Sandino volver? a vencer sobre Somoza
Rimay Pampa
martes, noviembre 20, 2018
Alejandro Almaraz
Por s? sola, la masacre de j?venes y adolescentes que viene cometiendo el Gobierno nicarag?ense desde abril, y ?ltimamente dosificada, es suficiente motivo de dolor para quien tenga elemental humanidad. Pero seguramente nos duele m?s a los izquierdistas de mi generaci?n, los que todav?a ?ramos ni?os durante los rebeldes a?os 60 ?del siglo pasado?y que reci?n a finales de los 70 tuvimos conciencia del mundo, adquirida junto a la utop?a de la revoluci?n social, porque la Revoluci?n Sandinista fue la m?s entra?able referencia de nuestras mayores esperanzas de un mundo mejor.
Una revoluci?n distinta y nuestra
Nuestra revoluci?n (ideol?gica y emotivamente apropiada) ya no fue la cubana, que quedaba ya distante en el tiempo y se distanciaba tambi?n de nuestros ideales, fue la nicarag?ense. Era esta una revoluci?n cargada de piedad cristiana; que no fusil? a los esbirros de la Guardia Nacional somosista, sino que los perdon?. En la patria del gran Dar?o, era una revoluci?n de poetas; en la que combat?a Ernesto Cardenal, llevando su boina, sus salmos y sus desgarradores versos de amor, y en la que el l?der p?stumo, Carlos Fonseca, hab?a sido tambi?n un poeta. Era una revoluci?n que, m?s que con discursos o panfletos, hablaba con las tonalidades musicales de su tierra; hasta sus eficaces manuales para la guerra popular eran hermosas canciones compuestas por Carlos Mej?a Godoy. Era una revoluci?n contra la dictadura y el hambre, pero tambi?n contra el patriarcado, en la que las mujeres combat?an y comandaban; como M?nica Baltodano, aquella muchacha comandante ante quien tuvo que rendirse la ?ltima guarnici?n de la tiran?a somosista, con sus armas derrotadas y su orgullo patriarcal humillado; o Dora Mar?a T?llez, la otra muchacha que, despu?s de comandar la toma de la Asamblea Legislativa, comand? la insurrecci?n de Le?n, la primera ciudad tomada por la insurgencia sandinista. Fue una revoluci?n que, eludiendo el autoritario molde sovi?tico que sec? y pervirti? a varias revoluciones del siglo XX, fue profundamente democr?tica. No solo por librar a su gente de la dinast?a genocida de los Somoza, sino por reconocerle y respetarle derechos que quiz? nunca tuvo, incluyendo el de elecciones libres, respetado por los sandinistas aun al precio de perderlas y con ellas el gobierno.
Pero el triunfo revolucionario de aquel 19 de julio de 1979, con el tiempo, devino en frustraci?n y derrota; la revoluci?n no cumpli? su objetivo final de liberar a Nicaragua de la pobreza, las injusticias y la dependencia. Explicar las causas y las circunstancias de la derrota es especialmente dif?cil, sobre todo si, como es mi caso, se la ha sufrido desde lejos. No obstante, cabe decir que se produjo desde afuera y desde adentro de la propia revoluci?n. Desde afuera por la guerra que la ?contra?, armada y lanzada por el gobierno estadounidense, sostuvo durante 10 a?os contra Nicaragua y su revoluci?n, y, desde adentro, por la paulatina traici?n de una parte ?la dominante? de su conducci?n, precisamente la del matrimonio Ortega- Murillo, la que hoy masacra a su pueblo en nombre de la revoluci?n que termin? de traicionar ya hace mucho tiempo. Los votos que en 1984 fueron para el FSLN, y en 1990 lo derrotaron, no cambiaron solo buscando detener el desangramiento y la destrucci?n largamente impuestos por EEUU y la contra, tambi?n repudiaban la apropiaci?n patrimonial de la revoluci?n y el Estado que la familia gobernante y su camarilla ya hab?an empezado a consumar. Eran la precoz percepci?n popular de lo que poco despu?s se traducir?a en las famosas ?pi?atas?, y que Eduardo Galeano (otro ferviente militante de la revoluci?n sandinista) denunci? a prop?sito de los que ?en tiempos de guerra fueron capaces de perder la vida y en tiempos de paz no son capaces de perder las cosas?. Por cierto ?seg?n el mismo Galeano?, ?las cosas? eran casas, autom?viles y otros bienes apropiados mediante el uso del poder pol?tico. Si existi? alguna posibilidad para que, despu?s de su derrota en 1990, el FSLN se restableciera como conducci?n revolucionaria y relanzara la revoluci?n, fue liquidada en 1998, cuando Daniel Ortega trans? con Arnoldo Alem?n (el ultracorrupto l?der de la derecha nicarag?ense) la impunidad de este y sus secuaces a cambio de la viabilizaci?n jur?dica de su perpetua instalaci?n en el poder. Desde entonces, la organizaci?n que encabez? a los nicarag?enses en la heroica conquista de su dignidad y libertad, el FSLN, se ha convertido en una pieza m?s de la tradicional hermen?utica venal del poder latinoamericano.
