6 agosto, 2019
Vivir bajo ocupación (I): “La militarización es tal que en algún punto también la terminás normalizando”
Una activista internacional vivió en carne propia la vida cotidiana de las y los palestinos de Cisjordania.
Leticia Silvestri, que vivió tres meses en Palestina, en el marco del Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (Peapi), fue entrevistada en el programa radial “Resumen de Medio Oriente” y contó su experiencia de vivir bajo ocupación.
– ¿Como fue la idea de ir a Palestina?
– Hace un par de años vengo participando en actividades de solidaridad con Palestina y encontré la manera de viajar a través de este programa, que lleva grupos de 30 personas cada tres meses para quedarse en Cisjordania o Jerusalén, para acompañar a comunidades palestinas y hacer reportes de las violaciones a los derechos humanos.
– ¿Tuviste problemas al llegar al aeropuerto de Tel Aviv?
– Fue difícil, pero entré, y eso ya es mucho. Cinco personas de distintos países del grupo con el que iba no pudieron entrar. Estuve tres horas en el aeropuerto en una sala de espera donde vienen oficiales israelíes a hacerte preguntas de todo tipo, a intimidarte, sospechan de todo. Fue un poco tenso pero finalmente pude entrar. Sabía que podía ser peor.
– ¿En qué poblaciones estuviste? ¿Cómo fue la relación con la gente en el día a día?
– Estuve en el norte de Cisjordania, cubriendo el área de Nablus y Ramallah, dos de las ciudades principales. Pero vivía en un pueblo muy chiquito en el sur de la región de Nablus, Yanún. Está en área C.
– ¿Qué es el área C?
– El territorio cisjordano está dividido en tres áreas a partir de los Acuerdos de Oslo de 1993: A, B y C. El área A está controlada civil y militarmente por la Autoridad Palestina e incluye las seis ciudades más importantes. El área B es de administración civil palestina y control militar israelí. El área C, que es el 60% del territorio palestino de Cisjordania, es administración civil y militar israelí. Allí es donde están los asentamientos israelíes ilegales y donde los pueblos palestinos sufren mayor hostigamiento. Entonces es en el área C donde el Peapi trabaja.
– ¿Cómo viste Nablus, una ciudad mártir dentro de la Palestina ocupada?
– La zona de Nablus es particularmente complicada. Yo estuve durante las elecciones de Israel del 9 de abril y el período previo. El nivel de acoso y de violencia por parte de las fuerzas israelíes fue creciendo cada vez más. Parecía una competencia entre candidatos, un populismo de derecha a ver quién se animaba a más con los palestinos.
– ¿Cómo es eso?
– Benjamín Netanyahu necesitaba hacer acuerdos con la derecha más extrema para formar Gobierno en el caso de ganar. Entonces para lograr esos apoyos incrementaba muchísimo el nivel de violencia hacia los palestinos: demoliciones de casas, escuelas, edificios en campos de refugiados. Eso en la región de Nablus se veía cotidianamente. Se lo demandaban a Netanyahu los sectores más extremos.
– ¿Cómo viste el apartheid en esa ciudad?
– El pueblo donde viví, por ejemplo, Yanún, es un pueblo de seis casas que está en una especie de colina chiquita rodeada por otras colinas donde hay asentamientos ilegales israelíes. En 2002, Yanún estuvo a punto de desaparecer. Los vecinos empezaron a irse por los acosos y la violencia que sufrían por parte de los colonos israelíes y la complicidad de las fuerzas de la ocupación israelí. Ese año se fueron todos a un pueblo vecino que se llama Aqraba.
Pero con la presencia de, primero algunas organizaciones israelíes que trabajan con palestinos y después con organizaciones internacionales que los ayudaron, pudieron volver a su pueblo. Desde 2002 hasta hoy hay presencia internacional ahí, como una forma de demostrar que no pueden hacer lo que quieren y que si la violencia continúa el mundo se va a enterar.
No es que hoy no haya violencia; los hostigan cuando están pastoreando las ovejas o plantando, les queman los árboles o mandan vacas a comerles sus cultivos. Pero al menos no entran a las casas como sí pasa en otras zonas de la región.
– ¿Por ejemplo?
