Venezuela: La señora Bachelet como que no gustó a nadie. A mí nunca me ha gustado

Quien se mete a redentor suele morir sacrificado.



La señora Bachelet como que no gustó a nadie. A mí nunca me ha gustado

Eligio Damas
Aporrea
Jueves, 27/06/2019 04:16 PM

No es porque la señora sea poco agraciada, que siéndolo, que no lo es, sería lo de menos, pues no compite por un reinado de belleza, sino porque pareciera empeñada, es lo que uno cree después de tanto observarla, en hacer grandes esfuerzos por pasar agachada, que entre los venezolanos significa, desapercibida y sin atraer la atención de quienes y cuando le conviene. Y quienes de eso hacen un estilo de vida, tienen un límite, pues la vida no siempre transcurre como ellos u otros esperan y llegan entonces los momentos que les cuesta cumplir a cabalidad con su ritual. Como dejar satisfechos a quienes de ella esperan lo que no habrá de hacer.

La señora Bachelet llegó a la presidencia de Chile, después de tantos años de dictadura y con el respaldo de la izquierda, dentro de esta los partidos que apoyaron a Salvador Allende. Es más, fue la figura heredera éste, siendo ambos del Partido Socialista Chileno. Pero pese ese enorme compromiso, histórico diría yo, hizo lo imposible para que nadie de eso se acordase y le reclamasen una conducta por lo menos coherente en lo mínimo con él. ¡Y vaya que vaina! Creo que lo logró. Pues, pese reviso con frecuencia la prensa chilena, salvo el senador Navarro y los Mapuches, quienes protestan por sus particulares intereses desde que los europeos invadieron su espacio, nadie más o casi nadie de la izquierda se mostró inconforme. Hubo como un contubernio o quizás un temor ancestral heredado del pasado inmediato.

Por supuesto de esto tendríamos que eximir al movimiento estudiantil chileno que, habiendo sido dirigido por Camila Vallejo hizo resistencia a las políticas de Piñera, pero continuó haciéndolo contra la Bachelet por las mismas razones, pese que su anterior lideresa optó por olvidar el pasado y entrar a formar parte de la dirigencia gobernante y del status.

Aquel médico chileno que hizo de la política su verdadera vocación, se convirtió, en el ejercicio de la misma, en un personaje atractivo y de enorme trascendencia e importancia en América Latina. Desde los tiempos del FRAP, de cuando antes fue candidato presidencial perdedor tres o cuatro veces, Salvador Allende fue una figura que impactó a la juventud de nuestro tiempo. Pese las dificultades comunicacionales de entonces, pues como se sabe no había Internet y la televisión empezaba apenas como un proyecto, los jóvenes militantes estábamos casi al corriente de las luchas del líder chileno y su partido. Por eso, suceder a Allende, sobre todo después de sobreponerse a la dictadura pinochetista y bajo la égida de la constitución por ella impuesta, demandaba por lo menos una conducta coherente con la herencia por aquel dejada, sin exigir repetición de lo acontecido ni los desafíos por aquél planteados. Hay principios elementales que deben respetarse y una herencia que en la medida de lo posible hay que conservar.

Pero la señora Bachelet, sin que uno sea extremista ni siquiera demasiado exigente, hizo todo lo posible para que se olvidase lo que uno creía su herencia, la dejada por Don Chicho. Y no era que esperábamos, pues como dije nada de extremista tenemos, abriese el baúl y de él sacase toda la indumentaria, los pliegos y hasta los discursos, sino simplemente la honra y la esencia de la lucha de los pueblos de América Latina para avanzar hacia el destino libre que le aguarda. Ella optó por mandar aquel baúl, si no a la basura, por lo menos donde se guardan los desechos y aliarse con quienes defenestraron al heroico sacrificado en el Palacio de La Moneda. Dejó intacta la constitución de Pinochet, pese pudo gestionar para sustituirla, para no incomodar, no tanto a los factores de poder de adentro sino a quienes desde fuera avalaron al dictador.

