Pol?ticas en femenino.
Reflexiones acerca de lo femenino moderno y del significado de sus pol?ticas
Raquel Guti?rrez Aguilar
Entiendo por femenino, siguiendo y simult?neamente distanci?ndome de las te?ricas del feminismo de la diferencia,1 los espacios-tiempos en los cuales social e hist?ricamente han sido colocadas las mujeres; tales espaciostiempos exhiben, para m?, de manera muy diversa, los rasgos m?s plenos
y profundos de la colonizaci?n. Los considero as?, ?mbitos de colonizaci?n por excelencia, en tanto sus marcas se establecen inapelablemente, de manera variada, sobre el cuerpo sexuado de la mitad de la poblaci?n: sobre nosotras, aunque tales marcas se impriman de forma singular sobre cada una.
Recupero el t?rmino ?femenino? ?en singular, y lo enlazo con el plural
?pol?ticas?? no porque quiera comprometerme con alguna nueva defensa de un
universalismo vac?o; sino porque me interesa explorar una herramienta l?gica que
quiz? nos permita la superaci?n de un problema en el que percibo que quedamos
1
Por feminismo de la diferencia me refiero a la postura desarrollada, entre otras, por Luce
Irigaray, Luisa Muraro y la Comunidad Filos?fica Di?tima, que asume como fundamental
para la comprensi?n del mundo la existencia de al menos dos clases de cuerpos sexuados.
E
* Matem?tica mexicana. Doctora en Sociolog?a. Profesora-investigadora del Instituto de
Ciencias Sociales y Humanidades de la Benem?rita Universidad Aut?noma de Puebla. Activista social.
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atrapadas: el de la relaci?n entre lo particular y lo universal. Sobre esta tem?tica
desarrollar? mis argumentos.
Para fines de claridad, reduzco el terreno de reflexi?n sobre lo femenino a lo
femenino moderno. Sigo en tal argumento a Silvia Federici, quien sostiene que para
su consolidaci?n, la din?mica de la modernidad ?que tal como existe es modernidad capitalista?, se basa principalmente en la tendencial destrucci?n de
lo com?n y en la consiguiente separaci?n de las tareas, las pr?cticas, las destrezas y los conocimientos concretos surgidos de y que versan sobre la reproducci?n general de la vida material y simb?lica de aquellas actividades y operaciones ?tendencialmente abstractas? de y para la producci?n de mercanc?as.2
Considero entonces la modernidad capitalista como el proceso tendencialmente
global de cercamiento, acoso y destrucci?n de lo com?n en sus m?ltiples formas
de existencia concreta y es desde ah?, desde los espacios-tiempos femeninos, que el
orden de explotaci?n-opresi?n moderno se me vuelve inteligible no s?lo como capitalista sino, tambi?n, como masculino. Es decir, es en el orden masculino y moderno
del capital ?del valor valoriz?ndose en la producci?n incesante de mercanc?as, que
simult?neamente desconoce las actividades de reproducci?n aunque impone la producci?n de la fuerza de trabajo como mercanc?a? donde todo lo relacionado con
la producci?n de lo com?n y con la reproducci?n de la especie queda establecido
como secundario y se inscribe como ausencia, como falta; donde un conjunto de
valiosas e imprescindibles actividades, generalmente consideradas femeninas, se niegan y se ocultan a fin de reiteradamente someterlas. Por eso es que se puede hablar
de lo femenino como sitio por excelencia ?aunque, por supuesto, heterog?neo? de
la colonizaci?n, que se funda, entre otros elementos, en reiteradas, sistem?ticas y
difusas pr?cticas de exclusi?n, en la instauraci?n persistente de jerarquizaciones que
producen y consagran, una y otra vez, nuevas diferencias y exclusiones; en nombrar
para ocultar de tal modo que se inhiba ?o se vuelva incomprensible y por tanto inaudible? la voz que no sea proferida desde el lugar autorizado, siempre ligado con la
acumulaci?n de capital, la producci?n de mercanc?as y el mando; en dificultar dislocando, una y otra vez, la articulaci?n de memoria propia en tanto lo que vale la pena
compartir es exiliado persistentemente al lugar de lo irracional o lo no significativo.3
Son estos lugares en los cuales hemos sido construidas y nos hemos ido construyendo a nosotras mismas como mujeres. Cada una en medio de circunstancias
2
El argumento central de Federici en relaci?n a esta tem?tica es el siguiente: el ?diferencial
de poder entre hombres y mujeres? en la sociedad capitalista puede interpretarse como el
efecto de un sistema social de producci?n que no reconoce la producci?n y reproducci?n del
trabajo como una actividad socio-econ?mica y como una fuente de acumulaci?n de capital
y, en cambio, ?la mistifica como un recurso natural o un servicio personal, al tiempo que
saca provecho de la condici?n no asalariada del trabajo involucrado? (Federici, 2011:13)
3
Varios trabajos contenidos en este volumen abordan estos distintos aspectos de lo que
puede entenderse por colonizaci?n de manera mucho m?s precisa y profunda de lo que yo
podr?a hacerlo en estos momentos.
