LUIS HERNANDEZ NAVARRO
Luca Casarini, vocero de los Desobedientes italianos, más conocidos en México como los Monos Blancos, podría pasar fácilmente por un personaje del medievo. Su apariencia física, su sentido de la teatralidad, lo hacen aparecer de otra época. Dirigente del Centro Social Rivolta, en la ciudad de Mestre, Italia, es una de las figuras más reconocidas del altermundismo. Entrevistado sobre el origen de los Monos Blancos poco antes de las jornadas de lucha de Génova en contra del G-8, a mediados de 2000, Luca respondió:a
“Tenemos un sueño. En ese sueño nacimos el primero de enero de 1994, al lado de los zapatistas. El sueño es bueno, y no es totalmente fantasioso, pero la realidad es otra. La verdad es que los Monos Blancos surgieron en 1997 de un grupo de jóvenes en Roma que se llamaban el colectivo Los invisibles. Ellos fueron los primeros en ponerse un overol blanco y salir a la calle vestidos así para exigir derechos”.
Ese sueño no es exclusivo de Luca. Por todo el planeta muchas fuerzas que creen que otro mundo es posible se identifican con el zapatismo. Buen número de ellas desempeñan un papel clave en el movimiento de movimientos que enfrenta la globalización neoliberal. Los rebeldes del sureste mexicano han sido para ellos fuente de inspiración y referencia política. Más aún, muchos reconocen en esta tendencia una de las principales simientes de lo que se haría visible en 1999, en Seattle.
Sergio Zulian es un treintañero italiano organizador de migrantes en la ciudad de Treviso, especialista en literatura española. Conoce México mejor que muchos mexicanos. Viajó a Chiapas con frecuencia desde 1994 hasta que fue expulsado del país en 1998 por trasladarse “sin permiso”, junto a decenas de compatriotas suyos. Como muchos de sus compañeros no pudo regresar al país hasta la Marcha del color de la tierra, en febrero y marzo de 2001.
Según Sergio, “el zapatismo fue la primera etapa de los movimientos planetarios del siglo XXI, y la segunda fue la de Seattle. Los indígenas sublevados aportaron un lenguaje novedoso y una actitud de apertura, y el viento de Seattle renovó las maneras de protestar. El lenguaje irónico y poético de los zapatistas rompió muchos esquemas de la izquierda, que era muy seria y aburrida. Mostró cómo se podía cambiar el mundo con alegría y con las armas también”, explica Zulian. “Eso -insiste- está también en Seattle.”
De acuerdo con el activista, el zapatismo “ha significado mucho para la izquierda italiana. Lo primero de lo que nos dimos cuenta es que no era una guerrilla tradicional. Descubrimos que el lenguaje de esa insurgencia era totalmente distinto. Aquí en Italia, en Europa, todavía en 1994, a pesar de la caída del Muro de Berlín, era muy fuerte la herencia del lenguaje, del imaginario, de las grandes ideologías del siglo XX. Hablar de dignidad, de humanidad, de democracia, de justicia, era algo que muchos movimientos consideraban palabras burguesas, o al menos extrañas.
“Muchísimos jóvenes -añade- se apoderaron de los zapatistas, de Marcos, como símbolo. Era algo que no implicaba adhesión a una línea ya constituida. Creo que era algo subversivo, pero que no construía una nueva ‘ideología’. Nosotros siempre dijimos que no era la última de las guerrillas del siglo XX, sino la primera del siglo XXI.”
Desde su inicio, la rebelión zapatista estuvo marcada por la dimensión internacional. Los primeros días del conflicto el gobierno mexicano intentó presentarla como obra de extranjeros: guatemaltecos, nicaragüenses y salvadoreños. Los zapatistas lo negaron. En un comunicado fechado el 6 de enero de 1994 sostuvieron: “nuestro EZLN no tiene en sus filas, ni en sus organismos de dirección, extranjero alguno ni ha recibido jamás apoyo alguno o asesoría de movimientos revolucionarios de otros países ni de gobiernos extranjeros”. El gobierno de Carlos Salinas tuvo que reconocer públicamente que los alzados eran una fuerza mexicana integrada mayoritariamente por indígenas, al tiempo que utilizaba como su asesor al ex dirigente del ERP salvadoreño Joaquín Villalobos.
