Abel Gilbert / Nueva Sociedad
Venezuela: Inmolaci?n o desahucio
6 marzo, 2019
Maduro todav?a tiene base social, pero es dif?cil saber cu?n delgada es la l?nea que separa el apoyo de la simulaci?n y el cansancio. Esto vale tambi?n para el frente militar. Aunque Venezuela es, adem?s de su petr?leo, su gas y su oro, parte de un objetivo superior de los sectores m?s retr?grados de Estados Unidos que buscan el completo redise?o pol?tico de la regi?n, ninguna de las cr?ticas posibles al madurismo, pasando por su dudosa transparencia, justifica una soluci?n violenta de esta disyuntiva hist?rica. Lamentablemente, la salida negociada parece estar cada vez m?s lejos.
Vestido con un elegante ?liquiliqui?, como se conoce el conjunto de pantal?n y chaqueta cerrada hasta el cuello que utilizan los hombres de los llanos y que, por decreto del Poder Ejecutivo, se convirti? en ?Traje Nacional?, Nicol?s Maduro anunci? al pa?s su buena nueva.
Venezuela, dijo, ser? en breve una ?marca pa?s?, un gran commodity del turismo internacional. Los d?lares llegar?n por fin en beneficio de su desahuciado pueblo.
Frente a una audiencia que solo pod?a ser propia, revel? el lema de la campa?a: ?Venezuela Abierta al Futuro?. La utop?a hedonista se acompa?? de im?genes de playas rebosantes, cocteles sofisticados y, claro, mulatas. Puro goce, m?s all? de la lucha de clases que suele atiborrar el discurso oficial.
Afuera del Hotel Venetur Alba Caracas, la palabra ?futuro? ten?a otros sentidos, y todos asociados al peligro. El conflicto pol?tico tiene tal calado que todo se divide por dos: hay dos mercados, uno blanco y otro negro, dos clases de d?lares.
Existe a la vez un Parlamento opositor, declarado en desacato, y una Asamblea Constituyente que hace de Congreso. Un Tribunal Supremo funciona en Caracas y otro en el exilio. Lo mismo sucede con los dos fiscales generales.
Y hay, por ?ltimo, una dualidad m?s peligrosa, dos presidentes: uno, Maduro, surgido de elecciones que suscitaron, tambi?n, dos interpretaciones distintas sobre su legitimidad; y otro, Juan Guaid?, autoproclamado ?interino? y bendecido por Washington y 60 pa?ses.
Por primera vez en la historia de la inestabilidad latinoamericana, un civil da un golpe de Estado a un Gobierno cuasi militar y con cabeza civil. La contradicci?n es insostenible.
Una nueva ca?da del Muro
A 30 a?os de la ca?da del Muro de Berl?n y de la invasi?n norteamericana a Panam?, los dos acontecimientos ofrecen una conexi?n peculiar con el drama venezolano.
Los seguidores de Guaid? est?n convencidos de que la entrada de la ayuda humanitaria que enviar? la coalici?n antimadurista a trav?s de las fronteras con Colombia y Brasil se convertir?, a partir del 23 de febrero y con apoyo de masas, en el equivalente de lo que sucedi? con la extinta Rep?blica Democr?tica Alemana (RDA) en 1989.
Maduro, el ?presidente obrero?, ser? entonces un nuevo Erich Honecker, partir? al exilio y se barrer?n los cimientos del proyecto bolivariano. Pero si as? no ocurre, le auguran un destino similar al del general paname?o Manuel Noriega.
Para que ocurra lo primero, debe partirse el frente militar que sostiene al gobierno. Un oficial desobedece en la frontera y su gesto tiene un efecto domin?. As? de simple, suponen. Lo segundo, en cambio, supone una invasi?n norteamericana, y Guaid? ya la contempla.
Un modelo agonizante
La supervivencia del modelo est?, como nunca, puesta en cuesti?n. Inmolaci?n o extremaunci?n irrumpen como alternativas. ?C?mo se ha llegado a este punto que parece no tener retorno?
El madurismo es inflexible en su diagn?stico: el derrumbe del PIB de 44% desde 2013, el ?xodo masivo y la criminalidad, todo es culpa de la asfixia econ?mica y financiera de Washington y sus aliados internos. Pero no ?todo? es atribuible a Estados Unidos.
