febrero 08, 2019
Una mirada retrospectiva al proceso constituyente
Ra?l Prada Alcoreza
?Se trata de hacer una evaluaci?n del proceso constituyente, incluyendo a la Asamblea Constituyente y los posteriores desenlaces? ?O, mas bien, se trata de comprender el sentido y significado hist?rico-pol?tico-cultural del mismo proceso constituyente? Aunque ambas opciones pueden complementarse, incluso contenerse mutuamente, sin embargo, cuando abordamos la problem?tica del sentido hist?rico pol?tico del proceso constituyente convertimos al proceso constituyente en una composici?n de c?digos, de signos, que requieren ser decodificados e interpretados. En un escrito anterior, a prop?sito del tema, escribimos:
Pensar el proceso siempre ha sido un desaf?o, no tanto por el pensamiento mismo, que tambi?n parece ser un proceso, sino por las formas de fijaci?n del pensamiento. Una de esas formas de fijaci?n es la conceptualizaci?n. Aunque no es la ?nica, pues cuando se recurre al arsenal del lenguaje, fijamos figuras, met?foras, relaciones, hip?tesis, tramas, cuadros, modelos. Estas maneras de fijar el pensamiento terminan obstaculizando la mimesis del proceso, que no puede hacerse sino a trav?s de otro proceso. Un proceso de pensamiento que imita otro proceso efectivo. Proceso efectivo que afecta al cuerpo viviente, proceso que es vivido como experiencia, experiencia memorizada y efectivamente vivida como pensamiento. Se trata de pensar el acontecimiento mediante el acontecimiento del pensamiento. Por eso es menester descentrarse, desprenderse y desligarse de las formas de fijaci?n del pensamiento, para abrir los cauces del pensamiento mismo a los cauces de los procesos.
Ahora nos compete pensar uno de los procesos pol?ticos que afectan la historia reciente de las luchas sociales en Bolivia. Este proceso es el proceso constituyente. Llamemos proceso constituyente al proceso mediante el cual el poder constituyente de las multitudes se hace carne. El poder constituyente se hace acci?n y cuerpo, se hace movilizaci?n, el poder constituyente recorre la geograf?a pol?tica y modifica los mapas. El poder constituyente busca cambiar el mapa institucional. El poder constituyente persigue trastrocar el ?mbito de las relaciones, las estructuras, las instituciones, modificar el paradigma de relaciones entre el campo social y el campo pol?tico. El poder constituyente busca constituirse en la nueva forma pol?tica. Se puede decir que este proceso pasa por m?s de tres etapas, la etapa preconstituyente, la etapa constituyente misma y la etapa postconstituyente. La etapa preconstituyente tiene que ver con la apropiaci?n colectiva y org?nica de los instrumentos constituyentes. La etapa constituyente, es la etapa propiamente deliberativa, propositiva y de consensos. Y la etapa postconstituyente es la relativa a la aplicaci?n de los cambios. Dijimos que se trataba de m?s de tres etapas. Si, pues en el preludio de todo esto, como matriz de los desenlaces, se encuentra el desarrollo y el despliegue de las luchas sociales, que recogen de las entra?as de la sociedad las contradicciones sustantivas y las arrojan como piedras a los emblemas del orden. En el ep?logo de este proceso podemos situar la constituci?n de los nuevos sujetos y los nuevos ?mbitos de relaciones, desprendidos de la materializaci?n institucional de los cambios. Es entonces, como se ve, todo un proceso, este del proceso constituyente, proceso de creaci?n multitudinaria y afectiva, pasional y deseante. Por eso pol?tica, en el pleno sentido de la palabra[1].
Ahora, en el presente, vemos el recorrido del proceso constituyente, incluyendo sus desenlaces. El proceso constituyente desemboc? en la promulgaci?n de la Constituci?n el 2009; despu?s, deriv? en su suspensi?n, es decir, en su incumplimiento por parte del ?gobierno progresista? y los ?rganos de poder del ?Estado Plurinacional de Bolivia?. La pregunta que parece necesaria es: ?Por qu? ocurri? esto? ?Por qu? la Constituci?n no fue acatada nada m?s ni nada menos por el gobierno expresamente encargado a cumplirla, autoproclamado como ?gobierno de los movimientos sociales?, m?s pretensiosamente como ?gobierno ind?gena?? Al respecto, nos remitimos a los ensayos publicados[2], con este prop?sito, el de responder a la pregunta. Para resumir las hip?tesis interpretativas recogeremos la tesis que parece abarcar a las dem?s; esta considera que en la medida que se est? dentro del c?rculo vicioso del poder, los entramados pol?ticos, sociales, econ?micos y culturales se encuentran como condicionados y empujados a los desenlaces impl?citos en las formas de reproducci?n del poder, es decir, de las dominaciones.
