Venezuela: Guaid? sigue esperando militares internos o extranjeros y Maduro sigue reprimiendo

En la ausencia de ?pueblo? como actor protag?nico coinciden actualmente en Venezuela tanto la dirigencia opositora como la c?pula gobernante: ambos polos est?n invisibilizando a los sectores populares. Ah? reside parte de la debilidad opositora, que espera que los militares, venezolanos o extranjeros, vengan al rescate. Pero incluso en momentos como estos es necesario mantener la cordura.



Venezuela: la guerra no solo es de minitecas

En la ausencia de ?pueblo? como actor protag?nico coinciden actualmente en Venezuela tanto la dirigencia opositora como la c?pula gobernante: ambos polos est?n invisibilizando a los sectores populares. Ah? reside parte de la debilidad opositora, que espera que los militares, venezolanos o extranjeros, vengan al rescate. Pero incluso en momentos como estos es necesario mantener la cordura.

Por Keymer ?vila Febrero 2019
Nueva Sociedad

La miniteca es un venezolanismo con el que se denomina, seg?n el Diccionario de la Real Academia, al ?grupo de personas cuyo trabajo consiste en amenizar una fiesta con m?sica grabada? o el ?conjunto de aparatos de sonido, casetes, discos y luces que utilizan los integrantes de la miniteca?. Ser?a algo como una discoteca itinerante, una especie de versi?n venezolana de los sound system jamaiquinos. En la Venezuela de los a?os 80 y 90, las guerras de minitecas fueron muy populares y en las fiestas callejeras los DJ se desafiaban y compet?an entre s? por las preferencias musicales del p?blico. Ganaba el que ten?a los equipos de sonido m?s potentes y hac?a bailar m?s a la gente con los ?xitos del momento.

Si algo caracteriza la pol?tica venezolana del siglo XXI, es la propaganda y el espect?culo. Hugo Ch?vez era un gran comunicador; uno de sus legados para toda la clase pol?tica venezolana es que pol?tica sin espect?culo no es pol?tica. Esta l?gica ha llegado a unos niveles en los que el qu? se dice y el c?mo se dice son mucho m?s importantes que las acciones pol?ticas en s? mismas. El discurso y las puestas en escena lo son todo, el espect?culo se convierte as? en la pol?tica misma; la sustituye. Pero la vida real contin?a, la precariedad cotidiana, el ejercicio ilimitado de la fuerza y el control institucional se mantienen intactos.

As? se van construyendo grandes sucesos, d?as en los que se llevar?n a cabo las madres de todas las batallas: 10 de enero, 23 de enero, 23 de febrero, etc. La ?ltima fecha m?gica, el 23F, se desarroll? en el marco de un gran despliegue publicitario, un apote?sico concierto en la frontera entre Colombia y Venezuela con reconocidos artistas. El gobierno respondi? al show con otro show y propaganda oficial, aunque no logr? las mismas magnitudes, alcance y calidad. Algunos llegaron a calificar esta competencia por el rating como ?guerra de minitecas?. Todo esto sirve para poner un velo a una gran cantidad de cosas que no se ven en las pantallas de la televisi?n ni en las redes sociales.

Mientras tanto la guerra que las fuerzas de seguridad del Estado llevan contra los barrios pobres de Venezuela sigue su curso. La oposici?n, por su parte, no encuentra c?mo quebrar el apoyo militar que a?n posee el gobierno y celebra la deserci?n de cada soldado y polic?a humilde que se pasa de bando. Y as? termin? el ?Venezuela Aid Live?: se incendiaron camiones con comida y medicinas, hubo entre cuatro y 14 muertos en el sur del pa?s, donde las c?maras no llegaron, decenas de heridos de bala y todo pareci? una puesta en escena requerida para solicitar la intervenci?n militar del pa?s, como lo confirmar?a el propio Juan Guaid? poco despu?s. El pedido de intervenci?n se hizo tendencia en Twitter, la propaganda b?lica alimentada por ambos bandos extremos ha triunfado. As?, como para el amor, para la guerra hacen falta dos.

Para refrescar la memoria

Las discusiones jur?dicas en este tiempo tambi?n forman parte de la propaganda. Durante los ?ltimos tres a?os, la precaria institucionalidad venezolana parece haberse esfumado. El pa?s est? inmerso en una superposici?n de crisis: econ?mica, pol?tica, social e institucional, que son anteriores a las sanciones del gobierno de Estados Unidos.

