El todos contra todos de Somalia
A los escenarios b?licos superpuestos entre al Shabab y el ISIS se suman los piratas y la extrema sequ?a.
La Marea
18 enero 2019
MOGADISCIO (SOMALIA) // Somalia lleva tanto tiempo en guerra que los ni?os y ni?as le han perdido el miedo. Es jueves y, como cada jueves, decenas de adolescentes acuden a la playa de Liido a dar comienzo al fin de semana. Aunque muchos no saben nadar, pocos son los que no se atreven a zambullirse en las aguas cristalinas de Mogadiscio. Los peque?os corren, las chicas r?en, los adolescentes saltan una y otra vez sobre neum?ticos que son flotadores. Y entonces todos r?en a la vez. Al otro lado, tras un enrejado que separa personas ?pero no la arena que pisan?, los mayores (los que se lo pueden permitir) se protegen del sol en el Liido Seafood restaurant. ?Tranquilo, aqu? podemos relajarnos?, comenta socarr?n el enlace de prensa de la African Union Mission to Somalia (AMISOM). Se quita el chaleco antibalas y deja el casco sobre la mesa. Con un chasquido, hace un se?a al camarero para que nos traiga un zumo de frutas. Hace dos a?os, otro jueves, un ataque de al Shabab ?la franquicia de Al Qaeda en el cuerno de ?frica? dej? una veintena de muertos en esta misma playa. En la puerta principal, en la que da acceso al restaurante desde la carretera, han instalado una garita. El resto sigue igual. Huele a pizza. A shawarma. A ese pollo especiado que llaman Digaag Duban. Seguir viviendo es la forma ?ltima de resistencia.
Buena parte de la poblaci?n somal? ya naci? as?. En la guerra. De hecho, alrededor de un 70% de los habitantes de este pa?s africano no ha cumplido los 35 a?os. Para ellos la vida siempre ha sido esto: una sucesi?n de atentados, de bombardeos extranjeros, de jueves en la playa de Liido. Desde la ca?da del dictador Siad Barre en 1991, Somalia se ha desmoronado v?ctima de la violencia sectaria. Los clanes, muchos de ellos liderados por se?ores de la guerra, han escenificado una batalla por el control territorial. Por las ruinas de un pa?s que lleva m?s de 25 a?os en conflicto. El resultado es una naci?n fragmentada en la que la autoridad del presidente, Mohamed Abdullahi Farmajo, no alcanza m?s all? de los dominios de la capital y de las zonas controladas por las fuerzas de la AMISOM. En realidad son los clanes y se?ores de la guerra los que administran sus territorios.
Al norte, en el antiguo protectorado brit?nico, en la costa del golfo de Ad?n, Somaliland es de facto un Estado independiente. Pese a que carece de reconocimiento internacional, ha desarrollado sus propias instituciones y fuerzas de seguridad. Es, seg?n The Economist, la ?democracia m?s fuerte? de ?frica del Este, aunque en las elecciones celebradas el pasado noviembre y en las que fue elegido presidente el excomandante del Somali National Movement Musa Bihi Abdi se registraron importantes protestas ?con dos muertos y bloqueo de comunicaciones? por las denuncias de fraude de la oposici?n.
Ruinas de una vivienda junto a la playa de Liido. P. L. O.
En las ?ltimas semanas las disputas entre las fuerzas de Somaliland y sus vecinos de Puntland por el control de las regiones de Sool y Sanag han hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional: ?He pedido a los l?deres? de ambos territorios ?que declaren el cese de las hostilidades, retiren sus tropas, restauren el statu quo y abran canales de comunicaci?n?, asegur? el pasado 24 de enero el enviado especial de la ONU al pa?s, Michael Keating, ante el temor de que el despliegue de fuerzas para evitar la visita de Farmajo al norte derivase ?en violencia?. A diferencia de sus vecinos de Hargeisa, el clan Daarood que domina Puntland no ans?a la independencia sino la conformaci?n de una Somalia federal. Su vasto territorio, que se extiende frente a la isla de Socotra hasta los dominios de Mudug, resulta imposible de controlar, lo que ha sido aprovechado por el ISIS para impulsar su propia milicia en la zona. ?Puntland est? luchando contra Al Shabab y contra el ISIS. El ataque por parte de Somaliland no hace m?s que ofrecer refugio y apoyo a los grupos terroristas en la zona?, declar? el presidente de la regi?n aut?noma de Puntland, Abdiweli Mohamed Ali, apelando al enemigo com?n: los yihadistas.
La lucha por el control de la Yihad regional
Tropas de la AMISOM en el valle del Shabelle. P. L. O.
En el todos contra todos que es Somalia, los escenarios b?licos se superponen. La misi?n internacional combate a los radicales yihadistas ?al Shabab al sur, el ISIS al norte?, mientras ambas facciones dirimen su particular batalla por el control de la yihad en el cuerno de ?frica. El ISIS lleva a?os ?intentando ingresar en Somalia?, asegura el investigador del Institute for Security Studies, Omar S. Mahmood, ?pero se encontr? con una importante resistencia por parte de al Shabab?. El avance de la coalici?n internacional hacia Raqqa intensific? la apuesta por la yihad global de al-Baghdadi, quien encontr? en la figura de Abdulqadir Mumin ?que hab?a llegado desde Reino Unido en 2010 para unirse a la filial de Al Qaeda? un aliado en los territorios del clan Majerteen al este de Puntland. La incapacidad de al Shabab de canalizar el descontento de buena parte de las tribus locales de Puntland ofreci? a Mumin el escenario perfecto para crear su propia insurgencia. Un a?o despu?s de su creaci?n, en octubre de 2016, el ISIS se present? ante el mundo en Somalia con su gran golpe de efecto: la toma, durante 40 d?as, de la ciudad costera de Qandala, enclave natal del propio Abdulqadir Mumin y centro hist?rico del comercio entre ?frica, Oriente Medio y Asia. M?s de 20.000 personas huyeron durante las cinco semanas en las que, con apenas medio centenar de soldados, el ISIS convirti? Qandala en la capital del ef?mero califato isl?mico en Somalia. Aunque las fuerzas somal?es apoyadas por el ej?rcito norteamericano lograron liberar la ciudad en diciembre de 2016, ?su audaz toma de Qandala y de un tramo importante de la costa? aument? el prestigio de Abdulqadir Mumin entre los yihadistas multiplicando su capacidad para ?reclutar hombres y financiaci?n?, alertaba ya el pasado a?o la ONG Crisis Group.
