Políticamente, el giro de la izquierda –o “marea rosa”– que comenzó en el cambio de milenio interrumpió los regímenes de ciudadanía elitista asociados con el anterior modelo neoliberal de desarrollo económico, pero les dieron profundidad y consolidaron los lazos con el extractivismo capitalista llegando en casos a desplegar la represión contra los movimientos sociales, somo ocurrió con Allende en Chile, que reprimió al campesinado mapuche que pedía extensión de la reforma agraria propuesta y a los cordones industriales que exigían avances en la expropiación y control popular de empresas.
La vieja política del reformismo obrero seguida por el PC chileno y adoptada también por el PS de Allende, finalmente llevó a la burocracia gobernante a enfrentar a los movimientos sociales que avanzaban, que fue finalmente lo que copiaron los progresistas latinoamericanos que al final entregaron en bandeja los países a las derechas que crecían mientras las izquierdas se ahogaban en sus afanes de utilizar el estado y la economnía capitalista para sus intereses del capitalismo de estado. Ya es suficiente lo que le hamos dado de oportunidades a la izquierda, que cuando tiene un gobierno se lo farrea por su obsesiva necesidad de alcanzar el desarrollo que termina hundiéndola, de modo que ya es hora que los pueblos aprendan de las experiencias de los autogobiernos que surgen por todos lados. Este arículo ha sido tomado del libro “Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI, Ensayos de interpretación histórica” de Gaudichaud, Webber y Modonesi, y vale la pena leerlo, pues rescata varias críticas que se les hicieron antes, durante y después de las experiencias, críticas que fueron tachadas de ilusiones, tergiversaciones o ataques por parte de los dos cabezas de Clacso, Atilio Borón de Argentina y Emir Sader de Brasil, que hasta el día de hoy siguen defendiendo las “maravillas” alcanzadas por el modelo capitalista progresista que asumieron desplegando cientos de artículos, clases, textos y libros utilizando descaradamente su elevada posición en la estructura de Clacso. adelante, pues, y buena lectura.
Jaime Yovanovic (Profesor J)
MERCADO MUNDIAL, DESARROLLO DESIGUAL Y PATRONES DE ACUMULACIÓN: LA POLÍTICA ECONÓMICA DE LA IZQUIERDA LATINOAMERICANA
Jeffery Webber
Traducción del inglés, Mario Arellano González
Introducción La política y la economía, según el economista político argentino Claudio Katz, han estado fuera de sincronía en la política latinoamericana del siglo XXI. Si bien las dos dimensiones están estrechamente relacionadas, con mutaciones en una que siempre inciden en la otra, no siempre proceden al mismo ritmo, o incluso se mueven en la misma dirección.1 Políticamente, el giro de la izquierda –o “marea rosa”– que comenzó en el cambio de milenio interrumpió los regímenes de ciudadanía elitista asociados con el anterior modelo neoliberal de desarrollo económico.2 Hubo importantes conquistas democráticas, como las asambleas constituyentes y las nuevas constituciones en Bolivia, Ecuador y Venezuela.3 Las leyes que otorgan impunidad a figuras
1 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, Batalla de Ideas, Buenos Aires, 2016, p. 74. 2 Jeffery R. Webber, The Last Day of Oppression, and the First Day of the Same: The Politics and Economics of the New Latin American Left, Haymarket, Chicago, 2017; Kenneth M. Roberts, Changing Course in Latin America: Party Systems in the Neoliberal Era, Cambridge University Press, New York, 2015; Steven Levitsky y Kenneth M. Roberts (editores), The Resurgence of the Latin American Left, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2011; Claudio Katz, Las disyuntivas de la izquierda en America Latina, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2008. 3 George Ciccariello-Maher, We Created Chávez: A People’s History of the Venezuelan Revolution, Duke University Press Books, Durham, 2013; Salvador Schavelzon, El nacimiento
destacadas de la dictadura argentina (1976-1983) fueron anuladas por ser inconstitucionales.4 Los gobiernos de izquierda también han permitido espacio de maniobra, aunque a regañadientes, para los movimientos sociales de abajo. Incluso una comparación superficial con los regímenes represivos de derecha de Colombia, Perú, Honduras y México a este respecto es instantáneamente reveladora. En muchos países donde la izquierda ha avanzado, ha habido una recuperación ideológica de las tradiciones antiimperialistas y el renacimiento de concepciones más profundas de la soberanía popular.5 En algunos países, la cuestión de cómo se vería el socialismo en el mundo contemporáneo, si no se actualizó, al menos se planteó. También hubo experimentos importantes en proyectos alternativos de integración regional para contrarrestar el dominio de los EEUU en la región.6 Sin embargo, estos avances políticos e ideológicos no se tradujeron en una transformación de las estructuras de clase ni en una alteración de la inserción subordinada de América Latina en la división internacional del trabajo. Los gobiernos de derecha, como los de Colombia (en el régimen de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos) y Perú (en el régimen de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala), utilizaron el boom de las materias primas (2003-2011) para consolidar aún más los pilares neoliberales de su economías. Los gobiernos de centro-izquierda, como el de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil y Nestor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner en Argentina, entraron en modesta confrontación con algunos preceptos neoliberales, dejando intactos otros. En procesos más radicales, como los de Bolivia y Venezuela, bajo Hugo Chávez y Evo Morales, respectivamente, se produjeron mayores rupturas con el orden heredado pero fueron realizadas parcialmente y en pocas ocasiones. La desincronización de la política y la
del Estado plurinacional de Bolivia: Etnografía de una Asamblea Constituyente, BCLACSO, uenos Aires, 2013; Salvador Schavelzon, Plurinacionalidad y vivir bien/buen vivir: Dos conceptos leídos desde Bolivia y Ecuador post-constituyentes, CLACSO, Buenos Aires, 2016. 4 Salvador Schavelzon, “El fin del relato progresista en América Latina”, La Razón.com La Paz, 21 de junio de 2015. 5 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., pp. 386-87. 6 Carlos Eduardo Martins, “La integración regional en América Latina y sus desafíos contemporáneos”, Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, núm 12, CLACSO, Buenos Aires, mayo de 2014, pp. 1-3; Daniele Benzi, ALBA-TCP: Anatomía de la integración que no fue, Imago Mundi, Buenos Aires, 2017.
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economía es una expresión, en este caso, de las rebeliones populares que mitigan el frenesí del torbellino neoliberal, sin desarraigar su base. Eran revueltas lo suficientemente fuertes como para evitar su propio rumbo, pero demasiado débiles para madurar y convertirse en una revolución triunfalista anticapitalista, o incluso en una profunda reforma estructural.7 En los años de auge, América del Sur en particular, logró tasas agregadas anuales de crecimiento real del ingreso per cápita relativamente altas: entre 2003 y 2011, 4.1%. Esto se traduce en una mejora del 78 % en la tasa del 2.3 % de la era neoliberal alta (1990-2002).8 Los gobiernos progresistas utilizaron los ingresos provenientes de la exportación de minerales, productos agroindustriales, gas natural y petróleo para financiar políticas sociales específicas para estratos pobres, aumentar y mantener las tasas de empleo (aunque típicamente en empleos inseguros y mal remunerados), y aumentar el consumo interno. Hubo mejoras en las condiciones de vida de los sectores populares de la sociedad. Hubo una reducción en la pobreza y la desigualdad de ingresos se redujo ligeramente (aunque esto también ocurrió en algunos países de la región liderados por los gobiernos de derecha, al mismo tiempo que la región continúa siendo la más desigual del mundo).9 El ritmo de las privatizaciones se ralentizó e incluso se revirtió en algunos sectores económicos en unos pocos países. El aumento del gasto en servicios sociales básicos y en infraestructura en barrios urbanos pobres y zonas rurales marginadas mitigó parte del daño social residual del período neoliberal. Se amplió el acceso a la educación gratuita básica y, en algunos casos, se democratizó el acceso a la universidad.10 Estas limitadas ganancias sociales han estado en peligro desde
7 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 74. 8 James M. Cypher y Tamar Diana Wilson, “Introduction - China and Latin America: Processes and Paradoxes”, Latin American Perspectives, vol. 42, núm. 6, noviembre de 2015, p. 6. 9 Giovanni Andrea Cornia, “Inequality trends and their determinants: Latin America over the period 1990–2010” en Giovanni Andrea Cornia (editor), Falling Inequality in Latin America: Policy Changes and Lessons, Oxford University Press, Oxford, 2014, pp. 24-49; Giovanni Andrea Cornia, “Recent distributive changes in Latin America: an overview” en Giovanni Andrea Cornia (editor), Falling Inequality in Latin America: Policy Changes and Lessons, Oxford University Press, Oxford, 2014, pp. 4-23; Kenneth M. Roberts, “The politics of inequality and redistribution in Latin America’s post-adjustment era” en Giovanni Andrea Cornia (editor), Falling Inequality in Latin America: Policy Changes and Lessons, Oxford University Press, Oxford, 2014, pp. 50-71. 10 Pablo Ospina Peralta, “El reformismo progresista”, Nueva Sociedad, mayo de 2016.
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el final del boom de las materias primas, con las consecuencias de la crisis económica global que afecta a América Latina desde 2012, y en una nueva era de bajo crecimiento y austeridad estatal. En este capítulo se analiza la política económica de la izquierda latinoamericana mediante un examen de las tendencias regionales, al tiempo que vincula dichas tendencias con la dinámica más amplia del mercado mundial, incluida la geopolítica del imperialismo. La discusión está dividida en ocho partes. Primero, en el capítulo se presentan las complejidades teóricas del mercado mundial, el desarrollo desigual y la división internacional del trabajo en relación con la historia del desarrollo capitalista latinoamericano. En segundo lugar, se proporciona un balance sobre el ascenso y la decadencia de la ortodoxia neoliberal (1980-2000) en la región, con el fin de situar el giro de izquierda latinoamericano en el siglo XXI como la respuesta por excelencia a la crisis específica en la que entró el capitalismo regional en el final de su fase neoliberal. En tercer lugar, en el capítulo se exploran las consecuencias político-económicas de la coincidencia de los partidos de centro izquierda e izquierda que asumieron cargos en gran parte de América del Sur y partes de América Central justo en el mismo momento en que iniciaba el floreciente auge internacional de las materias primas (2003-2011). En esta sección se examina la dinámica específica de la intensificación del capitalismo extractivo bajo los gobiernos de la izquierda en las áreas de minería, gas natural y petróleo y agroindustria. Cuarto, basándose en un concepto desarrollado por el economista político uruguayo Eduardo Gudynas, en el capítulo se examina la forma de Estado compensatorio que se convirtió en el predominante de los gobiernos de centro izquierda y de izquierda durante el llamado superciclo de las materias primas.11 Después de mapear los contornos generales del Estado compensatorio, se conceptualiza esta forma de Estado como un continuo, posicionando a Venezuela en el polo más radical y a Brasil en lado de mayor moderación. Después de trazar las tendencias regionales asociadas con el aumento del Estado compensatorio, en la quinta sección se mapean los límites político-económicos de la ruptura con el neoliberalismo que intentaron una variedad de gobiernos progresistas en la región; es decir, resalta las continuidades neoliberales en la América Latina del siglo XXI. En
11 Eduardo Gudynas, “Estado compensador y nuevos extractivismos: Las ambivalencias del progresismo sudamericano”, Nueva Sociedad, Buenos Aires, enero-febrero de 2012.
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sexto lugar, en el capítulo se exploran los efectos retardados de la crisis económica mundial de 2008 en América Latina, primero en toda la región, y luego con un enfoque particular en Venezuela y Brasil. En la séptima sección se sitúan los amplios patrones de acumulación en la región discutidos en secciones anteriores dentro de la dinámica de influencia del imperialismo y, en particular, las tendencias dominantes en la inversión extranjera directa y las estrategias imperiales de los Estados Unidos y China en relación con América Latina. Finalmente, en la octava sección se exploran los intentos realizados por la izquierda latinoamericana en el siglo XXI para forjar proyectos novedosos de integración regional como un contrapeso a la dominación imperial en general y la dominación estadounidense en particular.
Mercado mundial, desarrollo desigual y la división internacional del trabajo Las modalidades de interconexión entre los Estados nacionales y el mercado mundial están doblemente determinadas. En primer lugar, las formas estatales están condicionadas por los ciclos históricos de acumulación a escala global que impulsan la producción, distribución y consumo de bienes y servicios específicos, en zonas geográficas y regiones específicas, para el mercado mundial, es decir, el papel de la división internacional del trabajo. Existe una unidad subyacente a los procesos globales de acumulación, que ayuda a determinar la dinámica central de la división internacional del trabajo e influye en las formas políticas nacionales específicas que median en esos procesos globales a nivel nacional.12 La economía mundial tiene un impacto disciplinario en las configuraciones institucionales locales, regionales y nacionales.13 Por ejemplo, todas las partes constitutivas de la economía capitalista mundial experimentaron la expansión antes de la Primera Guerra Mundial, la depresión de entreguerras, el auge posterior a la Segunda Guerra Mundial y la crisis estructural de fines de la década de los sesenta; aunque las experiencias
12 Greig Charnock y Guido Starosta, “Introduction: the new international division of labour and the critique of political economy today” en Greig Charnock y Guido Starosta (editores), The New International Division of Labour: Global Transformation and Uneven Development, Palgrave Macmillan, London, 2016, p. 4. 13 Robert Brenner y Mark Glick, “The regulation approach: theory and history”, New Left Review, vol. 188, núm. 1, julio-agosto de 1991, pp. 45-119.
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fueron desiguales, hay una unidad subyacente. “A pesar de los modos heterogéneos de regulación de sus partes constituyentes”, señalan los economistas políticos Robert Brenner y Mark Glick:
La economía mundial en su conjunto [desde al menos 1900] ha poseído una cierta homogeneidad, de hecho la unidad, en términos de su sucesión de fases de desarrollo. Parece que la economía mundial ha podido imponer su lógica general, si no precisamente en la misma medida, en todos sus elementos componentes, a pesar de sus modos muy particulares de regulación.14
Analíticamente, esto significa que la interdependencia global, debido a los mecanismos disciplinarios de la acumulación competitiva de capital global en el tiempo, en lugar de la independencia nacional, se convierte en el punto de partida axiomático. Sin embargo, al identificar de manera correcta la unidad subyacente de la acumulación de capital a escala global, Brenner y Glick prestan muy poca atención a la desigualdad y la jerarquía. Se captura el tiempo abstracto homogéneo del capital, pero se pone poco énfasis en la temporalidad heterogénea del desarrollo capitalista en formaciones sociales específicas, determinadas en parte por el momento y la naturaleza de la transición al capitalismo y la inserción en el mercado mundial de países específicos y regiones, en relación con otros. Para decirlo crudamente, es significativo si éste o aquel país fue un desarrollador “temprano” o “tardío” en el tiempo histórico mundial, o si pasó a la parte superior de la jerarquía mundial de Estados o se insertó en la parte inferior. Si bien hay componentes genéricos para los procesos de acumulación de capital en los Estados nación a través de las fases sucesivas del capitalismo global, la jerarquía y la desigualdad del sistema mundial producen dinámicas políticas distinguibles en las sociedades situadas en los estratos subordinados de los Estados, dinámicas que pueden considerarse en términos de desarrollo “catch-up”.15 En situaciones de este tipo de desarrollo “catch-up”, los Estados subordinados se ven obligados a actuar para superar el “atraso”, para “ponerse al día” a los Estados situados más adelante.
14 Ibid., p. 112. 15 Hae-Yung Song, “Marxist critiques of the developmental State and the fetishism of national development”, Antipode, vol. 45, núm. 5, noviembre de 2013, p. 1265.
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No obstante, existen límites determinados para la capacidad del Estado en estos entornos. Mientras que el Estado de desarrollo “catch-up” parece ser el principal actor y determinante de los resultados nacionales del desarrollo, es más bien “el posicionamiento y el momento del desarrollo dentro del sistema mundial [que] realmente condicionan el fracaso o el éxito del desarrollo capitalista”.16 Ideológicamente, el Estado desarrollista en tales sociedades tiende a presentarse como neutral, o incluso como representativo de las clases populares, pero más típicamente como la expresión institucional de la nación y sus intereses como un todo. Debajo de tales apariencias superficiales, sin embargo, la esencia del último Estado desarrollador, “involucra principalmente […] un aparato para proteger a la burguesía nacional de la competencia de la burguesía más avanzada y para otorgar a la burguesía nacional la libertad de explotar el trabajo doméstico, típicamente –explotación, por ejemplo, largas jornadas de trabajo y bajos salarios en las condiciones de ´desarrollo catch up´ en la economía mundial jerárquica”.17 Estos síntomas de desarrollo “catch up” se han manifestado de manera discernible en la mayoría de los Estados latinoamericanos ocupados por las administraciones de izquierda y centro izquierda desde el cambio de siglo. Así, en primer lugar, las formas estatales están condicionadas por los ciclos históricos de acumulación a escala global que forman una unidad esencial, inscrita en una división internacional particular del trabajo que evoluciona como parte de las fases sucesivas del capitalismo mundial, y que es caracterizado por jerarquía y desigualdad. En segunda instancia, la forma de inserción de los Estados nacionales en el sistema internacional de Estados y en el mercado mundial está determinada por el equilibrio de fuerzas entre las clases centrales que operan dentro del territorio nacional de Estados específicos.18 Desde la primera dirección, entonces, esta interconexión tiene que ver con el rol productivo de Estados particulares dentro del mercado mundial (las principales actividades productivas de su economía, su capacidad de exportación, su nivel de endeudamiento, etc.). Desde la segunda dirección,
16 Ibid., p. 1270. 17 Ibid., p. 1270. 18 Benjamin Selwyn, The Global Development Crisis, Polity, Cambridge, 2014; Liam Campling, et al., “Class dynamics of development: a methodological note”, Third World Quarterly, vol. 37, núm. 10, agosto de 2016, pp. 1745-1767.
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la forma de interdependencia está determinada por los intereses y las percepciones de las clases antagónicas fundamentales dentro de los territorios nacionales, pero también a través de las escalas de nación, región y mundo, reverberando y condicionando el ciclo histórico de acumulación en una escala global.19 La fuerza de las clases trabajadoras con respecto al capital se puede medir a través de estas diferentes escalas y sus relaciones internas. El desarrollo capitalista en gran parte de América Latina, como es bien sabido, involucró la subsunción histórica de esta región a los circuitos globales de acumulación a través de la producción agrícola y minera, resultando en Estados capitalistas que han dependido de la renta del suelo para su reproducción. Esta situación persiste, en muchos sentidos, en América del Sur, mientras que en América Central, México y partes de la cuenca del Caribe, una divergencia con el patrón de acumulación de América del Sur comenzó a raíz de la crisis de la deuda de los ochenta, como parte de cambios más amplios en la economía global asociada con la llamada Nueva División Internacional del Trabajo, que se remonta a la década de los sesenta.20 El nuevo modelo de acumulación adoptado por América Central y México era en efecto un marco maquilador compartido, enraizado en la mano de obra relativamente barata y disciplinada para la producción de exportaciones de manufacturas, y una imbricación completa con la economía de los EEUU.21 La mano de obra barata de Centroamérica y México también fue utilizada por el capital de EEUU en forma mediada, a través de la migración documentada e indocumentada de trabajadores a los Estados Unidos.22 En el Caribe en general, el turismo se convirtió en el sector de servicios más importante en el
19 Mabel Thwaites Rey y Hernán Ouviña, “La estatalidad latinoamericana revisitada: Reflexiones e hipótesis alrededor del problema del poder politico y las transiciones” en Mabel Thwaites Rey (editora), El Estado en América Latina: Continuidades y rupturas, CLACSO, Buenos Aires, 2012, p. 61. 20 Folker Fröbel, Jürgen Heinrichs y Otto Kreye, The New International Division of Labour: Structural Unemployment in Industrialised Countries and Industrialisation in Developing Countries, Cambridge University Press, Cambridge, 2009; Alejandro Fitzsimons y Guido Starosta, op. cit., p. 4. 21 James Cypher y Tamar Wilson, op. cit., p. 7. 22 Alejandro Fitzsimons y Guido Starosta, op. cit., pp. 15-16; Susan Ferguson y David McNally, “Precarious migrants: gender, race and the social reproduction of a global working class”, Socialist Register, vol. 51, núm. 51, 2014, pp. 1-23; James M. Cypher y Raúl Delgado Wise, Mexico’s Economic Dilemma: The Developmental Failure of Neoliberalism, Rowman & Littlefield, Lanham, 2010.
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corazón de la acumulación de capital, mientras que, excepcionalmente, las exportaciones de bauxita y aluminio siguieron siendo importantes para la economía de Jamaica. Tomando en consideración los diversos elementos que condicionan la forma del Estado y los resultados nacionales del desarrollo capitalista, la especificidad histórica del Estado en América Latina puede entenderse como derivada de su incorporación histórica subordinada en el mercado mundial, mientras que la multiplicidad de Estados nacionales que se forma dentro de la región es la consecuencia de los procesos concretos de formaciones de clases históricas particulares en las condiciones concretas de distintos países. Este incluye la especificidad de la forma de los intereses antagónicos, la política y las ideologías de las clases clave de cada sociedad. Estas especificidades nacionales existen en tensión con la manera en que cada Estado ha sido incorporado en los ciclos históricos de acumulación a escala global.23
Neoliberalismo Al evaluar los límites político-económicos del reciente ascenso y declive de la izquierda en América Latina, es útil comenzar con la dinámica del período anterior de corte neoliberal. Se pueden establecer continuidades y rupturas en las últimas cuatro décadas, así como interrupciones dentro de la continuidad. El período neoliberal ortodoxo en la región se extendió desde la crisis de la deuda de principios de la década de los ochenta hasta la fuerte recesión de finales de la década de los noventa y principios de la del dos mil. El desempeño económico errático durante este período tumultuoso comienza con una profunda recesión de 1982-83, y atraviesa una recuperación de corta duración en el crecimiento per cápita positivo de 1984 a 1987, un período de reformas de ampliación y profundización entre 1988 y 1991, y una serie de medidas de consolidación –”reformas de segunda generación”– a lo largo de la década de los noventa y principios de la del dos mil, en medio de una secuencia de crisis financieras agudas –México en 1994, Brasil en 1998 y Argentina en 2001.24 El crecimiento fue pobre en la era neoliberal en comparación con décadas anteriores de industrialización por sustitución de importaciones (1930-1980).