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espec?ficas, singulares, que habilitan la percepci?n-comprensi?n de tambi?n espec?ficos y variados aspectos de la dominaci?n capitalista y masculina que, sin embargo, tiende a totalizarnos estableciendo todo tipo de jerarqu?as y divisiones, una y
otra vez. En medio del hurac?n de la acumulaci?n masculina de capital4
quedamos
escindidas ?siempre de manera diversa? entre las posibilidades de ingreso ?as?
sea dificultoso? al universo de producci?n de la riqueza abstracta y a la posibilidad
anidada en nuestros cuerpos de generaci?n y procreaci?n de nuevos seres humanos
que a su vez son regalo y amenaza. Al interior de tales tensiones hemos llegado a
ser lo que somos: mujeres diversas que habitamos de muy variadas maneras lugares
colonizados del mundo (y ah? no habitamos ?nicamente nosotras, tambi?n, en ocasiones, habitan varones que no cuadran plenamente dentro del orden masculino
dominante). La idea central de pensar sobre las pol?ticas en femenino es que en tales
espacios-tiempos femeninos se produce un lenguaje espec?fico que una y otra vez se
empecina por hablar, que insistentemente trata de decir. Y aqu? vale la pena reiterar que no estoy hablando de esencialismo alguno. Cada quien somos mujeres de
tan diversos modos que en muchas ocasiones no nos reconocemos entre nosotras.
Somos tremendamente heterog?neas y las relaciones entre nosotras llegan a ser incluso antag?nicas en ciertos casos. Aun as?, algunas ?de entre ?la humanidad??
somos mujeres. M?s de la mitad, para expresarlo con propiedad.
Para comenzar discutir?, desde la l?gica, la casi siempre inmediata objeci?n de
esencialismo que se presenta al feminismo de la diferencia, justamente para desautorizarlo. Y lo quiero hacer desde la l?gica pues desde ah? encuentro una manera de
expresar con cierta precisi?n lo que defiendo.
?Qu? se objeta cuando el feminismo de la diferencia es calificado de esencialista?
Para hablar de esencialismo dentro del canon de pensamiento dominante, tenemos
que entrar en la pol?mica de lo universal y lo particular. Con tales herramientas ?y
con los dem?s aditamentos de la l?gica cl?sica? no logramos m?s que dar vueltas
en c?rculo a la hora de intentar expresar lo que deseamos. Esquematizando ?y, por
supuesto, reduciendo? el desorden que percibo en el debate en torno a lo femenino
y lo masculino, presento, en brochazos gruesos, los siguientes argumentos iniciales.
En primer lugar, a partir de la modernidad europea, ligada a la expansi?n del
r?gimen del capital, se establece paulatinamente lo masculino como central y ?nica
medida de lo humano. Los siglos xiv, xv y xvi no son las primeras ?pocas hist?ricas
4
Mediante la expresi?n ?acumulaci?n masculina de capital? no afirmo que la acumulaci?n
de capital sea ?nicamente tarea de ?varones?, o de ejemplares masculinos del g?nero humano. Pretendo, m?s bien, dejar a la vista en todo momento que las tareas de la acumulaci?n
de capital se basan en la dr?stica diferenciaci?n de las tareas de producci?n ?de mercanc?as
y de capital? en relaci?n a las tareas de reproducci?n de la vida en general, incluyendo
la reproducci?n de nuevos hombres y mujeres. Tareas realizadas en los espacios-tiempos
femeninos del mundo de los que he partido.
