De tumbo en tumbo, de crisis en crisis: La agon?a de las izquierdas permite el paso al protagonismo social

De tiempos, cambios y traiciones.
Sobre la lucha final en Podemos.



01-02-2019
Sobre la lucha final en Podemos
De tiempos, cambios y traiciones

Adri?n S?nchez y Juan Manuel Municio
Rebeli?n

La autodestrucci?n de gran parte de la izquierda espa?ola entre 1977 y 1982 sigue teniendo capacidad narrativa para causar desconsuelo entre personas de diferentes generaciones, la vivieran o no. En estos d?as se cumplen cinco a?os desde la fundaci?n de Podemos, el mismo periodo de tiempo que medi? entre la legalizaci?n de los de la hoz y el martillo y el hundimiento que culmin? en aqu?l oto?o del ?cambio?.
La pen?ltima entrega de esta indigesta serie (no tengan la menor duda de que se emitir?n m?s cap?tulos) ha supuesto un salto al vac?o indudablemente cualitativo respecto a anteriores episodios (Cantabria, La Rioja, Navarra, Galicia, Catalunya?) por la entidad de los actores protagonistas. Haber acabado trazando similitudes con la trama de cualquier telenovela supone una paradoja para unos aparatos crecidos en torno a la ?presum?an? infalible t?cnica de formular sofisticados discursos desde las pantallas del televisor. La autonom?a de la pol?tica se devora a s? misma.

Pese a que en el fragor y la inmediatez de los teletipos y apresurados comentarios en las redes sociales cueste hacerlo oir, hay una verdad inc?moda en los or?genes de este marasmo. Tanto Pablo Iglesias como ??igo Errej?n erigieron con denuedo, mano a mano, el tipo de organizaci?n cesarista digital y el modelo de pol?tica ansiosa por la presurosa integraci?n en los respetables marcos del ?visto como inevitable? orden capitalista. Un partido postmoderno y l?quido (en la peor de las acepciones de ambos t?rminos) desde casi el principio, que cuando la marea social remite carece de ra?ces, militancia o tradici?n que lo resista. Nadie escapa a las temibles garras de la historia.

Un altar donde se sacrificaron los contenidos program?ticos de aqu?l Mover ficha que Errej?n se neg? a firmar. Un crematorio donde ya solo son cenizas las esperanzas depositadas en organizaciones territoriales de base (llamadas ?c?rculos?) y candidaturas municipalistas (llamadas ?de unidad popular?) con militantes, debates, recursos y vidas propias. Es decir, tambi?n con potencialidad para oponerse a los designios de ??igo o Pablo. Pablo o ??igo. O, como dir?a el inefable Monedero, dar ?golpes de Estado? internos. Que es como se le ocurri? llamar a los intentos de coordinaci?n de algunos c?rculos y de Izquierda Anticapitalista para que la democracia interna en Podemos fuese m?s all? de algunos peque?os despachos y domicilios particulares.

De hecho, llama poderosamente la atenci?n que ninguno de ambos bandos haya mostrado la m?s m?nima diferencia pol?tica con el hipot?tico epicentro espacial e institucional de la crisis: la alcald?a de Madrid ocupada por la entra?able repostera Manuela Carmena. Una amable magistrada que ha amparado con una sonrisa el acatamiento de los dictados presupuestarios de Montoro, desarrollos urban?sticos propios de Ruiz-Gallard?n y el mantenimiento de servicios esenciales privatizados que permiten a Villac?s patearse Villaverde denunciando el abandono de barrios que ni sab?a que exist?an. Han hecho un poco como con las renuncias de Tsipras en Grecia, ?o recuerdan alguna diferencia cr?tica ante el proceso m?s decisivo de la ?ltima d?cada en Europa para la transformaci?n social?

Que donde ha habido fuertes diferencias pol?ticas como estas, derivadas de la acci?n de gobierno, se acate en principio una candidatura ?nica (con la honrosa excepci?n de la Bancada Municipalista y la de momento inc?gnita de los de S?nchez Mato) y donde se ha sido oposici?n y se vislumbran escasas opciones de ganar, las embestidas resuenen hasta en Australia, denota de qu? va, en ?ltima instancia, todo esto.

