¿Nunca más?

No hay paz sin justicia, ni justicia sin pan, ya que “ese modo de habitar el planeta” pasa por una justa distribución de riqueza y como nos dijo el zapatismo desde la Selva Lacandona: PARA TODOAS, ¡TODO!



¿Nunca más?

Olga Valle
https://www.articulacionsocialnic.com/nuevo-blog

Cuarenta años pasaron desde el día en que se derrocó lo que pensábamos sería la última dictadura criminal que vería Nicaragua ¡cuánta ingenuidad!

El “día de la alegría” se le llamó a aquel 17 de julio cuando Somoza huyó del país -pues en efecto, su salida del poder era razón de alegrarse y celebrar- luego de haber cometido un sinnúmero de violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra: masacres, detenciones arbitrarias, ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas. No es en vano la tan repetida consigna de que ¡Ortega y Somoza son la misma cosa!
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Después vino -otra vez- la guerra, y en el combate no nos fundimos en las barricadas, sino que hubo un conflicto interno, que aunque ciertamente fue financiado y tenía raíces profundas en la injerencia estadounidense eso no significó el fin de las violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra, tanto por lo que era entonces “el gobierno revolucionario” como por la resistencia o “contrarrevolución”.

El triunfo de Violeta Barrios y la UNO en el 90 no representó necesariamente para la sociedad nicaragüense una elección por quienes iban a gobernar o el tipo de políticas socioecónomicas que se querían implementar, sino que jugó más bien una suerte de plebiscito, en donde lo que ganó fueron los deseos de paz y reconciliación contra la guerra que ya había cobrado demasiadas vidas.

En 2006 se vuelve a desempolvar la “paz y reconciliación” pero ahora es Ortega quien levanta esta bandera, haciéndonos creer que los colores extravagantes, cantar el “lo que queremos es trabajo y paz … juntos digamos reconciliación” y llevar a un ex líder de la Contra como vicepresidente, eran suficiente garantía para la reconciliación y la no repetición de la tiranía de la que Nicaragua ya había sido víctima.

Desde Colombia, a través de la pedagogía para la paz nos han venido enseñando que ésta no se trata únicamente de la ausencia de guerra, sino de “un modo de vivir, un modo de habitar el planeta, un modo de ser humano” - y humana. Lo que inmediatamente me lleva a cuestionarme, si la paz y la reconciliación que ganó en los 90 se entendió nada más como un fin y no como un medio que pudo darnos una verdadera transformación social.

La paz no es un bien tangible que se compra en el mercado ni un producto que se venderá mejor entre más atractiva sea su campaña publicitaria, la paz es un proceso de construcción colectiva que necesita amplios consensos sociales, una fuerte institucionalidad para garantizar la no repetición, una genuina reconciliación, no olvido, justicia penal pero también justicia social; pues no hay paz sin justicia, ni justicia sin pan, ya que “ese modo de habitar el planeta” pasa por una justa distribución de riqueza y como nos dijo el zapatismo desde la Selva Lacandona: PARA TODOAS, ¡TODO!

Para quienes nacimos después de 1985, realmente ¿cuántas veces antes del 18 de abril en nuestras familias se mencionaron términos como memoria, verdad, justicia reparación o no repetición? Y aunque son términos relativamente nuevos, ¿cuántas veces se volvió a colocar sobre la agenda público en los últimos tiempos?

En los últimos 40 años votamos por la paz, elegimos la paz pero nos faltó construir la paz. Una paz estable y duradera. Una paz con justicia. Una paz que nos diera las condiciones para transformar el país en uno más justo, más equitativo e igualitario.

El uso público del pasado

Acceder al pasado además de ser indispensable para no repetirlo tiene que ver con lo que la ONU declara como el “derecho inalienable a conocer la verdad” y el “deber del Estado de recordar” sin embargo, nuestro pasado reciente no es de uso público sino más bien privado, pues no se debate en la esfera nacional sino únicamente con los círculos cercanos.