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en que esto ocurre; podemos rastrear tanto los usos como los significados materiales,
simb?licos y formales de instituir al ?var?n? como el representante de ?lo humano?,
al menos desde la Grecia cl?sica. Sin embargo, la operaci?n plenamente moderna
consiste en asimilar lo masculino al capital y ?ste a lo ?neutro?. Un supuesto ?neutro? ordenador ?claramente masculino en tanto es no femenino? que instala un eje
de enunciaci?n universal afirmativo: ?El Hombre?. El arreglo l?gico, sem?ntico y
pol?tico, que se produce una vez instituido este ?neutro ordenador? universal afirmativo ?masculino en tanto claramente no femenino? consiste en el arrinconamiento
de todo lo dem?s en un ambiguo y opaco lugar de lo particular ?o, m?s bien, de
m?ltiples particulares ahora carentes de medida propia? donde en un hacinado
exilio convive todo lo que no es lo masculino dominante capitalista o, al menos,
tendencialmente capitalista. Quedamos en ese rinc?n donde se amontonan los particulares, en primer lugar, las mujeres ?y por supuesto no quedamos ordenadamente colocadas sino que se instauran todo tipo de escisiones entre unas y otras, de
diferencias, rivalidades e incomodidades: se imponen diferencias ?y jerarqu?as?
que marcan nuestros cuerpos; sin por ello dejar de estar, todas, aunque de diferente
modo, en el lugar del exilio. Quedan ah? tambi?n ?si bien en otro segmento de los
particulares generados por la instauraci?n de lo masculino propietario heterosexual
dominante como el universal humano? los varones colonizados de todos los pueblos
sujetos; se acomodan ah?, tambi?n, los locos, los homosexuales y los ni?os.
En segundo lugar, la disputa multiforme contra dicho universal y contra los
modos de su dominio comenz? bastante pronto: desde las rebeliones ind?genas en
diversos lugares de nuestro continente hasta la denuncia de Olympia de Gouges
subiendo al cadalso a fines del siglo xviii; desde los dispersos y sistem?ticos motines
populares en Europa durante el siglo xix hasta la larga pelea de las sufragistas. Y,
por supuesto, de la gran cantidad de acciones m?ltiples de resistencia y de lucha
de mujeres diversas, de pueblos ind?genas y de otros muchos ?particulares? de la
modernidad del capital. De maneras muy variadas se puso en entredicho el orden
de dominio fundado en la consagraci?n de un universal masculino ?claramente
mal definido? como medida de la vida, las posibilidades y los anhelos de todos los
dem?s. Todas las y los que se han insubordinado contra el orden moderno capitalista y masculino, adem?s de luchar han hablado, han producido argumentos de muy
distinto tipo que impugnan desde diversos flancos tal orden de dominio. Al hacerlo
desde m?ltiples vertientes, el universal dominante masculino propietario ha tenido
que, inc?modamente, expandirse para dar cabida a m?s ?variantes? dentro de s?:
primero a los varones no propietarios del mismo origen ?tnico; luego, parcialmente,
a las mujeres propietarias, despu?s a todos los varones sin importar su origen ?tnico,
despu?s a todas las mujeres.5
Esta ha sido una trampa de la modernidad tal como
5
Una reflexi?n interesante sobre esta tem?tica, desde el feminismo anglosaj?n, se puede encontrar en el cl?sico trabajo de Iris Young ?Imparcialidad y lo c?vico p?blico. Algunas implicaciones de las cr?ticas feministas a la teor?a moral y pol?tica?, en Benhabib y Cornella (1990).
91
denuncian una y otra vez m?ltiples voces, sobre todo de mujeres, de varones ind?genas y ahora, cada vez con m?s fuerza, de mujeres ind?genas: se diluye una exclusi?n
nada m?s para levantar alguna otra muralla, se iguala formalmente siempre y cuando la medida de la igualaci?n ?el uno, la unidad? sea id?ntico en atributos, rasgos
y obligaciones, que no en prerrogativas, al que antes se estableci? a s? mismo como
universal. A lo largo de esta compleja trayectoria se impone paulatinamente sobre
casi todos, un molde pol?tico organizado en torno a la ?sociedad de individuos?.
?Sociedad de individuos? que, de acuerdo a algunas posturas, puede llegar a ser
una ?sociedad no patriarcal de individuos?6
o quiz?, parafraseando este sue?o, una
?sociedad no monocultural de individuos?.
