La punta del iceberg

Liberar la potencia social, liberarla de las ataduras, no solo de las mallas institucionales del Estado, vale decir, concretamente, de las mallas institucionales estatales cooptadas por la forma de gobierno, sino de las mallas institucionales de la sociedad institucionalizada.



abril 24, 2019

La punta del Iceberg
Ra?l Prada Alcoreza

Una buena met?fora de lo que ocurre en pol?tica, sobre todo, en lo que podemos denominar perturbaciones pol?ticas, mejor dicho, deformaciones pol?ticas, as? como tambi?n econ?micas, de lo que se hace visible, en lo que respecta a las proliferaci?n y preponderancia de las pr?cticas de poder, referidas principalmente al lado oscuro del poder, puede nombrarse la punta del iceberg. Lo que se ve, si se quiere desde el barco, es la punta del iceberg, que es apenas una sexta, s?ptima u octava parte de la masa de la monta?a de hielo, cuya mayor parte se encuentra debajo de la superficie del agua. La palabra iceberg proviene del idioma ingl?s, aunque su origen se remonta al concepto germ?nico ijsberg. Se trata de una gran masa de hielo flotante, desprendida de un glaciar o de una plataforma de hielo, cuya parte superior sobresale de la superficie del mar. Como dijimos, la palabra proviene del ingl?s iceberg, a su vez del neerland?s medio ijsberg, quiere decir literalmente ?monta?a de hielo?. Otras lenguas germ?nicas emplean palabras similares para referirse al mismo concepto; as?, en alem?n se dice eisberg, en bajo saj?n iesbargy en sueco isberg.

Los esc?ndalos de narcotr?fico, vinculados no solo a la polic?a boliviana, sino incluso a las instituciones del Estado, al gobierno mismo, han venido apareciendo intermitentemente en la prensa y en los medios de comunicaci?n, sobre todo televisivos. La pregunta al respecto es: ?lo que aparece a qu? magnitud corresponde del tama?o mismo del problema y de la problem?tica del involucramiento o el atravesamiento de la malla institucional estatal por parte del lado oscuro del poder? La hip?tesis interpretativa que usamos para medir esta magnitud de las pr?cticas paralelas del poder, no institucionales, es la punta del iceberg. La corroboraci?n o pertinencia de esta hip?tesis puede sostenerse comparando las cantidades que se encuentran de coca?na incautada al narcotr?fico, que viene cifrada en kilos, cuando sabemos, por estimaciones consistentes. que en Bolivia se produce entre 144 a 245 o m?s toneladas de coca?na al a?o. Los cientos de kilos de coca?nas son pues una bicoca ante los cientos de miles de kilos de coca?na que se produce. De la misma manera, sin trasladar las mismas proporciones, pues pueden ser otras, se puede suponer que sucede en lo que respecta a la extensi?n y atravesamiento de la econom?a pol?tica de la coca?na en las mallas institucionales del Estado.

Al respecto, de lo que podemos llamar el ocultamiento, debajo de la superficie, del fen?meno perverso aludido, no solo las instituciones del Estado, que deber?an cuidar de la sociedad, como se dice, sino tambi?n los medios de comunicaci?n son responsables; una concomitancia sorda, quiz?s no intencional, se sucede, cuando solo se muestra, porque tampoco lo ven, la punta del iceberg. No hay transparencia en las instituciones del Estado y el periodismo de investigaci?n brilla por su ausencia. Ni que decir de los partidos pol?ticos, tanto del oficialismo como de la ?oposici?n?; pues prefieren inclinarse al ocultamiento, encubrimiento o relativizaci?n del problema, minimizando los alcances, en el caso del oficialismo; tambi?n inclinarse al sensacionalismo, para aprovechar la ocasi?n para acusar al gobierno de ser parte del problema o de complicidad, as? como de decid?a, en el caso de la ?oposici?n?. Tambi?n los partidos pol?ticos, por preferir caer en la pugna pol?tica electoralista, terminan ocultando los verdaderos alcances del problema en cuesti?n.