23 Mabel Thwaites Rey y Hernán Ouviña, op. cit., p. 71. 24 Duncan Green, Silent Revolution: The Rise and Crisis of Market Economics in Latin America, Monthly Review Press, New York/ London, 2003, pp. 72-118.
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Si entre 1933 y 1980 la tasa anual promedio de crecimiento económico de Brasil y México era 6.3% y 6.4%, respectivamente, entre 1981 y 2000 estas cifras cayeron a 2.1% y 2.7%.251990-2001 es considerada a veces otra “década perdida” para América Latina, después de que la totalidad de la década de los ochenta se perdió por la crisis de la deuda. El crecimiento promedio en la segunda década perdida fue de tan solo 1.6%, en comparación con el 0.8% entre 1980 y 1990.26 La deuda total de la región para el 2002, de US$25 billones, fue el doble de lo que había sido al comienzo de la crisis a principios de la década de los ochenta. Los recursos financieros –flujos de deuda neta, Inversión Extranjera Directa (IED), bonos y capital accionario– que llegaron a América Latina entre 1990 y 2001 alcanzaron US$1.0 trillones. Sin embargo, las salidas –servicio de la deuda, pagos de intereses y remesas de utilidades– incrementaron de manera simultánea, lo que significó que las entradas netas finalmente ascendieron a sólo US$108.3 billones. Esta cifra no pudo cubrir el déficit de inversión catalizado por la aguda disminución en gasto público y la tasa de ahorro, ambos prescritos por los defensores de la política de ajuste estructural neoliberal a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa.27 A medida que el crecimiento titubeó, la proporción de la población pobre de la región aumentó de 40.5% en 1980 a 44% en 2002.28 En términos absolutos, esto significó que 84 millones adicionales ingresaron a la pobreza en la región entre 1980 y 2002. Aún la región más desigual del mundo, en 2003 el 10% de la población capturó el 48% de todos los ingresos.29
25 Alfredo Saad-Filho, “The political economy of neoliberalism in Latin America” en Alfredo Saad-Filho and Deborah Johnston (editores), Neoliberalism: A Critical Reader, Pluto, London, 2005, pp. 222–229. 26 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017: Dynamics of the Current Economic Cycle and Policy Challenges for Boosting Investment and Growth, United Nations Economic Commission for Latin America and the Caribbean, Santiago de Chile, 2017, p. 93. 27 Alfredo Saad-Filho, “The political economy of neoliberalism in Latin America”, op. cit., p. 227. 28 Araceli Damián y Julio Boltvinik, “A table to eat on: the meaning and measurement of poverty in Latin America” in Eric Hershberg y Fred Rosen (editores), Latin America after Neoliberalism: Turning the Tide in the 21st Century? The New Press, New York, 2006, p. 145. 29 Luis Reygadas, Eric Hershberg y Fred Rosen, “Latin America: persistent inequality and recent trasnformations” in Eric Hershberg y Fred Rosen (editores), Latin America after Neoliberalism: Turnign the Tide in the 21st Century? op. cit., p. 122.
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A final de los noventa, el neoliberalismo entró en una severa crisis económica, que pronto marcó el comienzo de una crisis paralela de gobierno político (Webber y Carr 2013). Hubo dinámicas a mediano y largo plazos ante este doble dilema de la economía y política neoliberal. La subyacente dinámica de mediano plazo se asoció con el impacto socioeconómico de dos décadas de restructuración neoliberal –bajo crecimiento, aguda inestabilidad financiera, y disparada desigualdad. Este conjunto de factores sustentó e hizo más dramático el problema a corto plazo de la fuerte recesión económica entre 1998 y 2002. En términos agregados, la región en conjunto sufrió un crecimiento per cápita negativo durante este interregno de cuatro años. A raíz de dos décadas de empeoramiento de las condiciones sociales, la pobreza y el desempleo se dispararon aún más en el contexto de la recesión. Los síntomas de la creciente politización de la desaceleración económica comenzaron a hacerse visibles en todas partes –la disminución en el apoyo a los partidos en el poder (principalmente de derecha, pro-mercado) en toda la región; un resurgimiento de movimientos sociales extraparlamentarios que impugnan el neoliberalismo a través de disturbios, huelgas, bloqueos de carreteras, tomas de fábricas, ocupación de tierras y una infinidad de repertorios adicionales de acción colectiva; y un declive general de la legitimidad del neoliberalismo ante la opinión pública, como se indicó en una gran encuesta de Latinobarómetro que mostró que el 70% de la población latinoamericana estaba insatisfecha con el desempeño de la economía de mercado–.30 Después de un par de años del final de la recesión entre 1998-2002, la temprana militancia extraparlamentaria del movimiento social que estaba ganando terreno en gran parte de la región, comenzó a encontrar una traducción política al menos silenciada en el terreno de los ciclos electorales formales. Los gobiernos de centro-izquierda e izquierda comenzaron a reemplazar a los gobiernos de derecha y centro-derecha a lo largo de Sudamérica y en partes de América Central, de modo que el mapa electoral para mediados del 2000 se había reconfigurado fundamentalmente. Sólo unas cuantas resistencias
30 Steven Levitskyy y Kenneth M. Roberts, “Introduction - Latin America’s “left turn”: a framework for analysis’ en Steven Levitsky y Kenneth M. Roberts (editores), The Resurgence of the Latin American Left, Johns Hopkins University Press, Baltimore: 2011, pp. 1-29; Jeffery R. Webber y Barry Carr, “Introduction: the Latin American left in theory and practice” en Jeffery R. Webber and Barry Carr (editores), The New Latin American Left: Cracks in the Empire, MD: Rowman & Littlefield, Lanham, 2013, pp. 1-29.
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residuales y conservadoras de los noventa quedaron intactas –entre ellas destacan los regímenes de México, Colombia, Perú y Chile.
El auge de las materias primas y el capitalismo extractivo En términos de economía política, la característica más significativa del nuevo periodo de ascenso electoral de la izquierda fue el hecho de que coincidió con un renovado crecimiento capitalista en la región. El periodo de 2001-2008 registró el crecimiento regional más alto (3.7%) desde el periodo de 19701980 (3.2%).31 El auge internacional de materias primas, impulsado más que nada por la demanda industrial de China, inició en 2003 y continuó hasta el 2011. Este auge explica gran parte del repunte del crecimiento económico. La demanda china como proporción del consumo mundial en una gama de materias primas –desde aluminio, petróleo y soya– incrementó dramáticamente entre 2002 y 2012. Como resultado, a lo largo de Sudamérica, y en menor medida en partes de América Central e incluso partes de México, hubo una intensificación significativa de monocultivos agroindustriales (en particular de soya), minería, y extracción de gas natural y petróleo.32 El hecho de que esta profundización del capitalismo extractivo era impulsada por la demanda china tuvo un impacto importante en los patrones de comercio agregados, particularmente en Sudamérica. China se convirtió el destino principal de las principales exportaciones de Sudamérica, reemplazando a los Estados Unidos, incluso si este último seguía siendo el destino dominante de las exportaciones de América Latina y el Caribe en general. América Central y, en especial, México se mantuvieron profundamente entrelazados con la economía estadounidense, afectando tendencias agregadas de América Latina y el Caribe. México en 2015, por ejemplo, envió 81.6% de sus principales exportaciones a Estados Unidos, y otro 2.7% a Canadá, con China como un tercer punto de destino distante, representando un magro 1.3%.33
31 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 93. 32 José Seoane, Emilio Taddei y Clara Algranati, Extractivismo, despojo y crisis climática: desafíos para los movimientos sociales y los proyectos emancipatorios de nuestra América, Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2013; Anthony Bebbington y Jeffrey Bury (editores), Subterranean Struggles: New Dynamics of Mining, Oil, and Gas in Latin America, University of Texas Press, Austin, 2014. 33 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 113.
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América Latina y el Caribe estaban en una posición única para proveer muchas de las materias primas que requería China. La región contiene 25% de los bosques del mundo y 40% de su biodiversidad. También alberga el 85% de todas las reservas conocidas de litio, y un tercio del cobre, bauxita, y plata. América Latina y el Caribe son de igual forma ricos en carbón, petróleo, gas y uranio, con 27%, 25%, 8% y 5%, respectivamente, de todos los yacimientos descubiertos en el mundo en explotación. Mientras tanto, nuevas reservas submarinas de petróleo se están descubriendo regularmente a lo largo de las extensas líneas costeras de la región. Por último, la región contiene el 35% de la potencial hidroelectricidad mundial y las más grandes reservas de agua dulce bajo su suelo.34 Aprovechando la abundancia de recursos naturales y los regímenes de inversión relativamente libres, que persistieron desde la era del neoliberalismo, las corporaciones transnacionales (ETN) incrementaron su presencia en América Latina. Hubo un fuerte repunte de la IED que fluyó particularmente hacia la subregión de Sudamérica entre 2010 y 2012, tras lo cual la desaceleración económica amortiguó esta tendencia de manera significativa. Las crecientes inversiones por parte de las transnacionales en Sudamérica fueron alentadas tanto por los gobiernos de derecha como los de izquierda, facilitando ambos la acelerada apropiación de recursos naturales por parte del capital –aunque con diversos regímenes tributarios y de regalías sobre ese capital– en un esfuerzo por capitalizar en el auge de las materias primas. El control de estos recursos naturales y la importancia estratégica que implicaba su explotación para la reproducción económica de los Estados sudamericanos permitió a las transnacionales incrementar su poder político y social frente a las instituciones estatales.35 Durante la recesión neoliberal de comienzos de siglo, las inversiones transnacionales en América Latina y el Caribe sufrieron un brusco descenso.
34 José Seoane, “El retorno de la crisis y la ofensiva extractivista” en José Seoane, Emilio Taddei y Clara Algranati (editores), Extractivismo, despojo y crisis climática: desafíos para los movimientos sociales y los proyectos emancipatorios de nuestra América, Herramienta, Buenos Aires, 2013, p. 23. 35 Graciela Galarce Villavicencio, “Las transnacionales en América Latina y el Caribe: economía mundial y crisis” en Jairo Estrada Álvarez (editor), América Latina en medio de la crisis mundial: trayectorias nacionales y tendencias regionales, CLACSO, Buenos Aires, 2014, p. 151.
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Estas inversiones se recuperaron en 2004 y 2005 y continuaron creciendo hasta 2008, después de lo cual hubo una desaceleración breve inmediatamente después de la crisis mundial. Sin embargo, el dinamismo se recuperó y las inversiones transnacionales se incrementaron en 2010 alcanzando un máximo de US$206.9 billones en 2011, una cifra que excedió los niveles ya elevados antes de la crisis.36 La IED de flujo interno creció en Latinoamérica entre 2009 y 2011 a una tasa más alta (45.2%) que cualquier otra región en el mundo – Rusia (44.9%), Asia (34.2%) y todos los países desarrollados juntos (23.4%).37 Vale la pena abrir un paréntesis para detenernos sobre la reciente intensificación del capitalismo extractivo, impulsado por la IED multinacional en recursos naturales en el contexto histórico más profundo del siglo pasado. Los defensores del liberalismo en los años ochenta y noventa, invocando a la noción de ventaja comparativa de David Ricardo, abogaban por la especialización exportadora de productos primarios para el mercado mundial en América Latina, para corregir el agotamiento del importante modelo de industrialización por sustitución en los años setenta. De alguna manera, ésta fue la inauguración de un retorno a ciertas características del periodo liberal clásico de aceleración de exportaciones a finales del siglo XIX y principios del XX en la región. Incluso antes del más reciente auge de las materias primas, la transición al neoliberalismo, alejada del ISI, ya había implicado una fuerte reorientación de la producción agrícola hacia las exportaciones y un reenfoque de las mentes gubernamentales en la extracción minera y de gas natural y petróleo.38 Irónicamente, el último ciclo de gobiernos progresistas ha consolidado esta trayectoria en un contexto de altos precios. Si bien la contribución de los productos primarios al PIB de América Latina aumentó en el siglo XXI, la contribución del sector industrial disminuyó de 12.7% en 197074 a 6.4% en 2002-06. De manera simultánea, la productividad de América Latina, su innovación tecnológica, el ritmo de registro de patentes, y los niveles de inversión y desarrollo en la industria se debilitaron en relación con la aceleración de estas áreas en el Este de Asia.39
36 Ibid., p. 153. 37 Ibíd., p. 155. 38 Williams Robinson, Latin America and Global Capitalism, The Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2008. 39 Claudio Katz, “Dualities of Latin America”, Latin American Perspectives, vol. 42, núm. 4, 2015, p. 12.
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Para Maristella Svampa, una de las más críticas observadoras de este “nuevo extractivismo”, “el cambio subregional en Sudamérica hacia la exportación de productos primarios destinados a China debe caracterizarse como un alejamiento del “Consenso de Washington” del neoliberalismo en los ochentas y noventas, hacia el “Consenso de las Materias Primas” en el presente”.40 El renovado enfoque en la exportación de productos primarios trajo consigo megaproyectos a través de la minería, la explotación petrolera, y la agroindustria intensiva en capital –incluida la infraestructura energética de apoyo, como megapresas hidroeléctricas– diseñada para extraer y exportar recursos naturales con poco valor agregado. Los proyectos de minería a cielo abierto proliferaron, la explotación del petróleo avanzó en áreas tropicales, se introdujo la fracturación hidráulica (“fracking”) y se extendió la superficie dedicada al monocultivo.41 La lógica común en estas distintas áreas de extracción es su escala expansiva, su orientación hacia las exportaciones, la monopolización de la tierra y el territorio, la predominancia del capital transnacional, y la ausencia de un control democrático desde abajo. Además, se caracterizan por una creciente devastación ecológica y consecuencias sociales y sanitarias negativas.42 El otorgamiento de concesiones al capital privado para la explotación de recursos minerales e hidrocarburos transforma territorios y paisajes, tanto en términos de proyectos inmediatos que se ponen en marcha, como de sus infraestructuras energéticas adyacentes, mientras que los permisos que permiten la extensión de fronteras agrícolas también reconfiguran territorios ecológicamente frágiles para la búsqueda fugaz de ganancias de capital mientras los precios se mantienen elevados.43 La extensión de las fronteras mineras, agroindustriales y de gas natural y petróleo ha implicado “una dinámica cada vez más profunda de despojo o saqueo de tierras, recursos, y territorios, y produce nuevas formas de dependencia y dominación.”44
40 Maristella Svampa, “‘Consenso de los Commodities’ y lenguajes de valoración en América Latina”, Nueva Sociedad, Buenos Aires, marzo-abril de 2013. 41 Eduardo Gudynas, “Los ambientalismos frente a los extractivismos”, Nueva Sociedad, Buenos Aires, marzo-abril de 2017. 42 Maristella Svampa, “Cuatro claves para leer América Latina”, Nueva Sociedad, Buenos Aires, marzo- abril de 2017. 43 Eduardo Gudynas, “Los ambientalismos frente a los extractivismos”, op. cit. 44 Maristella Svampa, “‘Consenso de los Commodities’ y lenguajes de valoración en
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También ha sido acompañada por la contaminación del suelo, la pérdida de biodiversidad y la contaminación de las vías fluviales usadas para las prácticas socioeconómicas campesinas e indígenas y sus estrategias socioreproductivas.45 El extractivismo como modelo de acumulación ha significado también una reconfiguración de las cosmovisiones ideológicas, en las que un productivismo fetichista reina de nuevo a lo largo de América Latina, independientemente de las importantes diferencias políticas entre los gobiernos progresistas y conservadores. Las premisas axiomáticas compartidas entre genealogías políticas distintas, por ejemplo, incluyen el compromiso de utilizar en forma productiva los recursos naturales para aprovechar los altos precios de productos básicos en conjunto. Como la monetización de los recursos naturales se mantiene como el objetivo primordial de la gestión estatal existe una simultánea “descalificación de otras lógicas de valorización de territorios”, territorios que son considerados por los administradores estatales y los inversores privados como “socialmente vacíos”, hasta que han sido hechos “útiles” por las métricas de valor de cambio, o ganancia.46 Política e ideológicamente, el consenso en torno a las materias primas establece los parámetros para un debate “realista”, solidificando como sentido común la comprensión de que no hay alternativa al capitalismo extractivo en América Latina. Los fundamentos ideológicos del capitalismo extractivo, incluso bajo gobiernos progresistas, ha alentado la resignación popular ante la aparente ausencia de alternativas; existe la sensación de que es el papel predestinado de América Latina en la división internacional del trabajo como proveedor de materiales primarios para el mercado mundial. Esos movimientos indígenas, campesinos y ecologistas que se oponen a la aceleración del modelo de acumulación se presentan sólo como expresiones de anti-modernidad, la
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América Latina”, op. cit. Aunque la noción de Svampa de re-primarización de las economías latinoamericanas exagera la magnitud del declive industrial, no obstante capta características importantes de la actual coyuntura político-económica y sus expresiones políticas e ideológicas. Para una crítica reflexiva de Svampa, ver: Juan Grigera, “La insoportable levedad de la industrialización” en Batalla de Ideas, núm. 4, octubre de 2013, pp. 46-57. 45 Eduardo Gudynas, “Los ambientalismos frente a los extractivismos”, op. cit. 46 Maristella Svampa, ‘“Consenso de los Commodities’ y lenguajes de valoración en América Latina”, op. cit.
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negación del progreso, irracionalidad, y fundamentalismo ecológico, cuando no son blanco de gobiernos progresistas como aliados peligrosos del imperialismo y la derecha doméstica.47 Debido a las contradicciones socioecológicas del capitalismo extractivista intensificado, la ecología se ha convertido en un vector clave a través del cual convergen una infinidad de luchas sociales, tanto rurales como urbanas, indígenas y multiétnicas. Los movimientos sociales con una inflexión ecológica se enfrentan cada vez más al capital privado, así como a los diferentes niveles e instituciones de los Estados capitalistas específicos en cuestión.48 En las discusiones centradas en los precios de las materias primas durante el auge, a menudo se olvida el volumen total de extracción involucrado. Una forma de conceptualizar esto es a través de concepto de déficit comercial físico, definido como el total de exportaciones de recursos naturales medido en toneladas de minerales o granos, menos el total de importaciones. Este déficit comenzó a incrementarse en 1980, pero, como era de esperarse, su ritmo de crecimiento se aceleró en el último periodo de crecimiento extractivo, llegando a los 700 millones de toneladas en el 2005. Se estima que el mayor exportador extractivo, Brasil, exportó 500 millones de toneladas de recursos naturales desde el 2010.49 Los altos precios de las materias primas por lo general han significado un “mayor porcentaje de volumen de exportaciones –particularmente en Bolivia (donde el índice de volumen aumentó 119% desde 2002 hasta 2013), Colombia (con un salto de 98.5% en el mismo periodo), Ecuador (con un límite de 95.5%), Perú (hasta 73.4%), Uruguay (con un aumento de 71%), Brasil (66%) y Chile (expandiéndose 52%).”50 Venezuela representa una desviación significativa de esta tendencia. Por un lado, los precios del petróleo aumentaron entre 2002 y 2013, pero las exportaciones por volumen cayeron en Venezuela 1.84% anual durante el mismo periodo, debido principalmente a disputas internas dentro de las compañía petrolera estatal PDVSA que, por supuesto, estaban vinculadas a disputas políticas más grandes entre la derecha nacional y el gobierno de Chávez. 51
47 Ibid. 48 Ibid. 49 Eduardo Gudynas, “Los ambientalismos frente a los extractivismos”, op. cit. 50 James Cypher y Tamar Wilson, op. cit., p. 8. 51 James Cypher y Tamar Wilson, op. cit., p. 9.
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Estados compensatorios Los gobiernos progresistas utilizaron abundantes rentas de recursos para establecer una variedad de “Estados compensatorios” en diferentes países, en los que la legitimidad política se basaba en los modestos resultados redistributivos logrados en parte a través de programas específicos de transferencia de efectivo a los sectores más pobres de la sociedad, mientras que las estructuras de clase subyacentes y las relaciones de propiedad social permanecieron en esencia intactas.52 El gasto público, relativamente alto en el contexto de alto crecimiento, lubricó políticas de consenso en estos nuevos Estados compensatorios, a pesar del hecho de que los programas de transferencia de efectivo nunca estuvieron diseñados para confrontar las causas estructurales de la reproducción de la pobreza y la desigualdad en las sociedades de América Latina.53 Por lo tanto, los Estados compensatorios, rompieron con elementos específicos de la caja de herramientas de la política neoliberal ortodoxa en términos de la escala del gasto público, pero dejaron intactas las bases estructurales de la economía. Mientras el gasto público en los pobres, junto con mejores oportunidades de empleo generadas a través del crecimiento económico relativamente alto, alivió la pobreza en cierto grado en muchos países, tales mejoras modestas para las clases populares coexistieron con ganancias netas sin precedentes para el capital privado extranjero y nacional invirtiendo en sectores de recursos.54 No obstante, en América Latina en su conjunto la desigualdad de ingresos entre los más ricos y los más pobres ha caído a lo largo de la mayoría del siglo XXI. Entre 2002 y 2012, la parte del ingreso total del quintil más pobre de la población creció del 4.8 al 6.2 por ciento, mientras que el del quintil más rico cayó del 50.7 al 45 por ciento. Entre el 2012 y el 2016, esta tendencia positiva continuó a un ritmo menor, al punto que para 2016 la porción del quintil más alto era del 44.2 por ciento
52 Eduardo Gudynas, “Estado compensador y nuevos extractivismos: Las ambivalencias del progresismo sudamericano”, op. cit. Ver también: Eduardo Gudynas, Extractivismos: ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo la naturaleza, CEDIB, Cochabamba, 2015. 53 Julio C. Gambina y Germán Pinazo, “La crisis y las trayectorias de América Latina: neoliberalismo, neo-desarrollismo y proyectos alternativos” en Jairo Estrada Álvarez, América Latina en medio de la crisis mundial: trayectorias nacionales y tendencias regionales,CLACSO, Buenos Aires, 2014, p. 95. 54 Julio Gambina y Germán Pinazo, op. cit., pp. 102-103.
