bonita, limpia, m?vil. A la inversa, conforme la reificaci?n tiende a hacerse totalitaria gracias a su forma tecnol?gica, los mismos organizadores y administradores se hacen cada vez m?s dependientes de la maquinaria que organizan y administran. Y esta dependencia mutua ya no es la relaci?n dial?ctica entre se?or y siervo, que ha sido rota en la lucha por el reconocimiento mutuo, sino m?s bien un c?rculo vicioso que encierra tanto al se?or como al esclavo. ?Mandan los t?cnicos o su mando le pertenece a otros, que descansan en ellos como sus planificadores y ejecutores?
… las presiones de la altamente tecnol?gica carrera de armamentos de hoy han arrebatado la iniciativa y el poder de tomar las decisiones cruciales de las manos de los funcionarios responsables del gobierno y lo han puesto en manos de t?cnicos, planificadores y cient?ficos empleados por los grandes imperios industriales y cargados de responsabilidad por los intereses de sus patronos. Su trabajo es so?ar con nuevos sistemas de armamentos y persuadir a los militares de que el futuro de su profesi?n militar, tanto como el del pa?s, depende de comprar aquello en lo que han so?ado.
As? como las instituciones productivas dependen de los militares para asegurar su propia preservaci?n y crecimiento, los militares dependen de las compa??as ?no s?lo para obtener sus armas, sino tambi?n para saber qu? clase de armas necesitan, cu?nto costar?n y cu?nto tiempo llevar? obtenerlas?. El c?rculo vicioso parece en verdad la imagen m?s apropiada de una sociedad que se autoexpande y autoperpet?a en su propia direcci?n preestablecida; guiada por las crecientes necesidades que genera y, al mismo tiempo, contiene.
Perspectivas de contenci?n
?Hay alguna posibilidad de que esta cadena de productividad y represi?n crecientes pueda ser rota? La respuesta requerir?a un intento de proyectar los desarrollos contempor?neos hacia el futuro, asumiendo una evoluci?n relativamente normal; esto es, marginando la muy real posibilidad de una guerra nuclear. En esta suposici?n, el Enemigo seguir?a siendo ?permanente?; es decir, el comunismo seguir?a coexistiendo con el capitalismo. Al mismo tiempo, este ?ltimo seguir?a siendo capaz de mantener e incluso incrementar el nivel de vida para una parte de la poblaci?n cada vez mayor, a pesar y a trav?s de la producci?n intensificada de los medios de destrucci?n y el despilfarro met?dico de los recursos y facultades. Esta capacidad se ha afirmado a pesar y por medio de dos guerras mundiales y la inmensa regresi?n f?sica e intelectual provocada por los sistemas fascistas. La base material de esta capacidad seguir? encontr?ndose en: a) la creciente productividad del trabajo (progreso t?cnico);
b) el crecimiento de la tasa de natalidad en la poblaci?n existente;
c) la permanente econom?a de defensa;
d) la integraci?n econ?mica y pol?tica de los pa?ses capitalistas y el fortalecimiento de sus
relaciones con las zonas subdesarrolladas.
Pero el conflicto continuado entre las capacidades productivas de la sociedad y su utilizaci?n destructiva y opresiva requerir? esfuerzos intensificados para imponer las exigencias del aparato a la poblaci?n, para librarse de la capacidad excesiva, crear la necesidad de comprar los bienes que pueden ser vendidos con ganancia y el deseo de trabajar para su producci?n y promoci?n. As? el sistema tiende tanto hacia la administraci?n total como a la dependencia total de una administraci?n que dirigen organismos p?blicos y privados, fortaleciendo la armon?a preestablecida entre el inter?s del gran p?blico y las empresas privadas, y el de sus clientes y servidores. Ni la nacionalizaci?n parcial, ni la extensi?n de la participaci?n del trabajo en la gesti?n y el beneficio, podr?n alterar por s? mismas este sistema de dominaci?n, en tanto que el trabajo en s? mismo permanezca como una fuerza apuntalada y afirmativa.
Hay tendencias centr?fugas, exteriores e interiores. Una de ellas es inherente al progreso t?cnico mismo: la automatizaci?n. Suger? que la automatizaci?n que se extiende es algo m?s que un crecimiento cuantitativo de la mecanizaci?n: es un cambio en el car?cter de las fuerzas productivas b?sicas. Parece ser que la automatizaci?n llevada a los l?mites de su posibilidad t?cnica es incompatible con una sociedad basada en la explotaci?n privada del poder del trabajo humano en el proceso de producci?n. Casi un siglo antes de que la automatizaci?n llegara a ser una realidad, Marx vio sus posibilidades explosivas:
Conforme avanza la industria en gran escala, la creaci?n de la riqueza real depende menos del tiempo de trabajo y la cantidad de trabajo invertida que del poder de los agentes puestos en acci?n durante el tiempo de trabajo. Estos agentes (Agentien) y su todopoderosa efectividad, no est?n en proporci?n con el tiempo de trabajo inmediato que su producci?n requiere; su efectividad depende m?s bien del nivel cient?fico y tecnol?gico de progreso alcanzado; en otras palabras de la aplicaci?n de esta ciencia a la producci?n… Entonces el trabajo humano ya no aparece como encerrado en el proceso de producci?n ?m?s bien el hombre se relaciona con el proceso de producci?n como supervisor y regulador (W?chter und Regulator)… Permanece fuera del proceso de producci?n en vez de ser el agente principal en el proceso de producci?n… En esta transformaci?n, el gran pilar de producci?n y riqueza ya no es el trabajo inmediato realizado por el hombre mismo, ni su tiempo de trabajo, sino la apropiaci?n de su propia productividad (Produktivkraft) universal, esto es, su conocimiento y su dominio de la naturaleza a trav?s de su existencia social; en una palabra, el desarrollo del individuo social (des gesellschaftlichen Individuums). El robo del tiempo de trabajo ajeno, en el que la riqueza [social] descansa hoy, aparece entonces como una base miserable comparada con la nueva base que la misma industria en gran escala ha creado. Tan pronto como el trabajo humano, en su forma inmediata, ha dejado de ser la gran fuente de riqueza, el tiempo de trabajo cesar?, y por necesidad debe dejar de ser la medida de riqueza y el valor de cambio dejar? de ser la medida del valor de uso. El trabajo excedente de la masa [de la poblaci?n] ha dejado as? de ser la condici?n para el desarrollo de la riqueza social (des allgemeinen Reichtums), y el ocio de los menos ha dejado de ser la condici?n para el desarrollo de las facultades universales intelectuales del hombre. El modo de producci?n que descansa en el valor de cambio se desploma as?…36
La automatizaci?n parece ser en realidad el gran catalizador de la sociedad industrial avanzada. Es un catalizador explosivo o no explosivo en la base material del cambio cualitativo, el instrumento t?cnico del paso de la cantidad a la calidad. Porque el proceso social de la automatizaci?n expresa la transformaci?n, o m?s bien transubstanciaci?n de la fuerza de trabajo, en el que ?sta, separada del individuo, deviene un objeto productor independiente, y por tanto, un sujeto en s? mismo.
Cuando llegue a ser el proceso de producci?n material, la automatizaci?n revolucionar? toda la sociedad. La reificaci?n de la fuerza humana de trabajo, llevada a la perfecci?n, sacudir? la forma reificada, cortando la cadena que liga al individuo con la m?quina: el mecanismo a trav?s del cual su propio trabajo lo esclaviza. La completa automatizaci?n en el reino de la necesidad abrir? la dimensi?n del tiempo libre, como aquel en el que la existencia privada y social del hombre se constituir? a s? misma. ?sta ser? la trascendencia hist?rica hacia una nueva civilizaci?n.
En el estadio actual del capitalismo avanzado, el trabajo organizado se opone directamente a la automatizaci?n, sin la compensaci?n en el empleo. Insiste en la utilizaci?n extensiva de la fuerza de trabajo humano en la producci?n material y as? se opone al progreso t?cnico. Sin embargo, al hacer esto, se opone tambi?n a la utilizaci?n m?s eficaz del capital; obstruye los esfuerzos intensificados para elevar la productividad del trabajo. En otras palabras, la detenci?n continua de la automatizaci?n puede debilitar la posici?n competitiva nacional e internacional del capital, provocar una gran depresi?n, y consecuentemente, reactivar el conflicto de los intereses de clase.
Esta posibilidad se hace m?s realista conforme la lucha entre el capitalismo y el comunismo se desliza del campo militar al social y econ?mico. Mediante el poder de la administraci?n total, la automatizaci?n en el sistema sovi?tico puede realizarse m?s r?pidamente una vez que un cierto nivel t?cnico se ha alcanzado. Esta amenaza a su posici?n internacional competitiva puede obligar al mundo occidental a acelerar la racionalizaci?n del proceso productivo. Tal racionalizaci?n encuentra una cerrada resistencia por parte del trabajo, pero es una resistencia que no est? acompa?ada por la radicalizaci?n pol?tica. En los Estados Unidos al menos, los l?deres del trabajo no van m?s all? en sus aspiraciones y medios del marco com?n de los intereses nacionales y de grupo, con los segundos sometidos o sujetos a los primeros. Estas fuerzas centr?fugas todav?a pueden ser manipuladas dentro de este marco.
Tambi?n en este aspecto la declinante proporci?n de la fuerza de trabajo humana en el proceso productivo implica una disminuci?n en el poder pol?tico de la oposici?n. En vista del peso cada vez mayor del elemento de ?cuello blanco? en este proceso, la radicalizaci?n pol?tica tendr? que estar acompa?ada de la aparici?n de una conciencia y una acci?n pol?tica independiente entre esos mismos grupos de empleados; un desarrollo muy poco probable en la sociedad industrial avanzada. El impulso hacia adelante para organizar el creciente elemento de ?cuello blanco? en los sindicatos industriales,37 si tiene ?xito puede provocar un crecimiento de la conciencia sindical de estos grupos, pero dif?cilmente su radicalizaci?n pol?tica.
Pol?ticamente, la presencia de m?s trabajadores de ?cuello blanco? en los sindicatos les dar? a los gu?as liberales y del trabajo una oportunidad m?s veraz de identificar ?los intereses de trabajo? con los de la comunidad como totalidad. La base de masas del trabajo como grupo de
36 Ver inicio del cap?tulo ?El cierre del universo pol?tico?.
37 28. Automation and Major Technological Change, loc. cit., p?gs. 11 s.
presi?n se extender?, y los portavoces del trabajo se ver?n inevitablemente envueltos en negociaciones de mucho mayor alcance acerca de la pol?tica econ?mica nacional.
En esas circunstancias, las perspectivas de una contenci?n din?mica de las tendencias centr?fugas dependen esencialmente de la habilidad de los intereses creados para ajustarse, a s? mismos y a su econom?a, a los requerimientos del Estado de bienestar. Una inversi?n y direcci?n gubernamentales cada vez mayores, la planificaci?n en una escala nacional e internacional, un amplio programa de ayuda exterior, una seguridad social total, obras p?blicas en gran escala, quiz? incluso la nacionalizaci?n parcial, pertenecen a estas exigencias. Creo que los intereses dominantes aceptar?n estas exigencias gradualmente y con vacilaciones y confiar?n sus prerrogativas a un poder m?s efectivo.
Volviendo ahora hacia las perspectivas de contenci?n del cambio social en el otro sistema de civilizaci?n industrial, la sociedad sovi?tica, la discusi?n se enfrenta desde el principio con una doble incompatibilidad: a) cronol?gicamente, la sociedad sovi?tica se encuentra en un estado m?s bajo de industrializaci?n, con amplios sectores todav?a en el estado pretecnol?gico, y b) estructuralmente, sus instituciones econ?micas y pol?ticas son esencialmente diferentes (nacionalizaci?n total y dictadura).
La interrelaci?n entre esos dos aspectos agrava las dificultades del an?lisis. El retraso hist?rico no s?lo permite, sino obliga a la industrializaci?n sovi?tica a proceder sin despilfarro y obsolescencia planificados, sin las restricciones sobre la productividad impuestas por los intereses del beneficio privado, y con satisfacci?n planificada de las necesidades vitales todav?a no alcanzadas despu?s, y quiz? incluso simult?neamente, de las prioridades de las necesidades militares y pol?ticas.
?Es posible que desaparezca esta mayor racionalidad de la industrializaci?n, que es el signo y la ventaja del retraso hist?rico, una vez que se alcance el nivel avanzado? ?Es el mismo retraso hist?rico el que, por otra parte, refuerza ?bajo las condiciones de la coexistencia competitiva con el capitalismo avanzado? el desarrollo y el control total de todos los recursos por un r?gimen dictatorial? Y, despu?s de haber alcanzado la meta de ?atrapar y superar?, ?ser? capaz la sociedad sovi?tica de liberalizar los controles totalitarios hasta el punto en el que pueda tener lugar un cambio cualitativo?
El argumento sobre el retraso hist?rico ?de acuerdo con el que, bajo las condiciones dominantes de inmadurez material e intelectual, la liberaci?n debe ser necesariamente la obra de la fuerza y la administraci?n? no s?lo es el centro del marxismo sovi?tico, sino tambi?n el de los te?ricos de la ?dictadura educacional? desde Plat?n hasta Rousseau. Ridiculizarla es f?cil, pero refutarla es muy dif?cil, porque tiene el m?rito de reconocer, sin mayor hipocres?a, las condiciones (materiales e intelectuales) que sirven para impedir la autodeterminaci?n genuina e inteligente.
M?s a?n, el argumento desenmascara la ideolog?a represiva de la libertad, de acuerdo con la cual la libertad humana puede florecer en una vida de esfuerzo, pobreza y estupidez. En realidad, la sociedad debe crear primero los requisitos materiales de la libertad para todos sus miembros, antes de poder ser una sociedad libre; debe crear primero la riqueza antes de ser capaz de distribuirla de acuerdo con las necesidades libremente desarrolladas del individuo; debe permitir primero que los esclavos aprendan, vean y piensen antes de saber lo que est? pasando y lo que pueden hacer para cambiarlo. Y en el grado en que los esclavos han sido precondicionados para existir como esclavos y estar contentos con ese papel, su liberaci?n parece venir necesariamente de afuera y desde arriba.
Ellos deben ser ?obligados a ser libres?, a ?ver los objetos como son y algunas veces como deber?an ser?, se les debe ense?ar el ?buen camino? que est?n buscando.
Pero a pesar de todas estas verdades, el argumento no puede responder a una pregunta capital: ?qui?n educa a los educadores y d?nde est? la prueba de que ellos poseen ?el bien?? La pregunta no se invalida alegando que es igualmente aplicable a algunas formas democr?ticas de gobierno donde las decisiones sobre lo que es bueno para la naci?n son tomadas por los representantes elegidos (o m?s bien suscritas por ellos) ?elegidos bajo condiciones de adoctrinamiento efectiva y libremente aceptado. Sin embargo, la ?nica excusa posible (?que es bastante d?bil!) para la ?dictadura educacional? es que el terrible riesgo que supone puede no ser m?s terrible que el riesgo que tanto las sociedades liberales como las autoritarias est?n corriendo ahora, ni el coste puede ser mucho m?s alto.
Sin embargo, la l?gica dial?ctica insiste, contra el lenguaje de los hechos brutos y la ideolog?a, en que los esclavos deben ser libres para su liberaci?n antes de que puedan ser libres, y que el fin debe ser operativo en los medios para alcanzarlo. La proposici?n de Marx en el sentido de que la liberaci?n de la clase trabajadora debe ser producto de la acci?n de la misma clase trabajadora, establece este a priori. El socialismo debe hacerse realidad con el primer acto de la revoluci?n, porque debe estar ya en la conciencia y en la acci?n de aquellos que llevaron a cabo la revoluci?n.
Es verdad que hay una ?primera fase? de la construcci?n socialista durante la cual la nueva sociedad est? ?marcada todav?a con las se?ales de nacimiento de la antigua sociedad de cuyo vientre emerge?. Pero el cambio cualitativo de la vieja a la nueva sociedad ocurre cuando esta fase empieza. De acuerdo con Marx, la ?segunda fase? est? constituida literalmente en la primera fase. La nueva forma cualitativa de vida generada por la nueva forma de producci?n aparece en la revoluci?n socialista, que es el fin y est? al final del sistema capitalista. La construcci?n socialista empieza con la primera fase de la revoluci?n.
Del mismo modo, la transici?n desde el ?a cada uno de acuerdo con su trabajo? al ?a cada uno de acuerdo con sus necesidades?, es determinada por la primera fase; no s?lo por la creaci?n de la base tecnol?gica y material, sino tambi?n (?y esto es decisivo!) por el modo en que es creada. El control del proceso productivo por los ?productores inmediatos? debe iniciar supuestamente el desarrollo que distingue la historia de los hombres libres de la prehistoria del hombre. Es ?sta una sociedad en que los antiguos objetos de productividad llegan a ser, en primer t?rmino, individuos humanos que planifican y usan los instrumentos de su trabajo para la realizaci?n de sus propias necesidades y facultades humanas. Por primera vez en la historia, los hombres actuar?an libre y colectivamente bajo y contra la necesidad ser?a verdaderamente una necesidad autoimpuesta. En contraste con esta concepci?n, el desarrollo real en la sociedad comunista de hoy pospone (o es obligado a posponer por la situaci?n internacional) el cambio cualitativo a la segunda fase, y la transici?n del capitalismo al socialismo aparece todav?a, a pesar de la revoluci?n, como un cambio cuantitativo. La esclavitud del hombre por los instrumentos de su trabajo permanece en una forma altamente racionalizada, muy eficaz y prometedora.
La situaci?n de la coexistencia hostil puede explicar los aspectos terror?ficos de la industrializaci?n stalinista, pero tambi?n pone en movimiento las fuerzas que tienden a perpetuar el progreso t?cnico como instrumento de la dominaci?n; los medios prejuzgan el fin. Asumiendo nuevamente que ninguna situaci?n de guerra nuclear u otra cat?strofe corten su desarrollo, el progreso t?cnico provocar?a un continuo aumento del nivel de vida y una continua liberaci?n de los controles. La econom?a nacionalizada puede explotar la productividad del trabajo y el capital sin resistencia estructural, al mismo tiempo que reduce considerablemente las horas de trabajo y aumenta las comodidades en la vida. Y puede realizar todo esto sin abandonar el dominio de la administraci?n total sobre los hombres. No hay ninguna raz?n para asumir que el progreso t?cnico m?s la nacionalizaci?n provocar?n la liberaci?n ?autom?tica? de las fuerzas negativas. Al contrario, la contradicci?n entre las fuerzas productivas crecientes y su organizaci?n esclavizadora ?abiertamente admitida como un aspecto del desarrollo socialista sovi?tico incluso por Stalin? debe probablemente suavizarlas antes que agravarlas. Mientras m?s capaces sean los gobernantes de repartir los bienes de consumo, m?s firmemente estar? ligada la poblaci?n a las diversas burocracias gobernantes.
Pero mientras estas perspectivas para la contenci?n del cambio cualitativo en el sistema sovi?tico parecen ser paralelas a las existentes en la sociedad capitalista avanzada, la base socialista de la producci?n introduce una diferencia decisiva. En el sistema sovi?tico, la organizaci?n del proceso productivo separa sin duda a los ?productores inmediatos? (los obreros) del control sobre los medios de producci?n, y establece as? distinciones de clase en la misma base del sistema. Esta separaci?n fue establecida por una decisi?n pol?tica y el poder despu?s del breve ?per?odo heroico? de la revoluci?n bolchevique, y ha sido perpetuada desde entonces. Y sin embargo, no es el motor del proceso productivo mismo; no est? integrada dentro de este proceso como lo est? la divisi?n entre capital y trabajo, derivada de la propiedad privada de los medios de producci?n. En consecuencia, los estratos dominantes son en s? mismos separables del proceso productivo; esto es, son reemplazables sin hacer explotar las instituciones b?sicas de la sociedad.
