A prop?sito del sujeto patriarcal. Silvia Federici apuntes para un materialismo hist?rico del siglo XXI

La caza de brujas fue un evento fundante de la sociedad moderna que permiti? generar muchas de sus estructuras, como la divisi?n sexual del trabajo, la desvalorizaci?n del trabajo femenino y, sobre todo, la desvalorizaci?n de las mujeres en t?rminos generales, al crear y expandir la ideolog?a de que las mujeres no son seres completamente humanos, sino seres sin raz?n, que pueden ser m?s f?cilmente seducidas por el demonio, etc. En este sentido, abri? la puerta a nuevas formas de explotaci?n del trabajo femenino.
Las mujeres son enviadas a casa, rechazadas en la f?brica, y el trabajo dom?stico se convierte en su principal trabajo.
Esta estrategia, explica Silvia, permiti? ?domesticar? a los obreros, un movimiento en alza en la segunda mitad del siglo XIX, y mantener la paz social gracias a que el obrero con su salario se convert?a en cabeza de familia, el cual ten?a una sirvienta en su propia casa.
De esa manera el obrero o cualquier trabajador asalariado es patriarcal, no porque lo quiera y a?n cuando desee o luche por otra sociedad, sino porque est? obligado a ello, al igual que la mujer, debido a que vivimos el contexto del individualismo patriarcal y nos hemos convencido que el cambio provendr? de que alguno de los nuestros pueda dirigir los aparatos del poder, lo que no ha podido ser as? y aunque la teor?a o la utop?a sea muy bonita, la realidad y la experiencia nos han mostrado que volvemos al mismo lugar o a?n peor. Ello demuestra que debemos superar las condiciones de fragmentaci?n que nos ha legado el origen del patriarcado y recuperar las formas de vida originarias, es decir. la vida compartida, la comunidad, el sujeto nosotros, donde la mujer recupere su rol de eje biol?gico-afectivo-ecol?gico del viejo hormiguero humano como parte del mundo natural, por tanto del mundo de la vida.



A prop?sito del sujeto patriarcal. Silvia Federici: apuntes para un materialismo hist?rico del siglo XXI

Sandra Blasco Lisa
(Universidad de Zaragoza) Recibido en diciembre 2018 - Aceptado en enero 2019

Resumen
La ?espina dorsal? del capitalismo es la explotaci?n y su visi?n m?s descarnada es el neoliberalismo. Su implementaci?n ha tenido consecuencias en la destrucci?n de los metarelatos y de la verdad hist?rica como en la cualidad iterable de asociar el concepto de capitalismo con otros conceptos aceptados ampliamente como democracia, igualdad o libertad. Esa disoluci?n o resignificaci?n conceptual tambi?n ha afectado al concepto de sujeto, el sujeto de la clase obrera o el sujeto patriarcal, y ha provocado un descentramiento de lo pol?tico entendido ?ste como lo material. Para abordar estas cuestiones, el art?culo ahonda en la historia de vida de la te?rica y activista Silvia Federici, en sus influencias y fundamentos te?ricos que, desde el marxismo y el feminismo, han complejizado la evoluci?n hist?rica del capital y del sujeto de explotaci?n en el capitalismo.

INTRODUCCI?N
Cuando invitamos a Silvia Federici al VI Encuentro de J?venes Investigadores
en Historia Contempor?nea celebrado en Zaragoza los d?as 6, 7 y 8 de
septiembre de 2017, tuve la suerte de poder entrevistarla. Conversamos
durante dos horas sobre algunos de los aspectos menos conocidos de su
vida, sobre sus experiencias de infancia en Italia, los motivos por los que
decidi? cambiar la tesis doctoral y quedarse en los Estados Unidos o sobre
c?mo ve?a la relaci?n que existe actualmente entre el feminismo y el Estado.
En quince a?os, desde finales de los sesenta hasta principios de los a?os
ochenta, Silvia pas? de ser una migrante italiana en Norteam?rica, militante en
los nuevos movimientos sociales en la d?cada de los setenta, a vivir en
primera persona, durante su estancia en Nigeria, el poscolonialismo y los
ajustes neoliberales del Fondo Monetario Internacional a los llamados pa?ses
del tercer mundo. Esta experiencia le ha marcado haciendo de su ideolog?a la
defensa de lo com?n y la justicia social como m?ximas. Para ello establece un
di?logo con la obra de Marx que permite hablar de un materialismo hist?rico
para el siglo XXI que combina la cr?tica al capitalismo desde el feminismo.
