Crónicas del siglo 21 (Parte XV). Conflictos, sangre y esperanza: progresismos y movimientos populares en el torbellino de la lucha de clases latinoamericana

Si América Latina aparece a veces en el imaginario colectivo mundial como el continente de las revoluciones (y/o de las dictaduras), es porque Latinoamérica ha estado atravesada efectivamente, más allá de las imágenes románticas del “guerrillero heroico”, por profundos conflictos sociales en elsiglo XX y en el inicio del XXI



Traemos esta vez el texto de Gaudichaud extraído del libro “Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de interpretación histórica”, que nos permitirá ver como esos gobiernos izquierdistas y populistas reorganizaban el estado capitalista a pesar y en contra de las dinámicas sociales que desplegaban su potencia no para llevar al trono a una burocracia, sino para los cambios necesarios:

CONFLICTOS, SANGRE Y ESPERANZAS.
PROGRESISMOS Y MOVIMIENTOS POPULARES EN EL TORBELLINO DE LA LUCHA DE CLASES LATINOAMERICANA

Franck Gaudichaud
Traducción del francés, Joel Ortega Erreguerena

Introducción.
Los movimientos populares: entre la resistencia, la participación y la represión

Si América Latina aparece a veces en el imaginario colectivo mundial comoel continente de las revoluciones (y/o de las dictaduras), es porqueLatinoamérica ha estado atravesada efectivamente, más allá de las imágenesrománticas del “guerrillero heroico”, por profundos conflictos sociales en elsiglo XX y en el inicio del XXI, pero también por la irrupción frecuente de lasclases subalternas en el tablero político de los dominantes y del imperialismo.La región también es conocida por importantes momentos históricos de rupturadel orden establecido y por varios proyectos con acentos revolucionario,antiimperialista o populista, con frecuencia vencidos o aplastados por formasdiversas de contra-revolución, autoritarismos estatales, acciones paramilitarese intervenciones estadounidenses.1 Fue la Revolución Mexicana de 1910 la que,de alguna manera, inauguró el “corto” siglo XX, algunos años antes de laRevolución Rusa de 1917, con un levantamiento indígena y campesino que

1 Ver por ejemplo: Gustavo Carlos Guevara (coord.), Sobre las revolucioneslatinoamericanas del siglo XX, Newen Mapu, Buenos Aires, 2017; Fernando Mires, La rebeliónpermanente: lasrevoluciones socialesenAmérica Latina, Siglo XXI, México, 2001; AlanKnight, Revolución, democracia y populismo en América Latina, Centro de EstudiosBicentenario y Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2005.

14fue, al mismo tiempo, una revolución nacional y modernizadora. Podríamoscontinuar con una larga lista de experiencias colectivas radicales que forjaronla modernidad política latinoamericana y sus relaciones de clases.Mencionemos, aleatoriamente, la revolución salvadoreña y la lucha armadade Sandino en los años treinta; el proceso revolucionario de los campesinos ylos mineros bolivianos de 1952 en donde nació uno de los bastiones de laclase obrera sudamericana por muchos años (la COB -Central Obrera Boliviana);y por supuesto la revolución castrista en Cuba en 1959 que continúa comouna referencia para numerosos militantes luego de más de 60 años; la “víachilena al socialismo” en Chile durante el gobierno de Allende (1970-1973) ytambién la experiencia sandinista en Nicaragua, a partir de la caída del clanSomoza en 1979 (y hasta la derrota electoral de 1990).2 Y si la reivindicacióndel socialismo “del siglo XXI” floreció algún tiempo durante los años de Chávezen Venezuela, es tal vez porque la idea misma de socialismo no estabacompletamente enterrada bajo los escombros del muro de Berlín y continuabasu derrotero en el espacio diverso de las izquierdas sociales y políticas deIndo-afro-américa latina (o “Abya Yala”). Fue también por la importanciaque todavía tiene en la memoria colectiva, esos diversos intentos (a menudofallidos) de romper con el capitalismo dependiente periférico, a pesar de lamarginalización de la mayoría de las organizaciones de la izquierdarevolucionaria histórica, proveniente de países como Argentina, Brasil, Chile,Uruguay, o de la derrota de la estrategia de la lucha armada experimentada enCentroamérica (hasta principios de los años noventa). En cuanto a la nociónde “poder popular” fue una de las narrativas y retorica que atravesó las grandesmovilizaciones sociales latinoamericanas del siglo pasado y aunque designaun concepto difuso, encarna al mismo tiempo una dinámica que marca losperíodos de crisis revolucionaria (como en Cuba o en Chile), pero tambiénmúltiples praxis locales, circunscritas a un distrito, una fábrica, un territorio.Ese poder popular consiste, por lo tanto, en una serie de experiencias socialesy políticas “por abajo”, en la creación de nuevas formas de apropiacióncolectiva (a menudo limitadas), que se oponen –en parte o totalmente– a laformación social dominante y a los poderes constituidos.3 En otras palabras,2 Michael Löwy, El marxismo en América Latina. Antología desde 1909 hasta nuestrosdías, LOM, Santiago, 2007.3 Para una reflexión colectiva ver, entre otros: GESP (coord.), Movimientos sociales yFRANCK GAUDICHAUD
15cuestiona las formas de organización del trabajo, las jerarquías sociales, susmecanismos de dominación materiales, de género, de raza o simbólicos.América Latina ha sido sacudida, en muchos puntos de su territorio, por esos“destellos autogestionarios” hacia identidades y una geografía social que estáninextricablemente ligadas a las raíces históricas en este continente.En la base de tal dinámica, encontramos una gran diversidad de actorespopulares movilizados, y una lucha de clases áspera, contradictoria y a menudoviolenta, evolucionando de forma no lineal de acuerdo con varios factoresexternos e internos (entre otros: inflexiones y pesos del mercado mundial;desarrollo de las estrategias imperialistas; estructuras económicas y estatales;formas, recursos y repertorios de las organizaciones sociales; capacidad delas burguesías locales para ejercer su hegemonía: (re)composición del sistemaelectoral y de partidos, transformación de regímenes políticos, etc.).4“Giro a la izquierda”, “ola progresista”, “fin del neoliberalismo”: lainflexión política y gubernamental vivida por numerosos países de Sudaméricay también de Centroamérica en la década del 2000 sorprendió a muchosobservadores e incluso fascinó a tantos otros. Por un tiempo, en la pluma deintelectuales de renombre, aunque no siempre muy familiarizados con lahistoria de la región, se instaló una narración idealizada, hagiográfica en al-gunos casos, de la “marea rosa” (Pink Tide).5 Por tanto, como lo sugirió en2016, el teólogo y sociólogo François Houtart, secretario ejecutivo del ForoMundial de las Alternativas, el desafío –en particular para los países que,como Bolivia, Venezuela y Ecuador, dieron lugar a grandes esperanzas en laizquierda de todo el mundo– era encontrar los caminos de una vía concreta depoder popular en Chile. Retrospectivas y proyecciones políticas de la izquierdalatinoamericana, Santiago, Tiempo robado editoras, 2015; Miguel Mazzeo, El sueño de unacosa (introducción al poder popular), Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2007; y, centradoen la experiencia chilena, Franck Gaudichaud, Chile 1970-1973. Mil días que estremecieronal mundo. Poder popular, cordones industriales y socialismo durante el gobierno de Salva-dor Allende, LOM, Santiago, 2016.4 James Petras, Henry Veltmeyer (editores), TheClass Struggle in Latin America. Mak-ing History Today, Critical Development Studies, Routledge, London, 2017.5 Basta con revisar algunas declaraciones de Noam Chomsky y también algunos escritosde Tarik Ali, como: Tarik Ali, Piratas del Caribe. El eje de la esperanza, Foca ediciones,España, 2008.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
16un paradigma postneoliberal y hasta post-capitalista.6 De hecho, se tratabapara algunos militantes sociales y políticos de “democratizar radicalmente lademocracia” y de no permanecer encerrados en un mero proyecto demodernización capitalista y, mucho menos, en un nuevo modelo de despojobasado en el extractivismo de los “commodities”. A 20 años de los inicios deeste ciclo, vemos hoy hasta qué punto este objetivo no ha sido alcanzado, ycomo el desencanto cunde en varios países del “progresismo”, sin que se puedadetectar un movimiento unánime. Desde este punto de vista, es fundamentalestablecer un balance crítico de las últimas décadas, analizando en sucomplejidad el periodo abierto en los años 2000 con la lucha contra lahegemonía neoliberal hasta el actual reflujo de los progresismos y la pro-funda crisis bolivariana (2013-2018), pasando por su “edad de oro” con diversasformas de capitalismo de Estado social y redistributivo, entre 2007 y 2013.Globalmente, es evidente que para pensar los movimientos populares,sus relaciones con los campos políticos e institucionales, su influencia en elcurso de las transformaciones económicas y sociales, sería necesario en símismo un debate teórico y epistemológico sobre la definición de qué significahablar de “movimiento social” o “popular” en América Latina y también sobrelas características específicas de la lucha de clases en el subcontinente. Undebate que escapa a los límites de este corto ensayo.7 Sin embargo, es posibleresaltar algunas ideas sobre este tema.En primer lugar, el concepto mismo de “movimiento sociallatinoamericano” puede referirse a una inmensa variedad de movimientos,colectivos, actores y sus aliados que no necesariamente son procesosemancipatorios con un carácter antisistémico. De hecho, en los últimos 15años, y sobre todo después del 2010, en los países que tuvieron un “giro a laizquierda” vimos también desplegarse una gran cantidad de movilizacionescolectivas, conservadoras o reaccionarias que, en algunos casos, lograron coparla calle con cientos de miles de personas. Pensemos, por ejemplo, en lasderechas y en la sociedad civil brasileña (con colectivos como Vem para a6 François Houtart, “Amérique latine: fin d’un cycle ou épuisement du post-néolibéralisme?”, , Bélgica, 12 de abril de 2016.7 Varias escuelas y corrientes han tratado de definir a los movimientos actuales,particularmente desde la “teoría de los “nuevos movimientos sociales” (retomando a Touraine),a partir de la teoría de la “movilización de recursos” y de la “racionalidad de la acción colectiva”siguiendo a Tarrow y a Olson respectivamente.FRANCK GAUDICHAUD
17rua, Revoltados on line y Movimento Brasil Livre), que, desde finales de 2014,se movilizaron durante semanas en cientos de ciudades, de nuevo en 2015 y2016 exigiendo la destitución de la presidenta de centro-izquierda DilmaRoussef, y después en el contexto de la operación anticorrupción Lava Jato.Estas manifestaciones de masas “antipolíticas”, se dieron en contra del Partidode los Trabajadores (PT), y tuvieron mucho cuidado de no molestar al gobiernointerino ilegitimo de Michel Temer. Estas movilizaciones “anti-corrupción”contaron con el apoyo de los grandes medios de comunicación (en especialdel grupo Globo), el financiamiento de importantes empresas y la direcciónde militantes de derecha y extrema derecha, abriendo así el camino a la elecciónen 2018 del candidato presidencial neo o proto-fascista Jair Bolsonaro. Tambiénpodríamos pensar en las movilizaciones reaccionarias y cesionistas del 2008en la región de Santa Cruz y de la “media luna”8 contra el gobierno de EvoMorales; o el mismo año en la rebelión de los grandes productores agrícolascontra Cristina Kirchner y su programa de impuestos a las exportaciones enArgentina. Las reacciones hostiles en todos los países en contra de lalegalización del aborto, con el apoyo activo de las iglesias católicas y/oevangélicas o las movilizaciones callejeras de la oposición venezolana desdehace más de 15 años son también reflejo de este “rearme” de movimientoscolectivos de masa derechistas en la región. Siguiendo al historiador ValerioArcary, podemos establecer algunos criterios mínimos que permitan determinarel carácter reaccionario, progresista o emancipatorio de los movimientossociales. Entre ellos, su afiliación “histórico-social”, sus motivacionesdeclaradas, su composición social o de clase , el sujeto político movilizado yla orientación ideológica de sus líderes, y finalmente, los principales resultadosy consecuencias de sus acciones colectivas.9Otro problema esencial es que las “etiquetas” sociológicas, como –porejemplo– la apelación a los “movimientos indígenas”, “movimiento popular”o al “movimiento obrero”, no siempre permiten detectar las numerosastensiones y diferenciaciones internas que atraviesan a los movimientos, sustendencias corporativas o “movimientistas”, su composición y su funciona-8 Es así como se denominan a los departamentos orientales que forman una “medialuna” frente a las regiones andinas.9 Valerio Arcary, “Quatro critérios para definir se uma mobilização social é progressivaou reacionária”, Esquerdaonline.com.br Brasil, 6 de diciembre de 2016.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
18miento más o menos vertical, su orientación emancipadora o reaccionaria,etc. Son etiquetas normativas que ayudan por cierto en la interpretación peroque no pueden evitar la necesidad de análisis más precisos y finos con base en elestudio de casos concretos. Nosotros nos interesaremos esencialmente en unconjunto plural de lo que proponemos llamar “movimientos popularesantagónicos”, en el sentido utilizado por varios autores latinoamericanos delmarxismo crítico, como un antagonismo social y acciones colectivas de losde abajo, que están inscritas en la materialidad de las relaciones de fuerza delcapitalismo dependiente y que aspiran a transformarlo total o parcialmente.Movimientos populares considerados como “nuevas radicalidades críticas”,factor antagónico, potencialmente emancipador y como un factor de auto-organización de los subalternos.10 Eso, lo veremos, sin obviar que estos últimospuedan encontrarse, en varias coyunturas, en situación de minoría en el espaciosocial, sobre todo cuando en el último periodo se multiplicaron gran cantidadde movimientos y grupos subalternos de características conservadoras, al ale-ro de iglesias o de corrientes de las extrema-derechas.Finalmente, para pensar lo social y lo político durante el “cicloprogresista”, también hay que tener en cuenta hasta qué punto los conflictosde clases en América Latina, son ciertamente derivados de la resistencia y lasposibilidades de organización de aquellas y aquellos que están abajo, perotambién (y algunas veces en especial por la capacidad de los dominantes paraejercer su hegemonía por consenso, coacción o cooptación/integración).En este capítulo se intenta hacer una síntesis de varios trabajos recientessobre las relaciones cambiantes entre lucha de clases, movimientos populares,Estados y gobiernos durante el periodo (dejando de lado los aspectos deeconomía política, abordados en el segundo capítulo de este libro).11 Paralograrlo, proponemos una periodización general de las experiencias10 Hernán Ouviña, “La política prefigurativa de los movimientos populares en AméricaLatina. Hacia una nueva matriz de intelección para las Ciencias Sociales”, Acta Sociológica,vol. 62, septiembre-diciembre, UNAM/FCPyS, México, 2013, pp. 77-104. Para unaaproximación teórica ver: Massimo Modonesi, Subalternidad, antagonismo, autonomía, Edi-torial Prometeo-CLACSO, Buenos Aires, 2010.11 Este capítulo proviene de reflexiones individuales y colectivas que he desarrolladodurante los últimos 10 años. Ver especialmente: Franck Gaudichaud (director), El Volcan latino-américano. Izquierdas, movimientos sociales y neoliberalismo, Escaparate, Santiago de Chile,2010, y Franck Gaudichaud (coordinador), Américas Latinas. Emancipaciones en construcción,Tiempo Robado Editoras y América en movimiento, Santiago de Chile, 2015.FRANCK GAUDICHAUD
19progresistas, intentando rastrear algunos elementos contextuales de la época,siempre con la conciencia de las grandes diferencias nacionales y de trayectoriaque separan ahora cada proceso y, entonces, del carácter a veces arbitrario delos límites temporales elegidos para delimitar cada etapa. Por eso, intentaremospresentar los puntos específicos de cada país, apoyándose sobre los escritosde varios intelectuales e investigadores críticos que han escrito sobre estaregión del mundo en los últimos años.Neoliberalismo, altermundismoy emergencia plebeya (1990-1999)12Durante el periodo 1950-1970, los conflictos de clases se concentraron, sobretodo, en la lucha de los campesinos por la tierra, contra el latifundio y por lareforma agraria, de otra parte, estuvieron determinadas por las reivindicacionesproletarias (y semi-proletarias) urbanas y del movimiento sindical que sevolvieron notablemente influyentes en los países semi-industrializados comoMéxico, Brasil y Argentina.13 En los años setenta y ochenta, la era de lasgrandes derrotas estratégicas para las izquierdas, el movimiento obrero y elpopulismo, los golpes de Estado y las dictaduras, así como las largas guerrasciviles en Centroamérica, remodelaron profundamente el paisaje continen-tal.14 En el corazón de la Guerra Fría interamericana, las relaciones socialesse reconfiguraron, también la capacidad de intervención de las clasessubalternas, para una generación de militantes que vivía en carne propia larepresión, la tortura y el exilio. Este periodo de años negros, del terrorismo deEstado (y de la Operación Cóndor) todavía tiene efectos en el espacio público.12 Aunque no coincido con las perspectivas analíticas y conclusiones de Katu Akornada yPaula Klachko, si coincido con la periodización que proponen al final de su libro: Katu Arkonaday Paula Klachko, Desde abajo, desde arriba. De la resistencia a los gobiernos populares:escenarios y horizontes del cambio de época en América Latina, Editorial Caminos, La Habana,Cuba, 2016.13 Para una síntesis histórica, consultar: Mónica Bruckmann y Theotonio Dos Santos,“Balance histórico de los movimientos sociales en América Latina”, CETRI.be Bélgica, 16 demayo de 2018.14 En la memoria colectiva de América Latina quedaron el aplastamiento de la revoluciónchilena (1973); el asesinato del Che Guevara, a sus 40 años, con sus camaradas guerrilleros enBolivia; los golpes de Estado contra gobiernos democráticos (por ejemplo, el de Arbenz enGuatemala en 1954, del general Torres en Bolivia en 1971 y el de Joao Goulart de Brasil en1964) y la guerra contra-revolucionaria en Nicaragua durante los años ochenta.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
20Permitió a las élites locales (y a Washington) “domesticar” las rebelionescolectivas que estaban emergiendo y abatir el espectro revolucionario querecorría el continente después de la Revolución Cubana. Esta últimaciertamente ha sobrevivido, pero aislada, con un pueblo asfixiado por elbloqueo económico más largo en la historia contemporánea y en medio deataques permanentes, además de sus numerosas contradicciones internas yderivas. Desde este punto de vista, 60 años después de la entrada de FidelCastro y sus tropas en la Habana, con el colapso de su aliado soviético, lasdificultades de la vida cotidiana en la isla, el deceso del “líder máximo” y la“actualización del modelo” cubano marcan un cambio de época para todaAmérica Latina.La “década perdida” en los años ochenta y la “larga noche neoliberal” enlos años noventa y dos mil son el fruto de un campo de ruinas que dejaron lasclases dominantes latinoamericanas, el imperialismo y las fuerzas armadasluego de usar la fuerza bruta para modificar de manera durable las relacionesde clases en su favor. Los actores sociales y el eje de las movilizacionessufrieron modificaciones substanciales, mientras que las izquierdas históricasy revolucionarias fueron barridas o perjudicadas en este nuevo contexto.Sin embargo, en la región se fueron instalando de manera paulinaregímenes constitucionales, que permitieron un difícil retorno hacia laconstrucción de un Estado de derecho, con elecciones libres, favorecido porlos cambios en el contexto internacional, las resistencias socio-políticas y lacrisis económica de los regímenes cívico-militares. Evidentemente, esasdemocratizaciones representan un paso adelante esencial respecto a la etapaanterior en términos de derechos fundamentales y humanos. No obstante, estassucesivas olas de “transiciones” posautoritarias dieron lugar, la mayoría delas veces, a democracias electorales de “baja intensidad” pactadas entre lasclases dirigentes, la oposición moderada, los empresarios y las fuerzas militares.Esos regímenes representativos basaron su consolidación en la profundizacióndel modelo capitalista neoliberal iniciado muchas veces durante el periodoautoritario (a veces muy temprano como en Chile) y legitimaron la impunidadde los responsables de las violaciones de los Derechos Humanos. La crisis dela deuda externa15 abrió las puertas al Fondo Monetario Internacional (FMI)15 Estas deudas pueden ser consideradas como “odiosas” por algunos, y desde un puntode vista jurídico ilegítimas, porque fueron adquiridas durante las dictaduras que por definiciónFRANCK GAUDICHAUD
21que le impuso a los Estados latinoamericanos los famosos “ajustesestructurales”: privatizaciones en cascada, desentendimiento del Estado delas políticas públicas, restricciones salariales, fin de las barreras aduaneras,etc. Esta ofensiva se acentuó en los años noventa y dos mil, porque si laseconomías de la región frenaron la inflación galopante, lo hicieron al costo deuna regresión social, un incremento de las asimetrías en las relaciones Norte-Sur y una contradicción gigantesca entre las pretensiones democráticas delsistema político y el régimen de acumulación de capital.16 Un ejemplo, entremuchos otros, de este periodo son los años de Menem en Argentina (1989-1999).En esas condiciones, no es sorprendente el creciente desencanto de las ylos ciudadanos con sistemas políticos y electorales “democráticos” queparecían estar al servicio de un puñado de empresarios y de familias de laoligarquía. Incluso las propias instituciones internacionales lo reflejan en susestudios: en 2004, en un lenguaje muy típico de la ONU, el Programa de lasNaciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en un reporte constata que laevolución política en la región es positiva por la existencia de “democraciaselectorales”, de acuerdo a sus criterios internacionales. Sin embargo, el mismoinforme señaló la ausencia de “democracias ciudadanas” y puso en duda la“calidad de la democracia”, marcada por la baja participación electoral ygrandes deficiencias en la cohesión social y étnica.17 A lo que debería agregarseel mantenimiento de niveles muy altos de corrupción y violencia política, laimpunidad y el crecimiento del crimen organizado y/o del narcotráfico.En paralelo a esta crisis democrática, el sub-continente se reafirmó, comola región por excelencia de las desigualdades y los antagonismos de clase, degénero, socio-étnicos y territoriales (con sus casos extremos como Brasil yChile). El porcentaje de la riqueza captado por el 10% más rico de la poblaciónfue en constante aumento desde los años ochenta hasta mediados de la décadano fueron elegidas. La deuda exterior de América Latina y el Caribe era de 32 mil millones dedólares en 1970, de 270 mil millones en 1980 y ya excedía los 780 mil millones en el 2002 Sinembargo, durante ese tiempo América Latina había pagado 91 veces el monto de la deuda de1970.16 Atilio Borón, Tras el búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismode fin de siglo, FCE/CLACSO, Buenos Aires, 2000.17 PNUD, La democracia en América latina. Hacia una democracia de ciudadanas yciudadanos, [en línea], Organización de las Naciones Unidas, New York, 2004.