Para comprenderlo, hay que seguir la misma par?bola trazada por Hugo Ch?vez sobre los escombros de la IV Rep?blica. El ?comandante eterno? lleg? al poder con una promesa de redenci?n de los perdedores de siempre. Como se?ala Fernando Coronil en el imprescindible El Estado m?gico. Naturaleza, dinero y modernidad en Venezuela, Ch?vez ?los ha invitado a pasar de las gradas al patio principal y participar en una historia que ser? por fin para ellos?. En los hechos, repar? heridas sociales redistribuyendo la renta petrolera.
Coronil, para comprender los nuevos usos del oro negro a partir del chavismo, se apoya en un razonamiento de la antrop?loga india Veena Das. La autora de Life and Words: Violence and the Descent into the Ordinary sostiene que frente a estructuras masivas de dominaci?n, ?las rebeliones subalternas? pueden producir ?solo una noche de amor? y no transformarlas en ?una vida de amor?. Es lo que sucedi? en Venezuela.
Dicho de otra manera: la promesa de progreso bolivariana se present? de entrada como insostenible. El Estado, bajo esas circunstancias, solo pod?a producir ?actos de magia en vez de milagros? dictados por la voluntad y los precios internacionales del crudo. Despu?s de 20 a?os, 96% de los d?lares que entran en Venezuela responden a la misma matriz productiva. El gobierno importa hasta el arroz, el az?car y la harina que forman parte de sus programas asistenciales.
No hubo revoluci?n a la cubana
Aunque Maduro hable de ?revoluci?n?, en Venezuela no ha cambiado la estructura de la propiedad, como s? ocurri? en Cuba. El liderazgo termin? por confundir anhelos con realidades: en sus momentos de mayor adhesi?n, 40% de los venezolanos estaban en contra del gobierno.
No dejan de ser igual de llamativas las reincidencias del chavismo en errores cometidos en otras experiencias hist?ricas. La obsesi?n de Fidel Castro por acelerar las etapas de la revoluci?n lo llev? en 1968 a proponerse (?l, pura voluntad) la construcci?n al mismo tiempo del socialismo y el comunismo. La llamada ?ofensiva revolucionaria? tuvo efectos lamentables y llev? hasta a la estatizaci?n de las barber?as. Ch?vez no quiso ser menos. Expropi? muchas veces sin objetivos claros.
La otra lecci?n no aprendida tiene que ver con el Chile de la Unidad Popular. ?No soy el presidente de todos los chilenos?, dec?a Salvador Allende. El chavismo cav? esa misma trinchera ret?rica. Sus adversarios, convertidos en enemigos, actuaron de manera sim?trica. El juego fue de suma cero.
Un tercer espejo se colg? en el Palacio de Miraflores para mirarse en la China de la d?cada de 1960. Ch?vez impuls? las comunas inspiradas en uno de los m?s desastrosos emprendimientos del mao?smo, ?el Gran Salto adelante?. La iniciativa se basa en la autogesti?n y contiene, seg?n el ?Comandante Eterno?, la semilla verdadera del socialismo. La comuna rindi? algunos frutos en el mundo rural, pero fracas? de manera estruendosa en un pa?s donde m?s de 90% de las personas viven en las ciudades, algunas en situaci?n de extrema violencia.
Aunque se propuso acabar con la burocracia y minimizar el papel del Estado, no pudo ser otra cosa que un intento de ?arar en el mar?, para llamarlo con palabras propias de Sim?n Bol?var, entre otras razones debido a las carencias econ?micas y las pr?cticas colectivas que derivan de la escasez y el mercado negro. A estas alturas, es apenas un dispositivo clientelar. La oposici?n lo resume en una ecuaci?n quiz? simplista pero no del todo errada: comida por lealtad declamatoria.
Con ganar elecciones no basta
La proeza distributiva inicial de Ch?vez tuvo una marca defectuosa de origen: se hizo manu militari, lo que le vali? al comandante m?s de un cuestionamiento sobre sus valores democr?ticos, y no solo de los sectores m?s adinerados.