Su estancia en Espa?a en ese a?o 2017 tuvo mucha repercusi?n p?blica y
medi?tica y un ?xito en la asistencia a sus intervenciones p?blicas tanto en
Madrid como en Zaragoza y Pamplona. La mayor?a del p?blico era gente
joven, seguramente mucha de ella con estudios, pero precarizada por la crisis
econ?mica actual. En buena parte, gente convencida de que este sistema
econ?mico margina y empobrece a la mayor?a de las personas del mundo y
que, en esta ocasi?n, el sistema les hab?a marginado econ?micamente
tambi?n a ellos.
Tres a?os antes, en mayo de 2014, se hab?a estrenado una serie de cuatro
cap?tulos, ambientada en el contexto actual de crisis econ?mica en Argentina,
que se hizo viral en Latinoam?rica y tuvo tambi?n repercusi?n en Espa?a. La
serie se titulaba ?Marx ha vuelto? (Contraimagen, IPS Karl Marx, TV PTS, 2014)
y la mayor?a de sus seguidores eran, de nuevo, j?venes precarizados por el
neoliberalismo y la pobreza. Inmediatamente me pregunt? de d?nde volv?a
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Marx y, sobre todo, hacia donde deb?amos dirigir el di?logo con su obra
actualmente. En este sentido, Silvia Federici representa una respuesta
actualizada de c?mo podr?a volver Marx hoy. Sus trabajos inciden en lo
necesario de recuperar el origen material de la relaci?n social ante un sistema
neoliberal que diluye todas las estrategias de acci?n colectiva. Una vuelta a lo
material sin que, sin embargo, se nos escape esa realidad profunda que son
las poli?dricas formas de opresi?n que entrelazan al sujeto.
Para conocer algunas de sus aportaciones en relaci?n con la evoluci?n del
sujeto patriarcal, el art?culo est? estructurado en dos ep?grafes conectados
trasversalmente por la historia de vida de Silvia Federici y, finalmente, unas
conclusiones. El primer ep?grafe analiza las influencias de su pensamiento y
producci?n te?rica, su vida como militante en el feminismo de segunda ola
norteamericano y la cr?tica feminista al sujeto de explotaci?n del marxismo.
Posteriormente, en un segundo ep?grafe, expongo algunas de sus cr?ticas al
neoliberalismo y a la asimilaci?n de sus conceptos por parte del feminismo
institucional, as? como, algunas de sus aportaciones hacia el giro material en la
sociedad actual.
HACIA UNA CR?TICA FEMINISTA DE LA ECONOM?A POL?TICA
Silvia Federici naci? en Parma (Italia) en 1942, momento en el que Italia era una
potencia fascista que decid?a su curso en la Segunda Guerra Mundial. Esos
primeros recuerdos de su infancia se componen de las ?memorias m?gicas?
de una ni?a que creci? en el campo pero tambi?n de recuerdos de dolor, del
miedo familiar al vivir en una situaci?n de alerta constante ante las bombas
que asediaban las ciudades, del exilio forzoso de la ciudad al campo y de las
historias traum?ticas de muertes, explosiones y asesinatos que eran
frecuentes entre los habitantes de la Italia de los a?os cincuenta.
Si Rilke dec?a que la infancia es la patria de uno, creo que es interesante
comenzar con una de las significaciones m?s importantes que Silvia hizo
posteriormente de este periodo y que fue fundamental en su trayectoria
posterior. Me refiero a la conexi?n entre la mujer, la maternidad y el fascismo.
Silvia decidi? no tener hijos y, en parte, fue una decisi?n tomada como
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rechazo a esa conexi?n. Recuerda que, para las mujeres de la generaci?n
anterior, la generaci?n de su madre, tener un cuerpo marcaba la funci?n social
a desempe?ar. El servicio dom?stico y la crianza permit?an que muchas
mujeres pudiesen sobrevivir en casa del marido, pese a no tener por ello una
remuneraci?n. Silvia entendi?, posteriormente, que las mujeres aseguraban as?
su supervivencia a cambio de un contrato no remunerado. Sin embargo, la
Segunda Guerra Mundial, con la movilizaci?n de soldados y civiles,
desmantel? esta divisi?n de la mano de obra. Muchas mujeres se vieron
abocadas a realizar dur?simos trabajos para dar de comer a sus familias y fue
esta experiencia la que provoc? que su madre cambiase el modelo educativo
heredado y le inculcase a su hija, desde peque?a, una serie de valores muy
diferentes, en este sentido, a los que le hab?an dado a ella. En concreto, la
necesidad de tener un trabajo con el que poder independientemente de los
hombres.