23progresistas o nacionales-populares en clave electoral para tomar el poder delEstado. También hay que decir que los años noventa fueron el escenario deprofundas crisis económicas que demostraron la incapacidad del neolibera-lismo para estabilizarse a largo plazo, particularmente en las tres grandeseconomías de América Latina: México en 1994, Brasil en 1999 y Argentinaen 2002.Esta época fue entonces el teatro de la expresión creciente deldescontento popular y de la insatisfacción de aquellos “de abajo” queimpulsaron la reorganización de las formas de resistencia y el retorno deuna fuerte explosividad social. Para entender el surgimiento de estosestallidos contra el neoliberalismo podemos remontarnos a la revuelta popu-lar de abril de 1984 en República Dominicana, o al 27 de febrero de 1989con el Caracazo, el día en que “el pueblo venezolano despertó”: unos mesesantes de la caída del muro de Berlín, cuando los habitantes de Caracas quevivían mayoritariamente en los barrios pobres (80% de la población) serebelaron contra la aplicación brutal de las medidas del F MI por elvicepresidente de la Internacional Socialista de la época, el presidente deVenezuela, Carlos Andrés Pérez (CAP). La respuesta del gobierno fue brutal:el despliegue del ejército y la autorización para disparar a la multitud. Elsaldo de la represión fue de más de 1,000 muertos en cuatro días.19Los movimientos populares irrumpieron en la escena, de manera desigualy combinada, según los países y sus historias nacionales, pero esta vez en uncontexto de fragmentaciones neoliberales, y por lo tanto con nuevos actoresmovilizados. Como señaló el sociólogo Bernard Duterme del CentroTricontinental (Bruxelas):Tres décadas de recesión, represión institucional y ofensiva ideológica neoliberalhan alterado profundamente los movimientos sociales clásicos latinoamericanos.Antes de las dictaduras, estos movimientos –campesinos, trabajadores yestudia ntes– se posicionaron frente al pr oyecto “na ciona l-popula r” y“desarrollista”, aprovechando la constitución de un Estado social dentro de unaforma de capitalismo dependiente con respecto a los países del Norte. En losúltimos 15 años (1990-2005), tras el final de los regímenes militares, surgieronnuevas fuerzas sociales en la protesta, movimientos de pobladores de barrios19 Steve Ellner, “Memories of february 27: Uncovering the deadly truth”, Commonweal,vol. 117, núm 22, New York, 1990, pp. 740-741.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
24pobres, movimientos de mujeres, movimientos de los sin tierra, de losdesempleados, movimientos indígenas…, que impusieron nuevos temas en laagenda de las luchas sociales, articulados a una crítica renovada del capitalismo.Paradójicamente por las nuevas formas de exclusión, pero también por la aperturarelativa de espacios políticos generados por la liberalización de la región y laevolución de las estructuras socio-económicas, estos nuevos actores se afirmaronsocial y culturalmente al margen de las representaciones y las mediacionesinternacionales.20La problemática de los movimientos populares, de su relación con lapolítica y el Estado se renovó y confirmó la incapacidad de los mecanismosinstitucionales (neoliberales) para resolver las crisis sociopolíticas en un marcolegal y constitucional. Entre las características llamativas de estas movili-zaciones, es necesario enfatizar ante todo la importancia de la relación con elterritorio, los barrios y/o la organización comunitaria. Esto responde a lasnuevas modalidades de expansión del capital trasnacional y a un patrón deacumulación centrado en el acaparamiento de los recursos naturales (y ya noen una estrategia de industrialización por sustitución de importación). Esterepliegue territorial marca también un descenso en el peso de las organizacionestradicionales (sindicales o políticas) en los lugares de trabajo y en la expansiónde la precariedad y el desempleo en un contexto de privatizaciones y despidosen el sector industrial. Se trata de un cambio en las fronteras de la explotacióny la exclusión, que hacen del territorio un lugar de confrontación sociopolíticaesencial. Un ejemplo de estas disputas es el nacimiento del movimiento delos piqueteros en Argentina: los desempleados llevaron su resistencia de lafábrica al territorio, con bloqueos de rutas (piquetes)para interpelar a lospoderes públicos y a los medios, reclamando el apoyo del Estado, y poco apoco, iniciando un proceso de auto-organización de actividades productivas(de sobrevivencia) en sus barrios.21Pero esta lucha por el territorio también está en las movilizaciones que sedan afuera de la ciudad, con la multiplicación de los movimientossocioambientales en defensa del agua, la naturaleza y el “buen vivir”, contralos mega proyectos extractivos, las presas hidroeléctricas, las actividades20 Bernard Duterme, “Amérique latine: 20 ans d’échec du néolibéralisme”, Revue, Bélgica, 15 de mayo de 2016.21 Maristella Svampa y Sebastián Pereyra, Entre la ruta y el barrio. La experiencia de lasorganizaciones piqueteras, Editorial Biblos, Buenos Aires, 2003.FRANCK GAUDICHAUD
25petroleras y la minería a cielo abierto, contra la rápida expansión de la agro-industria transgénica o el monocultivo forestal y sus “desiertos verdes”.22 Losmovimientos indígenas, que ya eran fuerzas importantes, se volvieron asífuerzas de primer orden en la resistencia anti-neoliberal. Estos actorescontestatarios con la reivindicación de sus territorios ancestrales se hanenfrentado directamente a las empresas multinacionales. Reivindican suidentidad y la descolonización de los Estados, y reclaman justicia social y unnuevo “color” del poder contra el racismo estructural que constituyó el cementode las repúblicas oligárquicas desde el siglo XIX. La CONAIE (Confederación deNacionalidades Indígenas del Ecuador) es, junto con otros, el paradigmade este eje del conflicto. Fundada en 1986, con el objetivo de unificar a lascomunidades y a las asociaciones indígenas locales y regionales, estaorganización se convirtió en la punta de lanza de las luchas de su país. En1990, la CONAIEorganizó uno de los levantamientos más grandes que haconocido Ecuador hasta ahora, con un repertorio de acción muy variado:bloqueos de tierras agrícolas, manifestaciones y ocupaciones de grandespropiedades e instituciones. A pesar de la represión, esta fecha marca lairrupción de los indígenas ecuatorianos en la escena política continental einauguró diez años de tensiones que provocaron la caída de varios gobiernos.23Otros rasgos importantes de estos movimientos populares son la clarareivindicación de las formas de acción directa, la horizontalidad y lademocracia autogestionaria, con la asamblea como el espacio privilegiado dedeliberación y toma de decisiones. Las formas delegadas de participaciónfueron ampliamente criticadas, como formas “tradicionales” de hacer política,y como mecanismos de intervención de las izquierdas partidarias en losmovimientos sociales. Desde su creación en 1985, el MST (Movimento dosTrabalhadores Rurais Sem Terra) se formó sobre estas bases, inscribiéndoseen la continuidad histórica de la resistencia de los campesinos brasileños.Organizando ocupaciones masivas de las grandes propiedades en nombre dela reforma agraria y de la justicia social, reivindicando la democracia22 Los ejemplos de luchas son múltiples y variados: Cfr. José Seoane, Emilio Taddei yClara Algranati, Desafíos para los movimientos sociales y los proyectos emancipatorios deNuestra América, Ediciones Herramienta y El Colectivo, Buenos Aires, 2013.23 Julie Massal, Les mouvements indiens en Equateur. Mobilisations protestataires etdémocratie, Karthala, Paris, 2005.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
26participativa y popular, la pedagogía de la liberación, la auto-formación ypracticando la agroecología en miles de assentamentos (tierras tomadas y le-galmente reconocidas) y en los acampamentos (ocupaciones), el MST seconvirtió en el principal movimiento rural de los campesinos sin tierralatinoamericanos. Y es, hasta hoy, uno de los movimientos masivos másimportantes del planeta. Se estima que actualmente el movimiento agrupa 1,5millones de personas, que ha construido 1800 escuelas y conquistado “desdeabajo” alrededor de 7 millones de hectáreas (dos veces el tamaño deDinamarca).24Por último, un aspecto a considerar de este ciclo de luchas, es lareivindicación ampliamente compartida de una mayor “autonomía” y unarelación mucho más compleja y flexible, menos instrumental con el campopolítico y los partidos: esta autonomía no significa un rechazo de la política,más bien pone el énfasis en la autodeterminación, en la construcción de nuevoshorizontes utópicos, aquí y ahora, que tienden a cuestionar las gramáticas“clásicas” de la izquierda revolucionaria y socialdemócrata sobre la conquistadel poder del Estado:Asimismo, la demanda de autonomía da cuenta de una transformación importanteen el proceso de construcción de las subjetividades políticas, como resultado delos cambios que ha habido en la sociedad contemporánea en las últimas décadas.Más aún, podríamos decir que la conjunción entre identidad territorial, accióndirecta, difusión de modelos asamblearios y demanda de autonomía han idoconfigurando un nuevo ethos militante, esto es, un nuevo conjunto de orientacionespolíticas e ideológicas que configuran la acción colectiva y se expresan a travésde nuevos modelos de militancia: militantes sociales o territoriales, militantessocio-ambientales, activistas culturales, entre otros.25En los años noventa, una encarnación de esta tendencia fue el surgimientodel Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el primero de enero de1994, en la Selva Lacandona en el estado de Chiapas en México. El mismoaño en que el intelectual conservador Jorge Castañeda publicó su libro La24 Bruno Konder, L’action politique des sans-terre au Brésil, L’Harmattan, Paris, 2004;Ana María Rocchietti, “El Movimiento de los Trabajadores sin Tierra (MST) del Brasil: susorígenes y el carácter de su lucha”, Revista Herramienta.com.ar Buenos Aires, 2001.25 Maristella Svampa, “Movimientos sociales y nuevo escenario regional: Las inflexionesdel paradigma neoliberal en América Latina”, Sociohistórica, núm. 19-20, Universidad Nacionalde la Plata, Argentina, 2006, pp. 141-155.FRANCK GAUDICHAUD
27utopía desarmada,26 el grito “¡Ya basta!” de los neozapatistas anunció suoposición a la integración neoliberal del TLCAN (Tratado de Libre Comerciode América del Norte) y apostaron por la renovación de las resistencias quedebía conjugar la democracia social y política con la igualdad y la diversidadpara construir “un mundo donde quepan muchos mundos”. Para elsubcomandante Marcos significaba rechazar la uniformización del mercadoglobalizado, respetar las identidades indígenas, sin olvidar el internacionalismo,y todo manteniéndose a distancia del Estado central.27 Los zapatistas,manteniendo su capacidad de autodefensa armada, comenzaron a construiruna experiencia única en el mundo con las “Juntas de Buen Gobierno”, basadasen la distribución de responsabilidades y apoyadas por una amplia estructurade comunidades indígenas organizadas, cuya capacidad de construir con eltiempo alimentó fuertemente los debates en la izquierda sobre la cuestiónestratégica del Estado y de cómo enfrentar al neoliberalismo.La región se convirtió en el faro de un “nuevo internacionalismo”,28 porejemplo, a través de la contra-cumbre en oposición al poderoso foro económicode Davos, o con la campaña continental contra la deuda. En paralelo, segestaron desde Brasil y Porto Alegre, los primeros Foros Sociales Mundiales(FSM) que dieron nacimiento al movimiento altermundialista y sus diversasexpresiones “local-global”. En 1992-1993, el MST participó a la formación dela “Vía campesina”, una articulación mundial de organizaciones rurales quemilitaban por la soberanía alimentaria y la agricultura campesina.29 En abrilde 1997 también se fundó la Alianza Social Continental (ASC) en Belo Horizonte(Brasil). Esta coordinación reagrupó a los movimientos sociales de 35 paísesde América y el Caribe para luchar contra el proyecto del Área Libre Comerciode América (ALCA): entre 1998 y 2005, la ASC organizó tres “Cumbres de lospueblos de América” frente a las Cumbres de las Américas de los jefes de26 Jorge Castañeda, Utopia Unarmed: The Latin American Left After the Cold War, Knopf,New York, 1993.27 Gloria Muñoz Ramírez, EZLN: 20 et 10, le feu et la parole, Nautilus, Paris, 2004;Jérôme Baschet, La Rébellion zapatiste. Insurrection indienne et résistance planétaire,Flammarion, Paris, 2005.28 Geoffrey Pleyers, Alter-Globalization. Becoming Actors in the Global Age, Polity Press,Cambridge, 2010.29 La Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) fue fundadaen 1994 como un producto directo del “nuevo internacionalismo” indígena y campesino.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
28Estado y de gobierno. Permitiendo, en cada Cumbre, movilizar cientos demovimientos sociales, ONGs, sindicatos de todo el continente y elaborar unaagenda común de luchas, hasta lograr el fracaso del ALCAen 2005, en Mar delPlata en Argentina.En todos estos encuentros, estaba sólidamente presente el movimiento demujeres y feminista que buscó reorganizarse después de un período de fuertecrecimiento e institucionalización:Durante la década de los ochenta, el feminismo se desarrolló y diversificóconsiderablemente. Simultáneamente, se alejó de su primera perspectiva global(cambiar el mundo, acabar con la opresión), para especializarse en diferentestemas particulares. La existencia de importantes financiamientos internacionalescontribuyó mucho también a la formación de redes temáticas (despenalizacióndel aborto, lucha contra la violencia, participación política, etc.), en torno a lascuales el movimiento se reestructuró progresivamente. Los años noventa se vieronmarcados por una clase de crisis de crecimiento: las tensiones se concretaronentre feministas de hueso colorado, las más críticas con los partidos y las prácticaspolíticas de la izquierda, a las que a veces se les reprochaba un cierto elitismo y/o radicalismo, y las defensoras del feminismo de los sectores populares, a vecescalificadas de populistas y maternalistas. Se cristalizaron dos grandes tendencias,en un contexto de profesionalización-institucionalización-recuperación delmovimiento y de pérdida de referencias ideológica.30El endurecimiento y la reorganización en las relaciones sociales de sexo,raza y clase obligaron a las feministas a proponer nuevas estrategias deorganización que dieron sus frutos en la década siguiente.Lo mismo sucedió con el debilitado movimiento sindical: a partir de losaños ochenta y noventa, enfrentando una cierta esquizofrenia entre lasconstituciones que afirmaban derechos para los trabajadores y las legislacionesque organizaban la precariedad neoliberal, dividiendo a la clase obrera entreuna franja minoritaria con trabajadores fuertemente integrados, sindicalizadosy estables, y por otro lado un “precariado” mayoritario, oscilando entre lostrabajos temporales y el sector informal. La privatización de los sectorespúblicos altamente sindicalizados, la caída en la tasa de sindicalización pordebajo del 15%, la transformación profunda del trabajo y la desindustrializaciónfragmentaron al actor sindical y alimentaron la pérdida de identidad de claseentre los trabajadores. Los sistemas de pensiones se privatizaron, con diferentes30 Jules Falquet, “Análisis del movimiento feminista latinoamericano y del Caribe frentea la globalización” en Franck Gaudichaud, El Volcán Latino-américano, op. cit., pp. 69-77.FRANCK GAUDICHAUD
29intensidades, en 12 países latinoamericanos. El fenómeno de la informalidadcreció y llegó a más del 60% de la población activa en ciertos países. Losbastiones de la clase obrera industrial que formaron el núcleo duro de unsindicalismo fuertemente organizado y politizado en los países del Cono Surse vieron muy afectados y el vínculo corporativista entre el Estado y elmovimiento sindical profundamente sacudido (hasta la destrucción a veces),a pesar de mantener algunos arreglos con las burocracias sindicales en sulugar.31 El movimiento sindical estaba dividido sobre qué actitud adoptar frentea estos cambios: entre una confrontación militante y una negociación con losgobiernos neoliberales para aminorar los efectos de las reformas.32 En Brasil,el movimiento sindical contribuyó al restablecimiento de la democracia en1985 y el ala mayoritaria del sindicalismo, organizada en la CUT (Central Únicados Trabalhadores) consolidó una oposición frente a los gobiernos neoliberalesde los años noventa (Collor, Franco, Cardoso), mientras estableció fuertesvínculos con el Partido de los Trabajadores (PT). Sin embargo, el número dehuelgas se redujo a la mitad durante esta década y las demandas de loshuelguistas se volvieron fundamentalmente defensivas. En Argentina, la prin-cipal central sindical, la Confederación General del Trabajo, optó por lanegociación con el gobierno, desmovilizando a sus adherentes a cambio dealgunas concesiones y de la escisión de la Central de Trabajadores Argentinos(CTA) y del Movimiento de los Trabajadores Argentinos (MTA), muy críticos.Aun así, el sindicalismo experimentó un “periodo de hibernación” durantelos años noventa. De la misma forma, en Venezuela, la Confederación deTrabajadores de Venezuela (CTV) aceptó modificaciones en las prestacionessociales, muy desfavorables para los trabajadores, con lo que aceleró sudesprestigio. Al mismo tiempo, una nueva generación de militantes de la luchade clases comenzó a resistir, incluso en contra de sus direcciones sindicales ycomenzó a establecer convergencias con otros actores del campo popular.3331 Ruth Berins Collier y Samuel Handlin (directores), Reorganizing Popular Politics:Participation and the New Interest Regime in Latin America, University Park, Pennsylvania,2009.32 Franck Gaudichaud y Thomas Posado, “Introduction. Syndicats et gouvernements latino-américains : une réinstitutionnalisation?”, Cahiers des Amériques latines, núm. 86, París, 2017.33 Thomas Posado, “Itinéraire d’un syndicaliste devenu candidat à la présidentielle:Utilisation et contention d’un militant ouvrier dans le Venezuela de Chávez”, Amérique LatineHistoire et Mémoire., núm. 28, Paris, 2013.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
30Por lo tanto, es un panorama complejo el que se encuentra a finales de losaños noventa. A pesar de múltiples contradicciones, dispersiones y dificultades,estos diversos movimientos iniciaron lo que aquí proponemos nombrar una“larga ola en la lucha de clases latinoamericanas”, en un contexto que, hayque destacar, fue muy hostil, en donde la represión se multiplicaba y elneoliberalismo continuaba avanzando (con el gobierno de Menem en Argen-tina y la dictadura de Fujimori en Perú). Estas movilizaciones fueron en unprimer momento fundamentalmente defensivas y reivindicativas. Es interesantenotar que este despertar es común a todos los países del Sur y que está ensincronía con una dinamización de la sociedad civil global.34La pluralidad de los sujetos en lucha nos permite hablar de una emergenciaplebeya, no sólo proletaria o popular (porque integra a sectores de clasesmedias), y que está directamente ligada con el carácter “abigarrado” (en elsentido propuesto por el sociólogo boliviano Zavaleta Mercado) de unaidentidad social de los actores movilizados en este periodo neoliberal. Esprecisamente este pueblo “polimorfo” movilizado, con una hibridación origi-nal de formas de organización comunitarias, de colectivos urbanos y conreferentes modernos sindicales y de clase, el que los progresismos y lasizquierdas capitalizaron en las urnas. También son estos pueblos en resistencialos que facilitaron la apertura del ciclo progresista, incluso mostrando enalgunos casos una fuerza telúrica destituyente, capaz de echar abajo gobiernos,transformando profundamente la fisonomía política de la región.

