El Oikos, ecología en acción

Acontecimiento vital
Subversión corporal y ecológica
Activismo ecológico
Colonialismo extractivista



Ecología en acción

Raúl Prada Alcoreza

Índice:

Acontecimiento vital
Subversión corporal y ecológica
Activismo ecológico
Colonialismo extractivista y dependencia con el litio

Acontecimiento vital

El ser humano es ser en el Oikos y con todos los seres vitales, con todas las sociedades orgánicas. Es ser abierto a todos los seres del planeta y compenetrado por todos los seres del Oikos. No hay que olvidar nunca que el ser humano comparte con las plantas y animales el genoma inaugural, el último ancestro común (LUCA). El ser humano es un ser en el Oikos, como todos los seres orgánicos de la Tierra. Es un ser orgánico singular, en tanto humano, abierto a la pluralidad de singularidades de los seres orgánicos y compenetrado por ellos. En consecuencia, se puede decir que son seres entrelazados, son seres porque son los unos para los otros. Que esto no haya entendido el humano, sobre todo, el humano moderno, es efecto, como obstáculo epistemológico, del fetichismo ideológico, del fetichismo institucional, del fetichismo de la civilización moderna, con todos los mitos que conlleva, la historia, el “desarrollo”, el “progreso”, la “evolución”.

Ecología compleja

Volvamos a la pregunta: ¿qué es la vida? Por parte de la biología se ha definido como memoria sensible. La biología se refiere a los seres orgánicos. Por parte de la ecología, se dice que la vida acaece como procesos vitales entrelazados, como complejidad de dinámicas interdependientes; sincronía planetaria en la biodiversidad de los ecosistemas y los ciclos vitales. Volviendo a preguntar de manera más específica: ¿Si no puede darse la vida sin la sincronización y simultaneidad dinámica del Oikos, puede llamarse vida a lo que le ocurre a un ser orgánico singular? ¿Si no puede darse la vida de manera independiente y solitaria, respecto del movimiento del Oikos - además movimiento en el sistema solar; sistema que se mueve en la Vía Láctea; galaxia que se mueve en el tejido espacio-tiempo, donde se mueven millones de galaxias -, por qué llamar vida a esta singularidad orgánica, que es parte provisional, en tanto fenotipo, y recurrente, duradera, mutante, en tanto genotipo?

Recordando el concepto ontológico de ser, cuestionado tanto por algunas corrientes filosóficas, pocas, empero, las más vitales, así como por parte de la crítica de la filosofía; sabemos que la palabra ser corresponde al infinitivo del verbo es; convertido en el más general de los términos. Con la palabra ser se señala lo real en sentido ontológico universal; esto es, la realidad por excelencia, en la perspectiva de totalidad; algo así como realidad verdadera. El ser es, entonces, trascendental, rebasa todos los entes sin ser un ente. El ser desborda el mundo de las formas, el mundus spectabilis. Esta ontología, que hace de la nada devenida ser, sirve como referente para hablar de ser, cuando se define el ser humano; incluso, en el mejor de los casos, cuando, al incorporar los incuestionables conocimientos de la biología, se habla de seres orgánicos. Ahora bien, ¿si no puede darse la vida singular de un ser orgánico sino en la participación de este ser singular en la complejidad dinámica del Oikos, puede seguir sosteniéndose el concepto de ser inherente? ¿Si no puede darse la vida de un ser orgánico independientemente y solitariamente respecto de la vida integral, sincronizada como complejidad planetaria, cómo puede llamarse ser a un ser singular? Es más, ¿cómo puede sostenerse el concepto ontológico de ser, que transciende a los entes, que sería la esencia o la sustancia trascendental de los mismos? Esta ontología se cae ante la existencia ineludible, patente y en curso, de la complejidad integral dinámica y sincronizada del multiverso. Esta ontología solo puede sostenerse en la episteme moderna, en el esquematismo dualista de esta episteme; donde funciona la economía política religiosa, que separa espíritu de cuerpo; donde funciona la filosofía como campo autonomizado del saber, que produce una economía política particular en el conjunto de la división del trabajo de los saberes de la modernidad, la economía política metafísica, que separa ser y tiempo. En la episteme compleja no tiene cabida esta ontología. La pregunta es si es posible otra ontología o una ontología otra.

Si lo que se da es la complejidad integral, sincronizada y en simultaneidad dinámica del multiverso, en distintas escalas, en todo caso, lo que se da es el tejido espacio-tiempo en devenir constante, múltiple y entrelazado. ¿Se puede llamar ser a esta complejidad integral de la que formamos parte, por así decirlo, todos los entes y sus devenires? El concepto de ser, desde Parménides supone o es el mismo concepto de Uno; supone la unidad, además la unidad pura, la sustancia o la esencia. Cuando se introduce la perspectiva de la pluralidad, ingresa ésta como devenir, como ocurre con Heráclito. Quizás en los cínicos, los de la corriente del perro - estos filósofos irreverentes y pragmáticos, que difunden una variedad de concepciones y expresiones filosóficas adversas a la de las escuelas de su tiempo y despliegan prácticas provocadoras - supongan el pluralismo radical. Es en la filosofía dialéctica de Hegel cuando se vincula la unidad y la pluralidad, cuando la unidad deriva en pluralidad y la pluralidad determina la unidad. La superación de la contradicción o la oposición de la tesis y la antítesis es la síntesis de la consciencia, de la razón, del saber absoluto. Con Hegel la unidad se afirma como dialéctica de lo uno y lo plural. La ontología dialéctica es devenir de la nada en ser y devenir del ser en la nada. La ontología, en tanto análisis del ser del ente, persiste. Con Heidegger se retorna a la ontología en su sentido arcaico, sentido olvidado; se la entiende como analítica del ser y el ente. Como se puede ver, la ontología supone el ser del ente, en las distintas versiones e interpretaciones filosóficas, sea la de Parménides, la inaugural, como identidad de pensar y ser; sea como síntesis dialéctica; sea como develamiento, como memoria que se recupera de un olvido.

El tejido-espacio tiempo, que, desde la perspectiva de la física relativista, supone cuatro dimensiones integradas, donde el tiempo no se encuentra ni se concibe separado del espacio, o, desde la perspectiva de la teoría de las cuerdas, supone once dimensiones, es acontecimiento primordial. El concepto de ser no es apropiado para nombrarlo; el tejido espacio-tiempo no responde a la condición sustantiva, no tiene la característica que pueda ser nombrada con la modalidad infinitiva del verbo es. Tampoco es unidad, en sentido de homogeneidad, incluso como síntesis; es acontecimiento. Para decirlo de otro modo, el tejido-espacio tiempo no es, sino que acontece; acontece el acontecimiento primordial de la existencia. El verbo infinitivo no es ser sino acontecer.

Ahora bien el verbo infinitivo acontecer no tiene los mismos atributos filosóficos que el verbo infinitivo ser. Este último se refiere a la condición sustantiva; es como la sustancia fundamental. Por eso, es el uno primordial, la unidad originaria y el telos inherente. En cambio, el acontecer no es ni originario, ni telos, ni sustantivo, ni unidad; simplemente señala de manera abstracta el acaecer del acontecimiento. Lo primordial, lo fundamental, es el acontecimiento. El acontecer corresponde al acontecimiento, el acontecer esta subsumido en el acontecimiento.

Comúnmente se entiende por acontecimiento la alteración circunstancial, por trastorno singular, dado de manera imprevista. Este acontecimiento generaría efectos que alteran el decurso histórico, cambian la composición social, modifican la estructura política. De manera usual se habla de acontecimiento señalando lo que sucede de forma excepcional.