Decid? no tener hijos. No fue una decisi?n firme sino que fue algo
espont?neo. Y creo que ha sido un rechazo a tantas cosas? En primer
lugar, a la ideolog?a de la maternidad. Procrear por la patria, procrear
soldados, la conexi?n de la maternidad con el fascismo? Daban premios
a las madres que ten?an muchos hijos: la mujer completamente sometida
a la procreaci?n de soldados. (?) T? te vas a casar, t? vas a tener hijos e
hijas? pero debes tener un trabajo. Que no te pase como a tantas y
tantas mujeres que de un d?a para otro se quedaron sin nada, viudas y sin
nada. Eso mi mam? siempre me lo ha dicho. (Ad?n y Blasco, 2018, p.
298)
En los a?os sesenta estudi? Filosof?a en Bolonia y comenz? una tesis doctoral
sobre el impacto de la fenomenolog?a en la obra del poeta ingl?s T. S. Elliot.
Esto le llev? a realizar una estancia de investigaci?n en B?falo (USA), a finales
de los sesenta, donde finalmente decidi? quedarse. All? encontr? unos
movimientos sociales muy activos que le llevaron a comprometerse
pol?ticamente. En un mes cambi? el t?tulo de su tesis doctoral y decidi?
investigar sobre el pensador marxista h?ngaro Luk?cs.
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Algunos de las referencias fundamentales en su formaci?n ideol?gica vinieron
de la mano de dos coordenadas. Por un lado, gracias a su lectura de la
fenomenolog?a marxista y el conocimiento del opera?smo italiano y, por otro, a
partir de su activismo en los grupos feministas y pacifistas de B?falo a finales
de los a?os sesenta. La fenomenolog?a marxista la trabaj? en el peri?dico de
filosof?a pol?tica Telos, en el que tradujeron y publicaron, por primera vez en
Estados Unidos, obras de referencia de algunos autores continentales como
Marcuse, Merleau-Ponty o Adorno. Por otro lado, fue el descubrimiento de las
aportaciones de la activista feminista Maria Rosa Dalla Costa1
con su obra
Donne e sovversione sociale fue el verdadero punto de inflexi?n que, seg?n
sus palabras, ?cambi? su vida?:
Este contacto con el opera?smo y los compa?eros fue muy interesante,
porque en la primavera de 1972, preparando una traducci?n, di con el
art?culo de ?La mujer y la subversi?n de la comunidad?, de Mar?a Rosa
Dalla Costa. Este art?culo supuso para m? un antes y un despu?s, fue
como una explosi?n, y cambi? mi vida (Ad?n y Blasco, 2018, p. 301).
Dalla Costa establec?a una diferencia en la concepci?n del trabajo,
distinguiendo entre el trabajo productivo y el trabajo reproductivo,
resignificando, as?, el sujeto de la explotaci?n de los escritos de Marx. Decidi?
centrar el an?lisis en lo que llam? ?la explotaci?n de los no asalariados?. Para
ella el trabajo dom?stico y la reproducci?n formaban parte de la ?fase oculta?
de la producci?n real del sistema y las labores de cuidados y de crianza eran
los pilares que sosten?an el resto de la producci?n. Era fundamental, entonces,
concebir la explotaci?n del sujeto como un proceso complejo que iba m?s all?
del obrero industrial, de la clase obrera tradicional. Lo que Silvia llam?
posteriormente ?el patriarcado del salario?.
1 Maria Rosa Dalla Costa es profesora en la Facultad de Ciencias Pol?ticas de la Universidad
de Padua. Sus aportaciones, a partir de la publicaci?n en 1972 de la obra Donne e
sovversione sociale, fueron muy importantes gracias a la definici?n que dio del trabajo
productivo desde una perspectiva feminista. Para Dalla Costa, estableciendo una cr?tica al
concepto de producci?n y al peso del salario que daba el opera?smo, era necesario redefinir
el trabajo dom?stico como trabajo invisibilizado, naturalizado y, sobre todo, como trabajo
productivo. A partir de sus postulados, cre? junto a otras activistas como Selma James,
Silvia Federici o Brigittte Galtier, el Colectivo Feminista Internacional que lanz?
conjuntamente en diversos pa?ses la Campa?a internacional por el salario dom?stico.
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Si el trabajo de la mujer era fundamental para el capital, constituyendo la
fase oculta de la producci?n capitalista, negarse a producir representaba
un resorte fundamental de poder social, un resorte crucial para
transformar aquel modo de producci?n. Por consiguiente, ampliamos el
concepto de clase obrera para incluir en ?l a las mujeres en cuanto
prestatarias de trabajo dom?stico (Dalla Costa, 2006, p. 60).
