enero 17, 2019
Crisis del Estado-naci?n y de la democracia formal
Ra?l Prada Alcoreza
Definamos la democracia formal como la democracia, en sentido pleno, como autogobierno del pueblo, restringida institucionalmente; acotada, limitada por el Estado y circunscrita al juego democr?tico representativo y por delegaci?n. El pueblo, en sentido efectivo, ha desaparecido, para ser mediado por las representaciones y las delegaciones encomendadas electoralmente. Esta democracia restringida ha funcionado en las llamadas rep?blicas modernas; claro que el funcionamiento no ha estado exento de problemas, adecuaciones forzadas, interrupciones violentas, llevadas a cabo por motines intermitentes. Pero tambi?n por constantes acotamientos y restricciones que deprim?an el ejercicio democr?tico a estrechos espacios privilegiados; hombres, propietarios privados e ilustrados. Estas circunscripciones y jurisdicciones privilegiadas se han ido ensanchando; empujadas por las luchas sociales y las luchas de las mujeres por su participaci?n. En el caso de las rep?blicas que se asentaron en territorios ind?genas colonizados, los espacios democr?ticos tambi?n se ampliaron por la lucha de las naciones y pueblos ind?genas por sus reivindicaciones pol?ticas, culturales y territoriales. El voto universal en el continente fue arrancado al Estado-naci?n por las revoluciones nacional-populares. Sin embargo, a pesar de la universalizaci?n del voto, de la inclusi?n de todos en la participaci?n electoral, el ejercicio de la democracia no deja de ser restringido, pues est? conformado por mediaciones institucionales, representativas, delegativas y normativas.
En todo caso, la democracia formal e institucionalizada por la Constituci?n, incluso por las reformas constitucionales, recientemente, a principios del siglo XXI, por procesos constituyentes, que se autoproclamaron poder constituyente, por lo tanto, en t?rminos pr?cticos, por Asambleas Constituyentes originarias, ha funcionado, en algunos periodos, en su recurrencia rutinaria, en otros periodos, como interrupciones abruptas; retomada en su extensi?n, intensificaci?n y profundizaci?n por revoluciones populares. Despu?s del interregno de las dictaduras militares, en plena guerra fr?a, la democracia formal es recuperada del control de los fusiles y las bayonetas caladas. Este periodo, primero, de las ?transiciones democr?ticas?, segundo, de las relativas consolidaciones institucionales, el ejercicio democr?tico, en el Estado-naci?n, va a experimentar una especie de crisis latente, de la que no le va a ser f?cil salir. En algunos casos, se dan intentos de proyectos nacional-populares, como segundas versiones, un tanto tard?as, de lo que fueron las revoluciones nacional-populares heroicas de mediados de siglo XX. En otros casos se ingresan a coaliciones barrocas, entre ?socialistas? y neoliberales; en un tercer tipo de casos, emergen proyectos neoliberales de envergadura que postulan el achicamiento del Estado, el ajuste estructural, basado en privatizaciones de recursos naturales y empresas p?blicas, as? como del ahorro de los trabajadores, acompa?adas por disminuciones notorias en la inversi?n social. El resultado palpable de la aplicaci?n del proyecto neoliberal va a hacerse visible en el costo social y la pauperizaci?n de las arcas del Estado; la riqueza pasa a manos privadas, sobre todo a empresas trasnacionales. La crisis social, que, adem?s, es acompa?ada por la crisis econ?mica, generada por este tipo de pol?ticas econ?micas por despojamiento y desposesi?n, genera las condiciones sociales y pol?ticas del descontento social, de la multiplicaci?n de las demandas sociales, as? como por el desencadenamiento de movilizaciones sociales. Lo que emerge de este estado de cosas y de subjetividades es la movilizaci?n social generalizada contra el proyecto neoliberal.
El ejercicio de la democracia formal, expandida, en el marco del voto universal, sobre todo de la politizaci?n colectiva, dada por la experiencia de las luchas sociales, va a dar lugar a gobiernos populares, mayoritariamente votados y respaldados por un pueblo alzado y rebelado contra las formas del monopolio del poder, perdurables hasta ese entonces. Como en todo momento de entusiasmo colectivo, se crey? que ?ste era el comienzo de otra era pol?tica. Los nombres rimbombantes traducen esa expectativa: ?socialismo del siglo XXI?, ?socialismo comunitario?. Sin embargo, el entusiasmo no tard? en convertirse en frustraci?n; los nuevos gobiernos nacional-populares tard?os del siglo XXI no tardaron en demostrar sus limitaciones; sobre todo sus profundas debilidades. En la medida que estas revoluciones neo-populistas o, si se quiere, neo-socialistas, se dieron en una sociedad turbulenta, pero todav?a atrapada en las mallas institucionales del Estado-naci?n, las promesas nacionalistas, populistas, socialistas, incluso indigenistas, no pudieron cumplirse. Hablamos de las fallas estructurales del Estado-naci?n subalterno, por lo tanto, dependiente. Los llamados ?gobiernos progresistas?, en vez de arriesgarse por la consecuencia constitucional, de sus nov?simas constituciones, del nuevo constitucionalismo latinoamericano, optaron por el realismo pol?tico y el pragmatismo, intentando un camino sinuoso, por lo tanto, dif?cil, de reformas t?midas, combinadas con pactos solapados con la burgues?a, los agroindustriales, incluso los latifundistas. Adem?s de permitir la permanencia de las empresas trasnacionales extractivistas, aparentemente controlada por las ?nacionalizaciones? y la soberan?a del Estado.