?sta es la media verdad en las tesis sovi?tico-marxista de que las contradicciones existentes entre las ?relaciones de producci?n desfasadas y el car?cter de las fuerzas productivas? puede ser resuelta sin explosi?n, y que la ?conformidad? entre los dos factores puede darse mediante un ?cambio gradual?.45 La otra mitad de la verdad es que el cambio cuantitativo tendr?a que transformarse todav?a en un cambio cualitativo, en la desaparici?n del Estado, del Partido, del Plan, etc., como poderes independientes superimpuestos al individuo. En la medida en que este cambio dejase la base material de la sociedad (el proceso productivo nacionalizado) intacta, ser?a confinado a una revoluci?n pol?tica. Si pudiera conducir a la autodeterminaci?n en la misma base de la existencia humana, esto es, en la dimensi?n del trabajo necesario, ser?a la m?s radical y m?s completa revoluci?n en la historia. La distribuci?n de las necesidades de la vida independientemente del trabajo realizado, la reducci?n del tiempo de trabajo a un m?nimo, la educaci?n universal amplificada hacia la intercambiabilidad de las funciones, son las precondiciones, pero no los contenidos de la autodeterminaci?n. Aunque la creaci?n de estas precondiciones puede ser todav?a el producto de una administraci?n superimpuesta, su establecimiento significar?a el fin de esta administraci?n. Desde luego, una sociedad industrial madura y libre seguir?a dependiendo de una divisi?n del trabajo que implica la desigualdad de funciones. Esta desigualdad es requerida por las necesidades sociales aut?nticas, las exigencias t?cnicas y las diferencias f?sicas y mentales entre los individuos. Sin embargo, las funciones ejecutivas y de supervisi?n ya no traer?an consigo el privilegio de gobernar la vida de otros seg?n un inter?s particular. La transici?n a tal estado es un proceso revolucionario, antes que evolutivo, incluso en la constituci?n de una econom?a totalmente nacionalizada y planificada.
?Puede uno asumir que el sistema comunista, en sus formas establecidas, desarrollar? (o m?s bien se ver? obligado a desarrollar en virtud de la pugna internacional) las condiciones que har?n posible tal transici?n? Hay fuertes argumentos contra estas suposiciones. Uno de ellos subraya la poderosa resistencia que ofrecer?a la atrincherada burocracia ?una resistencia que halla su raison d’?tre precisamente en los mismos fundamentos que provocan el impulso para crear las precondiciones para la liberaci?n, esto es, la competencia de vida o muerte con el mundo capitalista.
Cabe renunciar a la noci?n de una ?voluntad de poder? innata a lanaturaleza humana. ?ste es un concepto psicol?gico altamente dudoso y totalmente inadecuado para el an?lisis del desarrollo social. La cuesti?n no es si las burocracias comunistas ?abandonar?n? su posici?n privilegiada una vez que el nivel de cambio cualitativo posible sea alcanzado, sino si ser?n capaces de evitar que se alcance este nivel. Para hacer esto, tendr?n que detener el crecimiento material e intelectual en un punto en el que la dominaci?n sea todav?a racional y beneficiable, en el que la poblaci?n pueda ser atada todav?a a su empleo y al inter?s del estado u otras instituciones establecidas. De nuevo, el factor decisivo aqu? parece ser la situaci?n global de coexistencia, que desde hace mucho ha llegado a ser un factor en la situaci?n interna de las dos sociedades opuestas. La necesidad de una utilizaci?n total del progreso t?cnico y de la supervivencia gracias a un nivel de vida superior puede resultar m?s fuerte que la resistencia de las burocracias establecidas.
Me gustar?a a?adir algunos comentarios acerca de la repetida opini?n de que el nuevo desarrollo de los pa?ses atrasados pueda no s?lo alterar las perspectivas de los pa?ses industrialmente avanzados, sino incluso constituir una ?tercera fuerza? capaz de crecer hasta convertirse en un poder relativamente independiente. Dentro de los t?rminos de la discusi?n anterior: ?hay alguna evidencia de que las antiguas ?reas coloniales o semi-coloniales puedan adoptar una forma de industrializaci?n diferente de la del capitalismo y el comunismo de hoy? ?Hay algo en la tradici?n y la cultura aut?ctona de estas ?reas que pueda indicar tal alternativa? Limitar? mis comentarios a los pa?ses atrasados que est?n ya en proceso de industrializaci?n, esto es, aquellos en que la industrializaci?n coexiste con una cultura pre y anti-industrial que no ha sido rota todav?a (India, Egipto).
Estos pa?ses abordan el proceso de industrializaci?n con una poblaci?n no formada en los valores de la productividad autopropulsada, de la eficacia y de la racionalidad tecnol?gica. En otras palabras, con una vasta mayor?a de poblaci?n que no ha sido transformada todav?a en una fuerza de trabajo separada de los medios de producci?n. ?Favorecen estas condiciones una nueva confluencia de la industrializaci?n y la liberaci?n, un modo esencialmente diferente de industrializaci?n que construir? el aparato productivo no s?lo de acuerdo con las necesidades vitales de la poblaci?n subyacente, sino tambi?n dentro del prop?sito de pacificar la lucha por la existencia?
La industrializaci?n, en estas ?reas retrasadas, no tiene lugar en el vac?o. Acontece dentro de una situaci?n hist?rica en la que el capital social requerido para la acumulaci?n primitiva debe ser obtenido principalmente del exterior, del bloque capitalista o el comunista, o de ambos. M?s a?n, existe una extendida suposici?n en el sentido de que permanecer independiente requerir? una r?pida industrializaci?n y alcanzar un nivel de productividad que asegure, al menos, una relativa autonom?a en la competencia con los dos gigantes. En estas circunstancias, la transformaci?n de sociedades subdesarrolladas en industriales debe descartar tan r?pidamente como sea posible las formas pretecnol?gicas. Esto es especialmente cierto en los pa?ses donde incluso las necesidades m?s vitales de la poblaci?n est?n lejos de ser satisfechas, donde el terrible nivel de vida pide antes que nada cantidades en masse y una producci?n y una distribuci?n masivas, mecanizadas y generalizadas. Y en estos mismos pa?ses, el peso muerto de costumbres y condiciones pretecnol?gicas e incluso
?preburguesas? ofrecen una fuerte resistencia a tal desarrollo superimpuesto. El proceso mecanizado (como proceso social) requiere la obediencia a un sistema de poderes an?nimos; la total secularizaci?n y destrucci?n de valores e instituciones cuya desacralizaci?n apenas ha empezado. ?Cabe admitir razonablemente que, bajo el impacto de los dos grandes sistemas de administraci?n tecnol?gica total, la disoluci?n de esta resistencia proceder? mediante formas liberales y democr?ticas? ?Que los pa?ses subdesarrollados pueden dar el salto hist?rico desde la sociedad pretecnol?gica hasta la posttecnol?gica en la que el aparato tecnol?gico dominado proporcione las bases para una genuina democracia? Por el contrario, m?s bien parece ser que el desarrollo superimpuesto de estos pa?ses traer? consigo un per?odo de administraci?n total m?s violento y m?s r?gido que el recorrido por las sociedades avanzadas que pueden contar con las realizaciones de la era liberal. En suma, es muy probable que las ?reas retrasadas sucumban ya sea a una de las diversas formas de neocolonialismo o a un sistema m?s o menos terrorista de acumulaci?n primitiva.
Sin embargo, otra alternativa parece posible. Si la industrializaci?n y la introducci?n de la tecnolog?a encuentran una fuerte resistencia por parte de las formas de vida y trabajo aut?ctonas y tradicionales ?una resistencia que no es abandonada incluso ante la muy tangible perspectiva de una vida mejor y m?s f?cil?, ?puede llegar a ser esta misma tradici?n pretecnol?gica la fuente del progreso y la industrializaci?n?
Este progreso natural exigir?a una pol?tica planificada que, en vez de superimponer la tecnolog?a a las formas tradicionales de vida y trabajo, las extendiese y mejorase en sus propios t?rminos, eliminando las fuerzas opresivas y explotadoras materiales y religiosas que las hicieron incapaces de asegurar el desarrollo de una existencia humana. La revoluci?n social, la reforma agraria y la reducci?n de la superpoblaci?n ser?an los prerrequisitos, y no la industrializaci?n sobre el modelo de las sociedades avanzadas. El progreso aut?nomo parece posible en realidad en las ?reas donde los recursos naturales, de ser liberados de la usurpaci?n supresiva, son todav?a suficientes no s?lo para la subsistencia, sino tambi?n para una vida humana. Y donde no lo son, ?no pueden ser hechos suficientes mediante la ayuda gradual y fragmentaria de la tecnolog?a, dentro del marco de las formas tradicionales?
Si este es el caso, prevalecer?n condiciones que no existen y que nunca han existido en las viejas sociedades industriales y avanzadas, esto es, los mismos ?productores inmediatos? tendr?n la oportunidad de crear, mediante su propio trabajo y su ocio, su propio progreso y determinar su grado y direcci?n. La autodeterminaci?n proceder?a de la base, y el trabajo para satisfacer las necesidades podr?a trascenderse hacia el trabajo por la gratificaci?n.
Pero incluso dentro de estas suposiciones abstractas, los l?mites brutales de la autodeterminaci?n deben ser reconocidos. La revoluci?n inicial que, aboliendo la explotaci?n mental y material, estableciera los requisitos para el nuevo desarrollo, es dif?cilmente concebible como una acci?n espont?nea. M?s a?n, el progreso natural presupondr?a un cambio de la pol?tica de los dos grandes bloques de poder industrial que configuran actualmente al mundo: el abandono del neocolonialismo en todas sus formas. En el momento actual, no hay ninguna indicaci?n de tal cambio.
El estado de bienestar y de guerra
Resumiendo: las perspectivas de la contenci?n del cambio, ofrecidas por la pol?tica de la racionalidad tecnol?gica, dependen de las perspectivas del Estado de bienestar. Tal Estado parece capaz de elevar el nivel de la vida administrada, capacidad inherente a todas las sociedades industriales avanzadas donde el aparato t?cnico din?mico ?establecido como poder separado que act?a sobre y por encima de los individuos? depende para su funcionamiento del desarrollo y la expansi?n intensificada de la productividad. Bajo estas condiciones, la decadencia de la libertad y la oposici?n no es un asunto de deterioraci?n, o corrupci?n moral o intelectual. Es m?s bien un proceso social objetivo en la medida en que la producci?n y distribuci?n de una cantidad cada vez mayor de bienes y servicios hace de la sumisi?n una actitud tecnol?gica racional.
Sin embargo, a pesar de toda su racionalidad, el Estado de bienestar es un Estado sin libertad, porque su administraci?n total es una sistem?tica restricci?n de: a) el tiempo libre ?t?cnicamente? disponible; b) la cantidad y calidad de los bienes y servicios ?t?cnicamente? disponibles para las necesidades vitales individuales; c) la inteligencia (consciente e inconsciente) capaz de aprehender y realizar las posibilidades de la autodeterminaci?n.
La reciente sociedad industrial ha aumentado antes que reducido la necesidad de funciones parasitarias y alienadas (para la sociedad como totalidad, si no para los individuos). La publicidad, las relaciones p?blicas, el adoctrinamiento, la obsolescencia planificada, ya no son gastos generales improductivos, sino m?s bien elementos de los costes b?sicos de la producci?n. Para ser efectiva, tal producci?n de despilfarro socialmente necesario requiere una continua racionalizaci?n: la incansable utilizaci?n de la t?cnica y de la ciencia avanzada. En consecuencia, un constante aumento del nivel de vida es el subproducto casi inevitable de la sociedad industrial pol?ticamente manipulada, una vez que un cierto nivel de retraso ha sido superado. La creciente productividad del trabajo, un creciente producto excedente que, ya sea apropiado y distribuido privada o centralmente, permite un consumo cada vez mayor ?sin olvidar la creciente diversificaci?n de la productividad. En tanto que este sistema prevalece, reduce el valor de uso de la libertad; no hay raz?n para insistir en la autodeterminaci?n, si la vida administrada es la vidam?s c?moda e incluso la ?buena vida?. ?sta es la base racional y material para la unificaci?n de los opuestos, para la conducta pol?tica unidimensional. Sobre esta base, las fuerzas pol?ticas trascendentes dentro de la sociedad son detenidas y el cambio cualitativo s?lo parece posible como un cambio desde el exterior.
El rechazo del Estado de bienestar en nombre de las ideas abstractas de libertad parece poco convincente. La p?rdida de las libertades econ?micas y pol?ticas que fueron el verdadero logro de los dos siglos anteriores, puede verse como inconveniente menor de un Estado capaz de hacer segura y c?moda la vida administrada. Si los individuos est?n satisfechos hasta el punto de sentirse felices con los bienes y servicios que les entrega la administraci?n, ?por qu? han de insistir en instituciones diferentes para una producci?n diferente de bienes y servicios diferentes? Y si los individuos est?n precondicionados de tal modo que los bienes que producen satisfacci?n tambi?n incluyen pensamientos, sentimientos, aspiraciones, ?por qu? han de querer pensar, sentir e imaginar por s? mismos? Es verdad que los bienes materiales y mentales ofrecidos pueden ser malos, in?tiles, basura, pero Geist y conocimiento no son argumentos convincentes contra la satisfacci?n de las necesidades.
La cr?tica del Estado de bienestar en t?rminos de liberalismo y conservadurismo (con o sin el prefijo ?neo?), descansa, para su validez, en la existencia de las mismas condiciones que el Estado de bienestar ha superado; esto es, un nivel m?s bajo de riqueza social y de tecnolog?a. Los aspectos siniestros de esta cr?tica se muestran en la lucha contra una legislaci?n social amplia o los gastos p?blicos adecuados para servicios que no sean los de la defensa militar.
As?, la denuncia de las capacidades opresivas del Estado de bienestar sirve para proteger las capacidades opresivas de la sociedad anterior al Estado de bienestar. En la fase m?s avanzada del capitalismo, esta sociedad es un sistema de pluralismo sojuzgado, en el que las instituciones competidoras ayudan a consolidar el poder de la totalidad sobre el individuo. Sin embargo, para el individuo administrado, la administraci?n pluralista es mucho mejor que la administraci?n total. Una instituci?n puede protegerlo contra la otra; una organizaci?n puede mitigar el impacto de la otra; las posibilidades de escape y reforma pueden calcularse. El imperio de la ley, no importa cuan restringido, es todav?a infinitamente m?s seguro que el imperio sobre la ley y sin ella.
Sin embargo, ante las tendencias dominantes, cabe preguntarse si esta forma de pluralismo no acelera la destrucci?n del pluralismo. La sociedad industrial avanzada es en realidad un sistema de poderes compensatorios. Pero estas fuerzas se cancelan entre s? como resultado de una mayor unificaci?n: el inter?s com?n de defender y extender la posici?n establecida, de combatir las alternativas hist?ricas, de contener el cambio cualitativo. Los poderes compensatorios no incluyen aquellos que contrarrestan la totalidad. Tienden a hacer inmune a la totalidad contra la negaci?n desde dentro tanto como desde fuera; la pol?tica exterior de contenci?n aparece como una extensi?n de la pol?tica interior de contenci?n.
La realidad del pluralismo se hace ideol?gica, enga?osa. Parece extender antes que reducir la manipulaci?n y coordinaci?n, promover antes que neutralizar la inevitable integraci?n. Las instituciones libres compiten con las autoritarias para hacer del Enemigo una fuerza mortal dentro del sistema. Y esta fuerza mortal estimula el crecimiento y la iniciativa, no gracias a la magnitud y el impacto econ?mico del ?sector? de defensa, sino gracias al hecho de que la sociedad como totalidad llega a ser una sociedad defensiva. Porque el Enemigo es permanente. No est? presente en la situaci?n de emergencia, sino en el estado de cosas normal. Amenaza tanto en la paz como en la guerra (y quiz? m?s que en la guerra); es as? introducido en el sistema como poder cohesivo.
Ni la creciente productividad, ni el alto nivel de vida, dependen de la amenaza exterior, pero su utilizaci?n para la contenci?n del cambio social y la perpetuaci?n de la servidumbre, s?. El Enemigo es el com?n denominador de todo lo que se hace y deshace. Y el Enemigo no debe identificarse con el comunismo actual o el capitalismo actual; es, en ambos casos, el espectro de la liberaci?n.
Una vez m?s, la enajenaci?n de la totalidad absorbe las enajenaciones particulares y convierte los cr?menes contra la humanidad en una empresa racional. Cuando las personas, debidamente estimuladas por las autoridades p?blicas y privadas, se preparan para una vida de movilizaci?n total, son sensibles a ella no s?lo debido al enemigo presente, sino tambi?n por las posibilidades de inversi?n y empleo en la industria y la diversi?n. Incluso los c?lculos m?s insensatos son racionales: la aniquilaci?n de cinco millones de hombres es preferible a la de diez millones, veinte millones y as? por el estilo. Es in?til alegar que una civilizaci?n que justifica su defensa mediante tales c?lculos proclama su propio final.
Bajo estas circunstancias, incluso las libertades y escapes existentes encuentran lugar dentro de la totalidad organizada. En esta etapa del mercado reglamentado, la competencia, ?alivia o intensifica la carrera hacia cada vez mayores y m?s r?pidos cambios y superaciones? Los partidos pol?ticos, ?est?n compitiendo por la pacificaci?n o por una industria del armamento cada vez m?s fuerte y m?s cara? La producci?n de ?opulencia?, ?promueve o retarda la satisfacci?n de necesidades vitales no cubiertas todav?a? Si las primeras alternativas son ciertas, la forma contempor?nea del pluralismo fortalecer? el potencial de contenci?n del cambio cualitativo y as? impedir? antes que impulsar? la ?cat?strofe? de la autodeterminaci?n. La democracia aparecer? como el sistema m?s eficaz de dominaci?n.
La imagen del Estado de bienestar esbozada en los p?rrafos precedentes es la de una deformidad hist?rica situada entre el capitalismo organizado y el socialismo, la servidumbre y la libertad, el totalitarismo y la felicidad. Su posibilidad est? claramente indicada por las tendencias prevalecientes del progreso t?cnico y claramente amenazada por fuerzas explosivas. La m?s poderosa, por supuesto, es el peligro de que la preparaci?n para la guerra nuclear total pueda convertirse en su realizaci?n: la disuasi?n tambi?n sirve para disuadir los esfuerzos por eliminar la necesidad de la disuasi?n. Otros elementos que est?n en juego pueden impedir la placentera uni?n del totalitarismo y la felicidad, la manipulaci?n y la democracia, la heteronom?a y la autonom?a, en una palabra: la perpetuaci?n de la armon?a preestablecida entre conducta organizada y espont?nea, pensamiento precondicionado y libre, conveniencia y convicci?n.
Incluso el capitalismo m?s altamente organizado conserva la necesidad social de la apropiaci?n y distribuci?n privada de los beneficios como la forma de regulaci?n de la econom?a. Esto es, la realizaci?n del inter?s general sigue ligada a la de los intereses particulares. Al hacerlo, sigue enfrent?ndose con el conflicto entre la creciente potencialidad para pacificar la lucha por la existencia y la necesidad de intensificar esta lucha; entre la ?abolici?n del trabajo? progresiva y la necesidad de preservar el trabajo como la fuente de ganancia. El conflicto perpet?a la existencia inhumana de aquellos que forman la base humana de la pir?mide social: los seres marginales y los pobres, los sin empleo y los inempleables, las razas de color perseguidas, los internados en prisiones e instituciones para enfermos mentales.
En las sociedades comunistas contempor?neas, el enemigo exterior, el retraso y la herencia de terror perpet?an las caracter?sticas opresivas en el camino que lleva a ?alcanzar y superara los logros del capitalismo. La prioridad de los medios sobre el fin se agrava de este modo ?prioridad que s?lo puede romperse si se logra la pacificaci?n?, y el capitalismo y el comunismo siguen compitiendo sin fuerza militar, en una escala global y mediante instituciones globales. La pacificaci?n significar?a la aparici?n de una aut?ntica econom?a mundial: el fin del Estado nacional, del inter?s nacional, de los negocios nacionales junto con sus alianzas internacionales. Y ?sta es precisamente la posibilidad contra la cual el mundo actual est? movilizado:
La ignorancia y la inconsciencia son tales que los nacionalismos contin?an floreciendo. Ni el armamento ni la industria del siglo xx permiten a las patrias afirmar su seguridad y su vida sino como conjuntos organizados de peso mundial, en el orden militar y econ?mico. Pero ni en el Oeste ni en el Este, las creencias colectivas asimilan los cambios reales. Los grandes forman sus imperios, o reparan las arquitecturas de ?stos, sin aceptar los cambios de r?gimen econ?mico y pol?tico que dar?an eficacia y sentido tanto a una como a la otra coalici?n.
Y
Enga?adas por la naci?n y enga?adas por la clase, las masas sufrientes son por doquier comprometidas en las asperezas de conflictos en que sus ?nicos enemigos son los amos que emplean conscientemente las mistificaciones de la industria y del poder.
La colusi?n de la industria moderna y del poder territorializado es un vicio cuya realidad es m?s profunda que las instituciones y las estructuras capitalistas y comunistas y que ninguna dial?ctica necesaria debe necesariamente extirpar.