El levantamiento recibió muy rápidamente expresiones de solidaridad de todo el mundo. Desde el medio oeste de Estados Unidos, la Unión de Granjeros de Nebraska hizo público su apoyo a los alzados. Activistas organizados en el Comité para la Democracia en México de Nueva York efectuaron acciones de desobediencia civil y huelgas de hambre frente al consulado mexicano en esa ciudad. Miles de obreros italianos tomaron las calles en Roma saludando la insurrección. En Australia, la embajada mexicana recibió amenazas. Irónicamente, quienes manifestaron mayor recelo hacia los rebeldes mexicanos fueron aquellos a quienes el gobierno mexicano señaló como sus patrocinadores: integrantes de las antiguas guerrillas centroamericanas.
Con los ojos del mundo puestos en México a raíz de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, la prensa internacional realizó amplios reportajes sobre la insurrección. Revistas como Vanity Fair o programas de televisión como 60 Minutes en Estados Unidos dedicaron amplios espacios a los rebeldes. El levantamiento se convirtió en un asunto del gran público y no sólo en una cuestión de la izquierda. La figura de Marcos fue recibida con simpatía en los lugares más disímbolos, al punto de que empresas como Benetton sondearon la posibilidad de efectuar una línea de ropa con su imagen.
La Internet resultó clave en la trasnacionalización del movimiento. Comunicados y artículos informativos comenzaron a circular por todo el mundo con gran rapidez. Los traductores del mensaje zapatista, muchos anónimos o que firmaban con seudónimos como Irlandesa, se multiplicaron. No se necesitó de The New York Times para saber qué sucedía en Chiapas y darlo a conocer al mundo. Se rompió así el cerco informativo que el gobierno mexicano trató de establecer, y se coordinaron acciones urgentes con gran eficacia. En 1995, Harry Cleaver y la Universidad de Texas echaron a andar en la red un servicio de información zapatista. Artistas como Ricardo Domínguez comenzaron, a partir de un perfomance zapatista realizado en la prestigiosa MIT de Boston, su proyecto de desobediencia civil electrónica. El mismo EZLN subió su página a la web. Durante la consulta sobre derechos indígenas efectuada por los zapatistas el 21 de marzo de 1999, participaron, a través de la red, 14 mil 800 personas de varios países.
En agosto de 1994 se estableció en Cataluña un consulado del gobierno en rebeldía de Amado Avendaño. Un año después, el colectivo de solidaridad de Barcelona dio una charla en Galicia y habló sobre el consulado. La prensa local lo reportó. Indignado, el entonces embajador de México escribió una carta al periódico que había dado la información diciendo que cómo se les ocurría arrogarse una representación que no tenían. El 16 de septiembre de 1996 los zapatistas catalanes dieron el Grito de Independencia en Barcelona y el consulado tuvo que suspender la ceremonia oficial. Cuando el ayuntamiento de Corbera de Llobregat se hermanó con la comunidad de Amador Hernández, los diplomáticos mexicanos le escribieron una carta diciendo que ese municipio autónomo no tenía personalidad jurídica. Al municipio catalán no le importó. En una reciente gira a Alemania el presidente Fox escuchó cómo un grupo de universitarios le gritaba “asesino”. Como en Barcelona o Alemania, la diplomacia mexicana ha pasado amargos tragos enfrentando las presiones del zapatismo europeo.