31más en el “poder hacer” (potentia) de la auto-organización local y concretaque en el “poder sobre” (potentas) de los proyectos estatales y partidarios dela izquierda. Una mirada que se vio reforzada y justificada por el naufragiosocial-liberal del conjunto de la socialdemocracia y por la conversión neoliberalde los populismos históricos, con ciertos ejemplos “extremos”: los gobier-nos de la concertación en Chile (1990-2010), de Menem en Argentina (1989-1999) y el último gobierno de Paz Estenssoro (1985-1989) del MN R(Movimiento Nacionalista Revolucionario) en Bolivia (que invitó aleconomista Jeffrey Sachs a reestructurar toda la economía para frenar lainflación). Sin embargo, los límites de una perspectiva de construcción dealternativas centradas en exclusiva en lo social aparecieron rápidamente en-tre las y los militantes que querían acabar con la hegemonía neoliberal. Muchosllegaron a la conclusión de que se debía buscar los caminos de unatransformación del poder desde abajo y desde el Estado, incluso utilizando elespacio electoral para conquistar influencia y espaciosEn síntesis, los años dos mil se caracterizan por el regreso de fuerzas socio-políticas partidarias y por una creciente unificación de movimientos conduciendoalgunos de ellos a la fundación de fuerzas partidarias que disputaron las eleccioneslocales y/o nacionales, y pretendieron acceder por las urnas a los gobiernos ytransformar la sociedad desde ahí también (más o menos radicalmente). Porsupuesto, este vínculo entre el espacio de los movimientos populares y el campopolítico tiene temporalidades muy diferentes según los países: se produjo conuna brusca ruptura y aceleración “disruptiva” en países como Bolivia y Ecua-dor; y después de una larga trayectoria de participación-institucionalización enBrasil, Uruguay y Nicaragua. También con situaciones “intermedias” quecombinaron la insurrección en las calles con la continuidad peronista como enArgentina o con la emergencia de una figura militar “populista de izquierda”como en Venezuela.Así, siguiendo diferentes caminos, los movimientos populares abrieronel siglo al progresismo y al regreso del anti-imperialismo político, utilizandopresentado ampliamente y discutido este debate en: Franck Gaudichaud, “América Latinaactual. Geopolítica imperial, progresismos gubernamentales y estrategias de poder popularconstituyente”, entrevista de Bryan Seguel en Grupo de Estudios Sociales y Políticos(coordinadores), Movimientos sociales y poder popular en Chile. Retrospectivas y proyeccionespolíticas de la izquierda latinoamericana, Tiempo robado editoras, Santiago de Chile, 2015,pp. 237-278.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
32una “estructura de oportunidad política”36 que fue bastante favorable. Con elmantenimiento de los regímenes constitucionales representativos y consistemas electorales pluralistas (a pesar de todas sus debilidades), el fin de laGuerra Fría, un contexto económico internacional más favorable que en elpasado, y, en fin, una crisis de legitimidad creciente de los dirigentes políticostradicionales, que permitieron un alineamiento creciente de sectores de lapoblación con las reivindicaciones de los movimientos populares, el escenarioparecía abierto para vientos de cambio.37 La acumulación de fuerza desde lacalle y desde los movimientos facilitó de varias maneras la ola de victoriasque transforma América Latina como la única región del mundo gobernadamayoritariamente por la centro-izquierda y el nacionalismo popular durantemás de diez años.38 Por un lado, gracias a sus poderosas movilizaciones –aveces insurrecciones como en Argentina, en Bolivia o en Ecuador a comienzosde 2000– contra los regímenes políticos, los partidos y las oligarquíaseconómicas. Por otra parte, por la formulación de reivindicaciones, demandascolectivas y participación en la elaboración de los programas de los candidatosprogresistas, sobre temas tan diversos como sistemas democráticos, recursosnaturales, modelos económicos, derechos indígenas, relaciones laborales, etc.Por último, los movimientos también han constituido fuertes bases de apoyodurante las campañas electorales. En algunos países son los movimientospopulares los que han impulsado la formación de partidos o han contribuido aello: en Bolivia, el Movimiento al Socialismo (MAS) se apoya sobre elmovimiento campesino-indígena, en Ecuador, la coalición Alianza PAIS se habeneficiado de un fuerte apoyo de los movimientos indígenas, en Brasil, elmovimiento sindical y obrera participó (aunque en un periodo anterior) en lafundación del Partido de los Trabajadores (PT).Entre las coyunturas másespectaculares y explosivas del momento plebeyo de las últimas décadas, se36 Sidney Tarrow, Power in Movement: Collective Action, Social Movements and Poli-tics, Cambridge University Press, 1994.37 Carlos Moreira, Diego Raus y Juan Carlos Gómez Leyton, La nueva política en AméricaLatina. Rupturas y continuidades, ed. Trilce, Montevideo, 2008.38 Cfr.: Patrick Barrett, Daniel Chavez, and Caeser Rodriguez-Garavito (eds.), The LatinAmerican Left: Utopia Reborn, Pluto Press, Londres, 2008; Eric Hershberg, Fred Rosen (eds.),Latin America after Neo Liberalism: Turning the Tide in the 21st Century, The New Press /NACLA, Nueva York, 2007, y Christophe Ventura, “Brève histoire contemporaine desmouvements sociaux en Amérique latine”, Mémoire des Luttes, 2 août, Paris, 2012.FRANCK GAUDICHAUD
33pueden citar lo que el marxista argentino Claudio Katz nombra, con razón, las“cuatro rebeliones populares”.39 Encontramos entonces estas “figuras de larevuelta” que tienen sus raíces en la historia profunda del continente y marcancon hierro rojo el comienzo del nuevo siglo, una temporalidad de la fracturaque parece ser capaz de barrer todo momentáneamente y refundar la sociedad:“por diferentes razones, los mecanismos de control social y político seencuentran –por un momento– desbordados e inadecuados y luego se abrepor un tiempo indeterminado otro espacio-tiempo donde los códigos y normasvigentes hasta ese momento se encuentran suspendidas y dejan de seractuales”.40Estas brechas son momentos de “coyunturas estratégicas” en el sentidode Gramsci, en el que se condensan numerosas contradicciones sociales,capaces de abrir (o de cerrar) ciclos políticos de transformación.La primera gran rebelión en estos países se va a encarnar –por un tiempo–en la principal ruptura anti-imperialista del continente, Venezuela. El incendioinicial se dio en 1989 con el Caracazo (mencionado con anterioridad). Desdela caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y la firma del Pacto dePunto Fijo (1958) –una alianza del partido socialcristiano (COPEI) y de AcciónDemocrática (AD, socialdemócrata), excluyendo al Partido Comunista–, Vene-zuela estuvo presente como un ejemplo de “estabilidad democrática”. ElCaracazo es el momento en el que las mayorías olvidadas de la poblaciónentran en escena, dejando el telón de fondo del régimen político. Como ya lovimos, la revuelta fue reprimida ferozmente, pero se prolongó de cierta manera“desde arriba” con la tentativa de golpe de Estado (fallido) nacional-progresista,que, en 1992, intentó el joven teniente-coronel paracaidista Hugo Chávez Frías,con el apoyo del MBR (Movimiento Bolivariano Revolucionario). Pero estefracaso inicial finalmente condujo a una sorpresiva victoria electoral de Chávezen las elecciones presidenciales de 1998 con el apoyo del Movimiento QuintaRepública y de partidos de izquierda como “Polo Patriótico”: comenzandoasí la larga experiencia de la “Revolución Bolivariana”, excepcional y39 Claudio Katz, Las disyuntivas de la izquierda en América Latina, Ediciones Luxem-burg, Buenos Aires, 2008.40 Nicolas Pinet, “Introduction: Éléments pour une grammaire de la révolte “, en NicolásPinet (coordinador), Figures de la révolte: Rébellions latino-américaines (XVIe-XXe siècles),Syllepse, Paris, 2016, pp. 7-29.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
34contradictoria. En este caso, se articula el colapso del sistema de partidosdominantes de la Cuarta República con el surgimiento de una figuracarismática, nacionalista y popular, que encarna corporal, simbólica ydiscursivamente al Pueblo, en un Estado rentista, petrodependiente con unatradición débil de movimientos de masa o revolucionarios.Fue en Argentina donde surgió la segunda grande “insurrección” delperiodo anti-neoliberal. Así, a finales del 2001, explotó, después de años dealineamiento de la economía con el dólar, una crisis de liquidez severa, lareducción drástica de los salarios públicos y privados, privatizaciones, la ex-plosión del desempleo, y finalmente el establecimiento del corralito, impulsadopor el ministro de Economía Domingo Cavallo, que limitó los retiros bancariosy buscaba salvar a los grandes banqueros antes que a las clases medias. Despuésde una jornada de huelga general, varios días de “cacerolazo” y disturbios(con muertos incluidos), los días 20 y 21 de diciembre de 2001 quedarongrabados en la memoria de los argentinos,41 obligando al presidente De la Rúaa huir en helicóptero de la Casa Rosada(el palacio presidencial). Su sucesorsólo duró cinco días en el poder. Se movilizaron especialmente las clasesmedias urbanas empobrecidas, junto con algunos de los más precarios, elmovimiento sindical tradicional que había quedado desgranado. El siguientegobierno, de Duhalde, también tuvo que enfrentar las luchas y la indignaciónpopular y continuó con la represión al movimiento “piquetero”. En 2002,Argentina era sin duda un laboratorio de nuevas formas de acción colectivas,visible en las movilizaciones de los desocupados, la aparición de asambleasbarriales, fábricas recuperadas por los trabajadores y la multiplicación decentros culturales, jardines, comedores y guarderías colectivas autogestionadas.Una dinámica que venía emergiendo desde mediados de los años noventa conel desarrollo del movimiento “piquetero” y de los “trabajadores desocupados”.En la efervescencia de 2001-2002, la necesidad de la solidaridad y lasexperiencias cooperativas tendieron a imponerse. Sin embargo, en 2003, sedio una declinación de las resistencias, la fragmentación del movimientopiquetero y sindical, y los intentos peronistas por “domar” y canalizar estasfuerzas dieron paso a una aspiración por regresar “al orden”. Ante la falta deuna alternativa coherente de izquierda (a diferencia de Bolivia) y sin un lídercarismático (como en Ecuador o en Venezuela), los sectores progresistas del41 Ver el documental de Pino Solanas, Memoria del saqueo, Argentina, 2003.FRANCK GAUDICHAUD
35peronismo ganaron las elecciones, con la llegada de Néstor Kirchner y su“Frente por la Victoria” al poder del Estado. El nuevo gobierno justicialistaimpuso la consigna de “Por un país serio, por un país normal”, para intentarresponder en parte a las exigencias de las clases medias, desarrolló un discursolatinoamericanista y acabó con la ley de “punto final” y la impunidad para losresponsables de la dictadura.42La tercera rebelión, fue en Ecuador con los pueblos indígenas. Ya hemosmencionado el papel central que jugó la CONAIE. De hecho, por lo menos dosgobiernos fueron literalmente “abatidos” por las organizaciones indígenas ysus aliados en los noventa. Después de las movilizaciones de 1994 por “lavida y la reforma agraria” que paralizaron Quito por dos semanas, la Con-federación provocó la caída del presidente Bucaram en 1997, y permitió lacreación del Fondo Nacional por el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.Mientras tanto, se estaba intentando el paso de lo social a lo político, como enel resto de la región, de esta forma la CONAIE creó (junto con organizacionescampesinas) el partido Pachakutik (1995), formación que ganó rápidamentevarias elecciones a nivel local y parlamentario, pero perdió en laspresidenciales. Por último, en el año 2000, frente a la grave crisis económica,la corrupción y la dolarización de la economía, el presidente neoliberal Mahuadfue destituido, luego de seis meses de intensos enfrentamientos callejeros yde una disidencia creciente en el seno de las fuerzas armadas. La dirección dela CONAIE se vio entonces embarcada en un proyecto político populista cuandoapoyó al ex-coronel Gutiérrez en las elecciones del 2002 e, incluso, formóparte de su gobierno con dos ministros. El idilio fue breve, pero el costo políticode esta participación catastrófica se dio a largo plazo (y se extiende, en parte,hasta hoy). En abril 2005, fue una revuelta esencialmente de las clases mediasurbanas, de estudiantes y de ciudadanos de a pie que provocaron la caída deGutiérrez , indignados por una serie de escándalos de corrupción eirregularidades institucionales y jurídicas perpetradas por el presidente (entreellas, la intervención en la Corte Suprema de Justicia para permitir el regresode Bucaram que estaba exiliado).43 La CONAIE estaba paralizada y fraccionada.42Cfr.: Maristella Svampa, “Las fronteras del gobierno de Kirchner”, Revista Crisis, núm.0, Argentina, diciembre de 2006, y Ana Soledad Montero, ¡Y al final un día volvimos! Los usosde la memoria en el discurso kirchnerista (2003-2007), Prometeo, Buenos Aires, 2011.43 Franklin Ramírez Gallegos, La insurrección deabril no fue sólo una fiesta, Taller elColectivo-Abya Yala, Quito, Ecuador, 2005.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
36Este nuevo derrocamiento presidencial abrió espacio a nuevos actores einiciativas. Permitió –indirectamente– la creación de Alianza País (2006), y–el mismo año– la sorpresiva victoria presidencial del cristiano humanista,economista heterodoxo y ex-ministro, Rafael Correa. Con sus victoriaselectorales y el llamado a crear una Asamblea Nacional Constituyente, enenero de 2007:Se abría un ciclo político atravesado por el contradictorio despliegue del másambicioso proyecto de transformación social experimentado desde el retornodemocrático de 1979. Cambio y conflicto se entrelazaron durante una década enuna dinámica que puso frente a frente a lógicas populistas y movimientistas decomprensión de la política, el Estado y la acción colectiva en vertiginosos tiemposde reforma.44Pero es en Bolivia donde la explosión plebeya fue la más profunda, radi-cal y en donde la articulación entre participación y movimiento, el “salto” delmovimiento al partido, de la movilización popular a las elecciones y de lascalles al palacio fueron más espectaculares.45 Fundado a finales de los añosnoventa, el MAS-IPSP (Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por laSoberanía de los Pueblos), dirigido por Evo Morales, sindicalista cocalero deorigen aymara, se situó precisamente en la frontera entre lo social y lo político.Este “instrumento” fue completamente original, porque se basaba en larepresentación “orgánica” de numerosos sindicatos que adherían de maneracolectiva al MAS: como fue el caso, entre otros, de la CSUTCB (ConfederaciónSindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), Federación Nacionalde Mujeres Campesinas de Bolivia (FNMCB) y de la Confederación de PueblosIndígenas de Bolivia (CIDOB). La organización sindical era la única puerta deentrada al partido y así el MAS fue un partido basado en la organización sindicalrural durante todo el periodo 1995-2006. El MAS se consideraba entonces comoun aparato que permitía el acceso a recursos y financiamientos (en una lógicacorporativa y clientelar). Pero la rápida transformación del panorama políticocambió el juego. En efecto, el país andino vivió en esos años numerosos44 FranklinRamírez Gallegos, “Ascenso, des-fragmentación y desperdicio. Luchassociales, izquierda y populismo en el Ecuador (2007-2017), , Bélgica, 25 deagosto de 2017.45 Hervé Do Alto y Pablo Stefanoni, Evo Morales de la coca al Palacio. Una oportunidadpara la izquierda indígnea, Malatesta, La Paz, 2006.FRANCK GAUDICHAUD
37levantamientos campesinos e indígenas (y de mineros), centrados par-ticularmente en la fuerza de las organizaciones comunitarias, por controlarlos recursos naturales que condujeron a la destitución del presidente Sánchezde Lozada en octubre de 2003. En 2000, los movimientos populares deCochabamba organizaron la Coordinadora de Defensa del Agua y de la Vida yse movilizaron contra el espectacular aumento del precio del agua luego de laconcesión otorgada por 40 años a la multinacional estadounidense Bechtel.Después de seis meses de lucha y una represión feroz, el movimiento ganó laGuerra del Agua y expulsó a la empresa trasnacional. En enero del 2005, unasegunda Guerra del Agua iniciada en El Alto, una zona popular autoconstruidaque domina La Paz, expulsó también a la filial de Suez, Aguas del Illimani yobligó al nuevo gobierno boliviano a desmercantilizar el agua. Pero fuefinalmente la cuestión del gas la que constituyó el trasfondo del acceso alpoder de Evo Morales, con las movilizaciones de 2003 y de 2005, que sesoldaron por la muerte de varias decenas de personas. El primero de mayo de2006, Evo Morales, recientemente electo como presidente, anunció lanacionalización de los hidrocarburos, como una señal al mundo: “Bolivia yano tiene dueños, sino socios”. Las “multitudes” indígenas y populares (de lasque hablaba García Linera en sus escritos46), constituyeron un “bloque deacción colectiva” subalterna que, finalmente, acabó con el poder de la viejaoligarquía blanca, racista y neocolonial para poner en su lugar un proyectonacional, inclusivo, con pretensiones decoloniales: un proyecto nacional quese inscribe en una larga historia de resistencias contra la opresión. Este “salto”estratégico de las calles al palacio fue producto de múltiples formas de poderpopular, no estatal, como las juntas de vecinos de El Alto y de diversasexperiencias acumuladas por parte de organizaciones en resistencia, populares,como las de las comunidades aymaras, rurales y urbanas.Profundamente enraizado en la historia boliviana, ese proceso combina la herenciade tres “memorias” de luchas: la “memoria larga” de la resistencia indígena de46 Según García Linera, las multitudes designadas son un “bloque de acción colectiva,que articula estructuras organizadas autónomas de las clases subalternas en torno aconstrucciones discursivas y simbólicas de hegemonía, que tienen la particularidad de variaren su origen entre distintos segmentos de clases subalternas”. Cfr.: Álvaro García Linera, Lapotencia plebeya.Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia,CLACSO-Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
38los siglos XVII y XIX contra el Imperio colonial español, luego contra la República,expresada en nuestros días a través de la voluntad de los movimientos ruralesconvocantes de la Asamblea Constituyente; la “memoria intermedia” de laRevolución nacional de 1952, que contribuyó a modernizar al Estado bolivianocon la nacionalización de las minas, la reforma agraria y el sufragio universal; yfinalmente la “memoria corta” de un ciclo de movilizaciones antiliberales surgidoa fines de los años noventa […]. Lejos de los referentes marxistas que en otrotiempo dominaron el paisaje político nacional de la izquierda, esta “revolucióndemocrática y cultural” deja ver una “Bolivia insurrecta” con múltiples rostros,nacida de los escombros de un movimiento obrero pulverizado por la “terapia dechoque” puesta en obra desde 1985 por un gobierno convertido entonces a lasvirtudes del free market. El sincretismo ideológico del MAS, hecho de nacionalismo,indianismo y anticapitalismo, resulta en gran parte de la articulación contingentede esas diferentes herencias de lucha, encontrándose al mismo tiempo en el origende innumerables tensiones que atraviesan ese proceso.47Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia: más allá de estas cuatrorebeliones, si hacemos un análisis regional, son sobre todo las versiones más“gradualistas” o moderadas de los progresismos de gobierno que se impusieronen la mayor parte de los países.La más importante entre ellas por su influencia geopolítica es Brasil, unpaís que representa casi el 50% del PIB de Sudamérica y tenía 180 millones dehabitantes, en 2002, cuando Lula da Silva ganó las elecciones. La historia delPartido de los Trabajadores (PT), igual que la de Lula, nació en el corazón delos bastiones de la clase obrera y metalúrgica de la ABC (São André, SãoBernardo, São Caetano), al mismo tiempo que la CUT (fundada en 1983). Unpartido que en 1990 anunciaba: “El socialismo que queremos construir sehará realidad sólo si crea una verdadera democracia económica”. Pero el PTque conquista el gobierno federal ya no era así: después de tres derrotas en laselecciones presidenciales (de 1988, 1994 y 1998), el partido se habíaconsiderablemente desplazado hacia el “centro” y hacia la social-democracia,en particular bajo el impulso del liderazgo de su candidato presidencial. Elpartido ya había ganado muchos espacios en importantes ayuntamientos delpaís, algunos gobiernos estatales de la federación, con un aparato cada vezmás profesionalizado y lejos de su base. Además, para conquistar la presidencia
47 Hervé Do Alto, “La revolución de Evo Morales o las sinuosas vías de la refundación deBolivia” en Franck Gaudichaud (coordinador), El volcán latino-americano,op. cit., pp. 99-110