Desde entonces, las fuerzas del ISIS se han multiplicado. Seg?n el ?ltimo informe de la ONU, cuenta ya con m?s de 200 combatientes, lo que ha llevado a la administraci?n Trump a extender sus bombardeos a las posiciones de Abdulqadir Mumin en el valle del Buqo. ?Seg?n nuestras informaciones, est? vivo?, declar? a la prensa local el presidente Ali d?as despu?s de los ataques con drones de noviembre.
No obstante, pese a la espectacularidad del discurso de las huestes de Mumin, sigue siendo al Shabab la principal amenaza terrorista. Una d?cada de intervenci?n militar no ha conseguido derrotarlos. ?En el momento en el que la AMISOM se retire, al Shabab volver? a intentar tomar el control de Mogadiscio?, reconoc?a el coronel Chris Ogwal, al frente del XXI batall?n desplegado en Arbiska. Ni siquiera la vuelta de las tropas norteamericanas a suelo somal? catorce a?os despu?s del incidente inmortalizado para siempre en Black Hawk Down ha logrado detenerlos. Su ac?litos permanecen agazapados en el valle del Shabelle, apenas a 30 kil?metros de la capital, esperando su momento para volver a atacar. Como el pasado octubre, cuando un cami?n procedente de Lafoole explot? en el centro de Mogadiscio y caus? m?s de 500 muertos. Semanas despu?s, en febrero, otro doble atentando contra Villa Somalia ?el palacio presidencial? y la sede de los servicios de inteligencia dej? otras 35 v?ctimas mortales.
Lo m?s peligroso, se?ala el profesor de Historia Africana de la Universidad de Warwick, David M. Anderson, es que pese a que gran parte de las v?ctimas son civiles, al Shabab contin?a gozando del respaldo de la poblaci?n: ?A los somal?es puede que no les guste al Shabab, pero menos les gustan los invasores extranjeros?.
La vuelta de los piratas de Ad?n
Un horizonte de pl?sticos de colores delimita ambos m?rgenes de la carretera, plagada de artefactos explosivos y de sangre seca que deja tras de s? cada emboscada de los yihadistas a las tropas de la AMISOM. Los chiquillos salen al encuentro del convoy, mientras los hombres, desconfiados, permanecen vigilantes desde la distancia. La intervenci?n militar no ha aliviado la situaci?n humanitaria de las miles de personas desplazadas del valle del Shabelle. En los ?ltimos meses, la cifra de reci?n llegados a estos campos improvisados no ha parado de aumentar. En 2017 se desplazaron m?s de un mill?n de personas en el pa?s, seg?n Acnur.
La violencia, la suma de violencias, est? detr?s de este ?xodo, pero es la sequ?a prolongada el principal percutor. Sin lluvias en Deyr (octubre-diciembre) ni en Gu (abril-junio), la agricultura de subsistencia ha desaparecido, el precio de los cereales y el ma?z se ha duplicado, el kilo de arroz ronda los cuatro d?lares y los reba?os han ido menguando hasta casi desaparecer. El resultado: 6,2 millones de personas, casi la mitad de la poblaci?n, necesita asistencia humanitaria y 2,7 millones se encuentran en riesgo de hambruna.
Al sur del pa?s, en los dominios de al Shabab en los entornos rurales del valle del Shabelle, los radicales han prohibido la asistencia humanitaria internacional, pero al mismo tiempo han puesto en marcha su propio sistema de ayudas. Son conscientes de que no pueden perder el apoyo de la poblaci?n local ni permitir que otros clanes canalicen el descontento social. Solo en Hoybo, basti?n bucanero de la nueva oleada de piratas que volvi? a apoderarse en 2017 de las aguas del golfo de Ad?n, parece que los yihadistas ven con buenos ojos que sean otros los que impongan su ley. Al igual que durante la gran hambruna de principios de la d?cada, la Piracy Network ha vuelto a imponer el secuestro como negocio frente al hambre. Ahora han diversificado sus actividades: el tr?fico de armas, combustible e incluso personas forman parte del moderno engranaje delictivo del cuerno de ?frica.
En 2011, una investigaci?n de Reuters revel? un pacto entre al Shabab y varios l?deres piratas por el cual los yihadistas se quedar?an con el 20% de los rescates de los piratas y estos, a cambio, podr?an fondear los barcos secuestrados en la localidad. Algunos expertos apuntan a un nuevo trato entre los extremistas y los bucaneros de Hoybo. M?s que un ?acuerdo entre ambas organizaciones?, puntualiza Oma S. Mahmood, lo que puede existir es un pacto ?basado en alianzas de clanes?. Una entente con la que al Shabab pretende salir victorioso de las mil batallas de Somalia.