México: notable incremento de los linchamientos denotan desconfianza en la policía

La inseguridad y la negligencia, así como la inoperancia institucional, expresan la crisis de la autoridad en el nivel microsocial y micropolítico, lo cual contribuye a generar inseguridad, desconfianza y enojo entre los miembros de la sociedad. Al principio, enojo individual pero comparti-do, que en un momento determinado adquiere el carácter de colectivo y en situaciones coyunturales llega a coincidir y se expresa como indigna-ción compartida o moral para marcar el límite tanto a los individuos o grupos que han hecho del delito una forma de vida, como a la autoridad que tolera a la delincuencia o comparte con ella el botín.



Nota introductoria:
La búsqueda de justicia por mano propia al estilo linchamiento correspondiendo a un distanciamiento social de la población respecto de las instituciones acusadas de negligencia y connivencia con la delincuencia organizada y con la destrucción de la naturaleza, se expresa como manera de desplegar iniciativas propias desde la espontaneidad de la multitud, por tanto marcada por los valores individualistas del patriarcado. Mientras no se presente la autoorganización de la vida compartida en comunidad, esa acción seguirá siendo obra de sujetos individuales estigmatizados por la cultura patriarcal. Ello seguirá aumentando en muchas partes debido a la crisis de las instituciones y de las ideologías que tendrán que acrecentar el militarismo y la represión tanto de derecha (tipo Bolsonaro) como de izquierda (tipo Maduro y Ortega) para “mantener” cierto orden social que ya no responde a valores o principios, sino simplemente a la ganancia, la destrucción y la fuerza bruta. El cambio civilizatorio y la multiplicación del sujeto nosotros están a la orden del día y la justicia comunitaria substituirá la de los jueces sometidos al estado y a los linchamientos, como ya está sucediendo en las regiones zapatistas, en los autogobiernos comunitarias, etc.
Jaime Yovanovic (Profesor J)

Análisis de tres décadas
Relacionan el incremento de linchamientos con la desconfianza en la policía

La cifra de casos aumentó de manera alarmante entre 2014 y 2018: investigadores

Periódico La Jornada
Lunes 9 de septiembre de 2019, p. 14

Aunque en las últimas tres décadas se tienen registrados al menos mil 206 casos de linchamiento en el país –179 de ellos consumados; es decir, donde el o los inculpados perdieron la vida–, el número creció de manera alarmante entre 2014 y 2018, con 846 casos del total. No hay entidad federativa exenta de la comisión de estos actos violentos.

La investigación Linchamientos en México: una puesta al día, de los profesores investigadores Raúl Rodríguez Guillén y Norma Veloz Ávila, ambos de la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco (UAM-A), apunta que los estados de México, Puebla y la Ciudad de México reportan 62 por ciento de los casos entre 1988 y 2018.

Pero si a ellos se agregan Oaxaca, Morelos, Chiapas e Hidalgo, en ese orden, este grupo de siete entidades contabiliza 79 por ciento de los hechos reportados en ese lapso de 31 años. En contraparte, cinco estados: Baja California Sur, Colima, Durango, Sonora y Zacatecas, sólo reportan uno cada uno.

Desde la perspectiva de los investigadores del departamento de sociología de la UAM-A, no es fortuito en cuáles entidades se reporta mayor número de linchamientos.

“A manera de hipótesis, podría plantearse que ahí donde se presentan altas tasas de delincuencia que afectan directamente a grupos sociales de recursos medios y bajos, acompañadas de altos índices de impunidad, a los que se ligan sentimientos de inseguridad, la indignación y falta de confianza en las autoridades policiales y de administración de la justicia tiende a expresarse con mayor frecuencia relativa e intensidad la violencia social, particularmente en lo que se refiere al fenómeno de los linchamientos”, aluden los especialistas en las conclusiones.

La investigación divide en tres periodos el registro: 1988-1995, cuando los casos son poco frecuentes y se registran entre uno y nueve casos por año.

Entre 1996 y 2009 ya son un “problema notable”, con 195 sucesos en el subperiodo y representan 14 ajusticiamientos por año en promedio.

De 2010 a 2018 es el lapso durante el cual el fenómeno de los linchamientos, como “presumibles actos de justicia por propia mano, cobra una gravedad extrema”: se cuentan 985 casos, con un alarmante promedio anual de 109.

El trabajo de los investigadores Raúl Rodríguez y Norma Veloz –que da seguimiento a uno realizado en 2014–, advierte que el estado de México es un caso “especialísimo de estudiar”, pues tiene 27 por ciento de los ajusticiamientos producidos en el país entre 1988 y 2018.

Además, los registros muestran un carácter regional en el fenómeno, pues si bien estos eventos violentos se han producido en todo el país, es en la región central donde se presenta con mayor frecuencia.

De hecho, al comparar ambos trabajos, los investigadores de la UAM-A exponen que el fenómeno de los linchamientos se ha recrudecido y extendido del centro hacia el sureste del país, aunque sin alcanzar mayor presencia en la península de Yucatán; en tanto, las regiones norte y occidente continúan siendo menos propicias para su aparición, hecho que también tendría que ser analizado.

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El texto a continuación fue escrito en 2011, pero se trata del mismo autor aludido en el artículo:

Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México

Raúl Rodríguez Guillén*
http://www.scielo.org.mx/pdf/polis/v8n2/v8n2a3.pdf

La crisis de autoridad es la causa más profunda de la violencia social y la indignación moral; es el detonante que expresa que los límites sociales se han roto y es necesario poner coto a la corrupción e inepti-tud de las autoridades, así como al abuso que cometen en contra de la sociedad. En el presente artículo mostramos cómo los linchamientos son una de las formas de violencia social que muestran el hartazgo de la sociedad frente a la autoridad que no actúa o que lo hace de manera incorrecta.Palabras clave: linchamientos, violencia social, crisis de autoridad, indignación moral, usos y costumbres.Violencia social y crisis de autoridad La violencia común, lo mismo que la violencia que ejercen grupos más o menos organizados, son expresión de la crisis de autoridad o del estado que se vive en México y cuya tendencia principal la encon-tramos en el crecimiento sin límite de la delincuencia (individual y or-ganizada). Sin embargo, son las ejecuciones (de civiles, policías, funcio-narios públicos, militares, etcétera), los enfrentamientos entre bandas organizadas y policías o militares y los linchamientos, las expresiones en las que podemos tener un referente más acabado del grado de erosión de las instituciones y de los niveles de corrupción de las personas que tienen como función hacer respetar la ley y el orden social y político. Las ejecuciones y los linchamientos se pueden analizar como expresión de violencia social localizada, en la que grupos de colonos, miembros * Profesor-investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Me-tropolitana, Unidad Azcapotzalco, coordinador del Grupo de Investigación Sociología de la Política y Políticas Públicas. Correo electrónico: .POLIS 2012,vol. 8, núm. 2, pp. 43-74
44de una comunidad o grupos de la delincuencia organizada ejercen la violencia frente a situaciones o condiciones que ponen en riesgo los principios de convivencia pacífica. Reflexionar sobre la violencia impli-ca necesariamente pensar el problema de la crisis de autoridad, debido a que ambos se encuentran unidos por un elemento común: la acción colectiva que señala que los límites sociales se han roto y que es nece-sario restituir o cambiar la autoridad o sus fundamentos (leyes e institu-ciones), o bien ambos al mismo tiempo.Una primera manifestación de la violencia social es la que podría-mos llamar resistencia, y esta puede tomar formas violentas, expresarse en la negativa a cooperar o bien manifestarse como la negativa a adop-tar una práctica social desconocida o nueva; el sabotaje es otra de sus formas. Pero como violencia práctica la encontramos en el ejercicio de la presión, el uso de la fuerza, la cohesión; en suma, el poder sobre otros. La violencia puede ser individual o estructural. La primera la ejercen individuos que, en posesión de medios técnicos, son capaces de imponer su voluntad a otro u otros (ejemplo típico es el del ladrón que somete a sus víctimas para despojarlas de sus pertenencias), el agresor puede ser identificado, es la violencia frente a frente. La segunda forma es de carácter social, se da como expresión de desigualdades de poder y condiciones de vida.2La violencia, al igual que el poder, es una manifestación universal. La podemos encontrar en toda sociedad y bajo diversas formas como expresión moral de la razón y la pasión en el actuar de sujetos que ejercen su libertad. Todo actuar colectivo es un actuar moral, aun cuan-do manifieste malestar y se desborde en pasión pura. El origen de la violencia es exterior al individuo, pero expresa su subjetividad en una relación concreta volviéndola un proceso íntimo; es decir, manifiesta la  La acción colectiva ha sido estudiada desde diferentes enfoques, entre los cuales destaca el de Neil J. Smelser (989) en su libro Teoría del comportamiento colectivo. Por su parte, Mancur Olson (992) y Charles Tilly señalan el carácter reactivo de la acción colectiva en relación con los procesos de modernización de las sociedades, aunque difieren en cuanto a las conductas de los actores. Para el primero, son de tipo defensivo y para el segundo, ofensivo o propositivo; es decir, para Olson los actores se oponen a la modernización y para Touraine (987) estos quieren influir en calidad de participantes. En el caso de los linchamientos la acción colectiva es reactiva frente a la tendencia creciente de la violencia en la sociedad y cuerpos policiacos, al mismo tiempo que es restitutiva de la normalidad social. Se trata de acciones que si bien son pasionales, mantienen algunos rasgos de racionalidad.2 Al respecto se puede consultar el libro de Devalle (2000).Raúl Rodríguez Guillén
45falta de límites en la acción o relación con los demás. Así, la violencia es expresión de la crisis de autoridad, en la que un hombre o un grupo de hombres desean expresar su inconformidad con un orden que ha deja-do de ser referente de su actuar, cuyo sentido privilegia nuevos valores, intereses, mitos y ritos.La violencia es un medio, es instrumental y no deja de tener una carga moral, siendo, como es, expresión social. Pero la violencia, como todos los medios, precisa una guía y una justificación, lo cual nos per-mite conocer la razón misma de la violencia. No creemos que los fines justifican los medios, pero es necesario conocer los fines para entender el carácter de la violencia misma.Violencia y poder son una díada inseparable, el uno es condición del otro, el poder tiene como origen y fundamento a la violencia misma, pero cuando la violencia se hace acompañar de una multitud, de un grupo, cuando es colectiva, expresa “rebelión o bien estabilidad social”. En tal sentido, Nicolás Maquiavelo decía: “Así es la índole de la multi-tud, o sirve con humildad o domina con insolencia [pero] no se debe culpar a la multitud más que a los príncipes, porque todos cometen demasías cuando nada hay que las contenga” (Maquiavelo, 97: 45). Completaba su idea con el señalamiento de que las faltas que cometen los pueblos provienen de la negligencia o las faltas de los gobernantes; es decir, en última instancia, los gobernantes son los autores de la violen-cia que priva en la sociedad. Cuando los gobernantes cumplen con su función y esta es reconocida por la sociedad, la autoridad se mantiene y mantiene alejado el peligro de la violencia. El grado de erosión de la autoridad se puede medir por el nivel del agravio sufrido por una socie-dad (por el grupo de colonos, por los pasajeros de un microbús, por una comunidad), así como por la violencia desarrollada.La falta de un poder común o bien la ausencia de autoridad son la causa de la violencia; la ausencia de derecho, legalidad o justicia, porque donde no hay poder común, la ley no existe, y donde no hay ley, no hay justicia. No podemos dejar de pensar en la violencia sin remitirnos a la autoridad, la ley y la justicia. Es de reconocer que hoy día existen grupos de la sociedad, cada vez más numerosos, que han generado prácticas que no están reconocidas por la ley, pero tampoco están prohibidas, o bien están prohibidas pero no son castigadas. A estas últimas pertenecen las ejecuciones y los linchamientos, pues la violencia puede servir para dramatizar las reivindicaciones y llamar la atención pública, para decir:

