Violencia y odio de clase
Por Ra?l Zibechi
La Jornada
?Qu? relaciones podemos establecer entre el asesinato de la concejala Marielle Franco y el juicio penal contra Lula? ?C?mo vincular la destituci?n ileg?tima de Dilma Rousseff con la intervenci?n militar en las favelas? ?Qu? lazos existen entre el aumento exponencial de la violencia contra negros y negras y los sucesivos r?cords que est? batiendo la bolsa de Sao Paulo?
Un hilo de sangre que se llama odio de clase. Un odio heredado de la esclavitud y del orden colonial en el que prosper?. Los esclavistas s?lo se preocuparon por los esclavos cuando se fugaban y creaban quilombos/palenques, espacios de libertad y de vida que se convirtieron en referencia para todos los que viv?an encadenados.
A?n para quien no defiende a Lula, y sospecha que las acusaciones en su contra tengan cierto fundamento, parece evidente que su condena y la ca?da de Dilma abrieron las compuertas de un odio macizo, colonial y genocida de los de arriba. En ese clima de odio fue asesinada Marielle, negra, feminista, lesbiana, nacida en la Mar?, un complejo de favelas linderas con la bah?a de Guanabara.
La peculiaridad de Brasil, por lo menos en estos a?os, es que uno por ciento cuenta con el apoyo de una parte importante de la sociedad, probablemente entre 30 y 50 por ciento de la poblaci?n: las viejas clases medias, la porci?n de pobres que ascendieron algunos pelda?os en la escala social y todos los que sue?an con emular a los m?s ricos. Odian a los pobres porque sienten la espada de Damocles de la precariedad sobre sus cabezas.
Sin embargo, no estoy de acuerdo con quienes creen que la amplia y justa reacci?n popular al asesinato de Marielle configura una nueva coyuntura. Sin duda, empeora las expectativas de la derecha y mejora las de la izquierda, con o sin Lula en el escenario electoral. Pero las cosas son mucho m?s profundas y, sobre todo, de m?s larga duraci?n.
Quienes conozcan m?nimamente la Mar?, el complejo de favelas con m?s de 150 mil habitantes donde naci? Marielle, saben que esto no empez? con la intervenci?n militar de Michel Temer. M?s de medio siglo de historia permite asegurar que la presi?n y la represi?n sobre los favelados nunca cedi?, ni siquiera bajo los gobiernos de Lula y Dilma.
Los m?s veteranos recuerdan con cierta nostalgia el gobierno de Leonel Brizola en el estado de R?o de Janeiro (1983-1987). Junto a su vice Darcy Ribeiro, ambos del Partido Democr?tico Laborista, defendieron el empoderamiento de los pobres, por lo que fueron acusados de paternalistas. Brizola orden? a la polic?a que se abstuviera de realizar invasiones arbitrarias en las favelas y que reprimiera a los escuadrones de exterminio parapoliciales. M?s de 200 polic?as fueron procesados. Su gobierno fue la excepci?n en la relaci?n con la poblaci?n pobre y negra.
Ante los llamados a la unidad (electoral) y a la formulaci?n de un programa com?n (de gobierno) en este a?o de elecciones presidenciales, conviene enfatizar en la necesidad de una pol?tica que se deslinde tanto de la confrontaci?n como de las instituciones. Raras veces los esclavos enfrentaron de modo frontal a los propietarios, porque la asimetr?a era (y sigue siendo) brutal. Nunca fueron tan ingenuos como para so?ar que su libertad vendr?a de cogestionar las plantaciones con sus amos (s?mil del proyecto progresista). Toda su energ?a la pon?an en preparar fugas, para fundar espacios de libertad como quilombos y palenques.
?C?mo ser?a una pol?tica anclada en la fuga del capitalismo, en la creaci?n de espacios de libertad y en la resistencia a los embates de los opresores? Creo que es lo que est?n haciendo las mujeres que luchan, los pueblos ind?genas m?s decididos y, notablemente, los zapatistas. Necesitamos una pol?tica en clave quilombo/palenque o comunidad ind?gena/campesina y popular. Es urgente, necesaria y posible.
Es urgente porque debemos desmontar la l?gica del enfrentamiento frontal con el enemigo. No estoy defendiendo el no resistir, el no combatir, sino en la urgencia de cuidarnos como pueblos y clases, porque el proyecto de arriba es liquidarnos. El asesinato de Marielle fue respondido con la misma indiferencia que la desaparici?n de los 43 de Ayotzinapa. El poder defiende la represi?n, mientras las clases medias y los grandes medios culpan a las v?ctimas. Dicen que Marielle era narcotraficante.
Es necesaria porque debemos mirar el largo plazo y no consumir las pocas energ?as colectivas que a?n tenemos en disputas que no conducen a ning?n lado o, peor, disipan las energ?as colectivas en el altar electoral. Los cuerpos que preparan fugas (del capitalismo, del patriarcado, de la hacienda, del control institucional) deben entrenarse en tiempos y en espacios bien distintos que los de los cuerpos que se preparan para ocupar sillones en las instituciones.
Mientras unos necesitan exponerse permanentemente a los focos medi?ticos, los otros preparan en silencio la evasi?n. Cuando la asimetr?a de poder es tan grande como la que observamos entre el uno por ciento y la mitad m?s pobre, se debe actuar con extrema cautela y simulando incluso obediencia, como sostiene James Scott en Los dominados y el arte de la resistencia. Son culturas pol?ticas diametralmente opuestas, entre las cuales el di?logo es harto complejo porque hablan lenguas diferentes.
Es posible porque ya existe una pol?tica de este tipo (anclada en los quilombos y las comunidades), como lo muestran en Brasil decenas de organizaciones en las favelas, como las que pude conocer directamente en el Complexo do Alem?o y en Timbau (en la Mar?), en Brasilia y en Salvador.
El asesinato de Marielle es un mensaje contra la nueva generaci?n de militantes negros que se multiplicaron desde las movilizaciones de junio de 2013. Este nuevo activismo est? tejiendo un hilo de rebeld?a que lleva desde el quilombo de Palmares (1580-1710) hasta la primera favela de R?o de Janeiro (Morro da Providencia en 1897), pasando por el Teatro Experimental Negro en la d?cada de 1940. Est?n forjando historias otras, abajo y a la izquierda.