La que paga los costos de semejante visi?n estrecha, por decirlo suavemente, es la sociedad, por lo tanto, el pueblo. No se trata de colocarse en el enfoque moral fosilizado y se?alar escandalizados al mal que queja a la sociedad, enfoque que no es ?til, salvo para desgarrarse las vestiduras y golpearse el pecho. Sino de comprender el funcionamiento de lo que hemos llamado la econom?a pol?tica del chantaje y la econom?a pol?tica de la coca?na, que forma parte de las econom?as pol?ticas espec?ficas del narcotr?fico, que, a su vez, forman parte de la econom?a pol?tica generalizada[1]. Tampoco se trata de buscar culpables, para descargar en ellos la furia implacable de la justicia; esto es demonizar a unas personas o grupos de personas, ll?mense como se llamen, entre los nombres usados, mafias; lo que significa efectuar la catarsis, es decir el castigo, sin solucionar el problema, que es lo que ha venido ocurriendo con el tema en la historia reciente. Lo que importa es resolver el problema; para tal efecto, se requiere conocer el funcionamiento de estas m?quinas del lado oscuro del poder, que ya atraviesan y controlan el lado luminoso del poder; estas m?quinas de poder del lado no institucional, que ya atraviesan y controlan el lado institucional del poder.

Para comenzar o, mejor dicho, rememorar lo que escribimos[2], la corrosi?n institucional es como un fen?meno inherente al funcionamiento mismo de las instituciones. Ocurre, si se quiere, como un desgaste, que se viene acrecentando en la medida que pasa el tiempo. Esta corrosi?n puede incrementarse y marchar m?s aceleradamente cuando las instituciones se anquilosan y se duermen en sus laureles, como si ya estuvieran ungidas por la inmaculada verdad institucional que no se contamina. Peor a?n, cuando las instituciones, sobre todo del Estado, son usada para otros fines, que no sean los estatales mismos, como, por ejemplo, para favorecer intereses particulares y no garantizar el bien com?n, para decirlo en un lenguaje tradicional y hasta conservador. La pregunta es: ?desde cu?ndo, desde qu? momento ha venido ocurriendo esto? Puede decirse, introduciendo una interpretaci?n radical, que esto es inherente a la misma fundaci?n y consolidaci?n de las instituciones, que es cuesti?n de tiempo para que esto se haga patente. Puede decirse, manejando interpretaciones hist?ricas, que esto ocurre cuando las instituciones se vuelven anacr?nicas, se anquilosan y optan por preservarse como trans-hist?ricas ante las contingencias del acontecer hist?rico. Pueden tambi?n usarse interpretaciones econ?micas y pol?ticas; decir, por ejemplo, que la determinaci?n econ?mica deriva en la compulsi?n por la acumulaci?n, peor a?n, m?s prosaicamente, en el enriquecimiento. Otro ejemplo, puede conjeturarse que el ejercicio del poder lleva indefectiblemente a este tipo de pr?cticas, vinculadas a la econom?a pol?tica del chantaje. Que la forma de gubernamentalidad clientelar termina inclin?ndose por el lado oscuro del poder. Sin discutir la pertinencia de estas interpretaciones, que pueden ser m?s o menos plausibles, lo que hay que destacar es el reconocimiento de formas de funcionamiento de las m?quinas del poder.

Por otra parte, el problema y la problem?tica de la que hablamos no solamente es local o nacional, sino regional y mundial. Con lo que no se quiere, de ninguna manera, exculpar a los responsables nacionales. Sino de lo que se trata es entender lo que llamaremos, provisionalmente, la geopol?tica del lado oscuro del poder. Para decirlo en lenguaje sist?mico, resolver el problema es reducir su complejidad, comprender sus din?micas, y conformar una complejidad sist?mica, capaz de interpretar la complejidad y de resolverla, construyendo funcionamientos sist?micos que salgan de la recurrente problem?tica. Claro que siendo mundial el problema, tiene que resolverse mundialmente; sin embargo, esto no evita la responsabilidad de la iniciativa local y nacional. Para hacerlo f?cil, por razones ilustrativas, por ejemplo, comenzar con no cultivar coca excedentaria; as? de simple. Este es un buen comienzo, aunque, de ninguna manera una soluci?n al problema. Esta medida, si es que se diera, como consenso social, tiene que venir acompa?ada por transformaciones estructurales e institucionales. No pueden las instituciones, sobre todo del Estado, ser un bot?n de la casta pol?tica, no pueden convertirse en instrumentos del ejercicio singular del poder del gobierno de turno. Las instituciones estatales son instrumentos para garantizar el bien com?n, usando todav?a un lenguaje tradicional y hasta conservador, recurriendo a conceptos aristot?licos y plat?nicos. Por lo tanto, las personas que administren y manejen estas instituciones tienen que ser id?neas y preparadas para tal administraci?n y manejo, independientemente de las contingencias de las formas de gobierno. Hablamos, en palabras jur?dico-pol?ticas, de una separaci?n, por as? decirlo, del Estado respecto del gobierno. El funcionamiento, incluso, la reproducci?n del Estado debe guiarse por el bien com?n, no por los intereses particulares, incluso si se trata de intereses gubernamentales. Sabemos que lo que decimos suena a abstracci?n; sin embargo, ilustra sobre lo que no puede confundirse cuando se habla de Estado y cuando se habla de gobierno. A prop?sito, no nos interesa pretender una verdad, sino establecer par?metros para orientar una reflexi?n.

