Nicaragua ante el espejo de Argelia

El dinosaurio cay?, Buteflika se fue. La rebeli?n social y pol?tica que sacude Argelia desde hace siete semanas es el espejo ante el que Nicaragua puede mirarse. Desde hace dos meses las calles de las principales ciudades argelinas se llenan de manifestaciones cada viernes. Son multitudes autoconvocadas al margen de los mecanismos tradicionales de mediaci?n de la vieja pol?tica: sindicatos oficiales, asociaciones, partidos pol?ticos.
No hay tiran?a que resista la perseverancia inclaudicable de quienes luchan por su libertad.



Nicaragua ante el espejo de Argelia
No hay tiran?a que resista la perseverancia inclaudicable de quienes luchan por su libertad

Silvio Prado
Confidencial
7 de abril 2019

El dinosaurio cay?, Buteflika se fue. La rebeli?n social y pol?tica que sacude Argelia desde hace siete semanas es el espejo ante el que Nicaragua puede mirarse con algunas (pocas) diferencias en la imagen. Desde hace dos meses las calles de las principales ciudades argelinas se llenan de manifestaciones cada viernes. Son multitudes autoconvocadas al margen de los mecanismos tradicionales de mediaci?n de la vieja pol?tica: sindicatos oficiales, asociaciones, partidos pol?ticos. Exigen el fin de un r?gimen autoritario tutelado por una momia y su familia, demandan libertad, reclaman democracia. Hasta aqu? las similitudes con Nicaragua. Las diferencias: cero muertos, cero represi?n; nadie en su sano juicio se ha atrevido a acusar a las manifestaciones de golpistas, aunque Buteflika haya renunciado.

El estallido se produjo el pasado 22 de febrero cuando se conoci? que se presentar?a para un quinto mandato a las elecciones que celebrar?an el 18 de abril. Igual que en Nicaragua nadie lo previ?; las calles se llenaron de miles de manifestantes espont?neos protestando contra el abuso, la corrupci?n y el atropello de un r?gimen pol?tico que desde 1999 ha ocupado el poder en Argelia. Desde aquella fecha se dijo que los argelinos hab?an ca?do en la apat?a; resignados a la dominaci?n autoritaria, prefer?an arriesgarse a cruzar al Mediterr?neo en embarcaciones fr?giles en vez de luchar por el cambio pol?tico en su pa?s. Falso, una vez m?s las profec?as autocumplidas se equivocaron. Una vez m?s los pueblos demostraron que la paciencia tarda pero no olvida.

En la memoria colectiva estaban presentes los m?s de 150,000 muertos que hab?a dejado la llamada d?cada negra entre 1992 y 2002 por la guerra entre simpatizantes del Frente Isl?mico de Salvaci?n (FIS) y las fuerzas armadas. Amparado en este recuerdo amargo, le pouvoir, el poder profundo dentro del Estado, maquin? un mecanismo t?pico de los reg?menes autoritarios electorales empleando los procedimientos de la democracia liberal para tejer un modelo de dominaci?n antidemocr?tico.

La familia Buteflika se hizo con el control del Estado. Nombr? a sus allegados al frente de los principales poderes; donde no pudo, los compr? asegur?ndoles larga vida en los cargos. Purg? a los jefes del ej?rcito y de los poderosos servicios secretos para nombrar a sus leales; neutraliz? a las facciones dentro del Frente de Liberaci?n Nacional (FLN), el partido que lider? la descolonizaci?n en 1962, el ?nico hasta 1989 y hegem?nico desde entonces. Finalmente, reform? la Constituci?n en 2008 para que Buteflika se presentara a las elecciones para un tercer mandato, al mismo tiempo que continu? la demolici?n de la oposici?n pol?tica, excluyendo y comprando a quienes levantaran la cabeza.