46aquí estoy, el orden está fallando o ya no funciona. Pero curiosamente, encontramos la violencia como fundamento último del mismo orden.La crisis de autoridad apunta a una erosión de los fundamentos del Estado, primero en la desobediencia a la persona en la que recae la auto-ridad y símbolos, para pasar a cuestionar después sus instituciones y las leyes que lo soportan. Una crisis de autoridad puede ser superada con la modificación de prácticas de algunas de las personas en las cuales recae la función pública y que no cumplen con esta. Una crisis del Estado de derecho implica cambiar el conjunto de su arquitectura institucional y constitucional. Crisis de autoridad y crisis del Estado de derecho son grados diferentes de un mismo fenómeno; en una basta con restituir los funda-mentos de la legitimidad; en la otra es necesaria una reforma profunda de las bases institucionales y constitucionales,3 pero en ambas la violencia es el símbolo de la erosión que se vive.La violencia se justifica solo cuando se ejerce como forma de defensa, como razón última. La violencia como venganza, entendida como forma única de emparejar las cosas, como medio para restablecer la convivencia, “únicamente debe oponerse la fuerza a la fuerza injusta e ilegal” (Locke, 982). A decir de T. Hobbes el Estado de naturaleza es violencia cruda, simple, sin adjetivos; mientras que para J. Locke, en la sociedad civil la violencia es justa o injusta, dependiendo de las razones, por lo cual es po-sible que la sociedad se rebele contra los gobernantes, o bien se defienda ante cualquier acto en contra de su libertad, su propiedad, su dignidad o su vida. La falta de un poder común, de un juez imparcial o una ley reco-nocida por la mayoría son causas de la violencia, así como la inobservan-cia de la ley por parte de un miembro de la sociedad o por una autoridad que con sus actos agravia a la sociedad. Se puede preguntar si en México existe ley reconocida y juez imparcial, si la autoridad cumple las funciones para las cuales fue investida, si la sociedad reconoce tal autoridad o bien, si la violencia es expresión de su crisis.3 Si atendemos al planteamiento de Max Weber, es necesario distinguir entre tipo de au-toridad a partir del mandato específico (legal-racional, tradicional o extracotidiano), pero es la creencia en el contenido del mandato lo que explica la existencia de la legitimidad de la autori-dad. El Estado de derecho tiene como fundamento la ley y las instituciones necesarias para hac-erla cumplir. La violencia llevada a cabo por la guerrilla o por grupos de narcotraficantes tiene como referente la crisis de las instituciones y las leyes, no solo de la legitimidad; en las formas mencionadas se disputa incluso el monopolio de la violencia legítima, fundamento del Estado. Al respecto se pueden consultar las obras de Max Weber Economía y sociedad y El políticoy el científico, en las cuales aborda el fenómeno del poder, la violencia y la legitimidad.Raúl Rodríguez Guillén
47El fenómeno de los linchamientos ha registrado un importante cre-cimiento durante los años recientes en diferentes países de América La-tina; la situación obliga a reflexionar sobre lo novedoso de esta forma de violencia colectiva. No son muchos los investigadores que han delibera-do al respecto, más bien ha sido un tema que llena las páginas de la nota roja de diferentes diarios y algunos editoriales en noticiarios de radio y televisión, los cuales hemos leído o escuchado en algún momento.En este contexto, a lo largo de las dos últimas décadas se han regis-trado más de 200 linchamientos o intentos de linchamientos en dife-rentes estados de la República (cuadros  y 2). Esto implica un prome-dio anual de  situaciones de ese tipo, en las que llama la atención la violencia ahí expresada, con la participación de hombres y mujeres de diferentes edades que intervienen de manera directa o bien instigando la violencia. Se trata de agresiones y castigos contra individuos a quie-nes se les asocia con la tentativa de robo, violación, abuso policiaco, atropellamiento, secuestro, entre otras imputaciones. Causalidades que sin embargo, es importante no mitificar, dado que los hechos de vio-lencia que les siguen ocultan motivos más profundos que es necesario investigar para poder explicar el fenómeno del linchamiento. El descon-tento casi siempre presente parece proceder de algo más que el hecho inmediato: no se puede explicar la indignación individual –y menos la colectiva– por un robo, un atropellamiento o algún abuso policiaco.Es necesario enfatizar que la problemática a la cual nos enfrentamos, como integrantes de una sociedad no es un linchamiento aislado –por ejemplo, el ocurrido en Tláhuac, Distrito Federal–, sino una amplia secuencia de linchamientos a lo largo y ancho del país tanto en zonas urbanas como rurales. Lo que hoy se manifiesta como violencia colecti-va parece ser un amenazador referente del punto de erosión que se vive en la autoridad administrativa, política y religiosa, así como al interior de la familia, las comunidades, barrios y colonias de las diferentes enti-dades del país. Parece ser que la violencia es, a fin de cuentas, ausencia de autoridad, y señala los límites que cada grupo de colonos, miembros de una comunidad o un pueblo están dispuestos a tolerar antes de to-mar medidas directas y drásticas, como son los linchamientos. Si bien la violencia es condenable desde cualquier punto de vista, es necesario explicar su origen y manifestaciones. Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
48Cuadro 1. Linchamientos o intentos de linchamiento en México, 1988-1999EntidadModalidadTotalMuerteTentativaBaja California20.93%0.93%.87%Campeche00.00%0.93%0.93%Chiapas8207.48%.87%9.35%Chihuahua342.80%0.93%3.74%Coahuila20.93%0.93%.87%Distrito Federal268.87%4.95%6.82%Guerrero5834.67%7.48%2.5%Hidalgo230.93%.87%2.80%Jalisco20.93%0.93%.87%México3922.80%8.4%.2%Morelos9878.4%7.48%5.89%Nayarit0220.00%.87%.87%Oaxaca09.35%0.93%0.28%Puebla0220.00%.87%.87%Sonora00.93%0.00%0.93%Tlaxcala230.93%.87%2.80%Veracruz224.87%.87%3.74%Total48590744.86%55.4%00.00%Raúl Rodríguez Guillén
49Cuadro 2. Linchamientos o intentos de linchamiento en México, 2000-2010EntidadModalidadTotalMuerteTentativaAguascalientes00.00%0.78%0.78%Campeche00.00%0.78%0.78%Chiapas0220.00%.55%.55%Chihuahua453.0%0.78%3.88%Distrito Federal88266.20%3.95%20.6%Guerrero202.55%0.00%.55%Hidalgo00.00%0.78%0.78%Jalisco00.78%0.00%0.78%México45553.0%39.53%42.64%Morelos473.0%5.43%8.53%Oaxaca5723.88%5.43%9.30%Puebla0330.00%2.33%2.33%Querétaro00.00%0.78%0.78%Quintana Roo00.00%0.78%0.78%Tamaulipas00.00%0.78%0.78%Tlaxcala230.78%.55%2.33%Veracruz0220.00%.55%.55%Yucatán00.00%0.78%0.78%Total29002922.48%77.52%00.00%Elaboración propia. Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
50Lo anterior nos lleva a plantear una serie de preguntas que buscan comprender las causas de la violencia, tanto individual como colectiva, que se expresa en los linchamientos. ¿Acaso la violencia expresa la des-composición social? ¿Por qué se llega a un grado de irritación social tal que un grupo de personas decide linchar a uno o varios individuos? ¿Es acaso el linchamiento una forma de ejercicio de la justicia de manera directa, por encima y aun en contra de la misma autoridad? El número de preguntas se puede incrementar pero es a las anteriores a las que se trata de dar respuesta en las siguientes páginas.La crisis de autoridad expresa la causa más profunda de la violencia social; así, lo que se pretende es explicar los linchamientos a partir del vacío que tanto autoridades legales como tradicionales han generado, el cual es ocupado por la violencia de diferentes formas. La crisis de auto-ridad se acompaña de un sentimiento de indignación compartido por individuos y grupos de colonos o pobladores de comunidades, que ante la falta de respuesta de las autoridades o la ausencia de seguridad, estalla ante el menor pretexto y se expresa como violencia incontenible.El aumento del robo con violencia, la violación, el secuestro y los abusos de miembros de los cuerpos policiacos, así como la incompetencia y corrupción que priva en el Ministerio Público4 marcan el ritmo de la violencia social y el grado de erosión de la autoridad policiaca y adminis-trativa. Los