¿Qué pasó durante la dictadura somocista? ¿Cuántos autores intelectuales y materiales fueron procesados por los crímenes? ¿Fueron justos y efectivos los tribunales especiales y los tribunales populares antisomocistas? ¿Fue efectivo el proceso impulsado de reconciliación popular? ¿Dónde está la tumba del guerrillero? En efecto a su madre nadie le respondió. ¿Derrocar a Somoza era lo único que esperaban las víctimas?

¿Qué pasó durante la guerra de los 80s? ¿Cuáles fueron los delitos que cometió la Contra? ¿Quién respondió a las madres que reportaban más de 10mil secuestrados en los campos contrarrevolución en Honduras? ¿Y los delitos que cometió el Ejército y el Estado? ¿Qué fue la Navidad Roja? ¿Qué pasó en la cárcel de La Pólvora? ¿Cómo se vivió en el campo la guerra? ¿Y para las comunidades indígenas? ¿Y en la Costa Caribe? ¿Y para las mujeres? ¿Y para la niñez y adolescencia? Aunque algunas cosas ya están documentadas, ¿es parte de nuestra verdad histórica?

Sobre nuestro pasado tenemos más preguntas que respuestas, tenemos una serie de historias diseminadas que pueden variar de un extremo a otro pero no contamos con una verdad, que más allá de hegemonizar la historia nacional, nos dote de una memoria colectiva basada en la memoria y no en el olvido ni el silencio. Una verdad alimentada por los múltiples y válidos relatos de las víctimas, una verdad que pueda ser revisitada, para que recordar se vuelva en las nuevas generaciones un obligación hasta biológica. El ejercicio del recuerdo y la memoria nos permite fundar un presente y un futuro sin olvidar lo que no podemos repetir del pasado.

Países en América Latina y en África que han pasado por dictaduras o conflictos internos armados, han contado con Comisiones de la Verdad que revelan los hechos, sus causas, el número de víctimas, los hechos victimizantes por las que estas pasaron y los responsables de los crímenes. A diferencia de estos países, en Nicaragua se ha preferido olvidar, por eso no es de sorprendernos cuando vemos comentarios de quienes creen que con Somoza estábamos mejor, o quienes culpan a la vieja militancia del FSLN en los 80’s por los crímenes cometidos después de Abril, o las personas que dicen que toda la Contra estaba formada por gringos y somocistas que querían acabar con la revolución.

Nicaragua siempre ha estado polarizada: liberales/conservadores, somocistas/sandinistas, sandinistas/antisandinistas, sandinistas/liberales, sapos/azulyblanco. La reconciliación no ha pasado de la consigna, y es que no puede haber reconciliación sin conocer previamente la verdad y sin que a partir de esa verdad se reconozcan las responsabilidades, se repare a las víctimas, se encuentre justicia y se hagan los cambios institucionales necesarios para que eso no se repita. Para que en lugar de una sociedad dividida, hayamos nicaragüenses que reconozcamos que en nuestro país se cometieron crímenes que no se pueden volver a repetir.

Qué diferente sería nuestra historia si la conociéramos y si los criminales de todo tipo hubiesen sido castigados en lugar de acceder a puestos de poder, o si conociendo la forma en que se gestó la dictadura pasada, hubiéramo resguardado nuestras instituciones desde los 80s para que no se repitiera otra vez.

No hay paz sin justicia

Pero en Abril, en Abril algo pareció cambiar. “¡Justicia, justicia!” gritamos en todas las marchas que pudimos, muchxs sin saber concretamente a qué aspirábamos bajo ese término. Las Madres de Abril rápidamente nos dieron algunas lucecitas y nos dijeron que “NO A LA IMPUNIDAD” y que “AMA Y NO OLVIDA”.
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En menor o mayor medida nos empezamos a relacionar más con términos como memoria, verdad, impunidad, amnistía, de esos que no habíamos oído hablar antes y que quizás todavía no comprendemos con exactitud.

