enero 23, 2019
?Dualidad de poderes en Venezuela?
Ra?l Prada Alcoreza
Juan Guaid?, presidente de la Asamblea Nacional, se autoproclam? como presidente interino de la Rep?blica Bolivariana de Venezuela, consider?ndose presidente en sustituci?n constitucional, en pleno vac?o de poder, una vez que se posesiona ileg?timamente Nicol?s Maduro. A su vez, declara Maduro de instrumento de la conspiraci?n imperialista a Guaid?. Por cierto, parece que asistimos a una versi?n reciente de lo que se defini? como poder dual. Esta vez no desde la perspectiva bolchevique, de las tesis de abril de 1917, sino desde la interpretaci?n de Juan Guaid? de la propia Constituci?n bolivariana. Varios gobiernos, sobre todo los vinculados al Grupo de Lima, adem?s, claro est?, del gobierno de Estados Unidos de Norte Am?rica, reconocen a Guaid? como ?presidente leg?timo? de Venezuela. Lo que parece evidente es que asistimos al conflicto de poderes, entre el instaurado en Miraflores y el establecido en la Asamblea Nacional.
A Juan Guaid? no le faltan argumentos para tipificar de ilegitimo al gobierno de Nicol?s Maduro. Despu?s de la imposici?n de una Asamblea Constituyente ap?crifa, que vulnera la Constituci?n Bolivariana de Venezuela y desconoce el momento constitutivo de la Asamblea Constituyente de 1999. A Nicol?s maduro le faltan argumentos para justificar su posesi?n en el gobierno, no debido a la ap?crifa Asamblea Constituyente, que impone por la fuerza, sino debido a que su elecci?n se da en condiciones de imposibilidad democr?tica. Sin embargo, Maduro cuenta todav?a con la lealtad del ej?rcito y parte de las organizaciones sociales chavistas. Guaid? cuenta con el respaldo multitudinario de la poblaci?n, movilizada en contra de Maduro, fuera del apoyo de gobiernos, que no gozan precisamente de expresar el sentido democr?tico, tampoco hablan desde un locus ?tico moral. Para muestra basta un bot?n: el anacr?nico gobierno ultraconservador y racista norteamericano no es precisamente el referente adecuado para criticar al gobierno dictatorial de Maduro; tampoco el gobierno neoliberal tard?o de la Argentina, mucho menos el gobierno fascista criollo del Brasil.
Pero, vayamos a la nuez del problema. La crisis pol?tica, que es, en el fondo, crisis de legitimidad, no solamente corresponde al ?gobierno progresista? de Nicol?s Maduro, sino tambi?n a lo que representa la ?oposici?n? venezolana. Ambas referencias pol?ticas corresponden al c?rculo vicioso del poder; en consecuencias, ambos perfiles pol?ticos, por m?s que se proclamen enemigos, son c?mplices de la reproducci?n del poder, tal como se ha dado en las genealog?as pol?ticas de Am?rica Latina. Es demasiado ingenuo creer que se va a salir de la crisis m?ltiple del Estado naci?n, liber?ndose de Nicol?s Maduro y su r?gimen neopopulista, abriendo las compuertas a cualquier figura de una ?oposici?n? enclenque, que solo es fuerte porque el pueblo venezolano est? cansado de la demagogia, de la impostura, de la corrupci?n galopante de los ?revolucionarios? de pacotilla. La crisis atraviesa todo el espectro pol?tico, toda la gama de la casta pol?tica, de ?izquierda? y de ?derecha?. En la crisis m?ltiple pol?tica se encuentran todas las expresiones pol?ticas e ideol?gicas, que disputan el poder. Salir de la crisis implica resolverla, resolver la problem?tica compleja de la crisis m?ltiple del Estado-naci?n. Las opciones que ofrece la ?oposici?n? est?n muy lejos de ser algo aproximado de las soluciones del problema pol?tico y de legitimaci?n. Menos a?n, la continuidad del r?gimen neopopulista.