La internacional de la impostura y la masacre
Como explica M?nica Baltodano, el Gobierno que hoy manda y masacra en Nicaragua se ha alejado de la Revoluci?n Sandinista hasta convertirse en su ant?poda perfecta. De ella solo ha conservado sus s?mbolos usurpados para encubrir su traici?n. Para entender a este Gobierno matrimonial, parece ser un necesario primer dato su afiliaci?n a la internacional latinoamericana de la impostura, el asesinato y la corrupci?n que comparte con los gobiernos de Cuba, Venezuela y Bolivia. En torno a este eje intergubernamental autoritario, se despliega la izquierda que Sergio Ram?rez (el exvicepresidente sandinista y premio Cervantes de Literatura) ha llamado, con evidente indulgencia, izquierda ?jur?sica?; la que hace poco se reuni? en La Habana a t?tulo de ?Foro de Sao Paulo? para dar su infame espaldarazo a la masacre en Nicaragua. El grotesco recurso de aplicar a la realidad presente las interpretaciones ?revolucionarias? que ya eran err?neas o falaces hace m?s de medio siglo, cuando estaban reci?n producidas por el aparato ideol?gico sovi?tico, no es lo peor de esta izquierda. No hace lo que hace ni dice lo que dice por estar enajenada, extraviada en el pasado, o por simple oligofrenia. En realidad, es una izquierda funcionaria o contratista, cuyos dividendos, sueldos y coimas son su ?nica raz?n de ser bajo su total postraci?n moral e intelectual. Claro, no es descartable que la deficiencia mental tambi?n sea motivadora, e incluso rentada.
En esa postraci?n, la legitimidad de esta izquierda cebada con el patrimonio p?blico parece haberse reducido a las credenciales ?revolucionarias? que la jerarqu?a cubana sigue distribuyendo ?hoy entre sus socios comerciales?, y sus argumentos se han achicado, en ?ltima instancia, a la simple negaci?n de los hechos, especialmente los que se?alan incontrastablemente la criminalidad de sus gobiernos, atribuy?ndolos, como pat?tica letan?a, a las ?mentiras del Imperio?. Buen ejemplo de ello es el apoyo del foro habanero ?de Sao Paulo? a la masacre orteguista, afirmando que los muertos en Nicaragua o son del bando gubernamental o son ?criminales?, ?terroristas? o ?torturadores? contratados por la derecha o el Imperio. Act?an con el desparpajo de la burocracia estalinista informando sobre los procesos de Mosc? tras la ?cortina de hierro?, como si no hubi?ramos visto, en el mundo entero, las filmaciones de adolescentes y ni?os desarmados (terroristas o torturadores para ellos), cazados en las calles por los francotiradores de la dictadura.
