El siglo de Zapata

La tradici?n de Emiliano Zapata, que el EZLN actualiz? y renov?, apunta hoy a formas de existencia social que representan una innovaci?n radical. Circulan por el mundo como baluartes ante el horror y como posibilidades reales de mundo nuevo. Este ha de ser su siglo, cuando la gente construir? su vida sin subordinarse al Estado o al mercado, al capital.



El siglo de Zapata
Gustavo Esteva
La Jornada

A 100 a?os del asesinato de Zapata, circula ya la versi?n de que ?ste podr?a ser su siglo.

El relato empieza con un ajuste de cuentas. Los historiadores registran la traici?n de Madero y cargan el crimen en la cuenta de Carranza. Pero la traici?n, el crimen y el empe?o a?n m?s grave de asesinar la memoria de Zapata deben atribuirse a los revolucionarios de 1910, a los gobiernos de la Revoluci?n hasta Jos? L?pez Portillo y a todos sus sucesores, hasta hoy, as? como a las ?lites a cuyo servicio han estado.

Una forma simple de empezar el ajuste de cuentas es hacerlo con el ejido. El zapatismo buscaba recuperar los espacios en que los pueblos practicaban sus formas de vivir y gobernarse. En la Comuna de Morelos, como lleg? a llamarse aquella experiencia notable, los pueblos recibieron reconocimiento completo y a perpetuidad de sus tierras y aguas, de sus ejidos. Las leyes que Zapata hizo valer en 1916 y 1917 les garantizaban autonom?a y formas propias de gobierno. El Estado se formaba paso a paso como comunidad de pueblos, de naturaleza anticapitalista.

Desde Carranza, en cambio, los gobiernos s?lo han querido actualizar y administrar las formas pol?ticas de la sociedad capitalista, para su expansi?n, adapt?ndose a las modas y exigencias de los ?ltimos 100 a?os. Para ese dise?o, ten?an que asesinar a Zapata y liquidar o pervertir el zapatismo. Hicieron compromisos con muy diversas facciones. Ninguno era posible con el zapatismo. No cabe en ese dise?o.

Aunque la Constituci?n de 1917 represent? una f?rmula de compromiso, qued? en ella una f?rmula marrulleramente antizapatista. Tras reivindicar que la tierra es de la naci?n, se afirma que ella puede constituir la propiedad privada al transferir su dominio a particulares. Se afirma tambi?n el derecho de quienes carezcan de tierra suficiente a que se les dote de ella y el derecho de quienes guarden el estado comunal de disfrutar en com?n sus tierras, pero sujetando todo esto a la ley del 6 de enero de 1915, de Carranza. En esa ley se plante? expresamente que no se trataba de revivir las antiguas comunidades, ni de crear otras semejantes, sino ?nicamente de dar tierra a la poblaci?n miserable que carece de ella. De este modo qued? grabado en la Constituci?n su aliento antizapatista y as? se imprimi? en todas las leyes agrarias formuladas desde entonces.

Puesto que la naci?n s?lo adquiere existencia real en el gobierno, todo lo relativo a tierras y aguas qued? en estos 100 a?os en las manos de una entidad cada vez m?s incompetente y corrupta, siempre al servicio del capital. Por un siglo los pueblos han tenido que padecer todo tipo de atropellos y enfrentar toda suerte de obst?culos para defender sus derechos originarios, los que ten?an mucho antes que la naci?n adquiriese una forma de existencia legal, esos derechos que el zapatismo reconoci? plenamente.

La reivindicaci?n actual no significa regresar a 1992, cuando se liquid? el r?gimen agrario de la Revoluci?n y se dio fin a la anomal?a, en una sociedad capitalista, de que una parte de la tierra estuviera fuera del mercado y de la propiedad privada. La reforma liber? al ejido carrancista del f?rreo control estatal, pero s?lo para someterlo al del mercado. Lo que hoy hace falta es desmontar el delirio antizapatista de 100 a?os, que al supeditar a los pueblos al Estado o al mercado subordina todo al capital. El referente no es 1917, 1992 o los a?os anteriores a la reforma salinista. Es el zapatismo de Zapata, la Comuna de Morelos.

Esto es lo que reclama el zapatismo de hoy y lo que se habr?a acordado en San Andr?s. Del mismo modo que consultas manipuladas pretenden estar ajustadas a normas nacionales e internacionales, se prepara ahora el cumplimiento de los acuerdos. Es una trampa infame. En vez de respetar plena autonom?a de los pueblos y la decisi?n de seguir su propio camino, la actual administraci?n se ha propuesto someterlos. Sus proyectos estelares, el Tren Maya y el Corredor Trans?stmico, tienen un signo claro: subordinar la vida de la gente del sureste a una l?gica que les es enteramente extra?a? ?por su propio bien!

Se habla de ecoturismo o de empresas tur?sticas comunitarias como velo encubridor. Las grandes empresas tur?sticas no invierten ya en hoteles, trenes o l?neas a?reas: son due?as de turistas y los mueven de un lado a otro en funci?n de los arreglos que imponen a los agentes locales. El corredor quiere someter una de las zonas m?s ricas del pa?s a una l?gica del comercio internacional en que ni los pobladores ni el gobierno mexicano tendr?n mayor cosa que decir o hacer.

La tradici?n de Emiliano Zapata, que el EZLN actualiz? y renov?, apunta hoy a formas de existencia social que representan una innovaci?n radical. Circulan por el mundo como baluartes ante el horror y como posibilidades reales de mundo nuevo. Este ha de ser su siglo, cuando la gente construir? su vida sin subordinarse al Estado o al mercado, al capital.

gustavoesteva@gmail.com