Se puede entender que cuando un pueblo se cansa de dar de s? por una promesa que no se cumple, busque cualquier salida a la crisis, aunque, en el fondo no lo sea. M?s temprano que tarde se evidencian los l?mites estrechos de las opciones de ?derecha?. Esto se patentiza en la reciente experiencia pol?tica de la Argentina y m?s recientemente en la experiencia pol?tica de Brasil. Empero, como se sabe, la premura no es nunca una buena medida para solucionar problemas ?lgidos. No se trata, de ninguna manera, de defender a gobiernos de la simulaci?n y la impostura como fueron y son los llamados ?gobiernos progresistas?, sino de comprender el desaf?o de la problem?tica compleja de la crisis pol?tica. En conclusi?n, anticipada, se puede decir que la salida a la crisis m?ltiple del Estado naci?n no se encuentra en el c?rculo vicioso del poder, en las distintas versiones de la reproducci?n del poder, sean de ?izquierda? o de ?derecha?, sino en la posibilidad de la madurez hist?rico-cultural-pol?tica del pueblo. Cuando el pueblo sea capaz de tener como autoridad a la raz?n, sobre todo a la raz?n cr?tica, es m?s, a la cr?tica de la raz?n; cuando el pueblo se capaz del uso critico de la raz?n y de ejercer su autonom?a y autogobierno, entonces podremos decir que ha abandonado la condici?n de inmadurez y de dependencia. Que es plenamente soberano y que puede construir alternativas creativas, m?s all? del c?rculo vicioso del poder.
No sabemos, no podemos adelantarnos, no somos adivinos, lo que va a pasar en Venezuela; no podemos acertar, a ciencia cierta, sobre los desenlaces de la trama pol?tica. Sin embargo, podemos evaluar los l?mites dram?ticos de cualquier salida que se encuentra orbitando en el c?rculo vicioso del poder. A modo de corolario, podemos decir que cualquiera sea la salida, en el marco estrecho definido por el c?rculo vicioso del poder, la crisis de la pol?tica y de legitimaci?n continuar? carcomiendo las columnas de un Estado naci?n, que no ha resuelto sus problemas cong?nitos de nacimiento. No hay rep?blica ni democracia, en pleno sentido de la palabra, cuando se instauran teatros pol?ticos republicanos y democr?ticos sobre cementerios ind?genas.
Para continuar con los t?rminos referenciales del discurso pol?tico, inadecuados pero ilustrativos, las ?derechas? se regocijan con la ca?da de los ?gobiernos progresistas?, creen que por esto se confirman sus vern?culares prejuicios recalcitrantemente conservadores. No entienden, que, si ahora se ventilan sus esquematismos extremadamente elementales, patriarcales, racista y de supremac?a blanca, es por casualidad, por una imprevista situaci?n catastr?fica a la que arrastraron los gobiernos neopopulistas. No est?n donde est?n por sus propios m?ritos, porque no los tienen, sino por los crasos y grotescos errores de estos gobiernos neopopulistas. Fueron la mejor propaganda, no solamente para la ?derecha? en general, sino para estas expresiones anacr?nicas y reaccionarias del conservadurismo recalcitrante. Los gobiernos neoliberales tard?os y el gobierno fascista criollo no tardan mucho en develar sus extremas debilidades, sus insoportables levedades, adem?s de sus grotescos anacronismos. No subsistir?n a los embates de la continuidad de la crisis.
Obviamente, el tema pol?tico no puede plantearse en el simplismo esquem?tico y argumentativo de los voceros de los ?gobiernos progresistas?: O nosotros o ellos. Ni los unos ni los otros. El chantaje emocional neopopulista no es otra cosa que eso, chantaje de paternalistas pol?ticos, que manipulan los sentimientos populares y su expectativa en la promesa milenarista. Se presentan como ?amigos del pueblo?. Este discurso es excesivamente pretensioso y extremadamente demag?gico, adem?s de compulsivamente manipulador. Adquieren ventaja sobre sus adversarios, los neoliberales, quienes se presentan como t?cnicos neutrales ante la insoslayable objetividad econ?mica, que convierten en n?cleo de la realidad misma, pues resultan demasiado aburridos e incoloros, adem?s de contar con poca gracia. Sin embargo, esta ventaja es meramente imaginaria y emocional. No tiene asidero en las din?micas sociales y subjetivas de las masas. Del entusiasmo el pueblo pasa al desencanto; en un tiempo m?s puede pasar a la interpelaci?n a quienes lo enga?aron.
El ?an?lisis pol?tico?, encumbrado por los medios de comunicaci?n, no entiende que se maneja con referentes inadecuados, como los relativos al esquematismo dualista y simpl?n de ?izquierda? y ?derecha?. Los proclamados enemigos, en realidad, efectivamente, en la genealog?a del poder, son c?mplices; se necesitan. El amigo necesita del enemigo para legitimar su posici?n de poder y viceversa.