Esta oprobiosa internacional latinoamericana del crimen act?a a nombre del socialismo y la revoluci?n, pero su apuesta global es el restablecimiento de la bipolaridad, esta vez n?tidamente inter-capitalista, en la que el viejo capitalismo ?e imperialismo? de las potencias occidentales sea enfrentado (o ?equilibrado?) por el capitalismo ?e imperialismo? emergente de China y Rusia. Se asume como ap?ndice continental de este capitalismo emergente (y precisamente por emergente y tard?o bastante m?s voraz, primitivo, brutal y destructivo que el otro), que el socialismo real ha dejado en lugar de la sociedad sin explotaci?n, clases sociales ni Estado que promet?a. De este modo, el Estado cubano, pieza central en este siniestro engranaje de la masacre en nombre de la revoluci?n, ante la persistencia del bloqueo y la definitiva ausencia de la subvenci?n ?internacionalista?, no parece haber identificado otra salida que su conversi?n en una peque?a China caribe?a: un capitalismo, si bien transitoriamente organizado desde el Estado (y el Ej?rcito), amplio, fluido y vigoroso. Eso s?, solo en la econom?a, sin el hist?rico componente pol?tico liberal. Respecto al poder pol?tico, igual que en China, donde los tanques lograron en Tian Amen lo que no consiguieron en Mosc?, la ultrajada imagen de Marx, la invocaci?n de una revoluci?n embalsamada, y el monop?lico Partido Comunista (?rector de la sociedad cubana?), ser?n la dosis de socialismo precisa para justificar que el renacido capitalismo sea exclusivamente administrado por la misma gerontocracia que cree encarnar la revoluci?n. Tanto es este convencimiento gerontocr?tico que impone, a propios y ajenos, cuanto sacrificio sea necesario para mantenerse en el poder y proveerse de la gasolina y las divisas necesarias al efecto. As?, el pueblo cubano tiene que seguir soportando el anacr?nico r?gimen autoritario importado de la Uni?n Sovi?tica, y varios otros pueblos ?como el boliviano? tenemos que soportar nuestras dictaduras a t?tulo de ?procesos revolucionarios?, pero m?s bien por proveedoras del Estado gerontocr?tico.
Referirse al desastre may?sculo que hoy representa Venezuela es arduo y angustioso, y como no es el tema principal de estas l?neas, baste reiterar una pregunta: ?C?mo hicieron Ch?vez, Maduro y Cabello para dejar a Venezuela en la destrucci?n integral en la que ha quedado, disponiendo de una cantidad exorbitante de dinero (aproximadamente un bill?n de d?lares solo por ingresos hidrocarbur?feros y sin contemplar la cuantiosa deuda externa contratada por ellos mismos), y del control casi total del Estado durante al menos tres lustros de ?revoluci?n bolivariana?? Desde ya, la cantaleta madurista de ?la guerra econ?mica del imperialismo y la derecha? queda absolutamente descartada. Durante toda la ?revoluci?n bolivariana?, y hasta hoy, lo que ha hecho EEUU (siendo a ?l al que alude el madurismo) es suministrarle al Gobierno bolivariano gran parte de esa extraordinaria disponibilidad econ?mica, compr?ndole un alto porcentaje de su producci?n petrolera al precio del mercado internacional. Incluso sus sanciones econ?micas, demostrando que no se siente mayormente inc?modo por el socialismo bolivariano, han sido tard?as (tomadas cuando el desastre venezolano ya estaba consumado) y son insignificantes frente a lo que podr?a hacer si quisiera desatar contra Venezuela una guerra econ?mica ?feroz?, como dice la rid?cula denuncia del madurismo. Mucho m?s conducentes a la respuesta demandada son los cientos de miles de millones d?lares depositados en cuentas bancarias privadas de venezolanos fuera de Venezuela. Son los famosos ?petrod?lares? que, en vez de ?plantarse? (como proclamaba Ch?vez) en empresas p?blicas eficientes, comunas campesinas, o cualquier estructura eficazmente dirigida a la diversificaci?n productiva, contin?an creando y engordando a la burgues?a parasitaria, tanto a la tradicional y conservadora como a la flamante y colorada, mientras miles de venezolanos buscan comida en los basureros o ?para no tener que hacerlo? se van de su pa?s en las m?s duras condiciones.
Bolivia y Nicaragua, caudillos e imposturas en com?n
Es curioso que, pese a las grandes diferencias de los procesos hist?ricos de los que provienen, los gobiernos de Nicaragua y Bolivia tengan tanto en com?n. En el plano econ?mico, ambos sostienen disciplinadas pol?ticas monetaristas de amplia apertura a la inversi?n privada, sobre todo extranjera, tal como lo ?recomienda? el poder global representado por el FMI, y es b?sico en la adscripci?n neoliberal. Por eso han merecido las enf?ticas felicitaciones de este, y las entusiastas alabanzas de los c?rculos tecnocr?ticos promotores del gran capital. Por eso sus pa?ses han venido compartiendo indicadores macro-econ?micos con los pa?ses de gobiernos abiertamente neoliberales (como Per?, Panam? o Paraguay), y por eso tambi?n Nicaragua y Bolivia (junto con Honduras y solo encima de Hait?)) contin?an en la cola del desarrollo humano en el continente, pese a sus importantes ?ndices de crecimiento econ?mico, su baja inflaci?n y tanta revoluci?n discurseada, flameada y cacareada. Sin que hayan dejado de ofrecerlos a los capitales yanquis, y a los de cualquier otra nacionalidad, ambos han brindado gigantescos negocios (respecto a las dimensiones de sus propias econom?as) al capital chino, sin mayores miramientos por la preservaci?n ambiental, la transparencia de la gesti?n p?blica o la vigencia de los derechos sociales de sus ciudadanos. Ambos han establecido s?lidas y estrat?gicas alianzas con lo m?s fuerte, y codicioso, de sus burgues?as locales, convirti?ndolas en el componente de clase dominante en sus respectivas estructuras de poder, y a sus intereses corporativos en el derrotero program?tico de las respectivas ?revoluciones?.