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mientras que el más bajo era de 6.5 por ciento. Esta tendencia positiva región fue en particular marcada en los Estados compensatorios.55 La coincidencia de altos precios y volúmenes de exportación, por un lado, y bajas tasas de endeudamiento y alta liquidez internacional, por el otro, facilitaron mayores tasas de producción nacional y expansión del crédito, que a su vez impulsaron la demanda interna a través del consumo doméstico, inversión de capital y gasto público en servicios sociales e infraestructura pública.56 Los casos de Venezuela y Brasil, como se mostrará en las siguientes secciones, son ejemplos útiles de dos polos opuestos a lo largo del continuum políticoeconómico del Estado compensatorio. Venezuela es el Estado compensatorio que rompió más a fondo con el neoliberalismo, mientras que Brasil es el que modificó mínimamente el orden político-económico anterior. Sin embargo, a pesar de sus diferencias, hay estrechas similitudes estructurales en cada caso, lo que resalta los límites del más reciente giro a la izquierda de América Latina en las transformaciones de las relaciones de propiedad social heredadas y la inserción subordinada de la región en la división internacional del trabajo.
Venezuela La Venezuela contemporánea manifiesta, de forma extrema, tres características comunes del Estado compensatorio en América Latina. Primero, exhibe esta forma de dependencia exagerada del Estado en las exportaciones de productos primarios, por lo tanto, aumentando la vulnerabilidad a fluctuaciones en el mercado mundial. Segundo, refleja las fortalezas momentáneas de esta forma de Estado en un entorno internacional propicio, especialmente con respecto a los beneficios distributivos que pueden acumularse para las clases populares en el corto plazo. Tercero, exhibe la vulnerabilidad de estos Estados, dadas las estructuras productivas subyacentes de sus economías, a las crisis periódicas correspondientes a giros negativos en el mercado global. Como ha sido el caso de muchos otros países sudamericanos durante el auge de las materias primas, Venezuela, durante los regímenes de Chávez y
55 Pedro Mendes Loureiro, “Reformism, class conciliation and the pink tide: material gains and their limits” en The Social Life of Economic Inequalities in Contemporary Latin America: Approaches to Social Inequality and Difference, ed. Margarit Ystanes and Iselin &sedotter Strønen, Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2018, pp. 41-42. 56 James Cypher y Tamar Wilson, pp. 6-7.
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Maduro, ha profundizado en lugar de romper su inserción subordinada en la división internacional del trabajo como productor primario de materia prima.57 Aumentar la dependencia en la exportación de petróleo era la movida política más sencilla disponible por parte de los administradores estatales para asegurar la reproducción a corto plazo de las políticas públicas redistributivas que, a su vez, facilitaron la longevidad política del Chavismo en la oficina. Para capitalizar en las ventajas políticas de una bonanza petrolera a corto plazo, el modelo de exportación primaria heredado fue profundizado y extendido.58 La increíble expansión de gasto público vista bajo Chávez fue posible precisamente por tal extractivismo petrolero, mientras que la falta de modificación de la estructura productiva del país hizo simultáneamente que la reproducción de estas políticas públicas fuera agudamente susceptible a una disminución del elevado precio internacional del petróleo.59 En 1988, el año en que Chávez fue electo, 68.7% del total de la exportaciones venezolanas correspondió al petróleo, mientras que en 2013, año en que la crisis global comenzó a afectar de manera grave la economía venezolana, esa cifra se había incrementado hasta el 96%. Concomitantemente, la contribución de la producción industrial al PIB nacional cayó de 17% en el 2000 a sólo 13% en 2013.60 En igualdad de condiciones, cuando los precios del petróleo eran altos, la economía se disparó. Después de un serio colapso en el crecimiento del PIB en 2002 (-8.9%) y 2003 (-7.8%) debido a las crisis políticas traídas por un intento de golpe de derecha en abril del 2002 y un bloqueo petrolero en 2002-2003, el crecimiento subió 18.3%, 10.3%, 9.9% y 8.2% en los años 2004-2007. Hubo una caída 5.6% en 2008, correspondiente a una caída en el cuarto trimestre en el precio del barril de petróleo desde US$118 a US$58, en sí mismo una consecuencia de la turbulencia global en el pico de la crisis económica internacional.61 La economía sufrió gravemente en 2009 (-3.2) y 2010 (-1.5), antes de una reanudación de tres años de un crecimiento moderado del PIB de
57 Edgardo Lander, “Venezuela: la experiencia bolivariana en la lucha por trascender al capitalismo”, ponencia presentada en el taller del Grupo de Trabajo Global “Más allá del Desarrollo”, Fundación Rosa Luxemburg, Quito, 2017, pp. 14-15. 58 Ibid., p. 15. 59 Idem. 60 Idem. 61 Mark Weisbrot y Jake Johnston, Venezuela’s Economic Recovery: Is It Sustainable?, Center for Economic and Policy Research, Washington, 2012, p. 7; EIU, Venezuela: Country Report, Economist Intelligence Unit, London, March 2013, p. 8.
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4.2%, 5.6%, y 1.3% en 2011, 2012 y 2013 respectivamente, a medida que se recuperaban los precios del petróleo. Una crisis petrolera entre 2014-2015, en el que el precio del barril cayó de US$130 a US$30, marcó el inicio de una recesión sostenida, con tasa de crecimiento negativas en 2014 (-3.9%) y 2015 (-5.7%).62 El vínculo íntimo entre las rentas al petróleo y el gasto público facilitó un incremento de cinco veces en el gasto público por habitante durante el segundo término de Chávez en relación con los niveles de gasto en la década de los noventa.63 Gran parte de este gasto público fue canalizado a través de varios programas de servicios, conocidos como misiones, en los campos de la salud, educación y la vivienda.64 Entre 1999 y 2011 –un periodo que abarca las crisis del 2002 y 2003 y los años clave del auge– la pobreza medida por los ingresos en efectivo cayó del 42.8% a 26.7% de los hogares, o un descenso de 37.6%. La pobreza extrema cayó de 16.6% a 7% durante el mismo periodo, lo que significa un descenso de 57.8%. La mejora en los medios de subsistencia de los pobres mejoró aún más de los que estás cifras impresionantes sugieren, porque las mejoras en el ingreso de efectivo fueron acompañadas por un mejor acceso a los servicios de educación y sanidad, que son más difíciles de cuantificar.65 Las campañas de alfabetización, expansión de la atención médica, extensión de la matrícula universitaria, subsidios a la vivienda, bajo desempleo, y una proporción decreciente de empleo formal contra informal fueron algunas de las características más importantes de los beneficios de bienestar del Estado expansivo durante la era del petróleo, impulsada por la expansión económica. Según algunas estimaciones, la inversión pública total entre 1999 y 2013 ascendió a US$650 billones. Las clases populares estaban mejor alimentadas, eran más saludables, tenían más educación y eran más políticamente activas que en el pasado. El país trepó de nivel “mediano” a nivel “alto” en el índice
62 Daniel Hellinger, “Oil and the Chávez legacy”, Latin American Perspectives, vol. 44, núm. 1, 2017, pp. 54–77. 63 Fernando Dachevsky y Juan Kornblihtt, “The reproduction and crisis of capitalism in Venezuela under Chavismo”, Latin American Perspectives, vol. 44, núm. 1, 2017, p. 84. 64 Gregory Wilpert, Changing Venezuela by Taking Power: The History and Policies of the Chavez Government, Verso, London/New York, 2007; Steve Ellner, Rethinking Venezuelan Politics: Class, Conflict, and the Chavez Phenomenon, Lynne Rienner Publishers, Boulder, 2009; Iain Bruce, The Real Venezuela: Making Socialism in the 21st Century, Pluto Press, London, 2008. 65 Mark Weisbrot y Jake Johnston, p. 26.
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de desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). De acuerdo a la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe, junto con Uruguay, Venezuela se convirtió en el país más igualitario de la región.66 Sin embargo, la economía venezolana ha estado dominada por la dualidad estructural, que consiste en un sector petrolero altamente productivo e internacionalmente competitivo, y un sector industrial improductivo orientado al mercado interno. La subvención del primero a este último ha sido una característica estándar de la dinámica de la economía.67 El sector petrolero fue nacionalizado en 1976, con la creación de la petrolera estatal Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA),
pero el control estatal de la renta del petróleo en el suelo no involucró la rectificación de la estructura dual. Incluso con la propiedad estatal de los yacimientos petrolíferos y el principal capital de explotación petrolera, la economía se mantiene atada a los ciclos de renta del petróleo. La renta del petróleo sigue siendo, como lo ha sido desde al menos desde la década de 1930, la base de acumulación de capital.”68
Los mecanismos de transferencia de la renta petrolera a otros sectores incluyen políticas estatales como impuestos y regalías, pero también una política monetaria que permite una moneda sobrevaluada. El pago por exportación de petróleo en una moneda sobrevaluada resulta en la transmisión de poder adquisitivo internacional a sectores importadores que compran divisas, mientras benefician el capital extranjero que opera en el país y repatria beneficios al exterior.69 Venezuela fue devastada durante la crisis de la deuda de América Latina durante la década de los ochenta. El PIB real disminuyó un 26% entre 1978 y
66 Edgardo Lander, Venezuela: Terminal Crisis of the Rentier Petro-State Model?, Transnational Institute, Amsterdam, 2014, p. 1. 67 Fernando Dachevsky y Juan Kornblihtt, p. 79. Ver también, el texto clásico: Fernando Coronil, The Magical State: Nature, Money, and Modernity in Venezuela, University of Chicago Press, Chicago, 1997. Para saber más sobre estas dinámicas, vease el panorama de Kristin Ciupa, “The struggle continues: oil, class conflict and the State in Venezuela from 1999 to 2016”, unpublished PhD, Queen Mary University of London, 2017. 68 Fernando Dachevsky y Juan Kornblihtt, op. cit., p. 79. 69 Ibid., pp. 79-81.
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1986, tocando fondo en 2003 a 38% por debajo de su máximo en 1978.70 La reestructuración neoliberal inició en 1989, durante la segunda administración de Carlos Andrés Pérez, y se consolidó durante la administración de Rafael Caldera entre 1994 y 1999.71 Las reforma neoliberales involucraron, entre otras cosas, la apertura e internacionalización de la empresa petrolera estatal PDVSA, de tal forma que se transformó en algo semejante a un Estado dentro de un Estado. En un esfuerzo por revertir estas tendencias, la administración de Chávez realizó esfuerzos concentrados para restablecer una participación estatal en la economía petrolera, incluida la conducción de una exitosa campaña diplomática para rehabilitar a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), introduciendo reformas de política fiscal para permitir que el Estado capturara más del incremento extraordinario en las rentas de petróleo a la vez que los precios internacionales se disparaban y estableciendo un control estatal mayoritario sobre las empresas conjuntas con compañías privadas en el sector petrolero.72 El movimiento más decisivo para establecer control mayoritario en las empresas conjuntas vino como parte de una serie de decretos presidenciales en noviembre del 2001, en los que Chávez utilizó poderes nuevos y temporales concedidos por el Congreso para introducir una nueva ley del petróleo. La ley dictaba un nuevo conjunto de arreglos a través de los cuales el capital predominantemente extranjero podía acceder al petróleo Venezolano.73 Estas reformas, porque amenazaron la autonomía de la administración de PDVSA, fueron fundamentales para animar al intento golpista de derecha en abril del 2002, que comenzó como una marcha en la sede de PDVSA en oposición a la aparente politización de la empresa estatal, seguida por el bloqueo petrolero de fines del 2002 y principios del 2003.74 En 2006, Chávez reforzó y extendió la autoridad de la ley del petróleo del 2001 e incrementó la participación mínima del Estado en empresas conjuntas a un 60%.75 Mientras que Conoco
70 Mark Weisbrot y Luis Sandoval, The Venezuelan Economy in the Chávez Years, Center for Economic and Policy Research, Washington, 2007, p. 4. 71 Kenneth M. Roberts, “Social polarization and the populist resurgence in Venezuela” en Steve Ellner y Daniel Hellinger, Venezuelan Politics in the Chávez Era: Class, Polarization, and Conflict, Lynne Rienner Publishers, Boulder, 2003, pp. 55-72. 72 Steve Ellner y Daniel Hellinger, op. cit., pp. 54 y 64. 73 Ibid., p. 65. 74 Ibid., p. 66. 75 Ibid., p. 66.
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Phillips y Exxon-Mobil llevaron al Estado venezolano a un arbitraje internacional, sus esfuerzos fueron efímeros en este sentido, ya que se descubrió que las propias compañías estaban violando sus contratos. Además de estas dos excepciones, el resto de las compañías petroleras extranjeras llegaron a nuevos acuerdos con el Estado venezolano, entre otras cosas porque continuaron disfrutando de abundantes ganancias netas durante este periodo.76 Los esfuerzos del gobierno de Chávez para reafirmar una autoridad estatal significativa en el sector petrolero permitieron desviar grandes proporciones del extraordinario incremento en la renta del petróleo y redirigir parte de él hacia programas sociales que mejoraron los medios de subsistencia de las clases populares. Sin embargo, las políticas de Chávez no corrigieron la dependencia de los sectores no petrolíferos y relativamente no productivos de la economía Venezolana en el sector petrolero.77 Por lo tanto, como se señaló, la producción industrial disminuyó y PDVSA falló en convertirse en una empresa estatal productiva; en cambio, sólo fue capaz de funcionar en cooperación con la inversión extranjera y acumulando deuda con China. Al mismo tiempo, los problemas estructurales asociado con la sobrevaloración de la moneda pesaron rápidamente en toda la economía. “Si bien la sobrevaloración del bolívar amplió el poder adquisitivo en el exterior”, como Fernando Dachevsky y Juan Kornblihtt resaltan, “también fomentó el vuelo del dólar y generó restricciones en su sostenibilidad en el tiempo. Por esta razón, el gobierno tuvo que restringir la demanda de dólares a través de asignaciones de divisas, lo que contribuyó a una brecha entre los tipos de cambio oficiales y paralelos.”78 Durante el Chavismo, a pesar del increíble aumento en la renta del suelo, el gobierno no fue capaz de llevar a cabo suficientes cambios estructurales para que los sectores no petroleros pudieran sobrevivir a las inevitables fluctuaciones de los ciclos del petróleo.79 Las bancarrotas se aceleraron en los sectores industriales, mientras que los intentos de nacionalización de la administración de Chávez y las cooperativas respaldadas por el Estado no pudieron revertir los niveles estructuralmente bajos de productividad.80 Para
76 Ibid., p. 69. 77 Fernando Dachevsky y Juan Kornblihtt, op. cit., p. 89. 78 Ibid., p. 89. 79 Ibid., p. 90. 80 Thomas Francis Purcell, “The political economy of social production companies in Venezuela”, Latin American Perspectives, vol. 40, núm. 3, 2013, pp. 146-68.
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secciones significativas de la economía, se volvió más barato importar que producir a nivel nacional. Fuera del petróleo, se podían producir pocas mercancías a precios suficientemente competitivos para hacer que la exportación fuera una posibilidad. Por lo tanto, si bien los programas sociales y los aumentos salariales durante el auge petrolero incrementaron la capacidad de gasto de las clases populares, las crecientes necesidades no fueron satisfechas por los aumentos productivos nacionales, sino más bien por un acelerado ritmo de importaciones.81 Finalmente, incluso antes de que la economía venezolana fuera absorbida la crisis mundial que inició en el 2013 (más sobre eso abajo), la profundización de la dependencia del petróleo tuvo importantes implicaciones para la forma del Estado venezolano. En particular, una vez que el proceso bolivariano fue asociado con “el socialismo del siglo XXI”, iniciando en el 2005, hubo una tendencia creciente de confundir el socialismo con el estatismo –es decir, la extensión de la autoridad Estatal en la economía y la sociedad.82 La antigua lógica estadocentrista existente de un capitalismo petrolero rentista en el país se profundizó durante la era de Chávez. Como era de esperarse, esa combinación de socialismo y estatismo permitió el crecimiento de la burocracia y la corrupción.83 Debido a que el proceso Bolivariano priorizó una lógica redistributiva en lugar de una lógica de transformación de la estructura productiva de la economía, la redistribución estatal ha adquirido a menudo un carácter clientelista. Esta tendencia general se fortaleció por la difuminación relacionada del partido y el Estado, siguiendo por la creación descendente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en el 2007. Desde la fundación del partido, éste ha utilizado, en repetidas ocasiones, recursos estatales para promover su propia propaganda, organizar movilizaciones de apoyo y reuniones de patrocinadores, en violación a la Constitución de 1999. La lealtad al PSUV también se ha convertido en un mecanismo de filtrado para alcanzar y retener el empleo en el sector público.84 La fusión Partido-Estado ha mejorado la corrupción porque ha facilitado la
81 Edgardo Lander, “Venezuela: la experiencia bolivariana en la lucha por trascender al capitalismo”, op. cit., p. 15. 82 Ibid., p. 18. 83 Ibid., p. 20. 84 Ibid., p. 25.
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disminución de transparencia en la administración pública. A medida que el Estado y el partido se combinan, el acceso a la información de las operaciones de los aparatos institucionales del Estado se vuelve cada vez más opaco, y para los funcionarios estatales operando en los oscuros corredores, se abren ventanas a oportunidades extraordinarias de enriquecimiento.85 Así como el redoblar del estatismo ha acompañado el aumento en el peso del petróleo dentro de la economía Venezolana bajo el Bolivarianismo, el papel del ejército en asuntos estatales ha crecido paralelamente a la convergencia del Estado y el partido. Dada la historia personal de Chávez, era de esperarse que a través del proceso Bolivariano, personal militar activo y retirado asumiera una variedad de altos cargos públicos –como ministros, miembros de la Asamblea Nacional, gobernadores estatales, y gerentes de empresas estatales.86 Esta prominente tendencia fue reforzada bajo el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, desde el 2013. Para febrero del 2017, por ejemplo, 35% del gabinete de Maduro estaba compuesto de personal militar activo o retirado, incluido el propio presidente. Las plazas ministeriales otorgadas a dichos individuos incluían el Ministerio de Interior, Justicia y Paz, el Ministerio de Obras Públicas, y el Ministerio de Ecosocialismo y Agua. El Ministerio de Defensa también ha obtenido un control inusualmente autónomo sobre sus propios asuntos. En el régimen de Chávez, varios oficiales militares ejercieron su autoridad en áreas que han sido señaladas por tener niveles particularmente graves de corrupción: acceso a monedas subsidiadas; control sobre puertos; distribución de alimentos; regulación de fronteras nacionales y regulación de zonas mineras ilegales.87 La presidencia de Maduro ha propiciado la continuidad de esas prácticas, así como la consolidación del control militar sobre algunas empresas estatales. 88 En resumen, el estado compensatorio venezolano durante los años de auge de Chávez exhibió una mayor dependencia en las exportaciones de productos primarios. Mientras los precios eran altos, la renta de la riqueza petrolera financió ganancias distributivas –aunque clientelistas– para las clases populares
85 Ibid., p. 26. 86 Ibid., p. 29. 87 Lander, “Venezuela: la experiencia bolivariana en la lucha por trascender al capitalismo”, op. cit., p. 29. 88 Lander, “Venezuela: la experiencia bolivariana en la lucha por trascender al capitalismo”, op. cit., p. 30.
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de alcance y profundidad significativos. La incapacidad del proceso Bolivariano para transformar la estructura productiva de la economía venezolana significó que la reproducción de beneficios distributivos para los pobres fue siempre vulnerable a una desaceleración en las condiciones del mercado internacional. La antigua tendencia por la centralidad del petróleo en la economía venezolana para amplificar los poderes totalizadores del Estado en el mercado y la sociedad tomó una forma exagerada con Chávez. Para el 2005, este creciente estatismo se confundió ideológicamente con socialismo. El desdibujamiento de las fronteras entre el PSUV y una miríada de aparatos estatales fue una dinámica constante después del 2007. Todo esto facilitó relaciones clientelistas entre el Estado y organizaciones populares, con estas últimas siendo reducidas a clientes ante la ausencia de una transformación del sector productivo de la economía. Las oportunidades de corrupción por parte de los funcionarios del Estado se expandieron a través de varios medios, incluidas las oportunidades para el creciente número de militares activos y retirados asumiendo altos cargos públicos.