La historia universal consideró el acontecimiento como hecho destacable, hecho acaecido de manera única e imprevisible; por tal razón impacta en la memoria social, lo que lleva a registrar el acontecimiento. En otras palabras, los historiadores lo toman en serio y forma parte de sus narraciones. Un acontecimiento histórico es un hito, define una ruptura, separando una era respecto de otra. La escuela de Anales devalúa el concepto de acontecimiento, ubicándolo en el sedimento menos crucial; como formando parte de la historia eventual - en francés, évènement, ire évènementielle - o historia de los acontecimientos; es decir, como el nivel inferior del tiempo histórico - tiempo corto -. Según Fernand Braudel, espuma de la historia; algo así como la parte más visible, empero menos significativa; que, de todas maneras, ha sido el referente estudiado por la historiografía. El otro sedimento, superior, que se puede considerar nivel intermedio, corresponde a la coyuntura. El sedimento siguiente, de mayor nivel, es el que corresponde a la larga duración.

Al respecto, hay que anotar que lo que devalúa la escuela de los Anales es la palabra acontecimiento y la referencia del término, referencia entendida como evento; no se puede decir lo mismo respecto a otras connotaciones de la palabra acontecimiento. En consecuencia a pesar de pronunciarse, decirse, escribirse de la misma manera, acontecimiento, las referencias pueden ser distintas; también los conceptos.

El acontecimiento es tomado en algunas corrientes filosóficas de modo diferente a la considerada por la escuela de los Anales; se toma en cuenta la persistencia de la alteración dada; alteración que irrumpe repentinamente, siendo imprevisible. Alteración cuya desestructura, por así decirlo, es contingente, además de paradójica; contiene múltiples singularidades, heterogéneos procesos, que aparecen como azarosos, despertando nuevas experiencias sociales, afectando intempestivamente subjetividades constituidas.

Gilles Deleuze y Félix Guattari definen el acontecimiento como multiplicidad de singularidades. De este enunciado hemos partido para comprender el acontecimiento como múltiples y plurales procesos imbricados, asociados, compuestos y combinados, singulares, que dan como efecto masivo el acontecimiento singular.

El estudio del acontecimiento o, si se quiere, el análisis del acontecimiento, no puede ser la ontología, tampoco otra ontología u ontología otra. La ontología, el estudio del ser en tanto tal o del ente en tanto tal, conocimiento del ente que en cuanto tal es esencia, no corresponde al estudio del acontecimiento, puesto que el acontecimiento no es esencia o sustancia, no tiene la condición sustantiva; no es uno, ni unidad, ni originaria ni finalidad inherente, tampoco síntesis dialéctica.

La palabra acontecimiento está formada por el verbo acontecer y el sufijo miento; en realidad, se trata del verbo contecer, dejado en uso, por usar tanto la aplicación ampliativa a, añadida a contecer. El verbo contecer deriva del latín contingere, que significa tocar, también suceder. Contingere es también una palabra compuesta, por el prefijo con, que quiere decir junto a, y el verbo tangere, que significa tocar. De contingere provienen los términos contingentar, contingencia, contingente. Como se puede ver, el acontecimiento también se puede considerar como contingencia. Lo que acercaría su decodificación al azar, a la aleatoriedad de la eventualidad. Sin embargo, el acontecimiento en tanto acaecimiento, así como advenimiento, nos aproxima, mas bien, a la decodificación como necesidad. El acontecimiento manifiesta patentemente su condición paradójica, acontece en el juego paradójico de necesidad y azar. El ser en tanto ser, el ente en tanto tal, no es paradójico, ni en la dilucidación dialéctica.

La condición paradójica habla de complementariedad contrastante o de contraste complementario; es como decir que todo acaece precisamente por la paradoja y de manera paradójica. Por ejemplo, lo paradójico es que el azar se realice en la necesidad y que la necesidad se afirme en el azar. Otro ejemplo, que viene de la biología molecular, que los cambios, las mutaciones y las transformaciones se dan porque se sostienen en la conservación. Lo paradójico del acontecimiento es que la contingencia se sostiene en la regularidad. El acontecimiento es contingente y es regular, a la vez.

La condición paradójica es una de las características intrínsecas del acontecimiento. La otra característica es que corresponde a la realidad efectiva o a la efectuación de la realidad, sinónimo de complejidad. El acontecimiento es lo que acaece, lo que acaece de manera compleja, integral, sincronizada, en los términos de la simultaneidad dinámica. Esta situación no cabe en el concepto ontológico de ser.

Desde esta perspectiva, la del pensamiento complejo, el ser, mas bien, congela el devenir, congela el acontecimiento, incluso en la versión dialéctica, pues es una síntesis. No hay ser sino acontecer.

Si retomáramos conceptos, encriptados en palabras, lo haríamos con el término andino, tanto aymara como quischwa, quizás proveniente del puquina, pacha. Pacha es precisamente complementariedad contrastante. Aunque sus interpretaciones van desde dualidad complementaria, antagonismo complementario, hasta, incluso, actualizando la interpretación como espacio-tiempo, preferimos partir de la interpretación mencionada, la de complementariedad contrastante, pues escapa a las interpretaciones que se parecen mucho a los dualismos de la modernidad, sobre todo, al dualismo dialectico, que se supera en la síntesis. Consideramos que la interpretación que hacemos preserva la noción antigua, la lucidez arcaica de la intuición cósmica. También el concepto pacha, lo mismo que el concepto griego de physis, concibe el cosmos como creación, como creatividad, capaz de auto-organizarse. Entonces, rescataríamos estos conceptos antiguos, de civilizaciones antiguas, por sus irradiaciones lúcidas; sin embargo, no contienen las concepciones relativistas y cuánticas, así como las concepciones de la teoría de las cuerdas, aunque alguna interpretación llegue a decir que se trata del espacio-tiempo. El tejido del espacio-tiempo no es la unidad compuesta de dos conceptos que son absolutos, en lo que respecta al espacio y al tiempo. El concepto de espacio-tiempo se refiere a la integralidad de cuatro dimensiones imbricadas, en una perspectiva, la relativista, de once dimensiones entrelazadas, en otra perspectiva, la de la teoría de las cuerdas. La realidad de la que habla el tejido espacio-tiempo es otra realidad, realitas complexus, distinta a la realidad espacial y temporal del pensamiento moderno.

En el tejido espacio-tiempo no hay espacio ni tiempo, sino espacio-tiempo, que es distinto al espacio y el tiempo, inclusive unidos. El espacio-tiempo es movimiento, en pleno sentido de la palabra. Movimiento que se da como integralidad de las cuatro dimensiones o de las once dimensiones. Algo en las cuatro dimensiones del espacio-tiempo no aparece como figura detenida y seguida, secuencialmente, en la coordenada del tiempo. Algo, en el tejido espacio-tiempo es movimiento constante, configuración en movimiento. Entonces, estamos hablando de realidades radicalmente distintas. Por eso, la recuperación de los conceptos de pacha y physis, viene acompañada por las connotaciones sugeridas por el zócalo epistemológico que inauguran la física relativista y la física cuántica.

Ahora bien, volviendo al estudio del acontecimiento, que no es ontología, sino análisis de la complejidad del acontecer, la lógica - manteniendo este término que permite la comparación - del acontecer corresponde a las lógicas integradas de la complejidad, a la articulación e integración de lógicas que hacen a la sincronización. Se trata de la comprensión, compenetración y participación en la experiencia ecológica de la realidad, entendida como complejidad dinámica.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver el acontecimiento, el estudio o el análisis del acontecimiento, con la vida, con los desplazamientos epistemológicos, los desenvolvimientos conceptuales, con los despliegues, mutaciones y transformaciones de la concepción de la vida? La vida como acontecimiento vital, en tanto acontecimiento de la vida, es concebida en su integralidad compleja sincronizada de ciclos y procesos ecológicos entrelazados; integralidad creadora y generadora de vida, no solo como memoria sensible sino como acontecimiento sensible planetario.

Las vidas singulares, comprendiendo sus ciclos y procesos reproductivos y producentes, forman parte de la vida planetaria. Hacen a la vida planetaria, así como la vida planetaria es condición de posibilidad compleja de las múltiples y plurales vidas singulares. Vivir entonces, es vivir en el planeta viviente. Ningún vivir se desentiende de la vivencia integral del planeta; todo vivir depende de la vida planetaria.