Esta inevitable interdependencia de los dos ?nicos sistemas sociales ?soberanos? en el mundo contempor?neo expresa el hecho de que el conflicto entre el progreso y la pol?tica, entre el hombre y sus dominadores se ha hecho total. Cuando el capitalismo se enfrenta con el reto del comunismo, se enfrenta con sus propias capacidades: un espectacular desarrollo de todas sus fuerzas productivas tras la subordinaci?n de todos los intereses privados de lucro que detienen tal desarrollo. Cuando el comunismo se enfrenta con el reto del capitalismo, tambi?n se enfrenta con sus propias capacidades: comodidades espectaculares, libertades y una vida menos penosa. Ambos sistemas tienen estas capacidades deformadas m?s all? del reconocimiento y, en ambos casos, la raz?n en ?ltimo t?rmino es la misma: la lucha contra una forma de vida que disolver?a la base de la dominaci?n.
3. LA CONQUISTA DE LA CONCIENCIA DESGRACIADA: UNA DESUBLIMACI?N REPRESIVA
Una vez discutida la integraci?n pol?tica de la sociedad industrial avanzada, un logro hecho posible por la creciente productividad tecnol?gica y la cada vez m?s amplia conquista del hombre y la naturaleza, nos ocuparemos de la integraci?n correspondiente en el campo de la cultura. En este cap?tulo, algunas nociones e im?genes claves de la literatura y su destino ilustrar?n c?mo el progreso de la racionalidad tecnol?gica est? anulando los elementos de oposici?n y los trascendentes en ?alta cultura?. ?stos sucumben de hecho al proceso de desublimaci?n que prevalece en las regiones avanzadas de la sociedad contempor?nea.
Los logros y los fracasos de esta sociedad invalidan su alta cultura. La celebraci?n de la personalidad aut?noma, del humanismo, del amor tr?gico y rom?ntico parecen ser el ideal de una etapa anterior del desarrollo. Lo que se presenta ahora no es el deterioro de la alta cultura que se transforma en cultura de masas, sino la refutaci?n de esta cultura por la realidad. La realidad sobrepasa su cultura. El hombre puede hacer hoy m?s que los h?roes y semidioses de la cultura; ha resuelto muchos problemas insolubles. Pero tambi?n ha traicionado la esperanza y destruido la verdad que se preservaban en las sublimaciones de la alta cultura. Desde luego, la alta cultura estuvo siempre en contradicci?n con la realidad social, y s?lo una minor?a privilegiada gozaba de sus bienes y representaba sus ideales. Las dos esferas antag?nicas de la sociedad han coexistido siempre; la alta cultura ha sido siempre acomodaticia, mientras que la realidad se ve?a raramente perturbada por sus ideales y verdades.
El nuevo aspecto actual es la disminuci?n del antagonismo entre la cultura y la realidad social, mediante la extinci?n de los elementos de oposici?n, ajenos y trascendentes de la alta cultura, por medio de los cuales constitu?a otra dimensi?n de la realidad. Esta liquidaci?n de la cultura bidimensional no tiene lugar a trav?s de la negaci?n y el rechazo de los ?valores culturales?, sino a trav?s de su incorporaci?n total al orden establecido, mediante su reproducci?n y distribuci?n en una escala masiva.
De hecho, estos ?valores culturales? sirven como instrumentos de uni?n social. La grandeza de un arte y una literatura libres, los ideales del humanismo, las penas y alegr?as del individuo, la realizaci?n de la personalidad, son aspectos importantes en la lucha competitiva entre el Este y el Oeste. Estos aspectos hablan gravemente contra las formas actuales del comunismo y son diariamente administrados y vendidos. El hecho de que contradigan a la sociedad que los vende no cuenta. Del mismo modo que la gente sabe o siente que los anuncios y los programas pol?ticos no tienen que ser necesariamente verdaderos o justos y sin embargo los escuchan y leen e incluso se dejan guiar por ellos, aceptan los valores tradicionales y los hacen parte de su formaci?n mental. Si las comunicaciones de masas re?nen armoniosamente y a menudo inadvertidamente el arte, la pol?tica, la religi?n y la filosof?a con los anuncios comerciales, al hacerlo conducen estos aspectos de la cultura a su com?n denominador: la forma de mercanc?a. La m?sica del esp?ritu es tambi?n la m?sica del vendedor. Cuenta el valor de cambio, no el valor de verdad. En ?l se centra la racionalidad del statu quo y toda racionalidad ajena se inclina ante ?l.
Conforme las grandes palabras de libertad y realizaci?n son pronunciadas por los l?deres de las campa?as y los pol?ticos, en las pantallas de la televisi?n, las radios y los escenarios, se convierten en sonidos sin sentido que lo adquieren s?lo dentro del contexto de la propaganda y los negocios, la disciplina y el descanso. Esta asimilaci?n de lo ideal con la realidad prueba hasta qu? punto ha sido sobrepasado el ideal. Ha sido rebajado desde el sublimado campo del alma, el esp?ritu o el hombre interior, hasta los problemas y t?rminos operacionales. Estos son los elementos progresivos de la cultura de masas. La perversi?n se?ala el hecho de que la sociedad industrial avanzada se enfrenta a la posibilidad de una materializaci?n de los ideales. Las capacidades de esta sociedad est?n reduciendo progresivamente el campo sublimado en el que la condici?n del hombre era representada, idealizada y denunciada. La alta cultura se hace parte de la cultura material. En esta transformaci?n, pierde gran parte de su verdad.
La alta cultura de Occidente ?cuyos valores morales, est?ticos e intelectuales todav?a profesa la sociedad industrial? era una cultura pretecnol?gica en un sentido tanto funcional como cronol?gico. Su validez se derivaba de la experiencia de un mundo que ya no existe, que ya no puede ser recuperado, porque es invalidado en un sentido estricto por la sociedad tecnol?gica. M?s a?n, en un alto grado permanec?a como una cultura feudal, incluso cuando el per?odo burgu?s le dio algunas de sus formulaciones m?s duraderas. Era feudal, no s?lo porque estaba confinada a las minor?as privilegiadas, no s?lo por sus elementos rom?nticos inherentes (que ser?n discutidos en seguida), sino tambi?n porque sus obras aut?nticas expresaban una alienaci?n consciente y met?dica de toda la esfera de los negocios y la industria y de su orden previsible y provechoso.
Mientras este orden burgu?s encontr? su rica ?e incluso afirmativa? representaci?n en el arte y la literatura (como en los pintores holandeses del siglo XVII, en el Wilhelm Meister de Goethe, en la novela inglesa del siglo XIX, en Thomas Mann), permaneci? como un orden que era sobrepasado, roto, refutado por otra dimensi?n que era irreconciliablemente antagonista del orden de los negocios, atac?ndolo y neg?ndolo. Y en la literatura, esta otra dimensi?n no es representada por los h?roes religiosos, espirituales, morales (que a menudo sostienen el orden establecido), sino m?s bien por los caracteres perturbadores como el artista, la prostituta, la ad?ltera, el gran criminal, el proscrito, el guerrero, el poeta rebelde, el demonio, el loco ?por aquellos que no se ganan la vida, o al menos no lo hacen de un modo ordenado y normal.
Desde luego estos personajes no han desaparecido en la literatura de la sociedad industrial avanzada, pero sobreviven transformados esencialmente. La vampiresa, el h?roe nacional, el beatnik, la esposa neur?tica, el gangster, la estrella, el magnate carism?tico representan una funci?n muy diferente e incluso contraria a la de sus predecesores culturales. Ya no son im?genes de otra forma de vida, sino m?s bien rarezas o tipos de la misma vida, que sirven como una afirmaci?n antes que como una negaci?n del orden establecido.
Ciertamente, el mundo de sus predecesores era un mundo anterior, pretecnol?gico, un mundo con la buena conciencia de la desigualdad y el esfuerzo, en el que el trabajo era todav?a una desgracia del destino; pero un mundo en el que el hombre y la naturaleza todav?a no estaban organizados como cosas e instrumentos. Con su c?digo de formas y costumbres, con el estilo y el vocabulario de su literatura y su filosof?a, esta cultura pasada expresaba el ritmo y el contenido de un universo en el que valles y bosques, pueblos y posadas, nobles y villanos, salones y cortes eran parte de la realidad experimentada. En el verso y la prosa de esta cultura pretecnol?gica est? el ritmo de aquellos que peregrinan o pasean en carruajes, que tienen el tiempo y el placer de pensar, de contemplar, de sentir y narrar.
Es una cultura retrasada y superada, y s?lo los sue?os y las regresiones infantiles pueden recuperarla. Pero esta cultura es tambi?n, en alguno de sus elementos decisivos, una cultura postecnol?gica. Sus im?genes y posiciones m?s avanzadas parecen sobrevivir a su absorci?n dentro de las comodidades y los est?mulos administrados; siguen seduciendo a la conciencia con la posibilidad de su renacimiento en la consumaci?n del progreso t?cnico. Son expresi?n de esa libre y consciente alienaci?n de las formas establecidas de vida con las que la literatura y el arte se opon?an a esas formas, incluso cuando las adornaban.
En contraste con el concepto marxiano, que denota la relaci?n del hombre consigo mismo y su trabajo en la sociedad capitalista, la alienaci?n art?stica es la trascendencia consciente de la existencia alienada: un ?nivel m?s alto? o una alienaci?n mediatizada. El conflicto con el mundo del progreso, la negaci?n del orden de los negocios, los elementos antiburgueses en la literatura y el arte burgu?s no se deben ni al bajo nivel est?tico de este orden ni a una reacci?n rom?ntica: la consagraci?n nost?lgica de una etapa desaparecida de la civilizaci?n. ?Rom?ntico? es un t?rmino de difamaci?n condescendiente que se aplica f?cilmente a las difamadas posiciones de vanguardia, del mismo modo que el t?rmino ?decadente? muchas veces denuncia los elementos genuinamente progresivos de una cultura moribunda, en lugar de los factores reales de la decadencia. Las im?genes tradicionales de la alienaci?n art?stica son en verdad rom?nticas en tanto que est?n en incompatibilidad est?tica con la sociedad en desarrollo. Esta incompatibilidad es la clave de su verdad. Lo que ellos recogen y preservan en la memoria pertenece al futuro: im?genes de una gratificaci?n que disolver?a la sociedad que la suprime. La gran literatura y el arte surrealista de los a?os veinte y treinta han recapturado todav?a estas im?genes en su funci?n subversiva y liberadora. Ejemplos tomados al azar del vocabulario literario b?sico pueden indicar el rango y el valor de estas im?genes y la dimensi?n que revelan: Alma, Esp?ritu y Coraz?n; la re-cherche de l’absolu, Les Fleurs du mal, la femme-en-fant; el Reino del Mar, Le Bateau ivre y la Long-leg-ged Bait; Ferne y Heimat; pero tambi?n el demonio del ron, el demonio de la m?quina y el demonio del dinero; Don Juan y Romeo; el Maestro Constructor y Cuando los muertos despertemos.
Su sola enumeraci?n muestra que pertenecen a una dimensi?n perdida. No han sido invalidadas por su obsolescencia literaria. Algunas de estas im?genes pertenecen a la literatura contempor?nea y sobreviven en sus creaciones m?s avanzadas. Lo que ha sido invalidado es su fuerza subversiva, su contenido destructivo: su verdad. En esta transformaci?n encuentran su lugar en la vida cotidiana. Las obras alienadas y alienantes de la cultura intelectual se hacen bienes y servicios familiares. Su reproducci?n y consumo masivos, ?son s?lo un cambio en cantidad, esto es, una creciente apreciaci?n y comprensi?n, una democratizaci?n de la cultura?
La verdad de la literatura y el arte ha sido aceptada siempre (si era aceptada) como la de un orden ?m?s alto? que no deber?a perturbar el orden de los negocios y en realidad no lo hac?a. Lo que ha cambiado en la ?poca contempor?nea es la diferencia entre los dos ?rdenes y sus verdades. El poder absorbente de la sociedad vac?a la dimensi?n art?stica, asimilando sus contenidos antagonistas. En el campo de la cultura, el nuevo totalitarismo se manifiesta precisamente en un pluralismo armonizador, en el que las obras y verdades m?s contradictorias coexisten pac?ficamente en la indiferencia.
Antes del advenimiento de esta reconciliaci?n cultural, la literatura y el arte eran esencialmente alienaci?n que sosten?a y proteg?a la contradicci?n: la conciencia desgraciada del mundo dividido, las posibilidades derrotadas, las esperanzas no realizadas y las promesas traicionadas. Eran una fuerza racional cognoscitiva que revelaba una dimensi?n del hombre y la naturaleza que era reprimida y rechazada en la realidad. Su verdad se encontraba en la ilusi?n evocada, en la insistencia por crear un mundo en el que el terror de la vida era dominado y suprimido; conquistado mediante el reconocimiento. ?ste es el milagro de la chef-d’ oeuvre; es la tragedia, sostenida hasta sus ?ltimas consecuencias y el fin de la tragedia: su soluci?n imposible. Vivir el propio amor y el propio odio, vivir eso que uno es, implica la derrota, la resignaci?n y la muerte. Los cr?menes de la sociedad, el infierno que el hombre ha hecho para el hombre, se convierten en fuerzas c?smicas inconquistables.
La tensi?n entre lo actual y lo posible se transfigura en un conflicto irresoluble, en el que la reconciliaci?n se encuentra gracias a la obra como forma: la belleza como la promesse de bonheur. En la forma de la obra, las circunstancias actuales son colocadas en otra dimensi?n en la que la realidad dada se muestra como lo que es. As? dice la verdad sobre s? misma; su lenguaje deja de ser el del enga?o, la ignorancia y la sumisi?n. La ficci?n llama a los hechos por su nombre y su reino se derrumba; la ficci?n subvierte la experiencia cotidiana y la muestra como falsa y mutilada. Pero el arte tiene este poder m?gico s?lo como poder de la negaci?n. Puede hablar su propio lenguaje s?lo en tanto las im?genes que rechazan y refutan el orden establecido est?n vivas.
Madame Bovary, de Flaubert, se distingue de las historias de amor igualmente tristes de la literatura contempor?nea por el hecho de que el humilde vocabulario de su contrapartida en la vida real contiene todav?a las im?genes de la hero?na, o por el hecho de que ella lee historias que todav?a contienen tales im?genes. Su angustia es fatal, porque no hab?a psicoanalista y no hab?a psicoanalista porque, en su mundo, no hubiera sido capaz de curarla. Ella lo hubiera rechazado como una parte del orden de Yonville que la destruye. Su historia era ?tr?gica?, porque la sociedad en que ocurr?a era una sociedad atrasada, con una moral sexual no liberada todav?a y una psicolog?a todav?a no institucionalizada. La sociedad que estaba todav?a por llegar ha ?resuelto? su problema suprimi?ndolo. Desde luego ser?a una tonter?a decir que su tragedia, o la de Romeo y Julieta, est? resuelta en la democracia moderna, pero tambi?n ser?a una tonter?a negar la esencia hist?rica de la tragedia. La realidad tecnol?gica en desarrollo mina no s?lo las formas, sino la misma base de la alienaci?n art?stica; esto es, tiende a invalidar no s?lo ciertos ?estilos?, sino tambi?n la misma substancia del arte.
Desde luego, la alienaci?n no es la ?nica caracter?stica del arte. El an?lisis e incluso una declaraci?n sobre este problema, est? fuera del campo de esta obra, pero pueden ofrecerse algunas sugerencias que lo clarifiquen. A lo largo de per?odos enteros de la civilizaci?n, el arte parece estar totalmente integrado en su sociedad. El arte egipcio, griego y g?tico son ejemplos familiares; Bach y Mozart son generalmente citados tambi?n como testimonios del lado ?positivo? del arte. El lugar de la obra de arte en una cultura pretecnol?gica y bidimensional es muy diferente del que tiene en una civilizaci?n unidimensional, pero la alienaci?n caracteriza tanto al arte positivo como al negativo.
La distinci?n decisiva no es la psicol?gica, entre el arte creado en medio del placer y el arte creado en medio del dolor, entre la cordura y la neurosis, sino la que distingue entre la realidad art?stica y la social. La ruptura con la segunda, la trasgresi?n m?gica o racional, es una cualidad esencial incluso del arte m?s positivo; est? enajenado tambi?n del mismo p?blico al que se dirige. Por cercanos y familiares que fuesen el templo o la catedral para la gente que viv?a alrededor de ellos, permanec?an en aterrador y elevador contraste con la vida diaria del esclavo, del campesino y el artesano ?y quiz? incluso con la de sus se?ores.
Ritualizado o no, el arte contiene la racionalidad de la negaci?n. En sus posiciones m?s avanzadas es el Gran Rechazo; la protesta contra aquello que es. Los modos en que el hombre y las cosas se hacen aparecer, cantar, sonar y hablar, son modos de refutar, rompiendo y recreando su existencia de hecho. Pero estos modos de negaci?n pagan tributo a la sociedad antagonista a la que est?n ligados. Separados de la esfera del trabajo donde la sociedad se reproduce a s? misma y a su miseria, el mundo del arte que crean permanece, con toda su verdad, como un privilegio y una ilusi?n.
En esta forma se contin?a, a pesar de toda la democratizaci?n y la popularizaci?n, a trav?s del siglo XIX y dentro del XX. La ?alta cultura? en la que esta alienaci?n se celebra tiene sus propios ritos y su propio estilo.
El sal?n, el concierto, la ?pera, el teatro est?n dise?ados para crear e invocar otra dimensi?n de la realidad. Asistir a ellos es como hacerlo a una fiesta; cortan y trascienden la experiencia cotidiana.
Ahora esta ruptura esencial entre las artes y el orden del d?a, que permanec?a abierta en la alienaci?n art?stica, est? siendo progresivamente cerrada por la sociedad tecnol?gica avanzada. Y al cerrarse, el Gran Rechazo es rechazado a su vez; la ?otra dimensi?n? es absorbida por el estado de cosas dominante. Las obras de la alienaci?n son incorporadas dentro de esta sociedad y circulan como u?a y carne del equipo que adorna y psicoanaliza el estado de cosas dominante. As? se hacen comerciales: venden, confortan o excitan.
Los cr?ticos neoconservadores o los cr?ticos de izquierda de la cultura de masas ridiculizan la protesta contra la utilizaci?n de Bach como m?sica de fondo en la cocina, contra la venta de Plat?n y Hegel, Shelley y Baudelaire, Marx y Freud en los supermercados. Al contrario, insisten en que se reconozca el hecho de que los cl?sicos han dejado el mausoleo y han regresado a la vida, de que la gente es mucho m?s educada. Es verdad, pero volviendo a la vida como cl?sicos, vuelven a la vida distintos a s? mismos; han sido privados de su fuerza antagonista, de la separaci?n que era la dimensi?n misma de su verdad. As?, la intenci?n y la funci?n de esas obras ha sido fundamentalmente cambiada. Si una vez se levantaron en contradicci?n con el statu quo, esta contradicci?n es anulada ahora.
Pero tal asimilaci?n es hist?ricamente prematura; establece una igualdad cultural al tiempo que preserva la dominaci?n. La sociedad est? eliminando las prerrogativas y los privilegios de la cultura feudal aristocr?tica junto con su contenido. El hecho de que las verdades trascendentes de las bellas artes, la est?tica de la vida y el pensamiento fueran accesibles s?lo a unos cuantos ricos y educados era la culpa de una sociedad represiva. Pero esta culpa no se corrige mediante libros de bolsillo, educaci?n general, discos de larga duraci?n y la abolici?n de la etiqueta en el teatro y la sala de conciertos. Los privilegios culturales expresaban la injusticia de la libertad, la contradicci?n entre ideolog?a y realidad, la separaci?n de la productividad intelectual de la material; pero tambi?n prove?an un ?mbito protegido en el que las verdades prohibidas pod?an sobrevivir en una integridad abstracta, separadas de la sociedad que la suprim?a.
Ahora esta separaci?n ha sido suprimida, y con ella se ha suprimido tambi?n la trasgresi?n y la acusaci?n. El texto y el tono est?n todav?a ah?, pero se ha conquistado la distancia que los hizo Luft von anderen Planeten, aire otros planetas. La alienaci?n art?stica ha llegado a ser tan funcional como la arquitectura de los nuevos teatros y salas de conciertos en los que se la representa. Tambi?n en este aspecto lo racional y el mal son inseparables. Sin duda la nueva arquitectura es mejor, y por tanto m?s bella y m?s pr?ctica que las monstruosidades de la era victoriana. Pero tambi?n est? m?s ?integrada?: el centro cultural est? llegando a ser una parte incorporada al centro de compras, al centro municipal o al centro de gobierno. La dominaci?n tiene su propia est?tica y la dominaci?n democr?tica tiene su est?tica democr?tica. Es bueno que casi todo el mundo pueda tener ahora las bellas artes al alcance de la mano apretando tan s?lo un bot?n en su aparato o entrando en un supermercado. En esta difusi?n, sin embargo, las bellas artes se convierten en engranajes de una m?quina cultural que reforma su contenido.