Esta tesis descarta, de antemano, las hip?tesis de la conspiraci?n, como aqu?lla, la m?s simple, de la ?traici?n? al proceso de cambio. Sin despejar la responsabilidad de los gobernantes, lideres y conductores del llamado ?proceso de cambio?, que la tienen, obviamente, lo importante es no atribuir lo ocurrido a la mera incidencia subjetiva o caprichosa de los conductores. En pocas palabras, los caudillos no se tragan, de ninguna manera, todo el acontecimiento pol?tico; al contrario, forman parte del acontecimiento pol?tico; es m?s, para decirlo exageradamente, empero ilustrativamente, son como marionetas de entramados que no controlan. Hay que, mas bien, explicar, la participaci?n dram?tica de los caudillos como acciones provisorias o, mejor dicho, singulares en la composici?n de la trama ya tejida.
Volviendo al proceso constituyente, la pregunta es: ?por qu? el pueblo movilizado apost? a una salida jur?dico-pol?tica, la de la Asamblea Constituyente, y no, mas bien, a una radical salida hist?rica-pol?tica, la de la revoluci?n, en el sentido cl?sico del t?rmino. Qu? se haya llamado ?revoluci?n democr?tica y cultural? al proceso de cambio, dado en Bolivia, es m?s bien parte de la ret?rica de legitimaci?n del mismo proceso, pero, sobre todo, de los gobernantes y las estructuras de poder que se instalan en el palacio quemado y en los alrededores de la plaza de armas. Puede incluso aceptarse las connotaciones sem?nticas de la ?revoluci?n democr?tica y cultural?, pero ?qu? revoluci?n no es, a la vez, democr?tica y cultural? Las revoluciones son esencialmente democr?ticas, para decirlo de ese modo. Es el pueblo el que se subleva y con la subversi?n de la praxis abre otros decursos hist?ricos.
El problema radica en que el proceso de cambio no fue, en sentido cl?sico una revoluci?n. Emergi? de la movilizaci?n prolongada (2000-2005), empero, no destruy? el Estado; es decir, no destruy? las estructuras estructurantes del anterior r?gimen, que podemos decir, se derroc?. Incluso, en el caso, que la movilizaci?n prolongada hubiera desembocado en una revoluci?n, tampoco necesariamente, de manera inmediata y directa, se hubiera salido del c?rculo vicioso del poder. Por ejemplo, las revoluciones socialistas, que destruyeron el Estado burgu?s y restauraron el Estado, en las condiciones burocr?ticas exacerbadas, no escaparon del c?rculo vicioso del poder; es m?s, se hundieron dram?ticamente en el mismo. Por lo tanto, al no desembocar en una revoluci?n, el proceso de cambio estaba amarrado doblemente a los condicionamientos del c?rculo vicioso del poder; por un lado, al mantenerse en las estructuras institucionales del Estado naci?n; por otro lado, al no cuestionar, interpelar, deconstruir y diseminar las estructuras, diagramas, cartograf?as de poder que sostienen al Estado y a la sociedad institucionalizada.
Si el pueblo, concretamente, en el caso boliviano y ecuatoriano, opt?, como desemboque de sus movilizaciones antineoliberales, por la salida jur?dico-pol?tica, espec?ficamente por la Asamblea Constituyente, es por que crey? sinceramente en esta posibilidad, en la posibilidad de transformar el Estado con la elaboraci?n de una nueva Constituci?n. En resumen, crey? en la ideolog?a jur?dico-pol?tica[3]. No vamos a discutir aqu? si fue o no un error popular; hasta resultar?a inocuo poner en la mesa de discusi?n esta situaci?n comprometedora. Lo que importa es develar la predisposici?n subjetiva de las multitudes movilizadas. La mayor?a de los movimientos sociales anti-sist?micos prefirieron el camino de la Asamblea Constituyente ante la alternativa de una guerra civil.