La pregunta que nos hicimos, en otros ensayos, es: ¿cómo se explica la forma de vivir, la de las sociedades humanas modernas, que atenta contra la vida del planeta? Esta pregunta la respondimos de varias maneras. Primero, acudimos a la tesis del desvarío societal moderno al apegarse al fetichismo institucional; convirtiendo a las instituciones en origen y fines de la sociedad, cuando, mas bien, fueron construidas por las sociedades, en tanto instrumentos de apoyo a la sobrevivencia. Después, conjeturamos la posibilidad del fracaso del programa y proyecto genético humano; siendo que el genoma humano deviene del último genoma ancestral, del que devienen también los genomas de las plantas y de las sociedades orgánicas no-humanas. Algo así como un desfase que ocasiona el fenotipo humano, que en vez de reforzar y potenciar su pertenencia ecológica, se separa, imaginariamente e institucionalmente, del Oikos y de su cuerpo. Un fenotipo humano que se imagina distinto al resto de los seres vivientes; que se considera hijo de la divinidad o fin de la evolución. Un fenotipo humano que se propone dominar la naturaleza, en ella, dominar a su propio cuerpo, desatando relaciones de poder respecto de lo que llama naturaleza, a la cual él mismo pertenece. Ocasionando la destrucción de ecosistemas, expandiendo su destrucción en todo el planeta, poniendo en peligro la vida del planeta; lo que implica que pone en peligro la propia sobrevivencia humana.

Una tercera hipótesis interpretativa, asumiendo la sincronización integral planetaria, conjetura la re-sincronización planetaria, sobre todo, ocasionada por los efectos destructivos de las sociedades humanas modernas. Re-sincronización que implica alternativas posibles; una tiene que ver con la capacidad humana de reaccionar ante su propia destrucción; lo que llevaría a una reinserción de las sociedades humanas a los ciclos vitales y procesos ecológicos integrados del planeta. Otra hipótesis conjetura que en tanto las sociedades humanas no sean capaces de hacer lo anterior, sencillamente la re-sincronización implica la desaparición de las sociedades humana, mientras que la vida continúa sin ellas.

La hipótesis de la destrucción de la vida planetaria ha sido descartada, pues consideramos que la potencia de la vida, potencia creativa, no deja de generar vida en sus múltiples formas, no deja de ocasionar nuevas reorganizaciones vitales en la complejidad planetaria. No deja de ser positiva esta alternativa conjeturada, pues la vida continúa sin el ser humano; la pena es que no estaremos presentes para participar en el acontecimiento de la vida.

Subversión corporal y ecológica

Desde la perspectiva ecológica de lo que se trata es de la participación en los ciclos vitales del Oikos. Se puede decir que no se puede dejar de estar en el Oikos, por lo tanto, no se puede dejar, de alguna manera, de participar; empero, hay que distinguir que participar es involucrarse, actuar teniendo en cuenta los ciclos vitales. Cuando se actúa sin tenerlos en cuenta, como si fuesen parte de la “naturaleza”, externa a la sociedad humana, como concibe la ideología moderna, no se participa, de la manera como definimos la participación, aunque se incida, de todas maneras. El problema radica en las incidencias que no toman en cuenta los ciclos vitales, entonces, no controlan las consecuencias de las acciones desplegadas. Por ejemplo, la industrialización desmesurada, además de desordenada, desatada en plena competencia entre las empresas productoras, sin medir que esta competencia conduce a la sobreproducción, causa efectos masivos de depredación, contaminación y destrucción de los ecosistemas.

¿Qué implica pasar a la eco-industrialización; es decir, qué implica tomar en cuenta los ciclos vitales y participar en el Oikos? Ciertamente dejar la competencia, coordinar cuotas de producción a escala mundial, pues el mercado es mundial. El problema que esto no se puede hacer bajo las condiciones del sistema-mundo capitalista. Lo llamativo, en esto, es que los estados exportadores de materias primas lo han podido hacer; conformar entidades internacionales que coordinan y acuerdan las cuotas de explotación y exportación. Aunque varíe según el rubro, además de que esto no ocurre con todas la materias primas, lo sugerente que los estados exportadores de estaño lo hicieron, en su momento; también, en la historia reciente, los estados exportadores de petróleo; aunque no estén todos los países en estas organizaciones internacionales de coordinación de cuotas de explotación y exportación. En cambio las empresas industriales, los países industriales no lo hicieron. ¿Por qué? La competencia se hace sentir aquí, en estos campos de la producción industrial, en estos ámbitos de la incorporación tecnológica.

¿Por qué no pueden renunciar a la competencia las empresas industriales? ¿Por qué juegan a imponerse o morir? Pues las empresas que no logran responder a la competencia, mueren. ¿Por las tasas de ganancia? Las empresas que no logran adecuarse a la competencia, a los ritmos de ésta, sufren la merma de sus ganancias. Pero, mantener los niveles de ganancia o mejorarlos, equivale a renovar constantemente la tecnología, incorporando a la producción tecnología más avanzada; incluso se llega a sustituir la maquinaria en uso, antes de que llegue a su desgaste. Esto significa, incrementar la inversión tecnológica de manera compulsiva y obliga a esfuerzos adicionales para recuperar estas inversiones, siendo más competitivos en el mercado. Estas empresas industriales se encuentran en permanente tensión, obligadas a ser cada vez más competitivas. Llegan a tales niveles de productividad y de producción que ocasionan stocks que no se venden. Es cuando comienza la crisis de sobreproducción.

Bueno, todo esto pasa a costa de lo que llama la ideología de la modernidad “naturaleza”. Pues se arrancan los recursos naturales de ella, de una manera cada vez más expansiva e intensiva, debido, precisamente a esta competencia atroz. Esta destrucción no se contabiliza en las cuentas de la economía capitalista; se ignora este costo, tanto cuantitativamente como cualitativamente. La contabilidad capitalista suma el Producto Interno Bruto, un indicador de la producción física, ponderada en dinero, sin tener en cuenta la medida de la destrucción de los ecosistemas, la depredación y la contaminación ocasionadas. Esta falta habla de la validez de su aritmética económica; se trata de una aritmética parcial, que solo suma una parte del proceso de producción; descuida calcular todos los costos que intervienen. No toma en cuenta los costos transferidos a la “naturaleza”. Sobre este error aritmético la economía basa su ciencia.

Ciertamente esta pretensión de ciencia no es más que ideología. Si la ciencia es conocimiento objetivo, recurriendo a las definiciones positivistas, las mismas que menciona el discurso económico, está economía no es una ciencia. Su conocimiento es segado y parcial, ignora una parte de la realidad, por así decirlo, económica. Como todo error, además mantenido tercamente, ocasiona desastres; la economía-mundo capitalista ha causado no solamente desastres ambientales, sino crisis ecológica planetaria de gran envergadura, a tal punto que amenaza la vida en el planeta. Incluso, estando en esta situación, los Estado-nación, los gobiernos, los organismos internacionales, se encargan de minimizar el problema o soslayarlo; peor aún, sin entenderlo. Los más calamitosos son las declaraciones de los potentados burgueses que dicen que todo esto es invento de los activistas ecologistas.

El no querer ver el problema, la magnitud del problema, habla de lo que son esta gente que toma decisiones en el mundo. En resumen, no valoran la vida, sino sus ganancias. No valoran la vida que es lo único que se tiene, en cambio valoran fetichistamente una ficción. Esta es la “condición humana” de los potentados, de la burguesía internacional, de la burocracia internacional, y de las burguesías y burocracias nacionales. La pregunta es: ¿cómo la gran mayoría de la población humana confía en esta gente, que arrastra a las sociedades humanas al abismo y al planeta a una catástrofe?