La alienaci?n art?stica sucumbe, junto con otras formas de negaci?n, al proceso de la racionalidad t?cnica. El cambio revela su profundidad, el grado de su irreversibilidad, si es visto como un resultado del progreso t?cnico. La etapa actual redefine las posibilidades del hombre y la naturaleza de acuerdo con los nuevos medios disponibles para su realizaci?n y, a su luz, las im?genes pretecnol?gicas est?n perdiendo su poder.
Su valor de verdad depend?a en un alto grado de una inabarcada e inconquistada dimensi?n del hombre y la naturaleza, en los estrechos l?mites situados en la organizaci?n y la manipulaci?n, del ?n?cleo insoluble? que resist?a a la integraci?n. En la sociedad industrial totalmente desarrollada, este n?cleo insoluble es anulado progresivamente por la racionalidad tecnol?gica. Obviamente, la transformaci?n f?sica del mundo implica la transformaci?n mental de sus s?mbolos, im?genes e ideas. Obviamente, cuando las ciudades, las autopistas y los parques nacionales reemplazan a pueblos, valles y bosques; cuando las lanchas de motor corren sobre los lagos y los aviones cortan el cielo, estas ?reas pierden su car?cter como una realidad cualitativamente diferente, como ?reas de contradicci?n.
Y puesto que la contradicci?n es la obra del Logos ? confrontaci?n racional de ? aquello que no es? con o aquello que es?? debe haber un medio de comunicaci?n. La lucha por hallar este medio, o m?s bien dicho la lucha contra su absorci?n en la unidimensionalidad predominante, se muestra en los esfuerzos de la vanguardia por crear un distanciamiento que har?a la verdad art?stica comunicable otra vez.
Bertold Brecht ha bosquejado los fundamentos te?ricos de esos esfuerzos. El car?cter total de la sociedad establecida enfrenta al dramaturgo con la pregunta sobre si todav?a es posible ?representar el mundo contempor?neo en el teatro?; esto es, representarlo de tal manera que el espectador reconozca la verdad que la obra debe trasmitir. Brecht responde que el mundo contempor?neo puede ser as? representado s?lo si se le representa como sujeto al cambio: como el estado de negatividad que debe ser negado. ?sta es una doctrina que tiene que ser aprendida, comprendida y puesta en pr?ctica; pero el teatro es y debe ser entretenimiento, placer. Sin embargo, el entretenimiento y el aprendizaje no se oponen; el entretenimiento puede ser el modo m?s efectivo de aprender. Para ense?ar lo que realmente es el mundo contempor?neo detr?s del velo ideol?gico y material y c?mo puede cambiarse, el teatro debe romper la identificaci?n del espectador con los sucesos que ocurren en escena. Se necesita en vez de ?nfasis y sentimiento, distancia y reflexi?n. El ?efecto de distancia-miento? (Verfremdungseffekt) debe producir esta disociaci?n dentro de la que el mundo puede ser reconocido como lo que es. ?Las cosas de la vida cotidiana son sacadas del campo de la evidencia inmediata…? ?Lo que es “natural” debe asumir los aspectos de lo extraordinario. S?lo de este modo pueden revelarse las leyes de causa y efecto.?55
El ?efecto de distanciamiento? no es superimpuesto a la literatura, m?s bien es la respuesta de la literatura a la amenaza del behaviorismo total; el intento de rescatar la racionalidad a partir de lo negativo. En este intento, los grandes ?conservadores? de la literatura unen sus fuerzas con los radicales activistas. Paul Val?ry insiste en el inevitable compromiso del lenguaje po?tico con la negaci?n. Los versos de este lenguaje ?no hablan nunca sino de cosas ausentes?. Hablan de aquello que, aunque ausente, persigue al universo establecido del discurso y la conducta como su m?s prohibida posibilidad: no el cielo ni el infierno, no el bien ni el mal, sino, simplemente, ?le bonheur?. As? el lenguaje po?tico habla de aquello que es de este mundo, que es visible, tangible, audible en el hombre y la naturaleza, y de aquello que no es visto, no es tocado, no es escuchado.
Creado y puesto en movimiento en un medio que presenta lo ausente, el lenguaje po?tico es un lenguaje de conocimiento; pero de un conocimiento que subvierte lo positivo. En su funci?n cognoscitiva, la poes?a realiza la gran tarea del pensamiento:
el trabajo que hace vivir en nosotros aquello que no existe.
Nombrar las ?cosas que est?n ausentes? es romper el encanto de las cosas que son; es m?s, es la introducci?n de un orden diferente de cosas en el establecido: ?el comienzo de un mundo?.
Para la expresi?n de este otro orden, que es trascendencia dentro del ?nico mundo, el lenguaje po?tico depende de los elementos trascendentes en el lenguaje com?n. Sin embargo la movilizaci?n total de todos los medios para la defensa de la realidad establecida ha coordinado los medios de expresi?n hasta un punto en el que la comunicaci?n de contenidos trascendentes se hace t?cnicamente imposible. El espectro que ha perseguido a la conciencia art?stica desde Mallarm? ?la imposibilidad de hablar un lenguaje no reificado, de comunicar lo negativo?, ha dejado de ser un espectro. Se ha materializado.
Las verdaderas obras literarias de vanguardia comunican la ruptura con la comunicaci?n. Con Rimbaud, y m?s tarde el dada?smo y el surrealismo, la literatura rechaza las mismas estructuras del discurso que, a trav?s de la historia de la cultura, han ligado el lenguaje art?stico y el com?n. El sistema proposicional (con la oraci?n como su unidad de sentido) era el medio en el que las dos dimensiones de la realidad pod?an encontrarse, comunicar y ser comunicadas. La poes?a m?s sublime y la prosa m?s baja compart?an este medio de expresi?n. Entonces, la poes?a moderna ?destruy? las relaciones del lenguaje y redujo el discurso nuevamente a la sucesi?n de palabras?.
La palabra rechaza el orden unificador y sensible de la oraci?n. Hace estallar la estructura preestablecida de significado y, convirti?ndose en un ?objeto absoluto? en s? mismo, designa un universo intolerable que se autodestruye: una discontinuidad. Esta subversi?n de la estructura ling??stica implica una subversi?n de la experiencia de la naturaleza:
La naturaleza deviene una discontinuidad de objetos solitarios y terribles, porque s?lo tienen enlaces virtuales; nadie elige para ellos un sentido privilegiado, un empleo o un servicio, nadie los reduce a la significaci?n de un comportamiento mental o de una intenci?n, o lo que es lo mismo, finalmente, de una ternura… Esas palabras-objetos sin uni?n armadas con toda la violencia de su estallido… esas palabras po?ticas excluyen al hombre; no hay un humanismo po?tico de la modernidad. El discurso es un discurso lleno de terror, lo que significa que relaciona al hombre no con los otros hombres, sino con las im?genes m?s inhumanas de la naturaleza: el cielo, el infierno, lo sagrado, la infancia, la locura, la materia pura, etc.
Los elementos tradicionales del arte (im?genes, armon?as, colores) reaparecen s?lo como ?citas?, residuos de un sentido del pasado en un contexto de negaci?n. As?, las pinturas surrealistas
…son el compendio de lo que el funcionalismo cubre con un tab? porque le recuerda su propio ser c?sico que no es capaz de dominar; que su racionalidad sigue siendo irracional. El surrealismo colecciona lo que el funcionalismo le niega al hombre; las deformaciones demuestran lo que la prohibici?n hizo al objeto del deseo. As? el surrealismo rescata lo arcaico: un ?lbum de idiosincrasias donde se disipa la pretensi?n de felicidad, que los hombres encuentran negada en su propio mundo tecnificado.
La obra de Bertold Brecht conserva la ?promesse de bonheur? contenida en el romance y el Kitsch (claro de luna y mar azul; canciones y dulce hogar; lealtad y amor) convirti?ndola en fermento pol?tico. Sus personajes cantan para?sos perdidos e inolvidables esperanzas (?Siehst du den Mond ?ber Soho, Geliebter?? ?Jedoch eines Tages, und der Tag war blau.? ?Zuerst war es immer Sonntag.? ?Und ein Schiff mit acht Segeln.? ?Alter Bilbao Mond, Da wo noch Liebe lohnt?) . Y las canciones resultan llenas de crueldad y dolor, explotaci?n, enga?o y mentira. Los enga?ados cantan su decepci?n, pero aprenden (o han aprendido) sus causas, y s?lo aprendiendo estas causas (y c?mo enfrentarse a ellas) recuperan la verdad de sus sue?os.
Los esfuerzos por recuperar el Gran Rechazo en el lenguaje literario sufren el destino de ser absorbidos por lo que niegan. Como cl?sicos modernos, la vanguardia y los beatniks comparten la funci?n de entretener sin poner en peligro la buena conciencia de los hombres de buena voluntad. Esta absorci?n se justifica por el progreso t?cnico; el rechazo es a su vez rechazado por el alivio de la miseria en la sociedad industrial avanzada. La liquidaci?n de la alta cultura es un subproducto de la conquista de la naturaleza y de la progresiva conquista de la necesidad.
Invalidando las loadas im?genes de la trascendencia, incorpor?ndolas a su omnipresente realidad diaria, esta sociedad demuestra hasta qu? punto los conflictos insolubles se est?n haciendo manejables: la tragedia y el romance, los sue?os arquet?picos y las ansiedades se est?n haciendo susceptibles de soluciones y disoluciones t?cnicas. El psiquiatra se ocupa de los donjuanes, Romeos, Hamlets, Faustos, conforme se ocupa de los Edipos: los cura. Los dirigentes del mundo est?n perdiendo sus caracter?sticas metaf?sicas. Su aparici?n en la televisi?n, en conferencias de prensa, en el parlamento y en discusiones p?blicas dif?cilmente se adapta al drama m?s all? de los l?mites de la publicidad, y en cambio las consecuencias de sus acciones sobrepasan la dimensi?n del drama.
Las prescripciones para la inhumanidad y la injusticia est?n siendo administradas por una burocracia racionalmente organizada, que es, sin embargo, invisible en su centro vital. El alma contiene pocos secretos y aspiraciones que no puedan ser discutidos, analizados y encuestados. La soledad, que es la condici?n esencial que sosten?a al individuo contra y m?s all? de la sociedad, se ha hecho t?cnicamente imposible. El an?lisis l?gico y ling??stico demuestra que los antiguos problemas metaf?sicos son problemas ilusorios; la b?squeda del ?sentido? de las cosas puede ser reformulada como la b?squeda del sentido de las palabras, y el universo establecido del discurso y la conducta puede proporcionar criterios perfectamente adecuados para la respuesta.
Es un universo racional que, por el mero peso y las capacidades de su aparato, cierra todo escape. En su relaci?n con la realidad de la vida cotidiana, la alta cultura del pasado era muchas cosas: oposici?n y adorno, protesta y resignaci?n. Pero era tambi?n la aparici?n del reino de la libertad: la negativa a participar. Tal negativa no puede impedirse sin una compensaci?n que parece m?s satisfactoria que la negativa. La conquista y unificaci?n de los opuestos, que encuentra su gloria ideol?gica en la transformaci?n de la alta cultura en popular, tiene lugar sobre una base material de satisf?cci?n creciente. ?sta es tambi?n la base que permite una total desublimaci?n.
La alienaci?n art?stica es sublimaci?n. Crea las im?genes de condiciones que son irreconciliables con el ?principio de realidad? establecido pero que, como im?genes culturales, llegan a ser tolerables, incluso edificantes y ?tiles. Ahora estas im?genes son invalidadas. Su incorporaci?n a la cocina, la oficina, la tienda; su liberaci?n comercial como negocio y diversi?n es, en un sentido, desublimaci?n: reemplaza la gratificaci?n mediatizada por la inmediata. Pero es una desublimaci?n practicada desde una ?posici?n de fuerza? por parte de la sociedad, que puede permitirse conceder m?s que antes porque sus intereses han llegado a ser los impulsos m?s interiorizados de sus ciudadanos y porque los placeres que concede promueven la cohesi?n social y la satisfacci?n.
El ?principio de placer? absorbe el ?principio de realidad?, la sexualidad es liberada (o, m?s bien liberalizada) dentro de formas sociales constructivas. Esta noci?n implica que hay modos represivos de desublimaci?n, junto a los cuales los impulsos y objetivos sublimados contienen m?s desviaci?n, m?s libertad y m?s negaci?n para conservar los tab?es sociales. Parece que tal desublimaci?n represiva es operativa en la esfera sexual, y en ella, como en la desublimaci?n de la alta cultura, opera como un subproducto de los controles sociales de la realidad tecnol?gica, que extiende la libertad al tiempo que intensifica la dominaci?n. El nexo entre la desublimaci?n y la sociedad tecnol?gica puede comprenderse mejor analizando el cambio en el uso social de la energ?a instintiva.
En esta sociedad, no todo el tiempo empleado en y con las m?quinas es tiempo de trabajo (es decir, esfuerzo desagradable pero necesario) y no toda la energ?a ahorrada por la m?quina es fuerza de trabajo. La mecanizaci?n tambi?n ha ?ahorrado? libido, la energ?a de los ?instintos de la vida?, esto es, la ha sacado de sus formasanteriores de realizaci?n. ?ste es el centro de la verdad en el rom?ntico contraste entre el viajero moderno y el poeta errante o el artesano, entre la l?nea de montaje y la artesan?a, entre la villa y la ciudad, el pan de f?brica y el horneado en casa, el barco de vela y el fuerabordo, etc. Es cierto que este rom?ntico mundo anterior a la t?cnica estaba lleno de miseria, esfuerzo y suciedad y ?stos, a su vez, eran el fondo de todo el placer y el gozo. Sin embargo, hab?a un ?paisaje?, un medio de experiencia libidinal que ya no existe.
Con su desaparici?n (un prerrequisito hist?rico del progreso en s? misma), ha sido deserotizada toda una dimensi?n de la actividad y la pasividad humana. El ambiente del que el individuo pod?a obtener placer ?que pod?a percibir como gratificante casi como una extensi?n de su cuerpo? ha sido r?gidamente reducido. Como consecuencia, el ?universo? de catexia libidinal se reduce del mismo modo. El resultado es una localizaci?n y contracci?n de la libido, la reducci?n de lo er?tico a la experiencia y la satisfacci?n sexual.
Por ejemplo, comp?rese hacer el amor en una pradera y en un autom?vil, en un camino para enamorados fuera de las murallas del pueblo y en una calle de Manhattan. En los primeros casos, el ambiente participa e invita a la catexia libidinal y tiende a ser erotizado. La libido trasciende las zonas erotog?nicas inmediatas: se crea un proceso de sublimaci?n no represiva. En contraste, un ambiente mecanizado parece impedir tal autotrascendencia de la libido. Obligada en la lucha por extender el campo de gratificaci?n er?tico, la libido se hace menos ?polimorfa?, menos capaz de un erotismo que vaya m?s all? de la sexualidad localizada, y la ?ltima se intensifica.
As?, disminuyendo lo er?tico e intensificando la energ?a sexual, la realidad tecnol?gica limita el campo de la sublimaci?n. Tambi?n reduce la necesidad de sublimaci?n. En el aparato mental, la tensi?n entre aquello que se desea y aquello que se permite parece considerablemente m?s baja, y el principio de realidad no parece necesitar ya una total y dolorosa transformaci?n de las necesidades instintivas. El individuo debe adaptarse a un mundo que no parece exigir la negaci?n de sus necesidades m?s ?ntimas; un mundo que no es esencialmente hostil.
De este modo, el organismo es precondicionado por la aceptaci?n espont?nea de lo que se le ofrece. En tanto que la mayor libertad envuelve una contracci?n antes que una extensi?n y un desarrollo de las necesidades instintivas, trabajo por antes que contra el statu quo de represi?n general; se podr?a hablar de ?desublimaci?n institucionalizada?. Esta ?ltima parece ser un elemento vital en la configuraci?n de la personalidad autoritaria de nuestro tiempo.
Se ha dicho a menudo que la civilizaci?n industrial avanzada opera con un mayor grado de libertad sexual; ?opera? en el sentido que ?sta llega a ser un valor de mercado y un elemento de las costumbres sociales. Sin dejar de ser un instrumento de trabajo, se le permite al cuerpo exhibir sus caracteres sexuales en el mundo de todos los d?asy en las relaciones de trabajo. ?ste es uno de los logros ?nicos de la sociedad industrial, hecho posible por la reducci?n del trabajo f?sico, sucio y pesado; por la disponibilidad de ropa barata y atractiva, la cultura f?sica y la higiene; por las exigencias de la industria de la publicidad, etc. Las atractivas secretarias y vendedoras, el ejecutivo joven y el encargado de ventas guapo y viril, son mercanc?as con un alto valor de mercado, y la posesi?n de amantes adecuadas ?que fuera una vez la prerrogativa de reyes, pr?ncipes y se?ores? facilita la carrera de incluso los empleados m?s bajos en la comunidad de los negocios.
El funcionalismo, que se pretende art?stico, promueve esta tendencia. Las tiendas y oficinas se abren a trav?s de amplios ventanales y exponen a su personal; en el interior, los mostradores altos y las divisiones opacas est?n cayendo en desuso. La destrucci?n de la vida privada en las masivas casas de apartamentos y los hogares suburbanos rompe la barrera que antiguamente separaba al individuo de la existencia p?blica y expone m?s f?cilmente las atractivas cualidades de otras esposas y otros maridos.
Esta socializaci?n no contradice sino complementa la deserotizaci?n del ambiente. El sexo se integra al trabajo y las relaciones p?blicas y de este modo se hace m?s susceptible a la satisfacci?n (controlada). El progreso t?cnico de una vida m?s c?moda permite la sistem?tica inclusi?n de los componentes libidinales en el campo del inter?s de producci?n y el intercambio. Pero no importa cu?n controlada pueda estar la movilizaci?n de la energ?a instintiva (que algunas veces llega a un manejo cient?fico de la libido), no importa en qu? grado pueda servir como una defensa del statu quo, tambi?n es gratificante para los individuos manejados, del mismo modo que navegar en una lancha de motor, empujar la segadora de yerba y correr en un autom?vil es divertido.
Esta movilizaci?n y administraci?n de la libido puede contar para justificar la voluntaria complacencia, la ausencia del terror, la armon?a preestablecida entre las necesidades individuales y los deseos, metas y aspiraciones requeridos socialmente. La conquista tecnol?gica y pol?tica de los factores trascendentes en la existencia humana, tan caracter?stica de la civilizaci?n industrial avanzada, se afirma en la esfera instintiva, como satisfacci?n lograda de un modo que genera sumisi?n y debilita la racionalidad de la protesta.
El grado de satisfacci?n socialmente permisible y deseable se ampl?a grandemente, pero mediante esta satisfacci?n el principio de placer es reducido al priv?rsele de las exigencias que son irreconciliables con la sociedad establecida. El placer, adaptado de este modo, genera sumisi?n.
En contraste con los placeres de la desublimaci?n adaptada, la sublimaci?n preserva la conciencia de la renuncia que la sociedad represiva impone al individuo y por tanto preserva la necesidad de liberaci?n. Desde luego, toda sublimaci?n es impuesta por el poder de la sociedad, pero la conciencia desgraciada de este poder traspasa ya la alienaci?n. Y toda sublimaci?n acepta la barrera social contra la gratificaci?n instintiva, pero tambi?n supera esta barrera.
Al censurar el inconsciente e implantar la consciencia, el superego tambi?n censura al censor, porque la conciencia desarrollada registra el acto malo prohibido no s?lo en el individuo sino tambi?n en su sociedad. Al contrario, la p?rdida de consciencia debido a las libertades satisfactorias permitidas por una sociedad sin libertad, hace posible una conciencia feliz que facilita la aceptaci?n de los errores de esta sociedad. Es el signo de la autonom?a y la comprensi?n declinantes. La sublimaci?n exige un alto grado de autonom?a y comprensi?n; es una mediaci?n entre el consciente y el inconsciente, entre los procesos primarios Y los secundarios, entre el intelecto y los instintos, la renuncia y la rebeli?n. En sus formas m?s logradas, como por ejemplo la obra art?stica, la sublimaci?n llega a ser el poder cognoscitivo que derrota la supresi?n inclin?ndose ante ella.
