Puerto Rico: ¿Por qué esta vez el pueblo triunfó?

Los puertorriqueños recién descubrimos que somos capaces de poner y quitar gobiernos. Con persistencia, determinación y, sobre todo, imaginación es posible alcanzar objetivos importantes. ​Sobre el movimiento popular que en dos semanas logró sacar de su puesto al gobernador Ricardo Rosselló se escribirán ensayos y libros en los próximos meses y años. A modo de agenda para esos trabajos resumo aquí los elementos que definieron este movimiento.



¿Por qué esta vez el Pueblo triunfó?

Manuel de J. González
CLARIDAD
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​Los puertorriqueños recién descubrimos que somos capaces de poner y quitar gobiernos. Con persistencia, determinación y, sobre todo, imaginación es posible alcanzar objetivos importantes.
​Sobre el movimiento popular que en dos semanas logró sacar de su puesto al gobernador Ricardo Rosselló se escribirán ensayos y libros en los próximos meses y años. A modo de agenda para esos trabajos resumo aquí los elementos que definieron este movimiento.
Masividad
El movimiento popular que advino victorioso comenzó como un pequeño grupo de “indignados”. Similar a los jóvenes que recibieron ese calificativo en diversas ciudades europeas hace algunos años, denunciando en sus protestas a los culpables de la crisis financiera que comenzó en 2008, un grupo de jóvenes boricuas comenzó a vocear su indignación frente a la mansión de gobierno una vez Ricardo Rosselló se vio obligado a regresar de un viaje de vacaciones a Europa. Días antes varios integrantes del gabinete gubernamental habían sido imputados de corrupción y se habían dado a conocer algunas páginas del chat vergonzoso. Aquel grupo no era numeroso, pero la indignación que demostraban era compartida por muchos. Eso quedó demostrado muy pronto cuando los indignados crecieron hasta el desborde. Cuando las calles de la capital no fueron suficientes para recoger a los que querían manifestarse, las marchas y protestas aparecieron en prácticamente todos los municipios. No es arriesgado decir que más de un millón de personas – más o menos la mitad de la población adulta de la isla – de alguna manera se unió a los reclamos. Como quedó demostrado, cuando un movimiento alcanza ese nivel de masividad termina imponiendo sus objetivos.

Espontaneidad nacida de la experiencia.
​Muchos de los análisis que se han hecho destacan la espontaneidad como una característica definitoria del movimiento y, sin duda, hubo mucho de eso. Las actividades se convocaron y se celebraron sin que una organización o persona conocida hiciera el llamado. Tampoco estaba muy definido el contenido de la actividad ni cómo terminaría. Pero junto a esa espontaneidad siempre refrescante, ha estado la experiencia ganada en otras luchas. Entre los convocantes y manifestantes estaban los actuales estudiantes o recién egresados de las universidades que tienen una gran experiencia de lucha acumulada. Estaban los trabajadores y sus sindicatos también curtidos en la calle, que pusieron a disposición del movimiento equipos de sonido y otros recursos muy útiles. Estuvo la capacidad de movilización de los grupos feministas que han estado dando luchas importantes en los últimos años y que, como resultado de esas luchas, figuraron de manera prominente en las conversaciones del chat. Junto a estos grupos también es pertinente destacar a la comunidad LGBTT, con experiencia en estas luchas y también protagonista del chat infame. Y, de manera destacada, hay que mencionar a nuestros artistas, en particular los cantantes, que pusieron sus recursos personales y su capacidad de movilización al servicio del movimiento.
​Esa mezcla de espontaneidad y experiencia se convirtió en la fórmula de la victoria.

Acumulación de agravios.
​Muchos análisis, particularmente los de medios extranjeros, destacan que el chat vergonzoso apareció al final de una larga lista de eventos, como la clásica gota que colma la copa. Antes llegaron los arrestos por corrupción y las mil historias que se divulgaron en la prensa sobre el saqueo de fondos públicos. El gobierno de Roselló II poco a poco fue retratándose como uno en el que no existe frontera alguna entre el saqueo y la gestión pública. El chat confirmó esa percepción. Pero antes de todo eso, estuvo la experiencia del huracán María y la negligencia criminal del gobierno cuando cesaron los vientos. No es casualidad que la cifra de muertos posterior al huracán – los 4,645 – estuvieran en muchos de los letreros que portaban los manifestantes. Esa acumulación de agravios conformó un coctel explosivo que estalló en las calles de nuestro Viejo San Juan.

Las redes sociales.
​Entre los muchos textos y mensajes que se han escrito sobre esta experiencia recuerdo uno que se preguntaba qué distinto le hubiese ido a la generación de mi juventud, la del ’60 – que también se tiró a la calle y protagonizó luchas importantes contra el militarismo, la guerra de Vietnam y muchas otras causas – si en aquellos tiempos hubiésemos tenido a nuestra disposición la maravilla comunicativa del internet y las redes sociales. En estos últimos días vimos cómo éstas jugaron una función fundamental en el diseño de eventos y la movilización. Antes, para comunicar una actividad había que recurrir a la prensa escrita o la radio (casi siempre enemiga) o, como dicen en Cuba, a “radio bemba”, la comunicación personal. Ahora vimos en todo su esplendor la capacidad infinita de comunicación y movilización que proveen las redes sociales porque cualquier actividad se comunica a millones de personas en cuestión de minutos. Tan reciente como hace 20 años, la enorme marcha que hicimos en solidaridad con la lucha de Vieques necesitó meses de organización y comunicación, junto al trabajo de centenares de personas, para que pudiera ser exitosa. En esta ocasión, la actividad del 22 de julio en el expreso de Las Américas se convocó apenas cuatro días antes, sin comité organizador ni presupuesto para la movilización y la propaganda.

El sentimiento patriótico de nuestro pueblo
​Dejo para el final el elemento más importante. El estallido de indignación por los abusos del gobierno no se produjo en una muchedumbre, sino en un pueblo que tiene plena conciencia de lo que es y lo que representa. No somos una masa dispersa, sino una nacionalidad muy definida que se comporta con conciencia colectiva y porta con orgullo los símbolos que le unen. Lo que respondió ante el abuso fue un pueblo organizado. El mar de banderas nacionales que aparecía en cada momento y en cada lugar fue la respuesta espontánea de un pueblo que necesitaba manifestarse para decirle al mundo que estamos muy vivos y que pueden contar con nosotros. En las marchas había estudiantes, mujeres, integrantes de la comunidad LGBTT, viejos, jóvenes, artistas, comerciantes… pero todos estábamos allí porque conformamos un pueblo que tuvo la capacidad de luchar unido. Ahora, luego de esta pequeña victoria, sabemos de lo que somos capaces.