Y en tercer lugar, es dentro de tal artefacto pol?tico ?liberal? que habitamos
hoy. Y entonces, vuelta a la denuncia y a la impugnaci?n de tal orden dentro del
canon de la igualdad ?o la equidad como suele querer edulcorarse lo que no alcanza a expresarse. Se impugna polif?nica y heterog?neamente, y todos con raz?n,
la medida universal que impone criterios para la distinci?n de las partes; aunque se
reinstala la noci?n de ?parte? sin someterla a cr?tica. La parte y lo particular siguen
enfrentando a un universal que no est? ni vencido ni vaciado?el capital que ahora
pretende no ser ?ntegramente masculino, aunque se abalanza para continuar la destrucci?n de lo com?n. Se va impugnando, pues, la unidad universal secularmente
impuesta aunque no atinamos a desdibujar, a desestabilizar plenamente su relevancia para ser capaces de ir produciendo un mundo con otras medidas.7
Se anhela el
?respeto a la diferencia? y se desdibuja la idea de lo com?n en tanto no se sabe con
claridad c?mo medir tal diferencia. Diferencia y reconocimiento de la diferencia
son nociones que pueblan la discusi?n contempor?nea. ?Reconocimiento de qui?n
y por qu?? ?Reconocimiento para qu?? ?Diferente de qui?n y c?mo calificarla, entenderla o medirla? ?Diferencia como ausencia de identidad o diferencia a partir de
cu?l identidad? O, m?s bien, ?pol?tica de la identidad diferenciada?
En medio de este mar de opacidad se han desplegado leg?timas pol?ticas de la
identidad que algunas veces fragmentan y encapsulan, que se aferran a la distinci?n y
se dispersan; que generan, simult?neamente, precisiones y distancias, que recuperan
6
Esta postura ha sido sostenida con claridad y en diferentes ocasiones por Celia Amor?s.
Para una exposici?n detallada tanto de las cr?ticas desde el feminismo de la igualdad al
feminismo de la diferencia, como de los argumentos y horizontes del primero puede verse
Posadas Kubbissa (2006).
7
Reconozco que hay mucho esfuerzo y mucho trabajo empe?ado en esta desestabilizaci?n
de la tiran?a de lo universal. Los empe?os son muy variados. En particular quisiera reconocer
el trabajo de bell hooks y de muchas otras mujeres ?negras? o ?ind?genas? por evidenciar la
trampa jerarquizante ?o negaci?n recurrente? que se recrea cuando se pugna por la ?ampliaci?n? del universal dejando en pie el orden l?gico, epist?mico y pol?tico que lo acompa?a.
Una buena colecci?n de voces empe?adas en tales acciones de desestabilizaci?n est?n contenidas en el volumen Otras inapropiables. Feminismos desde las fronteras, compilado por Traficantes de Sue?os, Madrid, 2012.
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?rasgos anteriormente negados? pero limitan y dificultan asociaciones posibles. Mis
preocupaciones pol?ticas, que se expresan tambi?n en estas p?ginas, van en ese sentido: no ?nicamente qu? podemos hacer juntas sino sobre todo, c?mo podemos hacerlo.
La pista que presento, confiando en que puede alumbrar, quiz?, alguna salida
para estas dificultades, avanza por otro camino, nutri?ndose de la l?gica y de las
matem?ticas. Considero urgente desplazar del orden general del pensamiento el par
universal/particular. Este af?n sigue dos trayectorias: por un lado, mantener el ?nfasis en mostrar la vacuidad del universal ?humanidad? que no es sino la m?scara
de lo masculino dominante y capitalista o de los rasgos masculino-dominantes del
capital. Por otra, abandonar el uso mismo del par universal/particular: nosotras,
cada una, cada una como parte de lo que la constituye ?una familia, un pueblo
ind?gena, una articulaci?n espec?fica? es una unidad y es, a la vez, una parte en
tanto que conforma alg?n tipo de cuerpo mayor. No somos encarnaciones particulares ?ejemplares singulares? de un universal vac?o y/o en disputa. Tenemos origen
e historia de vida; aunque sea una ventaja espec?ficamente moderna que tal origen
no establezca inexorablemente la historia de vida singular que cada una desplegaremos. La manera de pensar anclada en el par universal/particular ?nicamente
traba nuestra capacidad de desear y de expresar. Somos unidades y buscamos una
medida para nosotras mismas, pero no la encontramos ?nicamente en nosotras
mismas. Necesitamos lo com?n y no lo universal. Y no es cuesti?n de sustituir un
t?rmino por otro, es cuesti?n de desorganizar profundamente el par universal/particular que, en la filosof?a cl?sica es la manera de nombrar la relaci?n entre lo uno
y lo m?ltiple, entre el objeto y el concepto.