En el plano pol?tico, ambos son autocracias en las que el poder es concentrado por caudillos que han reemplazado el carisma heroico de sus hom?logos del siglo XIX, por un abyecto entramado de prebendas e intimidaci?n. Como son incapaces de otra convocatoria que no sea la de los caudillos, ambos han optado por perpetuarse en el poder mediante la perpetuaci?n presidencial de aquellos. Para eso, ambos han recurrido a la conculcaci?n de sus respectivas constituciones empleando el mismo argumento absurdo: que la reelecci?n indefinida es el inviolable derecho humano de sus respectivos caudillos establecido en el Pacto de San Jos?. Pero como las sociedades que gobiernan no son las que gobernaban los caudillos decimon?nicos, y en vez de depositar su suerte en las mesi?nicas manos de los pretendidos salvadores, han asumido el derecho de construir sus democracias y elegir libremente a sus gobernantes, han rechazado la escasamente disimulada instalaci?n dictatorial que significa la perpetuaci?n de los caudillos en el poder. Ante la resistencia democr?tica de sus sociedades, la actitud de las dos autocracias ha sido tambi?n la misma: la represi?n brutal y el terrorismos de Estado, y si bien en Bolivia a?n no se ha llegado a la matanza ya consumada en Nicaragua, se avanza en ese camino cierto.
El cuarto de los Somoza
Pero debe admitirse que ni Evo Morales, pese a sus esforzados m?ritos al respecto, ni ning?n otro gobernante latinoamericano en las ?ltimas largas d?cadas (ni los Somoza), le gana a Daniel Ortega en entreguismo; en la liquidaci?n del patrimonio y la soberan?a nacionales en aras a la ganancia del capital extranjero. La mejor demostraci?n de ello es su mega-proyecto estelar: el mentado canal interoce?nico. Se trata b?sicamente de una r?plica del canal de Panam?, por cuya construcci?n, y la rentabilidad que no lo sac? de la pobreza, Panam? tuvo que pagar el precio de dignidad e independencia de ceder a EEUU, por un siglo ?ntegro, su soberan?a sobre el canal. En el proyecto de Ortega, la cesi?n no ser? formal ni flamear? la bandera yanqui sobre el territorio cedido, pero, en los hechos, ser? igual de efectiva y durar? exactamente los mismos 100 a?os, esta vez en favor de un misterioso empresario chino. De acuerdo con la misma normativa que Ortega hizo aprobar iniciando la ejecuci?n de su proyecto, el afortunado chino, adem?s de la administraci?n exclusiva del canal que ejercer? hasta su muerte y le heredar?n varias generaciones de sus descendientes hasta cumplirse los 100 a?os, obtiene el amplio y discrecional dominio de extensas ?reas adicionales a las del canal, con el vago justificativo de desarrollar ?complejos industriales? y ?proyectos tur?sticos?. En todo caso, a la luz de las pr?cticas notorias y constantes del orteguismo, no ser?a raro que el chino de marras celebre contratos diversos para el engorde de la gorda familia gobernante y su camarilla incondicional. M?s aun considerando que el funcionario p?blico (asesor presidencial para la promoci?n de las inversiones internacionales) que trajo al chino en esas condiciones leoninas, es Laureano Ortega Murillo, uno de los hijos del matrimonio aut?crata. En especial, es previsible que quiera ser difundido (o comunicado) mediante las mismas empresas televisivas y de radiodifusi?n que concentran la publicidad gubernamental y donde ?trabajan? los otros hermanos Ortega Murillo.