40instituyente y electoral en los años dos mil, en particular con la multiplicaciónde gobiernos ganados por organizaciones políticas que se reclamaban (más omenos abiertamente) de los movimientos sociales, de la izquierda, críticasdel neoliberalismo e incluso, a veces, con una retórica abiertamente anti-imperialistas o postneoliberal. Recordemos, las elecciones de Tabaré Vásquez,de Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa, la reelección de Chávez en2006, la de Lula que pasa la prueba en Brasil ese mismo año, y, en 2007, la deCristina Kirchner en Argentina (sucediendo a su marido). También podríamosagregar la de Michele Bachelet en Chile (2006), y la del ex obispo Lugo enParaguay en 2008, e insistir en la importancia simbólica y democrática delarribo a los gobiernos de la región de mujeres, antiguos sindicalistas, cristianosde liberación y ex-guerrilleros, fenómenos impensables, en esta magnitud,unos años antes.Esta secuencia refleja una profunda crisis de la hegemonía neoliberal enAmérica Latina, así como de las formas de dominación tradicionales de lasclases dirigentes.49 Y si podemos hablar de un “giro a la izquierda” es paraobservar cómo estas numerosas elecciones sucesivas se contraponen a la una-nimidad derechista de los años noventa, dándole mayor importancia a lacuestión social, al retorno de un Estado redistributivo y a la soberanía nacional.Resurgió en el imaginario geopolítico del continente el sueño de Bolívar y laintegración regional alternativa, que intentaban recuperar un espacio deautonomía frente a las grandes potencias del Norte y del imperialismo.Retomando la expresión de Rafael Correa, más que una “época de cambios”,lo que se vivió en América Latina parecía ser un “cambio de época”.No obstante, los partidos progresistas que ganaron las eleccionespresidenciales en este periodo estaban muy lejos de las referenciasrevolucionarias, anticapitalistas o guevaristas que agitaban a las izquierdasen la década de los setenta. Después de los años noventa, lo que algunostomaron por una edad de la razón, se tradujo en muchas organizacionespartidarias en un claro proceso de social-liberalización, empezando eincluyendo al gobierno sandinista de Daniel Ortega en Nicaragua (con suimbricación de autoritarismo, clientelismo y gestión patrimonial del Estado).Esta nueva vía se tradujo también en la lógica reformista del “Foro de Sao49 Emir Sader, “América Latina, ¿el eslabón más débil?: el neoliberalismo en AméricaLatina”, New Left Review, núm. 52, Reino Unido, 2008, pp. 5-28.FRANCK GAUDICHAUD
41Paulo” (creado en 1991). Incluso encontramos ahí a organizaciones tandisimiles como el Partido Comunista Cubano y el Partido Socialista Chileno.50Un ejemplo paradigmático de este fenómeno –visible a escala planetaria– sonlos 20 años de gobiernos neoliberales de la “Concertación” en Chile, unatendencia confirmada en los mandatos de la “socialista” Michelle Bachelet.Una evolución que también alcanzó a uno de los partidos obreros másimportantes del planeta: el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil. Pareceque la “mosca azul del poder” descrita por el teólogo de la liberación FreiBetto, durante un tiempo cercano a Lula, ha hecho su trabajo socavándolocon las necesidades de la realpolitik, de la “gestión”y de sus arreglos, haciendoque los ideales del socialismo democrático de los ochenta desaparezca poco apoco en el discurso petista.51 Fenómenos que detallaremos en las líneas siguien-tes. Sin embargo, estas victorias políticas y electorales cuando surgieron,aparecían a los ojos de grandes sectores de las clases populares como unaposible salida del túnel del autoritarismo, de la regresión social delneoliberalismo y de sus formas más violentas (que Pablo González Casanovaha denominado “neoliberalismo de guerra”52).Institucionalización de los progresismos, políticassociales redistributivas y capitalismo de Estado (2006-2013)Durante los años que siguieron a la reelección de Chávez, el “giro a laizquierda” en Latinoamérica parecía estar consolidado, y generó entusiasmoen todo el mundo por el posible final del famoso TINA(There is no alternative)que en sus tiempos había sido proclamado, con soberbia, por MargaretThatcher. ¿Estaba el subcontinente mostrando el camino sobre cómo articularvoces de las urnas y voces de las luchas en la construcción de modelos50 Ahí también encontramos a los sandinistas del FMLN, al PT de Brasil, al Frente Ampliode Uruguay, a la Causa R de Venezuela o al Partido de la Revolución Democrática (PRD) deMéxico.51 Frei Betto, Amosca azul: reflexao sobre o poder, Rocco, Brasil, 2006.52 Pablo González Casanova, “Democracia, liberación y socialismo: tres alternativas enuna”, Observatorio Social de América Latina,núm. 8, CLACSO, Buenos Aires, 2002. Parauna perspectiva feminista sobre la violencia neoliberal: Jules Falquet, Pax Neoliberalia.Perspectivas feministas sobre (la reorganización de) la violencia, Madreselva, Buenos Aires,2017.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
42democráticos e incluso “revolucionarios”? La euforia del momento y lamultiplicación de los análisis ditirámbicos (o al menos no distanciados)tendieron a generar un retrato unánime de realidades complejas, y que teníancontradicciones desde sus orígenes. De manera simplificadora, se puedendestacar tres variantes de los regímenes latinoamericanos para el periodo 2006-2013. Junto a la alternativa neoliberal conservadora y pro-estadounidense deColombia y México, encontramos un segundo bloque de países que no coin-cide plenamente con los Estados Unidos, basado en partidos con una trayectoriade varias décadas, que defienden ciertas posiciones de autonomía de susburguesías locales y más orientados a la centro-izquierda con sus variantessocioliberales (Brasil y Uruguay) o “populistas de izquierda” (Argentina, Nica-ragua). Y, finalmente, nació un último bloque, que oscilaba –por lo menos ensus inicios– entre nacionalismo popular, anti-imperialismo y neodesarrollismo,con gobiernos opuestos a muchas posiciones de Washington, a las oligarquíaslocales y a las fuerzas políticas tradicionales que quedaban de los escombrosde los sistemas políticos anteriores. Estos últimos gobiernos eran dirigidospor líderes carismáticos, a veces tildados de “outsiders”, con procesos decambio alimentado por niveles de participación ciudadana importantes perocontrolados “desde arriba” en una lógica “bonapartista” o cesarista progresiva(Venezuela, Bolivia y Ecuador esencialmente). Sin embargo, entre estos trestipos de regímenes, la posición de los gobiernos y de los partidos oficiales, ental o cual tema, tenía fluctuaciones en función de la correlación de fuerzasinternacionales, los conflictos con la oposición y la lucha de clases interna.53La única manera de comprender la “gramática del poder” de los gobiernosprogresistas es la de pasarlos por la crítica de su praxis, más allá de susdiscursos, y de su relación con los movimientos populares, con el capital ytambién con las grandes potencias. Como sugiere el sociólogo ImmanuelWallerstein, en particular, es indispensable tomar en cuenta su posición y susacciones en relación con Washington.54 En este punto, está claro que las tres53 Maristella Svampa propone distinguir entre un “populismo de clase media”–con lospresidentes Kirchner en Argentina y Rafael Correa en Ecuador– y un “populismo plebeyo”con Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela. Cfr.: Maristella Svampa,Del cambiode época al fin de ciclo: gobiernos progresistas, extractivismo, y movimientos sociales enAmérica Latina, Edhasa, Buenos Aires, 2017.54 Immanuel Wallerstein, “How far left has latin America moved?”, Commentary, núm.187, New Haven, 15 de junio de 2006; ver igualmente el análisis del mismo autor, “9 añosFRANCK GAUDICHAUD
43experiencias que más tuvieron que enfrentar la hostilidad y el intervencionismode los Estados Unidos son igualmente los tres países que revivieron elsimbolismo revolucionario y más defendieron otras lógicas de integraciónregional: la “revolución bolivariana” con su “socialismo del siglo XXI” enVenezuela, la “revolución ciudadana” y su “buen vivir” en Ecuador y el Estadoplurinacional y el “socialismo comunitario” en Bolivia. Más allá de la retórica y de las fuertes contradicciones entre discursoradical y realpolitik desarrollista, es innegable que el imperialismo intentódesestabilizar estas tres experiencias, comenzando con el chavismo en tantoque principal proceso nacional-popular del periodo, pero también (yespecialmente) porque Venezuela tiene la mayor reserva de petróleo delplaneta, un tesoro de guerra que antes estaba bajo control estadounidense. Elgolpe de Estado en abril de 2002 en contra de Hugo Chávez, fue apoyadoactivamente por la CIA y las federaciones patronales locales (Fedecamaras),así como el paro petrolero de dos meses a finales de 2002. Fuerondesestabilizaciones que sólo pudieron frustrarse gracias a la formidablemovilización popular y al firme apoyo de las Fuerzas Armadas Bolivarianas(FAB). Después, con diversas técnicas de intervención mediática y en el senode la “sociedad civil” (soft power), también a través de un boicot económicocada vez más estricto y de amenazas de invasión militar por parte de variosresponsables de la Casa Blanca y del Pentágono, los EEUUintentaron acorralary presentar a Venezuela como una “amenaza” para su seguridad estratégica yaislando aún más el país en el plano internacional. Pero, al mismo tiempo,Caracas continuó siendo un buen cliente comercial y energético para el gigantedel Norte, y sus multinacionales. La “revolución bolivariana” salió, a pesarde todo, fortalecida de los enfrentamientos con el imperialismo en 2002-2003y se radicalizó en 2004-2005, consolidando su base electoral, y sobre todo sucarácter cívico-militar, con las FAB en el centro del dispositivo del poder cen-tral. Durante los últimos años de Barack Obama (desde 2015), el “bloqueo”fue escalando a través de varias medidas unilaterales y sanciones ilegales (enlo que concierne el derecho internacional): decretos extraterritorialesparalizando las operaciones financieras de Venezuela en el exterior, bloqueomás tarde, sobre las dificultades de las izquierdas en el sub-continente”: Immanuel Wallerstein,“The Latin American left moves rightward”, Commentary, núm. 404, New Haven, 1 de juliode 2015.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
44de intermediarios que quisieran realizar transacciones con Venezuela, presiónsobre las agencias de riesgo para descalificar el país y guerra informativaimpulsada por grandes corporaciones mediáticas. Este cerco internacional hasido radical y desastroso para la economía venezolana, profundizando la cri-sis que estalló a partir del 2013. En Bolivia, fue durante el año de 2008, cuandoel gobierno de Evo Morales tuvo que pasar la prueba, teniendo que enfrentarlas amenazas de secesión territorial de la oligarquía blanca y mestiza de lamedia luna (Este y Sur del país), el Pando, Beni, Santa Cruz y Tarija, apoyadospor el embajador de los Estados Unidos, Philip Goldberg. De hecho, mientrasel gobierno estaba en plena consolidación de la nueva hegemonía campesino-indígena, confirmada por la victoria en el referéndum revocatorio de agostodel 2008 (con un 67% de los votos para Evo), la burguesía de los grandesterratenientes y agroindustriales, con los prefectos de la oposición a su lado,desafió al poder con un “paro cívico” racista, clasista y pro-imperialista. Perode nuevo, la derrota de estas desestabilizaciones se dio con la movilizacióncolectiva (en este caso miles de indígenas y campesinos) en un nuevo bloquede poder y con la acción decidida del gobierno para sofocar la rebeliónreaccionaria. Finalmente, el embajador de los Estados Unidos fue expulsadodel país, junto con la DEA, la agencia anti-drogas. Y en 2013, fue la USAID(Agencia de los Estados Unidos para el “desarrollo internacional”) la que seconvirtió en persona non grata, condenada por su injerencia en los asuntosinternos de Bolivia.Aunque en menor medida, la Revolución Ciudadana también tuvo susproblemas con Washington, particularmente cuando Correa decidió no renovarla concesión de la base de Manta para las fuerzas militares de Estados Unidos.El gobierno también realizó una auditoria histórica a la deuda de Ecuador,que tuvo como consecuencia el desconocimiento de las deudas ilegitimas delpaís, y la suspensión unilateral de los títulos comerciales que vencían en 2012y en 2030 (luego de canjear estos títulos a menos del 35% de su valor).55 Estomotivó la hostilidad de Estados Unidos y del Banco Mundial, cuyorepresentante fue expulsado del país.Estos, son casos emblemáticos de una relación Norte-Sur que estabacambiando su estructura con nuevas formas de integración regional autónomas55 Eric Toussaint, “Les leçons de l’Équateur pour l’annulation de la dette illégitime”,CADTM.org Bélgica, 29 de mayo 2013.FRANCK GAUDICHAUD
45(ALBA, UNASUR, CELAC).56 Sin embargo, hay que enfatizar de nuevo que no existióninguna homogeneidad en este proceso regional de los “progresismos”, nisiquiera en las políticas públicas que desarrollaron. Más bien, podemosobservar diversas irrupciones socio-políticas que enfrentaron a un modelohegemónico neoliberal en crisis, con gobiernos que van del “rosa pálido” y elsocial-neoliberalismo (Bachelet en Chile) hasta fuerzas nacional-popularesplebeyas (el chavismo) pasando por partidos socialdemócratas ya másconsolidados (como el Frente Amplio uruguayo). Es necesario señalar que,aunque estos procesos estuvieron todos incorporados a sistemas políticosfuertemente presidencialistas (herencia en parte de las independencias delsiglo XIX), lo hicieron en contexto de regímenes con niveles de institu-cionalización y estabilidad diferenciados: relativamente en Uruguay, bajotensión en Brasil o y muy débil y precario en Venezuela o en Nicaragua.Además, no podemos olvidar que varios países estratégicos por su peso,comenzando por Colombia y México, permanecieron a lo largo de la década2000-2010 gobernados por la derecha. Por lo tanto, es correcto, como ya lohan hecho varios observadores, matizar ampliamente la imagen simplista deun “giro a la izquierda” más o menos armónico. Lo mismo pasa con el debateque tuvieron los intelectuales sobre la existencia de “dos izquierdas” de go-bierno: una supuestamente “moderna” o “social-liberal” (según el punto devista) que pretende complementar al mercado mediante reformas sociales osocietales moderadas (como en Chile, Uruguay y Brasil) y la otra calificadade “populista y arcaica” o “radical y anti-imperialista” (también según laorientación política de los autores), encabezada por la Venezuela Bolivariana,Ecuador y Bolivia.57 Desde el 2006, algunos observadores cuestionaron elmito de las “dos izquierdas” en favor de una lectura de múltiples izquierdas,reflejando las diferentes realidades nacionales que se manifestaron en el senode un mismo movimiento, de un mismo partido y un mismo gobierno. Estecarácter plural justifica los diagnósticos más contradictorios, con la percepción56 Ver el segundo capítulo de este libro sobre este tema.57 Para una interpretación conservadora de estas dos izquierdas, ver: Jorge Castañeda,“Latin America’s left turn”, Foreign Affairs, New York, mayo-junio 2006; para un análisis“bolivariano” ver: Katu Arkonada y Paula Klachko, Desde abajo, desde arriba. De la resistenciaa los gobiernos populares, op. cit. También se puede consultar: Jeffery Webber and Barry Carr(editores), The New Latin American Left: Cracks in the Empire, Rowman and LittlefieldPublishers, Maryland, 2013.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
46de un giro “revolucionario” en gestación en contraste con la constatación deuna normalización gestionaria y “pragmatista” de los progresismos, hecha derenuncias y moderación.58Sin embargo, en la mayoría de los casos, los primeros pasos de lospresidentes progresistas y nacional-populares estuvieran orientados a permitirel “retorno” del Estado social-asistencial y de las políticas redistributivas,aprovechando el alto precio de las materias primas, la renta de las exportacionesy un contexto económico mundial favorable.59 Según la CEPAL, 70 millones depersonas salieron de la pobreza en una década, mientras que, en 1990, el 22.6%de los latinoamericanos eran considerados indigentes y 48.4% como pobres,en 2014 “sólo” eran el 12% y el 28% respectivamente.60Y fue precisamente en los países “progresistas” en donde los resultadosfueron más pronunciados. En Bolivia, la pobreza pasó del 66.4% (2005) al39.3% (2014), mientras la desigualdad disminuía. Lo mismo sucedió enEcuador (la pobreza se redujo al 22.5% (2014) contra un 37.6% en 2006). Losresultados fueron espectaculares en Venezuela, en el periodo 1998-2011, fueel país que más redujo las desigualdades (con un índice de Gini que pasó del0.486 al 0.390), mientras que la pobreza se redujo de 10 puntos y la pobrezaextrema de 14.61 Durante ese periodo se dio un aumento constante en el pre-supuesto estatal y el gasto público destinado en lo social, todo mientras el PIBde los países crecía, con casos excepcionales como Bolivia (cuyo PIB aumentóde $8 mil millones en 2002 a $30 mil millones en 2013). Además, se dio unmayor control sobre el producto derivado de la extracción y de la explotaciónde los recursos naturales, y algunos gobiernos realizaron nacionalizacionesen varios sectores claves (que habían sido privatizados). Es el caso, por supuesto, de la revolución bolivariana: a partir de 2007, Chávez emprendió unaserie de estatizaciones de sectores considerados como estratégicos, lanacionalización de compañías de las telecomunicaciones, de la electricidad,58 Franklin Ramírez Gallegos, “Mucho más que dos izquierdas”, Nueva Sociedad, núm.205, Buenos Aires, septiembre-octubre 2006.59 Mabel Thwaites Rey (editora), El Estado en América Latina: Continuidades y rupturas,Editorial Arcis/CLACSO, Santiago de Chile, 2012.60 CEPAL, Panorama Social de América La-tina,Cepal, Santiago de Chile, 2015.61 Constanza Moreira, “El largo ciclo del progresismo latino-americano y su freno. Loscambios políticos en América Latina de la última década (2003-2015)”, Revista Brasileira deCiências Sociais, vol. 3, núm. 93, São Paulo, 2017.FRANCK GAUDICHAUD
47de la zona petrolífera del río Orinoco, de la industria siderúrgica más grandedel país y de tres empresas cementeras, todo con el apoyo decisivo de lasFuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB). En Argentina, Kirchner sehizo cargo de los servicios postales y de comunicaciones, de la compañíaaérea Aerolíneas Argentinas y re-estatizó los fondos de pensiones de losjubilados (en 2008). Estas nacionalizaciones se dieron sin romper con lalegalidad y en un marco de negociaciones para llegar a indemnizaciones deacuerdo a un proceso de arbitraje internacional. También podemos mencionarla “reforma del agua” en Uruguay con la nacionalización de los servicios deagua potable (2011). El Estado “progresista” neodesarrollista fue un Estadoque invirtió en los sectores populares designados como “vulnerables”, quecubren al 40% de la población, como en el Ecuador de la RevoluciónCiudadana.Una vez al frente del Estado, el PT fusionó los programas anteriores (elbono escolar, la carta de alimentación, la ayuda de gas y el bono dealimentación) en un programa único: la “Bolsa Familia”, que beneficiaba aun cuarto de la población brasileña (los más pobres). Concedido a las y losciudadanos que no ganaban más de 60 euros mensuales, este programa estabaen la línea de las recomendaciones del Banco Mundial y, finalmente, fuebastante cercano a algunos programas impulsados por gobiernos de derecha(por ejemplo, el programa Oportunidades del gobierno mexicano). En estalógica, se conceden, por ejemplo, bonos a las madres de familia a cambio dela escolarización de los niños de la casa y la inscripción en los planes de saludprimaria. En Brasil, tales programas permitieron (entre 2004 y 2014) quemillones de brasileños salieran de la pobreza más extrema: el 88% del apoyofinanciero recibido se utilizaba directamente en el consumo diario de alimentosde base. Esto también explica la base electoral en extremo sólida que construyóel PT–y Lula particularmente– en la franja más precaria de la población,principalmente en el nordeste, y esto con un costo muy bajo para el Estadocentral: el 0.5% del PIB (algunos estudios incluso muestran que generó másganancias económicas de lo que costó porque estimuló el consumo popular ylos impuestos directos).6262 Luciana Mourão y Anderson Macedo de Jesus, “‘Bolsa família’ Programme: an analy-sis of Brazilian income transfer programme”, Field Actions Science Reports, Special Issue 4,Brasil, 2012