Otra autora importante que estudi? el sujeto patriarcal y su interconexi?n
global con la producci?n fue Maria Mies.2
En concreto, de especial relevancia
fue la publicaci?n de Patriarchy and Accumulation on a World Scale. Women in
the International Division of Labour que vio la luz en 1986. Mies, a partir de su
estancia doctoral en la India, logr? salir del feminismo euro centrado dando
una definici?n global de la categor?a de ?capitalismo patriarcal?, capitalist
patriarchy, entendido ?ste como una caracter?stica intr?nseca hist?ricamente
del capitalismo que habr?a funcionado estructuralmente al menos durante
cinco siglos. El trabajo no remunerado de las mujeres, el trabajo de los
esclavos y de los campesinos en las colonias constitu?a la base s?lida del
trabajo productivo del mundo. Por lo que el trabajo de las mujeres no era,
como otros autores/as supon?an, una consecuencia heredada de un pasado
feudal anterior.
The problem was not simply difference between the genders; there was
obviously a dominance relationship, based on a long history of
exploitation and oppression, which had to be taken into account. It was in
this context that the concept of patriarchy became relevant for me. (?)
No, these were not just ?leftovers? of a feudal past; this was the flesh and
blood of modern, progressive capitalism; this was the heart of capitalism:
it was capitalist patriarchy (Mies, 1998, p. viii-ix).
2
Soci?loga alemana y profesora de Sociolog?a en la Universidad de Colonia. Su investigaci?n
se ha centrado en la relaci?n entre el patriarcado y el capital a partir del caso de las mujeres
de la India, as? como, en la cr?tica al capitalismo y la globalizaci?n desde una perspectiva
ecofeminista. Algunas de sus obras m?s reconocidas han sido Patriarchy and Accumulation on
a World Scale. Women in the International Division of Labour (1986) o Ecofeminism, publicada
junto a la activista Vandana Shiva en 1993.
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Mies demostr? que era una cuesti?n productiva interconectada mundialmente
y que su implementaci?n depend?a tanto del lugar como de los beneficios que
generase el sujeto para el sistema econ?mico. As?, por ejemplo, expon?a,
bas?ndose en las aportaciones de Reddock y Badinter3
, que en un mismo
periodo durante el siglo XIX, mientras a las mujeres de algunos de los pa?ses
colonizados, como a las mujeres del Caribe, se les prohib?a ser madres en pro
de mantener los beneficios de la econom?a de producci?n de materias primas,
en Europa en ese mismo contexto se fomentaba el ideal natural de la
domesticidad.
As long as Africa was incorporated in the capitalist world economy only
as a producer of human labour, there was no need to produce labour
locally. Through the use of cost-benefit analysis the planters had taken
the most profitable line of action.(?) These more than a hundred years
that ?slave women in the Caribbean were neither wives nor mothers? were
exactly the same period that women of the European bourgeoisie were
domesticated and ideologically manipulated into wifehood and
motherhood as their ?natural? vocation (Mies, 1998, p. 92).
A ra?z de estas lecturas, Silvia intent? fundamentar que ese proceso de
acumulaci?n originaria en el tr?nsito del feudalismo al capitalismo era un
proceso de desposesi?n, donde el colonialismo, la esclavitud, la naturalizaci?n
y el disciplinamiento de los cuerpos hab?an generado una de las formas ?m?s
sutiles y mistificadas de violencia? que atravesaba la clase obrera, ?we are
speaking of one of the most pervasive manipulations, most subtle and
3
Rhoda Reddock es una educadora social y activista feminista de Trinidad y Tobago. Doctora
en Sociolog?a por la Universidad de Amsterdam, fue una de las primeras impulsoras de los
programas de estudios del g?nero en la Universidad de las Indias Occidentales. Su trabajo
m?s destacado Women, Labour and Politics inTrinidad and Tobago analiza la relaci?n
intr?nseca entre la colonizaci?n, la clase social y los roles sexuales en Trinidad desde la
esclavitud hasta la independencia del pa?s en 1962.
Elisabeth Badinter es catedr?tica de Filosof?a de la Escuela Polit?cnica de Par?s. Disc?pula de
Simone de Beauvoir, su obra L?amour en plus: Histoire de l’amour maternel (XVIIe-XXe si?cle),
publicada en 1980, rechazaba la existencia del llamado instinto maternal. Para la autora su
utilizaci?n era un mito, una forma primaria de poder y control social hacia las mujeres, que se
reg?a seg?n los beneficios econ?micos del sistema y la posici?n que deb?an ocupar las
mujeres dentro de ?ste, como madres y educadoras que transmit?an la ideolog?a.