Es evidente la poca claridad y cohesi?n en los liderazgos pol?ticos, en especial a partir de la muerte del presidente Ch?vez en 2013, que trajo como consecuencia una disminuci?n de la hegemon?a del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), cuya expresi?n m?s evidente fue su derrota electoral del 6 de diciembre de 2015, cuando, despu?s de 18 a?os, la oposici?n retom? el dominio del Poder Legislativo. Antes del triunfo electoral de la oposici?n, la Asamblea Nacional (AN) saliente ?controlada por el Poder Ejecutivo?, design? a nuevos magistrados en el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) a trav?s de un procedimiento que ha sido cuestionado tanto en su forma como en su fondo. Estos ?ltimos dos hechos han tra?do una serie de desconocimientos rec?procos entre los poderes Ejecutivo y Legislativo que han profundizado la crisis pol?tica e institucional del pa?s. Entre los sucesos m?s relevantes se encuentran: la desincorporaci?n de diputados de la AN, la declaraci?n del desacato de la AN por parte del TSJ y la declaratoria de ?abandono del cargo? del presidente de la rep?blica por parte de la AN.

El gobierno aprovech? este escenario convulso para llevar a cabo acuerdos comerciales que comprometen la biodiversidad de casi 12% del territorio nacional y coloc? la explotaci?n minera en manos de industrias militares y extranjeras. Por su parte, el Poder Electoral hizo pr?cticamente inviable el referendo revocatorio presidencial habilitado por la Constituci?n y posterg?, sin fechas, las elecciones de gobernadores que correspond?an en diciembre de 2016.

As? se lleg? a marzo de 2017, cuando el TSJ dict? las sentencias 155 y 156, en las que se desconoce a la AN y se otorga al Ejecutivo parte de sus competencias, lo cual fue cuestionado por diversos sectores del pa?s. La entonces fiscal general Luisa Ortega rechaz? p?blicamente la constitucionalidad de esas sentencias y se?al? que constitu?an una ?ruptura del orden constitucional?, posiciones cr?ticas que m?s adelante la obligar?n a salir del pa?s para no ser detenida.

Toda esta situaci?n gener? una serie de protestas y manifestaciones entre abril y julio de 2017, en las que murieron 124 personas; en al menos 21% de estos casos hubo responsabilidad de las fuerzas de seguridad del Estado. Posteriormente se impuso una ileg?tima e inconstitucional Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Fue este ente ?autoproclamado por encima de todos los poderes constituidos? el que convoc? y organiz? las cuestionadas elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018, fuera de los lapsos y en las que no hubo participaci?n real de la oposici?n por carecer de garant?as institucionales para ello (ilegalizaci?n de partidos pol?ticos, opositores inhabilitados o presos, detenciones arbitrarias). Incluso el contrincante de Maduro en ese simulacro electoral, Henri Falc?n, denunci? como fraudulento el proceso. ?Y para qu? hacer todo este recuento?

Para comprender que el periodo presidencial que se inici? en 2014 legalmente se venci? el 10 de enero de 2019, que con la ANC se dio una especie de autogolpe con el que el gobierno se apropi? sin l?mite alguno de todas las instituciones del Estado, excepto de la AN. No obstante, esta ?ltima se mantiene sitiada nacionalmente desde todo punto de vista. El autogolpe se extiendi? con el simulacro de las elecciones presidenciales del 20 de mayo. A este ejercicio de facto por parte del gobierno, que cerr? las v?as institucionales y electorales para dirimir los conflictos, respondi? un sector de la oposici?n con la autoproclamaci?n del presidente de la AN, el hasta entonces poco conocido Guaid?, como presidente encargado de la Rep?blica el 23 de enero de 2019. Desde el punto de vista legal, esta investidura es tan irregular como la otra. En cuanto a la legitimidad como ?rganos del Poder P?blico, la del Poder Ejecutivo es la que se encuentra bajo mayor cuestionamiento.

Un gobierno autoritario e ileg?timo

El gobierno ha dilapidado el capital pol?tico que hab?a heredado de Ch?vez, ha llevado al pa?s a una de sus m?s severas crisis y a la escasez general de alimentos y medicinas, lo que tiene como correlato la aparici?n de enfermedades que se consideraban erradicadas como malaria, difteria, sarampi?n, dengue, mal de Chagas, meningitis, t?tanos y tuberculosis. Una inflaci?n estimada en m?s de 1.000.000%, semejante a la de Alemania en 1923 o la de Zimbabue de la d?cada de 2000; durante los ?ltimos 12 a?os la moneda ha perdido 100.000.000 veces su valor. Entre 2014 y 2017 se pas? de un porcentaje de pobreza por ingreso de 48,4% a 87%, la pobreza extrema creci? de 23,6% a 61,2% y los no pobres pasaron de 51,6% a 13%.