Brasil Si Venezuela durante el gobierno de Chávez representó la expresión más radical del Estado compensatorio en la América Latina del siglo XXI, Brasil con Lula fue quizá su rostro más moderado. Un programa de desarrollo del neodesarrollo, con diferentes inflexiones en momentos particulares, se desenvolvió a través de las dos administraciones de Lula (2003-2006, 20072011) al igual que las de su sucesora Dilma Rousseff (2011-2014, 2015-2016). La política brasileña durante esta época mostró significativamente menos rupturas con el modelo neoliberal heredado que el modelo de acumulación adoptado en Venezuela con Chávez, sin embargo hubo algunas superposiciones con la trayectoria venezolana, en particular con respecto a los límites de transformación de la estructura productiva de la economía, la creciente importancia de lo exportación de productos primarios, los éxitos temporalmente limitados de las ganancias distributivas para las clases populares y la vulnerabilidad de la economía a la crisis. Así como en la mayoría de países sudamericanos, las condiciones en el mercado internacional a mediados de los dos mil eran propicias para el crecimiento económico en Brasil. El crecimiento económico promedió 5.4% entre
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2004 y 2013, la expansión más rápida en décadas.89 El PIB en 2008 era alto, cuando la crisis mundial comenzó, en 5.1%. Luego de una breve caída en 2009 hasta -0.1%, el crecimiento se recuperó a 7.5, 4.0, 1.9 y 3 por ciento entre 2010 y 2013. El impacto retrasado de la crisis en Brasil comenzó realmente en 2014, cuando el crecimiento decayó, contrayéndose a 0.5%, seguido de una fuerte recesión en 2015 y 2016, con una contracción de -3.8% y -3.6% respectivamente. La demanda impulsada por China incrementó los precios de los productos primarios, acelerando el sector agroindustrial de Brasil durante el periodo de auge, y particularmente la producción de soya para exportación, aunque la exportación de minerales y petróleo también fueron importantes.90 El entorno internacional fue en especial importante durante la primera administración de Lula. El crecimiento de las exportaciones constituyó el 43.5% del aumento en la demanda agregada entre 2001 y 2005, y fue el catalizador clave del cambio en el crecimiento del PIB de 1.1% en 2003 a 5.8% en 2004.91 Las exportaciones agrícolas constituyeron el 42% de las exportaciones totales entre 1999 y 2010. En 2014, las exportaciones agrícolas netas alcanzaron US$96.76 billones. En 2013, la soya representó un 23.2% del total de exportaciones agrícolas, y la comida de soya constituyó un 8.8% adicional. El sector de la soya ampliamente concebido ascendió, entonces, a 32% de las exportaciones totales. También fueron importantes las exportaciones de azúcar (13.3%), aves de corral (9.6%), y carne de res (7.6%). El poder económico del agronegocio puso, en consecuencia, límites políticos extremos al alcance de la reforma agraria durante la totalidad de la era LulaRousseff.92
89 Nicolás Grinberg, “From populist developmentalism to liberal neodevelopmentalism: the specificity and historical development of brazilian capital accumulation”, Critical Historical Studies, vol. 3, núm. 1, 2016, pp. 65-104, p. 96. 90 Leandro Vergara-Camus, “Sugarcane ethanol: the hen of the golden eggs? Agribusiness and the State in Lula’s Brazil” en Susan Spronk y Jeffery R. Webber (editores), Crisis and Contradiction: Marxist Perspectives on Latin America in the Global Political Economy, Historical Materialism Book Series Leiden, Brill Academic Publishers, 2014, pp. 211-35. 91 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, “The limits of pragmatism: the rise and fall of the Brazilian Workers Party (2002-2016)” en Latin American Perspectives, Forthcoming, p. 5. 92 Sérgio Sauer y George Mészáros, “The political economy of land struggle in Brazil under workers party governments”, Journal of Agrarian Change, vol. 17, núm. 2, 2017, p. 401.
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La expansión de la renta brasileña de suelo en agricultura, minería, y petróleo fue aprovechada por las administraciones de Lula, que introdujeron un conjunto de políticas Estatales que transfirieron parte de esta renta al capital industrial y de servicios, así como a programas distributivos para los pobres.93 Entre 2006 y 2012, el salario mínimo se incrementó un 27% en términos reales, con efectos de arrastre en términos de pensiones, seguridad social, y beneficios de desempleo. El número de personas beneficiándose de los programas de transferencia de efectivo también aumentó entre 1995 y 2011, de 14.5 millones a 24.4 millones, mientras que el gasto social agregado aumentó de 11.0% a 16.2% del PIB durante el mismo periodo.94 La faceta más importante de la matriz de transferencia de efectivo durante el gobierno del PT fue la Bolsa Familia, que se enfocaba en familias en extremo pobres con una modesta transferencia de efectivo asociada a la asistencia escolar regular de los niños. Para el 2010, el programa Bolsa Familia se había extendido a 12.7 millones de familias, o el 25% de la población total del país.95 Como en Venezuela, hubo repercusiones positivas importantes para los pobres y los trabajadores urbanos. En 1993, de acuerdo a línea de pobreza oficial, había 600 millones de pobres en el país, o 41% de la población. En 2003, al inicio del primer gobierno de Lula, la cifra absoluta no había cambiado, pero debido al crecimiento demográfico, la proporción de personas pobres había disminuido a 35%. Para el 2012, la pobreza había caído a 30 millones de personas, o simplemente a 15% de la población. El aumento del gasto público durante el periodo de expansión económica también mejoró los sectores de infraestructura, vivienda, educación, salud, y servicio civil.96 Entre el 2002 y el 2012, la matrícula universitaria como proporción de adultos brasileños aumentó de 16.6% a 28.7%.97 Estas ganancias sociales explican el índice de aprobación sin precedentes de Lula (90%) al finalizar su segundo mandato en 2010.98 La desigualdad, sin embargo, fue más estable. Un examen de las
93 Nicolás Grinberg, op. cit., pp. 96-97. 94 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., p. 8. 95 Sean Purdy, “Brazil’s june days of 2013: mass protest, class, and the left”, Latin American Perspectives, 19 de abril de 2017, p. 3. 96 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., p. 9. 97 Sean Purdy, op. cit., p. 3. 98 Idem.
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declaraciones de impuestos y las encuestas a hogares muestran que el coeficiente de Gini se mantuvo estable en alrededor 0.69 entre 2006 y 2012, debido principalmente a las ganancias e intereses acumulándose al capital, que no son gravados en el país.99 Un indicador de esta dinámica se ve reflejado en las ganancias registradas por los cuatro bancos más grandes de Brasil en 2013, que en conjunto sumaron más que el PIB de 83 países combinados.100 La expansión de las pensiones públicas, el impulso de los programas de transferencias monetarias condicionadas y los incrementos salariales en el mercado laboral impulsaron una mejora en las tasas de pobreza, en otras palabras, mientras que los más ricos mantuvieron su cuota de ingresos nacionales.101 Los gobiernos del PT implementaron políticas reformistas pragmáticas y no conflictivas”, señalan Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, “es decir, la búsqueda de resultados progresivos a través de un ‘camino de menor resistencia’. Esta estrategia incluye el compromiso a las ‘reglas del juego’, preservar la Constitución, y redistribuir los flujos de ingreso al margen mediante programas de transferencia y mejoras en mercados laborales, dejando al mismo tiempo la distribución (altamente desigual) de los activos y evitando la movilización extrainstitucional, la confrontación ideológica o apelaciones a política basada en la clase.102 En el periodo previo a las elecciones del 2002, la campaña de Lula indicó de manera temprana el carácter que asumiría su primer gobierno. El manifiesto electoral del PT no era comparable con los documentos radicales fundadores del partido en 1980. En el tramo final de la campaña en el 2002, Lula fue chantajeado por el gobierno actual, la prensa dominante y el FMI para reasegurar sus credenciales neoliberales. Él no sólo suavizó drásticamente su postura en política económica, sino que también escribió la infame ‘Carta al pueblo brasileño’ en la que se comprometía a honrar los compromisos financieros de Brasil y continuar con el legado económico dejado por la administración de Cardoso.103 La política económica del primer mandato de Lula preservó en gran medida los parámetros neoliberales introducidos por su predecesor Fernando Henrique
99 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., p. 10. 100 Sean Purdy, op. cit., p. 4. 101 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., p. 11. 102 Ibid., p. 2. 103 Nicolás Grinberg, op. cit., p. 96.
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Cardoso (1995-2003) y Fernando Collor de Melo (1990-1992). En las certeras palabras de Ricardo Antunes, la primera administración de Lula dejó “inalterada los rasgos estructurales constitutivos de la perversa exclusión brasileña burguesa de la formación social.”104 Los límites de la política fueron establecidos por un triple compromiso con la baja inflación y la independencia del banco central, la liberalización de flujos del capital, el tipo de cambio flotante y la austeridad fiscal.105 Dentro de estas restricciones, la distribución a las clases populares se limitó a cierta formalización de los contratos laborales, aumentos limitados al salario mínimo, inyecciones en programas específicos de transferencia de efectivo, y la extensión del rol del financiamiento a través del Banco Nacional de Desenvolvimento Económico e Social (BNDES).106 Las elecciones del 2006 que condujeron al segundo mandato de Lula ocurrieron en un momento político diferente. El PT sufría de una aguda agitación interna debido a un explosivo escándalo de corrupción y casi fue derrotado en las urnas.107 Un cambio en el curso político era necesario para la supervivencia de Lula y el PT por igual. Inicialmente, animado por el contexto internacional del auge de los productos primarios, Lula introdujo más elementos distributivos a su forma de gobierno en su segundo mandato, mientras mantenía la lealtad del gobierno a las varias secciones del capital –agroindustria, finanzas, industria y la simbiosis de las últimas dos. Haciendo honor a su carácter de régimen de conciliación multiclasista, accedió a las demandas del capital mientras ofrecía bienestar focalizado a los estratos pauperizados dependientes del Estado para sobrevivir, en particular a través de la Bolsa Familia.108 La educación superior se expandió durante esta administración y fueron introducidas cuotas universitarias para estudiantes negros.109 Se crearon millones de empleos, aunque éstos fueron principalmente mal pagados, no calificados y precarios. El Estado invirtió en empresas estatales, en particular a través de la expansión de las actividades de Petrobras en 2009, después del descubrimiento por parte
104 Ricardo Antunes, “Brasil: el colapso del gobierno Dilma y el PT”, Herramienta, 2015. 105 Alfredo Saad-Filho y Armando Boito, “Brazil: the failure of the PT and the rise of the “New Right”’ en Leo Panitch y Greg Albo (editores), Socialist Register 2016: The Politics of the Right, Monthly Review Press, New York, 2015, p. 214. 106 Ibid. p. 216. 107 Perry Anderson, “Lula’s Brazil”, London Review of Books, vol. 33, núm. 7, London, 31 de marzo de 2011. 108 Ricardo Antunes, “Brasil: el colapso del gobierno Dilma y el PT”, op. cit. 109 Alfredo Saad-Filho, “A coup in Brazil?”, Jacobin, New York, 23 de marzo de 2016.
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de la compañía de reservas en aguas profundas en el Atlántico.110 Las políticas expansivas se introdujeron en 2009-2010 a raíz de la crisis mundial, aprovechando las reservas de divisas que se habían acumulado a tasas elevadas durante el auge de las materias primas. El marco de la política económica violó algunos preceptos neoliberales al introducir protecciones aisladas del mercado para el capital industrial, mientras se hacían recortes en las tasas de interés de los préstamos de los bancos estatales a productores y consumidores. Al mismo tiempo, el gasto del sector público se expandió de manera significativa.111 En el segundo mandato de Lula, el papel de las exportaciones en el dinamismo económico disminuyó. Las exportaciones representaron un incremento significativamente menor del 5.6% del PIB entre 2006 y 2011, con el consumo público, la inversión privada y, más importante, el consumo privado, en 59.2%.112 Si las exportaciones había impulsado el crecimiento durante el primer mandato de Lula, el crédito personal lo impulsó en el segundo, a la par del gasto público dirigido a los pobres, que dependía de la expansión de las rentas agrícolas, mineras y petroleras en un contexto de alza en los precios de las materias primas. Ninguno de estos frágiles propulsores de la expansión podía perdurar. El patrón de deuda personal se extendió por un tiempo a los mandatos de Rousseff, de tal forma que, entre 2005 y 2015, “la deuda total del sector privado se incrementó de un 43% a un 93% del PIB”, 113 señala Perry Anderson, con préstamos de consumo al doble del nivel de países vecinos. Para cuando Dilma fue reelegida a finales del 2014, los pagos de intereses sobre crédito familiar absorbían más de un quinto del ingreso promedio disponible. Junto con el agotamiento del auge de los productos primarios, la juerga del consumidor ya no era sostenible. Los dos motores de crecimiento se habían estancado. Como concluyen Mendes Loureiro y Saad-Filho:
La administración de Lula logró crecimiento y distribución a través de un conjunto limitado y no conflictivo de políticas basadas en el ingreso que, bajo condiciones
110 Alfredo Saad-Filho y Armando Boito, op. cit., pp. 217-218. 111 Nicolás Grinberg, op. cit., p. 98. 112 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., p. 11. 113 Perry Anderson, ‘Crisis in Brazil’, London Review of Books, vol. 38, núm. 8, 21 de abril de 2016, pp. 15-22.
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externas favorables, se podían sostener mediante procesos de mercado. Sin embargo, la inversión privada no se recuperó, no hubo transformaciones significativas en la estructura productiva, la inversión pública fue insuficiente para modernizar la infraestructura del país y no se intentó abordar las desigualdades en la distribución de activos ni gravar los ingresos más altos.114
Como el caso de Venezuela, la política brasileña bajo los mandatos de Lula y Rousseff, perfeccionaron antiguas tradiciones de clientelismo y corrupción en el país. Esta dinámica fue alimentada, en parte, por las inestables y multifacéticas coaliciones del PT con aliados eclécticos en el Congreso, dado que el PT nunca logró la mayoría de escaños por sí solo. El fuerte énfasis en lubricar la estabilidad de la coalición a través de tratos clandestinos innumerables, “en lugar de buscar la movilización de fuerzas extra-parlamentarias para transformar el sistema político, se convertiría en un factor decisivo en la caída de las administraciones del PT.”115 Las oficinas burocráticas y ministeriales fueron “ocupadas a través de negociaciones por los dirigentes del PT, muchos de ellos ex líderes sindicales, o por miembros de partidos políticos aliados, creando una verdadera máquina burocrática vinculada orgánicamente al partido.”116 Mientras que las recompensas burocráticas en expansión filtradas por el partido y la construcción de alianzas con partidos ideológicamente extraños aseguró la viabilidad electoral, también desmovilizó los movimientos sociales y los sindicatos, y “alejó a muchos miembros del partido y esposó al gobierno incapacitándolo para avanzar en su programa general.”117 Las limitantes estructurales del moderado Estado compensatorio en Brasil ya eran visibles durante los mandatos de Lula, a pesar de su popularidad sin precedentes. La economía brasileña siguió dependiendo, en gran medida, de las exportaciones de productos agrícolas y minerales, y aunque producía empleos, muchos de estos empleos eran informales e inseguros. Incluso donde se produjo el crecimiento del empleo en el sector formal, es importante señalar que “las dos categorías ocupacionales más grandes de Brasil son en trabajo doméstico (7.2 millones) y trabajo en telemarketing en centros de llamadas
114 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., p. 12. 115 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., p. 13. 116 Sean Purdy, op. cit., p. 5. 117 Idem.
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(1.4 millones).”118 El modelo de acumulación neodesarrollista y bastante liberal asumido por los gobiernos de Lula produjo un crecimiento constante aprovechando la coyuntura favorable en el mercado mundial, avivando el gasto público mediante la transferencia de rentas agrícolas, mineras y petroleras durante el auge de las materias primas, y permitiendo la acumulación de la deuda privada a niveles altos. Esta estrategia era estructuralmente vulnerable en varios niveles y las contradicciones internas del modelo se jugaron en forma decisiva durante los dos periodos de Rousseff en el cargo, el segundo terminando de manera prematura en un golpe parlamentario-judicial precisamente debido a estas contradicciones. Regresaremos a los detalles de la política económica de la caída del gobierno de Rousseff en 2016 en adelante, una vez que se haya elaborado un mapa de los amplios contornos latinoamericanos de la crisis mundial. Primero, sin embargo, consideremos dar un vistazo a las amplias continuidades neoliberales que caracterizan la política económica regional de América Latina después de una década y media de gobiernos de centro-izquierda e izquierda.
Continuidades neoliberales en el siglo XXI En retrospectiva, lo que quizá es más impactante son las significativas continuidades estructurales subyacentes –con respecto a la posición de la región en el mercado mundial y sus estructuras internas de clase– entre periodo neoliberal ortodoxo y la era del Estado compensatorio. Un conjunto básico de observaciones, como hemos visto, tiene que ver con el veloz giro a la exportación de productos primarios ya en la década de los ochenta, durante el apogeo del neoliberalismo ortodoxo.119 En agricultura, el enfoque renovado en la exportación de productos básicos transformó no sólo lo que se cultivaba, sino también las relaciones sociales propias en la vida rural de la región. Las corporaciones de agronegocios se convirtieron en los impulsores de la contrarreforma agraria, liderando la conversión a monocultivos intensivos en capital. Las antiguas oligarquías se hicieron aliadas a través de una estrecha asociación económica con los nuevos participantes –las corporaciones transnacionales de agronegocios.120 Los campos de soya –en última instancia para aceite de cocina y
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118 Ibid., p. 4. 119 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 34. 120 Leandro Vergara-Camus y Cristóbal Kay, “The agrarian political economy of left
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alimentación animal– ahora dominan los paisajes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Monsanto y otros gigantes multinacionales predominan en estas enormes operaciones, que generan en promedio un solo empleo por cada 100-150 hectáreas de producción.121 Si el capital agroindustrial fue el que cambió el juego en la nueva dinámica, los pequeños productores fueron su subproducto desechable. La desposesión de los campesinos se manifestó a través de mayores costos de insumos, presiones competitivas, y riesgos asociados con los baches y caídas en el mercado internacional. Al intentar adaptarse a los novedosos imperativos de los insumos agroquímicos, refrigeración y rápido transporte, los pequeños productores se endeudaron con frecuencia, perdieron sus tierras y migraron a las ciudades, uniéndose a una creciente reserva de proletarios informales desempleados y subempleados. El crecimiento del complejo agrominero ha acompañado al relativo declive de la industria. Como se señaló, el peso de la manufactura en el PIB latinoamericano en 2002-2006 fue aproximadamente la mitad de lo que fue en 1970-1974 y la direccionalidad no cambió bajo los gobiernos progresistas; de hecho, a menudo empeoraba. Pero en lugar de que la industria desapareciera por completo, fue reestructurada de manera subordinada al último ciclo de reproducción dependiente.122 En Brasil, la productividad ha desacelerado, los costos han aumentado y le inversión industrial es escasa en un contexto de rápido deterioro en la infraestructura de energía y transporte. De manera similar, en Argentina, a pesar de pequeños retrocesos en la última década, la regresión industrial continúa, con un movimiento del 23% al 17% del PIB desde los ochenta, concentración de propiedad extranjera, y vínculos débiles con la producción nacional de componentes.123 El ciclo político progresivo de inicios de siglo XXI en gran parte de las regiones no ha modificado la vulnerabilidad de América Latina ante los giros en el mercado mundial. Esta fragilidad persiste, en parte, debido a la relativa disminución de la industria y la expansión de las exportaciones primarias y la falta de diversificación productiva.124
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wing governments in Latin America: agribusiness, peasants, and the limits of neodevelopmentalism”, Journal of Agrarian Change, vol. 17, núm. 2, 2017, pp. 415-37. 121 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 34. 122 Juan Grigera, op. cit. 123 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 35. 124 Ibid., p. 387.
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En los países más pequeños de la región, las remesas y el turismo se han vuelto cada vez más importantes en términos de generación de divisas. Latinoamérica se ha convertido en el mayor receptor regional de remesas, con varios países contándolas como su fuente primaria de divisas –República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica y Nicaragua– y varios otros países, y secundaria –Belice, Bolivia, Colombia, Ecuador, Paraguay y Surinam.125 Gran parte de esto proviene de los Estados Unidos, por supuesto, donde residen aproximadamente 30 millones de migrantes latinoamericanos, documentados e indocumentados.126 Las transformaciones en agricultura, minería, industria, remesas y turismo han tenido un impacto en la formación de clases, desde arriba y desde abajo. Los grupos capitalistas latinoamericanos más exitosos se han vuelto más concentrados e internacionalizados, estableciendo grupos regionales llamados multilatinas.127 Estas multilatinas surgieron de familias adineradas con apellidos conocidos –Slim (México), Cisneros (Venezuela), Noboa (Ecuador), Santo Domingo (Colombia), Andrónico Lucski (Chile), Bulgheroni y Rocca (Argentina), Lemann, Safra, y Moraer (Brazil)– y se han vinculado a la gestión global, y extendido sus prioridades a una escala regional. Las multilatinas brasileñas y mexicanas están al frente, seguidas de las empresas argentinas y chilenas.128 Aunque estas entidades son más poderosas que las corporaciones latinoamericanas en el pasado, la clase capitalista regional sigue siendo secundaria en una escala global y ha perdido terreno significativo ante la competencia de Asia.129 Mientras tanto, los mercados laborales urbanos, se han deteriorado con la privatización de las empresas estatales, el declive del empleo en el sector público, y el relativo decaimiento de la industria. Precariedad, una característica normal del capitalismo históricamente, está extendiendo su alcance en la fase actual. En una serie de países, la juventud marginada ha buscado refugio en la naciente economía del narcotráfico, en donde siempre terminan contribuyendo
125 Ibid., p. 36. 126 Ibid., p. 37. 127 Javier Santiso, The Decade of the Multilatinas, Cambridge University Press, New York, 2014. 128 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 39. 129 Ibid., p. 40.
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–de una forma u otra– a las crecientes estadísticas de homicidios.130 El modelo extractivo de acumulación –agroindustria, minería, gas natural y petróleo– crea pocos empleos, mientras los empleos industriales permanecen cada vez más “informalizados”, a través del uso, cada vez más extendido, de trabajadoras flexibles y no sindicalizadas.131 En la mayoría de las administraciones de izquierda ha habido una extensión de la asistencia social para atemperar lo peor del empobrecimiento. Pero la preparación de las transferencias de efectivo para aquellos en pobreza extrema sólo fue una solución temporal y transitoria, que no ofrecía una solución a las causas del problema. Crucialmente, estos programas persisten junto con la precariedad y la informalización del mundo del trabajo a lo largo de líneas neoliberales.132 Si bien ha habido una disminución en la desigualdad de ingresos en el siglo XXI, el coeficiente Gini agregado de la región (51.6) se mantiene muy por encima del promedio mundial (39.5) y es el doble del promedio de las economías avanzadas.133
La crisis global llega a América Latina La peor crisis del capitalismo mundial desde la década de los treinta estaba destinada a tener un impacto en la política y la economía de América Latina, incluso si su epicentro inicial en 2007-2008 fueron los Estados Unidos y, muy poco después, la Eurozona.134 La crisis afectó de manera severa la región pero tomó casi cuatro años para que el efecto se manifestara a plenitud.135 El crecimiento agregado en América Latina y el Caribe continuó a una tasa relativamente alta de 4.8% en 2008, seguido por una caída a -1.9% en 2009 y
130 Ibid., pp. 42-43. 131 Alejandro Portes y Kelly Hoffman, “Latin American class structures: their composition and change during the neoliberal era”, Latin American Research Review, vol. 38, núm. 1, 2003, pp. 41-82; Amy Hite y Jocelyn S. Viterna, “Gendering class in Latin America: how women effect and experience change in the class structure”, Latin American Research Review, vol. 40, núm. 2, 2005, 50-82. 132 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 44. 133 Ibid., p. 44. 134 David McNally, Global Slump: The Economics and Politics of Crisis and Resistance, PM Press, Oakland, 2010; Anwar Shaikh, “The first great depression of the 21st century” en Leo Panitch, Greg Albo y Vivek Chibber (editores), Socialist Register 2011: The Crisis This Time, Monthly Review Press, New York, 2010, pp. 44-63. 135 Jeffery Webber, op. cit., pp. 23-24.