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mystified forms of violence that capitalism has perpetrated against any section
of the working class.? (Federici, 1974, 76)
Junto a esos mecanismos de disciplina y control sobre la reproducci?n, los
trabajos del hogar fueron, poco a poco, siendo menos valorados y menos
visibles hasta que ese cors? social logr? esconder el trabajo no pagado y
conden? a la esclavitud del hogar a millones de mujeres en todo el mundo. En
este sentido, la caza de brujas, lejos de la visi?n espiritual que se ha dado al
proceso, se convirti? en la resistencia a ese poder social inaceptable y a su
subsunci?n real legitimada bajo el paradigma de la biolog?a y el control de lo
reproductivo. Y aqu? es donde podemos comenzar a hablar del sujeto del
?capitalismo patriarcal?, no como cuerpo sexuado, sino como clase social.
La caza de brujas fue un evento fundante de la sociedad moderna que
permiti? generar muchas de sus estructuras, como la divisi?n sexual del
trabajo, la desvalorizaci?n del trabajo femenino y, sobre todo, la
desvalorizaci?n de las mujeres en t?rminos generales, al crear y expandir
la ideolog?a de que las mujeres no son seres completamente humanos,
sino seres sin raz?n, que pueden ser m?s f?cilmente seducidas por el
demonio, etc. En este sentido, abri? la puerta a nuevas formas de
explotaci?n del trabajo femenino (Federici, 2018, p. 20).
La naturalizaci?n del trabajo dom?stico fue uno de los factores que permiti? al
sistema pasar de una industria ligera (textil) a una industria pesada (carb?n), un
proceso que tuvo lugar a lo largo del siglo XIX en Estados Unidos y algunos
pa?ses de Europa y que es conocida como la Segunda Revoluci?n Industrial. A
partir del ideal ?mujer-esposa? y ?mujer-hijos?, la figura burguesa del ama de
casa a tiempo completo y el modelo de familia nuclear sirvieron como palanca
del nuevo capitalismo fabril.
Lo que vemos a partir de finales del XIX, con la introducci?n del salario
familiar masculino (se multiplica por dos entre 1860 y 1910) es que las
mujeres son enviadas a casa, rechazadas en la f?brica, y el trabajo
dom?stico se convierte en su principal trabajo (Federici, 2018, p. 17).
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Esta estrategia, explica Silvia, permiti? ?domesticar? a los obreros, un
movimiento en alza en la segunda mitad del siglo XIX, y mantener la paz social
gracias a que el obrero con su salario se convert?a en cabeza de familia, el cual
ten?a una sirvienta en su propia casa. Esta concepci?n del sujeto patriarcal y
este modelo de familia nuclear fueron los predominantes durante la primera
mitad del siglo XX y fue contra los que las feministas de la segunda ola como
Silvia se posicionaron. De hecho, uno de los puntos fundamentales y que es
com?n a todas las corrientes de los feminismos de ese contexto fue el rechazo
hacia el determinismo biol?gico, el hecho de que tener un cuerpo limitaba las
capacidades humanas, debiendo asumir como propias y naturales de su
psique la reproducci?n y los cuidados (Jaffe, 2018).
En palabras de Silvia Federici:
Fue gracias a mi implicaci?n en el movimiento de las mujeres como fui
consciente de la importancia que la reproducci?n del ser humano supone
como cimiento de todo sistema pol?tico y econ?mico y de que lo que
mantiene el mundo en movimiento es la inmensa cantidad de trabajo no
remunerado que las mujeres realizan en los hogares. Esta certeza te?rica
se desarroll? sobre el sustrato pr?ctico y emocional provisto por mi
propia experiencia familiar, que me expuso a un mundo de actividades
que durante largo tiempo di por sentadas y que, tanto de ni?a como de
adolescente, observ? a menudo con gran fascinaci?n (Federici, 2013, p.
18).
Esa ?certeza te?rica? se desarroll?, entre otras razones, gracias a su estancia
en Italia en el verano de 1972 donde conoci? a Maria Rosa Dalla Costa y
cofund? el International Feminist Collective, el colectivo que lanz? la Campa?a
Internacional por el Salario Domestico. Fue durante el a?o 1974 cuando ayud?
a organizar el grupo Wages for Housework en Estados Unidos, que tuvo su
origen en Brooklyn. Un a?o despu?s, en 1975, se crearon otros grupos
paralelos a lo largo del pa?s como Black Women for Wages for Housework,
Wages Due Lesbians o The English Collective of Prostitutes que entroncaban
desde diferentes ?ngulos de la opresi?n con la campa?a por el salario.