Hemos rechazado la comisión de la mentira de Porras y hemos hablado de la importancia de conformar una legítima Comisión de la Verdad. Hemos rechazado la Ley de Amnistía porque sabemos que está hecha para dejar impunes a los criminales y lo que queremos es justicia. Hemos hablado de refundar Nicaragua, de reestructurar el poder judicial, electoral, de adelantar elecciones porque además hemos entendido que la centralización de poder ha sido uno de los factores que consolidó a esta dictadura. Hemos hablado de que tan importante es la verdad sobre la secuencia de los hechos, como el ejercicio de rescatar y validar las memorias de cada uno y una de nosotras, de quienes se atrincheraron, de quienes salvaron vidas, de quienes dieron víveres, de quienes reportaban en redes sociales, de quienes nos hacían recargas, de quienes perdieron familiares, de quienes se tuvieron que exiliar, de quienes encarcelaron, entre otras tantas vivencias.

Todavía nos falta contestarnos muchas cosas como: ¿qué verdad queremos conocer? ¿qué tipo de justicia queremos obtener? ¿qué otros factores construyeron la dictadura? ¿quiénes más deben de pedir perdón? ¿qué crímenes queremos perseguir y con qué sanciones? ¿con cuáles instituciones judiciales? ¿cómo nos reconciliamos con quienes no cometieron crímenes pero apoyaron a la dictadura? ¿cómo se repara verdaderamente a las víctimas? ¿quiénes son todas las víctimas? ¿cómo influyen las interseccionalidades en los hechos victimizantes? ¿cómo desconstruimos las razones estructurales del autoritarismo? ¿cuáles eran los intereses que se protegían en detrimento de la democracia? Esto y mucho más nos toca aprender de quienes han vivido procesos similares con sus aciertos y desaciertos, sin obviar nuestra propia realidad, por lo que será importante encaminarnos para un debate nacional, regional y local en donde la justicia no sea una “receta lista para usar” de expertos u organismos internacionales, sino un pacto social entre nicaragüenses para construir una paz con justicia duradera, para gestionar el futuro lidiando con el pasado.

No pretendo con esto restar bajo ninguna circunstancia las responsabilidades absolutas que tienen los regímenes autoritarios y criminales, respecto a las violaciones de derechos humanos y a los crímenes de lesa humanidad. Intento complementar esa verdad con el rol fundamental que tenemos desde la ciudadanía para fiscalizar y garantizar la sostenibilidad de la PAZ Y LA JUSTICIA, para que podamos transitar de ser víctimas a sobrevivientes, a ser sujetas y sujetos políticos y que no sea solo consigna sino realidad el ¡NUNCA MÁS!

Para las víctimas de todas las tiranías, MEMORIA, VERDAD Y JUSTICIA!

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FUNDAMENTOS DE LA LUCHA NO VIOLENTA