A propósito, se han vertido toda clase de tesis como para responder a la pregunta. Desde tesis ligadas al conservadurismo más recalcitrante que alude, explícitamente o de una manera matizada, a la ignorancia del pueblo; hasta tesis, mas bien, críticas, sobre todo, sobresale la tesis de Wilheim Reich del deseo del amo. Pasando por tesis de los efectos de la dominación, de estructuras de poder, de marginamientos y exclusiones generadas por el capitalismo. No vamos a incorporar en este conjunto de hipótesis, convertidas en tesis, las que tienen que ver con la apología de las élites, su papel conductor y civilizatorio. Nos restringimos a aquellas tesis que pretenden explicar el conformismo masivo, constante, largo, de los pueblos.

Casi todas las tesis mencionadas tienen como referente la ignorancia del pueblo; solo que esta referencia se halla matizada o disminuida por la enunciación explicativa que le atribuye otras características, como marginación, discriminación, explotación, subalternidad; enunciación donde la ignorancia, explícita en las tesis conservadoras, deja de ser el argumento principal, para convertirse en el argumento principal la marginación, la discriminación, la explotación, la subalternidad; incluso la represión. Fuera de que estemos de acuerdo en estas realidades agraviantes a la condición humana, ocasionadas por las dominaciones desplegadas y las estructuras de poder impuestas, lo que eluden estas tesis es el fenómeno social señalado por Reich, que es la única tesis que no compartiría el prejuicio de la ignorancia, ya se dé manera explícita o de manera implícita; la tesis del deseo del amo. Esta tesis alude a una especie de complementariedad y connivencia entre pueblo y dominación; incluso entre dominados y dominación. En otras palabras, dicho más claramente, señala el fenómeno extraño de la aceptación de la dominación por parte de los dominados.

Aunque Wilheim Reich haya expresado esta tesis del deseo del amo en el contexto del Tercer Reich, considerando la problemática singular patentizada en el periodo de ascenso y crisis del nacional-socialismo alemán, la tesis ha sido expandida para otros contextos y otros periodos en el mundo, donde las dominaciones, cualesquiera sean éstas, adquieren un cierto aire de legitimidad por la connivencia del pueblo y de la sociedad institucionalizada. Es menester, volver a tocar el tema, aunque ya lo hicimos en otros ensayos, a propósito de la temática que nos atinge en este escrito.

Ecología en acción

Ya hablamos de las inscripciones en el cuerpo de los diagramas de poder, de la constitución de sujetos, en ese juego de relaciones entre poder y resistencias; relaciones dadas en condiciones desiguales, donde los sujetos constituidos resultan prácticamente moldeados por las tecnologías del poder. En consecuencia, esta interpretación considera que la dominación se convierte en esquemas de comportamiento y de conductas, en habitus, que reproducen los sujetos sociales, como si fuesen decisión propia o de libre albedrío, cuando sus conductas han sido, mas bien, inducidas. No vamos a tocar estos aspectos de la interpretación, sino el que tiene que ver con la responsabilidad ecológica de las sociedades, los pueblos, los colectivos, las comunidades y los individuos. Lo que llama la atención es una especie de decidía generalizada, una pusilanimidad social respecto a la crisis ecológica. Ciertamente, esta apreciación no se puede generalizar, pues los pueblos afectados, por ejemplo, por el extractivismo minero e hidrocarburífero, se han movilizado no solo contra la contaminación y la depredación que generan, sino, incluso contra la misma presencia de las empresas extractivistas en los territorios. Sin embargo, su lucha ha sido localizada, ha repercutido muy poco o de manera intermitente e insuficiente en el resto de la sociedad. ¿Es que consideran que es un problema que solo afecta a los directamente involucrados? ¿Consideran o se inclinan a pensar que esas luchas son dignas de apoyar, empero lo hacen de manera intermitente e insuficiente, como creyendo que lo que ocurre les afecta más a los pueblos involucrados? Los pueblos que han sido más claros y han evidenciado los efectos destructivos para con la vida de los emprendimientos extractivistas, que tanto gobiernos neoliberales como “gobiernos progresistas” llaman “desarrollo”, han sido los pueblos indígenas.

No hay nada que pase en el planeta que no afecte a todos y todas. No hay ninguna depredación, ninguna contaminación, ninguna destrucción de algún ecosistema que no afecte a todas las sociedades orgánicas, humanas y no humanas. Todas y todos estamos afectados por lo que pasa en cualquier lugar del planeta. Nadie puede eludir su responsabilidad. Entonces, ¿por qué no se asume la responsabilidad? No solo ocurre esto por enajenaciones económicas, políticas y sociales, incluso culturales; esta condición de casi indiferencia con la ecología planetaria, tiene que ver con algo de más fondo. La desconexión del sujeto respecto del cuerpo; se trata de un sujeto que ha perdido la sensibilidad del cuerpo o, mas bien, la conexión integral con la sensibilidad del cuerpo. El cuerpo sigue, la percepción corporal también, así como las fenomenologías corporales y perceptuales; empero, las interpretaciones culturales, sociales, políticas y económicas no se basan en la sensibilidad corporal, sino en los códigos institucionales. Las fenomenologías corporales y perceptuales quedan truncadas, inhibidas; son sustituidas por la genealogías del poder. El sujeto social no tiene la capacidad sensible del cuerpo, ni es capaz de interpretar el mundo efectivo, la ecología planetaria, en vinculación con las fenomenologías sensibles.

Esta separación del sujeto social respecto del cuerpo no se resuelve con la recuperación cultural, puesto que la desconexión con el cuerpo no ocurre por aculturación, deculturación, por pérdida cultural y enajenación cultural. La separación del sujeto social respecto del cuerpo corresponde a la economía política generalizada, que se instala en las genealogías de poder a partir de múltiples separaciones, en plurales planos y espesores de intensidad del sistema-mundo. La separación del cuerpo, que también implica la separación del sujeto social respecto del Oikos, es decir, la constitución del sujeto social, ciertamente imaginaria, empero sostenida institucionalmente, corresponde a una larga historia de intervenciones institucionales sobre el cuerpo. A tal punto que estas intervenciones no solamente inscriben la historia política en la superficie del cuerpo, no solamente se hunden en el espesor de la carne, sino que colonizan al cuerpo. Separando al cuerpo de su potencia; apropiándose de parte de sus fuerzas capturadas para hacerlas actuar en función de la reproducción del poder. Que implica la hegemonía de la ideología, que es la que interpreta las relaciones sociales, así como las relaciones de las sociedades humanas con sus entornos. Entonces, desandar el laberinto, las genealogías del poder, la economía política generalizada, que nos han constituido como sujetos sociales, requiere no solo de una subversión de la praxis, sino de una subversión corporal y de una subversión ecológica.

Los activismos ecologistas han sido insuficientes; si bien han logrado colocar en agenda el problema de la crisis ecológica, la misma colocación en agenda parece un procedimiento de matización y minimización del problema. No se nota, por ningún lado, la comprensión, el entendimiento, el conocimiento y la consciencia de la envergadura del problema. Se lo asume como uno más de los problemas que atender en la agenda de las burocracias internacionales y nacionales; algunos estilos de política, sobre todo populistas, incluso han incorporado la crisis ecológica, a su manera, para ganar convocatoria y para legitimar sus políticas. Es más, como sarcasmo, son estos mismos políticos en el gobierno los que se encargan de expandir e intensificar el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Si se hace un balance del activismo, se ha conseguido muy poco, mientras tanto la proximidad de la catástrofe ecológica, si es que no se ha iniciado ya, se acerca raudamente.

Se requiere de activismos heroicos, de convocatorias categóricas, así como de interpelaciones categóricas, a los pueblos y las sociedades del mundo. Ante el desborde de la situación, del alcance de la crisis ecológica, grandes esfuerzos, atrevidas movilizaciones, son indispensables. Quizás el mensaje más importante es el relativo al balance de la historia de las sociedades humanas, de sus civilizaciones y sus desemboques; sobre todo, de la civilización moderna. Este balance dice que hemos equivocado el camino o los caminos, desde hace un buen tiempo, en el recorrido de las estructuras de larga duración histórica; pues parece que la inclinación por el dominio de la “naturaleza” se encontraba contenida en todas las civilizaciones. Así como dice Pierre Clastres que la posibilidad del Estado se encontraba contenida en las comunidades ancestrales; solo que en éstas, la premonición de esta posibilidad las llevó a desenvolver estrategias comunitarias para evitarlo. En cambio, las civilizaciones antiguas no solo construyeron el Estado, el gran acreedor, el gran propietario de todas las tierras, sino que desplegaron, a su manera, de modo diferencial, relaciones que se proyectan en el horizonte como dominación sobre la “naturaleza”. Aunque la nombren de distintas maneras, incluso la incorporen como deidad, de característica suprema.