49tímidas, para no hacer huir a los principales capitales de sus países. Seconsiguieron aumentos en los salarios mínimos en Brasil, Venezuela, Uru-guay y Argentina (aunque fueron desafiados por la inflación, y totalmentedilapidados por la hiperinflación de Venezuela). También podemos notar elapoyo para extender los sistemas y la cobertura de la seguridad social (enBolivia), esfuerzos claros para fortalecer la negociación colectiva a nivel delas ramas económicas y para consolidar la legislación laboral, el derecho dehuelga y la sindicalización en varios países (a diferencia de Chile en dondelos gobiernos de la Concertación gestionaron la ley laboral neoliberal de 1979,heredada por Pinochet). Uno de los límites evidentes en esos avances es laproporción muy alta de trabajadores del sector informal, a menudo más del30% o el 50% de la población, siendo un sector que se mantuvo en parte almargen de estas políticas sociales. La legislación laboral de 2012 en Vene-zuela ha sido citada como un ejemplo a seguir y, a veces, como una señalverificable de la “transición al socialismo”. Medidas como el fortalecimientode los derechos de las trabajadoras y la igualdad entre hombres y mujeres, laprohibición del outsourcing; el anuncio del desarrollo de “consejos detrabajadores” en la gestión de algunas empresas y del derecho al control de lostrabajadores en caso de cierre ilegal, son en teoría medidas audaces.Pero,como muchas veces en la experiencia bolivariana, del discurso a la prácticahay un abismo: las pocas experiencias concretas de control obrero y decogestión fueron rápidamente ahogadas de raíz por el propio ministerio delTrabajo (notablemente en el gran complejo siderúrgico del estado de Guyana)y la burocracia.65 En cuanto a las condiciones de trabajo reales, sólo mejoraronrelativamente poco y se degradaron de manera dramática con la crisis a partirdel 2013, mientras se multiplicaban diversas formas de represión patronal,pero también estatal, contra los dirigentes sindicales combativos.A partir del 2003, en un contexto de fuerte polarización socio-política, la“Revolución Bolivariana”, intentó proponer formas originales de intervenciónsocial a través de la creación de misiones: la misión “Mercal” para ladistribución de alimentos subvencionados, “Barrio Adentro” (servicios de saludde atención primaria), la misión ”Robinson” (de alfabetización y educación65 Para una visión que a pesar de todo es positiva: Dario Azzelini, “Class struggle in thebolivarian process workers’ control and workers’ councils”, Latin American Perspectives,vol. 44, núm. 1, enero de 2017.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
50primaria), “Ribas” (de educación secundaria) y “Sucre” (de educación supe-rior), por citar sólo las principales. Estas políticas respondieron sobre todo ala urgencia social, mientras que se fortalecían las bases políticas y electoralesdel chavismo. Las misiones buscaban también fortalecer la participación popu-lar, particularmente “Barrio Adentro”, un servicio de salud primaria que cubríamuchos barrios populares en todo el país, encabezado por miles de médicoscubanos enviados a cambio de petróleo. Para funcionar estas misiones requeríanel apoyo de las comunidades articuladas en diferentes formas de organizaciónlocal: según Edgardo Lander, “se consideraba a la comunidad como co-constituyente” en el desarrollo de las políticas públicas.66 Las misionespudieron permitir pasar por alto a una parte del aparato burocrático del Estadorentista, pero finalmente dependían de modo directo de la presidencia, es decirque no rompían ni con el clientelismo, ni con las diversas formas verticales depoder que acompañaron a ese “by-pass” institucional, por esencia pocoestabilizado. También tuvieron el defecto de no impulsar una mejoraestructural, planificada a largo plazo, en el equipamiento público existente,(por ejemplo, en el campo de la salud, muchos hospitales continuarondeteriorándose drásticamente a lo largo de estos años).Pese a sus límites, las misiones o los “consejos de tierras urbanas” respondíana los temas más urgentes y esenciales que habían sido abandonados por lasélites de la Cuarta República (entre 1958 y 1998). Durante la presidencia deChávez el gasto social llegó a representar hasta el 60% del presupuesto estatal:muchos indicadores vitales de la población (y sobre todo de las clases populares)mejoraron de inmediato, como el índice de mortalidad o la altura y el peso delos niños más pobres. Indicadores que por desgracia empezaron a degradarse,con el verdadero colapso económico que se inicia a partir del 2013, revelandolas fragilidades de una política social poco anclada de manera institucional.Obviamente, existen muchos otros problemas que pueden diferenciar lanaturaleza de las políticas de los gobiernos progresistas y sus distintastrayectorias hasta hoy. No podemos nombrarlas todas en este corto ensayo.Pero seguiremos algunas que, en nuestro punto de vista, son cruciales.Primero, la cuestión de la reforma agraria y la lucha contra el latifundio.66Cfr.: Franck Gaudichaud, “Amérique latine: fin d’un âge d’or? Progressismes, post-néolibéralisme et émancipation radicale. Entretien avec Edgardo Lander et Miriam Lang”, Francia, 17 de abril de 2018.FRANCK GAUDICHAUD
51Esto se dio en un momento importante de la explosión en el mercado de losagrocombustibles, de una reactivación de las luchas campesinas, destacandola necesidad de políticas audaces que permitieran a los productores participarde manera efectiva en la organización de la producción y la consolidación dela soberanía alimentaria. También en esta área, las investigaciones másrecientes muestran cómo, al final, los gobiernos progresistas acabaron aliadoscon las agroempresas, más que con los pequeños campesinos.67En ese marco, el gobierno de Lula no cumplió sus promesas de realizaruna redistribución importante de la tierra, incluso durante su mandato el líderbrasileño repartió menos hectáreas que el gobierno anterior (Cardoso, centro-derecha). En un país en el que el 1% de la población posee el 46% de lastierras cultivables, el PT había prometido instalar, entre 2003 y 2006, a 100,000familias en una parcela de tierra, pero en 2006 sólo 40,000 familias habíansido beneficiadas. En 2010, la reforma agraria ya estaba enterrada, una decisiónque fue confirmada durante los gobiernos de Dilma Rousseff en los que lapolítica agraria se centró en el desarrollo de los agro-negocios, la facilitaciónde reglas para el cultivo de OGM (Organismos Genéticamente Modificados) yel cultivo intensivo de exportación, de la mano de empresas como Monsanto.En respuesta, la dirección del Movimiento de los Sin Tierra (MST) se volviócrítica del gobierno del Partido de los Trabajadores, aunque renovó su votopor esa organización política, por considerarla como el “mal menor” frente aunas derecha y extrema-derecha arrogantes, racistas y represivas.En contraste, si miramos el caso de Bolivia, la famosa “revolución agraria,productiva y comunitaria” que fue anunciada, todavía está en espera, pero losavances en términos de titularización de la tierra son evidentes, por la presióndel movimiento campesino y a pesar de las numerosas tensiones entre loshabitantes de las tierras bajas y las regiones andinas. Este proceso deconsolidación legal enfatizó el reconocimiento de las tierras comunitariasindígenas. En el gobierno de Evo Morales, de los 106 millones de hectáreasque tiene Bolivia, se titularizaron 32 millones en propiedad colectiva, un granavance comparado con el periodo anterior. Sin embargo, y aquí es donde radicala contradicción entre el discurso y la práctica: Bolivia es un país en el que el67 Cristóbal Kay y Leandro Vergara-Camus Volver (coordinadores), La cuestión agrariay los gobiernos de izquierda en América Latina Campesinos, agronegocio y neodesarrollismo,CLACSO, Buenos Aires, 2018.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
5287% de las tierras cultivables está en manos del 7% de los grandes propietarios.Además, en julio de 2013, el gobierno boliviano firmó un acuerdo conempresarios agroindustriales de Santa Cruz en el cual se comprometió a aumentarel área cultivable en un millón de hectáreas por año hasta 2025, el año delbicentenario de Bolivia. En la línea neodesarrollista y de un nuevo pacto socialque el nuevo “evismo” hizo con los sectores dominantes, el agro-productivismoy el cultivo de los OGM en las regiones bajas fueron favorecidos, en nombre de lasoberanía alimentaria. Eso sucede mientras se consolidaba la pequeña agriculturafamiliar en los Andes y en las tierras comunitarias ya existentes. Pero estadualidad es muy desigual: la soja de Santa Cruz representó el 66% del total delas hectáreas cultivables del país. Como señaló el director de la ONG Tierra, “Enrealidad, el gobierno oscila entre un discurso a favor de la reforma agrariadistributiva y una política económica a favor de la acumulación capitalista”.68Es la razón por la que el ex vice-ministro de Tierras, Alejandro Almaraz, denuncióel fortalecimiento de una agricultura productivista destinada a la exportación.El segundo tema esencial es el control de las materias primas y de losbienes comunes naturales (petróleo, gas, minerales, y más aún, agua ybiodiversidad). En ese ámbito, las políticas venezolanas y bolivianas fueronmás osadas que las de sus vecinos, aunque sin dejar de cumplir con las reglasdel mercado y con políticas bastante moderadas si las comparamos con lasnacionalizaciones (sin indemnización) que, por ejemplo, practicó Allende en1971 con el cobre, “el sueldo de Chile”. Sin embargo, mientras la “socialista”Bachelet, en sus dos mandatos, favoreció con sus políticas públicas el desarrollode concesiones mineras a los grandes grupos privados (incluso con respecto aun mineral considerado estratégico como el litio), Evo Morales les impuso a lastrasnacionales que se convirtieran en “socias”, y ya no en “dueñas” de Bo-livia, con un impuesto del 50 a 70% de sus ganancias en la extracción del gasy hidrocarburos. En el mismo sentido Chávez recuperó el control de PDVSA(Petróleos de Venezuela S.A.), la gigante petrolera (pública desde 1975), paraconvertirla en un actor clave de la política social, en salud y en educación,multiplicando los acuerdos con empresas extranjeras de varios países para68 Virginie Poyetton, “Bolivie: Une réforme agraire mi-figue mi-soja”, Tierra.org La Paz,13 de octubre de 2014; ver también: Bruno Fornillo, “¿Existe una reforma agraria en la Bo-livia del Movimiento al Socialismo?”, Íconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 42, Quito,Ecuador, enero 2012, pp. 153-166.FRANCK GAUDICHAUD
53diversificar su origen (China, Rusia, Europa, etc.). Esta recuperación tambiénpasó por el despido (la “purga”) de miles de empleados y ejecutivos de laempresa que habían participado en el lock out petrolero de 2003, una medidaque desorganizó por mucho tiempo a la empresa energética. En varios casos,los gobiernos tuvieron que llegar a acuerdos con las multinacionales paraacceder a sus capacidades tecnológicas y de capital o redes de distribuciónmuy necesarias para acceder a capital fresco y desarrollar las políticas socialesprometidas. En otros casos, los presidentes le abrieron las puertas al capitalextranjero con el entusiasmo de un converso, a través de deducciones fiscales,concesiones y con facilidades de todo tipo.Mencionemos, por último, la cuestión de la “democracia participativa”,los derechos de pueblos originarios y la descolonización de regímenesoligárquicos “blancos”. Podemos constatar, efectivamente, un nuevo “colordel poder” en la región, con innovaciones democráticas en la materia, ya seaen el plano institucional, simbólico o del Estado social. Los países queexperimentaron crisis políticas reales fueron los mismos que se vieron inmersosen batallas por realizar, y llevar a buen puerto, Asambleas Constituyentesinnovadoras, que permitieran la creación de Estados “plurinacionales”, quesuponían el nacimiento de un nuevo modelo estatal con objetivos decoloniales(al menos simbólicamente), que incluían la diversidad de los pueblos-nacionales autóctonos en el seno de la república, y también el reconocimientode sus derechos consagrados en la nueva Carta Magna. Entre otros: el derechoa la consulta previa de las comunidades originarias ante cualquier proyectoen sus territorios históricos, derecho a la autonomía y la descentralización delos poderes, respeto de las costumbres indígenas incluso en el caso de la justicia(aunque con algunos límites) y el establecimiento de sus lenguas como oficiales(junto con el castellano). Esta plurinacionalidad se articuló con otras creacionesjurídicas en términos de la democracia participativa en constituciones quefueron aprobadas en referéndum y elaboradas después de largos debates, conuna participación de los movimientos populares (aunque muy controladospor los partidos oficiales) y con fuertes enfrentamientos con las fuerzasconservadoras. Las nuevas constituciones se aprobaron en Venezuela (1999),en Ecuador (2008) y en Bolivia (2009).69 En los tres países se instaló o reforzó69 Sobre Bolivia ver: Salvador Schavelzon, El nacimiento del Estado plurinacional.Etnografía de una Asamblea Constituyente, Plural/CLACSO/CEJIS, La Paz, 2012.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
54en el sistema político el referéndum revocatorio de las autoridades,70 juntocon la idea de un modelo de economía mixta, que combinaba la propiedadprivada capitalista con la estatal, y también con la “social” (cooperativa y/ocomunitaria). Además, se incorporó una nueva generación de derechos,particularmente con la noción de derechos de la naturaleza y con el buen vivir(Sumak Kawsay en quechua), entendido como el establecimiento necesariode nuevas interacciones entre todos los seres vivos dentro de la biósfera y, enteoría, como un desafío radical a las nociones tradicionales de progreso ydesarrollo (incluso el concepto de “Biosocialismo” fue propuesto en Ecuadorpor el ministro René Ramírez).71La “Revolución Bolivariana” fue la que más acentuó la “democraciaprotagónica” y el “poder popular”, en particular tras la victoria de Chávez enel referéndum revocatorio de 2004, su reelección en 2006 y en 2012. Adiferencia del PT en Brasil que tuvo que aliarse con la centro derecha paratener mayorías parlamentarias (en un Congreso históricamente muyfragmentado), el líder bolivariano gozó del control absoluto del parlamentoentre 2005 y 2010, y de una legitimidad política confirmada en las urnas, enmúltiples ocasiones. Por eso impulsó sus propuestas de un “socialismo delsiglo XXI” (inspiradas, durante un tiempo, en el controvertido intelectual HeinzDietrich), que sin embargo fue un lastre en el referéndum constitucional“socialista” de 2007, cuando Chávez trataba de desarrollar su “democraciacomunal” y perdió (por poco) esa contienda electoral. En esos años, laparticipación popular pasó, en primer lugar, por la creación de miles de“consejos comunales”, que reagrupan entre 200 y 400 familias en los espaciosurbanos (menos en el campo) y encarnan la voluntad del poder central de“permitir al pueblo organizarse para ejercer directamente la gestión de laspolíticas públicas” (Ley de Consejos Comunales, 2006). Los consejos sevolvieron también una vitrina política internacional para el chavismo: puedenadministrar un presupuesto de varios miles de dólares, asignado por“comisiones presidenciales” para establecer varios proyectos comunitarios(carreteras, salud, cultura, seguridad, servicios locales, etc.), discutidos, votados70 En el caso de Ecuador, existía desde 1998, pero la novedad en la nueva Constituciónfue la flexibilización de los requisitos para poder activar dicho mecanismo participativo.71 Matthieu Le Quang, “Le Bien Vivre, une alternative au développement en Equateur?”, Paris, 4 de octubre 2016.FRANCK GAUDICHAUD
55y –normalmente– controlados en asamblea barrial. Según varios autores, conesa innovación estábamos presenciando una original “radicalización de lademocracia” y experiencias locales del poder popular en acción.72 Sin em-bargo, los consejos permanecieron prisioneros de una dinámica que oscilóentre la política de participación territorial original, fundada en la auto-organización parcial y una fuerte subordinación vertical hacía el poderpresidencial, que controla in fine el financiamiento, la delimitación de losconsejos y su sobrevivencia en la actualidad. El poder popular proclamadoaquí “en efecto, se enfrentaba a la inercia de la organización y el funcionamientodel aparato estatal que buscaba mantener el viejo modelo de gestión públicareproduciendo las viejas prácticas clientelistas y tecnocráticas”.73 En esesentido, como señala la historiadora Margarita López Maya, los consejoscomunales, bajo un manto de democracia directa, también fueron una formapara que el chavismo centralizara el poder en Miraflores (el palaciopresidencial), sin tener que depender y consensuar con los “cuerposintermedios” (alcaldías, sindicatos, etc.). A medida que la crisis económicay alimentaria se extendió fueron desactivados por el gobierno de Maduro, ysubstituidos –”desde arriba” y con el control cívico-militar– por los organismosde suministro y urgencia alimenticia como lo son los CLAP (Comités Locales deAbastecimiento y Producción).74Globalmente, ese difícil y complejo vínculo o articulación entre losmovimientos populares, partidos, Estado y gobiernos progresistas es una clavede la “gramática política movimentista” del periodo, donde se discutieronla dicotomía entre lo social y lo político, nuevas formas de mediación entre lasociedad civil y regímenes políticos, como también las formas de participación,los mecanismos de representación y los dispositivos de legitimación queconforman una comunidad política.75 Pero se trata de una participación72Cfr.: George Ciccariello Maher, Building the Commune. Radical Democracy in Ve-nezuela,Verso, London, 2016 y Dario Azzellini, Communes and Workers’ Control in Vene-zuela. Building 21st Century Socialism from Below, Haymarket, Chicago, 2018.73 Citado por Mathieu Uhel en: “La démocratie participative entre subordination etautonomisation politique. Les Conseils communaux à Maracaibo (Venezuela)”, Cahiers desAmériques latines, Paris, 26 de diciembre de 2013.74 Margarita López Maya, El ocaso del chavismo. Venezuela 2005-2015, Editorial Alfa,Caracas, 2015 y “Socialismo y comunas en Venezuela”, Nueva Sociedad, núm. 274, marzo -abril 2018.75 Siguiendo a Ana Natalucci, una “gramática política” define las pautas de “interacciónCAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
56subordinada al poder estatal y el periodo es marcado por un momento deinstitucionalización relativa e inestable de muchos movimientos y, a menudo,de cooptación y burocratización de una parte significativa de líderes sociales.En Bolivia, el gobierno, bajo el impulso del vice-presidente y sociólogo GarcíaLinera, se proclamó el “gobierno de los movimientos sociales”. Y siobservamos la composición de los ministerios, se veían efectivamente muchoslíderes sindicales o campesinos indígenas: una revolución política y etno-social inimaginable sólo dos décadas antes, lo que explica el sentimiento dedespojo de la oligarquía blanca tradicional, acostumbrada a controlar el aparatoestatal a su gusto desde la independencia. La base del gobierno está formadapor campesinos indígenas, los cocaleros, colonos rurales y también porcooperativistas mineros y algunos sindicatos obreros (principalmente por lospetroleros), aunque las relaciones con la COB han sido más complejas y tensas.Movimientos como el CONAMAQ (Consejo Nacional de Ayllus y Markas delQullasuyu), organización de los indígenas de las tierras altas y también laConfederación de Indígenas de Bolivia fueron esenciales para explicar la pro-mulgación de la Constitución en 2009. Sin embargo, estas organizacionesfueron volviéndose poco a poco más críticas del modelo económico del MASyse vieron progresivamente marginalizadas e incluso señaladas por el podercomo adversarios y traidores. Este creó en 2007, la Coordinación Nacionalpor el Cambio (CONALCAM) para coordinar los lazos políticos entre el ejecutivoy los movimientos populares que apoyaban la acción del MAS, algunos autoresla describieron como el “brazo sindical del partido en el poder”. Y es el propioEvo Morales quien preside esta organización, siendo reelecto continuamentecomo dirigente de la Coordinación de las seis federaciones de productorescocalerosdel Trópico de Cochabamba, función que acumulaba con la depresidente de la República, mostrando bien la transposición de roles.76intersubjetivas –ligando espacio y tiempo– como las combinaciones de acciones y recursos(de actitudes o autoridad) para coordinar, articular e impulsar intervenciones públicas, dirigidasa cuestionar, transformar o ratificar el orden Social”. La “gramática movimentista”correspondería, según la socióloga argentina, a un “nuevo ethos participativo” y a unaarticulación entre movimientos, partidos y Estado. Natalucci distingue gramática“movimentista” de las gramáticas “autonomista” y “clasista”, que son desplazadas o negadaspor las lógicas populistas y nacional-populares. Cfr.: Ana Natalucci, Los dilemas políticos delos movimientos sociales (Argentina, 2001-2010), serie Documentos de Trabajo del Institutode Iberoamérica, Universidad de Salamanca, España, 2012.76 Roxana Liendo, “Bolivie. Vivir bien, Evisme et Mouvements sociaux” en Bernard

