Chalecos amarillos: Izquierda europea comienza a comprender y aceptar la autonom?a de los partidos, faltando superar el obrerismo y el clasismo

La clase trabajadora francesa ha recuperado as? un espacio de interacci?n conjunta establecido en base a v?nculos directos, y esto debe ser aprovechado para extraer las ense?anzas pertinentes y para reforzar unas estructuras de relaci?n entre obreros bastante debilitadas en las ?ltimas d?cadas, dispuesta la coyuntura en que los explotados, los sin voz, exigen radicalmente su derecho a la palabra mientras arde Par?s.



Clima insurreccional en Francia

Nandu de Diego
La Haine

Los chalecos amarillos destapan las verg?enzas del r?gimen burgu?s

No se pod?a imaginar una usuaria de internet, trabajadora de banca, que la petici?n virtual solicitando la bajada en los precios del combustible (estos se hab?an disparado en el ?ltimo a?o, especialmente los del di?sel) que estaba realizando en una conocida plataforma de recogida de firmas, iba a convertirse en la chispa que encendiera la mecha de un movimiento social de protesta que incomodar?a a la burgues?a y que est? poniendo en jaque a la clase pol?tica francesa instalada en un gobierno de corte liberal, que se muestra a cada vuelta m?s reaccionario si cabe que sus predecesores.

Ahogados por las cargas fiscales, con la sensaci?n de una incesante p?rdida de poder adquisitivo planeando sobre la poblaci?n desde el inicio de la ?ltima crisis de sobreproducci?n, y con la lucha contra el abusivo incremento a los impuestos de la gasolina y el di?sel como tel?n de fondo inicial (con la supuesta pretensi?n de promover la transici?n energ?tica, el gobierno de Macron aumentar?a los impuestos a los carburantes de 7,6 c?ntimos por litro para el di?sel y de 3,9 c?ntimos para la gasolina, pendiente a?n de aplicar las tasas suplementarias en el a?o venidero), varios usuarios secundando la solicitud de la anterior, impulsan meses m?s tarde en las redes un llamamiento “on-line” a la acci?n colectiva (el inicio del movimiento se fecha en el d?a 17 de noviembre), que se convierte en viral y se extiende a otros usuarios que no dudan en promover el bloqueo en numerosas v?as y carreteras de algunas de las principales regiones francesas, dando lugar de manera espont?nea y espontaneista a las primeras concentraciones del conocido como movimiento de los chalecos amarillos (gilets jaunes en su versi?n original), que nac?a como una herramienta independiente de partidos y sindicatos, pero que cuenta ya con el apoyo manifiesto de gran parte de la poblaci?n de Francia, incluidos estos ?ltimos y otras organizaciones civiles a las que ha arrastrado, a pesar de que inicialmente decidieran marcar distancia (la Federaci?n Sindical Mundial ya ha mostrado su solidaridad con la clase trabajadora francesa).

El movimiento crece desde el descontento de una Francia rural abandonada institucionalmente y de las zonas perif?ricas de los grandes n?cleos poblacionales, hasta hacer patente su fuerza en las calles de los barrios ricos de las grandes urbes galas, y es precisamente cuando la intensificaci?n de sus acciones se traducen en las revueltas de Par?s que este adquiere una dimensi?n medi?tica en el plano internacional (recordemos como los principales telediarios de todo el mundo abr?an portadas con los disturbios producidos en los Campos El?seos, en la lujosa Avenida Foch y Grande-Arm?e).

La internacionalizaci?n de las protestas, que se est?n extendiendo bastamente en numerosos pa?ses repartidos por toda la geograf?a mundial con diferentes desarrollos pero similar modelo estructural apartidista, hacen que los grandes media al servicio del capital copen sus p?ginas principales con una suerte de diario en que tratan de desacreditar el movimiento poniendo en entredicho su “legitimidad” y con el que tratan de confundir a la opini?n p?blica, pero no pueden evitar que resurjan en el imaginario colectivo los ecos de las luchas hist?ricas de una clase trabajadora que nos marc? un camino que completar en aquella Revoluci?n de 1789, en La Comuna de Par?s de 1871 y en muchos m?s intentos de insurrecci?n obrera hasta hoy, si bien las condiciones objetivas bajo las que se ve obligado a luchar el proletariado para sustituir una determinada dominaci?n de clase por otra se han ido transformando desde entonces.