Y es que, desde muy pronto, la rebelión adquirió dimensión internacional. Convencida de que la globalización modificaba drásticamente el sentido y la dinámica de las luchas de liberación, y de que el Estado nacional se encontraba fuertemente erosionado, apostó por un proyecto que rebasaba las barreras nacionales. Tanto, que la primera consulta convocada por los alzados para definir su futuro, en junio de 1995, tuvo, explícitamente, un componente internacional. En ella el EZLN reivindicó su carácter “nacional e internacional”. Como parte de esta auscultación, una concentración de 50 mil personas, en su mayoría obreros, reunidas el 24 de junio de ese año en la plaza San Giovanni de Roma, respondieron, a mano alzada, a tres de las preguntas formuladas por los rebeldes.
Previamente, miles de jóvenes de diversas nacionalidades habían comenzado a pasar largas estancias en las comunidades zapatistas, en lo que se llamó Campamentos civiles por la paz. En un primero momento buscaron servir como escudos protectores entre el Ejército y la población. Después pasaron a desempeñar las más distintas tareas de servicio a la comunidad. La solidaridad dio paso al aprendizaje conjunto. De nada sirvió al gobierno mexicano tratar de frenar ese apoyo expulsando a decenas de cooperantes internacionales de diversas nacionalidades y poniéndoles todo tipo de impedimentos migratorios. Además de provocarle severos conflictos diplomáticos, los internacionalistas siguieron llegando a la zona de conflicto.
Se equivocan quienes creen que estos muchachos vienen a México a realizar la revolución que no pueden hacer en Europa. Viajan para hacer en estas tierras lo que ya están haciendo en las suyas. La Europa de Maastricht es también la Europa del desempleo, del trabajo precario y de la rápida erosión de las redes de bienestar social, la de la expansión de los alimentos genéticamente modificados. En el nuevo modelo de desarrollo no hay empleo para todos, mucho menos para ellos, los jóvenes.
Una parte de la juventud europea ve en el lenguaje y las propuestas zapatistas sobre la diversidad, la autonomía, el poder y la resistencia al neoliberalismo elementos originales y valiosos en la elaboración de propuestas para enfrentar los retos de sus sociedades. En esos países existe además una larga tradición de solidaridad con las luchas del tercer mundo. Muchos de estos internacionalistas son hoy los forjadores del movimiento altermundista.
Paralelamente a la presencia de todos estos personajes “de a pie”, han visitado Chiapas o se han entrevistado con su comandancia decenas de personalidades. La lista es larga e incluye escritores como José Saramago, Susan Sontang y Manuel Vázquez Montalbán; activistas de derechos humanos como Danielle Miterrand, directores o artistas del cine como Oliver Stone, Fernando León y Edward James Olmos; músicos como Manu Chao, Rage Against the Machine, Fermín Muguruza, Hechos contra el Decoro y las Indigo Girls; intelectuales como Regis Debray, Alain Touraine e Ivon Le Bot; dirigentes sociales como José Bové; dirigentes políticos como Fausto Bertinoti y Ramón Montavani. Esta peregrinación de notables a tierras chiapanecas ha provocado amargos comentarios de la intelectualidad antizapatista y de los funcionarios gubernamentales mexicanos.
Muestra del grado de internacionalización de su lucha, los comunicados zapatistas han sido traducidos y publicados a más de dos decenas de idiomas, incluidos el griego y el persa. La literatura sobre el conflicto editada fuera de México es sorprendente. Tan sólo en Italia se han publicado más de 50 libros. Multitud de músicos interpretan regularmente canciones inspiradas en el zapatismo, producen discos completos dedicados al movimiento o, como Joaquín Sabina, componen canciones a cuatro manos con el subcomandante Marcos.