58gobierno, en la calle, en contra de las disidencias. Desde 2009, D’Elía pareciódistanciarse de Cristina K. en lo que él llamó “malos tratos” de ella hacia elmovimiento popular, y finalmente fue apartado del “Frente de la Victoria”durante las campañas electorales de 2016-2017. El movimiento de los DerechosHumanos experimentó los mismos dilemas, comenzando por las “Madres dela Plaza de Mayo”, del cual una parte apoyó a brazos abiertos la política de losK de poner fin a la impunidad para los torturadores de la dictadura (después deaños de luchas de las familias de las víctimas), mientras que otra parte conservósu independencia frente al justicialismo, generando una división del mo-vimiento en dos tendencias (Hebe de Bonafini, fundadora legendaria delmovimiento de las “Madres de la Plaza de Mayo” y ferviente kirchnerista fueacusada por financiamiento ilícito de las campañas del partido Justicialista ymalversación de fondos públicos).El movimiento sindical obrero también experimentó este mismo tipo deproblemas durante la época dorada del progresismo.79 Así, en Brasil, la CUTfue una de las principales causantes del auge del PT y de sus victorias electorales:a cambio, muchos de sus dirigentes fueron integrados al aparato del Estado,empujando así a la central a la moderación, y creando una crecienteincomodidad entre los activistas de base movilizados, algunos de los cualesrecurrieron a centrales autónomas y radicales como la Central Sindical y Popu-lar (CSP-CONLUTAS) o Intersindical. En Argentina, las confederaciones sindicalesinicialmente brindaron un apoyo entusiasta a Néstor Kirchner, pero, duranteel primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, la CGTy la CTA tuvieronescisiones entre fracciones favorables y opositoras al gobierno, mientras queun líder sindical peronista como Hugo Moyano combinó la integraciónburocrática y la crítica en los medios contra el justicialismo.80 Como bien loanota la socióloga Ana Natalucci, el movimiento sindical bajo el kirchnerismose encontró fuertemente tensionado por el dilema entre tendencia alcorporativismo, favorecido por conquistas laborales sectoriales y politizacióndesde abajo:79Cfr.: Franck Gaudichaud y Thomas Posado (coordinadores), Dossier “Syndicalismeset gouvernements progressistes”, Cahiers des Amériques Latines, núm. 86, Paris, 2017.80Cfr.: Ana Natalucci, “El modelo sindical debatido por el sindicalismo peronista: tópicosy límites (Argentina, 2009-2015)” en Revista PolHis, Programa Interuniversitario de HistoriaPolítica, año 8, núm. 16, Buenos Aires, pp. 95-123. Las diferentes CGT decidieron reunificarseen agosto del 2016, con una dirección colegiada que ahora encabeza a la histórica confederación.FRANCK GAUDICHAUD
59el gobierno incentivó un proceso de revitalización acotado y orientado a larestitución del poder de negociación corporativo en el marco de su estrategianeodesarrollista. Sin embargo, aquel despertó expectativas en algunosnucleamientos sindicales (como la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronistay la Juventud Sindical) que pensaron posible recuperar su estatuto de sujetopolítico, produciéndose una tensión entre lo corporativo y lo político.81 No obstante, el Kirchnerismo hizo todo lo posible para contener ese“despertar” político y mantener el sindicalismo como actor integrado, divididoy subordinado a su estrategia “populista”.En Venezuela, la UNT(Un Nuevo Tiempo) implosionó en torno al clivajede autonomía versus dependencia frente al gobierno bolivariano, oscilandoentre reivindicaciones económicas corporativas y prioridad a la defensa delproceso político. Incluso, el poder chavista creó una nueva confederación, laCentral Bolivariana Socialista de Trabajadores y Trabajadoras de la Ciudad,el Campo y la Pesca (CBST-CCP): “una central político-sindical para realizar lacontinuidad entre el alto gobierno y la clase obrera”, según Wills Rangel,presidente de la CBST-CCP (agosto de 2013).82 En Ecuador, Correa promovióuna Central Unitaria de Trabajadores de Ecuador frente a la coordinación decentrales sindicales históricas, el Frente Unitario de Trabajadores (FUT), quese movilizó en contra de las políticas del gobierno. Así, los gobiernos crearonorganizaciones sindicales paralelas ad hoc y dividieron las organizaciones delos trabajadores dependiendo de su adhesión o no a las decisiones de losgobiernos. Encontramos las mismas características en Nicaragua, donde seimpuso la heteronomía del campo sindical, con el control del Frente Nacionalde los Trabajadores por el Orteguismo y sindicatos fueron puestos al servi-cio de una alianza de clases impulsada por el gobierno:Desde el regreso al poder de Daniel Ortega, la recomposición del rol protector eintegra dor del Esta do se tr a dujo en política s inclusiva s pa r a lostrabajadores. Imbricado con las estructuras partidarias del Estado y con el aparatoinstitucional del Estado, el sindicalismo participó activamente en la revalorización81 Ana Natalucci, “Corporativismo y política: dilemas del movimiento obrero durante elkirchnerismo” en Revista Población & Sociedad, Instituto Superior de Estudios Sociales, vol.22, núm. 2, Buenos Aires, 2015, pp. 5-25.82 Thomas Posado, “Renouvellement et institutionnalisation des centrales syndicales auVenezuela sous Chávez (2001-2011)”, núm. 10, Vanves, 15 de junio del 2015.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
60bianual del salario mínimo y en la protección social de los trabajadores. Pero esun sindicalismo que cubre un repertorio de funciones para acompañarpolíticamente al modelo económico en vigor a través de un pacto Estado/sindicato/empresarios.83Pero, desde los años 2007-2008, con las críticas al modelo extractivista yproductivista (ver el capítulo 2 sobre economía política de esta obra), secomenzaron a reorganizar algunas fracciones de los movimientos indígenas yde los movimientos socio-ambientales, marcando las primeras grandes rupturasentre, por una parte, la visión hegemónica neo-desarrollista progresista o depopulismo de izquierda (basada en la exportación de minerales, hidrocarburosy productos derivados de los agronegocios) y, por la otra, las reivindicaciones(minoritarias) de un postneoliberalismo que sería igualmente post-extractivista,incluso anticapitalista, respetuoso de los ecosistemas y de los derechosindígenas.84 Basándose en las cifras de la CEPAL, Maristella Svampa contó 226conflictos, entre 2010 y 2012, en América Latina en contra de megaproyectosextractivos y de luchas por el respeto al medio ambiente y de las tierrasindígenas, luchas que fueron reprimidas por el Estado o por actores privados,y que aceleraron el divorcio entre los movimientos y los gobiernos.85 Unaconstante, muy bien documentada por organismos no gubernamentales comoel OLCA (Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales) en Chile,el OEP (Observatorio de Ecología Política) de Venezuela o el OCRN (Observatoriode Conflictos por los Recursos Naturales) en Argentina.86 En muchos casos,el derecho a la consulta previa y pública de las comunidades locales fue violadoo manipulado; en otras situaciones, autoridades locales o territoriales enterasfueron cooptadas y puestas al servicio de los megaproyectos a cambio dealgún financiamiento, servicios para las comunidades, la promesa de trabajosy el pago de prebendas. Los dirigentes de movimientos sociales, indígenas o83 Julien Dufrier, “Le syndicalisme au Nicaragua depuis le retour du Frente Sandinista deLiberación Nacional (2007-2016)”, Cahiers des Amériques latines, núm. 86, Paris, 1 de febrerode 2018.84 Eduardo Gudynas, “Si eres tan progresista, ¿por qué destruyes la naturaleza?Neoextractivismo, izquierda y alternativas”, Ecuador Debate, núm. 79, Quito, 2010, pp. 61-82.85 Maristella Svampa, Del cambio de época al fin de ciclo, op. cit.86 Por ejemplo, consultar página web del Observatorio Latinoamericano de ConflictosAmbientales, Santiago.FRANCK GAUDICHAUD
61ecologistas fueron criminalizados y denunciados públicamente por oponersea esa lógica implacable. Este divorcio fue muy claro en las relaciones que seinstalaron entre buena parte de la dirección nacional de la CONAIE y el presidenteCorrea, quien, en diciembre de 2007, declaró en la televisión nacional: “nocrean a los ambientalistas románticos, todo el que se opone al desarrollo delpaís es un terrorista”. En Chile, la legislación antiterrorista –herencia de ladictadura de Pinochet– fue aplicada por la socialista Bachelet, en contra delas luchas de los Mapuche, a pesar de las huelgas de hambre de variosprisioneros políticos y militantes indígenas asesinados por los Carabineros enlos últimos años. El hecho de que la Corte Interamericana de DerechosHumanos haya denunciado reiteradamente el derecho a un juicio justo paraaquellos que continúan reclamando la devolución de sus tierras usurpadas ydenuncian al Estado chileno como racista y colonial no pareció perturbar algobierno de centro-izquierda, que continuó –mal que bien– defendiendo losintereses de las grandes empresas forestales contra el pueblo Mapuche.87 EnBolivia y en Ecuador, organizaciones ecologistas de renombre, reconocidaspor su experiencia en el plano internacional y cercanas a las organizacionesindígenas, son objeto de enjuiciamiento e incluso fueron prohibidas, mientrasque García Linera buscó desacreditarlas metiéndolas en el mismo saco quelas ONGfinanciadas por las grandes potencias “al servicio de un imperialismoverde” que quieren transformar el Sur en “guardiaparques” del Norte.88 Unaderiva que empeoró a partir de 2013 (volveremos sobre esto más adelante).Pero los conflictos socio-territoriales con las minas, la fracturación hidráulicao alrededor de grandes represas (como en Belo Monte en Brasil o con elproyecto del canal en Nicaragua) se multiplicaron a medida que afloraban loslímites en los equilibrios precarios del capitalismo de Estado y delneodesarrollismo.El objetivo declarado de varios líderes progresistas, cuando llegaron al go-bierno, era restaurar el papel social del Estado, mientras se modernizaba alcapitalismo, gracias en particular al alza de la renta de las materias primas: seinvocó el capitalismo “andino-amazónico” (García Linera), el capitalismo87 Leer especialmente: Fernando Pairican, Malón. La rebelión del movimiento mapuche1990-2013, Pehuén Editores, Santiago, 2014.88 Alvaro García Linera, El Oenegismo, enfermedad infantil del derechismo. (O como lareconducción del proceso de cambio es la restauración neoliberal), Vicepresidencia del Estado,Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional, La Paz, 2011.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
62“en serio” (Néstor Kirchner) o considerado el capital como “herramienta deprosperidad económica” (Pepe Mujica). Empero, estas diversas fórmulasreformistas entraron en crisis a partir del 2012 bajo el martilleo de la grancrisis mundial, de la caída brusca en el precio de las materias primas y de lareorganización de las derechas neoliberales con el apoyo de Washington.Los progresismos en su laberinto: derivas autoritarias, crisis de la“Revolución Bolivariana”, regreso de las derechas neoliberalesy nuevas dinámicas de las luchas (2013-2018)El continente entró en un nuevo periodo político debido a diversosacontecimientos: la muerte de Hugo Chávez en marzo de 2013 (quien fuesustituido por Nicolás Maduro); la derrota del kirchnerismo en la elecciónpresidencial de Argentina en noviembre de 2015 un mes más tarde; la victoriade la oposición en las elecciones legislativas de Venezuela, y el golpe de Estadoinstitucional contra la presidenta Dilma Rousseff en Brasil en agosto del 2016,seguida por la derrota del PT en las elecciones municipales de octubre yfinalmente la derrota de Evo en el referéndum sobre su posible reelección enBolivia (febrero del 2016). Este reflujo corresponde a la época de caída de losprecios de los commodities y de crisis (más o menos aguda) del modeloeconómico extractivista “redistribuidor” de los progresismos, que se vioprofundamente impactado por la coyuntura mundial. El impacto fue aún mayorpor la ausencia de una transformación de fondo en las relaciones sociales deproducción y de distribución, mientras el poder económico y mediático de lasclases dominantes se mantuvo, en gran medida, intacto e incluso se fortalecióen varios ámbitos, en particular en el sector financiero y agroextractivo. Noobstante, como lo veremos, la situación económica mundial no puede terminarde explicar el conjunto de factores que condujeron al “fin del ciclo” progresista,al contrario es necesario considerar temporalidades y procesos muyfragmentados y diferentes según los países: golpe parlamentario y llegada dela extrema-derecha en Brasil, giro conservador sui generis en Ecuador, colapsoacelerado y amenaza imperialista en Venezuela, relativa estabilidad “nacionalpopular moderniz adora” en Bolivia, deriva represiva en Nicaragua,consolidación social-liberal en Uruguay. Una demostración de este periodoturbulento y variado para América Latina es que países que habían quedadofuera de la ola progresista de los años dos mil conocen inflexiones másFRANCK GAUDICHAUD
63recientes. Es el caso de Colombia con el crecimiento notable de la centro-izquierda en torno a la candidatura presidencial de Gustavo Petro en 2018. Y,sobre todo, con la elección de Manuel López Obrador en México en julio2018: un triunfo histórico del candidato de la coalición “Juntos haremoshistoria” pues es la primera vez que gana la presidencia de los Estados UnidosMexicanos un candidato de izquierda (moderada).A grandes rasgos, se puede afirmar que –en general- el gran capital se viobeneficiado durante el periodo del progresismo. Así, por ejemplo, en Ecua-dor, en 2006, con un PIB de $ 46.8 mil millones de dólares, las 300 empresasmás grandes del país concentraban el 43.6% del PIB; mientras que, en 2012,representaban el 46.4%, al mismo tiempo en que la riqueza nacional casi sehabía duplicado, confirmando hasta qué punto las clases dominantes se vieronbeneficiadas por la gestión neodesarrollista.89 Podríamos mostrar las mismascifras para la mayor parte de los países involucrados. El momento de reflujo ode “fin de ciclo” postneoliberal llega, de hecho, para confirmar cuántas deestas fuerzas políticas en lugar de preocuparse por la implementación de lasestrategias poscapitalistas organizaron –con sus diversos repertorios– unacohabitación con el gran capital y las fracciones más dinámicas de la burguesía,al mismo tiempo que promovían una redefinición del papel del Estado,favoreciendo la democratización del consumo popular con servicios socialesbásicos, programas asistenciales y auge del mercado interno.Esta proximidad y el nivel del “pacto” con una o más fracciones de lasclases hegemónicas variaron en el tiempo y según los países (basta compararlos enfrentamientos regulares de Chávez con parte de la oligarquía de su paísy con los Estados Unidos, con la gestión neoliberal globalizadora de MicheleBachelet en Chile para resaltar esas diferencias). Pero podemos constatar unfenómeno en común: una separación cada vez mayor del partido o partidospresidenciales del resto de la sociedad, en un proceso clásico de oligarquizaciónestudiado en sus tiempos por Robert Michels a propósito de la social-democracia europea90 y el nacimiento de una “tecnoburocracia” cada vez más89 Decío Machado, “El progresismo latinoamericano en su laberinto” en Eduardo Gudynas,et al.,Rescatar la esperanza. Más allá del neoliberalismo y el progresismo, Entrepueblos,Barcelona, 2016, p. 106.90 Robert Michels, Les partis politiques, essai sur les tendances oligarchiques desdémocraties, Flammarion/Bibliothèque de philosophie scientifique, Paris, 1914.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
64asimilada a los diversos círculos del poder económico. Esto combinado conun “hiperpresidencialismo” carismático y una presencia del líder que tiende aimponerse en todos los espacios del poder central por sobre todas las otrasformas de toma de decisiones más horizontales o asamblearias. Desde 2005-2007, un comentario bastante difundido era afirmar que si los izquierdistas ylos progresistas latinoamericanos (en sus diversas variantes) ganaban elgobierno (por las urnas), aún no habían ganado el poder, todavía en manos decapitalistas, grandes grupos mediáticos, grandes terratenientes, iglesias, etc.Se hablaba de “gobiernos en disputa” que quedaban por conquistar, y cruzadospor tendencias opuestas: por una parte, la búsqueda de militantes a favor deuna democratización radical y soberanía popular postneoliberal, por la otra,el peso del “Estado profundo” y de corrientes políticas oportunistasrápidamente corruptibles.91 Sin embargo, 20 años después, parece que, al estara la cabeza del aparato estatal capitalista (incluso reformado por nuevasconstituciones) y al considerar todos los problemas a través de un prismaestadocentrado, fue el poder el que gangrenó las acciones, las políticas públicasy la visión del mundo de los progresismos, incluso de las y los militanteshonestos que provenían de las izquierdas y del nacionalismo popular anti-imperialista. Así, maquinarias electorales como la del PSUV (Partido SocialistaUnificado de Venezuela, creado en 2007) se convirtieron en inmensos aparatosburocráticos autoritarios, con varios millones de miembros, pero gobernadopor un puñado de ministros y cercanos al presidente, sin democracia ni de-bates internos, nombrando a los candidatos locales para las urnas “a dedo” ydespidiendo a cualquier disidente crítico del chavismo: un militante comoGonzalo Gómez de la organización “Marea Socialista” pagó los costos envarias ocasiones de esta situación, hasta que finalmente rompió en definitivacon el gobierno de Maduro y lo denunció incluso como contra-revolucionario.Ahora toda una serie de ex-ministros e incluso generales retirados camaradasde Chávez, son muy críticos con el madurismo y tratados como parias, y hastadetenidos como sospechosos de colusión con “el enemigo”.Esta nueva élite progresista continental produjo una casta sui generis,incluso nuevas fracciones de las clases dominantes, a veces en conflicto con91 Eric Toussaint, ElBanco del Sur y nueva crisis internacional, Abya-Yala/UPS, Quito,2008, y Eric Toussaint, “Venezuela, Equateur et Bolivie: la roue de l’histoire en marche”, Bélgica, 2 de noviembre 2009.FRANCK GAUDICHAUD
65otros sectores “históricos” de la burguesía. En Venezuela, este proceso fuedenunciado, en parte, por el propio Hugo Chávez antes de su fallecimiento,aunque haya sido corresponsable de este proceso como principal dirigente, ensu autocrítica pública y particularmente con su texto Elgolpe de timón deoctubre del 2012 donde el Comandante abogaba por la profundización de laRevolución Bolivariana en torno al “Estado Comunal” y denunció el alcancede la corrupción y prevaricación económica. En realidad, una verdadera“Boliburguesía” (“lumpenburguesía” para otros) ha colonizado el Estado y sebeneficia del control de los ingresos petroleros como también de las numerosasactividades auxiliares en torno a la industria del hidrocarburo, del acero, o através del control burocrático de las divisas extranjeras desde el 2003. Analistasmarxistas como Manuel Sutherland o Michael Roberts, el antiguo ministro deindustrias Víctor Álvarez (y muchos otros), han demostrado una y otra vezcómo cientos de millones de dólares fueron “capturados” y privatizados poruna minoría burocrático-militar, pero también por sus aliados, los nuevosempresarios bolivarianos, junto con militares y funcionarios de alto rango.Este fenómeno regresivo también estuvo acompañado por una gigantesca fugade capitales, evaluada por el exministro de Planificación y Finanzas de Chávez,Jorge Giordani, en más de $300 mil millones desde 2003 (¡equivalente a unaño del PIB del país!), beneficiando directamente a muchos empresarios queeligieron el enriquecimiento fácil basado en la sobrevaloración del bolívar, laposibilidad de defraudar los controles de divisas y el Sistema de Transacciónde valores en Monedas Extranjeras (SITME), a escala industrial al momento dedeclarar importaciones.92 Los múltiples casos de corrupción relacionados sehan incrementado bajo Maduro (pero existían desde antes), a medida que ladeuda externa explota, el precio del petróleo cae en picada y la oposición dela Mesa de Unidad Democrática (MUD) busca desestabilizar violentamente algobierno en la calle:Maduro favoreció principalmente a las fuerzas armadas (o al menos a sus cuadros)que tomaron posesión de empresas en todos los sectores de la economía: lostransportes, la energía, las telecomunicaciones, los fondos de inversión, los bancos,etc. A esta política se agregó la creación de Zonas Económicas Especiales por92 Manuel Sutherland incluso señala la cifra de 700 mil millones de dólares. Cfr.: Aporrea,“Economista Manuel Sutherland: El control cambiario propició pérdida de $700 mil millones”, Venezuela, 5 de febrero de 2018.