Lo que decimos no implica que debemos volver a foja cero, empezar todo de nuevo; esto es imposible. Sino que las experiencias sociales vividas, las memorias sociales acumuladas, los aprendizajes, nos han permitido ver lo que no debemos hacer ni repetir. Con esta invalorable experiencia, memoria, conocimientos, saberes, tecnologías, ciencias, se puede comenzar desde donde estamos, sin necesidad pretender volver al pasado.

Esta actitud de renacimiento implica mandar a su casa a todas las burocracias gobernantes, a todas las clases políticas, nacionales e internacionales; nos enseñaron lo que no se debe hacer. En estos temas o tareas ejercidas por las burocracias, es indispensable aprender a autogobernarse. También implica mandar a su casa a todos los potentados, a todas las burguesías, nacionales e internacional; nos enseñaron también lo que no se debe hacer. En las tareas, ejercicios, conducción y dirección que emprendían, fuera de la apropiación privada del producto social, los pueblos deben aprender a auto-gestionarse. Otra cosa que parece deben aprender los pueblos y sociedades es a construir consensos. Sobre todo, en lo que respecta a la auto-gobernanza mundial de los pueblos.

Activismo ecológico

Éste es quizás el tema más importante, después de la comprensión compleja del problema, la crisis ecológica, y de la complejidad del problema mismo. Pues se trata de las prácticas, de las acciones, de las actividades, sobre todo de las incidencias. ¿Cómo abordarlo? Sabiendo que ya hay una historia del activismo ambientalista y del activismo ecologista; también una discusión entre ambas y distintas perspectivas, a pesar de sus lugares de encuentro. Más saturado aún el mapa conceptual y de recorridos activistas si incorporamos la perspectiva de la ecología compleja, que plantea un descentramiento del antropocentrismo; todavía preponderante no solo en el ambientalismo, sino también en el ecologismo. Indispensable incorporar a las luchas y movilizaciones anticoloniales y descolonizadoras de las naciones y pueblos indígenas, en el estado de situación de las luchas sociales en defensa de la vida y la Madre Tierra, como se simboliza y se concibe en los imaginarios y narrativas indígenas. Mucho más saturado si incorporamos a movimientos de interpelación política y social, que asumen en sus movilizaciones y activismos las demandas ecológicas, por así decirlo. Por lo tanto se entiende, que estamos ante una gama variada de activismos, de colectivos, de incidencias; además del boceto de una clasificación notoria de los problemas que atienden, de las demandas concretas que plantean. Fuera de sondear sus interrelaciones, todavía suaves, reticentes a conjunciones de fuerzas.

No va a ser fácil entrar por aquí, aunque hay que hacerlo; mapas de las movilizaciones y activismos en defensa de la vida y la Madre Tierra, para resumirlo de esa manera; historias recientes de las movilizaciones, de los colectivos, y las formas de activismos; arqueologías de sus perspectivas y concepciones ambientales, ecológicas, de la Madre Tierra. Por el momento, vamos a entrar de una manera, mas bien, simple, incluso esquemática; que nos ayude a tener un referente orientador, aunque sea provisional. Sobre todo, para evaluar los activismos y sus alcances; de ninguna manera para juzgarlos, sino para avizorar el potenciamiento de los mismos.

Si partimos de la premisa - suponiendo o forzando que todos estamos de acuerdo con ella, aunque sea parcialmente - de que de lo que se trata conseguir es la reinserción de las sociedades humanas a los ciclos vitales y ecológicos del planeta; entonces, ya tendríamos un referente para ponderar a los activismos. La pregunta es: ¿Cuánto se ha caminado en la perspectiva de conseguir este logro? Si éste es el ponderador, ciertamente, quedamos aplazados.

Sin eludir la pregunta ni el ponderador, la otra pregunta es: ¿por qué se ha conseguido tan poco, a pesar de los esfuerzos de los colectivos y pueblos involucrados? ¿Porque los Estado-nación, los gobiernos, los organismos internacionales, que sustentan el sistema-mundo extractivista, conforman un sistema-mundo institucional y jurídico-político casi invencible? ¿Porque las fuerzas de los colectivos activistas y los pueblos afectados movilizados son débiles, en comparación? ¿Porque la mayoría de la población mundial o de las poblaciones nacionales está convencida y atrapada por la ideología moderna, con sus distintos matices, que lo que hay que conseguir y sostener es el “desarrollo”? ¿Por qué el sentido común ve a los y las activistas como lunáticas o quijotescos personajes, que quieren detener el “desarrollo”; lo que le parece, al sentido común, tarea imposible?

Sin discutir, todavía, las conjeturas implícitas en las preguntas, ni su consistencia; suponiendo que sea así, sobre todo, para tener un cuadro, por cierto provisional. Tenemos, en contraste, que los colectivos activistas y los pueblos movilizados saben que la destrucción de los ecosistemas es invaluable, es demoledora e irreparable; que la depredación y contaminación generalizadas, que la crisis ecológica, nos aproxima a una catástrofe planetaria incontrolable. ¿Qué tenemos? Por un lado, una predisposición maquínica del sistema-mundo, que avanza con todo el peso de sus maquinarias; por otro lado, un diagnóstico científico no solo alarmante, sino catastrófico. En este caso, la descripción y la explicación científicas no convencen ni a los organismos internacionales, ni a los estados, incluso ni a las mayorías de los pueblos y sociedades. Esta afirmación vale incluso si algunos están más o menos parcialmente convencidos de algo. ¿Este estado de situación, por cierto panorámico, significa que todo está perdido, que los dados están echados? La siguiente pregunta es: ¿Qué tienen que hacer los colectivos activistas y los pueblos movilizados para revertir esta situación?

Hemos llegado a un punto donde no hay respuestas o, por lo menos, no es fácil encontrarlas; precisamente porque no hay recetas. Sin querer adelantarnos a los mapas y a las historias recientes de estos activismos y movilizaciones de los pueblos afectados, se puede decir, que gran parte de los esfuerzos se ha dedicado a la interpelación a las mallas institucionales, sean internacionales o nacionales. Como respuesta de las organizaciones internacionales y de los estados se ha conseguido muy poco. Exagerando, por razones de ilustración, se puede concluir que ha sido una pérdida de tiempo. Parece que la interpelación más importante es a los pueblos y a las sociedades del mundo; pues son los y las únicas que pueden parar la locomotora del “desarrollo”, que marcha locamente al descarrilamiento.

Resumiendo, son las sociedades y los pueblos del mundo, al final, donde recae la responsabilidad de lo que pasa; al sostener el estado de cosas y a esas organizaciones internacionales pusilánimes, esos estados que no creen en el discurso catastrófico de ambientalistas y ecologistas, menos en la interpelación indígena. Por el contrario, continúan con la reproducción constante de estas mallas institucionales y dispositivos maquínicos; en el día a día de las prácticas sociales consumistas, de los habitus incorporados, de los esquemas de conductas y comportamientos subordinados.

El activismo ecológico es distinto al activismo político, pues no está en juego el modelo político o el modelo social, mucho menos la toma del poder. Lo que está en cuestión es la vida. Se trata de un activismo crucial. Es un activismo que no puede, quizás mejor dicho, que no debe, perder - para decirlo de esta manera pedestre, inmediatamente entendible -; ahora, exagerando, con el mismo objeto de ilustración y esquematismo, pues si pierde, pierde la vida. Es el activismo que está obligado a ganar.