La violencia es el último recurso del incompetente
-Isaac Asimov-

Desde el 19 de abril, un día después de iniciada y reprimida en Managua la protesta estudiantil, se comenzó a gestar en Nicaragua lo que sería una masiva insurrección popular sin armas contra la dictadura Ortega-Murillo: la acción no violenta. Para ejercer el poder, el gobernante requiere la aprobación de las/os gobernados. Si mucha gente durante largo tiempo desconoce su autoridad y mantiene una postura desobediente y retadora, puede controlar y hasta destruir su poder. Esta es la premisa política esencial de la acción no violenta.La no violencia requiere madurez, disciplina y paciencia, sobre todo ante situaciones de profunda injusticia, y crímenes horribles, como los cometidos por caravanas y escuadrones de la muerte. La indignación que provocó la familia calcinada dentro de su casa con dos niños, fue tan profunda que alentó el deseo de tomar las armas y actuar como ellos. Igual las atroces y bestiales violaciones a mujeres secuestradas o encarceladas, los ataques a la UNAN-Managua y a Monimbó. Pero, la lucha no violenta no incluye las armas. Si las y los nicaragüenses lo hiciéramos, disminuiríamos las posibilidades de éxito, la dictadura seguiría en el poder y la matancina sería peor. Sólo mucha disciplina puede apartar esos justos, pero inconvenientes sentimientos. Mantener la lucha no violenta requiere de conciencia, creer en ella y convencernos que nos llevará al triunfo. El 80% de luchas no violentas que desde el 2000 enfrentaron regímenes autoritarios triunfaron. La lucha no violenta es capaz de derribar la dictadura de Ortega-Murillo. Por ningún motivo hay que abandonar la lucha no violenta. Al contrario, hay que fortalecerla. Los grupos de resistencia también se transforman: aumenta su autorrespeto, confianza y poder. El incremento del poder del grupo de lucha, el refuerzo de movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil, la habilidad para derrotar élites represivas y el aumento de la capacidad de lucha no violenta en la población, contribuyen al cambio social de largo plazo al redistribuir el poder.
El pueblo nicaragüense tiene derecho a protestar frente a esta dictadura que nos ha ocasionado un imperdonable genocidio. Su criminalidad justificó y sustentó nuestros tranques y barricadas. Cuando la dictadura parece más fuerte, más profundas son sus debilidades. Una de ellas es negar sus crímenes y achacárselos al pueblo. Cada nueva vulnerabilidad del régimen abre muchas más, hasta desencadenar una crisis final. Hacia esa situación nos dirigimos. La gente que rechaza la pasividad y la sumisión también puede luchar con eficacia por la libertad y la democracia sin usar la violencia. La acción no violenta no consiste en evitar, o desentenderse del conflicto. Es un conjunto de métodos para que todas y todos participemos y pongamos nuestro esfuerzo hasta derrotar al régimen. La represión de luchas pacíficas por gobiernos autoritarios concita repulsas locales e internacionales, cohesiona a los ciudadanos y genera dudas entre los partidarios del poder, lo que los puede hacer cambiar su lealtad. Los crímenes que la dictadura Ortega-Murillo está causando en Nicaragua le han arrebatado toda legitimidad. Esto explica el clamor popular exigiendo ¡QUE SE VAYAN! Su régimen tiene el rostro de la muerte y muchos que creían en él le han retirado su apoyo. Tienen el descrédito y la repulsa internacional y la mayoría de ciudadanía los censura y rechaza. La lucha no violenta está dando resultados positivos. La no violencia no es quedarse cruzados de brazos. Componentes importantes de esta forma de lucha son el humor, la burla y el sarcasmo contra el régimen (caricaturas, memes, vídeos) y desobediencia civil en todas sus expresiones. Desconocerle toda autoridad a la dictadura es negarle el derecho
