M?s all? del bien y del mal

No hay mal ni bien, tampoco ni malos ni buenos. Lo que hay es actores en entramados entrelazados que no controlan, aunque se hagan la ilusi?n de hacerlo. Lo que hay son pretensiones de verdad que no se corroboran. Tambi?n poblaciones crecientes de v?ctimas de estos juegos de poder; as? como listas interminables de culpables, sobre los que se descarga la furia justiciera de los que se colocan como jueces inmaculados



16 mayo, 2019
M?s all? del bien y el Mal
Ra?l Prada Alcoreza

Se pierden en la an?cdota, en lo que llama la atenci?n, de acuerdo con las costumbres sensacionalistas. Se ahogan en el suceso brillante, llamativo, estridente; no son capaces de ver el contexto. Les interesa el drama, sobre todo de las personas involucradas en la noticia; no en el hecho. Convierten a los protagonistas o en demonios o en ?ngeles, cuando son v?ctimas de eventos que no controlan, de efectos de masa que no controlan. Buscan culpables, para descargar sobre ellos su propias frustraciones y miedos. Los enemigos enfrentados se acusan mutuamente como que encarnan el mal; ambos recurren al sensacionalismo para resolver sus problemas que no solucionan y sus preguntas que no responden. Si se lograra observar detenidamente, sin prejuicios, se podr?a ver que estamos ante fen?menos desencadenados por juegos de poder que conspiran, empero son ineficaces para conseguir sus objetivos geopol?ticos, pues no controlan todas las variables bullentes de la realidad efectiva.

No hay mal ni bien, tampoco ni malos ni buenos. Lo que hay es actores en entramados entrelazados que no controlan, aunque se hagan la ilusi?n de hacerlo. Lo que hay son pretensiones de verdad que no se corroboran. Tambi?n poblaciones crecientes de v?ctimas de estos juegos de poder; as? como listas interminables de culpables, sobre los que se descarga la furia justiciera de los que se colocan como jueces inmaculados. A esta altura de la historia de las sociedades modernas no se ha aprendido que el castigo no es otra cosa que el autoflagelo de consciencias culpables, la b?squeda de la catarsis del esp?ritu de resentimiento. Con esto se logra la ilusi?n provisional de que se ha conseguido separar, recluir, demarcar o hacer desaparecer al que encarna la culpabilidad, que, por cierto, no puede ser individual, sino social; es la culpabilidad que arrastra la sociedad atormentada por sus demonios y tambi?n por sus ?ngeles.

El problema de los que se creen santos y atacan a los que consideran demonios es que requieren de esos demonios para ser santos. Hay pues un matrimonio morboso entre ?ngeles y demonios. Ambos son c?mplices de su relaci?n perversa; se necesitan, se requieren y se convocan; por eso se atacan. El santo puede estar en un lado u en otro, se reclama del sitio donde est? y sugiere que su lugar es el de bien, en contraposici?n al de su enemigo, que es el sitio del mal. Lo anecd?tico es que los distintos enemigos se reclaman de santos y acusan al contrincante de demonio. Esta simetr?a de la acusaci?n, del enfrentamiento y de la guerra nos muestra la complementariedad de su dualidad contrastada.

En cualquier plano donde se pueda observar este fen?meno reiterativo del esquematismo dualista del amigo y enemigo se repite esta trama, por lo tanto, tambi?n el fracaso del desenlace pregonado, que seria el fin del mal, la muerte del demonio y la victoria del bien, de los santos y de los ?ngeles. Tanto en el plano de la circunferencia mundial, como en los recortes nacionales, donde se repite la misma trama, tanto en el plano pol?tico, como en el econ?mico, as? como en otros planos menores, como los relativos a lo il?cito, la trama esquem?tica dualista se repita. Empero, esto es la reiteraci?n del mito. A lo largo de la historia moderna, el mal no ha sido vencido por el bien, cualquiera sea el referente de este mal o de este bien. El mal resurge como el ave f?nix. Lo primero que demuestra esta constataci?n es que los relatos emitidos est?n pues equivocados.

El mal no puede ser vencido existencialmente pues el bien desaparecer?a inmediatamente. El bien existe porque el mal existe, as? de simple en el imaginario del esquematismo dualista. De lo que se trata entonces, en estas narrativas, es de tener presente el mal como permanente amenaza. Si nos mantenemos en este esquematismo no hay salida, sino el eterno retorno de lo mismo; la salida se encuentra en el ir m?s all? del bien y el mal.