Siguiendo el esquema, por cierto simple y provisional; en primer lugar, los colectivos activistas y los pueblos movilizados están obligados - manteniendo el término categórico - a dedicarle todas sus fuerzas, toda su energía, todo su cuerpo, a esta tarea. Es cuestión de vida o muerte, tanto en lo que respecta a la humanidad así como al planeta; más en lo relativo a la humanidad, pues, como dijimos, la vida puede continuar sin el ser humano.

En segundo lugar, parece imprescindible generar relaciones, prácticas, estructuras, alternativas, a las hegemónicas y dominantes en el sistema-mundo capitalista; es decir, comenzar a construir los cimientos y las bases de las sociedades alternativas de otros mundos posibles. Ciertamente, estos cimientos y bases ya se encuentran latentes, son inherentes a las sociedades alterativas, que son el substrato de las mismas sociedades institucionalizadas. Ahora, de lo que se trata es que estas inherencias se desplieguen y realicen, construyendo otros mundos posibles. Sobre todo, aquéllos que formen parte integrante de los ciclos vitales y ecológicos planetarios. Por ejemplo, relaciones de producciones mancomunadas de los pueblos, que supongan eco-producciones, incluso eco-industrializaciones. Así como también relaciones de intercambio complementarias, que podemos nombrar, siguiendo la lógica, como eco-intercambios. Lo mismo podemos decir en lo que respecta a la distribución, que contempla el transporte; se trata también de eco-distribuciones y del transporte adecuado a los ecosistemas; por lo tanto, a los contextos y espesores ecológicos. Estos mundos nacientes no descuidan la eco-cultura; por lo tanto, la eco-formación integral de la ciudadanía ecológica.

Estas relaciones, estructuras, prácticas, alternativas, emergen tanto al interior del sistema-mundo, así como en los desbordes, de los flujos de fuga, que no controla, las sociedades alterativas. Es menester que otros tejidos sociales prosperen y abarquen planetariamente; además de atravesar a las mallas institucionales del sistema-mundo. Los mundos posibles no pueden restringirse solamente a la enunciación discursiva, a la utopía, pues se terminarían pareciendo a la promesa socialista; que fue postulada ideológicamente, incluso como programa; empero, terminó entrabada en transiciones largas y complicadas, que, en la práctica, terminaron absorbidas por el sistema-mundo capitalista.

En relación a lo dicho, por ejemplo, una de las tareas prácticas es impulsar las huertas en todos los hogares, en todas las viviendas, incluso colectividades; buscando no solamente la buena alimentación, la buena nutrición y la buena salud, sino salir de la dependencia del mercado de alimentos trasnacional; que deja mucho que desear, tanto desde el punto de vista de salud, de nutrición, como desde la perspectiva ecológica. En caso de las ciudades y metrópolis, quizás sea conveniente promover asociaciones que puedan efectuar la tarea de huertas colectivas.

Como el ejemplo de la anterior tarea práctica, se pueden encontrar muchas tareas prácticas, que coadyuven a la independencia de los y las ciudadanas de los mercados capitalistas, que producen necesidades artificialmente. Estas tareas prácticas no excluyen el activismo ecológico-político; mas bien, lo fortalecen, le otorgan un alcance mayor.

En tercer lugar, parece indispensable promover reuniones entre pueblos y sociedades del mundo para discutir sobre diseños de la gobernanza mundial de los pueblos. Reuniones, foros, redes, encuentros, que deliberen sobre las posibilidades, las viabilidades, las alternativas, de las formas de gobernanza mundial de los pueblos. Estas asambleas de pueblos pueden convertirse en la base de formación de consensos a escala mundial.

En cuarto lugar, no se puede descuidar, a pesar de nuestras críticas y observaciones, la interpelación a las mallas institucionales del sistema-mundo. Sobre todo, teniendo en cuenta los conflictos y problemas generados por este sistema-mundo. Al respecto, frente a una recurrente violencia para resolver los conflictos en el sistema-mundo, es menester, oponer a esta violencia sistemática de los Estado-nación, el dialogo, la deliberación y la integración entre los pueblos. En este sentido, denunciar las maniobras beligerantes de las potencias, sus estrategias de guerra, sus geopolíticas, incluso sus conspiraciones e intervenciones secretas, aunque no les demos la importancia exagerada que les otorgan las teorías de la conspiración.

En quinto lugar, promover las investigaciones que ayuden a mejorar, ampliar, nuestra comprensión, entendimiento y conocimiento de la complejidad integral y dinámica planetaria. En sexto lugar, promover también investigaciones que ayuden a reinsertar a las sociedades humanas a los ciclos vitales y ecológicos; entre ellas, las que ayuden a lograr la comunicación con los otros seres orgánicos del planeta.

En séptimo lugar, retomar el activismo de las movilizaciones, que han sido de impacto, contando con lo que se tiene y recurriendo al alcance de las convocatorias, hechas con grandes esfuerzos; empero, ahora, buscando no solamente mayor incidencia, sino movilizaciones a escala mundial.

Digamos, que esta ayuda memoria o notas improvisadas, para el activismo ecológico, en la coyuntura álgida de la crisis ecológica, ya señala otra etapa del activismo; esta vez, a escala mundial; articulando fuerzas, coordinando movilizaciones y tareas, integrando colectivos activistas y pueblos afectados; además buscando involucrar a todos los pueblos del mundo. Se trata, sobre todo, de integrar fuerzas, no de dividirlas; los debates, las discusiones, la concurrencia de perspectivas, no pueden dejar de darse; empero, deben ser desplegadas como parte de las deliberaciones, para encontrar concesos y mancomunar fuerzas.

Colonialismo extractivista y dependencia con el litio

El “gobierno progresista” de Bolivia ha entregado las reservas naturales del litio y otros recursos, que contiene el inmenso Salar de Uyuni, a la vorágine capitalista de las empresas trasnacionales extractivistas; contraviniendo la Constitución. Sin que sepan los y las bolivianas, propietarios natos, declarados por la Constitución. Con maniobras sinuosas, movimientos sigilosos y secretos ha ofertado las riquezas del salar, principalmente el litio, a través de mediadores; a quienes les ha otorgado carta blanca, para que pongan en el mercado de inversiones, esta riqueza natural del pueblo boliviano. El “gobierno progresista” ha comprometido, en esta artimaña a espaldas del pueblo, al alto mando de las fuerzas armadas; que ingresó como parte de la estructura subrepticia en estas componendas y de este saqueo del cotizado recurso del litio. A esto llama “transparencia” el gobierno populista, a esto llama “defensa de la soberanía” y, lo más calamitoso, a esto llama “cumplir con el mandato constitucional”. Este tipo de acciones están tipificadas por la Constitución como traición a la patria.

El paso de los “gobiernos progresistas” en Sud América, en la última década, ha dejado una huella ecológica marcada y hendida en los espesores territoriales; a esto llaman estos gobiernos “defensa de la Madre Tierra”. En Bolivia, después de haber invertido, por lo bajo, más de 20 millones de dólares, en una planta que nunca ha dado resultados, salvo los shows mediáticos, para convencer a la opinión pública que se avanza; cuando una evaluación técnica aplazaría a los encargados por sus rendimientos y al gobierno por su irresponsabilidad. Ahora, sin decir nada sobre este fracaso, pasa a la fase donde licita el litio del salar, para declarar las licitaciones desiertas, y luego proceder mediante adjudicaciones directas, que además no se conocen. Tampoco se informó sobre el destino y los resultados de las cuantiosas muestras de materia prima que se llevó a Corea del Sur, con motivo de experimentación tecnológica; procedimiento irregular que aprobó el Congreso. En esta niebla densa, mantenida por el gobierno y sus partidarios, que controlan los poderes del Estado, no se ven las acciones veladas del gobierno y empresas públicas; que no solo han continuado con el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente, ni solo expandido e intensificado este modelo, subordinado a la geopolítica del sistema-mundo capitalista, sino que lo han vuelto opaco, casi secreto, manejado como si estos recursos fueran de la propiedad privada de los gobernantes.