a gobernar. La no violencia genera más participación y diversidad de protagonistas que crean numerosas acciones e innovaciones tácticas. Eso impide al régimen atacar de manera efectiva a todos los grupos, porque no pueden reprimir a todos, todo el tiempo. Entre las acciones está la desobediencia civil, expresada, por ejemplo, en no pagar los servicios públicos, sobre todo en lugares con capacidad de impedir que lleguen brigadas a cortar la luz y el agua. Algunas ciudadanas/os dejaron sus empleos en sectores privados para integrarse a la defensa del tranque o la barricada. Todo depende de las circunstancias en cada lugar.La lucha no violenta tiene varios escenarios, incluido un espacio de negociación: el Diálogo Nacional, donde se libra una lucha muy difícil y compleja, porque la dictadura aún se resiste a ceder. Haber aceptado invitar a Nicaragua a la CIDH, al Grupo de Expertos Internacionales (GEI), al Alto Comisionado de las Naciones Unidas y a la Unión Europea, podría tener efectos que golpeen de manera contundente al régimen. Parte de esta lucha es animar a los efectivos de la Policía (hombres y mujeres), incluyendo a los de tropas especiales y antimotines, a que deserten de esos cuerpos represivos, y se presenten, si es posible con sus uniformes y armas, ante la Cruz Roja, la que se encargará de su seguridad. A quienes no puedan hacerlo, se les pide que no repriman al pueblo. Debemos solidarizarnos con las y los policías que están presos por negarse a reprimir al pueblo. Es loable que el Ejército no se haya declarado abiertamente a favor del dictador, aunque hay rumores de que está participando de muchas
maneras en la represión. Es positivo que el Ejército se mantenga al margen. Pero cuando la criminalidad de las fuerzas represivas es tanta, estar al margen los hace cómplices de los asesinatos de la dictadura. La Constitución Política dicta que el Ejército es el único cuerpo armado, pero éste no hace nada para desarmar desactivar y controlar a ese nuevo ejército ilegal creado por el régimen Ortega-Murillo. La lucha no violenta requiere que se documenten con rigurosidad los asesinatos y masacres; las capturas, golpizas y torturas; las amenazas e intimidaciones de los escuadrones de la muerte de la Policía, antimotines y hordas parapoliciales y fuerzas de choque; de los alcaldes e instituciones estatales, incluyendo medios de agitación y propaganda oficialistas.En estos meses el pueblo de Nicaragua ha logrado victorias inimaginables contra la dictadura. Les ha quitado la máscara y mostrado al mundo como es: corrupta y genocida, usando a su servicio a la Policía, igual que hizo Somoza con la Guardia. Así ha mostrado toda su bestialidad represiva, coludida con parapoliciales y fuerzas de choque; ha perdido el control sobre la ciudadanía, que la desafía a diario; y se le ha debilitado su base social. Algunos movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil se han unido en una expresión organizada del pueblo (Articulación de Movimientos Sociales y Organizaciones de la Sociedad Civil), y actúan por los intereses de la ciudadanía en el Diálogo Nacional por medio de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. En el escenario internacional cada día crece la solidaridad con la lucha no violenta del pueblo nicaragüense.
Acciones no violentas utilizadas por el pueblo han sido:informar y divulgar en redes sociales, vídeos y celulares, avances de la insurrección cívica no violenta; la represión de los esbirros; convocar a actividades y publicar memes favorables a la lucha popular, burlándose del régimen. Además, marchas, plantones, piquetes y vigilias locales; manifestaciones masivas nacionales y regionales; paros ciudadanos y/o empresariales nacionales. Asimismo, crear organizaciones de madres de víctimas y personas desaparecidas; mamás que pidiendo la libertad de sus hijos e hijas se encadenan a portones de prisiones; homenajes y monumentos a mujeres y hombres asesinados; concertación con actores diversos en barrios, ciudades y comunidades; comunicados, consignas, pancartas, canciones, poemas, pinturas, esculturas, relatos y festivales de música; tranques, barricadas y zanjas; “miguelitos” para impedir el paso a caravanas y escuadrones de la muerte. De igual manera, mujeres sonando cacerolas haciendo retroceder antimotines, impedir la represión, o para sacarlos de un territorio donde imponían el terror; cerco a estaciones de Policía; peticiones a organismos internacionales; divulgación de informes y recomendaciones de organizaciones locales e internacionales de Derechos Humanos, como la CIDH; planes de creación de instituciones paralelas al gobierno, como alcaldías municipales y de un gobierno nacional, provisional o transitorio; tomas de edificios públicos y ocupación de medios de transporte público; vigilias nocturnas con velas y candelas, etc. Propuesta de Manual sobre la lucha no violenta, con base a teorías de Gene Sharp. Preparado por la Comisión de Comunicación de la Articulación de Movimientos Sociales y Organizaciones de la Sociedad Civil.