delitos antes mencionados, son la causa del mayor número de linchamientos, así como del número creciente de presos en las cárceles de México, lo cual representa una parte de la violencia social.Los linchamientos5 en Oaxaca, Morelos, Guerrero, Chiapas, Distri-to Federal, Estado de México, Veracruz, Tlaxcala, Puebla, Chihuahua y otros lugares, así como las rebeliones en Chiapas, Guerrero, Morelos y Oaxaca, en las cuales grupos de la sociedad y comunidades enardecidas deciden hacer justicia por propia mano, son el objeto de mi reflexión.4 Considero la falta de castigo al robo, a la violación y al abuso policiaco como el principal factor de indignación a la sociedad; es decir, no son el robo o la violación en sí, sino la cor-rupción de las autoridades, que implica el aumento de los delitos mencionados. De ahí que me refiera a estos delitos como iguales a pesar de las grandes diferencias. La similitud estriba en la falta de castigo o el castigo insuficiente.5 Generalmente cuando se habla de linchamientos se opta por una condena a su carácter violento y pasional, pero al mismo tiempo se les justifica cuando se señala que el linchado es un ladrón o un violador, omitiendo la causa e incluso el carácter restitutivo en el sentido en que llama la atención a la autoridad sobre el rechazo de la sociedad a la violencia, la impunidad y la ineficacia de la autoridad.Raúl Rodríguez Guillén
5Ahora bien, la indignación moral que antecede a la violencia, no es, como dice Smelser (989), expresión de la frustración individual transformada en conducta colectiva que adquiere forma en la multi-tud. No tiene un carácter irracional, ni es una conducta anómica, en el sentido de Emile Durkheim (997a); tampoco es la manifestación de un elemento enfermo del sistema social, como plantea Alaine Touraine (987), pues no es expresión de la falta de adaptación a una nueva situa-ción. Es, a nuestro entender, un rechazo a la autoridad que no cumple y un intento por restablecer los principios de convivencia pacífica; es un poner límites sociales al abuso de autoridad, la impunidad y el aumento de la delincuencia. Es un querer restablecer los principios de armonía, de convivencia pacífica, y al mismo tiempo de los órganos encargados de que se cumpla la ley.Con esto no queremos decir que los linchamientos sean expresión de una causa justa, ni mucho menos que la violencia sea la mejor for-ma de solucionar los conflictos; simplemente señalamos que los lincha-mientos tienen cierta connotación de acción colectiva capaz de generar simpatía entre grupos de la sociedad. Al margen de si tiene o no un carácter legitimo o cuándo es que lo tiene, es necesario identificar las causas de los linchamientos.Hablar de violencia colectiva es hablar del orden social y político, es hablar de crisis de autoridad, es considerar hechos que aparecen como nota roja en los diarios en su dimensión política, en la que un crimen realizado por un grupo o una comunidad adquiere significado para el conjunto de la sociedad y para las autoridades. Cuando la sociedad lin-cha pone en tela de juicio a las autoridades, la justicia, los cuerpos po-liciacos y el Ministerio Público. Cuando la nota roja en forma reiterada da cuenta de ejecuciones, motines, y linchamientos, indirectamente da cuenta del incremento de la violencia, de la delincuencia, de la crisis de autoridad, al mismo tiempo que de la incapacidad para explicar la naturaleza del fenómeno que es el motivo del presente estudio.Pretendemos explicar las causas y el fenómeno de los linchamientos, así como las regiones donde este se expresa con mayor frecuencia, sin olvidar que el robo, la violación y el abuso de autoridad son las causas inmediatas que se asocian a los linchamientos. Destacan México, Dis-trito Federal, Oaxaca, Chiapas, Morelos Guerrero como las entidades donde el linchamiento y su tentativa han registrado un mayor incre-mento. En ellas se concentran alrededor del 70% de los casos registra- Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
52dos (cuadro 3). En contra de lo que suele creerse, los usos y costumbres no son la causa del fenómeno, que tampoco está asociado al carácter rural de las comunidades. Diferimos de quienes afirman que los usos y costumbres son la causa de los linchamientos, y recurrimos a varios ejemplos de linchamientos en zonas netamente urbanas y con actores también urbanos.Cuadro 3. Entidades con mayor número de linchamientos o intentos de linchamiento EntidadConclusiónMuerteTentativaTotalChiapas842Chihuahua729Distrito Federal03444Guerrero785Estado de México75966Morelos3528Oaxaca5823Puebla055Tlaxcala246Veracruz246Total74324Elaboración propia.La relación entre crisis de autoridad y violencia se encuentra atra-vesada por lo que denominamos indignación moral. Destaca su carácter colectivo compartido por grupos de individuos agraviados por la de-lincuencia y la negligencia de jueces y Ministerio Público, así como el abuso de las autoridades policiacas locales, estatales y federales. Los linchamientos pueden ser explicados desde diferentes enfoques o bien a partir de una sola perspectiva en la que existe variedad de mati-ces. Pero es ante la ausencia de un poder reconocido capaz de contener la conflictividad social, o a falta de un juez imparcial y leyes que expre-sen las necesidades sociales o ante el incumplimiento de su función por parte de uno o varios miembros de la autoridad, que la sociedad queda en situación de manifestarse por medio de la violencia. La ley, el juez Raúl Rodríguez Guillén
53o el poder reconocido son, en suma, expresión de la autoridad y del orden, y su crisis es causa de la violencia social y política.Consideramos que la principal causa de los linchamientos es la crisis de autoridad, expresada por el incremento de la delincuencia sin castigo o con castigo insuficiente, o bien, resultado de la corrupción o negligen-cia de jueces, Ministerio Público e integrantes de cuerpos policiacos. Es esta la causa profunda.6 Es necesario entender que los miembros de la sociedad rechazan de manera individual a policías y ladrones por igual y extienden ese rechazo a los miembros del gobierno en general, pero es cuando adquiere un carácter colectivo y en la práctica se convierte en violencia, que nos referimos a la indignación moral.Entendemos por indignación moral el punto de quiebre en el que la sociedad o un grupo más o menos organizado de esta expresa mediante la violencia colectiva el rechazo a diferentes formas de alterar los ritmos de la vida cotidiana; cuando las ofensas de algún miembro de la socie-dad o de alguna autoridad estatuida generan el descontento, pero ya no a nivel individual, sino colectivo. La indignación moral se expresa casi siempre como acción colectiva y la violencia es el medio por el cual se pretende ejercer el reclamo, que los individuos por sí mismos, no po-drían llevar a cabo. Es una forma de poner límite a diferentes acciones individuales y organizadas que ofenden la dignidad, la propiedad y la vida de las personas de manera constante y a grado tal que generan con-diciones para estallidos violentos.La violencia expresa la indignación moral de grupos de colonos o miembros de una comunidad que han decidido poner coto a la vio-lencia de la delincuencia y los abusos de la misma autoridad. Cuando decimos que la indignación ha alcanzado el rango de moral nos referi-mos a que a) la acción deja de ser individual y se convierte en colectiva; b) quienes actúan expresan lo que otros piensan aunque no lo lleven a la práctica, y c) la violencia que se expresa en los linchamientos es aceptada, es decir, goza de la legitimidad que la autoridad ha perdido. A decir de Emile Durkheim (997a), “una regla moral expresa, […] 6 Se me puede cuestionar respecto de los elementos que considero para establecer que vivimos una situación de crisis de autoridad, pero para los fines que me planteo es suficiente si acordamos que la autoridad en términos macro involucra elementos tales como: los procesos electorales, los partidos políticos, las reglas de la competencia político-electoral, etcétera. En términos micro el ejercicio de la autoridad vinculada con delincuencia, violencia y abuso poli-ciaco, los mencionados son nuestro referente. Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México