No obstante, si la historia conoce todo tipo de transformaciones, en estos acelerados tiempos los cambios podr?an ser constantes incluso hasta la misma ma?ana en que tengamos que depositar la papeleta. ?Forjar? el conjunto de la izquierda madrile?a una s?lida candidatura cr?tica con la alcaldesa? ?Qu? repercusi?n tendr? eso en cambiar el discurso de cierto l?der bonapartista? Y es que cargar a cuestas con la en?sima contradicci?n que supone hacer campa?a a favor de M?s Madrid en la ciudad de Madrid y en contra en Rivas-Vaciamadrid o Las Rozas de Madrid puede ser lo m?s parecido a un suicidio pol?tico. A parte de forzosamente esquizofr?nico para el sufrido electorado del ?cambio?. No se muevan de sus pantallas ni toquen el mando.

El resultado es, a corto plazo, doloroso: al profundizarse el problema por antonomasia de Podemos (su creciente falta de credibilidad derivada en buena parte de sus continuos giros estrat?gicos, t?cticos y discursivos) toda la izquierda se ve arrastrada incluso aunque no haya compartido su pol?tica. Un poco como cuando cay? el Muro de Berl?n, que bajo los cascotes nos encontramos tanto los que justificaban su existencia en nombre de las bondades del socialismo real como quienes criticaban consecuentemente la falta de realidad del socialismo por tan orientales lares.

Aunque reflejase ciertas resistencias por la izquierda de una menguante base social ?algo que tambi?n hay que tener en cuenta? ver en Iglesias una ?izquierda? que resiste a los peligros de la ?derecha? de Errej?n es, desgraciadamente, creerse los trucos dial?cticos del primero para mantenerse en las mieles del poder. Dulces que amargaron a miles de personas que, no habiendo cambiado de barrio, sufrieron sonroj?ndose cuando al desayunarse el asunto de Galapagar no ten?an argumentos que oponer en las charlas de bar y grupos de whatsapp a las embestidas de los parroquianos ahora entusiasmados con Vox.

Pocos d?as despu?s de las elecciones europeas en las que Podemos cosech? sus primeros votos, el presidente del Banco Sabadell afirm? con convencimiento que hac?a falta un ?Podemos de derechas?. El resultado fue el agente naranja y su capacidad para contribuir al apuntalamiento de un r?gimen que los morados a?n dec?an por entonces querer superar mediante un proceso constituyente. Sin duda, tanta apelaci?n a la meritocracia, los liderazgos carism?ticos, el sentido com?n y las clases medias supusieron una pista de aterrizaje en mejores condiciones para los de Rivera.

El resultado de estos cinco a?os culmina en el espect?culo de unos y otros acus?ndose de querer animar un ?PSOE 2.0? o una ?IU 2.0?, haciendo de paso como que ignoran?una vez m?s, en su terca soberbia? la capacidad de supervivencia del primero (espina dorsal del r?gimen) y las redes territoriales y comunitarias a?n en pie gracias a la segunda. Junto a una fr?gil y destartalada memoria hist?rica que, pese a los duros embates que sufre, sigue permeando en un conjunto nada desde?able de millones de personas que, instintivamente, se perciben a s? mismas como pueblo de izquierdas mientras pasean desde las urnas a la abstenci?n. ?Cu?ndo volveremos a votar con ilusi?n?

Lo tr?gico del asunto es que s? hay espacio electoral y social a la izquierda de un edificio en llamas del que solo se puede desear que salgan huyendo y se salven todas las buenas personas que permanecen en ?l tragando humo mientras se abrasan. Y ese espacio podr?a ocuparlo un ?Vox de izquierdas?.

Una fuerza alejada del sentido com?n dominante. Sin pelos en la lengua para defender lo que somos y lo que queremos. Que recupere y actualice viejas (y correctas) definiciones, programas e identidades, esas teclas que tan acertadamente toc? el pasado a?o el autor de La trampa de la diversidad. Pero sobre todo que genere una experiencia com?n, conflictiva (con el verdadero enemigo) y de base sin la cual lo anterior suele mostrarse inmaculadamente incapaz. Que sea vista como ?pol?ticamente incorrecta?, ?antisistema?, ?rompedora?. Y que desde ese espacio que ?no se nos vengan arriba? ser? necesariamente en sus inicios bastante minoritario, acumule fuerzas para el siguiente ciclo.