El avance o distinci?n m?s importante entre la l?gica contempor?nea ?o simb?lica? y lo que se suele llamar l?gica cl?sica o, enunciando de otra manera, entre
l?gica aristot?lica y l?gica formal, es la inclusi?n en esta ?ltima, de un artefacto del
pensamiento que se llama ?generalizaci?n m?ltiple?. El problema que se salva con
dicha t?cnica es muy similar al que he tratado de esbozar en las p?ginas previas y
tiene que ver con una tem?tica cl?sica de la l?gica filos?fica que se denomina ?el
problema de los indiscernibles? o, con m?s precisi?n la cuesti?n de la ?indiscernibilidad de los id?nticos? o su inverso, la ?identidad de los indiscernibles?. Tal nudo
para la l?gica del siglo xix se zanj?, en la pr?ctica de las matem?ticas, con la herramienta simb?lica de la generalizaci?n m?ltiple que, sin alg?n tipo de conocimiento
especializado, puede confundirse con la reaparici?n de los universales.
La clave de la generalizaci?n m?ltiple es que elude ?o le da vuelta? al problema del car?cter abstracto de los universales, pues enuncia o expresa de una manera
distinta: establece aquello que los distintos particulares tengan en com?n, aquello
que es susceptible de generalizaci?n sin sumergirlos en el opaco caldo homog?neo
de los universales y su indiscernibilidad o identidad.
La especificidad de la generalizaci?n m?ltiple ?que se suele establecer mediante el uso de los llamados cuantificadores (que son dos: el llamado ?creo yo
93
err?neamente? cuantificador universal y el llamado cuantificador existencial)? es
que afirma atributos o rasgos comunes de y/o en ?objetos? singulares, concretos y
distintos, logrando expresar, simult?neamente, lo que tienen en com?n y manteniendo en suspenso la indagaci?n sobre su identidad o sus diferencias. Es decir, mediante
la cuantificaci?n m?ltiple no se presupone identidad ?ni diferencia? de aquellos
elementos cuantificados. Por eso, la funci?n del llamado cuantificador universal es
desplazar los l?mites que para las matem?ticas de fines del xix representaban los abstractos conceptos universales entendidos bajo c?nones cl?sicos, es decir, aristot?licos.
Y por tal raz?n, tambi?n, es complicada la comprensi?n de este sutil desplazamiento. El matem?tico lo conoce, lo entiende, lo aprende y trabaja a partir de ?l. El
fil?sofo indaga en ?l en el ?rido terreno de la filosof?a de la l?gica.
Ahora bien, no es posible salir de la cr?tica de esencialismo cuando hablamos de ?las mujeres? si estamos casadas con las formas can?nicas ?cl?sicas y
modernas? del pensamiento occidental. Podemos salvar el problema intentando
enunciar en primera persona del plural, es decir, diciendo ?nosotras?. Y en esta ruta
es imprescindible, siempre, establecer un ?nosotras? concreto; para evitar que ?ste
funcione como un nuevo artefacto totalizante y universalizador.8
Para distinguir un
?nosotras concreto?, por lo general, la ruta que se ha seguido es la de la distinci?n
particularizante, que suele ser muy valiosa para esclarecer qui?n o qui?nes son las
que hablan: ?nosotras, mujeres acad?micas mayores de 50 a?os?, o ?nosotras, mujeres negras? de tal pa?s, regi?n o ciudad, o ?nosotras, mujeres ind?genas? oriundas
de tal lugar, etc. Sin embargo, percibo que cada vez nos hace m?s falta ser capaces
de avanzar, tambi?n, en la ruta contraria: la de la paciente generaci?n de un ?nosotras? concreto y expansivo ?es decir, que no vuelva a caer en el caldo homog?neo
de los universales abstractos y que tenga, simult?neamente, capacidad de generalizaci?n concreta; que pueda ser abarcativo, pues. Establecer un ?nosotras? concreto
lo m?s abierto posible, y que sea simult?neamente capaz de generar modos de establecer v?nculos, me parece un punto de partida imprescindible para la reflexi?n
sobre los feminismos descoloniales. Un posible camino que sugiero se centra en
recuperar-regenerar formas de lenguaje mediante las cuales podamos expresar con
m?s precisi?n lo que queramos o necesitemos decir; teniendo en cuenta, siempre,
que el par particular/universal establece tambi?n una espec?fica relaci?n epist?mica
entre lo concreto y lo abstracto que es necesario abandonar.
Podemos desplazar al par objeto/concepto, que es finalmente lo que da contenido y significado al par particular/universal en la l?gica cl?sica, de manera
similar a como se hizo en las matem?ticas de comienzos del siglo xx para, de tal
manera, tratar de ensayar la revisi?n del problema que traemos entre manos. El desplazamiento consiste en primer lugar, en admitir que ?hay seres humanos?. N?tese
que este modo de decir es muy distinto a expresar ?la humanidad existe?, que es
8
En particular, sobre este tema ver bell hooks (2004). Agradezco a A?da Hern?ndez por
convocarme a abordar esta tem?tica de manera m?s cuidadosa.