55inmediata del mayor número de linchamientos en el México contem-poráneo (cuadro 4), lo que representa una parte de la violencia social.8Cuadro 4. Linchamientos o intentos de linchamiento por región y causaCausaRegiónTotalNorteCentroSurRobo4573798Violación39628Abuso de autoridad629Asesinato09423Confusión00Secuestro2945Religión0527Disparo o herida de bala35Atropellamiento0808Golpes02Desacuerdo de Criterios2552Herida con arma blanca02Disturbios02Total42494232Elaboración propia.Los linchamientos expresan la violencia en la cual grupos de colo-nos de alguna ciudad o integrantes de determinada comunidad deciden “hacer justicia” por propia mano, considerando que: primero, son actos violentos en los cuales algunos grupos de la sociedad deciden poner un coto a los abusos de autoridad y a la negligencia de jueces, policías y funcionarios públicos; segundo, la violencia social tiene carácter po-lítico en la medida en que se cuestiona la autoridad en sus distintos niveles, así como el orden político y social existentes; tercero, la acción 8 La guerrilla; los conflictos agrarios, electorales o por límites de tierras entre diversas comu-nidades; los ajustes de cuentas entre narcotraficantes, entre otros tipos de conflicto que no serán abordados en el presente trabajo, también son expresión de la crisis de autoridad. Guerrilla y conflictos agrarios confluyen en lo que denominamos rebelión, que teniendo un mismo origen –la crisis de autoridad–, por su magnitud y su mayor capacidad para permanecer por periodos largos, cuestiona los fundamentos del Estado (legalidad, institucionalidad y monopolio de la violencia). Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
56social-colectiva pretende restablecer el orden, aunque sea por medios violentos.9El literario espíritu de Fuenteovejuna o el hacer justicia por propia mano, evidencia los momentos cruciales de la crisis por los cuales atra-viesa el aparato judicial y policiaco en el país, así como el alto gra-do de inconformidad de la sociedad ante la impunidad, el abuso y la prepotencia de las autoridades civiles, judiciales, militares y policiacas. Cuando nos referimos al espíritu de Fuenteovejuna queremos significar las condiciones, tanto materiales como psicosociales, que confluyen en un momento determinado y que generan la posibilidad de la violencia colectiva.En el sentido antes mencionado, Carlos M. Vilas (200a: 34), señala: El discurso de los actores políticos convencionales (por ejemplo dirigentes, partidos, dependencias gubernamentales, sindicatos, cámaras empresaria-les) suele poner el acento en los referentes macropolíticos y macrosociales de la legitimidad, pero la mayoría de la gente construye sus juicios de legi-timidad en el nivel microsocial sobre el cual posee, o espera poseer, alguna capacidad de decisión. La legitimidad se expresa de manera concreta en la vida diaria, en el plano existencial, y se construye a partir del efecto en ese nivel de los procesos macrosociales, macroeconómicos y macropolíticos.La crisis de autoridad en el nivel microsocial es a la que nos referimos y es el nivel en el cual se expresa como indignación moral y violencia colectiva, cuando la violencia se vuelve recurrente. Entonces podríamos señalar que se encuentran en crisis los fundamentos del Estado; es decir, entraríamos en el nivel macrosocial y macropolítico.Un punto en el cual coincido con Carlos Vilas (200a: 3) es en la caracterización de la violencia como una “reacción a la ineficacia de las instituciones públicas para hacer efectiva su propia legalidad”. Consi-dero que lo que Vilas llama “ineficacia de las instituciones públicas” es lo que hemos llamado crisis de autoridad, el punto de quiebre en el que las instituciones o los hombres investidos de autoridad han cedido, que 9 El restablecimiento del orden por la vía violenta no es un fenómeno nuevo y no requiere que quienes actúan violentamente estén conscientes del resultado de su acción; no es necesario que los actores se organicen en forma racional, permanente o bien que pretendan hacer justicia de manera paralela. Raúl Rodríguez Guillén
57se manifiesta como negligencia en su función, abuso de la misma, co-rrupción o interpretación equívoca de la ley. La violencia ocupa el lugar que la autoridad, tanto tradicional como racional, ha dejado de ocupar; la violencia ocupa el vacío de autoridad que expresa la crisis. Comparto con Carlos Vilas (200b: 28-29) que son “el clima de inseguridad generalizada y la convicción respecto de la inoperancia o la complicidad de las instituciones públicas [los que] definen el trasfondo social de los linchamientos”, a lo cual agrega que “los linchamientos tie-nen mucho de explosión de ira, lo cual contribuye al carácter brutal e in-cluso desproporcionado de la violencia que ejercen contra sus víctimas”. La inseguridad y la negligencia, así como la inoperancia institucional, son expresiones de la crisis de la autoridad en el nivel microsocial y micropo-lítico y contribuyen a generar desconfianza y enojo entre los miembros de la sociedad. Se trata de un enojo primero individual, pero compartido, que en un momento determinado adquiere un carácter colectivo, y en momentos coyunturales, cuando llega a coincidir, se expresa en forma de una indignación moral compartida que marca el límite tanto a los indivi-duos como a los grupos que han hecho del delito una forma de vida como a la autoridad que los tolera o que comparte con ellos el botín.En tal sentido, para explicar el fenómeno de los linchamientos con-sideramos como punto de partida a la autoridad que ha dejado de ope-rar o que lo hace incorrectamente, y aun cuando el contexto sea de crisis económica, no es en esta donde encontraremos la explicación. Por tanto, la crisis de autoridad es la causa de explicación más profunda del origen de la violencia y en particular de los linchamientos. Buscar en otro lugar impide avanzar en su explicación. Así, cuando Carlos M. Vi-las, Carlos Monsiváis, la Misión de Verificación de Naciones Unidas para Guatemala y José Luis Soberanes Fernández señalan que la falta de conformación del Estado de derecho es la causa, equivocan el nivel de análisis. Esa conclusión sería procedente solo si el fenómeno de los linchamientos se extendiera a lo largo y ancho de México o de cualquier otro país, y al mismo tiempo se incrementara su incidencia al grado de convertirlo en una forma de resolver los conflictos aceptada por la sociedad. Es decir, que la práctica de la violencia adquiriera el rango de uso y tendiera a convertirse en costumbre o referente para introducir una nueva legalidad.Injusticia e indignación moral son una díada inseparable que a par-tir de la crisis en la impartición de la justicia y el abuso de los cuerpos Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
58policiacos permite explicar la acción colectiva de una comunidad enar-decida que se hace “justicia” por propia mano con el fin de restaurar el orden, expresando “la extraordinaria pretensión de que la fuerza y el espíritu del populacho son necesarios para poner en vigor las leyes” (Thompson, 979: 87). La sociedad actúa, casi siempre, consciente-mente y detrás de su acción podemos encontrar un claro mensaje de que las cosas no están funcionando como deberían. El actuar violento y colectivo no es solamente una llamada de atención, es en sí una pro-puesta de restitución del orden, que de no ser atendida se puede trans-formar en una propuesta de cambio.A decir de Barrington Moore (989), una determinada acción vio-lenta se puede convertir en la base de una nueva legalidad. Agregaría-mos: cuando dicha acción se acompaña de la idea de restituir o cambiar el orden y se convierte en justa, legítima y portadora de un código de valores que cohesionan a los actores del drama. A su vez, Hannah Aren-dt (973: 87) señala: “La ley puede, desde luego, estabilizar y legalizar el cambio, una vez que se haya producido, pero el cambio es siempre resultado de una acción extra-legal”. Acción extralegal que cuenta, por supuesto, con el consentimiento de una parte significativa de la socie-dad en cuestión, lo cual le confiere un carácter de legitimidad.La cohesión social puede explicarse por la armonía de las institu-ciones con la sociedad, o bien, por un creciente rechazo de esta a las instituciones o a sus representantes; en ambos casos no se trata de una expresión de anomia, en el sentido utilizado por Emile Durkheim, sino más bien de un principio de cambio con conservación de valores, cuyo fin es la restitución del orden quebrantado. La crisis de autoridad apunta a una erosión de los fundamentos del Estado, primero por la desobediencia a la persona en la que recaen la autoridad y símbolos, para pasar a cuestionar después sus instituciones y las leyes que lo soportan.Decir que los linchamientos en México son expresión de la crisis del Estado de derecho es pretender que este ha sido rebasado en sus bases normativas y es necesario modificarlas, al igual que las instituciones que le dan vida. Pero cabe señalar que hoy día bastaría con hacer cum-plir puntualmente las leyes y erradicar la corrupción que envuelve a los cuerpos policiacos, Ministerio Público y jueces para que el Estado recu-pere parte de la legitimidad perdida. Una crisis de autoridad puede ser superada con la modificación de prácticas de algunas de las personas en las cuales recae la función pública y que no cumplen con ella. Una crisis Raúl Rodríguez Guillén