La crisis m?ltiple del Estado-naci?n atraviesa entonces distintos contextos hist?rico-pol?ticos, distintos periodos, en las genealog?as del poder, local, nacional y regional. Sin detenernos en las caracter?sticas de la crisis del Estado-naci?n en periodos anteriores a los ?gobiernos progresistas?, remiti?ndonos, en este caso, a ensayos anteriores, podemos tipificar la singularidad de la crisis del Estado-naci?n en el lapso hist?rico de los ?gobiernos progresistas?. La crisis m?ltiple del Estado-naci?n durante el periodo de los ?gobiernos progresistas? se puede caracterizar, primero, por la saturaci?n de problemas pol?ticos y de legitimaci?n no resueltos a lo largo de las historias pol?ticas de los Estado-naci?n, sobre todo, subalternos. Segundo, por haberse convertido en un dispositivo en el mapa de la geograf?a pol?tica y la geopol?tica del sistema-mundo capitalista, al servicio de garantizar las transferencias de los recursos naturales al centro cambiante del sistema-mundo. En consecuencia, contando con m?rgenes de maniobra acotados por la divisi?n del trabajo a nivel mundial. Tercero, por convertir a la m?quina abstracta y concreta de poder, que es la malla institucional estatal, en el instrumento de promesas incumplibles, dados los m?rgenes de maniobra acotados por el sistema-mundo. Cuarto, por reproducir la genealog?a del poder de la forma de gubernamentalidad clientelar, que denota patentemente la perdida de convocatoria, que se compensa con la extensi?n de redes clientelares. Quinto, por su ca?da catastr?fica en las pr?cticas paralelas del poder, las de la econom?a pol?tica del chantaje y las del lado oscuro del poder. Por ?ltimo, por no tener otra alternativa, despu?s de asistir incluso al desgaste de la forma de gubernamentalidad clientelar, que recurrir a la escalada de violencia y de represi?n para mantenerse en el poder.
En consecuencia, asistimos, en los espesores de la coyuntura presente, a los desbordes de la crisis del Estado-naci?n, en las circunstancias y condiciones del colapso del funcionamiento de la democracia formal. Esta crisis se evidencia en la impotencia de la ?oposici?n? de elaborar una propuesta, por lo menos, provisional, para salir de la crisis pol?tica. Si logra maniobrar, como en el caso de Argentina y Brasil, y conseguir el acceso al gobierno por elecciones o, como se dice, por balotaje, se trata de gobiernos sumamente d?biles, sin capacidad de maniobra pol?tica, salvo la repetici?n trasnochada del desvalido proyecto neoliberal o, a?n peor, del desgarbado proyecto del conservadurismo recalcitrante del fascismo criollo. Lo que implica, de por s?, la confesi?n del fracaso, en lo que respecta a la crisis de legitimaci?n. La diatriba exacerbada de los gobiernos neo-populistas, que todav?a se mantienen en el gobierno, devela el fracaso de la legitimaci?n, pues no es lograda, salvo por la ficci?n de la propaganda y la publicidad compulsiva. Por donde se le vea, por las salidas trasnochadas de ?derecha? y las salidas desesperadas de ?izquierda?, la crisis m?ltiple del Estado-naci?n se evidencia a todas luces.