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En Italia, la influencia del opera?smo incentiv? a incluir la huelga en el ?mbito
privado. Esta campa?a internacional fue muy importante ya que pedir ?un
salario? para las amas de casa o afirmar que ?toda madre es trabajadora?, era
una forma de evidenciar la devaluaci?n del trabajo de la mayor?a de las
mujeres del planeta y reivindicar, a su vez, la unidad de ?stas como sujeto
leg?timo de lucha frente al capitalismo. Este salario, afirma Silvia, no ten?a que
traducirse necesariamente en una retribuci?n monetaria sino que pod?a
llevarse a cabo en forma de retribuciones sociales.
?ramos muy conscientes de que ten?amos que hacer hincapi? en que se
trataba de salarios para el trabajo dom?stico, no salarios para las amas
de casa, ni salarios para las mujeres. Consider?bamos que esta
reivindicaci?n ten?a el potencial de desexualizar el trabajo dom?stico y
ve?amos que pod?a satisfacerse de muchas formas, no solo por la v?a
monetaria, sino tambi?n con ayudas para la vivienda, por ejemplo. Uno
de nuestros argumentos es que para las mujeres, la casa es la f?brica; en
ella tiene lugar la producci?n. Por tanto, esperamos ser pagadas por ello
(Sernatinger y Echeverr?a, 2014, p. 8).
EL SUJETO PATRIARCAL ANTE EL CAPITALISMO TARD?O
Ra?l Zibechi (2018) asegura que la revoluci?n de 1968 no triunf? pero, sin
embargo, cambi? el mundo. Los movimientos subalternos que se hicieron
visibles en ese contexto de finales de los sesenta (los sujetos colonizados, los
afro descendientes, el movimiento ind?gena o las mujeres) ten?an, en efecto, un
reclamo de mayor libertad individual y de reconocimiento de la diversidad pero
?ste se combinaba con la b?squeda de una justicia social global, en un
momento en el que la nebulosa revolucionaria permit?a pensar que se estaban
levantando todos los descamisados de la tierra buscando conjuntamente su
propia liberaci?n.
En el caso que nos ocupa, la desnaturalizaci?n del trabajo de crianza y
cuidados, la teorizaci?n de la producci?n (no solo como fabricaci?n de bienes)
y la politizaci?n de lo privado, la b?squeda de la autonom?a y el
reconocimiento poli?drico de la subjetividad han sido algunos de los ?xitos del
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feminismo desde los a?os setenta y ochenta hasta la actualidad. El feminismo
ha sido, comparativamente desde entonces, una de las teor?as que ha
conseguido cambios de larga duraci?n. Ha conseguido que, por ejemplo, en
las Humanidades lo privado, cultural y simb?lico sean objeto de an?lisis y que
hayan ganado peso categor?as como el g?nero o la sexualidad en las
investigaciones.
La llegada de la tercera ola feminista durante los a?os ochenta y noventa,
influida por el posestructuralismo marxista, dot? de una necesaria complejidad
su producci?n te?rica, reconociendo la interseccionalidad y cuestionando la
existencia biol?gica de un sujeto sexuado en t?rminos binarios. Demostr? as?
que la construcci?n de unos significados por oposici?n, propios de la
modernidad y creados a partir de la performatividad del lenguaje, es lo que
constituye los cuerpos e identidades considerados como v?lidos pese a que
haya, en su conjunto, una mayor diversidad. Su cl?max, y ante la dificultad de
articular un movimiento feminista sin sujeto, coincidi? con el final de la Guerra
Fr?a y la derrota pol?tica del marxismo como ideolog?a dominante en la
izquierda, momento en que, consecuentemente, los feminismos
anticapitalistas desarrollados en las d?cadas anteriores no fueron
precisamente los mayoritarios.
A principios de los a?os ochenta y volviendo a la historia de vida de Silvia
Federici, la mayor?a de los y las activistas hab?an entrado en una ?crisis
pol?tica?. El desencanto ante el ascenso neoliberal llev? a Silvia a buscar
trabajo fuera de los Estados Unidos y emigr?, como profesora de Filosof?a, a
Nigeria. All? pudo conocer de primera mano el funcionamiento de un pa?s
colonial justo en el momento en el que los ajustes del FMI estaban requisando
y privatizando por la fuerza las tierras de la poblaci?n civil e industrializando las
ciudades. Silvia comprendi? entonces que la terciarizaci?n de la vida en los
pa?ses m?s ricos del planeta se estaba llevando a cabo gracias a una nueva
acumulaci?n originaria que pasaba por convertir a los pa?ses m?s pobres, las
antiguas colonias, en las f?bricas del nuevo sistema mundial.