59del Estado de derecho implica cambiar el conjunto de su arquitectura institucional y constitucional. Crisis de autoridad y crisis del Estado de derecho son grados diferentes de un mismo fenómeno. En una basta con restituir los fundamentos de la legitimidad; en la otra es necesaria una reforma profunda de las bases ins-titucionales y constitucionales. Pero en ambas la violencia es el símbolo de la erosión que enfrentan.Algunos ejemplosHabitantes de San Juan Ixtayopan, en la delegación Tláhuac en el Dis-trito Federal, lincharon a dos oficiales de la Policía Federal Preventiva y un tercero salvó la vida gracias a la intervención del Grupo Especial de Reacción Inmediata. El motivo fue el rumor propalado por habitantes del lugar, en el que se acusaba a los oficiales de pretender secuestrar niños de una escuela primaria. “Los tres agentes fueron amarrados por la multitud en la calle Educación Tecnológica, colonia Torres Bodet, donde se congregaron más de 200 personas” (Fernández, 2004). Señalamos líneas arriba que la causa de los linchamientos puede ser un simple rumor, siempre y cuando existan condiciones que permitan que este se propale y sea considerado motivo suficiente, como fue el caso de la delegación Tláhuac.A raíz de los linchamientos, el entonces presidente de la República, Vicente Fox Quesada, “dijo que la autoridad del Distrito Federal ‘de alguna manera ha tolerado los linchamientos’ y esa idea de hacerse jus-ticia por propia mano, y aseguró que su gobierno no está dispuesto a aceptar más hechos de ese tipo” (Saldierna y Herrera, 2004: 35). Decir lo anterior era aceptar que los linchamientos sucedidos durante los últi-mos cuatro años habían sido tolerados por su gobierno.Sobre el mismo hecho, el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, dijo: “‘no es un hongo que aparece de pronto’ […] sino algo que desde hace tiempo se viene gestando por el clima de violencia que se vive en todo el país [… y] advirtió a las autoridades que de no poner alto a la impunidad la gente seguirá cometiendo estos delitos” (Román, 2004: 42).Podemos afirmar que la crisis de autoridad ha alcanzado a la mis-ma Iglesia, que ha sido incapaz de incidir o influir en quienes han Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
60participado en los diferentes linchamientos, en un país con una po-blación mayoritariamente católica. El sacerdote del pueblo Magdale-na Petlacalco en la delegación Tlalpan, en referencia a otro caso de lin-chamiento, afirmó: “Los días lunes y martes se confesaron aproxima-damente 500 personas del pueblo de Magdalena. Hay tanta gente que se ha arrepentido como gente que no lo ha hecho. Ignoro quién haya incitado al linchamiento, y quién haya participado directamente, ya que cuando llego no identifico a nadie más que a los fiscales mencio-nados” (cdhdf, 2002: 42). Ni en secreto de confesión aceptaron su participación los habitantes de Magdalena; dijeron desconocer quién incitó, no aceptaron que el linchamiento hubiera sido un error. Ante los hechos, podemos afirmar que ni la autoridad moral de la Iglesia es suficiente para detener a un colectivo enardecido que ha tomado la decisión de hacerse “justicia por mano propia”. ¿Podrá la policía evitarlo?, y de ser así, ¿a qué costo?En Guadalajara, “un asaltante fue linchado por pasajeros que viaja-ban en un camión del transporte urbano, cuando intentó robar algunas alhajas a dos jóvenes que iban a bordo de la unidad. […] Las jóvenes comenzaron a gritar y uno de los pasajeros se levantó de su asiento para someter al asaltante, pero este lo recibió con un golpe en la nariz y le ocasionó una hemorragia; luego despojó de sus pertenencias a otros pasajeros y al momento en que se dirigía al chofer, este cerró las puertas del vehículo para impedir que escapara. De inmediato Rodríguez Zeti-na fue sometido por varios pasajeros, quienes comenzaron a golpearlo. Uno de ellos desprendió la cadena que divide el asiento del conductor y se la enredó en el cuello al delincuente, estrangulándolo en esos mo-mentos” (Rico, 997: 2).Durante las primeras investigaciones se confirmó que los pasajeros se hicieron justicia por su propia mano y de inmediato huyeron del lugar de los hechos, por lo que resultó imposible su identificación. Difí-cilmente se puede identificar a quienes por azar han compartido el viaje en un autobús. No se puede explicar la acción violenta de los pasajeros, lo único que podemos decir es que la presencia de la ira que provoca la indignación moral es la causa del linchamiento.El linchamiento del asaltante ocasionó la reacción de representantes de diversos sectores sociales. El dirigente del Partido de la Revolución Democrática en Jalisco, Gilberto Parra, consideró que los índices de inseguridad pública en Guadalajara “llegaron a límites de intoleran-Raúl Rodríguez Guillén
6cia”. Dirigentes de agrupaciones de abogados indicaron que esos hechos constituían un síntoma de la incapacidad de las autoridades municipa-les y estatales para reducir los índices de inseguridad pública en la zona metropolitana de la capital jalisciense (Rico, 997: 2). La violencia colectiva en las ciudades es expresión del agravio moral; es decir, los individuos llegados a cierto punto de enojo no pueden con-tener más la necesidad de castigar a quienes de una u otra manera han abusado ante la inactividad o ineficacia de policías y jueces.En otro caso, este ocurrido en la ciudad de México, dos ciudadanos comunes estuvieron a punto de ser linchados, igual que el conductor de un trolebús, por un accidente vial del cual no tenían culpa alguna. Lograron salvar la vida gracias a la rápida intervención policiaca: Elementos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (pgjdf) evitaron que vecinos de la colonia Juan González Romero, en la delegación Tlalpan, lincharan a dos personas luego de que un motociclista se impactara en la parte trasera de la unidad en que viajaban y muriera en el percance. La multitud acusó al tripulante, Israel Ramírez, y a su acompañante de ser los culpables del accidente y por ello quisieron lincharlos; sin embargo, gracias a que llegaron agentes judiciales adscritos a la delegación Tlalpan pudieron salir de la casa y ser presentados ante el agente del Ministerio Público de la 23 agencia.En un acto similar ocurrido en pleno centro de la ciudad de México, un conductor ebrio estuvo a punto de ser linchado e, igual que en los casos anteriores, la acción fue frenada por agentes de la policía. En este accidente no hubo muertos ni heridos, pero sí el abuso que da el actuar en forma colectiva:Transeúntes y comerciantes ambulantes estuvieron a punto de linchar al conductor de una camioneta Dodge placas 68-HNZ, color verde militar, con la puerta trasera roja, que en completo estado de ebriedad circulaba a alta velocidad, se impactó contra un automóvil Caribe placas 506-FAD que se encontraba estacionado afuera de la estación Juárez del Metro, ubi-cada en el lado izquierdo de norte a sur; las autoridades no informaron sobre lesionados. Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
