Un 11 de marzo de 1641 indios guaran?es venc?an a los bandeirantes en la batalla de Mboror?

La batalla de Mboror?, ocurri? hace m?s de tres siglos y los contendientes fueron habitantes de dos imperios ya olvidados: por un lado los guaran?es que viv?an en las reducciones jesuitas en lo que hoy es Paraguay, Misiones y Corrientes, una verdadera naci?n con leyes, idioma y econom?a propios.
Los otros protagonistas de la batalla de Mboror? fueron los bandeirantes, aventureros que ten?an su centro de acci?n en Sao Paulo y eran una mezcla de portugueses, mestizos e indios tup?es, verdaderos piratas de la tierra, desacatados de toda autoridad y profesantes de un vago cristianismo sincretizado con toda clase de supersticiones.



Un 11 de marzo de 1641 indios guaran?es venc?an a los bandeirantes en la Batalla de Mboror?

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Lunes, 11 de Marzo de 2019

La batalla de Mboror?, ocurri? hace m?s de tres siglos y los contendientes fueron habitantes de dos imperios ya olvidados: por un lado los guaran?es que viv?an en las reducciones jesuitas en lo que hoy es Paraguay, Misiones y Corrientes, una verdadera naci?n con leyes, idioma y econom?a propios.

Los otros protagonistas de la batalla de Mboror? fueron los bandeirantes, aventureros que ten?an su centro de acci?n en Sao Paulo y eran una mezcla de portugueses, mestizos e indios tup?es, verdaderos piratas de la tierra, desacatados de toda autoridad y profesantes de un vago cristianismo sincretizado con toda clase de supersticiones.

Agrupados libremente en compa??as o “bandeiras”, tal como los bucaneros del Caribe, incursionaban sobre las misiones de la Compa??a de Jes?s en busca de esclavos. Pues los jesuitas hab?an ense?ado a sus ne?fitos a profesar toda suerte de oficios, pero eran indefensos como corderos.

Desde 1620 en adelante los avances de las “bandeiras” se hicieron tan atrevidos que los hijos de Ignacio de Loyola prefirieron abandonar algunas de sus reducciones y trasladar poblaciones enteras antes que seguir exponi?ndose a esos ataques.

Los guaran?es luego obtuvieron que el rey de Espa?a levantara la prohibici?n que vedaba a los indios el manejo de armas de fuego.

Adquirieron todos los artefactos b?licos disponibles y, no desde?ando los recursos espirituales, consiguieron del Papa un Breve que fulminaba con excomuni?n a todo cristiano que cazara indios. Pero cuando el jesuita que portaba el documento papal lo difundi? en Sao Paulo corri? peligro de ser linchado: una de las industrias paulistas era, precisamente, la caza de guaran?es para proveer mano de obra gratuita a los ingenios y fazendas de la regi?n.

A fines de 1640 los jesuitas tuvieron evidencias de una nueva incursi?n de bandeirantes m?s numerosa que las anteriores. Apresuradamente concentraron a sus biso?os soldados y maniobraron hasta esperar a los paulistas en el punto de Mboror?, en la actual provincia de Misiones, sobre la ribera derecha del Alto Uruguay.

M?s de 10.000 soldados armados con toda clase de elementos se aprestaron a defender su tierra; centenares de canoas y hasta una balsa artillada formaban parte del ej?rcito de la Compa??a de Jes?s

Los portugueses ven?an en 300 canoas y estaban tan acostumbrados a arrear sin lucha a los pac?ficos guaran?es, que no tomaron las m?nimas previsiones aconsejables.

Unas oportunas bajantes del r?o que naturalmente los religiosos certificaron como ayuda providencial contribuyeron a desordenar a los invasores. El 11 de marzo de 1641 los soldados de Loyola empezaron a arrollar a los bandeirantes: la batalla dur? cinco d?as.

El ingenio jesuita hab?a provisto a sus disc?pulos de armas tan curiosos como una catapulta que arrojaba troncos ardientes. Finalmente, los paulistas debieron huir desordenadamente por la tupida selva. Anduvieron diez d?as arrastrando a sus heridos y enterrando a sus muertos.

Pero los jesuitas estaban resueltos a terminar con la cuesti?n paulista. El d?a de Viernes Santo, mientras los derrotados oraban por su salvaci?n, los guaran?es dieron cuenta de los ?ltimos restos de la bandeira. Los contados sobrevivientes, acosados por las fieras, los indios can?bales y la selva, tardaron un alto y medio en regresar a Sao Paulo.

Fue un escarmiento definitivo. No hubo m?s bandeirantes sobre el imperio jesu?tico, que desarroll? desde entonces todo su herm?tico esplendor. Si no hubiera sido por esa batalla curiosamente anfibia, con varias etapas en el r?o y otras en la selva, el avance portugu?s se habr?a extendido infaliblemente sobre Misiones, Corrientes y hasta Entre R?os, y el mismo Paraguay no se hubiera salvado de la anexi?n.

Fuente: http://www.lagazeta.com.ar