La crisis pol?tica y de legitimaci?n de Venezuela tiene, por un lado, la crisis de la forma de gubernamentalidad clientelar; tiene, por otro lado, la crisis del retorno end?mico a las formas insustanciales del criollismo colonial. Para decirlo, en sentido popular, la ca?da del r?gimen ?chavista? es una construcci?n de la propia derrota de esta militancia delirante, enamorada de la convocatoria del mito, el caudillo. La asunci?n probable al gobierno de cualquier perfil de ?derecha? ser? el desenlace de la trama de la dominaci?n imposible de las oligarqu?as y de los estratos criollos en el continente ind?gena de Abya Yala. Ambas expresiones hist?rico-pol?ticas conforman el cuadro de la genealog?a de una colonialidad que se desplaza sin poder lograr la hegemon?a. No puede, es imposible, pues la hegemon?a implica contar con la connivencia de todos, en el asunto de la administraci?n y realizaci?n del poder. La hegemon?a solo puede realizarse si reconoces al Otro. La dominaci?n criolla se basa en lo contrario, en el desconocimiento del Otro.
Ponderamos el grito de los compa?eros que proponen una salida distinta a la propuesta por el imperio y el Grupo de Lima, empero, lo que define los desenlaces es la correlaci?n de fuerzas. Los compa?eros, aunque pueda que tengan raz?n ? es discutible -, no tienen sufriente fuerza como para convocar, memos para incidir en los desenlaces pol?ticos. Para decir algo, como poniendo en la mesa de discusi?n, consideramos que la cr?tica al r?gimen ?chavista?, desde la ?izquierda?, deber?a haber comenzado antes, mucho antes de los pronunciamientos, cuando ya era tarde. No se construy?, desde un principio, otra posibilidad distinta a la convocatoria del mito, del caudillo. Se esper? demasiado tiempo, para emprender la cr?tica, que no deja, hasta ahora, de ser tibia; por lo tanto, ineficaz ante la envergadura de la crisis pol?tica. El desenlace pol?tico no depende de la raz?n que puedan tener compa?eros, indiscutiblemente revolucionarios, sino, otra vez, de la correlaci?n de fuerzas.
Ante lo que ocurra, no tiene mucho sentido seguir insistiendo en la raz?n te?rica. La l?gica de las fuerzas es implacable. Es menester la autocr?tica, antes de recomenzar una nueva era de cr?tica te?rica, pol?tica y cultural, de activismo comprometido. No se puede eludir la corresponsabilidad de los compa?eros probos, cr?ticos y comprometidos, en el derrumbe de los procesos pol?ticos, abiertos por la insurgencia popular, como el Caracazo. ?Qu? se ha hecho anticipadamente para evitar que ocurra lo que ya est? ocurriendo? Muy poco. Hubo como una autocomplacencia de la superioridad del intelectual cr?tico; la raz?n cr?tica sobre las pr?cticas chabacanas de los funcionarios. La cr?tica, en sentido pleno, es decir, radical, no deja piedra sobre piedra; derrumba todos los muros, todas las edificaciones del poder. Adem?s, hace activismo, se comunica con el pueblo, hace pedagog?a pol?tica; no se satisface en la autocomplacencia de reuniones de intelectuales convencidos, que hacen gala de sus certezas te?ricas.
Si se dice lo que se dice, no es para echar piedras a los compa?eros, ni creerse el que dice una verdad superior a las verdades conocidas, sino porque se tiene consciencia de que nos equivocamos juntos. Esto no quiere decir que aqu? termina todo y que nos vayamos a dormir, sino que la experiencia vivida puede servir en el aprendizaje de los activismos radicales contempor?neos de los nuevos combatientes. Hay que transmitir la experiencia honestamente, develando la arqueolog?a de las contradicciones que nos constituyeron.
Una de la frases m?s bonitas y expresivas es la que dice: ?La lucha contin?a! Bueno pues, hay que continuar la lucha, cuan viejos estemos. Pero, no olvidar, la lucha es cr?tica consecuente y consecuencia de la cr?tica en las pr?cticas. Otros j?venes combatientes retomaran la posta; mejor si lo hacen irreverentemente a los que los precedieron. Es menester trasmitir a estos j?venes luchadores la experiencia, sin ocultar las contradicciones evidenciadas.
Para no generalizar al mundo, solamente atrevi?ndonos hablar del continente, contamos con colectivos de j?venes vitales, que comprenden mejor que nosotros el drama y la tragedia de la crisis ecol?gica. Es menester comunicarse con estos colectivos y compartir experiencias y memorias, sobre todo con la honestidad, para decirlo de una manera ilustrativa, de las confesiones. Estos colectivos no deben cometer los errores que cometimos; por eso es indispensable contar la historia parad?jica de las revoluciones.