En el ?ltimo informe anual del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre el ?ndice de desarrollo humano (IDH), solo Siria, Libia y Yemen, tres pa?ses con guerras prolongadas, han perdido m?s puestos en el IDH que Venezuela, que ha retrocedido 16 puestos en el ranking mundial durante el periodo 2012-2017. El deterioro de los servicios p?blicos b?sicos como agua, electricidad, salud, transporte e internet es cada vez m?s grande. Aproximadamente 9% de la poblaci?n ha decidido migrar. Venezuela padece una tasa de homicidios de 62 por cada 100.00 habitantes; 26% de estas muertes son consecuencia de la intervenci?n de las fuerzas de seguridad del Estado. Se estima que al menos 350.000 millones de d?lares han sido sacados del pa?s por actos de corrupci?n.

Estos son algunos de los saldos que caracterizan al actual gobierno, pero que lejos de debilitarlo lo fortalecen, porque este opera con una l?gica necropol?tica: en la medida en que se deterioran las condiciones materiales de vida, la vida misma parece tambi?n perder su valor y se ejercen mayores y m?s efectivos controles sobre la poblaci?n. Cuanto m?s se lo acusa de autoritario y dictatorial, como generador de terror, m?s se envilece, pero ese es su principal capital pol?tico: su legitimidad no se encuentra en los votos ni en la voluntad popular, sino en el ejercicio ilimitado del poder y de la fuerza. El miedo es una de sus principales herramientas.

Una oposici?n que solo mira hacia afuera

Del otro lado tenemos una oposici?n elitista, clasista, que durante las ?ltimas d?cadas ha sido, en los hechos, funcional al gobierno y ha contribuido torpemente a su empoderamiento progresivo. En 2002 particip? en el golpe de Estado contra Ch?vez, en 2003 en el paro petrolero, y con estas acciones le puso en bandeja de plata al gobierno el control total sobre las Fuerzas Armadas y sobre la principal empresa estatal del pa?s: Petr?leos de Venezuela (PDVSA). Posteriormente, en 2005, la oposici?n decidi? no participar en las elecciones legislativas y de esta manera le regal? el Poder Legislativo a Ch?vez. Entre 1998 y 2005 podr?a hablarse de un gobierno asediado, con una l?gica de estado de excepci?n, que luego se extender?a gradualmente hasta la actualidad. En este proceso, la oposici?n tiene su cuota de responsabilidad. Luego de esa fecha, el gobierno ha tenido plenos poderes y la oposici?n ha sido pr?cticamente desmantelada, perseguida y mermada hasta su casi inexistencia. Pero a partir de 2015 la t?ctica de la oposici?n cambi?: aprovech? el descontento contra el gobierno y obtuvo la victoria electoral m?s importante en las dos d?cadas de chavismo.

A comienzos de 2019, tras varios golpes, la oposici?n tom? la iniciativa y logr? movilizar y generar esperanza en sus filas y en parte tambi?n en la mayor?a del pa?s que rechaza de manera cada vez m?s generalizada al gobierno. Algo que no han hecho los sectores m?s progresistas, que se han ido quedando inm?viles, chantajeados por la l?gica de la Guerra Fr?a e incapacitados para oponerse efectivamente al gobierno para que no los acusen de ser funcionales a la derecha, lo que los ha dejado fuera del juego pol?tico.

El discurso opositor en 2019 tiene dos n?cleos principales: Estados Unidos y los militares. Para la oposici?n, estos dos actores son el sujeto pol?tico para promover los cambios en el pa?s, en detrimento de los sectores populares, la sociedad civil, los gremios, los sindicatos o las ONG. En todo caso, estos sectores son tomados en cuenta para una foto eventual o para el relleno en actividades o concentraciones, pero nada m?s. La oposici?n no promueve una rebeli?n de car?cter popular, que en estos momentos ser?a m?s que leg?tima; y hay de hecho muchas expresiones de descontento y protesta en los barrios populares. Tampoco parecen estar interesados en un trabajo pol?tico de m?s largo aliento, que trascienda la coyuntura actual. Esta parece ser, hasta ahora, una de las grandes fallas de la oposici?n para acumular poder internamente y explica su dependencia del exterior.