Lo que decimos, como se podr? notar, no se refiere a la revoluci?n, tampoco, en menor envergadura, a las reformas, sino a c?mo, te?ricamente, de acuerdo con la misma ciencia pol?tica, deber?an funcionar las instituciones estatales. El problema es que, en la realidad efectiva, as? no funcionan; m?s bien funcionan alterando este orden supuesto, si se quiere esta utop?a jur?dica-pol?tica. Funcionan desvi?ndose de sus funciones establecidas, adulterando sus funcionamientos, redirigi?ndolos a cumplir con los intereses particulares. ?A d?nde apuntamos, entre otras cosas, con esta exposici?n? Primero, a decir que no se trata de personas culpables, por m?s responsabilidad que tengan en el asunto; si se castiga a las personas que se hacen evidentes en estas pr?cticas perversas, aparecer?n otras que ocupen el vac?o que dejan. El tema es abolir la estructura de poder que reproduce esta convivencia entre lado luminoso del poder y lado oscuro del poder.

As? como no hay demonios, tampoco hay santos. No es la recurrencia a la trama religiosa, que se oculta en la trama pol?tica moderna, la que explica el problema en cuesti?n. Como dijimos, se trata de pr?cticas discursivas de la catarsis. Estamos ante estructuras de poder, ante el ejercicio de dominaciones, que no solo reproducen el c?rculo vicioso del poder, en distintas ?rbitas y versiones, sino que derivan en las formas dram?ticas de estos ejercicios, donde no se encuentra otra cosa para proseguir adelante que satisfacer la angustia humana en la adoraci?n de fetiches, en la compulsi?n por la multiplicidad de fetichismos, que tratan de sustituir las insatisfacciones humanas. Esto equivale, hablando en lenguaje gramsciano, que tampoco deja de ser acostumbrado, a una reforma intelectual y moral, si se quiere, tambi?n reforma cultural.

Lo poco que hemos dicho al respecto, de comenzar a resolver el problema que agobia a las sociedades contempor?neas, pues, se requiere, en todo caso, de elaborar una lista larga de acciones de emergencia, no parece que puedan ser asumidas por los actores y protagonistas de la pol?tica institucionalizada, tampoco por los actores y protagonistas de la econom?a hegem?nica. As? como tampoco por las cofrad?as moralistas, tradicionales o recientes, que hacen gala de elocuentes dramatismos orales. Todos estos personajes en boga, por lo menos, visibles en los escenarios espectaculares que difunden los medios de comunicaci?n, son parte del problema.

?De donde puede emerger la voluntad para cambiar el estado lamentable de cosas y de sujetos? De las sociedades mismas, de los pueblos mismos, que hoy por hoy, se encuentran inhibidos y sometidos al teatro pol?tico y a la marcha destructiva de la econom?a de la acumulaci?n. Esto puede sonar no solamente a una convocatoria abstracta y hasta rom?ntica, por las alusiones generales; sin embargo, debemos tener en cuenta que las sociedades y los pueblos tambi?n son composiciones m?ltiples. En un ensayo anterior, distinguimos sociedad alterativa de la sociedad institucionalizada[3]; dijimos que el substrato de la sociedad institucionalizada es la sociedad alterativa, que no solo tiene que ser comprendida como un magma de resistencias, sino como potencia social creativa. De lo que se trata, lo que tambi?n dijimos, es de liberar la potencia social, liberarla de las ataduras, no solo de las mallas institucionales del Estado, vale decir, concretamente, de las mallas institucionales estatales cooptadas por la forma de gobierno, sino de las mallas institucionales de la sociedad institucionalizada.