A la luz de la funci?n cognoscitiva de este modo de sublimaci?n, la desublimaci?n triunfante en la sociedad industrial avanzada revela su verdadera funci?n conformista. Esta liberaci?n de la sexualidad (y de la agresividad) libera a los impulsos instintivos de buena parte de la infelicidad y el descontento que denuncian el poder represivo del universo establecido de la satisfacci?n. Desde luego, hay una infelicidad general, y la conciencia feliz es bastante d?bil: una delgada superficie que apenas cubre el temor, la frustraci?n y el disgusto. Esta infelicidad se presta f?cilmente a la movilizaci?n pol?tica; sin espacio para el desarrollo consciente, puede llegar a ser la reserva instintiva de una nueva manera fascista de vida y muerte. Pero hay muchas formas en las que la infelicidad bajo la conciencia feliz puede volverse una fuente de fuerza y cohesi?n para el orden social. Los conflictos del individuo desgraciado parecen ahora mucho m?s f?ciles de curar que aquellos que provocaron el ?malestar de la civilizaci?n? de Freud, y parecen estar definidos mucho m?s adecuadamente en t?rminos de la ?personalidad neur?tica de nuestro tiempo? que en los de la eterna lucha entre Eros y Tanatos.
La forma en la que la desublimaci?n controlada puede debilitar la rebeld?a instintiva contra ?el principio de realidad? establecido puede apreciarse mediante el contraste entre la representaci?n de la sexualidad en la literatura cl?sica y rom?ntica y en nuestra literatura contempor?nea. Si uno selecciona de entre las obras que est?n, en su misma sustancia y forma interior, determinadas por la relaci?n er?tica, ejemplos tan esencialmente diferentes como Fedra, de Racine, Las afinidades electivas, de Goethe, Las flores del mal, de Baudelaire, Ana Karenina de Tolstoi, la sexualidad aparece consistentemente en una forma altamente sublimada, ?mediatizada? y reflexiva; pero dentro de esta forma es absoluta, sin ning?n compromiso, incondicional. La dominaci?n de Eros es, desde el principio, tambi?n la de Tanatos. La realizaci?n es destrucci?n, no en un sentido moral o sociol?gico, sino ontol?gico. Est? m?s all? del bien y del mal, m?s all? de la moral social y as? permanece m?s all? del alcance del principio de realidad establecido, que este Eros niega y ataca.
En contraste, la sexualidad desublimada es clara en los alcoh?licos de O’Neill y los salvajes de Faulkner, en el Tranv?a llamado Deseo y La gata sobre el tejado de zinc, en Lolita, en todos los cuentos de org?as en Hollywood y en Nueva York, en las aventuras de las amas de casa de los nuevos suburbios. Todo esto es infinitamente m?s realista, osado, desinhibido. Es u?a y carne de la sociedad en la que los hechos ocurren, pero no es su negaci?n en ning?n lado. Lo que ocurre es sin duda salvaje y obsceno, viril y atrevido, bastante inmoral y, precisamente por eso, perfectamente inofensivo.
Liberada de la forma sublimada que es el signo esencial de sus sue?os irreconciliables ?una forma que es el estilo, el lenguaje en que la historia es contada?, la sexualidad se convierte en un veh?culo de los best-sellers de la opresi?n. No se puede decir de ninguna de las mujeres sexuales de la literatura contempor?nea lo que Balzac dijo de la prostituta Esther: que la suya era una ternura que florec?a s?lo en el infinito. Esta sociedad convierte todo lo que toca en una fuente potencial de progreso y explotaci?n, de cansancio y satisfacci?n, de libertad y opresi?n. La sexualidad no es una excepci?n.
El concepto de desublimaci?n controlada implica la imposibilidad de una liberaci?n simult?nea de la sexualidad reprimida y de la agresividad, posibilidad que parece incompatible con la noci?n de Freud de la cantidad fija de energ?a instintiva disponible para la distribuci?n entre los dos impulsos primarios. De acuerdo con Freud, el fortalecimiento de la sexualidad (libido) implicar?a necesariamente un debilitamiento de la agresividad, y viceversa. Sin embargo, si la liberaci?n de la libido, socialmente permitida y favorecida, va a ser la de una sexualidad parcial y localizada, ser? equivalente a una compresi?n del hecho de la energ?a er?tica, y esta desublimaci?n ser? compatible con el crecimiento de formas de agresividad tanto no sublimadas como sublimadas; una agresividad que crece desenfrenada en la sociedad industrial contempor?nea.
?Ha alcanzado un grado de normalizaci?n en que los individuos se est?n acostumbrando al riesgo de su propia disoluci?n y desintegraci?n en el curso de una prevenci?n nacional normal? O, ?esta aceptaci?n se debe por completo a su imposibilidad de hacer algo contra ella? En cualquier forma, el riesgo de una posible destrucci?n realizada por el hombre ha llegado a ser un elemento normal, tanto en el patrimonio mental como en el material de la gente, de forma que ya no sirve para atacar o negar el sistema social establecido. M?s a?n, como parte de su vida diaria puede incluso ligarlos a este sistema. La conexi?n econ?mica y pol?tica entre el enemigo absoluto y el alto nivel de vida (?y el nivel deseado de empleo!) es suficientemente transparente, pero tambi?n suficientemente racional para ser aceptada.
Asumiendo que el instinto de destrucci?n (en ?ltimo t?rmino: el instinto de la muerte) es un amplio componente de la energ?a que alimenta la conquista t?cnica del hombre y la naturaleza, parece que la creciente capacidad de la sociedad para manipular el progreso t?cnico tambi?n aumenta su capacidad para manipular y controlar este instinto, por tanto, para satisfacerlo ?productivamente?. Entonces la cohesi?n social ser? fortalecida en sus m?s profundas ra?ces instintivas. El riesgo supremo, e incluso el hecho de la guerra, ser? afrontado no s?lo con una resignada aceptaci?n, sino tambi?n con una aprobaci?n instintiva por parte de las v?ctimas. En este aspecto, tambi?n tendremos una desublimaci?n controlada.
La desublimaci?n institucionalizada parece ser as? un aspecto de la ?conquista de la trascendencia? lograda por la sociedad unidimensional. Del mismo modo que esta sociedad tiende a reducir e incluso a absorber la oposici?n (?la diferencia cualitativa!) en el campo de la pol?tica y de la alta cultura, lo hace en la esfera instintiva. El resultado es una atrofia de los ?rganos mentales adecuados para comprender las contradicciones y las alternativas y, en la ?nica dimensi?n permanente de la racionalidad tecnol?gica, la conciencia feliz llega a prevalecer.
Esta refleja la creencia de que lo real es racional y de que el sistema establecido, a pesar de todo, proporciona los bienes. La gente es conducida a encontrar en el aparato productivo el agente efectivo del pensamiento y la acci?n a los que sus pensamientos y acciones personales pueden y deben ser sometidos. Y en esta transferencia el aparato asume tambi?n el papel de un agente moral. La conciencia es absuelta por la reificaci?n, por la necesidad general de las cosas.
En esta necesidad general, no hay lugar para la culpa. Un hombre puede dar la se?al que liquide a cientos y miles de personas y luego declararse a s? mismo libre de todo cargo de conciencia y vivir felizmente despu?s. Los poderes antifascistas que derrotaron al fascismo en el campo de batalla gozan de los beneficios de los cient?ficos, los generales y los ingenieros nazis; tienen la ventaja hist?rica de los que han llegado despu?s. Lo que empieza como el horror de los campos de concentraci?n se convierte en la pr?ctica de gente enfrenada para vivir en condiciones anormales: una existencia humana subterr?nea y el consumo diario de alimentos radiactivos. Un sacerdote cristiano declara que no es contrario a los principios cristianos evitar por todos los medios posibles que tu vecino entre a tu refugio contra bombas. Otro sacerdote cristiano contradice a su colega y dice que s? lo es. ?Qui?n tiene raz?n? De nuevo la neutralidad de la racionalidad tecnol?gica se muestra por encima de la pol?tica y otra vez se muestra como espuria, porque, en ambos casos, sirve a la pol?tica de dominaci?n,
El mundo de los campos de concentraci?n… no era una sociedad excepcionalmente monstruosa. Lo que vimos all? era la imagen, y en cierto sentido la quintaesencia, de la sociedad infernal en la que nos sumergimos cada d?a.
Parece ser que incluso las m?s horribles trasgresiones pueden ser reprimidas de tal manera que, para todo prop?sito pr?ctico, han dejado de ser un peligro para la sociedad. O, si su erupci?n conduce a perturbaciones funcionales en el individuo (como en el caso del piloto de Hiroshima) no perturba el funcionamiento de la sociedad. Una cl?nica para enfermos mentales se encarga de la perturbaci?n.
La Conciencia Feliz no tiene l?mites: organiza juegos con la muerte y la desfiguraci?n en los que la diversi?n, el trabajo de equipo, la importancia estrat?gica se mezclan para alcanzar la armon?a social. La Rand Corporation, que conjuga estudios acad?micos, investigaciones, lo militar, el clima y la buena vida, informa sobre estos juegos en un estilo de absolvente exactitud, en sus ?RANDom News?, volumen 9, n?mero 1, bajo el encabezamiento de M?S VALE A SALVO QUE ARREPENTIDO. Los cohetes est?n listos, la bomba de hidr?geno espera, los vuelos espaciales avanzan y el problema es ?c?mo proteger a la naci?n y al mundo libre?. A todo esto, los estrategas militares est?n preocupados, porque ?el coste de aceptar riesgos, de experimentar y cometer un error, puede ser terriblemente alto?. Pero en ese momento interviene la Rand; la Rand remedia todo e ?invenciones como la SEGURIDAD RAND entran en escena?. La escena dentro de la cual entran es inclasificable. Es una escena en la que ?el mundo se convierte en un mapa, los proyectiles son meramente s?mbolos (?viva el poder tranquilizador del simbolismo!) y las guerras son s?lo (s?lo) planes y c?lculos escritos en un papel…? Dentro de este cuadro, la Rand ha transformado el mundo en un interesante juego t?cnico y uno puede tomarlo con calma: los ?estrategas militares pueden obtener una valiosa experiencia “sint?tica” sin ning?n riesgo?.
JUGANDO EL JUEGO
Para comprender el juego uno debe participar, porque la comprensi?n est? ?en la experiencia?.
Debido a que los jugadores SEGUROS provienen de casi todos los departamentos de Rand tanto como de la Fuerza A?rea, podemos encontrar un f?sico, un ingeniero y un economista en el equipo Azul. El equipo Rojo incluir? un n?mero igualmente variado de participantes.
El primer d?a se emplea en un estudio com?n de en qu? consiste el juego y cu?les son las reglas. Cuando los equipos est?n ya sentados alrededor de los mapas en sus cuartos respectivos, el juego empieza. Cada equipo recibe su declaraci?n pol?tica del Director de Juego. Estas declaraciones, generalmente preparadas por un miembro del Grupo de Control, dan una idea de la situaci?n mundial en el momento del juego, alguna informaci?n sobre la pol?tica del equipo contrario, de los objetivos que debe encontrar el equipo y de su presupuesto. (Las pol?ticas cambian con cada juego para explorar un amplio campo de posibilidades estrat?gicas.)
En nuestro hipot?tico juego, el objetivo Azul es mantener una capacidad de disuasi?n a lo largo de juego; o sea, mantener una fuerza capaz de devolver los golpes a los Rojos para que los Rojos no deseen arriesgarse con un ataque. (El equipo Azul tambi?n recibe alguna informaci?n sobre la pol?tica de los Rojos.)
La pol?tica Roja consiste en lograr una superioridad de fuerza sobre los Azules. Los presupuestos de Azules y Rojos son semejantes a los presupuestos actuales de defensa…
Es alentador saber que el juego ha sido jugado desde 1961 en RAND, ?abajo, en nuestro s?tano laber?ntico, en alg?n lugar bajo la cafeter?a? y que ?listas en las paredes de los cuartos de Rojos y Azules registran las armas disponibles y los materiales que compran los equipos… Cerca de setenta art?culos en total?. Hay un ?Director de Juego? que interpreta las reglas, porque aunque ?el libro de reglas completado con diagramas e ilustraciones tiene sesenta y seis p?ginas?, durante el juego se presentan problemas inevitablemente. El Director de Juego tambi?n tiene otra importante funci?n: ?sin advertir previamente a los jugadores?, ?puede introducir la guerra para tener una medida de la efectividad de las fuerzas militares en juego. Pero entonces, el tablero anuncia: ?Caf?, Pasteles e Ideas.? ?Calma! El ?juego contin?a durante los per?odos restantes, hasta 1972 en que termina. Entonces los equipos Rojo y Azul entierran los proyectiles y se sientan juntos para tomar caf? y pasteles en la sesi?n post mortem. Pero no descansen demasiado: hay ?una situaci?n mundial real que no puede trasponerse efectivamente a SEGURIDAD?, y ?sta es: ?la negociaci?n?. Se lo agradecemos: la ?nica esperanza que queda en la situaci?n del mundo real est? m?s all? de los alcances de Rand.
Por supuesto, en el campo de la Conciencia Feliz, el sentido de culpa no tiene lugar y el c?lculo se encarga de la conciencia. Cuando todo est? en la hoguera, no hay otro crimen que el de rechazar la totalidad o no defenderla. El crimen, la culpa y el sentimiento de culpabilidad se convierten en un problema privado. Freud encontr? en la psique del individuo los cr?menes de la humanidad, en la historia del caso individual la historia de la totalidad. Este nexo fatal es suprimido con ?xito. Aquellos que se identifican con la totalidad, que se instalan como l?deres y defensores de la totalidad pueden cometer errores, pero no pueden hacer mal! no son culpables. Pueden llegar a sentirse culpables otra vez cuando esta identificaci?n ya no exista, cuando se hayan ido.
4. EL CIERRE DEL UNIVERSO DEL DISCURSO
En el estado actual de la historia, todo escrito pol?tico s?lo puede confirmar un universo polic?aco, del mismo modo que todo escrito intelectual s?lo puede instituir una paraliteratura, que ya no se atreve a decir su nombre.
ROLAND BARTHES
La conciencia feliz ?o sea, la creencia de que lo real es racional y el sistema social establecido produce los bienes? refleja un nuevo conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnol?gica y se traduce en una forma de conducta social. Esto es nuevo en tanto que es racional hasta un grado sin precedentes. Sostiene a una sociedad que ha reducido ?y en sus zonas m?s avanzadas eliminado? la irracionalidad m?s primitiva de los estadios anteriores, y que prolonga y mejora la vida con mayor regularidad que antes. Todav?a no se llega a la guerra de aniquilaci?n; los campos nazis de exterminio han sido abolidos. La conciencia feliz rechaza toda conexi?n. Es cierto que se ha vuelto a introducir la tortura como un hecho normal; pero esto ocurre en una guerra colonial que tiene lugar al margen del mundo civilizado. Y ah? puede realizarse con absoluta buena conciencia, porque, despu?s de todo, la guerra es la guerra. Y esta guerra tambi?n est? al margen; s?lo azota a los pa?ses ?subdesarrollados?. Por lo dem?s, reina la paz.
El poder sobre el hombre adquirido por esta sociedad se olvida sin cesar gracias a la eficacia y productividad de ?sta. Al asimilar todo lo que toca, al absorber la oposici?n, al jugar con la contradicci?n, demuestra su superioridad cultural. Del mismo modo, la destrucci?n de los recursos naturales y la proliferaci?n del despilfarro es una prueba de su opulencia y de ?los altos niveles de bienestar?. ? ?La comunidad est? demasiado satisfecha para preocuparse!?
El lenguaje de la administraci?n total
Este tipo de bienestar, el de la superestructura productiva que descansa sobre la base desgraciada de la sociedad, impregna a los ?mass-media? que constituyen la mediaci?n entre los amos y sus servidores. Sus agentes de publicidad configuran el mundo de la comunicaci?n en el que la conducta ?unidimensional? se expresa. El lenguaje creado por ellos aboga por la identificaci?n y la unificaci?n, por la promoci?n sistem?tica del pensamiento y la acci?n positiva, por el ataque concertado contra las tradicionales nociones trascendentes. Dentro de las formas dominantes del lenguaje, se advierte el contraste entre las formas de pensamiento ?bidimensionales?, dial?cticas, y la conducta tecnol?gica o los ?h?bitos de pensamiento? sociales.
En la expresi?n t?pica de estos h?bitos de pensamiento, la tensi?n entre apariencia y realidad, entre hecho y factor que lo provoca, entre substancia y atributo tiende a desaparecer. Los conceptos de autonom?a, descubrimiento, demostraci?n y cr?tica dan paso a los de designaci?n, aserci?n e imitaci?n. Elementos m?gicos, autoritarios y rituales cubren el idioma. El lenguaje es despojado de las mediaciones que forman las etapas del proceso de conocimiento y de evaluaci?n cognoscitiva. Los conceptos que encierran los hechos y por tanto los trascienden est?n perdiendo su aut?ntica representaci?n ling??stica. Sin estas mediaciones, el lenguaje tiende a expresar y auspiciar la inmediata identificaci?n entre raz?n y hecho, verdad y verdad establecida, esencia y existencia, la cosa y su funci?n.
Estas identificaciones, que aparecen como un aspecto del operacionalismo, reaparecen como rasgos del discurso en el comportamiento social. En este punto, la funcionalizaci?n del lenguaje contribuye a rechazar los elementos no conformistas de la estructura y movimiento del habla. El vocabulario y la sintaxis se ven igualmente afectados. La sociedad expresa sus exigencias directamente en el material ling??stico, pero no sin oposici?n; el lenguaje popular ataca mediante un humor desafiante y malintencionado al idioma oficial y semioficial. Muy pocas veces el lenguaje popular y coloquial ha sido tan creador. El hombre com?n (o sus portavoces an?nimos) parece afirmar su humanidad frente a los poderes existentes mediante el lenguaje. El rechazo y la rebeli?n, sojuzgados en la esfera pol?tica, estallan a trav?s del vocabulario que llama a las cosas por su nombre .
Sin embargo, los laboratorios de defensa y las oficinas ejecutivas, los gobiernos y las m?quinas, los jefes, los expertos en eficacia y los salones de belleza para pol?ticos (que conciben el maquillaje adecuado para los l?deres), hablan un idioma diferente y, por el momento, parecen tener la ?ltima palabra. ?sta es la palabra que ordena y organiza, que induce a la gente a actuar, comprar y aceptar. Se transmite mediante un estilo que es una verdadera creaci?n ling??stica; con una sintaxis en la que la estructura de la frase es comprimida y condensada de tal modo que no se deja ninguna tensi?n, ning?n ?espacio? entre sus distintas partes. Esta forma ling??stica impide todo desarrollo de sentido. Tratar? de ilustrarla.
El rasgo distintivo del operacionalismo ?para hacer al concepto sin?nimo del campo de operaciones correspondiente?70 reside en la tendencia ling??stica a ?considerar los nombres de las cosas como si fueran indicativos al mismo tiempo de su manera de funcionar, y los nombres de las propiedades y procesos como s?mbolos del aparato empleado para descubrirlos o ?producirlos?. ?ste es el razonamiento tecnol?gico, el cual tiende a ?identificar las cosas y sus funciones?.
Como h?bito del pensamiento ajeno al lenguaje cient?fico y t?cnico, esta forma de razonar configura la expresi?n de un behaviorismo social y pol?tico espec?fico. En este mundo, las palabras y los conceptos tienden a coincidir, o, mejor dicho, el concepto tiende a ser absorbido por la palabra. Aqu?l no tiene otro contenido que el designado por la palabra de acuerdo con el uso com?n y generalizado, y, a su vez, se espera de la palabra que no tenga otra implicaci?n que el comportamiento (reacci?n) com?n y generalizado. As?, la palabra se hace clich? y como clich? gobierna al lenguaje hablado o escrito: la comunicaci?n impide el desarrollo genuino del significado.
Por supuesto, todo idioma contiene innumerables t?rminos cuyo significado no requiere desarrollo; por ejemplo, los t?rminos que designan objetos de uso diario, la naturaleza visible o las necesidades y deseos vitales. Generalmente, estos t?rminos son comprendidos de un modo tal que su simple aparici?n produce una respuesta (ling??stica u operacional) adecuada al contexto pragm?tico en el que se mencionan.