No creo a esta altura de mi vida, pese el marco mundial de hoy, distinto en buena medida a aquel de los tiempos de la guerra fría y hasta al de los primeros años de la caída del muro de Berlín, que sea sensato una diplomacia y política económica estridente y desafiante frente a quienes todavía controlan nuestro espacio, por las razones simples que emanan del entorno y que hasta por la piel se perciben y sienten, pero tampoco una radicalmente contraria, esa de los “perritos falderos” de la que habló el ex presidente peruano Pedro Pablo K., pese todo, ahora vulgarmente juzgado sin contemplación de sus amos. Y la señora Bachelet cambió a Allende por un Pinochet democrático, tanto que, como dijimos, mantuvo vigente su constitución y nada hizo para que a aquel instrumento cambiasen. Y no lo hizo, no tanto por lo que dicen muchos de no confrontar a la oligarquía chilena, lo que es demasiado evidente, sino por no dar una imagen distinta a lo que el Departamento de Estado demandaba. Por eso mismo, mientras la izquierda latinoamericana ascendía, eran los tiempos de Chávez, Kirchner, Lula, Correa, Evo, etc., se mantuvo demasiado discreta y a medio sonreír, cual Mona Lisa. Nadie se atreverá a acusarla de atrevida.

No es pues la señora atrevida, ni agraciada, como para no llamarle la atención a nadie menos si además es bastante discreta y huidiza. Porque la vida es un enredo, por no tener nada y con el tanto esconderse se termina llamando la atención.

He visto sin asombro alguno como todo el mundo o mejor todos los bandos, oficialistas y opositores, se muestran igualmente indignados con el “comunicado” de la señora Bachelet por su rol de Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU. Después leerlo, eso sí son mucho entusiasmo y menos esperanza, observé que sacó a relucir su casta de equilibrista, un “ratico” con el gobierno y otro con la oposición y hasta se atrevió a eximir en un momento dado a los culpables y en otro habló de violaciones como el de haber “quemado vivo” a un joven pero sin asociarlo a los conocidos responsables. Es toda una opereta o mejor, para procurar ser más exacto, una rumba con su movimiento de caderas comedido que hace aún así hace perder rumbo y sentido a quien aquello lea. No hay motivos para extrañar las abundantes manifestaciones de protestas por el contenido, estilo y hasta intención del informe, pues en verdad procuró, como decimos en Venezuela, dejar el juego empatado. Y en este país, tal como están las cosas, cada bando se cree vencedor y en posesión de la verdad, como para no aceptar puntos intermedios y ni siquiera posiciones de esas del “Chavo”, “como querer queriendo”.

Pues en su relato dice cosas como que un hombre “fue torturado, humillado y asesinado por oficiales encapuchados de las FAES que allanaron su casa”. Y además, “Escuché los testimonios de algunas personas que fueron privadas de libertad y sufrieron terribles torturas.” Lo que es un tiro al gobierno. Pero para emparejar la carga, agrega “también supe de cientos de violaciones contra partidarios del Gobierno.” Las caderas para allá y para acá; pero eso también es verdad.

Pero en ese, su relato, abundan también referencias sin culpables, como el más cruel de todos los abusos cometidos, al cual se refiere diciendo solamente, “Conocí el testimonio de una madre de un joven que fue quemado vivo durante las protestas de 2017 y que pasó 15 días agonizando en el hospital antes de fallecer.” Se cuidó de no vincular ese horrendo crimen perpetrado por el odio y la intolerancia con nadie en particular, pese se sabe, sin que quepa duda alguna, que fueron quienes buscaban “La salida”. Y a estos ni siquiera eso satisface. ¡Quieren más! Quizás, por esto mismo, hace otras referencias sin asociación alguna. Pero con una evidente intención señala “Sus historias son desgarradoras y muestran la desconfianza que tienen en las autoridades estatales.” Otra vez una manera nada subliminal y hasta poco inteligente de señalar un culpable, pues no se trata de lo que dijo, sino la intención deliberada de culpar al gobierno de esos crímenes a los que en su momento no les asignó culpables. Y la pobre, lo que quiere no lo logra. La gente sigue inconforme. Pero claro, quien se mete a redentor suele morir sacrificado.

Pese lo poco que hemos mencionado, cumplió casi rigurosamente su habitual papel, demasiado modosita, un poco para allá y otro para acá, pero sin dejar de ser ladeada, con el mismo rumbo de siempre, ese como contrario a Pinochet pero que agrada a los amigos que este tuvo. ¿Qué esperaban? ¿Cómo pedirle más?