Lo que comenz? siendo una serie de concentraciones de car?cter un tanto ca?tico en lo organizativo y con ciertos paralelismos entre s? en torno a una ?nica reclamaci?n com?n, ha derivado en un levantamiento popular que alberga a trabajadores, estudiantes, jubilados y desempleados de todo el pa?s, moviliz?ndolos en masa y canalizando el descontento social hasta el punto de aumentar el nivel de las reivindicaciones, que han madurado en una excelsa lista de reformas cl?sicas del sindicalismo (desgraciadamente, estas descansan en su conjunto sobre la base de las relaciones de producci?n burguesas y no afectan al antagonismo entre capital y trabajo asalariado) con la que pretenden frenar el desarrollo de las medidas impopulares del gobierno y al mismo tiempo enfrentar las pol?ticas anti obreras de la Uni?n Europea y el Fondo Monetario Internacional.

A la supresi?n de la subida del impuesto al combustible se le unen otras reclamaciones que perfilan el car?cter de clase del movimiento, como el establecimiento del salario m?nimo en 1300 euros netos, la accesibilidad a una seguridad social igualitaria, la protecci?n de las pensiones a fin de evitar una disminuci?n en el reparto de las mismas y bajar la jubilaci?n a los 60 a?os de edad, la defensa del sector industrial ante la constante reubicaci?n de las empresas, la inversi?n en una educaci?n p?blica y de calidad y que no se supere un determinado ratio de alumnos por clase, batallar contra la corrupci?n fiscal, tumbar las pol?ticas de austeridad que s?lo afectan a los estratos m?s d?biles entre las clases populares, etc, y poco a poco van incorporando exigencias pol?ticas de mayor calado.

Es precisamente este paso adelante el que preocupa al arrogante presidente y a sus consejeros, temerosos que el proletariado contin?e desafiando su autoridad y tome conciencia de que la superaci?n de la crisis capitalista no vendr? dada por el r?gimen burgu?s.

Sin interlocutores “oficiales” con los que negociar, el gobierno de Macron ha optado por adelantar una serie de concesiones populistas que ya ten?a pensado ejecutar futuramente, en un intento desesperado de aplacar la desafecci?n social latente que parece no haber surtido efecto, a tenor de que las movilizaciones contin?an con mayor intensidad, a pesar del anuncio gubernamental de anular la subida de la tasa al carburante y aprobar unas medidas fiscales que contemplan unos presupuestos caritativos destinados a paliar estad?sticamente los d?ficit de poder adquisitivo de los estratos m?s empobrecidos. Era su plan B y parece estar agotado, toda vez demostrado que el plan A, el uso de la fuerza coercitiva, no solo no disip? las movilizaciones sino que increment? el odio de clase hacia su gesti?n.

A la represi?n de clase, que deja de momento miles de detenidos, centenares de heridos y alg?n muerto, solo puede enfrentarla una respuesta de clase, si bien es muy pronto para vaticinar cual ser? y cu?nto durar? el impacto pol?tico de esta respuesta, que se mantiene en un punto de inflexi?n peligroso, enfrentando al tiempo que adquiere una l?gica propia, la infiltraci?n de la burgues?a en el movimiento y los intentos de absorci?n del mismo por parte de los sectores m?s “lepenizados”, si bien los elementos reaccionarios que han ido apareciendo durante las manifestaciones iniciales constituyen un reducto marginal que se ha depurado sistem?ticamente a medida que se agudizaban las contradicciones de clase.

Algunos analistas achacan a la falta de direcci?n existente y a la composici?n sociol?gica heterog?nea la apertura de una ventana a la adhesi?n de oportunistas de todo pelaje, pero es ah? donde el movimiento obrero franc?s debe penetrar de manera resuelta y aportar su experiencia, en vez de dar la espalda a este posible germen pre revolucionario y abonar el campo de crecimiento de la extrema derecha en un territorio que conoce de primera mano el significado de resistir al fascismo y al nazismo.

Flaco favor hacen a la causa quienes acusan al movimiento de xen?fobo (obviando el gran n?mero de migrantes politizados contenidos en el movimiento) o de violentos (pueden esperar sentados los excesivamente moderados si piensan que la victoria de la clase obrera se producir? a golpe de tambor).

La clase trabajadora francesa ha recuperado as? un espacio de interacci?n conjunta establecido en base a v?nculos directos, y esto debe ser aprovechado para extraer las ense?anzas pertinentes y para reforzar unas estructuras de relaci?n entre obreros bastante debilitadas en las ?ltimas d?cadas, dispuesta la coyuntura en que los explotados, los sin voz, exigen radicalmente su derecho a la palabra mientras arde Par?s.

Cuesti?n de Clase

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