67llegando a morder la mano de quienes habían llevado al poder: durante losdisturbios de agosto de 2016 contra la regulación del sector propuesta por elejecutivo, los mineros cooperativistas golpearon a muerte al viceministro delInterior, Rodolfo Illanes, luego de los asesinatos policiales de dosmanifestantes. En lo que respecta a la Nicaragua de Daniel Ortega el pan-orama parece más cruel: hay una instalación gradual de un verdadero “régimengansteril” en el poder, bajo el control de la pareja presidencial, que controlavarios conglomerados empresariales, casi la mitad de los medios y tiene con-trol sobre los tres poderes del Estado. El “orteguismo” se declara ni de derecha,ni de izquierda; favorable a una “alianza corporativa gobierno-empresarios-sindicatos”, se abstuvo de denunciar el tratado de libre comercio con losEstados Unidos y propone gobernar con base en una alianza improbable conla iglesia conservadora y los viejos contra-revolucionarios (incluyendo a EdénPastora).95 En abril-noviembre del 2018, la represión contra las movilizacionesque se oponían inicialmente a una contra-reforma del sistema de seguridadsocial en bancarrota ha resultado en centenares de muertos, la mayoría enmanos de la policía o de grupos paramilitares de la juventud sandinista: 325muertos (el régimen reconoce 199), 2,000 heridos, 600 presos políticos,decenas de desaparecidos, 350 médicos despedidos de los hospitales públicos,más de 30,000 exiliados en Costa Rica.96 Una masividad de la violencia políticaque era inédita desde la dictadura de Somoza. Los partidarios del orteguismoinvocan la mano negra intervencionista de los Estados Unidos y de una“Revolución de Colores” para explicar la desestabilización en curso, negandoel alcance del autoritarismo represivo interno que está en el poder.Quizás es en Brasil donde se puede describir la versión más estable de unafusión entre los cuadros dirigentes del PTy de la CUT con ejecutivos financieros.En este caso, el gobernante PT no sólo ha integrado a decenas de miles de cuadrosen funciones políticas en el centro del aparato estatal:97 este partido desindicalistas también recibió millones de dólares para financiar sus campañas yalimentar sus arcas. En 2010, el PT es el primero de la lista (con $ 15 millones)95 Bernard Duterme, Toujours sandiniste, le Nicaragua?, Couleur Livres, Bruselas, 2018.96 Ernesto Herrera, “Nicaragua La normalización de un régimen gansteril”, Viento Sur,Madrid, 5 de enero del 2018.97 En Brasil existen más de 80,000 cargos “políticos” de los que 47,000 son directamentenombrados por el poder presidencial.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
68en donaciones a partidos políticos por parte de empresas constructoras, incluidas“multilatinas” como OAS u Odebrecht. Las mismas empresas que se vieroninvolucradas en gigantescos escándalos de corrupción, donde estuvo también laempresa semi-pública Petrobras, y no solamente en Brasil, sino en toda AméricaLatina, salpicando a más de 10 países… Estos escándalos afectaron al PTenvarios niveles, en especial en el contexto de la extensa operación “Lava-Jato”,hábilmente instrumentalizada por la derecha (cuando en realidad sus dirigentesparecen mucho más involucrados en la corrupción masiva que el mismo PT…).98El partido de Lula, junto con la CUT, su aliada principal, ha forjado en 20 añosde poder, una verdadera casta sindical que co-administra con los empresarioslos fondos de pensiones (estatales y privados) de todo el país, en una de lasentidades financieras más importantes de América Latina, generando variasdecenas de miles de millones de dólares anuales y presentados por el PT comouna excelente herramienta para “complementar” las exiguas pensiones de lostrabajadores. Algunos autores (Francisco de Oliveira, Joao Bernardo, LucianoPereira, María Chávez Jardim) que han trabajado el ascenso social de estacúpula sindical en otras esferas de la sociedad proponen la noción de“capitalismo sindical” o de una nueva “clase social” porque las proporcioneshan sido desmesuradas.99 Y una de las consecuencias observadas, es que amedida que se producía esta expansión de la élite gobernante, se reforzabauna estructura sindical que dependía cada vez más de los beneficios estatales.Y si la CUT efectivamente ha recurrido más a la huelga en el periodo (2003-2013) que durante el decenio anterior, fue centrando sus demandas enreivindicaciones corporativas, abandonando sus luchas políticas más generalesa costa de una moderación creciente impulsada de manera activa por numerososdirigentes sindicales del PT. Se desdibuja así un modelo “PT-CUTista” deintegración y desmoviliz ación-despolitización de las luchas de lostrabajadores.100 Un escenario que se ha calificado de “neoliberalismo per-98 André Singer, Os sentidos do lulismo. Reforma gradual e pacto conservador, Cia dasLetras, São Paulo, 2012, y André Singer e Isabel Loureiro (directores), As contradições doLulismo: a que ponto chegamos?, Boitempo, São Paulo, 2016.99 Maria Chavez Jardim, Entre a solidariedade e o risco: sindicatos e fundos de pensãoem tempos de governo Lula, Annablume, São Paulo, 2009, y el trabajo de síntesis realizadopor Raúl Zibechi sobre este tema en Brasil Potencia. Entre la integración regional y un nuevoimperialismo, PDTG, Lima, 2013, pp. 61-87.100Cfr. Armando Boito y Andréa Galvão (directores), Política e classes sociais no BrasilFRANCK GAUDICHAUD
69fecto”,101 porque combina políticas favorables al capital local y global, tiendea controlar la actividad sindical de la clase trabajadora, mientras se crea unabase electoral (o clientelar) muy fuerte en las mismas filas de las principalesvíctimas del capitalismo. Esto ha sido también descrito con crudeza porexasesores de Lula como André Singer, quien describió, con cierta acidez, un“pacto conservador” que recuerda al periodo populista de Getulio Vargas.Eso es un proyecto centrado en la personalización del poder, la conciliaciónde clases, el nacionalismo y la integración de los sectores populares a travésdel acceso al consumo de masa. Un proyecto que multiplicó las alianzas conla derecha y se inclinó cada vez más hacia el conservadurismo durante elmandato de Dilma Rousseff, que terminó gobernando con los adversarios deayer, a saber el PMDB (Partido do Movimiento Democrático Brasileiro), losnotables locales y los representantes del sector bancario en torno a una políticaeconómica de austeridad y recortes presupuestarios.En una escala muy diferente, en un país pequeño como Uruguay, ErnestoHerrera también subraya un fenómeno similar, con un Frente Amplio que seconvirtió en un defensor entusiasta de la inversión privada, del FMI, y enemigode la reforma agraria, relegando el problema de la pobreza a un “problemapersonal” y abogando por un Estado punitivo reforzado: Pepe Mujica aparecíaentonces como la encarnación jovial de un pensamiento crítico humanista anivel mundial, mientras ofrecía a la burguesía de su país lo que nunca se habíaatrevido a soñar.102 También podríamos dar el ejemplo del segundo mandatode la “Nueva Mayoría” en Chile. Después de la gran explosión social de 2011a favor de una educación “gratuita, pública y de calidad” y en lucha contra laherencia maldita de los “Chicago Boys” de Pinochet, la dirigente socialistaBachelet comenzó por integrar a su programa de campaña promesas degratuidad en la educación, con una reforma constitucional y una reforma fis-dos anos 2000, Alameda, São Paulo, 2012; Armando Boito, Andréia Galvão y Paula Marcelino,“La nouvelle phase du syndicalisme brésilien (2003-2013)”, Cahiers des Amériques latines,núm. 80, Paris, 21 julio 2016.101 Francisco Cunha Lima Cintra y Rémy Herrera, “De Lula à Dilma, quel développementpour le Brésil? O menor dos males?”, Marché et organisations, núm. 20, L’Harmattan, 2014,París, pp. 183-205.102 Ernesto Herrera, “Uruguay. El cerrojo progresista”, , Madrid, 19 demarzo de 2018. Ver igualmente: Diego Castro, “Cierre del ciclo progresista en Uruguay yAmérica Latina. Balance para relanzar horizontes emancipatorios”, LASA, Lima, 2017.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
70cal. Y fue con este discurso progresista de cambio que fue capaz de capturar,en parte, la energía liberada por la calle, integrando por primera vez al PartidoComunista a su coalición, manteniendo la alianza con la Democracia-Cristianay ganándole a la derecha las elecciones presidenciales en 2012. Sin embargo,si hacemos un balance de este gobierno, veremos cómo la “Nueva Mayoría”de Bachelet fue un transformismo social-liberal: gratuidad parcial en laeducación superior, mediante un sistema de “voucher” para inscripciones enlas universidades privadas financiado con dinero público; una reforma mínimaa la Constitución enterrando los deseos de una Asamblea Constituyente demillones de ciudadanos; una reforma fiscal indolora para las grandes fortunasdel país y las principales trasnacionales, etc. Y si se tomaron algunas medidasimportantes, como por ejemplo el derecho al aborto, de inmediato, se redujosu alcance: la interrupción voluntaria del embarazo no sería posible más queen casos extremos (riesgo inminente para la madre, violación o inviabilidaddel feto), dejando a médicos e instituciones católicas de salud (que son muchas)el derecho de no aplicarlo por razones de convicción religiosa. Así, lasprincipales fisuras del neoliberalismo chileno, que se habían ido ampliandode manera constante durante algunos años, fueron “tapadas” una vez más porel progresismo y sus aliados: una casta política profundamente amarrada a laoligarquía empresarial, mediática y financiera del país.103 Y esto tambiénexplica la tasa de abstención récord (que superó el 50% del electorado) en laselecciones nacionales, la emergencia de una fuerza de izquierda antineoliberalencabezada por la nueva generación (con el Frente Amplio) y la victoriapresidencial del empresario multimillonario Sebastián Piñera para un segundomandato. Entre el original y la copia, los electores prefirieron la versión origi-nal.Desde esta perspectiva, el post-neoliberalismo “progresista” aparece amenudo en continuidad con lógicas heredadas del período anterior a pesar delos cambios de figuras políticas y simbólicas. Las trayectorias dependientes(path dependence) saltan a la vista en varios campos socioeconómicos: laideología desarrollista y el extractivismo, el pago de la deuda externa, la des-regulación financiera y los cambios desde arriba “en la medida de lo posible”,discursos y prácticas que regresaron con fuerza y explican la metamorfosis103 Franck Gaudichaud, Lasfisuras del neoliberalismo chileno. Trabajo, crisis de la“democracia tutelada” y conflictos de clase, CLACSO, Buenos Aires, 2015.FRANCK GAUDICHAUD
71“estatalista” en el discurso de “intelectuales de palacio” de renombre comoGarcía Linera.104Ciertamente, para explicar los reveses, las contradicciones y regresiones,los líderes han argumentado los inmensos obstáculos por superar de suseconomías dependientes, el peso de la inercia económica, cultural einstitucional, incluso invocaron las “tensiones creativas de la revolución”(García Linera),105 el poder global de la ofensiva imperialista (sobre todo con-tra Venezuela), o incluso –según las palabras de Rafael Correa– la “tormentaperfecta” que tuvieron que enfrentar algunas naciones. En el caso de Ecuador,se combinaron los factores externos tras la crisis mundial, la fragilidad de unaeconomía dolarizada y la caída en el precio de los hidrocarburos con el violentosismo de abril del 2016 que destruyó parte del país. Sin embargo, las maniobrasdel ogro imperialista o los caprichos de la economía mundial no pueden ocultarque el reflujo de la hegemonía progresista y los rápidos avances de las derechasse alimentaron también de los retrocesos políticos, de las derivas autoritariasy de la metástasis conservadora de los progresismos. Un debate necesario ymuchas veces escamoteado dentro del campo militante que se reclama del“populismo de izquierda” o del anti-imperialismo “campista”.No detallaremos aquí la historia del golpe de Estado institucional oparlamentario contra Dilma Rousseff en Brasil, la victoria de la derecha new-look de Macri en las elecciones presidenciales argentinas, ni tampoco elcrecimiento electoral de la MUD en los barrios populares históricos del chavismoen Caracas. Es cierto que esta ofensiva pretende utilizar todos los espaciosque dejaron o abandonaron los progresistas para reconquistar, violenta y/oelectoralmente, el poder del Estado. No es que las clases dominantes fueranmaltratadas en sus intereses fundamentales durante la edad de oro progresista,como hemos visto, es más bien todo lo contrario. Pero eso no importa: estaoligarquía siempre consideró que la experiencia nacional-popular o de centro-104Cfr.: Decio Machado y Raúl Zibechi, Cambiar el mundo desde arriba. Los límites delprogresismo, Ediciones desde abajo, Bogotá, 2016; o desde un enfoque plural sobre este mismofenómeno en: Gerardo Szalkowicz y Pablo Solana (compiladores), América Latina. Huellas yretos del ciclo progresista, Editorial El perro y la rana, Caracas, 2018.105 Para una crítica de la visión de la Revolución de García Linera, un actor esencial de losprogresismos en la región: cfr.: Salvador Schavelzon, “Teoría de la revolución en Álvaro GarcíaLinera: centralización estatal y elogio de la derrota”, , Madrid, 23 de abril de2018.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
72izquierda no era más que un paréntesis, lo más corto posible, y que el Estadorepublicano es suyo, una creatura a su servicio y bajo su control, ya sea en susformas autoritarias o en las democrático-liberales. Así, el arribo presidencialde diferentes líderes carismáticos populares, viejos sindicalistas, mujeresprogresistas o presidentes indígenas y sus adeptos fue visto como una herejíainsoportable que tenía que ser, sin importar cómo, terminada. Este “fin deciclo” con sus golpes de Estado “light”, apoyados, más o menos directamentepor Washington, se dio primero en los eslabones débiles del progresismo:contra el liberal Zelaya en Honduras en 2009, contra Lugo en Paraguay en2012, y luego, una vez esas victorias consumadas en un país central de lapolítica mundial como es Brasil. Como ha señalado Michael Löwy, esteatentado contra la democracia brasileña que representó la destitución deRousseff es profundamente reaccionario y surge del pasado más sombrío delpaís: Un affaire tragicómico, en el que vimos a unos parlamentarios reaccionarios ynotablemente corruptos, deponer a una presidenta democrática electa por 54millones de brasileños. En nombre de unas “irregularidades contables”. Estaalianza estaba compuesta por partidos de la derecha y un bloque parlamentario(no partidario) que fue conocido como “las tres B”: Bala –diputados ligados a laPolicía Militar, los escuadrones de la muerte y otras milicias privadas– Buey–los grandes terratenientes ganaderos– y Biblia: los neo-pentecostales integristas,homófobos y misóginos. Entre los partidarios más entusiastas de la destituciónde Dilma estaba el diputado Jair Bolsonaro, que dedicó su voto a los oficiales dela dictadura militar y especialmente al Coronel Unstra, un famoso torturador,entre cuyas víctimas estuvo la propia Dilma Rousseff.106La judicialización de la política (lawfare), encabezada por el juez Moro(y futuro ministro de Bolsonaro), para impedir una nueva candidatura de Lulaen 2018 forma parte de este proceso. De nuevo, fueron las alianzas “contranatura” y las decisiones de austeridad presupuestaria del PT las que se volvieronen su propia contra: Michel Temer el presidente de facto interino era, ni másni menos, el ex-vicepresidente de Dilma.Para muchos militantes e intelectuales del proceso bolivariano, la “batallade Caracas”, sería, en esta coyuntura, la madre de todas las batallas contra elimperialismo, incluso un verdadero “Stalingrado” (sic) para América Latina106 Michael Löwy, “Brésil. Le coup d’Etat”, , Paris, 14 de mayo 2016.FRANCK GAUDICHAUD
73retomando la expresión poco afortunada del argentino Atilio Borón. Lasdeclaraciones bélicas de la administración Trump, su decisión de aumentarlas sanciones financieras,107 sólo agregaron combustible al fuego, y de hechotienen consecuencias catastróficas diarias para la economía domésticabolivariana y los más humildes. En primer lugar, desde 2014, los sectores deoposición “duros”, con el apoyo decidido del Pentágono, han desatado unaola de violencia dirigida a derrocar a Maduro, encabezando las guarimbas(barricadas y bloqueos) con dirigentes como Leopoldo López y AntonioLedezma. La estrategia de la Salida dejó 43 muertos y más de 800 heridos ehizo recordar de nuevo la responsabilidad de esta radical derecha venezolanaen el intento de golpe de 2002. La violencia callejera que se reanudó en 2017,al igual que las sanciones adicionales de Trump, alimentaron un endurecimientodel poder, y una mezcla explosiva de manifestaciones y contra-manifestaciones,represión del Estado contra grupos de choque de la extrema derecha y desfilesarmados de “colectivos” de chavistas motorizados. Las amenazas de Trumpde una posible intervención militar de los Estados Unidos (por lo menosindirecta), apoyado por diferentes actores de la derecha mundial o la actuacióndiplomática del “grupo de países de Lima”, el fracaso de solución negociadaen República Dominicana desembocó –en enero 2019– en la tentativa de golpede Juan Guaidó, joven dirigente de “Voluntad Popular”, presidente de laAsamblea Nacional (inhabilitada por Maduro) y figura de los sectores “duros”de la oposición neoliberal, apoyados por el Departamento de Estado. Lasituación venezolana se volvió efectivamente catastrófica, dramática incluso.Pero, la tentación de los círculos progresistas y de izquierda (por ejemplodesde el foro de Sao Paulo) de resumir –desde una clara lógica “campista”– elcolapso bolivariano a un enfrentamiento binario entre agresión imperial ysocialismo en construcción es una simple negación de una realidad más biencompleja. La polarización violenta, las tentativas externas de desestabilizaciónreales no pueden esconder la fuga autoritaria hacia adelante del gobierno, los107 Con estas sanciones, Venezuela no ha podido mantener cuentas en dólares americanos,se encareció la deuda pública externa que Venezuela mantiene en el mercado financierointernacional y se ha dificultado la adquisición de alimentos, medicamentos y todo tipo deproductos importados. En 2016, el presidente Maduro admitió una caída de importaciones delmás de 50% respecto a 2015. El costo de esas sanciones era evaluado en más de 700 milmillones de dólares sólo para el año 2017: un costo descomunal para una economía en crisis yuna práctica injerencista denunciada por la ONU.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
74problemas de corrupción, la ausencia en la diversificación productiva y ladescomposición económica interna casi total. En un momento en que la escasezmasiva, el mercado negro, la inflación de cinco dígitos o la crisis del sistemade salud hacen que los logros sociales de la época de Chávez ahora parezcancosa del pasado: después del 2015, tres cuartas partes de la poblaciónvenezolana vivían en la pobreza. La esperanza del “socialismo del siglo XXI”para millones de personas, o por lo menos un proyecto de dignidad y desoberanía nacional frente a la injerencia “yankee” ya no es más que un fantasmadel pasado.108 En lugar de favorecer la industria nacional, pública o privada,el gobierno ha preferido satisfacer las diversas necesidades con importacionesmasivas. El sector público, por ejemplo, aumentó sus importaciones en 1,033%entre el 2003 y el 2013 con un crecimiento anual del 51% (2007) en vez deinvertir en la creación de sus propias empresas. El rentismo bonapartista hasido consolidado, en vez de ser desmantelado y el “poder popular” resumidoa eslóganes ministeriales:La política económica bolivariana no tiene nada que ver con un cambiorevolucionario anticapitalista, ni con una metamorfosis de las relaciones socialesde producción. El proceso bolivariano es una variante de las políticaseconómicas propuestas por el “rentismo petrolero”, que se experimentó du-rante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979). Los componentesideológicos, antiimperialistas y anticorporativos de muchos discursos engañarona la mayoría de los analistas que estudian los discursos presidenciales y no lapolítica sobre el terreno. Si bien el gobierno bolivariano ha incrementado elgasto social, nacionalizado empresas, desarrollado políticas de transferenciadirecta para los más pobres y subsidiado los servicios públicos, la orientaciónprincipal de su política económica no ha sido más que la búsqueda de laapropiación parásita de los ingresos petroleros y su desperdicio, con una escaladade políticas de control que no han hecho más que acelerar la destrucción de laagricultura, de la industria y del comercio en beneficio del capital de importacióny financiero y del engorde de una casta militar y burocrática muy corrupta quesaquea a la nación, al punto de empobrecerla a niveles nunca vistos en esaslatitudes.109108 Para un primer balance de la crisis venezolana, a partir de opiniones plurales: DanielChávez, Hernán Ouviña y Mabel Thwaites Rey (compiladores), Venezuela: Lecturas urgentesdesde el Sur, CLACSO/TNI, Buenos Aires, 2017.109 Manuel Sutherland, “La ruina de Venezuela no se debe al ‘socialismo’ ni a la‘revolución’”, Nueva Sociedad, núm. 274, Buenos Aires, abril 2018.