En cambio, la situaci?n es muy diferente respecto a los t?rminos que denotan cosas o sucesos que est?n m?s all? del tipo de contexto que no admite controversia. En este caso, la funcionalizaci?n del idioma expresa una reducci?n del sentido que tiene una connotaci?n pol?tica. Los nombres de las cosas no s?lo son ?indicativos de su forma de funcionar?, sino que su forma (actual) de funcionar tambi?n define y ?cierra? el significado de la cosa, excluyendo otras formas de funcionar. El sustantivo gobierna la oraci?n de una manera autoritaria y totalitaria, y la oraci?n se convierte en una declaraci?n que debe ser aceptada: rechaza la demostraci?n, calificaci?n y negaci?n de su significado codificado y declarado.
En los puntos claves del mundo del lenguaje p?blico, las proposiciones con valor propio, anal?ticas, funcionan como f?rmulas m?gico-rituales. Machacadas y remachacadas en la mente del receptor, producen el efecto de encerrarlo en el c?rculo de las condiciones prescritas por la f?rmula.
Ya me he referido al problema de la hip?tesis que se valida a s? misma como forma proposicional en el mundo del discurso pol?tico. Nombres como ?libertad?, ?igualdad?, ?democracia? y ?paz? implican, anal?ticamente, un grupo espec?fico de atributos que se presentan inevitablemente cuando el nombre se escribe o se menciona. En Occidente, la predicaci?n anal?tica se establece mediante t?rminos como libre empresa, iniciativa, elecciones, individuo; en el Este, en t?rminos como trabajadores, campesinos, construir el comunismo o el socialismo, abolici?n de las clases hostiles. En ambos lados, las trasgresiones del lenguaje m?s all? de la cerrada estructura anal?tica se convierten en incorrecciones o en propaganda, aunque los medios de apoyar la verdad y el grado de castigo sean muy diferentes. En este mundo del lenguaje p?blico, el lenguaje se mueve mediante sin?nimos o tautolog?as; en realidad, nunca avanza hacia la diferencia cualitativa. La estructura anal?tica a?sla al sustantivo principal de todos aquellos significados que podr?an invalidar o por lo menos perturbar?an el uso del sustantivo aceptado en declaraciones pol?ticas o que se refieren a la opini?n p?blica. La caracter?stica del concepto ritualizado es que se hace inmune a la contradicci?n.
As?, el hecho de que la forma prevaleciente de libertad sea la servidumbre, y la forma prevaleciente de igualdad sea una desigualdad superimpuesta, se excluye de la expresi?n mediante la cerrada definici?n de estos conceptos en t?rminos de los poderes que configuran el respectivo universo del discurso. El resultado es la aparici?n del conocido lenguaje orweliano (?paz es guerra? y ?guerra es paz?, etc.), que de ning?n modo corresponde tan s?lo al totalitarismo terrorista. Y este lenguaje no resulta menos orweliano si las contradicciones no se hacen expl?citas en la frase, sino que se encierran en el sustantivo. Orwell predijo hace mucho que la posibilidad de que un partido pol?tico que trabaja para la defensa y el crecimiento del capitalismo fuera llamado ?socialista?, un gobierno desp?tico ?democr?tico? y una elecci?n dirigida ?libre?, llegar?a a ser una forma ling??stica ?y pol?tica? familiar.
En cambio, es relativamente nueva la aceptaci?n general de estas mentiras por la opini?n p?blica y privada, lo mismo que la supresi?n de su monstruoso contenido. La difusi?n y la efectividad de este lenguaje prueban el triunfo de la sociedad sobre las contradicciones que contiene; las mentiras son reproducidas sin que hagan estallar el sistema social. Y la franca, ostensible contradicci?n se convierte en constante del habla y la publicidad. La sintaxis de la contracci?n proclama la reconciliaci?n de los opuestos uni?ndolos en una estructura firme y familiar. Intentar? mostrar que t?rminos como la ?bomba at?mica limpia? y ?la radiaci?n inofensiva? no son m?s que las creaciones extremas de un estilo normal. Una vez que se ha aceptado la principal ofensa contra la l?gica, la contradicci?n se muestra como un principio de la l?gica de manipulaci?n: una caricatura realista de la dial?ctica. Es la l?gica de una sociedad que puede permitirse hacer a un lado la l?gica y jugar con la destrucci?n; una sociedad con un dominio t?cnico de la mente y de la materia.
El universo del discurso en el que los opuestos se reconcilian tiene una firme base para tal unificaci?n; su provechosa destructividad. La comercializaci?n total une esferas de la vida que eran antag?nicas anteriormente, y esta uni?n se expresa a s? misma en la suave conjunci?n ling??stica de las partes en oposici?n del lenguaje. Para una mente que no est? a?n suficientemente condicionada, la mayor parte del lenguaje hablado e impreso parece absolutamente surrealista. Titulares como ?los trabajadores buscan la armon?a de los missiles?, anuncios como ?Refugio de lujo contra la radiactividad? pueden suscitar todav?a la ingenua reacci?n de que ?trabajadores?, ?armon?a? y ?missiles? son contradicciones irreconciliables y que ninguna l?gica o lenguaje son capaces de unir correctamente el lujo y la radiactividad. Sin embargo, esta l?gica y este lenguaje llegan a ser perfectamente racionales cuando leemos que ?un submarino nuclear equipado con proyectiles dirigidos? ?tiene un precio aproximado de ciento veinte millones de d?lares?, y que ?el modelo de mil d?lares del refugio at?mico tiene alfombra, batidora y televisi?n?. La validez de este lenguaje no descansa primordialmente en el hecho de que venda (parece que el negocio de los refugios no fue tan bueno), sino m?s bien en que promueve la identificaci?n inmediata del inter?s particular con el general: los negocios se identifican con el poder nacional, la prosperidad con el potencial de aniquilaci?n. S?lo hay un ligero desliz de la verdad en el hecho de que un teatro anuncie una ?Funci?n especial. V?spera de elecciones, La danza de la muerte, de Strindberg.? El anuncio revela la relaci?n en una forma menos ideol?gica de lo que normalmente se admite.
La unificaci?n de los opuestos que caracteriza el estilo comercial y pol?tico es una de las muchas formas en las que el discurso y la comunicaci?n se inmunizan contra la expresi?n de protesta y la negaci?n. ?C?mo puede tal protesta y negaci?n encontrar la palabra correcta cuando los organismos del orden establecido admiten y anuncian que la paz es en realidad el borde de la guerra, que los ?ltimos ca?ones llevan consigo la justificaci?n de su precio, y que los refugios contra bombas pueden ser muy acogedores? Al exhibir sus contradicciones como la clave de la verdad, este universo del discurso se cierra a cualquier otro discurso que no se desarrolle en sus propios t?rminos. Y, por esta capacidad de asimilar todos los dem?s t?rminos a los suyos, ofrece la posibilidad de combinar la mayor tolerancia posible con la mayor unidad posible. Sin embargo, su lenguaje atestigua el car?cter represivo de esta unidad. Este lenguaje habla mediante construcciones que imponen sobre el que lo recibe el significado sesgado y resumido, el desarrollo bloqueado del contenido, la aceptaci?n de aquello que es ofrecido en la forma en que es ofrecido.
La predicaci?n anal?tica es una construcci?n represiva de este tipo. El hecho de que un sustantivo espec?fico sea unido casi siempre con los mismos adjetivos y atributos ?explicativos?, convierte la frase en una f?rmula hipn?tica que, infinitamente repetida, fija el significado en la mente del receptor. ?ste no piensa en explicaciones esencialmente diferentes (y posiblemente verdaderas) del sustantivo. M?s adelante examinaremos otras construcciones en las que se revela el car?cter autoritario de este lenguaje. Todas tienen en com?n un alejamiento y contracci?n de la sintaxis que limita el desarrollo del significado, creando im?genes fijas que se imponen a s? mismas con su abrumadora y petrificada concreci?n. Es la conocida t?cnica de la industria de la publicidad, donde se le emplea met?dicamente para ?establecer una imagen? que se fija en la mente y en el producto, y sirve para vender los hombres y los bienes. El lenguaje escrito y hablado se agrupa alrededor de ?l?neas de impacto? y ?provocadores del p?blico? que comunica la imagen. Esta imagen puede ser la de la ?libertad?, ?la paz?, ?el buen muchacho?, ?el comunista? o ?Miss Rheingold?. Se espera que el lector o el oyente asocie (y lo hace) con ellos una estructura fija de instituciones, actitudes, aspiraciones, y se espera que reaccione de una manera fija y espec?fica.
M?s all? de la relativamente inofensiva esfera del comercio, las consecuencias son bastante serias, porque este lenguaje es al mismo tiempo ?intimidaci?n y glorificaci?n?. Las proposiciones toman la forma de sugestivas ?rdenes: son evocativas antes que demostrativas. La predicaci?n llega a ser prescripci?n; toda la comunicaci?n tiene un car?cter hipn?tico. Al mismo tiempo se ti?e de una falsa familiaridad: el resultado de la repetici?n constante y del impacto directo h?bilmente manejado de lacomunicaci?n. ?sta se relaciona con el receptor inmediatamente ?sin ninguna diferencia de nivel, educaci?n y oficio? y lo golpea en la informal atm?sfera de la sala, la cocina y la alcoba.
La misma familiaridad se establece mediante el lenguaje personalizado, que juega un papel considerable en la comunicaci?n avanzada. Es ?tu? representante en el congreso, ?tu? carretera, ?tu? supermercado favorito, ?tu? peri?dico, es tra?do especialmente ?para ti?, ?te? invita, etc. De este modo, las cosas y funciones generales s?perimpuestas y generalizadas son presentadas como ?especialmente para ti?. Que los individuos a los que se les habla de esta manera lo crean o no, carece de importancia. Su ?xito indica que promueve la auto-identificaci?n de estos individuos con las funciones que ellos y los dem?s representan.
En los sectores m?s avanzados de la comunicaci?n funcional y manipulada, el lenguaje impone mediante construcciones verdaderamente sorprendentes la identificaci?n autoritaria entre persona y funci?n. La revista Time puede servir como un ejemplo extremo de esta tendencia. Su empleo del genitivo posesivo hace que los individuos parezcan ser meros ap?ndices o propiedades de su lugar, su empleo, su empresario o su empresa. Son presentados como ?Byrd de Virginia, Blough de U. S. Steel, Nasser de Egipto?. La construcci?n atributiva mediante el uso de guiones crea un s?ndrome fijo:
El gobernador que-lo-puede-todo, de-cejas-bajas, de Georgia… ten?a todo preparado para uno de sus salvajes ataques pol?ticos la semana pasada.
El gobernador, su funci?n, su aspecto f?sico y sus actividades pol?ticas son reunidas en una estructura indivisible e inmutable que, en su natural inocencia e inmediatez, abruma la mente del lector. La estructura no deja espacio para la distinci?n, desarrollo y diferenciaci?n del significado: se mueve y vive s?lo como una totalidad. Dominado por estas im?genes personalizadas e hipn?ticas, el art?culo puede proceder a dar incluso informaci?n esencial. La narraci?n permanece segura dentro del bien editado marco de una historia con inter?s m?s o menos humano de acuerdo con la definici?n de la pol?tica de los editores.
El empleo de la contracci?n mediante guiones se extiende. Por ejemplo ?ceja-espesa? Teller, el ?padre de la bomba-H?, el ?constructor-de-proyectiles de-anchas-espaldas Von Braun?, una ?cena cient?fico-militar? y el submarino ?de propulsi?n-nuclear con dispositivos-para-lanzar-cohetes?. Tales construcciones son, quiz? no de modo accidental, particularmente frecuentes en frases que unen la t?cnica, la pol?tica y lo militar. T?rminos que designan esferas o cualidades bastante diferentes son forzados a una uni?n que los convierte en una s?lida, todopoderosa totalidad.
El efecto es de nuevo m?gico e hipn?tico, es la proyecci?n de im?genes que sugieren una irresistible unidad, una armon?a de contradicciones. As? el amado y temido padre, el dador de la vida, genera la bomba de hidr?geno para la aniquilaci?n de la vida; ?cient?ficos-militares? unen sus esfuerzos para reducir la angustia y el sufrimiento mediante el trabajo de crear angustia y sufrimiento. O, sin los guiones, la Academia de la Libertad de especialistas en la guerra fr?a y la ?bomba limpia?, atribuyen a la destrucci?n una integridad moral y f?sica. La gente que habla y acepta tal lenguaje parece ser inmune a todo y susceptible de todo. La unificaci?n mediante guiones (expl?cita o no) no siempre reconcilia lo irreconciliable; frecuentemente, la combinaci?n es bastante sutil ?como en el caso del constructor-deproyectiles-de-anchas-espaldas? o sugiere una amenaza o una din?mica inspiradora. Pero el efecto es similar. La estructura impuesta une los actores y las acciones de violencia, poder, protecci?n y propaganda bajo un solo fogonazo. Vemos al hombre o a la cosa operando y s?lo operando: no puede ser de otro modo.
Nota acerca de la contracci?n. OTAN, SEATO, ONU, AFL-CIO, AEC, y tambi?n URSS, DDR, etc. La mayor parte de estas abreviaturas son perfectamente razonables y est?n justificadas por el tama?o de la designaci?n sin abreviar. Sin embargo, uno podr?a aventurarse a ver en algunas de ellas un ?artificio de la raz?n?: la abreviatura puede ayudar a reprimir preguntas indeseables. OTAN no sugiere lo que la Organizaci?n del Tratado del Atl?ntico del Norte: a saber un tratado entre las naciones del Atl?ntico Norte, en cuyo caso cabr?a interrogarse sobre la participaci?n de Grecia y Turqu?a. URSS abrevia Socialismo y Soviet; DDR: democr?tica. ONU pasa por alto con indebido ?nfasis ?unidas?; SEATO permite olvidar a los pa?ses sudasi?ticos que no pertenecen a ella. AFL-CIO oculta las radicales diferencias pol?ticas que en un tiempo separaron a las dos organizaciones y AEC es s?lo una agencia administrativa entre muchas otras. Las abreviaturas denotan s?lo aquello que est? institucionaliz?do de tal modo que la connotaci?n trascendente es eliminada. El sentido est? fijo, definido, cerrado. Una vez que ha llegado a ser un vocablo oficial, constantemente repetido en el uso general, ?sancionado? por los intelectuales, ha perdido todo valor cognoscitivo y sirve meramente para el reconocimiento de un hecho indudable.
Este estilo tiene una abrumadora concreci?n. La ?cosa identificada con su funci?n? es m?s real que la cosa separada de su funci?n, y la expresi?n ling??stica de esta identificaci?n (en el sustantivo funcional, y en las diferentes formas de contracci?n sint?ctica) crea un vocabulario y una sintaxis b?sicos que impiden el paso a la diferenciaci?n, la separaci?n y la distinci?n. Este lenguaje, que constantemente impone im?genes, milita contra el desarrollo y la expresi?n de conceptos. Su inmediatez y su estilo directo, impide el pensamiento conceptual; as?, impide el pensamiento. Porque el concepto no identifica la cosa y su funci?n. Tal identificaci?n puede muy bien ser el leg?timo y quiz? incluso el ?nico significado del concepto operacional y tecnol?gico, pero las decisiones operacionales y tecnol?gicas son usos espec?ficos de conceptos para prop?sitos espec?ficos. M?s a?n, disuelven los conceptos en oraciones y excluyen el intento conceptual que se opone a esta disoluci?n. Con anterioridad a su uso operacional, el concepto niega la identificaci?n de la cosa con su funci?n; distingue aquello que la cosa es de las funciones contingentes de la cosa en la realidad establecida.
Las tendencias dominantes del habla, que niegan estas distinciones, son expresi?n de los cambios en los modos de pensamiento discutidos en los cap?tulos anteriores: el lenguaje funcionalizado, contra?do y unificado es el lenguaje del pensamiento unidimensional. Para ilustrar esta novedad lo comparar? brevemente con una cl?sica filosof?a de la gram?tica que trasciende el universo del comportamiento y relaciona las categor?as ling??sticas con las ontol?gicas.
De acuerdo con esta filosof?a, el sujeto gramatical de una frase es primero una ?sustancia? y permanece como tal en los diferentes estados, funciones y cualidades que la frase predica del sujeto. Est? activa o pasivamente relacionado con sus predicados, pero permanece diferente de ellos. Si no es un nombre propio, el sujeto es m?s que un nombre: nombra el concepto de una cosa, el universal que la frase define en un estado o una funci?n particular. El sujeto gramatical tiene as? un significado que est? m?s all? del que se expresa en la frase.
En palabras de Wilhelm von Humboldt: el sustantivo como sujeto gramatical denota algo que ?puede entrar en ciertas relaciones?, pero no es id?ntico a estas relaciones. M?s a?n, permanece como lo que es y est? ?contra? estas relaciones; ?ste es su centro ?universal? y ?sustantivo?. La s?ntesis proposicional liga a la acci?n (o el estado) con el sujeto de tal manera que el sujeto es designado como el actor (o portador) y as? es separado del estado o la funci?n en la que est?. Al decir: ?el rayo fulmina? uno ?piensa no solamente en el rayo fulminando sino tambi?n en el rayo en s? mismo que fulmina?, en un sujeto que ?pas? a la acci?n?. Y si una frase da una definici?n de su sujeto, no disuelve al sujeto en sus estados y funciones, sino que lo define como un ser en este estado, o ejerciendo esta funci?n. Ni desapareciendo en sus predicados ni existiendo como una entidad anterior y ajena a ellos, el sujeto se constituye a s? mismo en sus predicados: es el resultado de un proceso de mediaci?n que se expresa en la frase.
He aludido a la filosof?a de la gram?tica para mostrar el grado en el que las contracciones ling??sticas indican una contracci?n del pensamiento que a su vez, ellas fortifican y promueven. La insistencia en los elementos filos?ficos en la gram?tica; o en la relaci?n entre el ?sujeto? gramatical, l?gico y ontol?gico se?ala los contenidos que son suprimidos en el idioma funcional, eliminados de la expresi?n y la comunicaci?n. La contracci?n del concepto en im?genes fijas; el desarrollo detenido en f?rmulas hipn?ticas que se autovalidan; la inmunidad contra la contradicci?n; la identificaci?n de las cosas (y las personas) con su funci?n: estas tendencias revelan a la mente unidimensional en el lenguaje que habla.
Si la conducta ling??stica impide el desarrollo conceptual, si es contraria la abstracci?n y la mediaci?n, si se rinde a los hechos inmediatos, rechaza el reconocimiento de los factores presentes en los hechos y, as?, rechaza el reconocimiento de los hechos y de su contenido hist?rico. En y para la sociedad, esta organizaci?n del discurso funcional es de importancia vital; sirve como veh?culo de coordinaci?n y subordinaci?n. El lenguaje unificado, funcional, es un lenguaje irreconciliablemente anticr?tico y antidial?ctico. En ?l la racionalidad operacional y behaviorista absorbe los elementos trascendentes negativos y oposicionales de la raz?n.
Discutir? estos elementos en t?rminos de la tensi?n entre el ?es? y el ?deber?a ser?, entre esencia y apariencia, potencialidad y actualidad: el ingreso de lo negativo en las determinaciones positivas de la l?gica. Esta tensi?n sostenida cubre el universo bidimensional del discurso, que es el universo del pensamiento cr?tico y abstracto. Las dos dimensiones son antag?nicas entre s?; la realidad participa de ambas, y los conceptos dial?cticos desarrollan las verdaderas contradicciones. En su propio desarrollo, el pensamiento dial?ctico llega a abarcar el car?cter hist?rico de las contradicciones y el proceso de su mediaci?n como proceso hist?rico. As? la ?otra? dimensi?n del pensamiento resulta ser una dimensi?n hist?rica: la potencialidad como posibilidad hist?rica, su realizaci?n como acontecimiento hist?rico.
La supresi?n de esta dimensi?n en el universo social de la racionalidad operacional es una supresi?n de la historia, y ?ste no es un asunto acad?mico, sino pol?tico. Es una supresi?n del propio pasado de la sociedad y de su futuro, en tanto que este futuro invoca el cambio cualitativo, la negaci?n del presente. Un universo del discurso en el que las categor?as de la libertad han llegado a ser intercambiables e incluso id?nticas con sus opuestos, no est? s?lo utilizando un lenguaje orweliano o esopiano, sino que est? rechazando y olvidando la realidad hist?rica: el horror del fascismo, la idea del socialismo, las condiciones previas de la democracia, el contenido de la libertad. Si una dictadura burocr?tica gobierna y define a la sociedad comunista, si reg?menes fascistas est?n funcionando como miembros del mundo libre, si el programa de bienestar del capitalismo liberal es derrotado con ?xito coloc?ndole la etiqueta de ?socialismo?, si los fundamentos de la democracia son armoniosamente eliminados en la democracia, los viejos conceptos hist?ricos son invalidados por nuevas definiciones operacionales puestas al d?a. Las nuevas definiciones son falsificaciones que, impuestas por los poderes de hecho, sirven para transformar lo falso en verdadero.