Para no seguir con este tono, que parece el de la exposici?n de otra utop?a, volviendo al tono pragm?tico que usamos, para ilustrar, de lo que se trata es de dar la posibilidad a los pueblos de efectuar transiciones consensuadas. El desenvolvimiento de la pedagog?a pol?tica, donde los pueblos aprendan de su propia experiencia social, de su propia memoria social, parece ser la praxis necesaria en momentos de crisis m?ltiple pol?tica, econ?mica y cultural. Ahora bien, ?en qu? consiste esta pedagog?a pol?tica? Aprender de la experiencia y la memoria sociales implica la posibilidad efectiva de reflexionar sobre ambos substratos existenciales de la sociedad. Llama la atenci?n que poderosos instrumentos de comunicaci?n, de tecnolog?as de la informaci?n y la difusi?n, sirvan para la conformaci?n del sistema-mundo cultural de la banalidad. Est?n muy lejos de un uso liberador y formativo de los colectivos, de las multitudes, de los individuos. Entonces, como que sugerimos una apropiaci?n social de estos medios; que dejen de servir al espect?culo de la banalidad, al espect?culo del sensacionalismo, a la espuria pr?ctica de la desinformaci?n. Estos medios tienen que servir de instrumentos masivos de las reflexiones colectivas e individuales.

Quiz?s lo m?s importante, en estos quehaceres sociales, tenga que ver con la democratizaci?n de las ciencias y las tecnolog?as. M?s que nunca las ciencias y tecnolog?as est?n en condiciones del alcance de sus socializaciones. Sin embargo, este alcance se reduce al comercio y al mercado de productos tecnol?gicamente de moda. Tecnolog?as controladas por monopolios, por lo tanto, tecnolog?as y ciencias inhibidas a las finalidades banales de la acumulaci?n. Se requiere liberar la potencialidad de la ciencia y la tecnolog?a. Esto implica salir de los horizontes acotados y fetichistas de la civilizaci?n moderna.

Volviendo, al asunto, como quien dice, es indispensable no seguir manejando la problem?tica en cuesti?n como tab? o secreto. Las sociedades institucionalizadas est?n altamente comprometidas con las formas de la econom?a pol?tica del chantaje, por lo tan tanto, est?n comprometidos los pa?ses; hay que hablar abiertamente sobre los alcances e irradiaci?n del problema. Esto significa no caer en el gesto hip?crita de la culpabilizaci?n. En sentido pragm?tico, las mas adecuadas propuestas que se han hecho, respecto a los tr?ficos de productos fetiches de la ilusi?n artificial de las drogas, es su legalizaci?n, que no puede ser sino mundial. La mejor manera de acabar con el monopolio de los c?rteles es pues la legalizaci?n de lo que venden especulativamente estos monopolios del lado oscuro de la econom?a.

Todo esto no quiere insinuar, de ninguna manera, que se detengan o no se hagan las ?investigaciones? en marcha, respecto al ?ltimo escandalo de involucramiento policial con el narcotr?fico; que sigan adelante estas ?investigaciones?. Solo que hay que hacer notar que deber?an ser exhaustivas e imparciales, lo que no ocurre, por costumbre o incumbencia institucional. En todo caso, las investigaciones, en beneficio de la sociedad, del conocimiento del pueblo, no deben restringirse a las investigaciones policiales y jur?dicas, sino tienen que abrirse a las investigaciones econ?micas, sociales y pol?ticas. Es menester, a estas alturas del problema desbordado, investigaciones integrales de la problem?tica de la econom?a pol?tica de la coca?na. Por cierto, no con el fin de castigar, es decir, de efectuar catarsis, sino por conocer el funcionamiento del lado oscuro del poder.

[1] Cr?tica de la econom?a pol?tica generalizada.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/cr__tica_de_la_econom__a_pol__tica_.
[2] El lado oscuro del poder.
https://issuu.com/raulprada/docs/el_lado_oscuro_del_poder_3.
[3] Imaginaci?n e imaginario radicales.
https://issuu.com/raulpradaalcoreza/docs/imaginaci__n_e_imaginario_radicales.