Respecto al canal de Panam?, el proyecto orteguista tiene la sensible agravante de implicar la desaparici?n de la principal fuente de agua dulce de Centroam?rica, el desplazamiento y despojo territorial de un pueblo ind?gena, y la expropiaci?n de sus tierras a miles de familias campesinas, a valor indemnizatorio de semiusurpaci?n (catastral). Es decir, el canal orteguiano contar? con la invaluable subvenci?n arrancada a la reproducci?n de la naturaleza y al patrimonio fundamental de las mayor?as rurales. Pero si lo anterior no fuera suficiente prueba de subordinaci?n al capital financiero, recu?rdese el conflicto que inici? la rebeli?n popular que Ortega pretende ahogar en sangre. Se trat? de la autocr?ticamente precipitada aprobaci?n legal de una reforma de la seguridad social, en riguroso cumplimiento de las ?recomendaciones? del FMI, y que, en el consabido sentido de estas, cargaba el costo de los ajustes y la continuidad del sistema previsional sobre los mayores aportes que har?an los trabajadores y las menores prestaciones que recibir?an. Una reforma b?sicamente igual a la que quiso poner en vigencia el empresario neoliberal Mauricio Macri, presidente de Argentina, pero que, ante las primeras manifestaciones populares de rechazo, modific? en los aspectos demandados por la movilizaci?n. Ortega, en cambio, quiso imponer su reforma a palos y tiros, y solo renunci? a ella cuando, despu?s de hacer apalear a los jubilados que protestaron, el asesinato a manos policiales de los primeros ca?dos en la interminable masacre ?j?venes que se hab?an movilizado en protecci?n y desagravio de los ancianos apaleados? desat? la indignaci?n de todo el pa?s.
Para eso, para satisfacer los apetitos y ?recomendaciones? del gran capital, y enriquecer con sus migajas a su caterva de parientes, testaferros y sicarios, es que Ortega gobierna, masacra, apresa y tortura. Eso lo convierte en un nuevo Somoza, como que usa hasta la misma c?rcel que usaban los anteriores para el mismo fin del cautiverio, el martirio y la desaparici?n de quienes se le rebelan. Pese a no tener el linaje de la funesta dinast?a, e incluso haber sido comandante sandinista durante la revoluci?n (no casualmente, pero curiosamente, el de menores m?ritos y liderazgo), por su definitivo papel hist?rico y su entra?a siniestra, Daniel Ortega es el cuarto de los Somoza. ?l y su Gobierno, como se ha dicho, solo tienen de sandinista los s?mbolos usurpados y traicionados. Lo dice mucho mejor la plena y di?fana palabra del gran poeta sandinista (Ernesto Cardenal): ?El Frente Sandinista actual, no es el sandinismo, sino su traici?n?.
Los aut?nticos sandinistas
Los aut?nticos sandinistas, tanto los antiguos como los nuevos, est?n en la primera l?nea de combate contra la dictadura que debe nombrarse como orteguista o somocista (o incluso como ?ortemocista? o ?somoteguista?), y de ning?n modo como sandinista. De los siete comandantes de la revoluci?n que quedan vivos, cuatro han condenado en?rgicamente la deriva sangrienta del r?gimen, y dos de ellos son sus radicales opositores desde hace varios a?os. Entre los cuatro, est? el propio hermano de Daniel Ortega, Humberto Ortega, para quien la salida a la crisis nicarag?ense pasa por la salida de su hermano del poder. Hasta Bayardo Arce, el comandante que la ?pi?ata? orteguista convirti? en precoz y exitoso banquero, el ?nico de aquellos comandantes (adem?s de Daniel) que permanece en el Gobierno ?si bien con el bajo perfil que sugiere cansancio o verg?enza? ha reconocido y criticado la brutalidad represiva de su propio Gobierno. Las mencionadas comandantes T?llez y Baltodano, igual que Sergio Ram?rez, desde hace ya m?s de veinte a?os han constituido el movimiento pol?tico de renovaci?n sandinista, y desde ?l combaten la impostura orteguista con la firmeza evidenciada por su proscripci?n y el miedo indisimulable que le inspiran al r?gimen. Tambi?n los que traduciendo la revoluci?n sandinista en poema y en canci?n la implantaron en el coraz?n latinoamericano, Ernesto Cardenal y Carlos Mej?a Godoy, han alzado su vehemente voz (y su canto en el caso del segundo) contra la dictadura de Ortega. En fin, la lista de sandinistas notables sublevados contra el nuevo Somoza, suma y sigue muy largamente.