Una larga historia de saqueo marca la economía boliviana, atravesada por genealogías de poder barrocas, que combinan formas patrimoniales y formas trasnacionales del ciclo del capitalismo vigente. Del ciclo de la plata se pasó al ciclo del estaño y de éste al ciclo de los hidrocarburos. Los tres ciclos extractivistas dejaron cementerios mineros, territorios depredados y contaminados y pueblos, en el lugar de la extracción, miserables y sin porvenir. La renta alcanzó para la dilapidación gubernamental, para la apropiación privada, encubierta por la corrosión institucional. Esto, a pesar de la nacionalización de las minas de 1952 y de la nacionalización de los hidrocarburos, ésta después desnacionalizada con los Contratos de Operaciones. Como esquema de comportamiento cristalizado en los huesos, las castas gobernantes, sean conservadoras, liberales, nacionalistas, dictaduras militares, neoliberales o “progresistas”, han continuado, con sus propios estilos, esta conducta entreguista y saqueadora. Lo que caracteriza al gobierno populista es su discurso desgañitado de soberanía y pretendidamente “antiimperialista”; sin embargo, en la práctica, sigue el mismo tenor y modelo, el extractivismo colonial de la dependencia. Lo que diferencia al gobierno del “socialismo del siglo XXI”, incluso pretendido “socialismo comunitario”, respecto al gobierno del nacionalismo-revolucionario de la revolución de 1952, es que la nacionalización de las minas fue una expropiación, hecha con las armas en la mano de las milicias obreras de la COB; en tanto, que la nacionalización de los hidrocarburos, que fue escrita por un intelectual de izquierda nacional, procedente del Grupo Octubre, otorgando a los bolivianos el control de 82% por un año, hasta los Contratos de Operaciones. Esperando la auditoria de las inversiones de las empresas trasnacionales involucradas; auditoria que nunca culminó. Adelantándose los Contratos de Operaciones, por presión de las empresas trasnacionales y en connivencia del gobierno. Empero, este esfuerzo y consecuencia de izquierda nacional, escrita con la mano firme, fue borrado con el codo de un ejecutivo entreguista, que otorgó el control técnico a las empresas trasnacionales y disminuyó el monto de los ingresos al 62%. No hubo tal expropiación, medida que requiere la nacionalización efectiva.

Ahora ingresaremos, como se ve - por imposición de un gobierno que no consulta a nadie, ni al pueblo boliviano, propietario nominal de los recursos naturales, ni a los pueblos indígenas, como manda por consulta la Constitución, ni a otros pueblos afectados por este extractivismo depredador y destructivo de los ecosistemas -, nuevamente a otra etapa de saqueo, en el ciclo de lo que parece será el ciclo largo desolador del litio.

Descripciones

El Salar de Uyuni es la mayor extensión de espesor salina; cuenta con una superficie de 10.582 km². Está ubicado en el suroeste de Bolivia a unos 3.650 msnm, en la provincia de Daniel Campos, del departamento de Potosí, formando parte de la región altiplánica, rodeada de los ramales y cadenas de la cordillera de los Andes. El Salar de Uyuni es la mayor reserva de litio del mundo, contiene una reserva calculada del 50% al 70 % del litio del mundo; así mismo cuenta con importantes cantidades de potasio, boro y magnesio.

El área que hoy ocupa este desierto salino estaba cubierta hace 40.000 años por el lago Minchin y posteriormente, hace 11.000 años, por el lago Tauka. El salar de Coipasa, los lagos Poopó y Uru Uru también son vestigios de estos grandes lagos prehistóricos. Éstos alcanzaban una cota de alrededor de 100 m por encima del nivel actual del salar; cubrían los actuales salares de Uyuni y Coipasa, así como los lagos Poopo y Uru Uru. En este período una fase de clima húmedo, con más lluvias que las dadas actualmente, elevó el nivel de los proto-lagos a aproximadamente 100 m más alto que el nivel actual; posteriormente vino un periodo seco y cálido, que produjo una gran reducción de la superficie y volumen de los lagos andinos; originando así los salares y los lagos y lagunas actuales.

El salar de Uyuni, como se estima, contiene 10.000 millones de toneladas de sal, de las cuales 25.000 toneladas son extraídas cada año. Además, cuenta con 140 millones de toneladas de litio, según datos oficiales de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL); convirtiéndose en la mayor reserva del mundo. Existen aproximadamente once capas de sal, con espesores que varían entre menos de un metro y diez metros. La costra que se encuentra en la superficie tiene un espesor de diez metros. La profundidad del salar es de 120 metros; compuesto de capas de salmuera superpuestas y barro lacustre. Esta salmuera se compone de litio, boro, potasio, magnesio, carbonatos, bórax y sulfatos de sodio. Un mineral apreciable es la ulexita, llamada piedra televisión. Es transparente y tiene el poder de refractar a la superficie de la piedra la imagen de lo que está debajo.

La geología de la cuenca del Salar de Uyuni está representada por formaciones paleozoicas, pocas mesozoicas, sobre todo, cenozoicas; constituidas por rocas volcánicas y secuencias vulcano-sedimentarias. En el área de influencia del salar de Uyuni se observan sedimentos recientes, cuaternarios, agrupados en depósitos salinos, depósitos aluviales, fluviales, lacustres, fluvioglaciares, morrenas y dunas. El mapa geológico muestra también una situación tectónica muy compleja, que impacta tanto las formaciones paleozoicas como las cenozoicas.

Para comprender la situación hidrogeológica del área salina es indispensable restablecer su historia geológica. Sobre todo, para lograr la comprensión de ciertos fenómenos peculiares; como la presencia de aguas termales dulces, fuentes y ríos salados a gran altura; fuentes y pozos cercanos con contenido salino completamente diferente; formaciones de edad diferente, que se encuentran cercanas; espesores de depósitos salinos cuaternarios de más de 100 metros. El perfil geológico-estructural del área, siendo parte de la sierra andina, entre la cordillera externa al oeste y la interna al este, definida como Altiplano, muestra una estructura de retro-arco, respecto al arco de la cordillera occidental. Esta estructura se caracteriza por una tectónica distensiva.

La apertura del Atlántino, aproximadamente entre 240 y 170 millones de años atrás, sumada a la consecuente deriva de la Placa Sudamericana, en colisión con la Placa de Nazca, actúan sobre una situación formada anteriormente, con relieves y depresiones, con estratos plegados y con volcanismo antiguo. En el Cretácico la situación anterior parece continuarse con deposiciones marinas presentes en muchas áreas, sub-cuencas, así como con la cordillera costera emergente, en el Terciario. Se conjetura que la Placa de Nazca se deslizó debajo de la Placa Sudamericana, dando comienzo a un ciclo de levantamientos del área, así como por un relleno de las cuencas internas. Tal vez desde el inicio del Terciario, sin duda después del Miocénico, la cordillera occidental se convierte en un arco volcánico y el Altiplano resulta en una disposición geológica de contrafuerte.

Los niveles terciarios y cuaternarios no resultan plegados; alargando el levantamiento por decenas de millones de años, determinando los procesos de erosión y relleno, en ausencia de una tectónica activa distensiva, las depresiones iniciales se habrían rellenado. Esta explicación parece confirmada por los mecanismos locales de los terremotos superficiales, que en el Altiplano corroboran un escenario geológico relajante.

El “triángulo del litio” - denominado así señalando que entre los tres salares ubicados en la puna, junto a otros cercanos, concentran más del 85% de las reservas de litio conocidas del planeta - es la referencia geográfica de la reserva concentrada del litio en América del Sur; “triángulo” ubicado en el espacio territorial donde Bolivia, Chile y Argentina definen sus geografías políticas. Componen el “triángulo” el Salar de Uyuni (Bolivia), el Salar de Atacama (Chile) y el Salar del Hombre Muerto (Argentina).