La historia de la Asamblea Constituyente fue, a la vez, altamente convocativa y turbulenta. Las amplias mayor?as sublevadas se encontraban en la Asamblea, compartiendo el escenario con las representaciones tradicionales de los partidos pol?ticos tipificados como neoliberales. El decurso de la Asamblea Constituyente se decidi? en el campo de la correlaci?n de fuerzas, fuerzas que pugnaban en los escenarios nacionales y regionales. Internamente, la correlaci?n de fuerzas estaba de lado de las mayor?as representadas. Sin embargo, se les dio a los constituyentes poca autonom?a, casi nada, para decidir el ejercicio del proceso constituyente en la Asamblea. El control de la Asamblea se encontraba en manos del ?gobierno progresista?, que no llegaba a comprender el acontecimiento constitutivo de la Asamblea; prefiri? confiar en la conducci?n centralizada de los gobernantes.
Es as? como, bajo estas circunstancias, se puede explicar la debilidad org?nica de la Asamblea Constituyente, donde el partido de gobierno contaba con la amplia mayor?a. En la direcci?n de la Asamblea el partido contaba con amplia mayor?a; sin embargo, se conform? una direcci?n sin voluntad; ?sta estaba encomendada a la voluntad del ejecutivo. La falta de autonom?a de la Asamblea Constituyente incidi? gravemente en un comportamiento sinuoso, que llev? a cometer varios errores. Dos ejemplos son altamente ilustrativos, el conflicto de los 2/3 y el conflicto de la ?capital?a?. A pesar de contar el partido de gobierno con la amplia mayor?a, prefiri? imponer a discutir con la ?oposici?n?. Quiso imponer la determinaci?n por mayor?a absoluta, a pesar de que en la ley de convocatoria congresal a la Asamblea Constituyente se estableci? decidir por 2/3; es m?s, cuando la ?oposici?n? propuso definir por mayor?a absoluta, como quer?a el partido de gobierno, excepto en el texto final, revisi?n del reglamento y desafuero, la direcci?n de la Asamblea decidi? imponer la mayor?a absoluta en una sesi?n dram?tica y ca?tica, que casi deriv? en una tragedia. La consecuencia fue la primera crisis de la Asamblea Constituyente, que no pudo sesionar por un lapso imprescindible.
La segunda crisis de la Asamblea Constituyente estall? con el conflicto de la ?capital?a?, es decir, de la sede de gobierno. Despu?s de la guerra federal (fines del siglo XIX), la sede de gobierno se traslad? de Sucre, la capital, a La Paz; lo mismo ocurri? con el poder legislativo. Lo que se mantuvo en Sucre fue el poder judicial. La demanda de las ?instituciones chuquisaque?as?, del departamento de Chuquisaca, concretamente del Comit? Interinstitucional, fue de que la sede de gobierno retorne a Sucre; despu?s se convirti? en exigencia de la ?oposici?n movilizada?, definida como ?media luna?. El partido de gobierno contaba con la amplia mayor?a; sin embargo, amparado por una concentraci?n de dos millones, en defensa de la sede de gobierno en La Paz, que prohibi? tratar el tema en la Asamblea Constituyente, decidi? acatar este mandato popular pace?o. Esta decisi?n ocasion? el m?s peligroso conflicto de la Asamblea Constituyente, que casi le vali? su propia abrupta desaparici?n.
Estos dos ejemplos son aleccionadores, pues nos brindan la oportunidad de visualizar las profundas debilidades de una Asamblea Constituyente, que, sin embargo, era, por su convocatoria popular, fuerte. ?A d?nde vamos? En una Asamblea se debate, se delibera, se busca consensos o, por lo menos, consistentes mayor?as, legitimadas en el debate. El partido m?s grande de la Asamblea no quiso debatir, prefiri? imponer. La imposici?n es muestra, m?s bien, de debilidad, sobre todo de inseguridad. Se desperdici? un gran momento constitutivo, de disponibilidad concentrada de fuerzas; todas las localidades, los territorios, las regiones, los estratos del pueblo, mujeres y hombres, estaban presentes en la Asamblea Constituyente. Se miraban, se escuchaban, se ol?an, se percib?as; ya no eran estampas ni fotograf?as. La Asamblea Constituyente podr?a haber culminado en un acto fundacional, en el pleno sentido de la palabra. Para hacerlo f?cil, en un contrato social y pol?tico, es decir, en un consenso constitutivo. Empero, el partido gobernante, perdido es una soberbia inexplicable, prefiri? imponer decisiones no consensuadas. Si bien, por la participaci?n de minor?as de la ?oposici?n?, de todas maneras, se llegaron a acuerdos, de esta manera, a la construcci?n incompleta del pacto social, el hecho de que no se haya agotado el debate, sobre todo, que no se haya dado cabida a la reflexi?n colectiva, merma preponderantemente las posibilidades de realizaci?n de la propia Constituci?n.