?Qu? es ir m?s all? del bien y el mal? Lo obvio: salir del esquematismo dualista. Lo que implica ingresar a la experiencia de la perspectiva de la complejidad. Pero, estos horizontes se mueven en la reflexi?n te?rica o, mejor dicho, en la reflexi?n de la cr?tica te?rica. Sin embargo, en este documento buscamos responder a las formas del esquematismo dualista de la contrastaci?n moralista entre el bien y el mal, sobre todo, concretamente, liberarse de esas formas singulares anecd?ticas sensacionalistas y chantajistas mencionadas. Confesi?n: no es esta una tarea f?cil; es m?s, desde las condiciones de posibilidad del presente hasta puede sugerirse su imposibilidad. De todas maneras, como se dice, no hay peor derrota que no haber intentado, fuera de la alternativa de recurrir a ensayos te?ricos sobre el tema, donde abordamos la posibilidad desde la perspectiva del pensamiento complejo. Adem?s de tener a mano los escritos de Friedrich Nietzsche al respecto 1.

Dejar a los buenos y malos, a su guerra interminable, cuyos or?genes se pierden en la memoria, en el mito religioso de su comienzo cosmol?gico. No es que se tenga que sustituir por una narrativa auxiliar, que cree superar el esquematismo dualista diciendo que los buenos pueden volverse malos o los malos volverse buenos, cuyo enunciado se expresa como que el mal est? contenido en el bien, as? como el bien est? contenido del mal. Esta supuesta superaci?n dial?ctica no es otra cosa que otra versi?n del esquematismo dial?ctico. Sino que se trata de salir de estos contrastes esquem?ticos y dualistas, de tener la comprensi?n de que no solo se trata del devenir, sino de que no hay ni bien ni mal, tampoco ni buenos ni malos.

?Qu? es lo que hay? Composiciones m?ltiples y singulares subjetivas, basadas en fenomenolog?as de la percepci?n, sustentadas en fenomenolog?as corporales. Composiciones que se han invisibilizado u ocultado debido a la predominancia de la episteme del esquematismo dualista. En este sentido, se trata de la constituci?n de sujetos y de subjetividades en ?mbitos de estructuras, diagramas y cartograf?as de poder, que se inscriben en las superficies de los cuerpos y se hunden en los espesores corporales. Estas constituciones de sujetos no son ni de buenos ni de malos, aunque el imaginario institucionalizado as? clasifique. Se trata de subjetividades conformadas en un bullente caldo de contradicciones, para decirlo de una manera resumida. Al respecto, hay que tener en cuenta que las subjetividades no se reducen al perfil de las finalidades, objetivos e intereses que persiguen; esto no solo ser?a un esquematismo simple, sino que, al no tener en cuenta la din?mica y compleja arqueolog?a del sujeto, solo da cuenta de rasgos aparentes y provisionales, entre muchos otros posibles.

Los sujetos corresponden a espesores de la experiencia singular y a perfiles de la memoria singular, que logran configurarse en un momento de la constituci?n del sujeto. Como dijo Michel Foucault, hay distintos posicionamientos del sujeto. Lo importante de esta definici?n estriba en la complejidad din?mica del sujeto; es decir, en su composici?n variable, a pesar de las lecturas de las clasificaciones institucionales. Para decirlo de una manera ilustrativa, podemos sugerir que el sujeto, teniendo en cuenta el referente emocional, psicol?gico y cognitivo de este concepto, no es interpretable, incluso teniendo en cuenta las interpretaciones del psicoan?lisis. No se puede interpretar lo complejo y lo abigarrado; el l?mite posible se encuentra en la fotograf?a, es decir, en la imagen transversal, en un momento dado; en el mejor de los casos, en la secuencia de im?genes de la imagen-movimiento, que es el cine. Pero, ni la fotograf?a ni el cine pueden darnos una idea compleja de lo que es el sujeto, tan solo pueden figurarlo, de una manera est?tica y repetitiva, o de una manera secuencial y cambiante, en la linealidad de un decurso.