No se puede hablar con propiedad de industrialización del litio, implantada en la zona, tampoco se puede hablar de valor agregado, añadido al mineral extraído, considerando el discurso técnico económico. La explotación del mineral se limita únicamente a la extracción de la materia prima, por parte empresas mineras trasnacionales. El mineral cotizado se exporta a los Países Bajos, Rusia, Estados Unidos de Norte América, China, Reino Unido, Alemania; lo consumen industrialmente empresas automotrices como Toyota, Mitsubishi, además de la industria de baterías Magna. El litio es considerado como un “recurso estratégico”, con proyección a futuro; el litio es un recurso natural indispensable para la industria alimenticia, la generación de energía para celulares, computadoras, automóviles, híbridos y eléctricos; ampliándose su uso en una gama de tecnologías, cada vez más extensa.

Ecosistema del salar de Uyuni

El ecosistema del Salar de Uyuni es parte de los ecosistemas andinos y cordilleranos; particularmente del ecosistema altiplánico. Ha sido el hábitat, el entorno y el referente, así como el substrato territorial de comunidades, pueblos y sociedades del lugar. Es conocida la ruta y recorridos de los llameros de sal, quienes sacaban la sal de Uyuni y la trasladaban para intercambiar con bienes de distintos pisos ecológicos; sobre todo, de los valles. La sal era cotizada por las poblaciones aledañas y lejanas; esperaban la sal para trocarlos por los bienes buscados y necesitados por los llameros de la sal. Toda una economía - usando este término inapropiado, con fines comparativos - de complementariedades y reciprocidades daba dinámica a la región. Incluso esta economía, cuyo eje compartido era el relativo a los recorridos de los llameros de sal, llegó hasta los períodos republicanos.

En la modernidad tardía, el litio es fuente de las baterías de los equipos electrónicos. La perspectiva tecnológica anuncia el consumo masivo de litio; por ejemplo, para el funcionamiento del automóvil eléctrico. Cuando se habla de la revolución energética se tiene como referente precisamente al litio. Se estima las reservas para aproximadamente un milenio. Sin embargo, se tiene dificultades para extraer el recurso mencionado. En el Salar de Uyuni el litio se encuentra mezclado con magnesio y otros minerales. La separación es complicada, necesita de implementación tecnológica gravosa.

Ante estas proyecciones, no se puede dejar de tener en cuenta, de ninguna manera, la armonía del ecosistema. El Salar de Uyuni produce ozono; en determinados periodos del año cobija aves migrantes; cuando llueve su clima se vuelve húmedo, incidiendo en la variación climática. Con el Salar de Coipasa, el Salar de Uyuni y los otros salares del “triángulo del litio”, participan en los circuitos de energía climática. Desde la perspectiva geográfica el paisaje del salar define una textura territorial singular, que configura la zona, sus particularidades, en los ecosistemas del Altiplano.

Teniendo en cuenta la perspectiva ecológica, el uso del salar para extraer litio, incluso otros minerales, como el magnesio, como el boro, requiere de un abordaje químico y tecnológico complejo, que exige una comprensión de los ciclos vitales. Apuntar a una eco-industrialización del litio implica un uso ecológico de la tecnología, eco-industrialización integrada a los ciclos vitales. Esta perspectiva dista mucho de lo que se hace ahora, que no es otra cosa que extractivismo depredador, contaminante y destructivo, además de significar saqueo.

Los problemas ambientales y ecológicos que genera una explotación extractivista del litio pueden ser descritos:

La extracción y el procesado del litio emplean insumos químicos tóxicos, como carbonato de sodio, bases y ácidos. Cuando entra en contacto con el medio ambiente, el litio reacciona con el vapor de agua, nitrógeno y oxígeno del aire, generando compuestos como el hidróxilo de litio; altamente peligroso por su propensión corrosiva. El derrame de alguno de estos químicos, en forma de residuos, puede producirse por lixivación, filtración, incluso emisiones atmosféricas, poniendo en peligro el ecosistema, así como a la población circundante.

Sobre todo la explotación del litio afecta a las comunidades colindantes, particularmente en lo que respecta al consumo de agua. Las comunidades situadas en el entorno del Salar de Uyuni son agrícola; prioritariamente cultivan quinua. Si los residuos se filtran y alcanzan a los acuíferos mediante lixivación, las reservas de agua potable se contaminarían, inutilizándola para el consumo doméstico, así como para el uso de la agricultura, del mismo modo para la ganadería. La explotación del litio se realiza mediante piscinas de evaporación, que requieren gran cantidad de agua; lo que también disminuye las reservas del agua para el consumo doméstico, la agricultura y la ganadería.

Es indispensable considerar la etnografía y la demografía de la región. La relación de las comunidades y de los poblados con el Salar de Uyuni y el Salar de Coipasa. La distribución cartográfica, el manejo del espacio y la función que cumplen los salares, en lo que respecta al espaciamiento, territorialización, desterritorialización y reterritorialización. En este contexto territorial, tener en cuenta, la presencia, la distribución y el manejo territorial de los ayllus. Así como en menester considerar la distribución en este espacio de las otras poblaciones orgánicas; no solamente las que comúnmente se mencionan como fauna, sino también como flora. Todos estos temas brillan por su ausencia en la implementación de la economía extractivista que se aplica en el Salar de Uyuni.

La mentalidad colonizada

El discurso desarrollista, emitido a propósito del litio, responde a una mentalidad colonial. Por ejemplo, se habla figurativamente, como si se tratara del “petróleo blanco”. Se sugiere, entonces, repetir la historia del “oro negro” con el “oro blanco”, que sería el litio. Es decir, preservar el rol asignado a las periferias por la geopolítica del sistema-mundo extractivista. En el delirio imaginario de la colonialidad se sugiere la proyección de Bolivia como una Dubái de 2050. Esta mentalidad colonizada no tiene otra imagen del futuro sino ésta de la economía rentista; beneficiada con los precios altos del petróleo, en un país que cuenta con cuantiosas reservas de la energía fósil. Se espera que lo mismo ocurra con Bolivia en lo que respecta al litio.

La mentalidad colonizada concibe a la naturaleza como objeto de dominio, de explotación, sobre todo, de extracción. Otra característica corresponde al ideal de Estado rentista combinado o sustentado con la economía extractivista, beneficiada por la demanda de materias primas, en condiciones de precios altos del mercado de minerales. Una tercera característica es que considera que la etapa extractivista de la economía es necesaria; se la concibe como si fuese una etapa anterior a la industrialización, que vendría a ser propiamente el “desarrollo”. Está lejos de comprender que el extractivismo no es ninguna etapa, menos pre-condición de la industrialización, sino parte de la división del trabajo y del mercado internacional en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. La cuarta característica, quizás la más pronunciada de la mentalidad colonial, es que se figura el “desarrollo” como el camino andado por los llamados “países desarrollados”; es decir, se trata de imitarlos. Una quinta característica es la de juzgar a todo lo que se opone al “desarrollo” como obstáculo del mismo y que detiene el “progreso”. Por eso, consideran que la represión a los pueblos indígenas, que defienden sus territorios, está justificada; también les parece justificada la descalificación y estigmatización de las luchas ambientalistas y ecologistas. Incluso llegan a considerar las concesiones a las empresas trasnacionales, por más que estas sean onerosas y nada tengan que ver con algo que se parezca a la soberanía, como explicables en el camino al “desarrollo”.

La mentalidad colonizada es como la consciencia desdichada de la subalternización. Corresponde al sujeto social desgarrado, que resuelve su escisión dramática en los términos y el perfil de una psicología acomplejada, que enmascara con delirios de grandeza y entonando elocuentemente su apego desesperado a las imágenes de vitrina del “desarrollo”. Esta psicología acomplejada puede expresarse en distintas formas discursivas; por ejemplo, nacionalistas, liberales, neoliberales o populistas. La forma discursiva puede parecer distinta; sin embargo, el sentido latente no deja de ser el mismo; la sumisión a los centros del sistema-mundo capitalista.