Si los aspirantes a peronistas han justificado su giro con la idea de que la irrupci?n de Vox y los resultados electorales de Andaluc?a exigen un nuevo proyecto ilusionante, se vuelve a equivocar buscando esa revitalizaci?n en m?s de lo ya experimentado. La esperanza no se recobrar? con m?s orden, m?s moderaci?n y m?s defensa acr?tica de una gesti?n como la del consistorio madrile?o.

Amplios sectores de la clase trabajadora est?n hu?rfanos de una fuerza que, como hace Vox en la derecha, mediatice el discurso y condicione la acci?n pol?tica rompiendo los esquemas de lo previsible. Que eleve su mirada hacia el Estado y su car?cter de clase como problema. As? lo indican la sentencia del Tribunal Supremo sobre una banca todopoderosa que se permite el lujo de espiar al presidente del Gobierno o la necesidad de depurar de s?dicos y reaccionarios los aparatos estatales. El prop?sito irrenunciable es por tanto tomar el poder para tumbar al r?gimen y abrir procesos constituyentes.

Hacer realidad el programa de transformaci?n social que las Marchas de la Dignidad (qu? tiempos aquellos) resum?an en ?pan, techo, trabajo y dignidad? exige activar el mecanismo quir?rgico de la expropiaci?n y hacerle un sonoro corte de mangas a la Uni?n Europea y la deuda ileg?tima cuyos ecos retumben en todo el continente.

Ante la ofensiva sin complejos de los que mandan por salir de la crisis de r?gimen con m?s autoritarismo, centralizaci?n y nacionalismo espa?ol, es rid?culo levantar la rojigualda como ya hace Echenique y pronto har? a quien ahora dedica extempor?neas invectivas (?ven como no se diferencian en lo esencial?). Mejor erguir la ense?a del respaldo sin fisuras al derecho de todos los pueblos a la autodeterminaci?n, sin dobles juegos ni supeditaci?n a imposibles acuerdos con un aparato estatal mafioso heredado directamente del franquismo.

Lo jodido es que para levantar una casa as? hacen falta cimientos, pero quienes m?s saben c?mo construirlos parecen estar a otras cosas. ?Ser? porque, aunque sin tanto cinismo y falta de la m?s m?nima ?tica, se impone tambi?n la ?ley de hierro? de Michels incluso en los m?rgenes m?s izquierdos del tablero? Esperemos equivocarnos. Estamos (y est?n) a tiempo para ello.

Mientras tanto, muchos buscan guarecerse del desamparo en las irracionales coordenadas mentales de la ?traici?n?. Convenientemente jaleados desde algunos peri?dicos, ya sean digitales o de papel, en un sentido o en otro. Ser? la en?sima y c?moda ?traici?n? que contar a los nietos como sustitutivo barato de la ardua tarea de intentar explicar el proceso pol?tico e hist?rico.

As?, a la terrible n?mina formada por la ?traici?n? de los trotskistas, la ?traici?n? de la CNT, la ?traici?n? de Casado, la ?traici?n? de Carrillo o la ?traici?n? de Gonz?lez, pronto se a?adir? la ?traici?n? de Errej?n. O la de Iglesias. O la de ambos. Y ser? la misma cultura pol?tica (tan nefasta como dominante entre la izquierda en el corto siglo XX) la que influya en todas ellas.

Y esto ?ltimo no es un problema de pedanter?a o erudici?n, sino imprescindible para aprender de lo sucedido. Comprar cualquiera de los dos tramposos discursos que ya circulan sobre la ?traici?n? de Errej?n o la de Iglesias solo profundizar? en tropezar en el futuro con la misma piedra. Lo que ha sucedido a la etapa en la que algunos dec?an prepararse para ?asaltar los cielos? es una fase atravesada por el desencanto, el escepticismo y la desaz?n. Pero los finales siempre traen aparejados principios.

Por tanto, nos adentramos en tiempos propicios para superar aquello en lo que erramos o que nos impusieron. Fuera de los nefandos focos medi?ticos seguir? discurriendo una lucha de clases que, tarde o temprano, desembocar? en nuevos combates con hambre de transformaciones pol?ticas. Que de las cenizas del ?cambio? surja la revoluci?n.