México: el poder desde abajo

Los avatares de Marichuy, la vocera del Concejo indígena de Gobierno.



El poder desde Abajo
Francisco Tobías
2 JULIO 2019 04:04:00

Trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz… son las principales consignas que se reclamaban en el Consejo Indígena de Gobierno del año pasado, en el cual se ungía como vocera a María de Jesús Patricio Martínez, “Marichuy o Chuy”, como se le nombra también.

Aquella casa en donde se respiraba el olor a maíz, en donde había tortillas, pero no había qué ponerles, ahí, creció una niña que vendía semillas de calabaza en Ciudad Guzmán, Jalisco. Ahí, cuando tenía 13 años, era el lejano año de 1976; hoy esa niña, sirve de parteaguas por luchar por los pueblos indígenas, pero que, además, buscó la Presidencia de la República. ¿Puede el país ser cambiado desde abajo, por los que menos tienen y no figuran en la historia patria?

El Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas el 1 de enero de 1994 porque el legado de los indígenas era visto como una etapa anterior de la historia, algo digno de museos de Antropología y tiendas de artesanías, no se hablaba de ellos en tiempo presente, sin embargo, actualmente, más de 10 millones de mexicanos viven en la modernidad y son indígenas.

A Marichuy no se le llamó “candidata independiente”. Se le definió como vocera del Congreso Nacional Indígena; esa mujer nacida en una familia campesina de Jalisco, destinada a no estudiar, pero que se rebeló, ha llegado a ser practicante de herbolaria y docente en la Universidad de Guadalajara. Ayer, alzo la mano a nombre de todos los pueblos indígenas, a nombre de las mujeres, a nombre de los oprimidos, a nombre de los olvidados, a nombre de los desprotegidos, a nombre de los vulnerados dijo Basta, el momento para reclamar ha llegado, el pasado es una ilusión: “el sistema capitalista y patriarcal se basa en el despojo de la tierra y la dominación de las mujeres”.

La entrada de Marichuy a la vida política de nuestro país nos convoca a pensar en los derechos de los oprimidos, pero ahora -hasta este momento- ajeno al tema indígena contemporáneo: el inalienable derecho político a ser votado en elecciones. No se trata de un compromiso con una propuesta política concreta, se trata de la protección de un derecho fundamental. Si la senda de Marichuy camina bien y visibiliza las demandas de salud, trabajo, justicia, educación, vivienda digna… por mencionar unas pocas; entonces la democracia habrá sido capaz de legitimar sus demandas y garantizar la representación.

Dicho lo anterior, la realidad fue otra y los indígenas siguen siendo oprimidos y viviendo en condiciones difíciles y desiguales.