En conclusi?n, el decurso dram?tico de la Asamblea Constituyente concluy? en una Constituci?n aprobada por la mayor?a absoluta y las pragm?ticas minor?as de la ?oposici?n?. Sin embargo, la pretensi?n fundacional requer?a del consenso completo y la participaci?n de todos, por lo menos, de casi todos, despu?s de una apropiada deliberaci?n.
Lo que viene despu?s es menos dram?tico, empero, es m?s desconstitutivo de la propia Constituci?n. Si bien, en la etapa postconstituyente hubo avances constitucionales, como los relativos al r?gimen auton?mico, avanzando sobremanera en el entramado de las competencias auton?micas, adem?s, entendiendo que se trata del pluralismo auton?mico, que incluye significativamente a las autonom?as ind?genas, tampoco se aprovech? este avance para corregir las falacias que conllevaba una Constituci?n aprobada en una sesi?n dram?tica en Oruro. El entramado de competencias auton?micas resulta en un r?gimen auton?mico altamente avanzado, en el marco todav?a del Estado, supuestamente, tipificado, en transici?n. Empero, una vez promulgada la Constituci?n, el ejecutivo maniobr? por mantener un anacr?nico r?gimen centralista, en concordancia con la antigua Constituci?n. El ejemplo categ?rico de esto es la Ley Marco de Autonom?as.
Un resumen apropiado de lo que ocurri? despu?s, en la etapa de implementaci?n de la Constituci?n, puede ilustrarse de la manera siguiente: el desarrollo legislativo del ?gobierno progresista? y de la ?Asamblea Legislativa Plurinacional?, el Congreso, es inconstitucional; no deriva de la Constituci?n Plurinacional Comunitaria y Auton?mica, sino del esp?ritu anacr?nico de la antigua Constituci?n.
Lo m?s avanzado en la Constituci?n boliviana es lo que podemos denominar el r?gimen de las naciones y pueblos ind?genas-originarios-campesinos, que es como se denominan en la Constituci?n. Se consideran previos a la Colonia; en consecuencia, con derechos colectivos, culturales y territoriales propios, validados por la anterioridad mencionada. Entre los derechos sobresalientes se encuentran el relativo al autogobierno, al territorio, a las normas y procedimientos propios, a sus instituciones, lenguas y cultura. Entre los derechos, podr?amos decir de transici?n, se encuentra el destacado derecho a la consulta previa, con consentimiento, libre e informada. Articulando estos derechos con el sistema de gobierno, establecido en la Constituci?n, de la democracia participativa, definida como democracia directa, comunitaria y representativa, adem?s de conectarlos con el apartado constitucional de la participaci?n y control social, que establece la construcci?n colectiva de la decisi?n pol?tica y de la ley, los autogobiernos ind?genas adquieren una condici?n de autodeterminaci?n. Sin embargo, son estos derechos, sus irradiaciones y proyecciones descolonizadoras lo que conculca el ?gobierno progresista? de Bolivia.
Ya se puede ver por donde va el decurso postconstituyente; el ?gobierno progresista? y los ?rganos de poder del Estado se encargan de desmontar las obligaciones que exige la Constituci?n. No se trata de hacer una evaluaci?n exhaustiva de lo ocurre, en su aplicaci?n, con toda la estructura del texto constitucional. Nos remitimos a los an?lisis que hicimos anteriormente[4]. De lo que se trata es de comprender este decurso desmantelador de la Constituci?n, que efect?a el ?gobierno progresista?. Otra hip?tesis interpretativa que usamos para explicar este decurso postconstituyente es que se trata de un Estado rentista y de una econom?a extractivista. A pesar de una Constituci?n anticolonial, el ?gobierno progresista? no dej? de ser un dispositivo del modelo colonial extractivista del capitalismo pendiente. Su ubicaci?n y articulaci?n en la geopol?tica del sistema-mundo no es otro que el de la reproducci?n de la condici?n de transferencia de los recursos naturales, desde la periferia a los centros cambiantes del sistema-mundo. En este sentido, se entiende, que a pesar del r?gimen ?ind?gena? de la Constituci?n, el gobierno despliegue pol?ticas anti-ind?genas, beneficiando a las estructuras de poder mundial y a las estructuras dominantes de la econom?a-mundo. Esta contradicci?n profunda del ?gobierno progresista? se hace patente en el conflicto del Territorio Ind?gena y Parque Nacional Isiboro-S?cure (TIPNIS).