94
un predicado existencial sobre un universal. Por lo dem?s, si admitimos que ?la humanidad existe?, la pregunta siguiente es qui?n constituye la humanidad y a partir
de ello volvemos, insisto, a las dificultades analizadas en p?ginas anteriores: qui?n
y c?mo se establece la medida de ello.
Sin embargo, si partimos del enunciado ?hay seres humanos?, la pregunta ya
no es ?qui?n constituye lo humano? sino que podemos avanzar hacia preguntas
mucho m?s f?rtiles: ?qu? comparten tales seres humanos?, ?podemos distinguirlos
singularmente?, ?qu? criterios de diferenciaci?n nos parecen relevantes? y, la m?s
interesante, ?tienen algo en com?n?
Si continuamos con el ejercicio que propongo, las preguntas relevantes ?o
al menos las que a m? me interesa explorar? sencillamente ?cambian de lugar?.
Podemos proseguir: ?hay seres humanos? y ?todos los seres humanos hemos sido
paridos por una mujer?. Es decir, puedo establecer una condici?n com?n mediante
la generalizaci?n m?ltiple ?que opera sobre los ?objetos? concretos y singulares
que designo como ?seres humanos?; de tal manera que puedo continuar sin tener
que reinstalarme en la dificultad de los universales.
Cada uno de los ?objetos? acerca de los cuales establec? que fue parido por una
mujer, en el caso espec?fico de lo que estoy hablando, refiere a un ser humano de los
que existen o de los que han existido. Sin embargo, esta afirmaci?n no clausura mi
pensamiento pues no establece una distinci?n excluyente ?tal como demanda la
l?gica de los universales; antes bien, establece un rasgo compartido. Entonces, en cuanto tambi?n muchas clases de animales fueron y han sido paridos por las hembras de
sus respectivas especies de forma an?loga a como lo hemos sido los seres humanos,
podemos ampliar tal rasgo compartido a otros seres ?u objetos? sin necesariamente confundirnos respecto a lo que deseamos expresar. O, m?s interesante a?n,
distinguiendo y/o ampliando aquello a lo que aludimos, seg?n el significado que
busquemos compartir. En cierto sentido, y vaya como comentario para no especialistas, en contraste con la t?cnica cl?sica fundada en el par universal/particular, la
cual b?sicamente distingue y clausura intentando capturar significados y delimitar
conceptos (?el hombre como animal racional? ser?a un ejemplo de esto); la t?cnica
expresivo-ling??stica de la generalizaci?n m?ltiple se esfuerza por abrir la rigidez
del concepto ?que ahora, en matem?ticas, ser? un conjunto?, estableciendo con
rigurosidad su delimitaci?n y simult?neamente conservando su posibilidad de generalizaci?n si se toma en cuenta alg?n nuevo rasgo compartido.
Entonces, siguiendo un proceso an?logo es leg?timo que diga: algunos de los
seres humanos son varones y algunas de los seres humanos son mujeres. Y no
me estoy comprometiendo con ning?n esencialismo pues simplemente estoy constatando que los seres humanos que somos, nacemos con al menos dos tipos de cuerpos. Si es cuesti?n de ser exhaustivas puedo afirmar que hay seres humanos que
nacen con cuerpo de var?n, que hay seres humanos que nacen con cuerpo de mujer
y que hay seres humanos que nacen con variadas clases de cuerpos hermafroditas.
95
Despu?s, puedo continuar indagando y notando distinciones que no invalidan
la precisi?n o la rigurosidad de las afirmaciones previas. Es decir, cuando digo que
existen mujeres que disponen para s? de una gran cantidad de recursos y que se
comportan frecuentemente como varones, y afirmo que tales mujeres se pueden
distinguir de otras mujeres que viven de su trabajo, que son ind?genas o j?venes;
cuando introduzco distinciones de acuerdo con los fines de mi discurso, no por ello
niego la premisa inicial que afirma que algunos seres humanos nacemos con cuerpo
de mujer. Lo m?s importante: no oculto ni dejo de lado el hecho de que eso importa
a la hora de desplegar cada trayectoria vital singular.
El feminismo de la diferencia convoca a pensar desde ah?, es decir, sin volver
a tropezar con el problema de los universales y, simult?neamente, esquivando el par
universal/particular como noci?n l?gica rectora de los argumentos, es decir, desplaz?ndolo del sitio central dentro del canon l?gico-discursivo consagrado desde, al
menos, los tiempos de T?cita Muda.9
?Qu? significa pensar desde el lugar de los seres humanos que tenemos cuerpo de
mujer, es decir, desde el lugar que podemos llamar ?femenino? del mundo social?