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una reanudación del crecimiento de 5.9% y 4.3% en 2010 y 2011, respec
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136 El hecho de que los precios de las materias primas se mantuvieran estables debido al continuo dinamismo en China fue de importancia crítica. Además, la elevada liquidez internacional y las bajas tasas de endeudamiento (debido, en parte, a un contexto externo marcado por las políticas monetarias expansivas de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo), un aumento de la IED que fluye hacia los sectores de recursos naturales de América Latina y el gasto anticíclico por parte de varios gobiernos en la región –aprovechando las reservas acumuladas durante el auge– ayudaron a disminuir la gravedad inicial de la llegada de la crisis mundial a la región.137 Por supuesto, este resumen general oculta la heterogeneidad entre subregiones y países en particular, que se aclarará más adelante. Por el momento, es suficiente señalar que, aunque el impacto inicial de la crisis en Sudamérica fue moderado, principalmente debido al cambio en la primera década del siglo XXI hacia relaciones comerciales más profundas con China, México, América Central y el Caribe permanecieron profundamente integrados a la economía norteamericana. Desde el comienzo de la crisis en Estados Unidos, las subregiones mencionadas fueron más dramáticamente afectadas que Sudamérica. Simultáneamente, sufrieron un colapso en su principal destino de exportación y una desaceleración en las remesas de trabajadores migrantes, así como el regreso de algunos trabajadores migrantes que habían sido despedidos en los Estados Unidos, lo que generó presión en los mercados laborales nacionales.138
136 CEPAL, Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe, 2012, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, 2012, p. 77. 137 Esteban Actis, “América Latina y su contexto externo: del doble al frágil boom”, Nueva Sociedad, diciembre de 2017, http://nuso.org/articulo/america-latina-y-su-contextoexterno/ [consulta: 16 de abril de 2018]; Martín Abeles y Sebastián Valdecantos, “América del Sur, recesión y después…”, Nueva Sociedad, Buenos Aires,septiembre-octubre de 2016, pp. 14-21; Claudio Katz, “Los atolladeros de la economía latinoamericana”, Herramienta, 11 de noviembre de 2011; Claudio Katz, “The singularities of Latin America” en Leo Panitch, Greg Albo y Vivek Chibber (editores), Socialist Register 2012: The Crisis and the Left, Monthly Review Press, New York, 2011; Claudio Katz, “The three dimensions of the crisis” en Susan Spronk y Jeffery R. Webber (editores), Crisis and Contradiction: Marxist Perspectives on Latin America in the Global Political Economy, Historical Materialism Book Series, Brill Academic Publishers, Leiden, 2014. 138 Jeffery Webber, op. cit., pp. 20-21.
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Los esfuerzos de gasto anticíclico en muchos países no pudieron resistir el impacto de la caída del auge de las materias primas, con una caída en los productos mineros y agroindustriales que inició en el 2011 y, poco después, un descenso en los precios del petróleo y el gas natural a mediados del 2014.139 El crecimiento en China comenzó a tambalearse en forma significativa en 2011, incluso cuando el país continúa siendo una de las zonas de mayor crecimiento en el mundo. Al mismo tiempo, la falta de recuperación en los Estados Unidos y la Eurozona significó que no había áreas dinámicas de acumulación en el mercado mundial para compensar el retraso provocado por la desaceleración en China. La enorme caída del crecimiento anual promedio en China en los periodos entre 2003-2008 y 2010-2016, de 9.4% a 6.6% (una disminución total de 29.8%), fue acompañada de contracciones proporcionalmente más grandes en la Eurozona, de 1.5 a 0.9% (una disminución total del 43.2%), y en los Estados Unidos, de 2.4% 1 1.5% (un golpe total de 38.4%).140 El deterioro ininterrumpido del entorno externo no afectó a todas las subregiones de igual manera. El fin del auge de los precios de las materias primas tuvo un impacto devastador en América del Sur, y un efecto negativo en México, mientras que los importadores netos de petróleo y gas natural en gran parte del Caribe y Centroamérica se beneficiaron de la recesión de los precios en este sentido. La desaceleración en China afectó en particular las exportaciones en Sudamérica, mientras que la tendencia a la baja en Estados Unidos impactó en México, Centroamérica y el Caribe.141 Si el mecanismo clave para la transmisión de la crisis a Sudamérica fue una caída en los precios de los productos impulsada por la disminución de la demanda en China, los mecanismos en México, Centroamérica y el Caribe fueron el decrecimiento en las remesas de mano de obra documentada e indocumentada en los Estados Unidos y una baja en las exportaciones a su principal destino de exportación, ya que la economía de los Estados Unidos se estancó. Los efectos de la recesión global en curso se volvieron cada vez más claramente discernibles en Latinoamérica con el tiempo. Mientras que el
139 James Cypher y Tamar Wilson, op. cit., p. 6. 140 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 117. 141 Luis Morano, et al., “Between a rock and a hard place/: the monetary policy dilemma in Latin America and the Caribbean”, The World Bank, Washington, 1 October 2017, pp. 1-62.
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crecimiento agregado anual a lo largo de América Latina y el Caribe fue de 3.9% en el periodo 2003-2008, sólo fue del 2.8% entre 2010 y 2016. Aunque la mayoría de las regiones mundiales crecieron de manera más lenta en este último periodo, la desaceleración en América Latina y el Caribe fue notablemente más aguda que en otros lugares.142 Mientras que en 2011 el crecimiento agregado en América Latina y el Caribe alcanzó el 4.7%, esto fue seguido por un descenso a 2.9% en 2012 y 2013, con una fuerte caída a 1.1% en 2014, la tasa de crecimiento más baja desde el 2009. Por último, en 2015 y 2016, hubo tasas de crecimiento negativas en toda la región, a -0.4% y -0.1%, respectivamente, siendo Argentina, Brasil y Venezuela las economías más afectadas. La subregión de Sudamérica se contrajo en 1.2% y 2.9% en 2015 y 2016 respectivamente.143 Hubo una débil recuperación del crecimiento en 2017 de 1.3% en América Latina y el Caribe, así como estimaciones de crecimiento proyectado de 2.2% para el 2018, con un crecimiento más débil y un crecimiento proyectado en Sudamérica que en Centroamérica, México y el Caribe.144 En 2017, una recuperación en extremo moderada significó que el crecimiento económico per cápita nunca pasó el cero.145 Parte del crecimiento en 2017, tal como fue, puede explicarse por un aumento del 11% en el crecimiento de exportaciones con respecto al 2016, incluidos un incremento del 8% en precios de exportación y del 3% en el volumen de exportación. Debido a que los precios y volúmenes de las importaciones en 2017 aumentaron más lentamente que las exportaciones, los términos de comercio para el total de la región mejoraron en un 3%.146 Estimados preliminares para el 2017, con respecto al 2016, revelan un incremento de 19% en los precios de energía, un aumento de 16% en precios de metales y minerales, y un aumento de 3% en precios de alimentos.147 Sin embargo, los signos generales de la economía de América Latina y el Caribe siguen siendo deficientes. El desempleo siguió creciendo de 2016 a 2017, de
142 Ibid. p. 11. 143 Ibid. p. 5. 144 CEPAL, Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China, Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, 2018, p. 18. 145 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 15. 146 CEPAL, Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China, op. cit., p. 18. 147 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 15.
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8.9% a 9.4%.148 Las características subyacentes de la economía regional entre 2009 y 2016, “no han conducido ni a la acumulación de capital ni a la creación de capacidad, o por lo tanto a un crecimiento sostenido a largo plazo.”149 Entre 2009 y 2016, a medida de que las exportaciones e inversiones perdieron importancia, el gasto gubernamental y el consumo privado impulsado por el crédito impulsaron un escaso crecimiento económico.150 La liberalización financiera, iniciada en décadas precedentes, sigue permitiendo que los recursos financieros fluyan a la región, incluso a medida de que disminuye el IED. En particular, tales recursos internos fluyen en forma de crédito al sector privado. Por un lado, ha habido una expansión concertada en la deuda de los hogares. Por otro lado, el sector corporativo no financiero en Latinoamérica está aprovechando el creciente papel de los mercados de bonos internacionales y ha acrecentado sus niveles de endeudamiento sustancialmente.151 Lo que es más evidente es que el crecimiento del crédito al sector privado y el incremento en los niveles de endeudamiento de los hogares están aumentando significativamente en Sudamérica; en particular resulta notable cómo estas tendencias se manifiestan más decididamente “en algunas de las economías cuyas estructuras de producción son más vulnerables al impacto externo.”152 En Brasil, por ejemplo, la deuda promedio de los hogares aumentó en forma dramática en tan sólo una década, de 21% en 2006 a 42%, con el servicio de la deuda de los hogares creciendo en promedio de 15% a 22% del ingreso disponible 2016.153 En términos de endeudamiento del sector corporativo no financiero, entre 2009 y 2016, las emisiones de bonos latinoamericanos se incrementaron de alrededor US$20 billones a US$90 billones, después de alcanzar los US$150 billones en 2015. Los pasivos por deuda externa para América Latina y el Caribe en el primer trimestre de 2016 ascendieron a US$716 billones, en comparación con una cifra aproximada de US$300 billones entre 2000 y 2009.154
148 CEPAL, Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China, op. cit., p. 18. 149 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 145. 150 Ibid., p. 89. 151 Ibid., p. 87. 152 Ibid., p. 135. 153 Ibid., p. 136. 154 Ibid., p. 136.
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Venezuela La economía Venezolana fue golpeada pronto por la crisis, con el crecimiento del PIB en 3.2% y 1.5% en 2009 y 2010 respectivamente. Aun así, el impacto inicial fue breve y hubo una recuperación entre 2011 y 2013, tras la cual ocurrió la recesión más seria y continua, caracterizada por una contracción de 4.0% y 7.0% en 2014 y 2015 respectivamente.155 Los dos pilares de cohesión del proceso Bolivariano –el liderazgo carismático de Hugo Chávez y los elevados precios del petróleo– ahora faltaban.156 En las elecciones de 2013, después de la muerte de Chávez a comienzos de ese mismo año, Nicolás Maduro fue electo por un estrecho margen, habiendo recibido 1.5% más votos que el candidato de la oposición unida, Henrique Capriles. Entre 2014 y 2016 la desaceleración continua del PIB fue acompañada por una aceleración en la inflación al nivel más alto del planeta. “La carencia de productos básicos, los cortes salariales, la creciente inseguridad, junto con el deterioro de los servicios públicos,” señala Edgardo Lander, “resultó en la rápida reversión de las mejoras en condiciones de vida que se habían alcanzado” durante los años de la bonanza petrolera.157 Para mantener los altos niveles de gasto público, el gobierno recurrió fuertemente a las reservas internacionales, lo que resultó en la contracción del 60% de dichas reservas entre diciembre de 2012 y mayo del 2017.158 Al mismo tiempo, los préstamos de China, que serán pagados principalmente con la extracción de petróleo, se han expandido de modo peligroso. Líneas de crédito alternativas se han vuelto casi imposibles de obtener, con demandas de pago cada vez más altas.159 En términos políticos, la oposición de derecha se ha aprovechado de la recesión económica para avanzar en su propia agenda, con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ganando dos tercios de los asientos de la Asamblea Nacional en las elecciones legislativas de diciembre de 2015.
155 Economic Commission for Latin America and the ECLAC, Preliminary Overview of the Economies of Latin America and the Caribbean 2017, Economic Commssion for Latin America and the Caribbean, Santiago de Chile, 2017, p. 59. 156 Edgardo Lander, “Venezuela: la experiencia bolivariana en la lucha por trascender al capitalismo”, op. cit., p. 10. 157 Ibid., p. 11. 158 ECLAC, Economic Survey of Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 81. 159 Edgardo Lander, Venezuela: Terminal Crisis of the Rentier Petro-State Model?, Aporrea, 30 de octubre de 2014, pp. 12-13.
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Los límites estructurales de la economía petrolera profundizada en los regímenes de Chávez y Maduro han surgido decisivamente a la superficie. Estos límites han encontrado expresión, primero, en la incapacidad de “los esfuerzos para promover la producción nacional, ya sea en el sector público, privado o socioeconómico,” y segundo, en la “hemorragia permanente e insostenible de divisas altamente subsidiadas para pagar por las importaciones de alimentos y otros bienes básicos de consumo, insumos intermedio y suministros, así como artículos de lujo y turismo en el exterior.”160 Al final, el aumento de la cinética rentista-capitalista ha llevado a “sucesivos mecanismos burocrático-administrativos” que fueron “creados para controlar el uso de subsidios en el intercambio externo”, pero, “han llevado a graves cuellos de botella en importaciones, con un impacto significativo en precios y disponibilidad de productos, así como a niveles masivos de corrupción.”161 De hecho, la corrupción ha asumido una escala impresionante. Por ejemplo, el ex presidente del Banco Central señaló que en 2012, cuando aún ocupaba ese puesto, de un total de US$59 billones en divisas subsidiadas, aproximadamente US$20 billones fueron desviados a “empresas ficticias” por completo “ajenas a las actividades productivas” y en consecuencia a los bolsillos de burócratas civiles y militares bien posicionados y capitalistas conectados. Juntos, este triángulo se conoce despectivamente como boliburguesía.162 La alta inflación, por su parte, ha socavado el poder adquisitivo de trabajadores y pobres de zonas urbanas, haciendo insignificantes los diversos aumentos ostensibles en los salarios legislados desde el inicio de la crisis.163 Según algunas versiones, Venezuela experimentó una fuga de capital de US$150 billones tan solo en el 2012, aproximadamente el 43% del PIB. Esto explica en parte la devaluación de la moneda nacional y el fortalecimiento de la especulación en el mercado negro paralelo en dólares estadounidenses (en donde los dólares se vendan alrededor a 15 veces la tasa de cambio oficial.164 En el mercado interno, la tasa del mercado negro es la tasa utilizada por los vendedores comerciales para fijar sus precios, con la excepción de los pocos
160 Ibid., p. 5. 161 Ibid., p. 5. 162 Ibid., p. 5. 163 Manuel Sutherland, “Siete apuntes sobre las protestas en Venezuela, problemas económicos y medidas revolucionarias”, Aporrea, 17 de febrero de 2014. 164 Idem.
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productos sujetos a regulación. Por lo tanto, la escalada de precios, dejando de lado el tema del acaparamiento, seguiría siendo una problemática grande que necesita resolución. Esos actores comerciales que obtienen dólares legalmente a través de canales oficiales para comprar las importaciones de bienes del exterior no tienen en realidad ningún incentivo para usar los dólares obtenidos para este fin; en lugar de eso, tienen todos los incentivos para desviar esos dólares en forma ilegal al mercado negro con el fin de obtener ganancias extraordinarias. Esto provoca mayor escasez de bienes, incremento de precios y una caída en la calidad de los bienes y servicios.165 Para el 2014, la deuda de la compañía petrolera estatal PDVSA llegó a US$40 billones, con gran parte de su financiamiento prestado usado para sostener un bolívar sobrevaluado, así como la capacidad de la compañía para llevar a cabo sus servicios económicos y sociales designados.166 El legado de Chávez de reafirmar el control del Estado sobre la dinámica de la economía petrolera está “amenazada no sólo por la oposición política a los Chavistas, sino por las debilidades institucionales, el aumento de la deuda, el deterioro del progreso económico y la caída en el precio del petróleo.”167 La respuesta preliminar del gobierno de Maduro parece ser un intento desesperado de intensificar el extractivismo en el sector minero, a pesar del significativo empeoramiento de las condiciones internacionales en los mercados minerales. El giro minero se refleja más en los planes para el desarrollo de la zona de extracción del Arco Minero del Orinoco. El 24 de febrero del 2016, Maduro emitió un decreto presidencial estableciendo una zona estratégica de desarrollo nacional llamada Arco Minero de Orinoco, un área que cubre 112 kilómetros cuadrados, o 12% del territorio nacional. Esta zona debe estar abierta a la inversión privada transnacional en la minería a cielo abierto. Significativamente, se le asignó a las fuerzas armadas una posición central en la implementación de este proyecto, tanto en términos de su capacidad para contener cualquier resistencia que llegue a surgir, así como a través de la creación de empresas mineras nacionales que operarán bajo gestión militar. El área del Arco Minero de Orinoco es territorio indígena, así como una región de gran biodiversidad. A pesar de la amplitud y alcance
165 Idem. 166 Daniel Hellinger, op. cit., p. 71. 167 Daniel Hellinger, op. cit., p. 74.
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obvios del proyecto de desarrollo para la trayectoria futura de la economía política venezolana, la decisión de proceder fue ejecutada por decreto presidencial, sin debate público ni consulta con la Asamblea Nacional.168
Brasil La crisis global se trasmitió al contexto brasileño a inicios del 2011, con una caída constante y pronunciada del crecimiento a partir de entonces. En 2010, después de que se introdujera un paquete de estímulo anticíclico tras el cierre de la segunda administración de Lula, el crecimiento del PIB llegó a su clímax con un aumento de 7.6%. Los efectos del estímulo del gasto resultaron efímeros, ya que el crecimiento promedió tan solo 2.1% anualmente entre 2011 y 2014, comparado con un promedio de 4.4% en el periodo 2004-2010.169 Mientras que se creó un promedio de 1.46 millones de empleos formales al año en el periodo 2004-2010, esta cifra cayó a un exiguo 829,000 en el 2001-2014, antes de caer de manera dramática a partir de entonces.170 El crecimiento alcanzó tan solo 0.5% en 2014, antes de contraerse a un 3.8% y 3.6% en 2015 y 2016. Rousseff tuvo la desgracia de llegar a la presidencia el 1 de enero del 2011, justo después de la cúspide de la expansión económica brasileña y justo al comienzo de un declive sostenido. A grandes rasgos, el primer programa político-económico de Rousseff reprodujo ampliamente el del segundo mandato de Lula. Hubo esfuerzos para estimular el crecimiento en el mercado interno, se diseñaron incentivos para la producción de productos de exportación –en particular en el sector de los agronegocios– y se redujeron los impuestos para grandes capitales en los sectores industrial y de construcción, entre otros. Al mismo tiempo, se mantuvieron las tasas de interés muy altas, garantizando el continuo apoyo del sector financiero.171 Las condiciones internacionales para las exportaciones brasileñas se deterioraron bruscamente. Entre 2005 y 2011, los términos de intercambio
168 Edgardo Lander, “Venezuela: la experiencia bolivariana en la lucha por trascender al capitalismo”, op. cit., p. 17. 169 Franklin Serrano and Ricardo Summa, Aggregate Demand and the Slowdown of Brazilian Economic Growth from 2011-2014, Center for Economic and Policy Research, Washington, 2015, p. 1. 170 Franklin Serrano y Ricardo Summa, op. cit., p. 4. 171 Ricardo Antunes, “Brasil: el colapso del gobierno Dilma y el PT”, op. cit.
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del país mejoraron significativamente. Los productos primarios como porcentaje del total de las exportaciones aumentaron del 28% al 41%, mientras que las manufacturas disminuyeron de 55% a 44%. La tendencia en la composición de las exportaciones continuó bajo Rousseff, con los productos primarios representando más de la mitad del valor de las exportaciones totales al final de su primer mandato en 2014. Sin embargo, iniciando en 2011, el precio en el mercado mundial de las exportaciones de materias primas brasileñas se disparó hacia abajo, con el mineral de hierro cayendo de US$180 a US$55 la tonelada, la soya de US$18 a US$8 el bushel, y el petróleo crudo de US$140 a US$50 el barril.172 Mientras tanto, a flexibilización cuantitativa en los Estados Unidos, Reino Unido, Japón y la Eurozona encendió la salida de capital hacia Brasil, sobrevaluando la moneda, avivando la desindustrialización y ayudando a mantener una fuerte disminución en el PIB del país.173 Como se señaló, los impulsores de crecimiento durante la administración de Lula fueron las exportaciones y la demanda interna, que habían sido impulsadas por el gasto público, los modestos aumentos a los salarios, y la expansión del crédito privado. Sin embargo, la inversión y la productividad se habían rezagado durante estas dos administraciones, y esa limitación estructural del modelo acumulativo hizo a Brasil particularmente vulnerable a la variación en las condiciones internacionales.174 Durante la primera administración de Rousseff, las políticas intervencionistas fallaron al intentar estimular la inversión privada y, mientras el crecimiento flaqueaba, la política fiscal del gobierno se volvió más contractiva.175 Rousseff comenzó a ajustar las medidas de austeridad fiscal en un intento por ganar “credibilidad” ante los inversionistas privados.176 El Banco Central independiente mantuvo su compromiso con la baja inflación, la liberalización de los flujos de capital, y la austeridad fiscal, elevando de nueva cuenta las tasas de interés en 2013. Simultáneamente, el Ministerio de Finanzas introdujo significativas reducciones en el gasto público, lo que intensificó la crisis económica.177 Desde que Rousseff asumió el cargo, las clases populares brasileñas, cuyas
172 Perry Anderson, “Crisis in Brazil”, op. cit. 173 Alfredo Saad-Filho, “A Coup in Brazil?”, op. cit. 174 Pedro Mendes Loureiro y Alfredo Saad-Filho, op. cit., pp. 15-16. 175 Ibid., p. 17. 176 Ibid., p. 17. 177 Ibid., p. 18.