El lenguaje funcional es un lenguaje radicalmente antihist?rico: la racionalidad operacional tiene poco espacio y poco empleo para la raz?n hist?rica. ?Es esta lucha contra la historia parte de la lucha contra una dimensi?n de la mente en la que las facultades y fuerzas centr?fugas pueden desarrollarse, al ser estas facultades y fuerzas capaces de impedir la total coordinaci?n del individuo con la sociedad? El recuerdo del pasado puede dar lugar a peligrosos descubrimientos, y la sociedad establecida parece tener aprensi?n con respecto al contenido subversivo de la memoria. El recuerdo es una forma de disociaci?n de los hechos dados, un modo de ?mediaci?n? que rompe, durante breves momentos, el poder omnipresente de los hechos dados. La memoria recuerda el terror y la esperanza que han pasado. Ambos vuelven a vivir, pero mientras en la realidad el primero regresa bajo formas siempre nuevas, la ?ltima permanece como una esperanza. Y en los sucesos personales que reaparecen en la memoria individual, los temores y las aspiraciones de la humanidad se afirman a s? mismos: lo universal en lo particular. Lo que la memoria preserva es la historia. Sucumbe al poder totalitario y al universo behaviorista:
El espectro de una humanidad sin memoria… no es un mero producto de decadencia, sino que est? ligado necesariamente con el car?cter progresivo del principio burgu?s. Economistas y soci?logos, como Werner Sombart y Max Weber, han relacionado el principio del tradicionalismo con las formas de la sociedad feudal y el de la racionalidad con la sociedad burguesa. Pero esto implica que la sociedad burguesa avanzada anula la memoria, el tiempo, el recuerdo como una especie de residuo irracional del pasado…
Si la racionalidad progresiva de la sociedad industrial avanzada tiende a liquidar como ?residuo irracional? los elementos perturbadores que son el tiempo y la memoria, tambi?n tiende a liquidar la racionalidad perturbadora contenida en este resto irracional. El reconocimiento y la relaci?n con el pasado como presente se opone a la funcionalizaci?n del pensamiento por y en la realidad establecida. Es contraria al cierre del universo del discurso y la conducta; hace posible el desarrollo de conceptos que rompen la estabilidad y trascienden el universo cerrado concibi?ndolo como un universo hist?rico. Confrontado con la sociedad dada como un objeto de su reflexi?n, el pensamiento cr?tico deviene conciencia hist?rica; como tal, es esencialmente juicio. Lejos de requerir un relativismo indiferente, investiga en la verdadera historia del hombre en busca del criterio adecuado para definir la verdad y la mentira, el progreso y la regresi?n. La mediaci?n del pasado en el presente descubre los factores que hacen los hechos, que determinan la forma de vida, que establecen los amos y los servidores; proyecta los l?mites y las alternativas. Cuando esta conciencia cr?tica habla, habla ?el lenguaje del conocimiento? (Roland Barthes) que abre el universo cerrado del discurso y su estructura petrificada. Los t?rminos clave de este lenguaje no son sustantivos hipn?ticos que evocan infinitamente los mismos predicados congelados. M?s bien permiten un desarrollo abierto; incluso desenvuelven su contenido mediante predicados contradictorios.
El Manifiesto Comunista proporciona un ejemplo cl?sico. En ?l, los dos t?rminos claves, burgues?a y proletariado, ?gobiernan?, respectivamente, predicados contrarios. La ?burgues?a? es el sujeto del progreso t?cnico, la liberaci?n, la conquista de la naturaleza, la creaci?n del bienestar social, y de la perversi?n y destrucci?n de estos logros. Similarmente, el ?proletariado? lleva consigo los atributos de la opresi?n total y de la derrota total de la opresi?n.
Tal relaci?n dial?ctica de los opuestos, en y por la proposici?n, se hace posible mediante el reconocimiento del sujeto como agente hist?rico cuya identidad se constituye en y contra su pr?ctica hist?rica, en y contra su realidad social. El discurso desarrolla y establece el conflicto entre la cosa y su funci?n, y este conflicto encuentra expresi?n ling??stica en frases que unen predicados contradictorios en una unidad l?gica: contrapartida conceptual de la realidad objetiva. En contraste con todo el lenguaje orweliano, la contradicci?n se demuestra, se hace expl?cita, se explica y se denuncia.
He ilustrado el contraste entre los dos lenguajes refiri?ndolos al estilo de la teor?a marxiana, pero las cualidades cr?ticas, cognoscitivas, no son caracter?sticas exclusivas del estilo marxiano. Pueden encontrarse tambi?n (aunque en modelos diferentes) en el estilo de la gran cr?tica conservadora y liberal de la sociedad burguesa en desarrollo. Por ejemplo, el lenguaje de Burke y Tocqueville por un lado, de John Stuart Mill por otro, es un lenguaje claramente demostrativo, conceptual, ?abierto?, que no ha sucumbido todav?a a las f?rmulas hipn?tico-rituales del neoconservadurismo y neo-liberalismo actuales.
Sin embargo, la ritualizaci?n autoritaria del discurso es m?s fuerte cuando afecta al lenguaje dial?ctico mismo. Las exigencias de la industrializaci?n competitiva, y la sujeci?n total del hombre al aparato productivo aparecen en la transformaci?n autoritaria del lenguaje marxiano en el lenguaje stalinista y postestalinista. Estas exigencias, tal como son interpretadas por los dirigentes que controlan el aparato, definen lo que es verdadero y falso, correcto y equivocado. No dejan tiempo ni espacio para una discusi?n que proyectara alternativas capaces de provocar una ruptura. Este lenguaje ya no se presta en modo alguno al ?discurso?. Declara, y en virtud del poder del aparato, establece hechos; es una enunciaci?n que se hace v?lida a s? misma. Sobre este aspecto, debe bastar con citar y parafrasear el pasaje en el que Roland Barthes describe sus rasgos m?gico autoritarios: ?ya no hay ning?n lapso entre la denominaci?n y el juicio, y el cierre del lenguaje es perfecto…?
El lenguaje cerrado no demuestra ni explica: comunica decisiones, fallos, ?rdenes. Cuando define, la definici?n se convierte en ?separaci?n de lo bueno y lo malo?; establece lo que es correcto y lo equivocado sin permitir dudas, y un valor como justificaci?n de otro. Se mueve por medio de tautolog?as, pero las tautolog?as son ?frases? terriblemente efectivas. Expresan el juicio de una ?forma prejuzgada?; pronuncian condenas. Por ejemplo, el ?contenido objetivo?, esto es, la definici?n de t?rminos como ?desviacionista?, ?revisionista?, es la de un c?digo penal, y este tipo de validaci?n hace nacer una conciencia para la que el lenguaje de los poderes existentes es el lenguaje de la verdad. ? Por desgracia, esto no es todo. El crecimiento productivo de la sociedad comunista establecida condena tambi?n a la oposici?n comunista libertaria, el lenguaje que trata de recordar y preservar la verdad original sucumbe a su ritualizaci?n. La orientaci?n del discurso (y de la acci?n) en t?rminos tales como ?el proletariado?, los ?consejos obreros?, la ?dictadura del aparato stalinista? se convierten en orientaci?n mediante f?rmulas rituales donde el ?proletariado? ya no existe o todav?a no existe, donde el control directo ?desde abajo? interferir?a con el progreso de la producci?n en masa, y donde la lucha contra la burocracia debilitar?a la eficacia de la ?nica fuerza real que puede ser movilizada contra el capitalismo a escala internacional. En este caso, el pasado se mantiene r?gidamente, pero sin la mediaci?n con el presente. Se oponen los conceptos que comprenden una situaci?n hist?rica sin que vean desarrollados para la situaci?n del momento: su dial?ctica es bloqueada.
El lenguaje ritual-autoritario se extiende sobre el mundo contempor?neo, a trav?s de los pa?ses democr?ticos y no democr?ticos, capitalistas y no capitalistas. De acuerdo con Roland Barthes, es el lenguaje ?propio a todos los reg?menes autoritarios? y, ?d?nde hay actualmente, en la ?rbita de la civilizaci?n industrial avanzada, una sociedad que no est? bajo un r?gimen autoritario? Conforme la sustancia de los distintos reg?menes deja de aparecer en formas de vida alternativas, llega a descansar en las t?cnicas alternativas de manipulaci?n y control. El lenguaje no s?lo refleja estos controles sino que llega a ser en s? mismo un instrumento de control, incluso cuando no transmite ?rdenes sino informaci?n; cuando no exige obediencia sino elecci?n, cuando no pide sumisi?n sino libertad.
Este lenguaje controla mediante la reducci?n de las formas ling??sticas y los s?mbolos de reflexi?n, abstracci?n, desarrollo, contradicci?n, sustituyendo los conceptos por im?genes. Niega o absorbe el vocabulario trascendente; no busca la verdad y la mentira, sino que las establece e impone. Pero esta clase de discurso no es terrorista. Parece injustificado asumir que los receptores crean, o sean llevados a creer, lo que se les dice. El nuevo recurso del lenguaje m?gico-ritual consiste m?s bien en que la gente no lo cree, o no le importa, y, sin embargo, act?a de acuerdo con ?l. Uno no ?cree? la declaraci?n de un concepto operacional, sino que ?sta se justifica en la acci?n: al conseguir que se haga el trabajo, al vender y comprar, al negarse a escuchar a otros, etc.
Si el lenguaje de la pol?tica tiende a convertirse en el de la publicidad, cenando por tanto la separaci?n entre dos campos de la sociedad anteriormente diferenciados, esta tendencia parece expresar el grado en el que la dominaci?n y la administraci?n han dejado de ser funciones separadas e independientes en la sociedad tecnol?gica. Esto no significa que el poder de los pol?ticos profesionales haya disminuido. Al contrario. Cuanto m?s global sea el conflicto que construyen con objeto de afrontarlo, m?s normal sea la proximidad de la destrucci?n total, mayor ser? su independencia respecto a la soberan?a popular efectiva. Su dominaci?n ha sido incorporada a las acciones y el descanso diarios de los ciudadanos, y los ?s?mbolos? de la pol?tica son tambi?n los de los negocios, el comercio y la diversi?n.
Las vicisitudes del lenguaje son paralelas a las vicisitudes de la conducta pol?tica. En la venta de equipos para diversi?n en los refugios contra bombas, en el programa de televisi?n de los candidatos que compiten por el liderazgo nacional, es completa la articulaci?n entre pol?tica, negocios y diversi?n. Pero la articulaci?n es fraudulenta y fatalmente prematura: los negocios y la diversi?n son todav?a la pol?tica de dominaci?n. No se trata de la pieza sat?rica despu?s de la tragedia, no es finis tragoediae: la tragedia puede empezar ahora. Y, de nuevo, no ser? el h?roe, sino el pueblo, la v?ctima ritual.
En busca de la administraci?n total
La comunicaci?n funcional es s?lo la capa exterior del universo unidimensional en el que se ense?a al hombre a olvidar, a traducir lo negativo en positivo para que pueda seguir ejerciendo su funci?n, disminuido pero adaptado y con un razonable bienestar. Las instituciones de libertad de palabra y libertad de pensamiento no estorban la coordinaci?n mental con la realidad establecida. Lo que est? ocurriendo es una total redefinici?n del pensamiento mismo, de su funci?n y contenido. La coordinaci?n del individuo con su sociedad llega hasta aquellos estratos de la mente donde son elaborados los mismos conceptos que se destinan a aprehender la realidad establecida. Estos conceptos se toman del a tradici?n intelectual y se traducen a t?rminos operacionales: traducci?n que tiene el efecto de reducir la tensi?n entre pensamiento y realidad, debilitando el poder negativo del pensamiento.
Es este un desarrollo filos?fico y con el fin de esclarecer el grado de ruptura con la tradici?n, el an?lisis tiene que hacerse cada vez m?s abstracto e ideol?gico. Es la esfera m?s alejada de la concreci?n de la sociedad, la que puede mostrar con mayor claridad el grado de dominio del pensamiento por la sociedad. M?s a?n, el an?lisis tendr? que retroceder a la historia de la tradici?n filos?fica y tratar de identificar las tendencias que condujeron a la ruptura.
Sin embargo, antes de entrar en el an?lisis filos?fico y como transici?n hacia un plano m?s abstracto y te?rico, discutir? brevemente dos ejemplos (representativos desde mi punto de vista) en el campo intermedio de la investigaci?n emp?rica, que concierne directamente a ciertas condiciones caracter?sticas de la sociedad industrial avanzada. El problema a discutir va contra distinciones acad?micas tan claras como las de lenguaje o pensamiento, palabras o conceptos, an?lisis ling??stico o epistemol?gico. La separaci?n de un an?lisis puramente ling??stico de otro conceptual, es en s? misma una expresi?n de la nueva orientaci?n del pensamiento que el cap?tulo pr?ximo tratar? de explicar. En tanto que la siguiente cr?tica de la investigaci?n emp?rica se lleva a cabo como preparaci?n para el an?lisis filos?fico subsiguiente, y a la luz de ?l, puede servir como introducci?n una declaraci?n preliminar sobre el uso del t?rmino ?concepto?, que gu?a a la cr?tica.
?Concepto? se emplea para designar la representaci?n mental de algo que es comprendido, abarcado, conocido como el resultado de un proceso de reflexi?n. Este algo puede ser un objeto de uso diario, o una situaci?n, una sociedad, una novela. De todos modos, si ellos son aprehendidos (begriffen; auf ihren Bergrif gebracht), han llegado a ser objetos del pensamiento y, como tales, su contenido y significado son id?nticos y, sin embargo, diferentes de los objetos reales de la experiencia inmediata. ?Id?nticos?, en tanto que el concepto denota la misma cosa; ?diferentes?, en tanto que el concepto es el resultado de una reflexi?n que ha entendido la cosa en el contexto (y a la luz) de otras cosas que no aparecen en la experiencia inmediata y que ?explican? la cosa ?mediaci?n).
Si el concepto nunca denota una cosa particular, concreta, si es siempre abstracto y general, lo es porque el concepto abarca algo m?s y diferente que una cosa particular: alguna condici?n o relaci?n universal que es esencial a la cosa particular, que determina la forma en la que aparece como objeto concreto de la experiencia. Si el concepto de toda cosa concreta es el producto de una clasificaci?n, organizaci?n y abstracci?n mentales, estos procesos mentales conducen a la comprensi?n s?lo en tanto que reconstituyen la cosa particular en su condici?n y relaci?n universal, trascendiendo as? su apariencia inmediata hacia su realidad.
Por el mismo motivo, todos los conceptos cognoscitivos tienen un sentido transitivo: van m?s all? de la referencia descriptiva hacia los hechos particulares. Y si los hechos son los de la sociedad, los conceptos cognoscitivos tambi?n van m?s all? de cualquier contexto particular de hechos; van hacia los procesos y condiciones sobre los que descansa la sociedad respectiva, que incluyen los datos particulares que hacen, sostienen y destruyen a la sociedad. Gracias a su referencia con esta totalidad hist?rica, los conceptos cognoscitivos trascienden todo contexto operacional, pero su trascendencia es emp?rica porque hace reconocibles los hechos como lo que realmente son.
El ?exceso? de significado sobre y por encima del concepto operacional ilustra la forma limitada e incluso enga?osa en que se admite la experimentaci?n de los hechos. De ah? la tensi?n, la discrepancia, el conflicto entre el concepto y el hecho inmediato (la cosa concreta), entre el mundo que refiere al concepto y el que refiere a la cosa. De ah? nace la idea de la ?realidad de lo universal?. De ah? nace tambi?n el car?cter acomodaticio, acr?tico de estas formas de pensamiento que utilizan conceptos como armas mentales y traducen conceptos universales a t?rminos con referentes particulares y objetivos.
Cuando estos conceptos reducidos gobiernan el an?lisis de la realidad humana, individual o social, mental o material, llegan a una falsa concreci?n: una concreci?n separada de las condiciones que constituyen su realidad. Dentro de este contexto, el tratamiento operacional de los conceptos asume una posici?n pol?tica. El individuo y su conducta son analizados en un sentido terap?utico: el ajustamiento a su sociedad. El pensamiento y la expresi?n, la teor?a y la pr?ctica deben ser alineados con los hechos de su existencia sin dejar espacio para la cr?tica conceptual de estos hechos.
El car?cter terap?utico del concepto operacional se muestra con mayor claridad all? donde el pensamiento conceptual es colocado met?dicamente al servicio de la exploraci?n y del mejoramiento de las condiciones sociales existentes, dentro del marco de las instituciones sociales existentes; esto es, en la sociolog?a industrial, la investigaci?n de motivaciones, los estudios de mercados y opini?n p?blica.
Si la forma dada de la sociedad es y permanece como el marco de referencia esencial para la teor?a y la pr?ctica, no hay nada equivocado en esta clase de sociolog?a y psicolog?a. Es m?s humano y m?s productivo tener buenas relaciones de trabajo que malas, tener condiciones de trabajo agradables en vez de desagradables, tener armon?a en vez de conflicto entre los deseos de los consumidores y las necesidades de los negocios y la pol?tica.
Pero la racionalidad de esta clase de ciencia social aparece bajo una luz diferente si la sociedad dada, a?n permaneciendo como marco de referencia, se hace objeto de una teor?a cr?tica que apunta a la misma estructura de esta sociedad, presente en todos los hechos y condiciones particulares y determinando su lugar y su funci?n. Entonces su car?cter ideol?gico y pol?tico se hace aparente y la elaboraci?n de conceptos cognoscitivos adecuados exige ir m?s all? de la falaz concreci?n del empirismo positivista. Los conceptos terap?uticos y operacionales se vuelven falsos en la medida en que a?slan y dispersan los hechos, los estabilizan dentro de la totalidad represiva y aceptan los t?rminos de esta totalidad como t?rminos del an?lisis. La traducci?n metodol?gica del concepto universal en operacional se convierte as? en una reducci?n represiva del pensamiento.
Tomar? como ejemplo un ?cl?sico? de la sociolog?a industrial: el estudio sobre las relaciones de trabajo en los talleres Hawthorne de la Western Electric Company.94 Es un estudio antiguo, realizado hace m?s o menos un cuarto de siglo, y desde entonces los m?todos de trabajo se han refinado mucho. Pero en mi opini?n, su sustancia y funci?n siguen siendo las mismas. M?s a?n, esta forma de pensamiento no s?lo se ha extendido desde entonces a otras ramas de las ciencias sociales y de la filosof?a, sino que ha ayudado a configurar los sujetos humanos con los que est? relacionada. Los conceptos operacionales han llegado a ser m?todos para mejorar el control social: han llegado a ser parte de la ciencia de manipulaci?n, departamento de relaciones humanas. En El trabajo visto por el trabajo se encuentran estas palabras de un trabajador de la industria del autom?vil:
La direcci?n ?no ha podido detenernos con los piquetes, no ha podido detenernos con t?cticas de mano dura, y as? se han puesto a estudiar las ‘relaciones humanas’ en los campos econ?micos, sociales y pol?ticos para encontrar la forma de neutralizar a los sindicatos?.
Al examinar las quejas de los trabajadores sobre las condiciones de trabajo y los salarios, los investigadores se centran en el hecho de que la mayor parte de estas quejas fueron formuladas en declaraciones que conten?an ?t?rminos vagos, indefinidos? a los que les faltaba la ?referencia objetiva? a ?niveles que son generalmente aceptados? y ten?an caracter?sticas ?esencialmente diferentes a las de las propiedades generalmente asociadas con los hechos comunes?.95 En otras palabras, las quejas fueron formuladas en t?rminos tan generales como ?los servicios no est?n limpios?, ?el trabajo es peligroso?, ?la paga es baja?.
Guiados por el principio del pensamiento operacional, los investigadores se propusieron cambiar y reformular estas declaraciones de tal modo que su vaga generalidad pudiera ser reducida a referencias particulares, t?rminos que designaran la situaci?n particular en la que se origina la queja y as? delinear ?con precisi?n las condiciones de la compa??a?. La forma general se disolvi? en declaraciones que identificaban las operaciones y condiciones particulares de las que sal?a la queja y ?sta fue satisfecha cambiando estas operaciones y condiciones particulares.