Decir que pensamos desde el lugar femenino del mundo nos compromete de inmediato con otra dificultad: explicar qu? es tal cosa como ?el lugar femenino del
mundo?. De inmediato podemos darnos cuenta de que podemos estar, otra vez,
instalando un ?mbito abstracto y universal o, m?s bien, notamos que si expresamos de esa manera lo que queremos decir, regresaremos a un supuesto lugar de
enunciaci?n universal sin tener otra forma de justificar su ?diferencia? ?con el
can?nico? que no sea aludiendo a una esencia. Sin embargo, ese no es el ?nico
camino que podemos seguir.
A partir de las afirmaciones que ya hemos admitido: hay seres humanos con
cuerpo de var?n y hay seres humanos con cuerpo de mujer; podemos proseguir distinguiendo los diversos modos hist?ricos y culturales mediante los cuales se ordena
tal distinci?n b?sica. No perdemos entonces lo que buscamos expresar: en todas
las culturas y durante toda la historia hay y han habido seres humanos con cuerpo
de mujer, que es, adem?s, el cuerpo que tiene capacidad ?real o potencial? de
procrear, y tambi?n seres humanos con cuerpo de var?n, que han sido paridos por
alguna mujer; y, adem?s, todos estos seres humanos han organizado y vivido socialmente su ser var?n o su ser mujer de maneras muy distintas. Llegados a este punto,
9
?El silencio femenino, es decir, la obligaci?n femenina de guardar silencio [puede rastrearse] como mito en la figura de T?cita Muda?, nos dice Eva Cantarella (1997: 21). T?cita
Muda era una ninfa asediada por J?piter, a la cual castig? por indiscreta arranc?ndole la
lengua. Para colmo de males, cuando le encarg? a Mercurio que la condujera al reino de los
muertos para ser ah? confinada, ?ste la viol? por lo cual pari? un par de gemelos. Cualquier
parecido con la realidad es m?s que coincidencia.
96
el feminismo de la diferencia nos hace una sugerencia para distinguir al menos tres
maneras en las que se ha organizado socialmente esta distinci?n de los cuerpos
humanos o de los cuerpos humanos sexuados: polaridad, complemento y unidad
(Rivera Garretas, 2002: 131 y ss.). Cabe notar que estos tres t?rminos distinguen
de manera formal claves de los rasgos fundamentales que organizan la relaci?n
entre cuerpos sexuados en distintas geograf?as y per?odos hist?ricos susceptibles de
estudio. Polaridad, complemento y unidad son, en tal sentido, atributos de relaciones
posibles entre cuerpos sexuados. Y, por supuesto, a partir de tales clases distinguibles de
relaciones se desenvuelven en el tiempo ?con el paso de las generaciones? multiplicidad de sistemas sexo-g?nero en los cuales, en mayor o menor medida se procesan de manera diversa asimetr?as, exclusiones y jerarquizaciones entre los hombres
y las mujeres singulares que habitan tales sistemas sexo-g?nero espec?ficos. As?,
podemos encontrar formatos de relaciones sexo-gen?ricas altamente polarizadas
como las de la Grecia cl?sica o las del Imperio romano, las cuales establec?an exclusiones y jerarqu?as expl?citas para las mujeres; y tambi?n podemos distinguir
otro tipo de jerarquizaciones, quiz?s an?logas en su drasticidad y rigurosidad en
los formatos complementarios de las relaciones sexo-gen?ricas, que a?n podemos
encontrar entre los pueblos ind?genas de Am?rica Latina. El trayecto moderno de
la lucha de las mujeres se ha orientado por el horizonte de la igualdad que, a fin de
cuentas, nos propone un esquema unitario bajo el dominio del capital en el cual,
como ya se argument? al inicio, las diferencias son reconocidas y pretendidamente
integradas, dando paso a nuevos y m?ltiples problemas; en especial, la cuesti?n de
que variados asuntos relativos a la procreaci?n ocurren ?todav?a y por suerte?
fuera del ?mbito de las relaciones mercantiles y como procesos tendencialmente
no comunes de creaci?n y cuidado de riqueza concreta que, sin embargo, asume la
forma de ?desacumulaci?n? de energ?a y riqueza abstractas.