Llama la atenci?n que, en esta ausencia de ?pueblo? como actor protag?nico, coinciden actualmente tanto la dirigencia opositora como la c?pula gobernante; ambos polos est?n invisibilizando a los sectores populares. Podr?a afirmarse que los partidos pol?ticos no est?n realmente en el juego y que la sociedad civil organizada ni siquiera existe.

?Qu? hacer?

El primer ejercicio que debe hacerse es comprender que el mundo no es binario y que lo que ocurre en Venezuela forma parte de intereses geoestrat?gicos de Estados Unidos, Rusia y China. Que no hay imperialismos buenos e imperialismos malos y que el ejercicio de gobierno de las ?ltimas dos d?cadas en Venezuela ha expuesto cada vez m?s al pa?s a estos intereses, en detrimento de la capacidad pol?tica e institucional de los venezolanos para forjar su propio destino.

En Venezuela existen condiciones objetivas para una rebeli?n popular, pero lamentablemente la dirigencia opositora no maneja esos c?digos ni tiene inter?s en ella. M?s bien, parece girar exclusivamente en torno de la agenda internacional, en desmedro de la organizaci?n y cohesi?n de fuerzas internas que claman por un cambio en el pa?s. El tablero internacional es sin duda importante, pero hay que jugar ambas partidas.

Es fundamental presionar y exigir un acuerdo pol?tico para la elecci?n de un ?rgano electoral (CNE) de consenso, confiable para todas las partes, para unas posteriores elecciones presidenciales competitivas, en condiciones de igualdad y transparencia. Todo lo dem?s son intereses grupales, cremat?sticos, potes de humo, propaganda y estrategias b?licas.

Los halcones quieren guerra y, parad?jicamente, el gobierno tambi?n. Para este ?ltimo, ser?a su gran cierre con broche de oro, los l?deres bolivarianos se convertir?an en una especie de m?rtires, podr?an compararse err?nea y forzadamente con Salvador Allende, dejar?an una estela de balas y sangre mientras huyen a alguna isla o pa?s remoto para disfrutar de sus riquezas mal habidas, mientras el pueblo traga humo con fondo musical de metralla. Ser?a su gran victoria pol?tica desde el punto de vista simb?lico.

La mayor?a de los venezolanos est?n angustiados con este escenario. De hecho, hablar de la posibilidad de un acuerdo pol?tico no significa ennoblecer al gobierno, ni adjudicarle una racionalidad pol?tica formal convencional, acorde con lo que debe ser un Estado signado por la l?gica de las promesas de la modernidad. Evidentemente, para que haya negociaci?n hay que tener con qu?, y hasta ahora el gobierno, desde su racionalidad ?malandra?, no ha tenido, ni tiene, motivos para acaptarla.

Las oposiciones tendr?n que hacer lo suyo para crear esas condiciones, constituirse en fuerza para ello, hacer presi?n, no mirar solo hacia afuera, tener al pueblo como objeto y sujeto de su pol?tica y no s?lo esperar a que los militares vengan al rescate (sean extranjeros o nacionales). En alg?n momento hay que pactar; esto puede hacerse con muchos m?s muertos de los que hay hasta ahora o con los que ya tiene el pa?s encima. Hay que hacer esfuerzos para reducir da?os y evitar m?s muertes, pedir una intervenci?n militar extranjera con la ligereza con la que se hizo al finalizar la jornada del 23F no parece ser es el mejor camino; parece m?s bien un acto desesperado, y en este contexto la desesperaci?n y las emociones no son buenas consejeras. Esos remedios suelen ser peores que las enfermedades que pretenden curar.

Por otro lado, existe una oposici?n progresista que promueve un refer?ndum, pero a esta altura, como se?alan varios analistas, el tiempo opera a favor del gobierno, y por lo tanto la propuesta no ser?a m?s que un tubo de ox?geno para el madurismo.

En momentos de locura y arrebatos pasionales, no est? de m?s tratar de mantener la cordura. Hay dos escenarios posibles: muchos m?s muertos o los que ya se tienen hasta ahora, que son tambi?n muchos. Aun con una intervenci?n militar o una guerra, en ese nefasto escenario, la petici?n deber?a ser exactamente la misma: nueva institucionalidad electoral y elecciones limpias. Se puede mantener la presi?n y la cr?tica al gobierno sin legitimar una intervenci?n militar extranjera; estar en contra de la guerra no significa estar a favor del gobierno. La realidad no se presenta en formas tan sencillas y binarias. Lo que est? en juego en Venezuela es mucho m?s serio que una guerra de minitecas.