Entonces, para lo que nos lleva y ocupa este ensayo, vemos que el proceso constituyente desemboca en un proceso desconstitutivo. La hip?tesis que explica este desemboque es la que diferencia entre el ejercicio jur?dico-pol?tico y el ejercicio-hist?rico pol?tico. Los l?mites de la ideolog?a jur?dico-pol?tica se encuentran en que ?sta se mueve en el mundo abstracto del deber ser; empero, no tiene asidero en el mundo efectivo del hacer, de la efectuaci?n pr?ctica, de las din?micas de la realidad efectiva. Lo destacable y sugerente es el hecho de que las multitudes lograron abrir un proceso constituyente mediante la movilizaci?n social anti-sist?mica prolongada; sin embargo, acotaron el alcance de esta movilizaci?n anti-sist?mica a los l?mites del imaginario jur?dico-pol?tico. Creyeron que bastaba con una Constituci?n transformadora para transformar el mundo efectivo.
Recurriendo a los ensayos publicados, recordaremos que los desenvolvimientos hist?rico-pol?ticos se expresan, en su ancestralidad, como guerra de razas, en la contemporaneidad, como lucha de clases. La interpelaci?n hist?rica-pol?tica es contra las dominaciones; cuestiona la legitimidad del r?gimen impuesto; lo se?ala como erigido sobre la base de una guerra inicial de conquista. En consecuencia, o, una de sus consecuencias, es que no acepta la legitimidad del soberano, del rey, del emperador, del r?gimen, del Estado. El desemboque exigido por el discurso hist?rico-pol?tico es el de la destrucci?n del anterior r?gimen, adem?s de no aceptar la estrategia de legitimaci?n, pues reconoce que la pol?tica es inicialmente guerra. En la medida que el ?gobierno progresista? opta por la estrategia de legitimaci?n, en decir, por la ideolog?a, y no por la transformaci?n estructural e institucional, entonces retrocede del acontecimiento pol?tico de la sublevaci?n de las multitudes al espect?culo del teatro pol?tico, que busca convencer de que la ?revoluci?n? se dio porque la nueva ?lite est? en el poder.
Desde la perspectiva de la decodificaci?n e interpretaci?n del proceso constituyente, podemos ver que las multitudes sublevadas se hallan atrapadas, a pesar de su rebeli?n, en la ideolog?a jur?dico-pol?tica. En pocas palabras, se hallan atrapadas en el imaginario del Estado; en el mito del contrato social, en el mito de la voluntad general, en el mito del aparato o el instrumento que se puede situar sobre o suspendido de la lucha de clases. Los actos heroicos de las multitudes que sitiaron al Estado-naci?n durante seis a?os (2000-2005), terminaron circunscribiendo el alcance desbordante de sus acciones a los acotados l?mites de la ilusi?n jur?dica-pol?tica.
Lo anterior tiene que ver con la responsabilidad del pueblo movilizado en el decurso del acontecimiento pol?tico. Si bien, esta responsabilidad es crucial, por cuanto se trata de m?ltiples y proliferantes voluntades singulares asociadas como pueblo, la responsabilidad de los actores gubernamentales tiene que ver con su incidencia en los m?rgenes de maniobra, definidos por la geopol?tica del sistema-mundo capitalista. A diferencia del socialismo real del siglo XX, el ?socialismo del siglo XXI? y el ?socialismo comunitario?, ?stos redujeron sus impactos hist?rico-pol?ticos, acatando los mandatos del orden mundial, de las estructuras de poder hegem?nicas y, sobre todo, de las estructuras del lado oscuro del poder. Prefirieron el efecto medi?tico de la propaganda y la publicidad a efectuar cambios efectivos, aunque sean reformistas. Prefirieron el impacto del espect?culo a actuar consecuentemente, por lo menos con ciertas reformas de transcendencia institucional.