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expectativas se habían incrementado, comenzaron a responder a la contracción económica con un número creciente de huelgas y movimientos sociales. En junio del 2013, se produjo un punto de inflexión cuando millones de brasileños, en su mayoría trabajadores y jóvenes, tomaron las calles para protestar contra las alzas de tarifas de tránsito en cientos de ciudades a lo largo del país, pero con las mayores concentraciones en São Paulo y Río de Janeiro. Las protestas fueron brutalmente reprimidas por la policía y el gobierno del PT se unió a la condena de los manifestantes junto con los partidos de derecha y, al menos en un inicio, los medios de comunicación.178 Las protestas de junio del 2013 socavaron gran parte de la legitimidad del gobierno del PT. De manera parcial, como consecuencia, la campaña presidencial de Rousseff en el 2014 se destacó por su carácter expresamente anti-neoliberal. Prometió rechazar los ajustes fiscales exigidos por varias secciones del capital y defender los derechos sociales de los trabajadores brasileños. La campaña del PT hizo hincapié en la agenda agresivamente derechista del principal oponente conservador, Aécio Neves, y pudo movilizar suficientes capas del apoyo del partido para ganar las elecciones por un estrecho margen. Una vez en el cargo, se volvió claro que Rousseff había realizado un clásico “cebo y cambio”. Joaquim Levy, economista neoclásico formado en la Universidad de Chicago y con sede en Bradesco, uno de los bancos más grandes del país, fue nombrado ministro de Finanzas.179 A Levy le fue permitido reinar libremente para llevar a cabo un paquete de austeridad de gran alcance. “Los imperativos”, observa Perry Anderson, “fueron recortar el gasto público, recudir el crédito de los bancos públicos, subastar bienes estatales, y aumentar los impuestos para que el presupuesto regresara a la plusvalía primaria.”180 La apuesta de Rousseff por la credibilidad no logró convencer al capital, que regresó a su hogar tradicional en diferentes configuraciones políticas de derecha, mientras que la base popular del PT se desilusionaba cada vez más. Como consecuencia de renegar de sus promesas electorales, junto con la creciente recesión en el país, la popularidad de Rousseff ya había sufrido un deterioro importante cuando la presidenta se volvió blanco de la investigación anti corrupción Lava Jato. A pesar de la extendida corrupción de prominentes
178 Sean Purdy, op. cit., pp. 1-2. 179 Alfredo Saad-Filho y Armando Boito, op. cit., p. 222. 180 Perry Anderson, “Crisis in Brazil”, op. cit.
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políticos de derecha, Lava Jato proporcionó un pretexto para realizar una campaña específica contra Rousseff, que culminó con el golpe judicialparlamentario de agosto del 2016, la destitución de Rousseff y la instalación del no electo Michel Temer en la presidencia. Profundamente impopular, Temer ha desplegado desde entonces un esfuerzo para profundizar las medidas de austeridad iniciadas durante la segunda administración de Rousseff.
Imperialismo Hasta ahora, se ha argumentado que las variedades de desarrollo políticoeconómico, patrones de acumulación y especificidades de las formas estatales en América Latina están determinadas tanto por el proceso de acumulación desigual y jerárquica de capital a escala global como por los equilibrios cambiantes de las fuerzas de clase y la lucha interna en los distintos países. Es importante ahora agregar a estos componentes el problema del imperialismo. Hacer esto nos permitirá enfatizar la forma en cómo el desarrollo jerárquico y desigual del capitalismo a escala mundial no sólo se desenvuelve en libertad según las leyes del movimiento del capitalismo. Sin duda, éstas son esenciales, pero el desarrollo desigual también se intensifica y reproduce a través de las especificaciones de los Estados capitalistas más poderosos del mundo, ya que cada uno busca reproducir (o alterar), en la medida de lo posible, las existentes jerarquías y desigualdades en su beneficio de su Estado y su capital nacional. Por lo tanto, la desigualdad y la jerarquía son resultados tanto de las dinámicas no intencionales de la acumulación de capital como de las actividades geopolíticas intencionales de los Estados más poderosos del orden mundial.181 En Bajo el imperio del capital, tal vez la teorización reciente más importante sobre el imperialismo proveniente de América Latina, Claudio Katz ofrece una cuidadosa periodización y caracterización de las distintas fases del imperialismo desde finales del siglo XIX –clásico (1880-1914); postguerra (1945-1975) y neoliberal (1980-presente).182 La gran ventaja del esquema de Katz es la atención que presta al carácter subyacente de las épocas cambiantes del desarrollo del capitalismo global, junto con una cuidadosa
181 Todd Gordon y Jeffery R. Webber, Blood of Extraction: Canadian Imperialism in Latin America, Fernwood Publishing, 2016, pp. 2-30. 182 Claudio Katz, Bajo el imperio del capital, Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2011, pp. 41, 161.
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defensa contra el crudo determinismo económico. Las dinámicas capitalistas en el sistema mundial en diferentes periodos históricos nunca son reducidas a abstracciones vacías, como si determinaran resultados políticos mecánicamente. Katz, siguiendo a Karl Marx en este sentido, se eleva de lo abstracto a lo concreto al introducir nuevas y específicas determinaciones y mediaciones a través de las fases capitalistas, a medida de que estas determinaciones y mediaciones surgen en diferentes regiones del mundo, de maneras específicas. La lucha de clases –desde arriba y desde abajo, y dentro de los países dominantes y dominados– se encuentra en el corazón de la narrativa histórica y las premisas teóricas de Katz. Por lo tanto, la historia está abierta, si no es que abierta de par en par. Siguiendo Empire of Capital de Ellen Meiksins Wood, Katz enfatiza la relación análoga entre las formas específicas de relaciones sociales domésticas y varias formas del gobierno imperial.183 La historia sugiere que ha habido una cercana asociación entre sociedades capitalistas y no capitalistas, por un lado, y sus imperialismos, por el otro. Los imperios coloniales no capitalistas del pasado –como los imperios feudales portugués y español en América Latina entre finales del siglo XV y principios del XIX– como los señores feudales en sus relaciones con los campesinos, el territorio dominado y los súbditos de la conquista militar, dominio político directo frecuente y, por lo tanto, extensa coerción extra económica. En contraste, el imperialismo capitalista “puede ejercer su dominio por medios económicos, manipulando las fuerzas del mercado, incluida el arma de la deuda.”184 Es obvio, sin embargo, que el imperialismo capitalista sigue necesitando fuerza coercitiva. Como sugiere Colin Mooers, “la fuerza se mantiene indispensable tanto para alcanzar la ‘apertura’ del mercado donde aún no existe como para garantizar el cumplimiento continuo de los derechos del capital.”185 El capitalismo neoliberal, enfatiza Katz, fue testigo de la transformación de la vieja división internacional del trabajo a través de la internacionalización de la producción y la modularización de las cadenas de valor globales. La transferencia sistemática de actividades manufactureras dirigidas a Asia
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183 Ellen Meiksins Wood, Empire of Capital, Verso, London/New York, 2005. 184 Ibid., p. 12. 185 Colin Mooers, Imperial Subjects: Citizenship in an Age of Crisis and Empire, Bloomsbury Academic, New York, 2014, p. 5.
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intensificó la competencia y redujo los costos de producción.186 Corporaciones multinacionales masivas emergieron como agentes clave en este proceso. Sin embargo, en contraste con el capital monopólico,187 el aumento del tamaño de las empresas no es sinónimo de control de monopolio o supresión de la competencia. En lugar de eso, el capitalismo recrea sistemáticamente la competencia y el oligopolio en formas complementarias a través del reciclaje recíproco. En ciertos momentos de intensa rivalidad entre empresas, compañías específicas introducen formas transitorias de supremacía, pero éstas no pueden mantenerse ante nuevas batallas competitivas a la vuelta de la esquina. Esta dinámica, insiste Katz, es constitutiva del capitalismo y persistirá mientras este particular modo de producción sobreviva.188 Tecnológicamente, una revolución de la información ha facilitado las diversas mutaciones neoliberales del capitalismo, con la generalización del uso de computadoras en la manufactura y la administración financiera y comercial de mega-corporaciones. La innovación radical ha incrementado la productividad, abaratado el transporte y ampliado las redes de comunicación.189 Sin embargo, la internacionalización del capital también ha permitido una transmisión más rápida y total de los desequilibrios en el sistema global viendo Japón en 1993; México en 1994; el sureste de Asia en 1997; Rusia en 1998; la llamada “burbuja de los punto-com” en 2000 en los Estados Unidos y Argentina en 2001. Esta lista de crisis que antecedieron la Gran Recesión del 2008 no es exhaustiva.190 El sistema actual del imperialismo se sostiene en parte a través de la intervención militar estadounidense. Con una red de bases militares (entre 700 y 1,000) a lo largo de 130 países, los Estados Unidos disfrutan de una presencia militar global histórica sin precedentes y capacidades acompañantes.191 El cambio a China como punto de apoyo de dinamismo en el capitalismo global constituye una nueva característica del sistema imperial
186 Claudio Katz, Bajo el imperio del capital, op. cit., p. 45. 187 Paul A. Baran y Paul M. Sweezy, Monopoly Capital, Harmondsworth, Middles Pelican / Penguin Books, 1973; John Bellamy Foster and Robert Waterman McChesney, The Endless Crisis: How Monopoly-Finance Capital Produces Stagnation and Upheaval from the USA to China, Monthly Review Press, New York, 2012. 188 Katz, Bajo el imperio del capital, op. cit., p. 143. 189 Ibid., p. 45. 190 Ibid., pp. 43, 51. 191 Ibid., p. 54.
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neoliberal. Pero para Katz sería prematuro concluir sobre su potencial de rivalizar con el poder los Estados Unidos.192 Estados Unidos mantiene la primacía del dólar en el comercio y las finanzas; 62% de las reservas y 85% de las transacciones globales están en moneda estadounidense. A pesar de la deuda elevada y el déficit comercial, el dólar se ha mantenido como el refugio preferido de los capitalistas en momentos críticos, como el periodo posterior a la crisis del 2008.193 Otra señal del poder actual de Estados Unidos es el hecho de que este país ha sido capaz, a raíz de la crisis mundial del 2008, de rehabilitar el Fondo Monetario Internacional (FMI) como auditor clave de las economías nacionales y supervisor de los ajustes. Hace poco tiempo, el FMI era una institución profundamente desacreditada, pero ha recobrado su anterior estatura en asuntos financieros internacionales a instancias de la presión de Estados Unidos. Aunque Estados Unidos contribuye con relativamente poco dinero a la institución, mantiene una influencia predominante en su dirección.194 Al mismo tiempo, la hegemonía estadounidense en el siglo XXI es muy reducida en comparación con su dominación casi absoluta en la primera mitad del siglo XX. La efectividad de su superioridad militar es cada vez más dudosa, como demuestran en forma parcial las consecuencias de las guerras en Afganistán e Irak.195 Parte de la explicación de la beligerancia militar de Estados Unidos en el periodo neoliberal, en general, y el carácter temporal y geográficamente indefinido de la “guerra contra el terror”, en específico, puede entenderse como una compensación de la disminución en la competitividad industrial y la productividad. En el presente, el poder militar de los Estados Unidos se emplea en parte para corregir el deterioro económico.196 Estados Unidos debe reafirmar constantemente su liderazgo global a través de nuevas guerras, insiste Katz, pero los resultados de cada guerra son imposibles de anticipar, y la instrumentalización de cada sangriento conflicto se ha vuelto más difícil con la ausencia del reclutamiento obligatorio.197
192 Ibid., p. 50. 193 Claudio Katz, “La nueva estrategia imperial de Estados Unidos” en Marco A. Gandásegui, (editor), Estados Unidos y la nueva correlación de fuerzas internacional, CLACSO, Buenos Aires, 2017, p. 120. 194 Ibid., p. 121. 195 Katz, Bajo el imperio del capital, op. cit., pp. 104-10. 196 Ibid., p. 64. 197 Ibid., p. 65.
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Esos analistas de política exterior, como Leo Panitch y Sam Gindin, o Perry Anderson, que defienden una preponderancia estadounidense relativamente constante y continua son, por lo tanto, demasiado simplistas y unilaterales en sus representaciones del orden mundial contemporáneo.198 Tal perspectiva del poder de Estados Unidos, “asume implícitamente que la economía global capitalista es manejada de manera ordenada, en lugar de ser un sistema anárquico en donde países rivales buscan una posición,” observa Tony Norfield. “Un Estado dominante como lo es Estados Unidos es más capaz de influenciar eventos a su favor. Pero como muestra la confusión en Medio Oriente y África del Norte, no es lo mismo que administrar el mundo.199 En lugar de eso, Norfield propone medir los Estados más poderosos a lo largo de un índice de poder de cinco dimensiones, volcándose en particular en “el tamaño de la economía de un país, su propiedad de activos extranjeros, la prominencia internacional de su sector bancario, el estado de su moneda en el comercio de divisas, su nivel de gasto militar.”200 De acuerdo al índice de Norfield, que considera cada una de las cinco dimensiones igual de importantes, Estados Unidos sí encabeza la gráfica en cuatro de los cinco indicadores, quedando atrás de Reino Unido en términos de banca internacional. En total, en las cinco dimensiones, Estados Unidos lidera, seguido de manera lejana por Reino Unido, con China posicionada en el tercer lugar, pero con el mayor impulso que cualquier otro Estado poderoso.201 De los aproximadamente 200 países del mundo, Norfield sugiere, sólo alrededor de 20 tienen poder e influencia significativos más allá de sus fronteras. Estos países selectos “juegan un papel importante en el comercio y las finanzas globales, y son el hogar de las empresas más grandes del mundo. Algunos de ellos también envían sus buques de guerra, bombarderos, misiles, drones, soldados, ‘asesores’, ayuda militar y mercenarios privados para amenazar o asesinar personas en otros países, de tal forma que este tipo de poder está lejos de ser únicamente económico.”202 En lo que sigue, el foco se dirige al imperialismo en América Latina, en el cual se discute, en primer lugar, la dimensión particular del índice de poder
198 Leo Panitch y Sam Gindin, The Making of Global Capitalism: The Political Economy Of American Empire, Verso, London/NY, 2012; Perry Anderson, American Foreign Policy and Its Thinkers, Verso, London, 2017. 199 Tony Norfield, The City: London and the Global Power of Finance, Verso, London, 2017, p. 105. 200 Ibid., p. 105. 201 Ibid., pp. 110–11. 202 Ibid., p. 108.
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de Norfield relacionada al control de activos extranjeros, medido por el IED, y en segundo y tercer lugar, las estrategias específicas en América Latina de la segunda y tercer potencias mundiales más importantes de Norfield, Estados Unidos y China (Reino Unido, la segunda potencia mundial en el esquema de Norfield, siendo un jugador relativamente menor en la región).
Tendencias en la Inversión Extranjera Directa Si bien el comercio se ha incrementado como un elemento de la creciente interconexión de la economía global desde la década de los ochenta, la característica más importante de la creciente interpenetración de las economías ha sido el aumento de la IED.203 Los agentes centrales que facilitan el IED, a su vez, son las Corporaciones Multinacionales (CMN) que emergieron en una nueva escala y con un nuevo alcance desde la década de los sesenta en adelante, mientras se solidificaba la nueva división internacional del trabajo. Si bien estos nuevos monstruos operan de manera transnacional, a lo largo de múltiples países, conservan sus sedes en países específicos y dependen de sus Estados de origen para promover y defender sus intereses nacional e internacionalmente. Los Estados imperialistas en el periodo contemporáneo buscan reproducir mercados seguros en su hogar, al mismo tiempo que establecen y/o mantienen el acceso libre a nuevos y viejos mercados en el extranjero.204 En América Latina, los elementos clave de las dinámicas del imperialismo económico se pueden discernir a través de una evaluación de la concentración de los principales Estados inversionistas de IED con activos acumulados en la región. Un vistazo de las cifras del 2016 es revelador en este aspecto. De la IED total en América Latina en ese año, Estados Unidos lideró los países de origen de los inversores con 20% del total, aunque la aglomeración de países que constituyen la Unión Europea en conjunto representó el 53%. En términos desagregados, los Países Bajos encabezaron el contingente de la Unión Europea con 12% de la IED total en la región, seguido por Luxemburgo y España, cada uno con 8%. Como los Países Bajos y Luxemburgo han sido reestructurados
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203 Peter Dicken, Global Shift: Mapping the Changing Contours of the World Economy, Seventh Edition, 7 edition, The Guilford Press, New York, 2015; William I. Robinson, A Theory of Global Capitalism: Production, Class, and State in a Transnational World, Johns Hopkins University Press, Baltimore, 2004. 204 Todd Gordon y Jeffery R. Webber, Blood of Extraction, op. cit., pp. 2-30.
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como paraísos fiscales, las cifras de IED que fluyen fuera de estos países son opacas. Son usadas como plataformas de lanzamiento por las multinacionales con sede en otros países, por lo que lo que aparece como IED holandesa o luxemburguesa no siempre debe considerarse como tal. A medida que se avanza más en la jerarquía, Canadá y Reino Unido representan el 5% de la IED en América Latina, Italia y Francia el 4%, y Japón el 3%. China fue responsable por sólo del el 1.1% de la IED total en América Latina en 2016.205 Sin embargo, estas cifras oficiales son algo engañosas en el caso de China, como lo ha señalado el análisis de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe. Las cifras oficiales subestiman el flujo del capital chino porque excluyen el papel de las fusiones y adquisiciones. Con fusiones y adquisiciones incluidas, China se convierte en el cuarto inversor más grande de la región, a la cola de Estados Unidos, la Unión Europea y Canadá, y es el país con mayor impulso de avance, como veremos a detalle más adelante.206 En cuanto a fusiones y adquisiciones transfronterizas en América Latina en 2016, más de la mitad del total fueron concluidas por firmas de Estados Unidos y los países de la Unión Europea, 29% y 24% respectivamente. Canadá era el siguiente, con 15%, seguido de China con 12%.207 Las firmas chinas fueron responsables de tres de las 20 transacciones principales, con una concentración de compras en los sectores energético y minero brasileños, “consolidando así su papel como inversor líder en América Latina y el Caribe en los últimos años.”208 Señalamos que el flujo de la IED en América Latina y el Caribe alcanzó su máximo en el 2011, en el apogeo de las materias primas, antes de disminuir cuando inició la recesión económica regional, bajaron los precios de las materias primas, y se agudizó la volatilidad de la moneda. En 2016, el quinto año consecutivo de contracción, las entradas disminuyeron un 14% desde los niveles de 2015 a US$142 billones, afectando a todas las subregiones.209 Ha habido una disminución general de la IED de 16.9% desde el apogeo de 2011.210
205 ECLAC, Foreign Direct Investment in Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., pp. 13, 40. 206 Ibid., p. 13. 207 Ibid., p. 40. 208 Ibid., p. 42. 209 UNCTAD, World Investment Report 2017: Investment and the Digital Economy, United Nations Conference on Trade and Development, Geneva, 2017, p. 59. 210 ECLAC, Foreign Direct Investment in Latin America and the Caribbean 2017, op. cit., p. 11.
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A pesar de este declive, las entradas de IED en América Latina y el Caribe aún representaron el 3.7% del PIB regional, superando el promedio mundial de 2.5%. Esto sugiere la centralidad actual de las multinacionales dentro de la economía regional.211
La estrategia imperial de los Estados Unidos Durante los ochenta y noventa, los intereses extranjeros estadounidenses en América Latina se desarrollaron principalmente en torno a tres ejes: primero, a través de políticas de ajuste estructural aplicadas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y el Banco Interamericano de Desarrollo para asegurar la transición y consolidación del neoliberalismo en la región; segundo, bajo el disfraz de “promoción de la democracia”, en especial mediante del financiamiento de partidos políticos aliados y organizaciones de la sociedad civil a través de los canales de la Fundación Nacional para la Democracia (NED), en un esfuerzo por contener a las nuevas democracias latinoamericanas dentro del perímetro del liberalismo, y en particular, la competencia de élite entre partes pro-mercado virtualmente indistinguibles;212 y, tercero, mediante la “Guerra contra las drogas”, un pretexto para la intervención casi tan flexible como la guerra contra el comunismo durante la Guerra Fría.213 Es evidente que durante gran parte del siglo XXI la sobreextensión imperial de los Estados Unidos en el Medio Oriente, bajo el manto de la guerra contra el terror, significó que América Latina se alejó del centro hacia la periferia de la estrategia geopolítica estadounidense. Más recientemente, bajo Barack Obama, se ha producido una reorientación de la doctrina de seguridad, incluyendo prioridades militares. El rediseño ha implicado una reducción en la presencia militar en el Medio Oriente, con el fin de aumentar el poder militar disponible para ejercer presión sobre China. En el Medio Oriente, esto ha significado la finalización de las guerras estadounidenses y la cesión del gobierno a los clientes locales, con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para preservar el control
211 Ibid., p. 11. 212 William I. Robinson, Latin America and Global Capitalism, op. cit.; William I. Robinson, “Promoting polyarchy in Latin America: the oxymoron of “Market Democracy” en Eric Hershberg y Fred Rosen, Latin America After Neoliberalism, The New Press, New York, 2006, pp. 96-119. 213 Brian Loveman (editor), Addicted to Failure: U.S. Security Policy in Latin America and the Andean Region, Rowman & Littlefield Publishers, Lanham, 2006.