62Los vendedores bajaron de la camioneta al conductor y al descubrir que venía ebrio empezaron a golpearlo. Cinco minutos después, elementos de la policía rescataron al chofer, que no presentaba lesiones de considera-ción. Esta persona, que se negó a proporcionar su nombre, fue detenida, por policías preventivos que lo subieron a la patrulla C-239 (Ramírez, 997: 62).En la Texcoco, Estado de México, hubo un intento de linchamiento que fue evitado pero los ladrones resultaron con heridas graves. La poli-cía logró detener el linchamiento a cambio del compromiso de que los ladrones serían castigados.Alrededor de 200 habitantes del poblado Purificación de este municipio es-tuvieron a punto de linchar esta madrugada a dos sujetos, a quienes sorpren-dieron cuando desvalijaban una camioneta y los retuvieron durante diez horas hasta obtener garantías de las autoridades de que aplicarían la ley.A causa de los golpes recibidos, los presuntos delincuentes se encuentran gravemente heridos, uno con estallamiento de vísceras y traumatismo cra-neoencefálico, y el otro con las costillas fracturadas y politraumatismo, por lo que debieron ser internados en el hospital de la Cruz Roja de Polanco, en el Distrito Federal y en el de Xoco, respectivamente. […] Los presuntos ladrones fueron atados de un árbol situado frente a la iglesia de la Purifi-cación y golpeados. La intervención de la policía de tránsito estatal y del encargado del despacho de la Subprocuraduría de Texcoco, Sebastián Cruz Vargas, evitó que los lincharan (Gudiño y Salazar, 997: 54).Como podemos ver, el robo con violencia es una de las causas que más se repite como móvil de intentos de linchamiento. Al igual que en Texcoco, en los límites del Estado de México y la ciudad de México, en el corredor entre Tultepec y la estación Indios Verdes del Metro, fue linchado un asaltante, en lo que se puede denominar un acto de defensa propia. El sujeto habría despojado a los pasajeros de sus pertenencias y herido a dos de ellos, hecho que detonó la acción colectiva violenta en su contra:Era un asalto de los que se dan día con día en la periferia de la ciudad de México, pero esta vez la gente no soportó y con saña golpeó al maleante hasta darle muerte. […] Según testimonio del conductor Silverio Bernal Raúl Rodríguez Guillén
64comunitaria, es muy probable que los casos de acción colectiva se sigan registrando con una mayor intensidad. Estos actos dan lugar a una si-tuación de incertidumbre que se puede resumir de la siguiente manera: vivimos entre el Estado de derecho y el espíritu de Fuenteovejuna, que se expresa como un conjunto de revueltas y rebeliones que cobran vida para hacerse justicia a lo largo y ancho del país. De este modo, el poder colectivo de la sociedad cuestiona la legitimidad de instituciones, funcio-narios y prácticas que socavan los principios mismos de la convivencia. La legitimidad de las autoridades radica en la sociedad; cuando la sociedad actúa al margen de las instituciones está poniendo en duda a las mismas instituciones y, sobre todo, a quienes son responsables de ellas.A lo anterior cabe agregar el hecho de que en no pocos casos de nota roja difundidos en los distintos diarios nacionales y locales del país resulta que los encargados de hacer cumplir la ley forman parte de las organizaciones criminales.0 Baste mencionar algunos casos: el general Jesús Gutiérrez Rebollo, a cargo del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas, colaboraba con los narcotraficantes; el capitán Jesús Miya-sawa, encargado de la Brigada Antisecuestros, actuaba en complicidad con los secuestradores en el estado de Morelos; los responsables de com-batir el robo de autos no solamente participan, sino que hasta son los responsables de la organización de las mismas bandas, y qué decir de los agentes que torturan, asaltan, matan, estafan… ¿Usos y costumbres o crisis de autoridad?La existencia del pluralismo cultural y jurídico es una particularidad de las sociedades latinoamericanas que ha estado presente a lo largo de su historia, desde su formación como Estados-nación. En muchas ocasiones los diferentes marcos normativos se han podido articular con mayor o menor éxito, pero en el caso particular de México ha existido un reconocimiento jurídico del derecho consuetudinario.0 En Axochiapan, Morelos, nos dice Guillermo Correa (994: 36), “hartos de la inseguri-dad y de los abusos de agentes judiciales involucrados en asaltos, una muchedumbre de indios nahuatlacos persiguió y detuvo a cuatro delincuentes que fueron golpeados, amarrados y trasla-dados al centro de la población Marcelino Rodríguez del Municipio de Axochiapan, donde después de un juicio popular, se decidió que murieran fusilados” Raúl Rodríguez Guillén
65En el artículo segundo de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que forma parte del capítulo I, denominado “De los derechos humanos y sus garantías”, se establece: “La Constitución reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la autonomía para […] Aplicar sus propios sistemas normativos en la regulación y solución de sus conflictos internos…”. Sin embargo, el mismo apartado añade que para ello se deberán sujetar “a los principios generales de esta Constitu-ción, respetando las garantías individuales, los derechos humanos…”.La propia carta magna prohíbe que las personas se hagan justicia por propia mano, como lo señala el artículo 7:Ninguna persona podrá hacerse justicia por sí misma, ni ejercer violencia para reclamar su derecho.Toda persona tiene derecho a que se le administre justicia por tribunales que estarán expeditos para impartirla en los plazos y términos que fijan la leyes, emitiendo sus resoluciones de manera pronta, completa e imparcial. Su servicio será gratuito, quedando, en consecuencia, prohibidas las costas judiciales.Nadie puede hacerse justicia de propia autoridad pues para eso están los tribunales; de ahí que considerar a los linchamientos como prácticas propias de los usos y costumbres es desconocer la ley y el origen mismo de los linchamientos. De suyo, atribuir el linchamiento a los usos y cos-tumbres implica no considerar que el castigo o sanción al cual se hace acreedor el integrante de una comunidad siempre será proporcional a la falta y tiene una advertencia como antecedente. Cada comunidad establece reglas que pretenden ser morales y reparadoras con el objetivo último de reinsertar al infractor en la comunidad preservando la armo-nía de esta. El linchamiento, en ese sentido, no forma parte ni jurídi-ca ni consuetudinariamente de los ordenamientos comunitarios de los pueblos indígenas en América Latina.2 En su lugar podemos afirmar  Agustín Ávila Méndez (2002: 45) dice que “en México existen 0 millones de personas pertenecientes a esas comunidades, quienes se comunican por medio de alguna de las 62 len-guas indígenas que se hablan hoy todavía o a través de una variante dialectal, de las que hay un sinnúmero. Y todo esto es importante mencionarlo porque siempre que hablemos de indígenas debemos tener presente su diversidad cultural, lingüística, geográfica, histórica y social…”2 Véase Óscar del Álamo (2004). Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
66que los linchamientos son expresión de la crisis de autoridad; por ende, la violencia colectiva tiene un origen estrictamente social.Hay quien afirma que los linchamientos son más comunes en el México rural, donde no opera el Estado de derecho y la violencia se considera una práctica propia de las zonas rurales (Vilas, 200a).3 En el mismo tenor definió los linchamientos quien fuera jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, al señalar que “con las tradiciones de un pueblo, con sus creencias, vale más no meterse” (Gó-mez, González y Herrera Beltrán , 200: 30). Sin pretender justificar la violencia como una reacción normal por quienes han visto agredidas sus creencias y tradiciones por un individuo o un grupo de individuos, insinuar que la violencia es la respuesta posible a cualquier tipo de agre-sión es pensar que quienes así actúan adquieren la razón. Ante esto se hace necesario esclarecer qué son los usos y costumbres, para lo cual nos remitimos a Max Weber (983: 23), quien entiende por uso “la proba-bilidad de una regularidad en la conducta […] dentro de un círculo de hombres, dada únicamente por el ejercicio de hecho” y por costumbre, “cuando el ejercicio de hecho descansa en un arraigo duradero”.Solo se puede aplicar un castigo como parte de los usos y costumbres a miembros de una comunidad que conocen y comparten los mismos prin-cipios; no es posible castigar con principios consuetudinarios a aquellos que los ignoran y no forman parte del círculo de la comunidad. Incluso el castigo debe ser proporcional a la falta y observar un carácter restitutivo; por ejemplo, el robo se castiga con la devolución o reposición de los bie-nes o con trabajo al servicio de los miembros de la comunidad. Uno de los mayores castigos es la expulsión de quien ha incurrido en faltas graves, con lo que pierde el derecho a pertenecer a la comunidad en cuestión. La función de los usos y costumbres dentro de las comunidades no es sacri-ficar a alguien, “sino vigilar que la reparación de daño y la conciliación se lleven a cabo” (Ávila Méndez, 2002: 49-50).El sistema de usos y costumbres legitima las prácticas tradicionales para dar membresía y reconocimiento a los actos derivados de la con-vivencia en la comunidad. Faltar a estas prácticas conduce a la disolu-ción de una forma de vida reconocida y aceptada por la colectividad 3 Los linchamientos no son exclusivos de las zonas rurales, como lo pretende Carlos M. Vilas. En este capítulo se muestra que también existen en zonas netamente urbanas, ejecutados por actores anónimos de carácter también urbano y por causas asociadas a las características de las grandes ciudades.Raúl Rodríguez Guillén