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As? que toda la problem?tica de la tierra, del colonialismo, del petr?leo?
abri? para m? otro mundo a nivel pol?tico: el mundo de la colonizaci?n y
de la acumulaci?n originaria hoy. De la privatizaci?n de la tierra. He visto
en Nigeria campos llenos de frutos, completamente destruidos en un d?a
porque ya comenzaba este proceso de privatizaci?n y ataque a los
mercados callejeros a trav?s de tasas y de desplazamientos. Por tanto,
estaba viendo todo esto a mediados de los a?os 80. Cuando regres? a
Nueva York les dec?a: ?Est? pasando algo? y, mientras tanto, las
compa?eras y compa?eros, que ten?an entonces sus primeros
ordenadores, parec?an mucho m?s entusiasmados por ellos (el modelo,
los programas que usaban, etc?tera) que por estas problem?ticas. Y a m?
me generaba mucha frustraci?n esta situaci?n mientras en Nigeria
pasaba esto y el Fondo Monetario Internacional estaba contribuyendo a
ese proceso de desmantelamiento (Ad?n y Blasco, 2018, p. 303).
Si la ?libertad? o la ?igualdad? eran conceptos que hab?an sido fundamentales
en las revoluciones de esos mundos liberatorios de 1968, lo eran precisamente
porque hab?an ampliado los horizontes de emancipaci?n, combinando la
cr?tica a las jerarqu?as de dominaci?n con la b?squeda de la justicia econ?mica
y social. Sin embargo, en este contexto neoliberal y ante la necesidad de llegar
a esos ?corazones y almas? que apuntalaba Margaret Thatcher en sus
discursos, la libertad y la igualdad fueron dos de los pilares fundamentales del
nuevo sistema que tuvieron que resignificarse.
Esta usurpaci?n de t?rminos, entender la libertad como libertad de mercado,
libertad para emprender y obtener ganancias o la igualdad como igualdad de
oportunidades en un sistema competitivo, eran obst?culos a sortear para el
movimiento feminista si quer?a ser un movimiento anticapitalista. Por el
contrario, parte del feminismo que gan? m?s visibilidad, aquel que lleg? a las
instituciones, se vio ante la disyuntiva de defender reformas legislativas que
mejoraran la vida de miles de mujeres, obtenci?n de derechos y libertades en
materia reproductiva u obtener el acceso de la mujer al mercado laboral con
igualdad salarial e igualdad de oportunidades. Sin embargo, introducirse en la
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l?gica de mercado, defender la igualdad de derechos con el hombre, pod?a
dejar sin cuestionar la explotaci?n material lo que, consecuentemente, implic?
dejar atr?s la idea de una justicia social global anticapitalista, una justicia que
en palabras de Harvey, ?presupone solidaridad y una voluntad de sumergir las
carencias individuales en una lucha m?s general.? (Harvey, 2007, p. 49).
Para Silvia Federici, poner en cuesti?n la discriminaci?n sexual dentro del
sistema y no la l?gica del propio sistema equival?a reducir la cr?tica
simplemente a ?un mal funcionamiento de las instituciones que de otra manera
ser?an perfectas.? Dicho de otra manera, la respuesta estricta a la pregunta
clave de la igualdad ??por qu? yo no?? significaba, en el peor de los casos,
querer ser explotadas en igualdad de condiciones que los hombres (Federici,
2013, p. 94).
Desde el feminismo liberal, la respuesta que se dio fue decir que las
mujeres hab?an sido excluidas del mercado. ?El problema no es que se
pasen la vida haciendo pasteles, sino que no los vendan?. (?) La
alternativa era luchar por el acceso al trabajo asalariado, que era la
postura dominante en el feminismo, y nosotras nos negamos a hacerlo
porque, en primer lugar, luchar por acceder al trabajo asalariado supon?a
reconocer que lo que hac?amos hasta entonces no era trabajo. Decir
?dejadnos trabajar? supon?a, adem?s, demandar una doble jornada, un
turno doble o triple, que tantas mujeres se ven hoy obligadas a afrontar
para sostenerse a s? mismas y a sus familias (Gozalo, Guzm?n y
Muniente, 2017, p?rr. 10).