Volviendo a las consecuencias concretas de las aseveraciones hipot?ticas e interpretativas que emitimos, recogemos un posicionamiento cr?tico, que hicimos conocer en otros escritos: no se puede juzgar salvo desde la posici?n del poder. No se puede juzgar a un individuo como bueno o malo, porque nos es ni bueno ni malo, sino mucho m?s. Es el decurso del drama que desatan sus acciones, que a partir de un determinado momento de la trama ya no controla. En el marco de la malla institucional donde habita y se mueve, sus acciones van a ser clasificadas y valoradas desde la perspectiva moral y legal del bien y el mal. Est? o no de acuerdo el sujeto singular, inculpado, con estas clasificaciones y definiciones sobre lo qu? es, la ley o el poder terminan definiendo su destino; como delincuente tiene que ser castigado o en su caso, por los atenuantes ser exonerado.

Para decirlo directamente, en realidad, el problema de toda esta trama y este drama no radica en el delincuente o en el criminal, sino en el juez, el acto de juzgar. Siguiendo con el leguaje directo, lo que se juzga no es tanto el objeto expl?cito del juicio, el delito, o el sujeto del delito, el delincuente, sino, de manera, velada y opaca, el juez se juzga a s? mismo. Transfiere su propia culpabilidad a la culpa desmesurada del delincuente o criminal. Como dijimos antes, se trata de una catarsis.

No se trata de juzgar, de castigar, de penar, si se busca una soluci?n radical al problema ? asumiendo lo radical como relativo a la ra?z -; sino de resolver la problem?tica que sostiene este tipo de pr?cticas sociales, denominadas il?citas o prohibidas. Lo que no se puede perder de vista, si que quiere ser objetivo, como se dice, es que buenos y malos emergen de la misma sociedad. Entonces, ?qu? pasa en la sociedad para que se den perfiles tan contrastados? Una hip?tesis aparentemente dura dir?a que la sociedad requiere de buenos y malos para reproducirse. Esta tesis es insostenible incluso en el caso de que se dijera que la sociedad requiere clasificar a buenos y malos, separarlos y distinguirlos, para reproducirse. Desde nuestra premisa, si no hay ni buenos ni malos, entonces todo apunta a que la sociedad no se quiere conocer, no quiere comprender y entender lo que es. Prefiere tener una imagen o secuencia de im?genes, una trama, una narrativa, que le ayuda a simplificar el problema y la permite no solo calificar sino desatar acciones.

Se trata de una sociedad que no quiere conocerse, sino que prefiere suponer que se conoce. En resumidas cuentas, una sociedad que asume la imagen en el espejo de s? misma, desembaraz?ndose de la tarea urgente de conocerse tal como es. En este sentido, se puede hablar de una sociedad que tiene miedo a conocerse. En consecuencia, la clave est? en el miedo no confesado de esta sociedad. ?Por qu? tiene miedo a conocerse? En pocas palabras, a la sociedad moderna, le aterra sentirse, sentir su corporeidad; le aterra asumirse. Se trata de una sociedad que prefiere el mundo de las representaciones y rechaza el mundo efectivo.

Volviendo a la pregunta: ?qu? es ir m?s all? del bien y el mal? Desde Friedrich Nietzsche sabemos que se trata de ir m?s all? de la perspectiva moral. Plantear los problemas, mas bien, desde una perspectiva est?tica, sobre todo teniendo en cuenta la voluntad de potencia, que es fuerza creativa vital. En t?rminos concretos, que es lo que buscamos, se trata no de juzgar, que parte de la perspectiva moral o, considerando un alcance mayor, que parte de la perspectiva filos?fica. Sino de apreciar, analizar, comprender y hacer la critica de las fuerzas en juego y en concurrencia, que definen campos complejos y entrelazados de fuerzas.

Estamos entonces ante formas singulares de composiciones de fuerzas. Estamos ante el acontecimiento que contienen din?micas de m?ltiples singulares composiciones y combinaciones de fuerzas. Un hecho cualquiera responde al devenir de singulares composiciones de fuerzas. Si se quiere interpretar entonces un hecho o un conjunto af?n de hechos, que se deben interpretar, por as? decirlo, por su sintomatolog?a de las fuerzas. Los hechos, entonces, nos muestran el entramado de fuerzas, sus tramas inherentes y sus desenlaces posibles. Cuando se juzga los hechos desde una perspectiva moral se pierde la riqueza de las din?micas inherentes a sus contenidos y espesores; la mirada se queda en el perfil sencillo de una interpretaci?n esquem?tica y dual, reducida a la teolog?a del bien y el mal. Entonces, a pesar de que se satisface el deseo de una explicaci?n cualquiera, se est? muy lejos de una interpretaci?n adecuada, que requiere de la hermen?utica de la complejidad.