67para preservar su propia identidad. “El sistema de usos y costumbres está estrechamente ligado al sistema de creencias y valores, y estos es-tán, además, estrechamente relacionados con una cosmovisión donde el hombre, espacio y el tiempo forman una sola unidad, una unidad en la que para sobrevivir de manera armónica deben guardarse mutuo respe-to” (Ríos, 200: 77). A la luz de lo anterior, cabe preguntarse: ¿son los linchamientos expresión de los usos y costumbres?; ¿acostumbran las comunidades agrarias, los pueblos indígenas y los grupos tradicionales emplear la violencia para solucionar sus conflictos?; ¿son los lincha-mientos parte de los usos y costumbres de los grupos tradicionales de México? O bien, ¿cómo explicar los linchamientos en zonas considera-das urbanas?Discrepamos de Carlos M. Vilas en el sentido de que las comunida-des rurales son el espacio de la violencia social que expresan los lincha-mientos. Baste por el momento señalar que muchas de estas situaciones han ocurrido en zonas consideradas urbanas. Al mismo tiempo hay que descartar que los linchamientos sean expresión de los usos y costum-bres. Por el contrario, la violencia colectiva que este tipo de hechos manifiesta tiene que ver con el grado de irritación social y la falta de confianza en las autoridades a nivel local o regional, a lo que denomi-namos indignación moral.Como vimos antes, “la legitimidad se expresa de manera concreta en la vida diaria, en el plano existencial, y se construye a partir del efecto en ese nivel de los procesos macrosociales, macroeconómicos y macropolíticos” (Vilas, 200a: 34). La violencia es una “reacción a la ineficacia de las instituciones públicas para hacer efectiva su propia le-galidad” (Vilas, 200a: 3). La ineficacia de las instituciones públicas es a lo que nos referimos como crisis de autoridad; es decir, es el punto de quiebre en que las instituciones o los hombres investidos de autori-dad han dejado de cumplir con aquello que la ley y la sociedad les han encomendado, manifestándose como negligencia en su función, abuso de esta, corrupción o interpretación errónea de la ley.A manera de resumenLa inseguridad y la negligencia, así como la inoperancia institucional, expresan la crisis de la autoridad en el nivel microsocial y micropolítico, Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
68lo cual contribuye a generar inseguridad, desconfianza y enojo entre los miembros de la sociedad. Al principio, enojo individual pero comparti-do, que en un momento determinado adquiere el carácter de colectivo y en situaciones coyunturales llega a coincidir y se expresa como indigna-ción compartida o moral para marcar el límite tanto a los individuos o grupos que han hecho del delito una forma de vida, como a la autoridad que tolera a la delincuencia o comparte con ella el botín.La rabia acumulada y la falta de castigo a los delincuentes mantienen relación de causa-efecto, pero los linchamientos son, ante todo, una for-ma de señalar que los límites han sido rotos y que es necesario restable-cerlos. Es decir, expresan la ruptura de los códigos morales que vinculan a sociedad y autoridad; lo que Durkheim denomina anomia.4A decir de Monsiváis (2002: 6), quienes linchan “matan porque odian la impunidad de violadores, ladrones y asesinos, pero sobre todo, por el poderío catártico que les confiere lanzar penas de muerte”. La crisis de autoridad se expresa como un rechazo, condena y castigo de ciertas formas de delincuencia, pero el rechazo implica al mismo tiem-po condena y castigo a la autoridad; es decir, se lincha al mismo tiempo al delincuente y al símbolo de la autoridad. En tal sentido, para explicar el fenómeno de los linchamientos con-sideramos que la autoridad ha dejado de operar o que lo hace deficien-temente, en un contexto de crisis económica. Pero no es en la crisis económica donde encontraremos la explicación; por tanto, la crisis de autoridad es la causa más profunda para explicar el origen de la violen-cia y, en particular, de los linchamientos.La crisis de autoridad expresada en el crecimiento de la delincuencia sin castigo, con castigo insuficiente o bien como resultado de la corrup-ción o negligencia de jueces, Ministerio Público o cuerpos policiacos es la causa de la violencia, pero es necesario entender que los miembros de la sociedad rechazan de manera individual a policías y ladrones por igual y extienden ese juicio a los miembros del gobierno en general. Cuando este rechazo adquiere un carácter colectivo y en la práctica se convierte en violencia, nos referimos a la indignación moral.La violencia colectiva es de carácter reactivo al mismo tiempo que restitutivo, debido a que se propone la restitución de la autoridad, su 4 Al respecto se pueden consultar las obras de Emile Durkheim: El suicidio y La división del trabajo social.Raúl Rodríguez Guillén
69buen funcionamiento, la correcta aplicación de la ley, el límite a la fun-ción de los cuerpos policiacos y los Ministerio Público. Es el rechazo a la corrupción y la impunidad, y causa del crecimiento de la violen-cia en última instancia. Expresión de lo anterior son los linchamien-tos en Oaxaca, Morelos, Guerrero, Chiapas, Distrito Federal, Estado de México, Veracruz, Jalisco, Hidalgo, Nayarit, Tlaxcala, Puebla, entre otros lugares, así como las rebeliones5 en Chiapas, Guerrero, Morelos y Oaxaca, en las que fragmentos de la sociedad y comunidades enar-decidas deciden “hacer justicia” por propia mano. Consideramos que: primero, son actos violentos en los cuales grupos de colonos o miembros de una comunidad deciden poner un coto a los abusos de autoridad y a la negligencia de jueces, policías y funcionarios públicos; segundo, la violencia social tiene carácter político en la medida en que se cuestiona la autoridad en distintos niveles, así como el orden político y social exis-tente, y tercero, la acción social-colectiva pretende restablecer el orden, aunque sea por medios violentos.6BibliografíaÁlamo, Óscar del2004 “Linchamientos, la venganza aymara”, en Gobernanza, núm. 2, 26 de octubre. Arendt, Hannah 970 Sobre la violencia, México, Cuadernos de Joaquín Mortiz.973 Crisis de la república. Madrid, Taurus.995 De la historia a la acción, Barcelona-Buenos Aires-México, Paidós.5 La rebelión de Chiapas no se abordó en el presente estudio debido a sus dimensiones, la abundante información que existe al respecto y porque rebasa en mucho las pretensiones de este trabajo, por lo cual solo señalamos que las rebeliones son expresión de la crisis de autoridad, así como expresión de crisis del Estado. En la rebelión encontramos a un actor pasional-racional que mantiene en su perspectiva la transformación de la sociedad desde la sociedad y para la sociedad en función de múltiples macroproyectos, lo que Alain Touraine llama movimiento societal. 6 El restablecimiento del orden por la vía violenta no es un fenómeno nuevo y no requiere que quienes actúan violentamente sean conscientes del resultado de su acción, no es necesario que los actores estén organizados en forma racional o permanente ni que pretendan hacer jus-ticia de manera paralela. Crisis de autoridad y violencia social: los linchamientos en México
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