Pero tambi?n est?n los nuevos sandinistas, los j?venes de las barricadas (tranques) que erizaron a toda Nicaragua y que la dictadura ha aplastado a sangre y fuego, pero sin lograr derrotar. En la percepci?n de Humberto Ortega, en esas barricadas estaban no solo los postulados y el esp?ritu libertarios de los sandinistas, sino tambi?n sus principales m?todos, reactivados por una memoria inter-generacional combativa. J?venes como Lesther Aleman, quien en la primera sesi?n del di?logo nacional le dijo a Ortega bien claro, bien fuerte y de bien cerca lo que much?simos dentro y fuera de Nicaragua le hubi?semos querido decir, y que tiene a Carlos Fonseca (el ide?logo del FSLN y l?der p?stumo de la revoluci?n) como su principal ejemplo y referencia para hacer pol?tica. Pero ning?n testimonio m?s profundo y genuino que el dado por los universitarios que esperaban la muerte, desarmados y cercados en una iglesia por la polic?a y los paramilitares orteguistas. Despu?s de ser heridos y muertos varios de ellos, y siendo inminente su matanza, muchos llamaron por sus tel?fonos celulares a sus madres para despedirse, para darles sus ?ltimos encargos y decirles que las amaban. Varios de ellos quisieron que sus ?ltimas palabras fueran: patria libre o morir, el hist?rico lema andinista, nunca m?s lleno de sentido. Esos j?venes han definido la acci?n pol?tica movilizada que comparten con el movimiento campesino y otros muchos sectores populares, como una revoluci?n c?vica, como toda revoluci?n, proyectada a la transformaci?n profunda y perdurable de su sociedad. Si bien es cierto que no han definido esa revoluci?n como sandinista, entre otras razones, por el desgaste y desprestigio que la usurpaci?n orteguista les ha causado a los s?mbolos usurpados, parece tambi?n evidente que la subjetividad popular largamente formada en las luchas emancipadoras de la sociedad nicarag?ense y expresada en el sandinismo, no est? ausente de esa aspiraci?n estrat?gica. La sola existencia de esta, como voluntad transformadora que trasciende a la coyuntura no obstante sus dram?ticas urgencias, parece mostrarlo.
Vencer?n y venceremos
M?s temprano que tarde, esos j?venes, y el pueblo nicarag?ense con ellos, vencer?n. As? lo anuncia la impotencia de la dictadura, que con toda la muerte y el terror esparcidos en todo el pa?s, parece estar lejos de haber derrotado a la sublevaci?n democr?tica, y solo haberla replegado a los espacios clandestinos desde donde, como ya ocurriera ayer frente a las dictaduras de los otros somozas, reaparecer? m?s fuerte. Vencer?n porque la voluntad de vivir en democracia de la gran mayor?a de la sociedad latinoamericana, pese a los rebrotes autoritarios por ello mismo transitorios, es una realidad irreversible, y en Nicaragua tiene las vitales ra?ces que brotan del ej?rcito campesino de Sandino derrotando la intervenci?n de los marines, de los incontables sacrificios fructificados en la derrota de la dinast?a somocista, o de la victoria del 19 de julio del 79, brindando inagotable rebeld?a y pertinaz certidumbre de victoria. Cuando eso ocurra, la jubilosa escena que describiera Galeano hace 39 a?os ?con las obvias e insubstanciales actualizaciones? se repetir?: mientras Somoza (en este caso el cuarto) huya del pa?s (en este caso a refugiarse en alg?n oscuro escondrijo de la vasta China o la Cuba amurallada, donde se proteger? de la justicia de su pa?s y el asco del mundo), Sandino pasear? por toda Nicaragua bajo una lluvia de flores.
Al margen de lo dicho hasta aqu?, a los bolivianos debe interesarnos la suerte de Nicaragua porque, muy probablemente, es la que nos espera. En efecto, en el cronograma de la masacre que la internacional de la impostura ha elaborado para que sus mafias se perpet?en en el poder a nombre de la revoluci?n, somos los siguientes. Pero nosotros tambi?n lucharemos y venceremos, y los que ya lo hicimos frente a las dictaduras militares hace m?s de 40 a?os, volveremos a tomar aliento e inspiraci?n del ejemplo de inagotable hero?smo de los sandinistas. Ese que han renovado poderosamente los muchachos y muchachas de las barricadas, tan j?venes como nuestros hijos y tan parecidos a ellos, record?ndonos (porque ya lo est?bamos olvidando) que la dignidad de los hombres es capaz de derrotar sus peores infamias.