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de las operaciones secretas, coordinar información, y proporcionar armas selectivamente a los aliados según sea necesario.214 En la región de Asia y el Pacífico, el Pentágono está elevando el número de tropas ubicadas en toda la región, reforzando el asedio a Corea del Norte y monitoreando las disputas territoriales entre Japón y China. En otros lugares, Estados Unidos continúa entrenando personal militar aliado en 34 países africanos, y mantiene sus tensiones con Rusia a través de los estados fronterizos aliados, especialmente aquellos que se han incorporado a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).215 Sin embargo, el ascenso de la izquierda en la mayor parte de Sudamérica a mediados de la década del dos mil, junto con el pivote en la estrategia para Asia y el Pacífico bajo Barack Obama y la importancia de la costa occidental de América Latina en este momento, revivió el interés de Estados Unidos por contener América Latina y el Caribe; a través de los mecanismos de las iniciativas de libre comercio, la oposición al “populismo radical”, y las continuas guerras contra las drogas y el terror, América Latina ha retomado su antigua posición en el corazón de la doctrina geopolítica estadounidense. A inicios de este siglo, la principal iniciativa económica de Estados Unidos en la región fue la promoción del Área de Libre Comercio de América (ALCA), que preveía un bloque de comercio en inversión que uniría a todos los países desde Canadá en el norte, hasta Chile en el sur, con la excepción de Cuba.216 Cuando el ALCA se detuvo en las Cumbre de las Américas en Mar de Plata, Argentina en 2005, como resultado de la oposición popular de los movimientos sociales y algunos gobiernos de izquierda en América Latina (más notablemente Venezuela, pero también Brasil y Argentina), Estados Unidos cambió a una estrategia de acuerdos comerciales bilaterales con países aliados –Perú, Chile y Colombia, por ejemplo, con el TLCAN habiendo ya incorporado a México en 1994.217
214 Claudio Katz, ‘La nueva estrategia imperial de Estados Unidos’, op. cit., p. 124. 215 Ibid., p. 124. 216 Jairo Estrada Álvarez, “Alianza del Pacífico: ¿Hacia una redefinición del campo de fuerzas en nuestra América?” en Jairo Estrada Álvarez (editor), América Latina en medio de la crisis mundial: Trayectorias nacionales y tendencias regionales, CLACSO, Buenos Aires, 2014, p. 110. 217 Darío Salinas Figueredo, “Cambios en la ecuación de poder, constantes estratégicas estadounidenses y procesos políticos en América Latina” en Marco A. Gandásegui (editor), Estados Unidos y la nueva correlación de fuerzas internacional, CLACSO, Buenos Aires, 2017, p. 297.
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Estos acuerdos forjaron la base para la llamada Alanza del Pacífico, que se convirtió en parte del plan de Asociación Transpacífico. La iniciativa de la Alianza del Pacífico se formalizó por primera vez a instancias del presidente peruano Alan García, quien convocó a una reunión con los jefes de Estado de Chile, Colombia y México en Lima en abril del 2011.218 El objetivo, según en la Declaración de Lima que surgió en esa reunión, era “avanzar progresivamente hacia una libre circulación de bienes, servicios, capital y personas” entre los Estados miembros de la alianza.219 Sin embargo, la iniciativa se vinculó rápidamente con la estrategia de Estados Unidos, en particular porque los actores centrales de las iniciativas iniciales de la Alianza del Pacífico –Perú, Chile, y Colombia– ya eran signatarios de los acuerdos comerciales bilaterales con los Estados Unidos. Panamá, Costa Rica, Uruguay y Paraguay, se incorporaron después a la alianza como observadores. Bajo la guía de Estados Unidos, estos países se vincularían con 11 países asiáticos en un cerco comercial y político con China. El TTP se uniría a la iniciativa estadounidense para estrechar sus vínculos con la Unión Europea, a través de la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP).220 En el terreno geopolítico, la Alianza del Pacífico pretendía concretar los lazos entre Estados Unidos y los gobiernos de derecha regionales a fin de frustrar mejor las iniciativas de izquierda para desarrollar alianzas regionales contrahegemónicas, basadas en la soberanía y la autonomía.221 En abril del 2009, poco después de asumir por primera vez el cago, Obama asistió a la quinta Cumbre de las Américas en Puerto España, Trinidad y Tobago. Señaló entonces que la relación de Estados Unidos con América Latina sería redirigida hacia una alianza de iguales.222 Es muy claro, en retrospectiva, que este gesto simbólico no tenía relación con la verdadera orientación geopolítica del Estado estadounidense bajo Obama frente a América Latina. Luis Suárez Salazar ha proporcionado un balance más realista y fundamentada
218 Jairo Estrada Álvarez, op. cit., p. 112. 219 Ibid., p. 113. 220 Claudio Katz, “La nueva estrategia imperial de Estados Unidos”, op. cit., p. 129. 221 Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., pp. 51-51; Estrada Álvarez, op. cit., p. 118. 222 Leandro Morgenfeld, “Estados Unidos y sus vecinos del sur en las cumbres de las Américas: de la subordinación al desafío” en Marco A. Gandásegui (editor), Estados Unidos y la nueva correlación de fuerzas internacional, CLACSO, Buenos Aires, 2017, p. 349.
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sobre las seis principales prioridades que, de hecho, impulsaron la política de Obama en América Latina.223 Primero, hubo un esfuerzo para desestabilizar, y de ser posible derrotar, a través de medios institucionales de ser posible y otros medios de ser necesario, a aquellos gobiernos regionales identificados como en conflicto con los intereses de Estados Unidos. Vemos, por ejemplo, el apoyo estadounidense al “golpe parlamentario” de Paraguay en 2012, que eliminó del poder al presidente electo democráticamente Fernando Lugo, o el golpe militar de Honduras en 2009, que derrocó al presidente Manuel Zelaya, elegido democráticamente. Las amenazas particulares identificadas por Estados Unidos fueron aquellas naciones que formaban parte de la iniciativa más radical de integración regional contrahegemónica, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), uno de los motivos para derrocar a Zelaya, quien había llevado a Honduras a la US. A pesar de las objeciones planteadas en el Congreso sobre las violaciones a derechos humanos en el país, la administración de Obama proporcionó US$338,200,000 en ayuda económica, militar y policial al régimen de Porfirio Lobo entre 2009 y 2013.224 Segundo, hubo un esfuerzo por fortalecer y profundizar el control estadounidense polifacético sobre México, América Central, y el Caribe. Tercero, como se indicó, en cuanto a la Alianza del Pacífico, Obama buscó extender los intereses geopolíticos de Estados Unidos a lo largo del “Arco del Pacífico”, forjando o consolidando lazos diplomáticos con Canadá, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, Perú, y Chile. Cuarto, Obama buscó contrarrestar las amenazas planteadas a la hegemonía estadounidense en el hemisferio, tanto por el creciente poder regional de Brasil como por los regímenes “populistas radicales” de Bolivia, Ecuador y Venezuela. Quinto, Estados Unido buscó impedir cualquier mayor crecimiento del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), así como la consolidación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), en la medida en que estos representaban contrapesos potenciales a la influencia de Estados Unidos en Sudamérica. Sexto y último, hubo un esfuerzo por parte de Obama de impedir la fundación, y posterior funcionamiento, de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y, afín, un esfuerzo para defender la centralidad de la
223 Luis Suárez Salazar, op. cit., pp. 312-338. 224 Ibid., pp. 323-24. Ver también: Todd Gordon y Jeffery R. Webber, “Post-coup Honduras: Latin America’s corridor of reaction”, Historical Materialism, vol. 21, núm. 3, 2013, pp. 16-56.
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Organización de Estados Americanos (OAS) y sus diversas comisiones –particularmente, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Junta Interamericana de Defensa.225 Estados Unidos ha acentuado su presencia militar en América Central de manera dramática, mientras mantiene su presencia en Sudamérica. Gran parte de esta militarización se lleva a cabo bajo el paraguas de le Guerra contra las drogas. “Más de 40 años después de que se declarara la ‘guerra contra las drogas’” señala un reporte reciente, “el consumo de drogas ilegales continua aumentando, el cultivo de coca, mariguana y opio sigue siendo alto, la violencia y el crimen organizado continúa extendiéndose, y las tasas de encarcelamiento se han disparado. Desde el 2000, Estados Unidos ha gastado alrededor US$12.5 billones en América Latina para detener las drogas en su ‘fuente’.226 Bajo Obama,
la estrategia antinarcóticos no ha cambiado en gran medida. De hecho, en los últimos años, Estados Unidos ha ampliado su inteligencia militar y la participación directa de los organismos encargados de hacer cumplir la ley en las operaciones antinarcóticos en el hemisferio occidental. Esto ha sido particularmente verdad en Centroamérica, donde ha tenido un impacto perturbado en los derechos humanos.227
El Comando Sur, con sede en Miami, supervisa operaciones militares en América Latina y el Caribe, y tiene a más personal dedicado a asuntos latinoamericanos que todos los departamentos de Washington asignados a la misma región juntos.228 La persistencia del Pentágono dentro de la estrategia latinoamericana de Estados Unidos se puede ver en la reciente instalación de siete bases militares en Colombia, el aliado más cercano de los Estados Unidos en toda Sudamérica por muchas décadas.229 La Cuarta Flota de los Estados Unidos, que había sido disuelta en 1950, fue reintegrada en 2008, bajo el mando de la Marina estadounidense, para patrullar el Caribe. Más personal militar latinoamericano fue entrenado entre 1999 y 2011 (195,807) que en
225 Luis Suárez Salazar, op. cit., pp. 312-338. 226 Adam Isacson, et al., Time to Listen: Trends in U.S. Security Assistance to Latin America and the Caribbean, Washington Office on Latin America, Washington, D.C., 2013, p. 2. 227 Ibid., p. 1. 228 Claudio Katz, “La nueva estrategia imperial de Estados Unidos”, op. cit., p. 125. 229 Ibid., p. 126.
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décadas pasadas. Mientras tanto, aproximadamente 4,000 efectivos militares uniformados de los Estados Unidos están operativos en la región a través de acciones permanentes de emergencia, mientras que drones estadounidenses operan en todo el hemisferio.230 Atilio Borón ofrece una cartografía útil de las actividades militares estadounidenses en curso en la región –aunado a la mencionada construcción de las nuevas bases militares en Colombia y de la patrulla vigilante del Caribe mediante la rehabilitación de la Cuarta Flota, Borón señala el amplio rodeo de Venezuela con puestos militares estadounidenses– en el norte, en Colombia y las Antillas Holandesas (Aruba y Curaçao); en el sur, bases en Paraguay; al oeste, bases en Perú; en el este, aquellas en Guyana, Surinam y Guyana Francesa.231 Demuestra como la expansión militar y los ejercicios militares en conjunto con las fuerzas armadas locales se han realizado exitosamente a través de Plan Colombia, Plan Puebla-Panamá, y Plan Mérida, entre otras iniciativas.232 Borón también resalta algunas dificultades de enumerar las bases militares estadounidenses en décadas reciente con el movimiento del Comando Sur de los Estados Unidos hacia “futuras ubicaciones operativas,” que son poco más que pistas de aterrizaje especializadas e infraestructuras de crudo anexas. Debido a las instalaciones locales de comunicaciones pueden ser habilitadas rápidamente por la enorme red de satélites de Estados Unidos alrededor del mundo y debido a la disponibilidad de enormes aviones de transporte C-17 Globemaster, lo que parecen ser sitios más o menos vacíos podrían ser modernizados, sostiene Borón, con tropas y tanques estadounidenses en cuestión de horas en la mayor parte de América Latina y el Caribe.233 Mientras que la ayuda directa de Estados Unidos a los países latinoamericanos ha disminuido en los años de austeridad estadounidense después de la crisis económica del 2008, Colombia se mantuvo en 2014 como el principal destino de “asistencia militar y policial”, asistencia diseñada para “consolidar” los presuntos éxitos de los años anteriores de contener la “subversión”, el “narcotráfico” y el “narcoterrorismo.”234 La tabla 2.10 señala la trayectoria general de la asistencia
230 Ibid., p. 126. 231 Atilio Borón, América Latina en la geopolítica del imperialismo, Hondarribia, Editorial Hiru, 2013, pp. 106-109. 232 Ibid., pp. 237-239. 233 Ibid., pp. 220-221. 234 Luis Suárez Salazar, op. cit., p. 317.
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militar y policial fluyendo de Estados Unidos hacia América Latina y el Caribe entre 2008 y 2014. Como se señaló, Colombia se mantiene en la parte superior de la jerarquía, seguida por México, el Caribe, y Centroamérica. Curiosamente hubo un gran impulso en el gasto en México en 2010, elevándolo de manera breve al primer lugar, mientras que América Central es la única subregión que ha recibido cantidades cada vez mayores de gasto contante en asistencia militar y policial durante todo el calendario.
La CIA, la Agencia Antidrogas (DEA), y otras agencias estatales de los Estados Unidos participan en forma directa en la violenta guerra contra las drogas en México, inaugurada en serio durante el mandato de Felipe Calderón en 2006, con la militarización de las estrategias antinarcóticos del país.235 La guerra contra las drogas continúa a pesar de su evidente fracaso al tratar de reducir el flujo de narcóticos, y a pesar de la transparente hipocresía de Estados Unidos, dado el papel de este último como principal fuente de demanda y refugio financiero para el narcotráfico. Según algunas versiones, los bancos estadounidenses lavan aproximadamente 70% de las finanzas generadas por los narcóticos en las Américas.236 A medida de que los programas de asistencia de seguridad del Departamento de Estado cambian su enfoque de costosas
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Tabla Asistencia militar y policial de los Estados Unidos a América Latina y el Caribe (Millones de dólares estadounidenses).
Fuente: Derivado de, Adam Isacson, Lisa Haugaard, Abigail Poe, Sarah Kinosian, y George Withers, Time to Listen: Trends in U.S. Security Assistance to Latin America and the Caribbean, Washington, D.C.: Washington Office on Latin America, p. 20.
Colombia México Caribe América Central
2008 402.1 437.0 122.3
2009 441.5 422.8 154.9 51.8
2010 434.2 507.9 82.8 51.6
2011 336.8 117.2 144.8 64.2
2012 280.5 165.8 142.5 73.7
2013 279.5 154.4 137.3 76.5
2014 257.7 127.0 126.3 90.0
235 Peter Watt y Roberto Zepeda, Drug War Mexico: Politics, Neoliberalism and Violence in the New Narcoeconomy, Zed Books, London, 2012; Dawn Paley, Drug War Capitalism, AK Press, Oakland, CA, 2014. 236 Claudio Katz, “La nueva estrategia imperial de Estados Unidos”, op. cit., p. 126.
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transferencias de equipo a programas de creación de capacidad de seguridad, las asociaciones entre agentes estadounidenses y unidades especiales locales entrenadas y examinadas por Estados Unidos probablemente aumentarán, enfatiza un reciente análisis: Los fondos del Departamento de Estado de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INCLE), entrenadores militares, y agentes de la DEA han ayudado a establecer unidades militares y policiales especializadas y otros cuerpos de élite ‘examinados’ que operan aislados del resto de sus fuerzas. Son apoyados por al menos media docena de pequeñas bases guatemaltecas, hondureñas, nicaragüenses y panameñas construidas, o renovadas, con fondos del Departamento de Defensa.”237 La “guerra contra las pandillas” en Centroamérica se basa en dinámicas similares, facilitando la militarización de gran parte del istmo que corre entre México en el norte y Colombia en el sur. Mientras tanto, las bases militares estadounidenses proliferan en sus posesiones coloniales, como las Islas Vírgenes y Puerto Rico, en Curazao, con la asistencia de los Países Bajos, y Martinica, con la asistencia de Francia.238
La estrategia imperial de China Si los patrones de la estrategia imperial de Estados Unidos son bastante consistentes con el pasado reciente, esto no aplica al nuevo papel que China ha asumido en la región. Como sugiere Katz, hay pocas pruebas de que China represente ahora, o en un futuro cercano, un rival político-militar de los Estados Unidos en América Latina.239 Sin embargo, en el transcurso del comienzo del siglo XXI, la potencia asiática dominante se ha convertido en el principal mercado para las exportaciones de materiales primarios de América Latina, absorbiendo el 40% de dichas ventas.240 Antes del siglo XXI, China no era un importante punto de destino para las exportaciones de América Latina, ni una importante fuente de importaciones para América Latina. Por lo tanto, es un desarrollo bastante dramático que en el 2013 China ocupó el primer puesto como proveedor de importaciones para Brasil, Paraguay y Uruguay, segundo
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237 Adam Isacson, et al., op. cit., p. 8. 238 Claudio Katz, “La nueva estrategia imperial de Estados Unidos”, op. cit., p. 126. 239 Claudio Katz, “Dualities of Latin America”, op. cit., p. 20. 240 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 50.
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para Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Panamá, Perú, y Venezuela, y tercero para Bolivia, Nicaragua, El Salvador y Guatemala. En cuanto a exportaciones, en 2015, China era el principal punto de destino para exportaciones brasileñas y chilenas, y segundo para exportaciones argentinas, colombianas, peruanas, uruguayas y venezolanas.241 China también es un inversor de creciente importancia, con una inversión total que sube de US$15 billones en 2000 a un estimado de US$400 billones en 2017. En paralelo a su papel como importador primario de materias primas e inversor extranjero directo, China se ha transformado en una línea de crédito crítica para los países de América Latina. Entre 2005 y 2011, prestó más de US$75 billones a América Latina, superando la suma adelantada por Estados Unidos y el Banco Mundial. Si bien las condiciones de los préstamos chinos son mejores que las ofrecidas por Estados Unidos y el Banco Mundial, también es cierto que están vinculadas a proyectos de minería, energía, y otras provisiones de materias primas, que amenazan con encerrar a América Latina en su reproducción dependiente dentro del sistema mundial.242 Un límite del giro a la izquierda en la región ha sido el fracaso de diferentes países para trabajar al unísono a través de foros regionales para forjar relaciones más propicias con China. La oportunidad de establecer vínculos inteligentes con la potencia asiática, en un esfuerzo por contrarrestar la influencia de los Estados Unidos, se perdió, y en su lugar los acuerdos bilaterales en áreas de crédito e inversión han sido innecesariamente asimétricos, con América Latina reforzando su posición como productor de productos primarios, con obligaciones de deuda crecientes.243 Mientras que el 84% de exportaciones de los países de América Latina a China son materias primas, 63.4% de exportaciones chinas que fluyen a la región son productos manufacturados.244 Las estimaciones para 2017 sugieren que el valor de intercambio comercial entre China y América Latina y el Caribe alcanzó los US$266 billones, muy cerca del máximo de 2013 de US$268 billones.245 Para el mismo año, las estimaciones indican que China fue el destino de 10% del total de exportaciones
241 Maristella Svampa, “Cuatro claves para leer América Latina”, op. cit., p. 57. 242 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 50. 243 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 388. 244 Maristella Svampa, “Cuatro claves para leer América Latina”, op. cit., p. 58. 245 CEPAL, Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China, op. cit., p. 39.
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de la región (y 18% de sus importaciones), acercándose al inminente desplazamiento de la Unión Europea como el segundo destino más importante para las exportaciones regionales, después de Estados Unidos.246 La proliferación de acuerdos comerciales bilaterales entre China y diferentes gobiernos latinoamericanos en los últimos años subraya los límites de los recientes intentos de construir un regionalismo contrahegemónico en América Latina. En lugar de consolidar la integración latinoamericana mediante el establecimiento de una autonomía relativa ante el poder de Estados Unidos, los acuerdos bilaterales con China han tendido a fortalecer la competencia interestatal en América Latina entre los productores de productos primarios por una participación en el mismo mercado de exportación, mientras que nuevas relaciones de dependencia bilateral con China están formalmente institucionalizadas en las próximas décadas.247 Tan solo hace una década, la IED de China que fluía al extranjero representaba sólo 1.3% del total de flujos globales, comparado con el 16.5% de Estados Unidos, el mayor inversor en el mundo. En 2016, la participación de China en la IED total creció a 12.6%, y el país se ubicó en segundo lugar en el mundo, detrás de Estados Unidos, que representó un 20.6% del total de flujos de IED ese año.248 Asia fue la región más importante para las fusiones y adquisiciones chinas entre 2015 y 2016, representando el 23% del valor total de dichas adquisiciones. Europa y Estados Unidos juntos representaron el 16% del valor de las adquisiciones Chinas ese año, mientras que las adquisiciones en América Latina y el Caribe representaron sólo el 4% del total de China.249 Aunque este porcentaje es bajo, las adquisiciones chinas han tenido un impacto significativo en los sectores de recursos naturales en los que se concentran. Por ejemplo, el 88% de las adquisiciones chinas en América Latina y el Caribe entre 2015 y 2016 se concentraron en los sectores de energía y minería, lo que indica que la región se considera estratégicamente como una fuente futura importante de recursos naturales clave para fines industriales y geopolíticos.250 A fines de 2014, el presidente mexicano Enrique Peña Nieto
246 Ibid., p. 39. 247 Maristella Svampa, “Cuatro claves para leer América Latina”, op. cit., p. 59. 248 CEPAL, Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China, op. cit., p. 51. 249 Ibid. p. 52. 250 Idem.
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llegó a una serie de acuerdos de inversión con su homólogo chino, Xi Jinping. Si se llevan a cabo de acuerdo al plan,
China invertirá US$14 billones en los sectores de infraestructura y energía de México. De esa cantidad, US$5 billones se destinaran a PEMEX, la compañía petrolera mexicana, que a principios de año había sido privatizada. China es el cuarto receptor más importante de exportaciones mexicanas, después de Estados Unidos, Canadá y España. Hasta el anuncio de 2014, China había invertido sólo US$83 millones en México desde 2010-2012, sólo el 0,25 por ciento de su inversión directa total. 251
No obstante, hay otras señales que indican que dicha concentración sectorial de inversión en minería y combustibles fósiles está disminuyendo a cierto grado. Mientras que el 42% y el 18% de las inversiones planificadas chinas entre 2004 y 2010 apuntaron a los sectores de metales y combustibles fósiles, respectivamente, las cifras respectivas para el período 2011-2017 fueron sólo del 20% y 6%. En este último intervalo hubo un repunte de compensación en las inversiones planificadas de China en telecomunicaciones, bienes raíces, alimentos y energías renovables.252 En el período 2005-2016, la IED china en América Latina y el Caribe alcanzó la modesta cifra de US$90 billones, lo que representó alrededor del 5% de la IED que fluyó internamente en la región durante ese período. Sin embargo, hubo un repunte notable en 2017, con las cifras estimadas para la IED china alcanzando tan solo ese año los US$25 billones, o alrededor del 15% del total que ingresó a la región ese año.253 Además de la concentración sectorial en recursos naturales, la mayoría de las inversiones chinas son recibidas por un pequeño número de países. Por ejemplo, entre 2005 y 2017, el 81% de toda la IED china en América Latina y el Caribe fluyó hacia Brasil, Perú y Argentina, con Brasil liderando por un amplio margen de 55% del total, seguido por Perú y Argentina, con 17% y 9%, respectivamente.254 Si bien la tendencia de la IED china en América Latina y el Caribe es un barómetro sugestivo del alcance y el impulso de las estrategias imperiales de
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251 James Cypher y Tamar Wilson, op. cit., p. 14. 252 CEPAL, Explorando nuevos espacios de cooperación entre América Latina y el Caribe y China, op. cit., p. 57. 253 Ibid., p. 56. 254 Ibid., p. 56.