Por ejemplo, la declaraci?n ?los servicios no est?n limpios? fue cambiada a ?en tal y cual ocasi?n yo fui al servicio y la taza estaba sucia?. La investigaci?n afirmaba entonces que esto se deb?a ?principalmente a la falta de cuidado de algunos empleados?, siendo instituida una campa?a contra tirar papeles, escupir en el suelo, y otras pr?cticas similares, y se design? un empleado fijo para los servicios. ?De este modo muchas de las quejas fueron reinterpretadas y usadas para realizar mejoras.?96
Otro ejemplo: el trabajador B hace la declaraci?n general de que las tasas por pieza en su trabajo son muy bajas. La entrevista revela que ?su mujer est? en el hospital y que ?l est? preocupado por las cuentas de doctor que debe. En este caso el contenido latente de la queja consiste en el hecho de que las ganancias actuales de B, debido a la enfermedad de su mujer, son insuficientes para atender sus actuales obligaciones financieras?.97
Esta traducci?n cambia significativamente el sentido de la proposici?n real. La declaraci?n directa formula una condici?n general en su generalidad (?el salario es muy bajo?). Va m?s all? de la condici?n particular en la f?brica particular y m?s all? de la situaci?n particular del trabajador. En esta generalizaci?n, y s?lo en esta generalizaci?n, la declaraci?n expresa una obvia acusaci?n que toma el caso particular como la manifestaci?n de un estado universal de las cosas, e insin?a que el ?ltimo no puede ser cambiado por las mejoras del primero.
sistema hist?rico y que le dan un sentido cr?tico trascendente a sus funciones y disfunciones.
94 Las citas est?n tomadas de Roethlisberger y Dickson, Management and the Worker. (Cambridge, Harvard University Press, 1947). V?ase la excelente discusi?n incluida en Loren Baritz, The Servants of Power. A History of the Use of Social Science in American lndustry. (Middletown, Wesleyan University Press, 1960), cap?tulos 5 y 6. 95 Roethlisberger y Dickson. Loc. cit., p?gs. 225 s.
96 Ibid., p?g. 256.
97 Ibid., p?g. 267.
As?, la declaraci?n directa establece una relaci?n concreta entre el caso particular y la totalidad de la que es un caso; y esta totalidad incluye las condiciones fuera del trabajo respectivo, fuera de la planta respectiva, fuera de la situaci?n personal respectiva. Esta totalidad se elimina en la traducci?n, y esta operaci?n es la que hace posible la cura. El trabajador puede no ser consciente de ello, y para ?l su queja puede tener en verdad ese significado particular y personal que la traducci?n establece como su ?contenido latente?. Pero el lenguaje que ?l usa afirma su validez adjetiva contra su conciencia: expresa condiciones que son, aunque no lo son ?para ?l?. El car?cter concreto del caso particular que logra la traducci?n es el resultado de una serie de abstracciones de su car?cter concreto real, que se encuentra en el car?cter universal del caso.
La traducci?n relaciona la declaraci?n general con la experiencia personal del trabajador que la hace, pero se detiene en el punto en el que el trabajador individual se experimentar?a a s? mismo como ?el trabajador?, y donde su trabajo aparecer?a como ?el trabajo? de la clase trabajadora. ?Es necesario se?alar que, en sus traducciones, el investigador operacional sigue meramente el proceso de la realidad y probablemente incluso las propias traducciones del trabajador? La experiencia aislada no entra en sus prop?sitos y su funci?n no es pensar en t?rminos de una teor?a cr?tica sino preparar supervisores ?en t?rminos m?s humanos y efectivos en su trato con sus trabajadores? (s?lo el t?rmino ?humano? parece no ser operacional y pide un an?lisis).
Pero conforme esta forma de pensamiento e investigaci?n (managerial) se extiende sobre otras dimensiones de la tarea intelectual, los servicios que rinde se hacen cada vez m?s inseparables de su validez cient?fica. Dentro de este contexto, la funcionalizaci?n tiene un efecto verdaderamente terap?utico. Una vez que el descontento personal es separado de la infelicidad general, una vez que los conceptos universales que se oponen a la funcionalizaci?n son disueltos en referencias particulares, el caso se convierte en un accidente tratable y de f?cil soluci?n.
Desde luego, el caso permanece como el incidente de un universal ?ninguna forma de pensamiento puede evitar lo universal? pero de un g?nero muy diferente del que se implica en la declaraci?n directa. Una vez que ha resuelto el problema de sus cuentas de m?dico, el trabajador B reconocer? que, generalmente hablando la paga no es demasiado baja y que sus sentimientos sobre ella se deb?an tan s?lo a su situaci?n individual (que puede ser similar a otras situaciones individuales). Su caso ha sido incluido dentro de otro g?nero: el de los casos de dificultad personal. Ya no es un ?trabajador? o ?empleado? (el miembro de una clase), sino el trabajador o empleado B en la planta Hawthorne de la Western Electric Company.
Los autores de La direcci?n y el trabajador eran muy conscientes de esta implicaci?n. Ellos dicen que una de las funciones fundamentales que deben realizarse en una organizaci?n industrial es ?la funci?n espec?fica del trabajo personal?, y esta funci?n exige que, al tratar las relaciones entre empresario y empleado, uno debe estar ?pensando en qu? es lo que est? en la mente de alg?n empleado particular en t?rminos de un trabajador que tiene una historia personal particular? o ?en t?rminos de un empleado cuyo trabajo est? en alg?n lugar particular en la f?brica que lo asocia con personas y grupos de gentes particulares…? En contraste, los autores rechazan, como incompatible con la ?funci?n espec?fica del trabajo personal? una actitud que se dirige al empleado ?general? o
?t?pico?, o ?lo que est? en la mente del trabajador en general?.
Resumiremos estos ejemplos contrastando las declaraciones originales con su traducci?n dentro de la forma funcional. En ambos casos tomamos las declaraciones tal como aparecen, haciendo a un lado el problema de su verificaci?n.
1) ?El salario es muy bajo.? El sujeto de la proposici?n es ?salario?, no la remuneraci?n particular de un trabajador particular en un empleo particular. El hombre que hace la declaraci?n puede pensar s?lo en su experiencia individual pero, en la forma que le da a su declaraci?n, trasciende esta experiencia individual. El predicado ?muy bajo? es un adjetivo relacional que exige una referencia que no se designa en la proposici?n: ?muy bajo para qui?n o para qu?? Esta referencia puede ser otra vez el individuo que hace la declaraci?n con sus compa?eros en el trabajo, pero el nombre general (salario) lleva consigo todo el movimiento de pensamiento expresado por la proposici?n y hace que los otros elementos proposicionales compartan el car?cter general. El referente permanece indeterminado: ?muy bajo, en general? o ?muy baja para todo aquel que es asalariado, como el que hace la declaraci?n?. La proposici?n es abstracta. Se refiere a condiciones universales que no puede sustituir ning?n caso particular; su sentido es ?transitivo? tanto como contra cualquier caso individual. La proposici?n pide en realidad ser ?traducida? a un contexto m?s concreto, pero ?ste debe ser uno en el que los conceptos universales no pueden ser definidos por ning?n aparato particular de operaciones (tal como la historia personal del trabajador B y su funci?n especial en la planta W). El concepto ?salario? se refiere al grupo de ?asalariados? que abarca todas las historias personales y los trabajos especiales en un universal concreto.
2) ?Las ganancias actuales de B, debido a la enfermedad de su mujer, son insuficientes para cubrir sus obligaciones normales?. Advi?rtase que en esta traducci?n de (1) el sujeto ha sido separado. El concepto universal ?salario? se cambia por ?las ganancias actuales de B?, cuyo significado es totalmente definido por el conjunto particular de operaciones que B tiene que realizar para comprar para su familia comida, ropa, habitaci?n, medicinas, etc. La ?transitividad? del significado ha sido abolida: el colectivo ?asalariados? ha desaparecido junto con el sujeto ?salario? y lo que queda es un caso particular que, separado de su sentido transitivo, se hace susceptible de los niveles de tratamiento aceptados por la compa??a a la que el caso ata?e.
?Qu? est? mal aqu?? Nada. La traducci?n del concepto y la proposici?n como totalidad es ratificada por la sociedad a la que el investigador se dirige. La terapia funciona porque la planta o el gobierno pueden permitirse cargar por lo menos con una parte considerable de los costes, porque est?n dispuestos a hacerlo as? y porque el paciente est? dispuesto a someterse a un tratamiento que promete tener ?xito. Los vagos, indefinidos conceptos universales que aparecen en la queja sin traducir, eran en realidad remanentes del pasado; su persistencia en el lenguaje y el pensamiento eran en realidad un obst?culo (aunque un obst?culo menor) para la comprensi?n y la colaboraci?n. En tanto que la psicolog?a y la sociolog?a operacional han contribuido a aliviar condiciones infrahumanas, son parte del progreso, intelectual y material. Pero tambi?n son la prueba de la ambivalente racionalidad del progreso, que es satisfactorio en su poder represivo y represivo en sus satisfacciones.
La eliminaci?n del transitivo ha permanecido como un aspecto de la sociolog?a emp?rica. Caracteriza incluso un gran n?mero de estudios que no est?n designados para cubrir una funci?n terap?utica en alg?n inter?s particular. El resultado es que una vez que el exceso de sentido ?no realista? es abolido, la investigaci?n se encierra dentro del vasto confinamiento en el que la sociedad establecida da validez e invalida proposiciones. En virtud de su metodolog?a, este empirismo es ideol?gico. Para ilustrar su car?cter ideol?gico, veamos un estudio sobre la actividad pol?tica en los Estados Unidos.
En su ensayo ?Presi?n competitiva y consentimiento democr?tico?. Morris Janowitz y Dwaine Marvick quieren ?juzgar el grado en el que una elecci?n es una expresi?n efectiva del proceso democr?tico?. Tal juicio implica una evaluaci?n del proceso electoral ?en t?rminos de las exigencias necesarias para mantener una sociedad democr?tica? y esto a su vez requiere una definici?n de ?democracia?. Los autores ofrecen la elecci?n entre dos definiciones alternativas; las teor?as del ?mandato? y las ?competitivas? de democracia:
?Las teor?as del ‘mandato’, que tienen su origen en las concepciones cl?sicas de la democracia, postulan que el proceso de representaci?n se deriva de un claro conjunto de directrices que el electorado impone a sus representantes. Una elecci?n es un procedimiento de conveniencia y un m?todo para asegurar que los representantes cumplen con las instrucciones de sus constituyentes.?
Pero esta ?preconcepci?n? ha sido ?rechazada de antemano como no realista, porque asume un nivel de opini?n articulada y de ideolog?a de los problemas de la campa?a que no es probable encontrar en los Estados Unidos?. Esta franca declaraci?n de hecho se alivia de alg?n modo por la consoladora duda sobre ?si alguna vez ha existido tal nivel de opini?n articulada en cualquier electorado democr?tico desde la extensi?n del derecho de voto en el siglo XIX?. En cualquier forma, los autores aceptan en vez de la concepci?n rechazada, la teor?a ?competitiva? de la democracia, de acuerdo con la cual una elecci?n democr?tica es un proceso ?de seleccionar y rechazar candidatos?, quienes est?n ?en competencia por los cargos p?blicos?. Para ser verdaderamente operacional, esta definici?n requiere ?criterios? por medio de los cuales el car?cter de la competencia pol?tica debe ser definida. ?Cu?ndo produce la competencia pol?tica un ?proceso de consentimiento? y cu?ndo un ?proceso de manipulaci?n?? Un grupo de tres criterios se ofrece:
1. Una elecci?n democr?tica requiere la competencia entre candidatos opuestos que cubra toda la circunscripci?n. El electorado obtiene el poder de su habilidad para escoger entre al menos dos candidatos competitivamente orientados, cualquiera de los cuales se cree que tiene una razonable oportunidad de ganar.
2. Una elecci?n democr?tica requiere que ambos [!] partidos se entreguen a un balance de fuerzas para mantener los grupos de votos establecidos, para reclutar votantes independientes y para ganar conversos de los partidos de oposici?n.
3. Una elecci?n democr?tica requiere que ambos [!] partidos se entreguen vigorosamente a un esfuerzo para ganar la elecci?n actual, pero, ganando o perdiendo, ambos partidos deben estar buscando tambi?n ampliar sus probabilidades de ?xito en la siguiente y las subsecuentes elecciones…
Yo creo que estas definiciones describen con bastante exactitud el estado real de los asuntos en las elecciones americanas de 1952, que son el sujeto del an?lisis. En otras palabras, los criterios para juzgar un estado de cosas dado son aquellos ofrecidos por (o, puesto que estos son los de un orden social que funciona bien y firmemente establecido, impuestos por) el estado de cosas dado. El an?lisis es ?cerrado?; el campo de juicio se confina dentro de un contexto de hechos que excluye la posibilidad de juzgar el contexto en que se forman los hechos, obra del hombre, y en el que su sentido, su funci?n y su desarrollo est?n determinados.
Encerrada en este marco, la investigaci?n se hace circular y se da validez a s? misma. Si lo ?democr?tico? se define en los limitados pero realistas t?rminos del proceso actual de elecci?n, este proceso es democr?tico antes de conocer los resultados de la investigaci?n. Desde luego, el marco operacional todav?a permite (e incluso pide) que se distinga entre consentimiento y manipulaci?n; la elecci?n puede ser m?s o menos aut?ntica seg?n el grado que se hallare de consentimiento y manipulaci?n. Los autores llegan a la conclusi?n de que la elecci?n de 1952 ?se caracteriz? por un proceso de consentimiento aut?ntico en un grado mayor del que las suposiciones impresionistas pod?an llevar a suponer?; aunque ser?a un ?grave error? ignorar las ?barreras? al consentimiento y negar que ?existieron presiones de manipulaci?n?. El an?lisis operacional no puede ir m?s all? de esta declaraci?n dif?cilmente ilustrativa. En otras palabras, no puede plantear la cuesti?n decisiva, sobre si el mismo consentimiento no fue obra de la manipulaci?n; una pregunta para la que el estado actual de cosas provee una amplia justificaci?n. Y el an?lisis no puede dar lugar a esta pregunta porque trascender?a sus t?rminos hacia un sentido transitivo; hacia un concepto de la democracia que revelar?a la elecci?n democr?tica como un proceso democr?tico bastante limitado.
Este concepto no operacional es precisamente el que es rechazado por los autores como ?no realista?, porque define la democracia en un nivel demasiado articulado, como control terminante de la representaci?n por el electorado: el control popular como soberan?a popular. Y este concepto no operacional no es en modo alguno inadecuado. No es de ninguna manera una invenci?n de la imaginaci?n o la especulaci?n, sino que tiende a definir la intenci?n hist?rica de la democracia, las condiciones por las que la lucha por la democracia se sostuvo, y que todav?a est?n por realizarse.
M?s a?n, el concepto es impecable en su exactitud sem?ntica porque significa exactamente lo que dice, esto es: que el electorado es realmente el que impone sus directrices a los representantes, y no los representantes los que imponen sus directrices al electorado que, luego, selecciona y reelige a los representantes. Un electorado aut?nomo, libre porque est? libre del adoctrinamiento y la manipulaci?n, estar?a en realidad en un ?nivel de opini?n e ideolog?a articuladas? que no es probable encontrar. Por tanto, el concepto tiene que ser rechazado como no realista; tiene que serlo si uno acepta el nivel de opini?n e ideolog?a prevaleciente de hecho, como capaz de prescribir el criterio v?lido para el an?lisis sociol?gico. Y si el adoctrinamiento y la manipulaci?n han alcanzado el estado en el que el nivel prevaleciente de opini?n ha llegado a ser un nivel de falsedad, en el que el estado actual de cosas ya no es reconocido como lo que es, un an?lisis que est? metodol?gicamente comprometido con el rechazo de los conceptos transitivos, se compromete a s? -mismo con una falsa conciencia. Su mismo empirismo es ideol?gico.
Los autores se dan perfectamente cuenta de este problema. La ?rigidez ideol?gica? presenta una ?seria implicaci?n? al fijar el grado de consentimiento democr?tico. En realidad, ?consentimiento a qu?? A los candidatos pol?ticos y su pol?tica, naturalmente. Pero esto no es suficiente, porque entonces el consentimiento de un r?gimen fascista (y puede hablarse de consentimiento genuino de tal r?gimen) ser?a un proceso democr?tico. As?, el consentimiento mismo tiene que fijarse ?fijarse en t?rminos de su contenido, su objetivo, sus ?valores?? y este camino parece envolver el car?cter transitivo del significado. Sin embargo, tal paso ?acient?fico? puede evitarse si la orientaci?n ideol?gica a fijar no es otra que aquella de los dos partidos existentes y que ?efectivamente? compiten, m?s la orientaci?n
?ambivalenteneutralizada? de los votantes.
La tabla que da los resultados de los votos de orientaci?n ideol?gica muestra tres grados de adhesi?n a las ideolog?as de los partidos republicano y dem?crata y a las opiniones ?ambivalentes y neutralizadas?.105 Los mismos partidos establecidos, sus pol?ticas y sus maquinaciones no son puestos en cuesti?n, ni tampoco la diferencia real entre ellos examinada con respecto a los problemas vitales (como los de la pol?tica at?mica y la preparaci?n para la guerra total), cuestiones que parecen indispensables para fijar el proceso democr?tico, a no ser que el an?lisis opere con un concepto de la democracia que meramente re?ne las caracter?sticas de la forma establecida de democracia. Un concepto operacional de este tipo no es tampoco totalmente inadecuado para la materia objeto de la investigaci?n. Apunta con suficiente claridad las cualidades que, en el per?odo contempor?neo, distinguen a los sistemas democr?ticos y los no democr?ticos (por ejemplo, la efectiva competencia entre candidatos que representan a los distintos partidos; la libertad del electorado para elegir entre estos candidatos), pero su adecuaci?n no basta si la tarea de los an?lisis te?ricos es algo m?s que descriptiva; si la tarea es comprender, reconocer los hechos por lo que son, por lo que ?significan? para aquellos a quienes les son dados como hechos y tienen que vivir con ellos. En la teor?a social, el reconocimiento de los hechos es cr?tica de los hechos.
Pero los conceptos operacionales no son siquiera suficientes para describir los hechos. S?lo tocan ciertos aspectos y segmentos de los hechos que, si son tomados como la totalidad, privan a su descripci?n de su car?cter objetivo y emp?rico. Como ejemplo, perm?tasenos examinar el concepto de ?actividad pol?tica? en el estudio sobre ?Actividad pol?tica de los ciudadanos americanos? de Julian
L. Woodward y Elmo Roper. Los autores presentan una ?definici?n operacional del t?rmino ‘actividad pol?tica’? constituida por ?cinco formas de conducta?: 1) votar en las elecciones; 2) apoyar posibles grupos de presi?n… 3) comunicarse directa y personalmente con legisladores; 4) participar en la actividad pol?tica de partido… 5) comprometerse en la diseminaci?n habitual de opiniones pol?ticas a trav?s de la comunicaci?n verbal…
Sin duda, estos son ?posibles canales de influencia en los legisladores y los funcionarios del gobierno?, pero su medida, ?puede proporcionar realmente ?un m?todo para separar a la gente relativamente activa en relaci?n con los asuntos pol?ticos nacionales de aquella relativamente inactiva?? ?Incluyen actividades tan decisivas ?en relaci?n con los asuntos nacionales? como los contactos t?cnicos y econ?micos entre el capital y el gobierno, y entre las mismas grandes empresas? ?Incluyen la formulaci?n y diseminaci?n de opini?n, informaci?n, diversi?n ?apol?tica? por los grandes medios publicitarios? ?Toman en cuenta el diferente peso pol?tico de las diversas organizaciones que intervienen en los asuntos p?blicos?
Si la respuesta es negativa (y yo creo que lo es), los hechos de la actividad pol?tica no son descritos ni investigados adecuadamente. Muchos hechos constitutivos ?y yo creo que los determinantes? permanecen fuera del alcance del concepto operacional. Y gracias a esta limitaci?n ?el entredicho metodol?gico contra los conceptos transitivos que pueden mostrar los hechos bajo su verdadera luz y llamarlos por su verdadero nombre? el an?lisis descriptivo de los hechos impide la aprehensi?n de los hechos y se convierte en un elemento de la ideolog?a que mantiene los hechos. Al proclamar la realidad social existente como su propia norma, esta sociolog?a fortalece en los individuos la ?fe sin fe? en una realidad de la que son v?ctimas: ?No queda nada de la ideolog?a m?s que el reconocimiento de aquello que es: un modelo de conducta que se somete al poder abrumador de la realidad establecida.? Contra este empirismo ideol?gico, la franca contradicci?n reafirma su derecho: …?aquello que es no puede ser verdad?.