Finalmente, si la disoluci?n del sujeto y la demonizaci?n de la clase obrera
fueron los pilares de la teor?a econ?mica neoliberal, la derrota pol?tica del
marxismo dej? a la clase trabajadora sin estrategias.4
(Owen Jones, 2012).
Silvia reconoc?a la importancia de los movimientos ind?genas, pacifistas, afro
descendientes o LGTBIQ+ y, en concreto, en relaci?n con este ?ltimo, la
necesidad de ensanchar el sujeto patriarcal, de reconocer una ?identidad m?s
4 Margaret Thatcher lleg? a afirmar que ?clase? era un concepto colectivo subversivo que
enfrentaba a los grupos sociales y que, en su lugar, hab?a que hablar de ?sujetos individuales y
familias?.
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fluida?. No obstante, a?ad?a, estos no deb?an caer en los mismos errores del
feminismo anterior sino que atendiendo a la forma, a la multiplicidad de las
subjetividades, deb?an ir al fondo, a las mayor?as, a unir el discurso del cuerpo
con el discurso del trabajo y volver a pensar colectivamente. Solo as? se pod?a
recuperar al feminismo con su potencial subversivo como movimiento
anticapitalista que cuestionase la divisi?n del trabajo y la distribuci?n de la
riqueza.
Son todos movimientos muy importantes. Solo digo que no vayan a
cometer los mismos errores de tantos grupos feministas, de separar el
discurso del cuerpo del discurso del trabajo. Despu?s del discurso del
cuerpo, de una identidad m?s fluida, esto debe estar conectado con el
discurso de cambio, de la relaci?n de poder, de la relaci?n laboral, de la
distribuci?n de la riqueza? Entonces vamos a ver c?mo lo unimos (Ad?n
y Blasco, 2018, p. 307).
CONCLUSIONES
El capitalismo limita todas las formas de reproducci?n social. A causa del
expolio y la eliminaci?n de la agricultura de subsistencia, la privatizaci?n de los
recursos naturales y los ajustes del Fondo Monetario Internacional,
actualmente se est?n limitando las pocas relaciones horizontales y solidarias
de reproducci?n de la vida que resisten al capitalismo en el planeta, lugares en
donde se sigue entendiendo la gesti?n de recursos desde la no
mercantilizaci?n.
El capitalismo tard?o, como sistema que utiliza el lenguaje para perpetuarse,
nos condena a identificar la democracia liberal y la libertad de mercado como
el ?nico sistema pol?tico y econ?mico posible. Por otro lado, ha resignificado
conceptos transversales para la tradici?n progresista, como la libertad o la
igualdad, dejando espacio solamente para la concepci?n de una libertad de
mercado y una igualdad de oportunidades. La aceptaci?n de estos
significados por parte de la socialdemocracia y del feminismo que lleg? a las
instituciones ha llevado a entender la opresi?n de la mujer como una
discriminaci?n, es decir, como un fallo dentro de la organizaci?n del sistema
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que no implica necesariamente cuestionar el funcionamiento del propio
sistema en su conjunto.
Silvia Federici nos ofrece una alternativa: un feminismo anticapitalista. Sus
postulados te?ricos, fruto de sus experiencias, su contacto con el marxismo y
la confluencia de diversas corrientes feministas, nos han permitido comprobar
c?mo el sujeto patriarcal va mucho m?s all? de un cuerpo sexuado cargado de
privilegios. Se trata de un sujeto que cumple su funci?n en la estructura a
trav?s de unas divisiones en la explotaci?n del trabajo, las cuales han
funcionado al menos durante cinco siglos. Silvia ha sido capaz de revisitar los
postulados marxistas a trav?s de un sujeto ?mujer? al que define a trav?s de la
naturalizaci?n de formas de trabajo no remuneradas y ha conseguido
descentrar su mirada, demostrando c?mo esta naturalizaci?n var?a en funci?n
de las necesidades de un sistema basado en la producci?n, pudiendo adoptar
un significado de g?nero y el contrario al mismo tiempo.
Junto a la eclosi?n subjetiva reivindicada por los nuevos movimientos sociales
en los universos del 68, que cuestionaron con sus luchas las jerarqu?as de
dominaci?n del sistema, Silvia nos recuerda que hay que volver hoy a conectar
estas luchas desde la base. Unirlas a las condiciones materiales de vida y
volver a poner en el centro, en este caso, el potencial subversivo que ten?a el
feminismo de los a?os setenta que ampli? el sujeto del proletariado y sirvi?,
desde la valoraci?n del trabajo dom?stico y de los cuidados, como movimiento
alternativo al capitalismo.
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