Si consideramos estas configuraciones de la interpretaci?n cr?tica, no deber?a sorprendernos los desenlaces dram?ticos y de clausura de los ?gobiernos progresistas? en Sud Am?rica. Empero, no deja de sorprendernos por la degradaci?n y decadencia alcanzadas. Lo que pasa es que esper?bamos m?s, un mejor comportamiento de los ?gobernantes progresistas?. Esta es una muestra de debilidad en las disposiciones cr?ticas del an?lisis cr?tico. No pod?a haber ?gobiernos progresistas?, salvo en el nombre, en plena crisis ecol?gica planetaria, en plena crisis de la civilizaci?n moderna. De ninguna manera se trata de descalificarlos; fueron el resultado hist?rico-pol?tico de la correlaci?n de fuerzas en un orden mundial en decadencia; menos disminuirlos ante la otra expresi?n de la modernidad decadente, el neoliberalismo. Sino de comprender y decodificar sus signos, sobre todo interpretar sus s?ntomas. Se puede decir que los ?gobiernos progresistas? expresan patentemente la crisis m?ltiple del Estado naci?n, en la versi?n de la promesa incumplible en la modernidad tard?a.
Los procesos constituyentes de lo que denomina la experiencia del constitucionalismo latinoamericano, comenzando por el proceso constituyente brasilero y acabando con el proceso constituyente boliviano, abarcando el proceso constituyente colombiano, despu?s el venezolano y el ecuatoriano, corresponden a procesos pol?ticos, desatados en plena crisis del Estado-naci?n, circunscritos a la ideolog?a jur?dica-pol?tica, empero emergidos del substrato convulso hist?rico-pol?tico-cultural de la rebeli?n intermitente de las multitudes. Hay que entenderlos como tales, explosivos en su substrato social, dubitativos en el campo pol?tico, empero, desarmados cuando sus apuestas gubernamentales repiten la decadencia de los gobiernos a los cuales combatieron.
Viendo retrospectivamente, desde el momento presente, los procesos constituyentes de Sud Am?rica son como s?ntomas din?micos de la crisis m?ltiple del Estado-naci?n, en la versi?n de b?squedas sociales de cambios y salidas, empero, en las condiciones acotadas por la ideolog?a jur?dico-pol?tica, es decir, estatalista. La experiencia social y la memoria social nos ense?an que no se puede caer en los mitos del vanguardismo y de la apolog?a populista. Lo que se llama pueblo no es un sujeto ?nico, sino, m?s bien, multitudes de sujetos, empero, todav?a condicionados por la violencia cristalizada en sus huesos, por las dominaciones coaguladas en sus cuerpos. Los pueblos tienen la responsabilidad de liberarse no solo de las dominaciones inscritas en sus cuerpos, sino de sus propias representaciones ideol?gicas, que son autocomplacientes.
Volviendo al tema, el proceso constituyente boliviano, se puede concluir que logr? expresar, escribir, promulgar una Constituci?n anticolonial, defensora de los derechos de los seres de la naturaleza, anti-extractivista, anti- capitalista y anti-moderna. Sin embargo, desentendi?ndonos de sus contradicciones, debidas a la intervenci?n del ejecutivo, patentes en el r?gimen minero, sobre todo, en el r?gimen relativo al g?nero, donde sigue siendo una Constituci?n de la dominaci?n masculina, a pesar de estos avances jur?dicos, la Constituci?n no pudo realizarse; qued? en promesa incumplida.
[1] Ra?l Prada Alcoreza: Proceso constituyente. Comuna; La Paz, diciembre de 2005.
[2] Ver Horizontes de la descolonizaci?n. Tambi?n Acontecimiento pol?tico; as? como Laberinto generalizado.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/horizontes__de_la_descolonizacion.d.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/stacks/715dbb6b8faf4b70bef012832f796319-
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/laberinto_20generalizado_202.
[3] Ver Cr?tica de la ideolog?a ii . https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cr__tica_de_la_ideolog__a_ii_de57ea240bb751.
[4] Ver Fuerza social y vac?o pol?tico. https://issuu.com/raulprada/docs/fuerza_social_y_vac__o_pol__tico_2.