– Un asentamiento muy grande donde viven algunos colonos muy violentos es Itamar. Y en esa zona en los primeros días que yo estuve hubo un ataque en el pueblo Al-Mugghayir; los colonos bajaron de la montaña, atacaron directamente dentro de las casas palestinas y eso dio como resultado enfrentamientos, la complicidad y el apoyo de las fuerzas israelíes de seguridad a los colonos que habían atacado y la consecuencia fue un palestino asesinado. Todavía no está claro si disparó un soldado o un colono.
– Ese tema de la confrontación entre colonos y palestinos es algo que se repite permanentemente. ¿Tuviste la posibilidad de charlar con colonos?
– Poco, pero fue suficiente. Las charlas no fueron agradables pero es muy interesante saber qué es lo que dicen. Un ejemplo: una vez estábamos con un pastor y viene un colono y le dice que se vaya. Eran tierras palestinas, muy cerca del pueblo donde vivíamos. Nosotros como internacionales intervenimos en la medida en que el palestino quiere, porque muchas veces pasa que si uno interviene más, después el palestino termina siendo perjudicado.
Desde el Peapi, se interviene a través de la palabra, pidiéndole que se vaya y explicitando que según la ley internacional, el colono no debería estar ahí. La respuesta ese día fue: “Acá no aplica la ley internacional. Esto es Israel”. Y así suelen responder los colonos, que ideológicamente suelen ser muy extremos: no reconocen a los palestinos como palestinos, dicen que son árabes que los están invadiendo. Tampoco hablan de Cisjordania ni de Palestina, hablan de Judea y Samaria (nombres bíblicos que el judaísmo usó para denominar a esas tierras), como tierras que les pertenecen a los judíos.
– ¿Cómo sentiste la militarización en el día a día?
– Por mi edad, por suerte, nunca viví en una dictadura, pero la sensación que tuve es que eso era lo más parecido, en términos de servicios de inteligencia, de persecuciones de dónde estás, cómo te movés, con quién estás, qué haces, en qué horarios estás afuera, por qué lugares vas, un poco la sensación que yo tenía era ésa. La ocupación llega tanto a la vida cotidiana que todos tus movimientos están absolutamente controlados y registrados. Si sos de una organización que trabaja por los derechos humanos, es muy probable que seas considerado alguien que apoya a lo que ellos llaman “terroristas”.
La militarización es tal que en algún punto también la terminás normalizando: te acostumbrás a que pasen helicópteros militares sobre el techo de tu casa, que se pare un jeep en la puerta y que los soldados miren para adentro o que te paren en la calle y te digan que no podés estar ahí, sin ningún tipo de motivo.
– ¿Cómo es la vida a diario de los palestinos, de las mujeres, de los jóvenes que todos los días tienen que pasar por checkpoints?
– Cada cosa que hacen está limitada por la ocupación. Los nenes van al colegio y en su camino se pueden encontrar con 11 soldados y no estoy exagerando, 11 soldados en la puerta de una escuela con enormes M16 siempre listas para disparar, con la excusa de que buscan alguien que tiró piedras, o simplemente para evitarlo. También hay incursiones de soldados en las escuelas. Tiran gases lacrimógenos, balas de goma, adentro.
Ésta es la mayor causa de pérdida de clases. Tienen que evacuar, suspender las clases y los chicos empiezan a tener miedo de ir a la escuela, y van menos. Algunos son acosados de manera muy fuerte por los soldados en su camino a la escuela, especialmente los adolescentes varones. Entonces algunos dejan de ir. Eso en cuanto a educación. Pero lo mismo pasa con el acceso a la tierra, a ir a trabajar. Tienen que pasar por checkpoints muchas veces, pero si no, igual tienen rutas bloqueadas que son sólo para israelíes.
Entonces un camino de cinco minutos se convierte una hora. O se generan caos de tránsito por los bloqueos de rutas y es extremadamente estresante viajar de un lugar a otro. O te paran varias veces para pedirte documentos y terminás llegando tarde. De repente un palestino puede tener que salir a las 4 de la mañana de su casa para llegar a las 8 a trabajar.
Me interesa resaltar esto porque si bien hay asesinatos y represión todos los días, no es la situación de bombardeos que vemos en los medios que cubren Gaza. La vida diaria bajo ocupación es cansadora, agotadora, estresante; el objetivo es que los palestinos no sean felices ahí y se terminen yendo. Es hacerles la vida cada vez más difícil para que abandonen sus tierras.