En Bolivia la ?Cumbre por la Democracia? muestra patentemente la complementariedad de la ?oposici?n? respecto al ?oficialismo?. En una nota definimos esta situaci?n de la manera siguiente:
Participar en las primarias, participar en las elecciones, es ya habilitar a los inhabilitados por el voto popular, expresado el 21 de febrero de 2016. El principio necesario, indispensable e ineludible es hacer respetar la decisi?n definida por el pueblo en el referendo sobre la reforma constitucional. Mientras esto no se cumpla es inconsecuencia participar en las primarias y en las elecciones. No solo se habilita a los inhabilitados, sino que despu?s del golpe de Estado jur?dico-pol?tico perpetrado por el TSE, como que se legitima al gobierno de facto, que ya tiene todo preparado para ganar las elecciones. Con estas actitudes inconsecuentes la ?oposici?n? ha demostrado que es complementaria al oficialismo, que forma parte del c?rculo vicioso del poder. El pueblo debe encontrar su propio camino, sin contar con la casta pol?tica, que funge de ?oposici?n?. La salida popular es ir m?s all? del c?rculo vicioso del poder, m?s all? de la ?izquierda? y la ?derecha?, m?s all? de las poses y usos pol?ticos seudo-democr?ticos. Siendo la democracia gobierno del pueblo, el pueblo tiene que liberar su potencia social, encontrar salidas de transiciones consensuadas, en la perspectiva del Autogobierno del pueblo.
La democracia formal est? en crisis. Es decir, en el marco institucional de esta democracia representativa y delegativa de la rep?blica, no se puede encontrar ninguna salida a la crisis pol?tica. No hay que confundir el cansancio de lidiar con engre?dos y megal?manos gobernantes, perdidos en el laberinto de su soledad, con un proyecto de salida de la crisis. No lo es; por eso, no se trata tampoco de cambiar a unos amos por otros, a unos comediantes pol?ticos por otros. Las nuevas caras no son prueba de una salida de la crisis, menos de una nueva era pol?tica. Sencillamente, se trata de nuevas caras en la misma trama pol?tica y en la continuidad escabrosa del c?rculo vicioso del poder. Esto lo comprueba el pueblo argentino y el pueblo brasilero, que se cans? de la galopante corrupci?n neopopulista, que opt? por cansancio cambiar las caras de los gobernantes. Ahora se encuentra con lo grotesco hist?rico-pol?tico, end?mico, sin discurso ni ideolog?a, salvo la reiteraci?n de la letan?a del esquematismo no cre?ble del equilibrio econ?mico, peor a?n, de la venganza moral de los patriarcas oto?ales e impotentes; despu?s de haber buscado escapar de la comedia del grotesco pol?tico del neo-popilismo, del neoindigenismo y del neo-fascismo criollo.
La salida a la crisis no puede, obviamente darse, por una opci?n tan ingenua y simplista, como cambiar de caras de los gobernantes, de las ?oficialistas? a las de la ?oposici?n?. La crisis m?ltiple del Estado-naci?n es compleja y profunda; data de la conquista y la colonia, perdura en la colonialidad cambiante y en constante metamorfosis. Si los pueblos del continente quieren resolver esta crisis hist?rico-pol?tica-cultural, deben tocar las ra?ces de las genealog?as del poder en el continente. Es decir, y esta vez no como demagogia populista, tampoco indigenista, se debe lograr procesos de descolonizaci?n; lo que equivale a deconstrucciones hermen?uticas colectivas de alcance integral. No se pueden haber constituido ni rep?blicas, ni democracias, ni Estado-naci?n leg?timos, sobre cementerios ind?genas. Por otra parte, no se pueden resolver los problemas del capitalismo, la explotaci?n en distintas escalas y estratificaciones, adem?s de modalidades y sujetos sociales involucrados, desde la otra cara de la medalla del poder; de un lado est? el capital, del otro lado esta el Estado. En tercer lugar, no se puede hablar de liberaci?n cuando ?sta esta mediada por representantes y vanguardias que habla en nombre de la ?v?ctimas? de las dominaciones. La liberaci?n solo es posible desde los y las propias afectadas por las dominaciones polimorfas. En otras palabras, si no hay madurez, es decir, autonom?a, de los sujetos sociales involucrados, es decir, el uso critico de la raz?n y el autogobierno, no hay liberaci?n; o la ?liberaci?n? resulta una palabra para encubrir a la nueva elite dominante que habla en nombre de las v?ctimas.
Concretamente, en el caso de la crisis m?ltiple del Estado-naci?n en Bolivia, la ?oposici?n? est? muy lejos de ser una salida a la crisis pol?tica, menos a la crisis que expresa dram?ticamente la decadencia del neopopulismo. Pregunta: ?podr? el pueblo boliviano liberar su potencia social, asumirse cr?ticamente, preguntarse: c?mo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente? Lograr deconstruir la ideolog?a, en sus distintas versiones y tonalidades, el fetichismo simb?lico e imaginario del poder, y diseminar las mallas institucionales del Estado colonial, logrando comprender el secreto perverso de su dominaci?n y el secreto del recurrente c?rculo vicioso del poder. No lo sabemos. Nuestra responsabilidad est? en interpelar y preguntar.