76del mismo año, se desconocen las atribuciones de la Asamblea Nacional y éstasson usurpadas entre el Tribunal Supremo de Justicia y el Poder Ejecutivo. Apartir de febrero 2016, el Presidente comienza a gobernar por la vía de un estadode excepción (“emergencia económica”), violando expresamente las condicionesy límites temporales establecidos en la Constitución del año 1999. Asumiendoatribuciones que de acuerdo a la Constitución corresponden al pueblo soberano,Maduro convoca a una Asamblea Nacional Constituyente y se definen mecanismoselectorales destinados a garantizar el control total de esa asamblea. Se elige unaAsamblea Nacional Constituyente monocolor, sus 545 integrantes estánidentificados con el gobierno. Esta asamblea, una vez instalada, se autoproclamacomo supraconstitucional y plenipotenciaria. La mayoría de sus decisiones sonadoptadas por aclamación o por unanimidad sin debate alguno.112El 10 de enero 2019, Maduro asumió la presidencia para un segundomandato: fue reelegido en 2018 y relegitimado con el 67% de los votos, perodespués de un proceso electoral plagado de irregularidades y cuando la mayorparte de la oposición (muy dividida) decidió no acudir a las urnas. El PSUVganó también 20 de las 24 gobernaciones, 310 de las 335 alcaldías (más la to-talidad de la Asamblea Nacional Constituyente). Pero, el país tiene la inflaciónmás elevada del mundo y, como en la Cuba del “Periodo Especial”, se destruyócasi el 50% del PIB nacional entre 2013 y 2018: un récord absoluto en la historiaeconómica reciente. Nicolás Maduro tuvo que reconocer la tragedia afirmandoque reina en Venezuela “un falso modelo de socialismo”, en particular en lasempresas bolivarianas nacionalizadas, pero sin que su propuesta de“recuperación económica” (“Plan de la Patria”) pueda rendir algunos frutospositivos, en un marco en que la deuda soberana del país está fuera de control.Así como lo resumió el periodista y politólogo José Natanson, después de laautoproclamación de Juan Guaidó como “presidente interino”, la experienciabolivariana se caracteriza hoy más que nunca por ser “un régimen híbrido quecombina elementos democráticos y autoritarios y que va mutando de acuerdoal contexto internacional, los precios del petróleo, el ánimo del gobierno y lacorrelación de fuerzas con la oposición”.113 Una situación desastrosa, que sigue112 Franck Gaudichaud, “Amérique latine: fin d’un âge d’or?”, op. cit. Ver también: EdgardoLander, La implosión de la Venezuela rentista, TNI, Ámsterdam, 2016.113 José Natanson, “Venezuela, esa herida absurda”, Revista Anfibia, Universidad Nacionalde San Martín, Buenos Aires, enero 2019. Consultar también las declaraciones de la “PlataformaCiudadana en Defensa de la Constitución” en .FRANCK GAUDICHAUD
77alimentando el desencanto popular y la “bolsonarización” de América Latina,pues la extrema-derecha regional utiliza a destajo el ejemplo venezolano comoargumento caricaturesco para sus campañas de odio.Frente al caso “extremo” bolivariano, el final del ciclo o el reflujo nosiempre ha tomado el giro tan radical y existen múltiples situacionesintermedias. Incluso, en varios países, asistimos a una estabilización social-liberal (Uruguay), a una alternancia electoral junto con una ofensiva neoliberal(Argentina, Chile) o a un nacionalismo-popular “continuado” pero de un modo“degradado” o incluso regresivo. En Ecuador, la victoria del sucesor de RafaelCorrea, Lenín Moreno condujo a una guerra entre los líderes de Alianza País(el movimiento presidencial), y a acusaciones fratricidas, de intentos dedilapidar la herencia postneoliberal (según los partidarios de Correa) y, de laotra parte, de autoritarismo, corrupción e ineficacia burocrática en el gobiernode Correa (según los partidarios de Moreno). Según Franklin Ramírez, LenínMoreno realizó gestos de apaciguamiento con la CONAIE y algunos movimientossociales, mientras forjaba alianzas con los magnates de los medios decomunicación y los grandes empresarios para “descorreizar” la políticanacional con una perspectiva de normalización y de “pacificación post-populista”, que se confirmó con el agotamiento de la retórica populista delgobierno anterior y el combate contra los casos de corrupción másconnotados.114 Sin embargo, parece que este distanciamiento con Correatambién significó abandonar las perspectivas de transformación social queanimaban en sus primeros días Alianza País: la agenda de Moreno está ahorafijada por un giro promercado, dictado por las élites empresariales (deGuayaquil en particular) y encarnada por un equipo de ministros mucho másdevotos del libre comercio neoliberal.115 La experiencia nacional-popular enBolivia se destaca más bien como una excepción, donde estabilidadmacroeconómica, democratización del consumo, modernización de losservicios públicos y nacionalismo popular con tintes indigenistas mantienencierto equilibrios a pesar de la crisis mundial y explican la longevidad de EvoMorales en el poder (una sorpresa en relación con la caótica historia114 Franklin Ramírez, “El 4 de febrero y la descorreización de Ecuador”, Nueva Sociedad,Buenos Aires, enero 2018.115 John Cajas Guijarro, “¿Hacia dónde va el Ecuador de Lenín Moreno? Entre una crisispersistente y un nuevo neoliberalismo”, Nueva Sociedad, Buenos Aires, junio 2008.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
78institucional boliviana). Este éxito económico, la ortodoxia gestionaría y unatasa de cambio fija con el dólar, a miles de años luz del desmoronamientovenezolano, han sido incluso elogiados por el FMI y grandes institucionesfinancieras mundiales. Lejos de los discursos sobre el “socialismocomunitario”, se trata de consolidar un capitalismo nacional, donde el Estadocontrola o regula parte importante del PIB (más allá de los hidrocarburos).Evo, consiente de su fuerza y de las debilidades de la oposición (con CarlosMesa a la cabeza), y después de perder el referéndum en 2012 sobre su posiblereelección, consiguió el acuerdo del Tribunal Constitucional para reelegirseen un cuarto mandato, en una lógica que Maristella Svampa define como lade un “populismo plebeyo” y cesarista.Es cierto que, en toda la región, a imagen de lo que está ocurriendo en elplano mundial, el Estado autoritario, incluso el Estado de excepción, sefortalece e incluso se normaliza y legaliza. Y es evidente que el regreso de lasderechas confirma el mantenimiento de la gran influencia política de éstas, sucapacidad para adaptarse y utilizar las muchas debilidades de la izquierda eincluso para ocupar la calle mediante manifestaciones masivas durante días.Esta reconquista de las derechas también fue de las iglesias conservadoras,en particular las evangélicas, que ahora pudieron conquistar gobiernos lo-cales (como el alcalde de Río de Janeiro) o hacer o deshacer gobiernos. Estosmovimientos religiosos incluso se convirtieron en las únicas “organizacionesde masas” insertadas en la sociedad civil en varios territorios, y sus corrientesmás reaccionarias son feroces oponentes de cualquier objetivo emancipatorioen el mediano o en el largo plazo.116 La vuelta a la derecha fue también elregreso de un neoliberalismo “de combate”, particularmente en el Brasil deBolsonaro o en la Argentina de Macri, sobre todo en su cara represiva: con elasesinato en agosto de 2017 de Santiago Maldonado, un joven activista pro-Mapuche, en el sur de Argentina y también en marzo del 2018 en Brasil de lamilitante afrolesbo-feminista Marielle Franco simbolizando una represión queha golpeado a miles de militantes. Además, países como Colombia y Méxicose hunden cada vez más en la barbarie y cuentan por miles las muertes cadaaño de los líderes sociales, sindicalistas o habitantes de barrios obreros (eneste sentido, el desafío de López Obrador es considerable y sus propuestasaparecen muy tímidas). El período de consolidación del progresismo había116 Lamia Oualalou, Jésus t’aime! La déferlante évangélique, Cerf, Paris, 2018.FRANCK GAUDICHAUD
79sido de una notable caída en las formas de represión estatal, sin embargo,nuevamente, a partir de 2012-2013 observamos un uso creciente de la “manodura” que contradice la imagen internacional “amigable” de los gobiernos deizquierda.117 Así, una legislación anti-terrorista se aplicó en Ecuador en con-tra del pueblo Shuars y sus protestas en contra de las mineras en el sur delpaís. Los asesinatos de líderes ecologistas como José Tendetza, Freddy Taishy Bosco Wisuma permanecen marcados por el sello de la impunidad. En Brasil,el actual gobierno Bolsonaro multiplica la militarización de las favelas, enuna lógica de “limpieza” social racializada, dirigida principalmente a loshabitantes negros de estos barrios, pero que ya estaba muy presente antes,especialmente a partir de la aprobación de una nueva ley antiterrorista bajoDilma Rousseff. Podemos citar la criminalización de las luchas en 2013 odurante el mundial de futbol en 2014 e incluso durante los Juegos Olímpicosde Río 2016. En el mismo sentido, la impunidad frente a la criminalización delas luchas sindicales en Venezuela, e incluso la posposición de las eleccionessindicales de PDVSA en el complejo siderúrgico nacionalizado por el ministrodel Trabajo, son parte de la misma tenencia. Eso sin mencionar la explosiónde muertes violentas en Caracas y en numerosas ciudades del país con larespuesta de militarización de las áreas urbanas más pobres a través de unplan nacional titulado OLP (Operación Liberación del Pueblo). En Chile,Michele Bachelet mantuvo, e incluso profundizó, los niveles de represión encontra de las movilizaciones del pueblo Mapuche en el Sur del país, y continuóaplicando la ley antiterrorista de la dictadura. Para algunos pudo encarnar elrostro amable de la “madre” de la madre patria, sin embargo, reprimió conextrema violencia muchas expresiones de demandas sociales, sindicales yestudiantiles. Una represión confirmada con fuerza por la administraciónderechista de Piñera.A medida que la “mano derecha” del Estado progresista o populista deizquierda se desarrolló, aumentó también la distancia –o el enfrentamientodirectamente– con los movimientos populares. Los signos que avisaban de undivorcio entre las izquierdas sociales y las izquierdas en el gobierno fueronmúltiples. Hay que recordar que, en Bolivia, esto se reflejó en 2011 por ellargo conflicto sobre el proyecto para construir una carretera en el Tipnis117 Emiliano Terán Mantovani, “América Latina en el cambio de época: ¿normalizar elestado de excepción?”, ALAI, Quito, 22 de marzo de 2018.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
80(Territorio indígena y parque nacional Isiboro-Sécure), un espacio quenormalmente estaba protegido y en el que vivían entre 7,000 y 12,000 indígenasnativos (pero también miles de colonos favorables al proyecto del gobierno).Supuestamente esta ruta ayudaría a abrir el territorio para un desarrollocapitalista en dirección de Brasil. El autoritarismo del gobierno, con el rechazoa una consulta previa y a una negociación sobre el trazado de la ruta llevó a losindígenas y a los sindicatos a una larga marcha de protesta de 66 días, hacia LaPaz. En septiembre de 2011, estos 1 000 manifestantes fueron arrestados al piede los Andes y reprimidos de manera violenta por la policía, lo que provocó larenuncia del viceministro de desarrollo rural y una fuerte conmoción en la opiniónpública boliviana e internacional. La COB también se incorporó con una fuertemovilización. Por último, Evo tuvo que abandonar –momentáneamente– elproyecto, que volvió a aparecer en 2017… para finalmente ser aprobado:Bolivia aparece atrapada en sus propias contradicciones: contradicción entre elposicionamiento ecologista e indígena y la realidad de su política nacional;contradicción entre la protección de sus espacios orientales y la voluntad departicipar plenamente en la integración continental; y finalmente, contradicciónentre las promesas de cambio sociopolítico y la realidad de un regreso del Estadocentralizado.118Para la “revolución ciudadana” en Ecuador, lo que aceleró el divorciocon los ecologistas y las comunidades indígenas, fue el abandono del proyectoYasuní ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini) en agosto del 2013. La ideaconsistía en dejar bajo tierra el 20% de las reservas de petróleo de Ecuador enel Parque Nacional Yasuní, región con una de las reservas de biodiversidadmás grandes del mundo y hogar de dos pueblos en aislamiento voluntario(Tagaeri y Taromenane). Por su originalidad este proyecto le había dado aCorrea prestigio internacional. A cambio, Ecuador esperaba una compensaciónfinanciera parcial por parte de la comunidad internacional en nombre de los“derechos de emisión de gases de efecto invernadero”. Pero enfrentado alegoísmo de las grandes potencias (se esperaban más de 3,000 millones dedólares, se recogieron algo más de 10 millones), el presidente tiró la toalla.118 Laetitia Perrier-Bruslé, ”Le conflit du Tipnis et la Bolivie d’Evo Morales face à sescontradictions: analyse d’un conflit socio-environnemental”, EchoGéo, Paris, 26 de enero2012.FRANCK GAUDICHAUD
81Sin embargo, para muchos activistas e incluso antiguos familiares de Correacomo Alberto Acosta, el proyecto era viable a pesar de todo: Correa, uneconomista con una visión productivista y extractivista jamás lo habría creído.Desde sus orígenes, esta iniciativa sin precedentes oscilaba entre el capitalismoverde y el ecosocialismo,119 su abandono abrió un poco más la Amazonía a lasempresas mineras. Las 757,636 firmas de votantes ecuatorianos entregadas alConsejo Nacional Electoral (CNE) por el colectivo “Yasunidos” para unainiciativa popular de referéndum no lograron nada. Finalmente, el 2014 terminócon un intento de expulsión de la CONAIE de su sede histórica, hecho denunciadointernacionalmente.120El descontento popular o la creciente decepción con el progresismotambién se reflejaron en renovadas luchas y en cierta reactivación de losrepertorios de movilización, con la aparición de una nueva generación deactivistas nacidos a finales de los años noventa. Los ejemplos son múltiples,los actores en juego también: campesinos, jóvenes urbanos, sindicatosestudiantiles y de trabajadores, mujeres, indígenas, etc. Encontramos la mismapluralidad plebeya que se movilizó a finales de los años noventa. También sepodría mencionar la creciente revitalización del sindicalismo en Chile, e inclusosu politización, a pesar de las condiciones en extremo precarias. Además,debemos mencionar la fuerza renovada del movimiento feminista, radical ydinámico, popular y masivo, claramente internacionalista, con “Ni una menos”:un movimiento que se inició en Argentina (en 2015) contra los feminicidios,el patriarcado y la violencia hacia las mujeres y que reunió a cientos de milesde manifestantes. Y que después se extendió por toda América Latina. La“revolución feminista” de mayo-junio del 2018 en Chile, con la ocupación demás de 20 universidades y varias semanas de movilizaciones juveniles contrala violencia de género y por la igualdad mostró que se trata de un movimientoprofundo. En Brasil, estas nuevas resistencias se tradujeron –entre otras– enla creciente fuerza de organizaciones como el Movimento dos TrabalhadoresSem Teto (MSTS), que protesta contra los problemas de acceso a la vivienda,119 Matthieu Le Quang, “La trajectoire politique de l’initiative Yasuní-ITT en Équateur:entre capitalisme vert et écosocialisme”, Cahiers d’histoire. Revue d’histoire critique, núm.130, Paris, 1 de enero de 2016.120 Sobre Ecuador y la coyuntura de luchas abiertas en 2013-2015: Alejandra SantillanaOrtiz y Jeffrey R. Webber, “Cracks in Correísmo?”, Jacobin Magazine, New York, 14 deagosto de 2015.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
82especialmente en el estado de Sao Paulo, y también con el MAB, el Movimientode Afectados por las represas. Pero fueron las grandes movilizaciones juve-niles en junio del 2013 las que constituyeron el primer gran enfrentamientoentre el PT y el movimiento de masas, inaugurando una reconfiguración de lasluchas sociales, con otra relación con el Estado, así como un nuevo ciclo deprotestas que rompió con la desmovilización y el pacto conservador que sehabía instalado en el modelo “PT-CUT” de control/integración de lasorganizaciones desde arriba:Como todas las movilizaciones de este tipo, las Jornadas de Junio, fueron unamezcla de voces, actores y reivindicaciones diferentes. Son parte de una gramáticade movilizaciones muy contemporánea, ya sea en términos de sus consignas, suorganización y del vínculo que se crea entre los individuos, el movimiento y lasociedad. […] El estallido de estas grandes manifestaciones no provino de lasgrandes organizaciones de la sociedad civil sino de una red relativamente pequeñade jóvenes “alter-activistas”: el movimiento “Passe Livre” que luchaba por eltransporte público gratuito. Contra el aumento de las tarifas de las compañíasde camiones (muy privatizadas en Brasil), y que abrieron un amplio campo deconflictos en torno a la movilidad urbana y que se extendió progresivamentehacia otros servicios públicos (educación, salud, abusos policiales, etc.), y luegoa la relación entre el Estado y la sociedad, al punto de convertirse en un espaciode expresión de una indignación latente y relativamente generalizada en lasociedad brasileña en su conjunto. Una difusión viral, con organizacionesreticulares, de identidades múltiples y una transversalización de las agendas quefinalmente reunió a millones de ciudadanos.121Posteriormente, estas diversas protestas, en gran parte urbanas, abrieronel camino para la expresión de una mayor insatisfacción hacia el PT con susreivindicaciones muy particulares, diferentes, incluso claramente opuestasentre sí. Así en las jornadas de junio se movilizaron militantes de la izquierdaanticapitalista, que denunciaron al gobierno desde la izquierda, pero tambiénse movilizó la derecha y la extrema-derecha que aprovecharon la grieta paramovilizarse en forma masiva, preparando la desestabilización del gobiernode Dilma Rousseff, y, como segundo paso, la encarcelación ilegal de Lula. Esuna de las paradojas y dificultades de la época del “fin de ciclo”: tal comoestá, no benefició –sino todo lo contrario– a la izquierda radical o121 Bruno Bringel y Geoffrey Pleyers, “Les mobilisations de 2013 au Brésil: vers unereconfiguration de la contestation”, Brésil(s), Paris, 26 de mayo de 2015.FRANCK GAUDICHAUD
83revolucionaria que con sus fuerzas minoritarias, dispersas, a veces dogmáticasy poco creíbles, no pudieron encarnar una alternativa concreta de poder, másaún en una situación donde la incorporación “populista” de las clasestrabajadoras se ha hecho la mayor parte del tiempo de una maneraasistencialista y con la extensión del acceso al crédito, al consumo y al mercadoen lugar de hacerlo a través de la politización, la construcción de concienciade clase y de la organización comunitaria autogestionaria. La frase de CristinaKirchner se hizo famosa: “¿a mi izquierda saben qué hay? ¡La pared!” (2014).Una frase aún más provocativa en un país en el que, mal que bien, se logróconstruir en los últimos años un Frente de la Izquierda y de los Trabajadores(FIT) que reagrupó a tres pequeñas organizaciones históricas del trotskismo yque, en las elecciones legislativas del 2017, logró más de un millón 300,000votos, tres diputados y sobre todo implantarse fuertemente en muchos bastionesdel sindicalismo combativo del país. Lo mismo sucedió en Brasil con el PSOL(Partido Socialismo e Liberdade), que conserva tres diputados, dos senadores,y que sobre todo busca impulsar un espacio anticapitalista, feminista yecosocialista a la izquierda del PT, presentando un candidato en las eleccionespresidenciales como Guilherme Boulos, proveniente de las luchas popularesy líder del MTST. Sin embargo, estas fuerzas fueron marginadas, en gran medida,por los progresismos y, por el momento, tienen todavía muchas dificultadespara enfrentar la aplanadora de las derechas y de los medios de comunicacióndominantes.Es particularmente el caso cuando parecen abrumados por una confusióntotal, como la abigarrada coalición de izquierda y ecologista que se opuso alheredero de Correa en las presidenciales de 2017, dirigido por el antiguo militarsocial-demócrata Paco Moncayo y cuyo candidato y una parte de sus dirigentes(la mayoría de ellos indígenas), terminaron llamando a votar (en la segundavuelta) por el banquero neoliberal Lasso, por el odio a la “dictadura de Correa”,perdiendo toda credibilidad y brújula política. Por lo tanto, en muchos casos,la caída en la popularidad de los líderes no se tradujo, al menos a corto plazo,en la reconstrucción de una perspectiva política de izquierda alternativa.Fenómeno acentuado por los obstáculos sistemáticos que se pusieron en elcamino de aquellos que fueron tratados como “disidentes”, “traidores” oconsiderados como unos “revolucionarios de pacotilla” al servicio de la de-recha, vistos como enemigos, por los progresismos de gobierno. Así, en laVenezuela bolivariana, los candidatos independientes del chavismo “crítico”, 85Macri en diciembre del 2017 fueron masivas y se enfrentaron a una represiónsin precedentes desde diciembre del 2001. Mauricio Macri, que ha sidoconfirmado en las elecciones parlamentarias, no ha dejado de perder popularidaddesde entonces. En contra de las interpretaciones basadas en el “populismo deizquierda” (inspiradas en Ernesto Laclau123), se trata de renovar la capacidadde autoorganización y de autogestión de los movimientos populares, rompiendola visión únicamente Estado-céntrica institucional e hiperdependiente de la figuradel caudillo-líder. A contrapelo de la lógica populista, el desafío sería tambiénvolver a poner en el centro de las luchas por la emancipación, los antagonismossociales de clases, de raza y de sexo. De hecho:Explicitar el universo de clase es vital en la actual coyuntura latinoamericanaporque los diferentes proyectos que están en debate, el neoliberal, neodesarrollistay radical antiimperialista, expresan intereses de clase que deben ser aclarados.Cada una de estas ideas sostienen proyectos muy diferentes de renovación de lasplutocracias actuales o de construcción de un nuevo sistema político.124El pensamiento crítico latinoamericano está llamado a revitalizarse,negándose a seguir las instrucciones del poder, retomando su larga tradiciónde acompañar a las resistencias populares, a pesar de un contexto difícil dereconquista de la gubernamentalidad neoliberal y / o el surgimiento del Estadoautoritario.125 La crisis de las experiencias progresistas señala que un proyectode transformación social no puede, en ningún caso, limitarse a “reformar porarriba” y a un rediseño del Estado basado en una redistribución de la renta delas materias primas. El fin de ciclo confirma, a la vez, que los obstáculos songigantescos. En primer lugar, el peso histórico de las herencias del colonialismoy del imperialismo, la dependencia estructural de la economía y laimposibilidad de una ruptura de largo alcance en un solo país, sin unaintegración solidaria regional (las dificultades de la Revolución Cubana lo123 Ernesto Laclau, La razón populista, Fondo de Cultura Económica, México, 2005.124 Claudio Katz, “Estrategias socialistas en América Latina”, Viento Sur, núm. 94, España,enero de 2007.125 Decío Machado, “Revitalizar el pensamiento crítico en América Latina”, Brecha.comMontevideo, 15 de febrero 2018.126 Emilio Taddei, “Relegitimación de la gobernabilidad neoliberal, resistencias popularesy desafíos emancipatorios en la Argentina y en Nuestra América” en Fórum Social Mundial2016, Ação Educativa, Canadá, 2016, pp. 5-37.CAPÍTULO 1. CONFLICTOS, SANGREYESPERANZAS. PROGRESISMOSYMOVIMIENTOS…
86confirman de alguna manera).126 Por otro lado, destacan la resiliencia delcapitalismo, de las instituciones neoliberales, así como la profundidad delpoder de las clases dominantes y sus aparatos ideológicos y mediáticos parafrenar cualquier indicio de cambio, por pequeños y moderados que sean. Porúltimo, hay que asumir las múltiples contradicciones y tensiones existentesen el seno del campo popular, los reflejos corporativos, oportunistas oconservadores, las divisiones entre organizaciones y líderes, el peso de lasiglesias reaccionarias, de la precariedad individual, de la violencia cotidianay del crimen organizado.Sin embargo, las políticas de la emancipación de “Nuestra América” estánen construcción y en reelaboración permanente, y los caminos de unanticapitalismo democrático, ecosocial, feminista e internacional siguenabiertos, a pesar del desencanto del mundo actual. El eclipse del período abiertoa fines de los noventa está lleno de peligros, pero también de potencialidadessi se retoman las lecciones críticas de las experiencias recientes, enfrentandocon resolución, en las calles y en las urnas, al neoliberalismo y a las derechasextremas en pleno desarrollo. Frente a la corrupción generalizada, losautoritarismos, la política oficial, el mal desarrollo y el mal-vivir, el patriarcadoy la destrucción de los ecosistemas, las salidas del “laberinto capitalista” nosólo son posibles, sino indispensables.127 Ahora se trata de no sólo pensar entérminos del “postneoliberalismo”: el fin de ciclo forma parte de una crisismás amplia de la civiliz ación capitalista, que nos obliga a repensarradicalmente, desde la raíz, las alternativas ecosocialistas, con una sociedadde los comunes y del “buen vivir”,128 y no sólo contra el orden dominanteexistente, sino para restaurar el “principio de la esperanza” al servicio de lasfuturas generaciones humanas.127 Alberto Acosta, Ulrich Brand, Salidas del laberinto capitalista. Decrecimiento yPostextractivismo, Fundación Rosa Luxemburg, Quito, 2017.128 Michael Löwy, Ecosocialismo. La alternativa radical a la catástrofe ecológicacapitalista, Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo, Buenos Aires, 2011; JorgeRiechmann, El socialismo puede llegar sólo en bicicleta, Los libros de la catarata, Madrid,2012; Jérôme Baschet, Adiós al capitalismo. Autonomía, sociedad del buen vivir y multiplicidadde mundos, Ned Ediciones, España.FRANCK GAUDICHAUD
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