Desde un pensamiento de la diferencia sexual, que adem?s centra la atenci?n
en la producci?n, defensa y reproducci?n de lo com?n, ser?a posible pensar, entonces, alg?n tipo de esquema incluyente que no fuera tragado, de entrada, por la
dicotom?a universal/particular; esquema de intelecci?n tendencialmente tambi?n
espacio-temporal desde el cual hilvanar la sistem?tica producci?n y reproducci?n del
mundo no plenamente subsumido al capital en la cual muchas ?y algunos? estamos empe?ados. A mi juicio, en t?rminos de la relaci?n entre varones y mujeres, tal
esquema tendr?a necesariamente que partir de una noci?n complementaria, poniendo especial cuidado en el desmontaje de cualquier tipo de jerarquizaci?n excluyente.
Para pensar en tal esquema, desde nosotras, desde los seres humanos con cuerpo de
mujer, necesitamos, tal como ya lo estamos haciendo, en primer lugar criticar pr?cticamente el esquema familiar moderno cl?sico que hemos heredado y, especialmente,
la noci?n misma de matrimonio. Sin embargo, esto se est? mostrando claramente
insuficiente a estas alturas de la historia, sobre todo si habemos algunas que no queremos continuar produciendo ?sociedades de individuos? supuestamente neutros.
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De ah? la necesidad de volver a reflexionar y a producir formas renovadas de
producci?n de lo com?n, con sus din?micas internas y sus complejidades, a fin de
imaginar, desde nosotras mismas, t?rminos de inclusi?n equilibrados desde los cuales poder gestionar tanto nuestras diferencias de edad como las relaciones a establecer con los varones. Ese es ?el lugar femenino del mundo? desde el cual podemos
pensar renovadas y polif?nicas pol?ticas en femenino.
Tales anhelos ?en el sentido de Bloch? o esos deseos ?siguiendo a Cigarini? son vertientes hacia pr?cticas pol?ticas en femenino, tendencialmente descolonizadoras; las cuales, como condici?n necesaria, tienen que comprometerse con el
m?s radical antipatriarcalismo y tambi?n, como condici?n de ello, con la defensa
y la producci?n de lo com?n a fin de desatar el nudo que cierra la red del dominio
del capital y del predominio de lo masculino. Es decir, en tanto el predominio de
lo masculino est? ?ntimamente ligado a la acumulaci?n de capital, se tratar?a de
pensar, desde nosotras mismas, en femenino, las variadas maneras de construir capacidad com?n para sentirnos seguras y proteger nuestros haceres ?nuestro lugar?,
desmontando paso a paso el conjunto de sujeciones m?ltiples que nos atrapan,
excluyen o violentan. Se trata pues, en general, de producir lo com?n moderno y
a la medida de cada convergencia compleja de mujeres y varones j?venes, desde la
plena autonom?a de cada quien.
Esta sistem?tica actividad de producir lo com?n, que refuerza, respalda y
acoge a cada una de quienes lo producen, haci?ndolo desde nosotras mismas y salvando los escollos que en el camino se encuentren es, a mi juicio, una posibilidad
de generar paulatinamente una manera nueva ?y a la vez antigua? de establecer
relaciones m?s satisfactorias, y m?s o menos complementarias, con los varones;
en medio del actual desbarajuste patriarcal-capitalista de misoginia enloquecida.
Finalmente, considero urgente tambi?n, pensar en otros t?rminos la relaci?n ?ser
parte?, es decir, la relaci?n entre cada una y la trama vital de la que proviene y en
la que habita. Otra amplia y dificultosa tem?tica contempor?nea, tambi?n impregnada por las trabas del par particular/universal, es la relaci?n individuo/sociedad
o individuo/comunidad. Abordar con nuevos lentes la manera en la que cada una
est? enlazada, tanto con una trama familiar de origen como con una red de afinidad
o con alg?n formato institucional m?s r?gido, puede abrir nuevos aires a la comprensi?n de la relaci?n ?ser parte?, sobre todo, porque ninguna de nosotras vive
aislada de todas las dem?s.
Nuestras madres ?y en muchos casos nosotras mismas? han parido mujeres y tambi?n varones; por eso es tan urgente volver a esforzarnos por regenerar
y renovar maneras de estar juntos en el mundo. El camino es, a mi juicio, partir
de la conciencia plena de que habitamos y somos un cuerpo de mujer. Nombrar el
mundo desde ah?, sin miedo a las cr?ticas o a las dificultades, es un desaf?o que vale
la pena, en tanto es mucho lo que puede ser dicho.
Puebla-M?xico, agosto/septiembre de 2012
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