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Pekín, esta información proporciona sólo una imagen parcial. Un examen más detallado del papel emergente de China como acreedor de la región es de igual importancia, e ilumina un espectro más amplio para el imperialismo chino. Aunque la información oficial de los bancos de desarrollo chinos –particularmente el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Importación y Exportación de China– es difícil de desglosar a detalle –en términos, por ejemplo, de los totales financieros para préstamos a países individuales–, las estimaciones del total de compromisos de préstamos a los de América Latina y el Caribe entre 2005 y 2006 supera los US$141 billones. Esto supera las cifras totales de préstamos a la región de cada una de las principales instituciones financieras de los Estados Unidos: el Banco Interamericano de Desarrollo (US$117 billones), el Banco Mundial US$85.5 billones) y el Banco de Desarrollo de América Latina US$55.1 billones).255 Fundamentalmente, los principales receptores de préstamos chinos han sido países con importantes sectores de hidrocarburos. Entre 2005 y 2016, la gran mayoría (93%) de los préstamos chinos fueron asignados a Venezuela, a Brasil (26%), a Ecuador (12%) y a Argentina (11%).256 Como proporción de los préstamos de los bancos de desarrollo chinos en la región, más de la mitad son préstamos vinculados a proyectos de infraestructura, un tercio a hidrocarburos y sectores energéticos relacionados, y el resto al comercio, ayuda financiera general y una variedad de proyectos.257 Además de los préstamos tradicionales, el Estado chino también utiliza “préstamos para petróleo,” que representan aproximadamente el 50% del total de préstamos chinos a la región. A través de préstamos para el petróleo, los bancos de desarrollo chinos se aseguran de que los préstamos se reembolsen en especie, a través de envíos de petróleo.258 El valor de dichos préstamos se incrementó hasta US$74 billones desde 2008; los seis préstamos petroleros a Venezuela en este período alcanzaron los US$44 billones; el préstamo de Brasil, US$10 billones y los cuatro préstamos a Ecuador, US$5 billones.259 Los préstamos petroleros en América Latina y el Caribe constituyen una maniobra táctica importante que permite a China asegurar décadas de control sobre depósitos importantes del
255 Ibid., p. 22. 256 Idem. 257 Ibid., p. 23. 258 Idem. 259 Idem.
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producto más importante del poder industrial y militar moderno. Finalmente, está la cuestión de los contratos de construcción vinculados a los préstamos de desarrollo chinos. Como se señaló, más del 50% de los préstamos chinos en la región están vinculados a proyectos de infraestructura. En muchos casos, dichos préstamos estipulan que los contratos de construcción que salen de los préstamos se adjudiquen a una empresa china. Como consecuencia, entre 2011 y 2016, una serie de empresas chinas obtuvieron contratos de construcción con un valor de US$40 billones. Estos contratos de construcción se concentran, como era de esperar, en los sectores de energía (incluidos, crucialmente, los proyectos hidroeléctricos) y transporte.260 Esta es una estrategia imperial clásica para redirigir la asistencia de desarrollo aparente hacia los capitales privados de preferencia del poder imperial en cuestión. En resumen, China aún no constituye un rival político-militar de los Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Sin embargo, tiene flujos significativos y en expansión de IED en la región, relaciones comerciales sólidas y asimétricas con la región a su favor, y conexiones de préstamos que aumentan el endeudamiento de América Latina con China, lo que da a China control a largo plazo sobre los depósitos de hidrocarburos y canaliza los préstamos de desarrollo chino a empresas privadas chinas. Las declaraciones hechas por China en el Primer Foro del CELAC y China en 2015, sugieren que esta relación aumentará su importancia en el futuro a corto y mediano plazo. Para 2025, China espera que el comercio con la región se valúe en US$500 billones, mientras que las inversiones chinas acumuladas, particularmente en proyectos de infraestructura, ascenderán a US$250 billones.261
Contra-regionalismo Un complejo conjunto de dinámicas que surgieron del giro de izquierda en América Latina ha sido el variado intento de forjar lazos más profundos de integración latinoamericana como un contrapeso a las formas imperiales de dominación en la región. Tal vez el hecho más significativo de los contradictorios procesos de construcción del contra-regionalismo en los últimos años fue la derrota del ALCA en Mar del Plata, Argentina en 2005, lo que obligó
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260 Ibid., p. 58. 261 Ibid., p. 24.
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a los EEUU a retirarse de manera temporal a una estrategia imperial mucho más modesta de acuerdos comerciales bilaterales, hasta que eventualmente se movió hacia la estrategia de la Alianza del Pacífico.262 Un vistazo a la Sexta Cumbre de las Américas, celebrada en Cartagena, Colombia en abril de 2012, proporciona un útil sentir de la intensificación de la polarización de los proyectos regionales en competencia en el siglo XXI, con dos bandos radicalmente opuestos, y una agrupación oscilante en el centro. En un lado en la Cumbre se observaron posiciones unificadas asumidas por un bloque de países aliados con Washington –México, Honduras, Colombia, Chile y Costa Rica. Este bloque está unido por estrechos vínculos diplomáticos con Estados Unidos, una adhesión a los axiomas básicos de la política neoliberal y un compromiso para avanzar en la agenda conservadora de la Alianza del Pacífico.263 Antípoda para el bloque reaccionario, otro grupo de países –Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua– se unieron en torno a su compromiso con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que se forjó por primera vez en 2004.264 Este bloque, animado principalmente por la dirección de Venezuela bajo Chávez, fue explícitamente antiimperialista desde el principio, con ambiciones de largo alcance, incluida la creación de moneda unitaria en toda la región (el Sucre), la formación de un Banco del Sur, y acuerdos comerciales entre los países miembros basados en principios de solidaridad en lugar de imperativos de mercado.265 Inspirados por una nueva comprensión del Bolivarianismo –nombrado en honor a la figura de la independencia, Simón Bolívar– los países de la ALBA buscaron recuperar y renovar una concepción radical de integración latinoamericana, reivindicando los principios de soberanía, autodeterminación y solidaridad y cooperación entre los pueblos.266 Un tercer grupo –el centro oscilante– está formado por los países del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), con Brasil a la cabeza. Están a favor de la integración, a través de iniciativas como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC),
262 Maristella Svampa, “Cuatro claves para leer América Latina”, op. cit., p. 58. 263 Leandro Morgenfeld, op. cit., pp. 351-353. 264 Ibid., p. 353. 265 Maristella Svampa, “Cuatro claves para leer América Latina”, p. 58. 266 Jairo Estrada Álvarez, op. cit., p. 111.
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pero no están interesados en una abierta alianza contra Estados Unidos.267 El MERCOSUR se estableció en 1991, como un típico acuerdo comercial multilateral, en el apogeo del período neoliberal. Sus miembros principales incluyen a Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y, más recientemente, Venezuela, con estatus de miembro asociado extendido a Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Surinam. Con Brasil y, en menor medida, Argentina como sus actores centrales, el MERCOSUR fue desde el principio diseñado para funcionar como una zona de libre comercio con un papel clave para los inversionistas extranjeros, pero con estructuras arancelarias compartidas y un bloque común para negociaciones con partes externas para aumentar el poder de negociación de las naciones miembros individuales. Sin embargo, estas ambiciones no lograron converger en una integración coherente, como lo indica el hecho de que casi dos décadas en el siglo XXI, la organización “no ha dado ningún paso hacia la coordinación macroeconómica,” como ha señalado Katz. “Las diferencias en moneda, tipos de intercambio y políticas fiscales entre sus miembros son enormes. No existen propuestas para reducir las asimetrías entre los países, y a medida que la industria declina, no hay planes para la coordinación de fabricación o el uso compartido de los beneficios de exportación.”268 UNASUR, iniciado en 2008 y finalizado en 2011, reúne a 12 países sudamericanos, mientras que CELAC, iniciado en 2010 y concretado en 2011, se compone de 33 países miembros constituyentes de las Américas, con la notable exclusión de Canadá y los Estados Unidos, así como los territorios de ultramar de Francia, Países Bajos, Dinamarca y Reino Unido, mientras que incluye ostentosamente a Cuba.269 Aunque es muy heterogénea en su composición política –Cuba y Venezuela junto a México y Colombia–, la CELAC y, en cierta medida, la UNASUR representan, como mínimo, un golpe simbólico y diplomático para Estados Unidos y Canadá de tal forma que ahora compiten con la Organización de Estados Americanos (OEA), largamente entendida en la izquierda latinoamericana como poco más que una extensión del aparato institucional del Estado norteamericano.270 Mientras que UNASUR y
267 Leandro Morgenfeld, op. cit., p. 353. 268 Claudio Katz, “Dualities of Latin America”, op. cit., p. 25. 269 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 58. 270 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 58.
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CELAC representaron un golpe simbólico a la hegemonía de Estados Unidos ante el declive de la autoridad de la OEA dominada por Estados Unidos, entre otros mecanismos, la extrema fragmentación política interna entre los eclécticos Estados miembros fue una limitación a la profundidad del contraregionalismo que representarían desde el principio. En el interior de ambos proyectos regionales había perspectivas contundentes de aquellos gobiernos que buscaban expresiones alternativas genuinas de poder regional libre de la dominación estadounidense, y aquellos que buscaban precisamente acelerar nuevas formas de subordinación ante Washington.271 Para Darío Salinas Figueredo, el ascenso de la izquierda y la centroizquierda en las dos primeras décadas de este siglo en América Latina marcó una época de bifurcación para estos ideales regionales rivales. Por un lado, el eje Bolivariano ha representado un énfasis en la autodeterminación y la soberanía nacional –especialmente en Venezuela, Bolivia y Ecuador– mientras que, por otro, los aliados latinoamericanos de Washington han tratado de recomponer fuerzas políticas conservadoras en la región para contrarrestar esfuerzos regionales para afirmar la relativa autonomía de los Estados Unidos. Estas contestaciones regionales son una expresión del hecho de que, si bien el neoliberalismo y su sistema de dominación entraron en crisis estructural en América Latina, las fuerzas anti-neoliberales no fueron lo suficientemente coherentes a nivel regional para articular una alternativa.272 Con una mayor coherencia política que CELAC o UNASUR, pero cargado con limitaciones estructurales acumuladas, la ALBA representó una apuesta más asertiva por la unidad antiimperialista. Las instituciones incipientes de la ALBA se concibieron como una ruptura más aguda y una crítica del poder de los Estados Unidos, y se orientaron hacia la promoción de un orden mundial multipolar. La ALBA lideró los experimentos, aunque limitados, con acuerdos comerciales y asociaciones económicas entre los Estados miembros basadas en principios de reciprocidad en lugar de normas de libre mercado de ventaja comparativa y competencia despiadada. Durante el auge del petróleo, los proyectos económicos clave de la ALBA, Petrocaribe y Petrosur, así como su empresa de comunicaciones, Telesur, se expandieron rápidamente, con impacto registrado en sus dominios relevantes. Iniciativas más ambiciosas, como el Banco del Sur y la moneda
271 Jairo Estrada Álvarez, op. cit., p. 112. 272 Darío Salinas Figueredo, op. cit., p. 302.
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común, Sucre, nunca llegaron a despegar, y hoy están más o menos moribundas. Detrás de la implosión casi total de la ALBA en los últimos años se vislumbra el colapso próximo del precio internacional del crudo en 2014; pero la causa más profunda fue el hecho de que, de todos los Estados miembros –Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, Honduras (se retiró en 2009), Antigua y Barbuda, Dominica, San Vicente y las Grandinas, y Santa Lucía–, sólo Venezuela tenía recursos materiales importantes para garantizar su reproducción. Sin embargo, incluso la economía venezolana no era comparable a las economías relativamente industrializadas de la región –Brasil, Argentina y México– y, por lo tanto, era en extremo vulnerable a la llegada tardía de la crisis global del capitalismo que estalló en 2008. El mecanismo central que llevó la caída global a Venezuela fue, claramente, la caída del precio del petróleo, el pilar tanto de sus programas sociales nacionales como de su principal actividad geopolítica, la ALBA.273 Sin embargo, posiblemente el obstáculo más importante para una formación más completa del contra-regionalismo haya sido el papel subimperial asumido por la potencia más grande de la región, Brasil.274 Como el Estado Sudamericano más poderoso, Brasil ha actuado como un intermediario vital entre las maquinaciones antiimperialistas e imperialistas en la región, un verdadero árbitro subimperial en América del Sur. Como no tiene que someterse a todos los deseos de Washington –el lugar de Brasil en la división internacional del trabajo está más cerca de España que Nicaragua o Ecuador– a veces ha trazado un curso político independiente. Sin embargo, el liderazgo moderado del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) desde 2003 también ha tratado de jugar ampliamente dentro de los parámetros aceptados en relación con los Estados Unidos. En su autonomía relativa, por ejemplo, Brasil buscó defender la expansión de sus 15 empresas capitalistas más grandes operando en la región, a menudo a través de los canales de su proyecto de integración estratégica (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, (IIRSA) y su Banco de Desarrollo Masivo, el BNDES. Las energías brasileñas detrás de BNDES eclipsaron rápidamente cualquier noción previa de un Banco del Sur robusto y regional.275
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273 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., p. 72. 274 Raúl Zibechi, Brasil potencia: entre la integración regional y un nuevo imperialismo, Zambra / Baladre, Málaga, 2012. 275 Claudio Katz, “Dualities of Latin America”, op. cit., p. 24.
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La cartera de préstamos del BNDES aumentó en un 3,000% desde que Lula asumió el cargo por primera vez en 2003. Los proyectos de infraestructura de IIRSA, suscritos por BNDES, siguen teniendo como prioridad “la exportación de materias primas, en lugar de cualquier tipo de complementariedad productiva” a lo largo de Estados latinoamericanos desarrollados desigualmente.”276 Los datos económicos regionales para el período 1985-2009 demuestran que cerca del 80% de las exportaciones de Brasil a otros países sudamericanos son productos industrializados de alta tecnología o (principalmente) de grado medio, mientras que otros países sudamericanos, en la medida en que exportan a Brasil, tienden a concentrarse en productos primarios y recursos naturales, reproduciendo patrones arraigados de alto desarrollo desigual.277 Bajo Lula y Dilma, las grandes empresas brasileñas fueron respaldadas por el Estado y los gerentes estatales se convirtieron en sus embajadores en el extranjero. La inversión extranjera brasileña proliferó en toda la región, y el rol geopolítico del Estado brasileño asumió una posición típicamente subimperial en la región, promoviendo un proyecto independiente propio en América Latina, a veces compitiendo con Estados Unidos y otros imperialismos, pero subordinándose de manera simultánea a sí mismo al mayor poder de los Estados Unidos cuando sea necesario. Los gerentes estatales brasileños modernizaron las fuerzas armadas del país, intentaron mediar en los principales conflictos en Medio Oriente, Irán y África, y buscaron un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No hay otro Estado latinoamericano que opere con este nivel de poder regional e internacional. Al mismo tiempo, los gobiernos brasileños en el siglo XXI se han armonizado con la política exterior estadounidense, de tal forma que han permitido que las bases militares estadounidenses operen en coyunturas amazónicas estratégicas, y han jugado un papel de liderazgo en la ocupación colectiva de Haití. Mientras tanto, incluso en áreas donde la política exterior de Brasil ha sido, por un lado, relativamente independiente y ha estado en conflicto potencial con los Estados Unidos
276 Raúl Zibechi, “Progressive Fatigue?”, NACLA Report on the Americas, vol. 48, núm. 1, 2016, pp. 22-27. 277 Marcelo Dias Carcanholo y Alexis Saludjian, “Integração sul-americana, dependência da China e subimperialismo brasileiro” en Jairo Estrada Álvarez, América Latina en medio de la crisis mundial: trayectorias nacionales y tendencias regionales, CLACSO, Buenos Aires, 2014, p. 197.
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–IIRSA, BNDES– a menudo, por el otro, ha tenido el efecto involuntario de fortalecer la posición de los Estados Unidos. El ejemplo más claro en este sentido es la forma en que la búsqueda subimperial brasileña de los intereses de sus capitales más grandes ha significado a menudo socavar proyectos de integración más radicales, como la ALBA encabezado por Venezuela.278 Como ha argumentado Maristella Svampa, en la coyuntura actual, a pesar de las primeras señales de progreso de la ALBA y sus proyectos relacionados, las proclamaciones optimistas sobre los avances de un regionalismo desafiante parecen ser poco más que ilusiones.279 Es cierto que la hegemonía estadounidense en la región se vio debilitada en las primeras etapas de este siglo. Sin embargo, los límites y las contradicciones internas de los regionalismos que compiten entre sí, resaltadas con anterioridad, siempre dejaron en claro que es poco probable que cualquiera de los bloques en competencia vea que su proyecto llegue a buen término. A mediados de la década de los dos mil, frente a enormes dificultades, hubo cierto impulso para la iniciativa contrarrevolucionaria más radical expresada por la ALBA. Sin embargo, ya no hay viento en esa vela, ya que las repercusiones de la crisis económica mundial han socavado la economía venezolana y han puesto a la izquierda política a la zaga en gran parte de Sudamérica.
Conclusión En este capítulo se presentaron seis líneas principales de argumentación. En primer lugar, nos referimos a la doble determinación de las formas estatales de América Latina. Por un lado, se subrayaron las formas en que la inserción subordinada de América Latina en la división internacional del trabajo ha condicionado las formas Estatales en relación con los ciclos históricos de acumulación a escala global. Por otro lado, se señaló que las formas de Estado de América Latina están simultáneamente condicionadas por los intereses en conflicto de las clases sociales antagónicas y el equilibrio cambiante de fuerzas entre estas clases mientras compiten para defender sus intereses. En segundo lugar, se destacó cómo, desde una perspectiva de la política económica, tal vez la característica más sobresaliente del último período de
278 Claudio Katz, Neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo, op. cit., pp. 55-56. 279 Maristella Svampa, “Cuatro claves para leer América Latina”, op. cit., pp. 58-59.
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éxito electoral de izquierda fue su coincidencia con el auge de las materias primas impulsado por el crecimiento chino. La dinámica del auge aceleró el monocultivo agroindustrial, la minería y la extracción de gas natural y petróleo en varios países gobernados por administraciones de centro-izquierda o izquierda, particularmente en América del Sur. Los principales actores en este capitalismo extractivo intensificado continuaron siendo las corporaciones multinacionales, incluso si se les obligaba a pagar impuestos y regalías más altos. En tercer lugar, los recursos crecientes, disponibles gracias al auge de las materias primas, proporcionaron la base material para la formación de “Estados compensatorios” en varios países gobernados por la izquierda. La legitimidad política de estos gobiernos se logró en parte a través de modestos programas redistributivos financiados en gran parte por alquileres de recursos contingentemente altos. Mientras que el gasto público relativamente alto en un contexto de dinamismo capitalista redujo la pobreza en varios países, tales mejoras siempre fueron vulnerables y dependientes de los precios de las materias primas. Al mismo tiempo, los programas político-económicos gene-rales de los Estados compensatorios en la región no desafiaron las relaciones de propiedad social ni las estructuras económicas productivas heredadas. Las bases estructurales de estas economías quedaron fundamentalmente intactas. Esto fue cierto en Estados compensatorios moderados, como el ejemplo brasileño, así como en Estados compensatorios más radicales, como el ejemplo venezolano. En cuarto lugar, la susceptibilidad estructural de gran parte de América Latina a una desaceleración de los precios de las materias primas se hizo evidente para el año 2012 en el retraso regional diferido de la peor crisis global del capitalismo desde la Gran Depresión. Debido a que China se desaceleró, a partir de 2011, y debido a que ni la Eurozona ni los Estados Unidos proporcionaron zonas alternativas de dinamismo en el mercado mundial, los precios de las materias primas se han mantenido bajos, a pesar de una pequeña recuperación en 2017. El efecto en las economías sudamericanas, donde la izquierda latinoamericana fue más fuerte, ha sido severo. Las principales recesiones recientes en Argentina, Brasil y Venezuela son manifestaciones de esta demora en la llegada de la crisis global en América Latina. La crisis económica en la región ha debilitado las bases materiales de los Estados compensatorios y ha abierto oportunidades políticas para la renovación de la derecha.
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Quinto, las dinámicas desiguales y jerárquicas del capitalismo global y la división internacional del trabajo no son explicables sólo refiriéndose al desarrollo de las leyes del movimiento del capitalismo. Si bien estas leyes producen irregularidades y jerarquías involuntarias, ambos patrones también se reproducen y exacerban por las acciones intencionales de los poderosos Estados capitalistas cuando intentan defender sus posiciones en la cima de la jerarquía mundial, así como las posiciones de sus capitales nacionales específicos. Los patrones de la IED que fluye hacia América Latina, uno de los indicadores clave de la fortaleza imperial, fueron rastreados en detalle, al igual que las estrategias imperiales particulares en la región, asumidas por los Estados estadounidense y chino. Sexto, en el capítulo se examinó la aparición de una serie de formaciones regionales que surgieron en el siglo XXI como parte del amplio proyecto de la izquierda de afirmar la autonomía relativa para América Latina y el Caribe de la dominación estadounidense. Expresiones más radicales de dicho contraregionalismo incluyeron a la ALBA, el Banco del Sur y la moneda de Sucre. Estos existieron junto a proyectos más moderados, como MERCOSUR, UNASUR y CELAC. Como se demostró, la hegemonía de los Estados Unidos se debilitó a principios del siglo XXI en América Latina, en parte debido a los avances del contra-regionalismo. Al mismo tiempo, el ímpetu de las iniciativas más radicales se ha tambaleado junto con el colapso del auge de las materias primas y el surgimiento de nuevos derechos. Lenta pero decisivamente, los poderes imperiales tanto de los Estados Unidos como de China están aprovechando esta oportunidad para ejercer su influencia a través de caminos tradicionales y nuevos.
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