De cuando en cuando, ese trasiego desde la base impacta también en las cúpulas políticas. El conflicto ha provocado que distintos parlamentos y organismos multilaterales hagan fuertes críticas al gobierno mexicano. De visita en nuestro país, la canciller austriaca señaló que desde el punto de vista de su gobierno la firma de un tratado comercial con México estaba condicionada a que éste pasara la prueba de la “claúsula democrática”. La entonces secretaria Rosario Green y el subsecretario Juan Rebolledo se vieron obligados a viajar a Italia para tratar de revertir los efectos de la presión político-diplomática hacia México. Grupos de legisladores de distintos países hicieron llegar al entonces presidente Zedillo protestas por incumplir los acuerdos de San Andrés, como también lo han hecho con Vicente Fox. Primero fueron diputados daneses (La Jornada, 27/01/97) y 120 parlamentarios italianos de todos los partidos políticos quienes (La Jornada, 7/02/97) exigieron públicamente al Presidente que levantara el veto a las reformas en materia indígena. A ellos les siguieron pocos días después diputados españoles y franceses. Previamente, la Comisión de Aplicación de Normas de la Organización Internacional del Trabajo realizada en Ginebra, Suiza, el 16 de junio de 1995, emitió un señalamiento en el que se indicaba que en México se cometen actos graves contra los trabajadores rurales e indígenas y que el gobierno mexicano debía rectificar su política indigenista.
Por la humanidad y contra el neoliberalismo
A comienzos de 1996, el EZLN convocó a la realización del primer Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo. Siete meses después, la reunión congregó a una diversidad de feministas, sindicalistas, líderes campesinos, ONG, jóvenes, ecologistas, intelectuales y dirigentes políticos de decenas de países. Un año más tarde, con menos impacto, se realizó en España un segundo encuentro.
La reunión fue un hito en la formación del movimiento altermundista. Muchos de los animadores de esta red de redes reconocen en los dos encuentros el antecedente directo del actual ciclo de protestas contra la globalización. A las protestas que buscaron bloquear la realización de la 55 reunión anual del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, realizadas el 26 de septiembre de 2000 en Praga, se trasladaron mil activistas italianos a bordo del tren zapatista. Según Andrew Flood, anarquista irlandés, Praga puede ser visto como un “día para la acción global contra el neoliberalismo”, convocado en la mesa política de Chiapas en 1996.
De esos encuentros no nació una nueva internacional, sino una red de bolsas de resistencia contra el neoliberalismo. Muchos de los asistentes regresaron a sus países no sólo para promover la solidaridad con los zapatistas, sino para impulsar sus propias luchas.
Desde entonces comenzaron a funcionar más sistemáticamente comités de solidaridad en Europa y Estados Unidos. En 2000 existían en Europa 79 comités permanentes de solidaridad con la lucha zapatista. Actuaban en España, Francia, Italia, Suiza, Bélgica, Alemania, Irlanda y, en menor medida, Inglaterra. En este número no está incluida la red nórdica, a la que pertenecen los grupos de Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia. Tampoco los colectivos que se manejan aparte, como los de Salónica, Atenas y Chequia, además de ONG, partidos políticos y fuerzas sociales que realizan tareas de solidaridad con Chiapas, pero no tienen en esta actividad su tarea principal. Asimismo, no están contabilizados los grupos promovidos por religiosos católicos que forman parte de un movimiento por la paz relativamente distanciado de los rebeldes.
En Estados Unidos hay aproximadamente 45 organizaciones de solidaridad con el zapatismo. Destacan, por su membresía, cuatro coaliciones: la Comisión Nacional para la Democracia en México; Servicio Internacional Por la Paz; Global Exchange, y la Fundación Interreligiosa para la Organización de la Comunidad-Pastores por la Paz. Han sido también significativos el proyecto impulsado por Peter Brown, con base en San Diego, así como multitud de grupos locales como Tonantzin, de Boston; New York Zapatistas o la Alianza Zapatista de Pittsburgh.
Una parte importante de los comités de solidaridad realizan reuniones europeas de coordinación cada año. En ellas intercambian información y acuerdan iniciativas de acción conjuntas. A diferencia de otras experiencias de solidaridad internacional, el EZLN no ha trazado ninguna orientación específica que guíe su quehacer ni ha enviado representaciones permanentes al exterior. Su funcionamiento es autónomo y descentralizado. Mantienen entre sí contacto permanente. Muchos están directamente involucrados en el apoyo a proyectos sanitarios, educativos y económicos de los municipios autónomos. Coinciden, además, en luchas a favor de los inmigrantes, contra la discriminación racial y en la resistencia a la globalización y la guerra.