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Pero la salud le jug? una mala pasada al dinosaurio en 2013 cuando sufri? un derrame cerebral que lo dej? sin poder hablar ni moverse. Ello oblig? al c?rculo de hierro del r?gimen a recurrir al esperpento de presentarlo como candidato de paja a su cuarto per?odo, en una campa?a electoral en la que no apareci? una sola vez ni dio ning?n discurso. A pesar de que las leyes lo inhabilitaban, gan? las elecciones en 2014 postrado en una cama en hospitales franceses. Desde entonces su mandato ha sido el de un coma rodante. La familia y los poderosos han desgobernado el pa?s en su nombre, en una cleptocracia que ha saqueado los cuantiosos ingresos que percibe Argelia por la exportaci?n de sus recursos naturales, en especial el gas natural.

Pero como suele suceder en los casos de abuso continuado, nunca se sabe en qu? momento un mal c?lculo lleva a la rebeli?n. Este mal paso fue el 22 de febrero. Confiados en que el pueblo aguantaba todo y que ese todo estaba bajo control, cometieron el error de anunciar la quinta candidatura del zombie y pas? lo que ha pasado. Se acab? la diversi?n, lleg? la foule, la multitud, y mand? a parar.

Al igual que en Nicaragua, lo que se inici? como una demanda espec?fica escal? su nivel y se convirti? en una exigencia de cambio pol?tico. De nada sirvieron las amenazas ni las promesas sucesivas del gobierno para calmar los ?nimos. Primero quiso meter el miedo de posibles crisis como la de 1992 o con una guerra como en Siria; despu?s ofreci? convocar a una Conferencia Nacional si resultara electo por quinta vez; luego ofreci? retirar su candidatura a cambio de crear un equipo de transici?n a m?s tardar a finales de 2019; diez d?as m?s tarde el Jefe del Estado Mayor del Ej?rcito recomend? la inhabilitaci?n del Presidente por motivos de salud, y ocho d?as despu?s el mismo militar anunci? que debe irse; esa misma tarde la momia anunci? su renuncia. Buteflika ya es historia, fiambre para el basurero. Todo esto sin disparar un solo tiro. El pueblo argelino mostr? madurez, determinaci?n pol?tica e inmunidad a los cantos de sirenas.

Hace un a?o en Nicaragua cre?mos que pod?amos escribir una nueva p?gina de nuestra historia expulsando con movilizaciones c?vicas y pac?ficas a un dictador oto?al. Pero la actitud inhumana del orteguismo opt? por ahogar en sangre la revuelta social. Orden? reprimir y provoc? la respuesta defensiva del pueblo; mand? a disparar contra gente desarmada y caus? una masacre; arm? a sus sicarios y acab? con los ?ltimos restos de la ?m?stica sandinista? de que no recurr?a al terrorismo.

Es la gran diferencia con Argelia. El decr?pito magreb?, en el crep?sculo de su vida no se atrevi? o no tuvo la capacidad de hacer que sus huestes dispararan en contra de sus conciudadanos. El de Nicaragua, igualmente escu?lido y con una palada de tierra a su espalda, no ha tenido escr?pulos ni sentimientos de culpa por el da?o causado. Como en la novela de Garc?a M?rquez, el oto?o del patriarca ha hecho conocer la cara m?s s?dica del dictador. Lo mismo asesina ni?os a quienes acusa de terroristas que fuerza el exilio de millares y toma rehenes para utilizarlos como material de canje. El fin de mantenerse en el poder lo vale todo, aunque el pa?s se caiga a pedazos y la sociedad vuelva a dividirse envenenada por la rabia y la impunidad.

No cabe duda que, al igual que en Argelia, la multitud en las calles de Nicaragua seguir?a creciendo a?n con asesinos armados acech?ndola. Por eso quieren confiscar la libertad de movilizaci?n y reprimen en espacios p?blicos y privados para evitar que la avalancha vuelva a crecer. El orteguismo se mira en ese espejo y remoja su barba. Pero el pueblo tambi?n puede mirarse al espejo m?s grande que ofrecen las calles argelinas. No hay tiran?a que resista la perseverancia inclaudicable de quienes luchan por su libertad.