Maduro profundiz? esas pr?cticas. Suele decir que los bolivarianos han ganado 23 de 25 disputas electorales. Sus cr?ticos responden con una larga lista de se?alamientos.
De un lado, el intento de Ch?vez de establecer la reelecci?n presidencial indefinida. Del otro, la acotada aceptaci?n de sus traspi?s en las urnas. En 2008, la oposici?n gan? la Alcald?a de Caracas. El ?Comandante Eterno? levant? de la nada una administraci?n paralela con su correspondiente presupuesto. Luego, redise?? las circunscripciones electorales de modo que no se vuelva a tropezar tan f?cilmente con la piedra de la derrota. Maduro sucedi? a Ch?vez y gan? los comicios por menos de un punto de diferencia. Radicalizar un proceso en esas condiciones de casi paridad fue algo m?s que un desprop?sito.
En medio del ajuste y el endeudamiento externo, tom? medidas impopulares. La oposici?n, cuyas credenciales democr?ticas est?n lejos de ser inmaculadas, fue por su cabeza. La calle se convirti? en el territorio de la puja. Maduro fue derrotado estruendosamente en las elecciones legislativas de 2015. La oposici?n le dio seis meses de plazo para hacer sus maletas.
El presidente decret? la emergencia econ?mica y luego el Consejo Electoral impidi? la convocatoria a un referendo revocatorio. De inmediato, el Tribunal Supremo de Justicia consider? que el Parlamento estaba en desacato.
Cuando el enfrentamiento pol?tico se traslad? otra vez al espacio p?blico, con muchos m?s muertos, se convoc? a una Asamblea Constituyente para que se desempe?ara como contrapeso de la Legislatura. Las negociaciones para buscar una salida negociada nunca llegaron a buen puerto. Unos y otros se reprochan los sucesivos fracasos.
Fin del trayecto
Maduro fue reelecto en 2018 en condiciones de inocultable ventaja estatal, apoyado en parte por un votante hist?rico y sentimental. Compiti? contra candidatos testimoniales. Algunos de los dirigentes opositores de peso estaban proscritos y otros llamaron a la abstenci?n.
Su nuevo periodo no pod?a sino augurar mayores descalabros. Se lleg? as? a este presente de ruina que ya no puede extenderse m?s. La desafecci?n en lo que queda del chavismo no solo es de la clase media ni de algunos de sus referentes hist?ricos que rompieron lazos con el ?presidente obrero?. Ha penetrado en sectores populares.
Maduro todav?a tiene base social, pero es dif?cil saber cu?n delgada es la l?nea que separa el apoyo, con sus contraprestaciones, de la simulaci?n y el cansancio. Las horas que vienen, de car?cter decisivo, permitir?n revelarlo.
Esto vale tambi?n para el frente militar. Augusto Pinochet proclam? su adhesi?n a Allende hasta horas antes del golpe del 11 de setiembre de 1973. Despu?s se sabe lo que sucedi?: fue el converso m?s cruel.
Por ?ltimo, el conflicto venezolano ha dejado de ser a esta altura solamente nacional para convertirse en una pieza de la administraci?n Trump en sus disputas con China y Rusia por motivos que no son convergentes. Hay algo en lo que Maduro tiene raz?n: Venezuela es, adem?s de su petr?leo, su gas y su oro, parte de un objetivo superior de los sectores m?s retr?grados de Estados Unidos que buscan el completo redise?o pol?tico de la regi?n. Esto incluye a Cuba, Bolivia y Nicaragua como pasos siguientes.
La reaparici?n de Elliot Abrams en la vanguardia conspirativa de Washington encarna esos deseos. De su garra de halc?n ya probada en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras en los a?os 80, se vislumbra la forma que puede tomar el desenlace del conflicto y el futuro real.
?Se asemejar? a la Alemania comunista o a la Rumania de 1989? ?Veremos los escombros de Iraq o Siria? Ninguna de las cr?ticas posibles al madurismo, desde su autoritarismo y su culto a los uniformes, pasando por su dudosa transparencia, justifica una soluci?n violenta de esta disyuntiva hist?rica.
Lamentablemente, a estas alturas es m?s f?cil que un camello atraviese el ojo de una aguja que encontrar la salida negociada.