Su fuerza es desigual. Los comités en Bélgica y Suiza pueden tener menos gente, pero poseen mucha fuerza: van a tocar a las puertas de los políticos en Bruselas y Ginebra e influyen en ellos. Los de Italia tienen gran capacidad de movilización. Financian sus actividades y viajes. Han promovido tres comisiones de observación de derechos humanos, en las que han involucrado a iglesias, ONG y parlamentos. Sus integrantes provienen de gran variedad de entornos. Aldo Zanchetta es un empresario de formación católica de la región de la Toscana, en Italia; Doris Palvio es una reconocida cirujana danesa responsable del grupo Tinku, y Sigfrido Miralles es un trabajador anarcosindicalista jubilado anticipadamente de la empresa telefónica.
Estos comités son grandes articuladores de recursos. Ya Basta!, de Italia, fue clave en la entrega a los zapatistas, en Venecia, del León de Oro, y en el trato de huéspedes honorarios de la ciudad que se les brindó. Cuando los rebeldes mexicanos estuvieron allí fueron recibidos con aplausos y vítores mientras navegaban por los canales. También han sido muy importantes los alemanes, catalanes e italianos en la distribución y venta, a precios solidarios, del café Rebeldía, producido directamente por cultivadores rebeldes.
De acuerdo con Ignacio García, una figura clave de la solidaridad europea, esos colectivos son “una red. Hasta ahora había plataformas, o sea, sumas de siglas y organizaciones. Nosotros le decíamos la sopa de letras. La gente que estaba suelta no tenía espacio. En cambio, las redes son espacios que están ahí, abiertos, con altibajos, que funcionan sin saber cómo. Las iniciativas se dejan abiertas. No paramos de dar charlas. Experimentamos. Es un espacio vivo, no burocrático”.
Ciertamente, no todas las acciones de los alzados en el terreno internacional han resultado exitosas. A finales de 2002, en el marco de la fundación del Aguascalientes en Madrid, el EZLN promovió una ambiciosa iniciativa: la formación de un espacio de diálogo para vislumbrar una salida al conflicto en el País Vasco. La iniciativa no prosperó. El clima de intolerancia prevaleciente en el Estado español provocó que la sugerencia zapatista fuera vista como un gesto de apoyo hacia ETA. Poco importó que los rebeldes se deslindaran del terrorismo y que la misma ETA descalificara la iniciativa.
Entre muchas otras razones, dos parecen ser la clave del éxito de esta convocatoria rebelde: la renovación de la política y el lenguaje. Como dice Tony Soldevilla, pequeño empresario de la industria informática en Francia: “El zapatismo ha sido una esperanza. Para nosotros es un movimiento. Salió cuando salió Internet. Ser zapatista era ser moderno; si eras zapatista, con Internet eras dos veces más moderno. Pero era, también, una forma de hacer política nueva. La gente dejaba de ser de izquierda, porque le parecía lo mismo. Iban a votar de izquierda para enfrentar a la derecha, pero ya en el gobierno descubrían que hacían la misma política. El zapatismo fue una nueva forma de expresión, de darle la palabra a la gente”.
Según Ignacio García, los rebeldes “han creado un nuevo lenguaje que sabe decir que este mundo es una mierda. Pero sabe decirlo con humor, alegría, crudeza, sin autoritarismo. Es un lenguaje universal que ha cambiado las palabras que usábamos. Es vivo. No es discurso. Es un lenguaje que obedece a una realidad, a un deseo de que no quede en palabras”.
Quien crea -por interés o por ignorancia- que el zapatismo está estancado se llevará una sorpresa. Hace apenas diez meses, en la más grande movilización contra la guerra efectuada en Roma, la madre de Carlo Giuliani, el joven asesinado por carabineros durante las protestas de Génova, leyó un comunicado del subcomandante Marcos. Muy pocos movimientos pueden decir que han hecho algo parecido. La vitalidad internacional de la rebelión sigue allí. Es parte y motor de las nuevas pugnas de la gleba.