Por ejemplo, los hechos calificados por el enfoque moral, el enfoque jur?dico y el enfoque policial, como delincuenciales y criminales; desde la perspectiva geneal?gica o cr?tica de la genealog?a de la moral se convierten constelaciones y configuraciones de composiciones de fuerzas. Desde la perspectiva de la din?mica de las fuerzas, de la cr?tica de las dominaciones, de la cr?tica del poder, los hechos nos muestran lo que producen las fuerzas. La producci?n dominante en la historia moderna es las genealog?as de las dominaciones. Cuando estamos ante hechos calificados por delincuenciales por el discurso jur?dico-policial estamos ante composiciones de fuerzas singulares donde las fuerzas separadas de su potencia, por lo tanto, tambi?n de su voluntad, las fuerzas vaciadas de lo que pueden, convertidas en fuerzas nihilistas, definen configuraciones de dominaci?n, en este caso, de la dominaci?n de las fuerzas decadentes.

La pregunta: ?En estas condiciones de imposibilidad es posible el triunfo de la lucha contra la delincuencia y el crimen, por ejemplo, es posible la victoria de la lucha contra el narcotr?fico? Cuando los hechos nos muestran descarnadamente la dominancia de las fuerzas vaciadas de su contenido, por lo tanto nihilistas, sobre todo decadentes, la respuesta a esta dominancia, por ejemplo las respuestas jur?dicas, pol?tica y policiales parecen estar destinadas al fracaso. Estas respuestas estatales, institucionales, tambi?n del orden mundial, parecen ser, mas bien, la simetr?a, es decir, el espejo del referente, contra lo que lucha. Entonces, lo perverso de esta lucha, es que repite, en c?digos institucionales lo que ocurre en c?digos no-institucionales. Dicho de manera directa y brutal dir?amos que las respuestas jur?dicas, pol?ticas y policiales repiten, como hermanas gemelas, los hechos de la perversi?n del poder.

No se trata pues solo de una fatalidad, tampoco de una tragedia, en el sentido griego, as? como tampoco se trata solo de una paradoja, sino que estamos ante el secreto mismo del misterio del poder y de las dominaciones. Dicho de manera simple, cuando la fuerza es separada de su potencia, de lo que puede, de su voluntad inherente, cuando se convierte en una fuerza vaciada, en una fuerza nihilista, entonces el decurso de estas fuerzas dominantes deviene en la dial?ctica de la decadencia. Lo extra?o, aunque explicable, que estos desenlaces nihilistas, son expresados en discursos aparentemente contrastados, opuestos, antag?nicos y enemigos. Este compartir de la legitimaci?n de la decadencia, por una versi?n u otra, por ejemplo, una versi?n de ?derecha? o una versi?n de ?izquierda?, evidencia la concomitancia de estas ideolog?as encontradas con la autocomplacencia de la decadencia.

Estas autocomplacencias ideol?gicas, pueden adquirir alocuciones m?s pedestres, por ejemplo, jur?dicas, pol?ticas y policiales, menos filos?ficas, pueden esforzarse ser ?verdaderas? en la recurrencia del monopolio de las instituciones y de los medios. En la provisionalidad de una coyuntura tienen estos procedimientos y metodolog?as de montaje la ventaja de presentarse en el espect?culo virtual de la cultura banal. La sociedad institucionalizada es vulnerable ante la proliferaci?n de chantajes emocionales, ideol?gicos y morales del Estado; se rinde ante estos chantajes; entonces los acepta por miedo, sin embargo, no por convencimiento.

Por cierto, evidentemente, lo que decimos, nada tiene que ver con la apolog?a de la delincuencia, del crimen, del narcotr?fico; algo que esta m?s cerca de los medios de comunicaci?n, as? como parad?jicamente, de las instituciones estatales. Lo que decimos es cr?tica de las pretensiones de verdad de la moral, de la ideolog?a jur?dica-pol?tica, de los prejuicios operativos policiales. Lo que decimos es que esta ideolog?a, estos prejuicios, estas acciones operativas, no son m?s que la repetici?n sim?trica de lo que dicen que combaten.

[1] M?s all? de Nietzsche: Genealog?a de la decadencia.

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