Los años heridos: la historia de la guerrilla en México 1968-1985

El primer desaparecido político, el primero vuelo de la muerte, la técnica depurada de asesinato donde se arroja desde el aire a una persona; las torturas a los disidentes en los sótanos del poder, los estudiantes que revivieron la pesadilla del 2 de octubre de 1968 con los Halcones del 10 de junio de 1971, los hijos abandonados por los padres que decidieron tomar las armas y luchar por sus ideales, esos son Los años heridos.



Los años heridos

Daniel Francisco/Farrah de la Cruz/Damián Mendoza
Desinformémonos
11 septiembre 2019 0

El primer desaparecido político, el primero vuelo de la muerte, la técnica depurada de asesinato donde se arroja desde el aire a una persona; las torturas a los disidentes en los sótanos del poder, los estudiantes que revivieron la pesadilla del 2 de octubre de 1968 con los Halcones del 10 de junio de 1971, los hijos abandonados por los padres que decidieron tomar las armas y luchar por sus ideales, esos son Los años heridos, la historia de la guerrilla en México, 1968-1985.

Durante 25 años Fritz Glockner se sumergió en esta investigación. Los fantasmas que “generan miedo” estaban presentes y también los torturadores, los que ordenaron las desapariciones y los que asesinaron. Conversó con Luis Echeverría, Manuel Becerra Acosta, medio centenar de guerrilleros, media docena de elementos de la brigada blanca, investigadores como Carlos Montemayor, periodistas y estudiantes.

En entrevista con UNAM Global, señala que “curiosamente con Luis Echeverría, que se presentó como una figura muy decadente, al final de la entrevista declara: ‘mandé al Ejército a romperle la madre a Lucio Cabañas’. Se imaginarán la euforia. Esa declaración me permite comprobar que en este país existió una guerra de baja intensidad orquestada directamente por el jefe supremo de las Fuerzas Armadas de México, que mandó al Ejército a romperle la madre a un maestro normalista rural que había optado por las armas, primero como autodefensa, y después pasando a la ofensiva”.

Glockner hace memoria: tiene una cita pactada con Fernando Gutiérrez Barrios. “A tres días les dije: ‘díganle que no voy a llegar’ porque mis vísceras no habían sanado, porque todavía tenía revuelto el estómago de saber que estuvo presente cuando torturaban a mi papá y pensé: ¿qué me va a contar el señor? ¿Que estaba defendiendo a México? Había checado todos los testimonios, ¿para qué le veo la jeta al torturador número uno?”

Los años heridos es un diálogo con su padre: “¿Por qué cometiste los errores que te costaron la vida?” No se trata de un libro que hace alegoría de la violencia revolucionaria.

Acota que “después del dos de octubre no se bajaron las banderas, los nuevos horizontes fueron el sindicalismo independiente, la fundación de las comunidades agrarias, las cooperativas y los compañeros radicalizados se lanzaron como única respuesta ante el ahogamiento, la asfixia: las armas”.

Recuerda a su padre: “Que un hombre de 39 años, Napoléon Glockner abandone a sus cinco hijos y a su esposa, alguien de clase media alta en ese momento. ¿Qué lo llevó a actuar? Lo llevó la ideología, el convencimiento. El niño Fritz Glockner le dice: chinga tu madre Napoleón Glockner, quiero a mi papá. Me valen madre los niños pobres de México. El adulto dice: ¡qué tompiates para tomar esa decisión! Para buscar tus utopías por encima de tu familia. Y entonces había que contarlo”.

Agrega: “Me queda claro que mi padre, como los padres de mis hermanos que se fueron a la clandestinidad, lo hicieron por amor a sus hijos, no por amor a los pobres niños desconocidos que piden limosnas en las esquinas, sino que amaban tanto a sus hijos que deseaban un México diferente. La cerrazón del sistema político mexicano los llevó a una acción que tal vez no fue la más conveniente, pero sí fue la necesaria”.

Antes de la entrevista pide cinco minutos para fumar, es de una sonrisa contagiosa, fuerte. Es un hombre que estuvo sumergido 25 años en archivos que muchos quisieran olvidar, es un hombre que en todo momento extraña a su padre. Me atrevo a preguntarle cómo fue la conciliación con su padre, el guerrillero, el luchador, el padre de cinco hijos. No contesta de inmediato, no interrumpe, y firme responde: “¿Quién te dijo que hubo reconciliación?” Y con toda su energía rememora al niño que extrañará siempre a su padre y que trata de entender sus razones. Hace cinco años que no va a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara porque todo mundo le preguntaba por Los años heridos. Hoy lo tiene en sus manos

Fritz Glockner tardó 25 años en escribir su libro Los años heridos. La historia de loa guerrilla en México: 1968-1985

El primer desaparecido político, el primero vuelo de la muerte, la técnica depurada de asesinato donde se arroja desde el aire a una persona; las torturas a los disidentes en los sótanos del poder, los estudiantes que revivieron la pesadilla del 2 de octubre de 1968 con los Halcones del 10 de junio de 1971, los hijos abandonados por los padres que decidieron tomar las armas y luchar por sus ideales, esos son Los años heridos, la historia de la guerrilla en México, 1968-1985.

Durante 25 años Fritz Glockner se sumergió en esta investigación. Los fantasmas que “generan miedo” estaban presentes y también los torturadores, los que ordenaron las desapariciones y los que asesinaron. Conversó con Luis Echeverría, Manuel Becerra Acosta, medio centenar de guerrilleros, media docena de elementos de la brigada blanca, investigadores como Carlos Montemayor, periodistas y estudiantes.

En entrevista con UNAM Global, señala que “curiosamente con Luis Echeverría, que se presentó como una figura muy decadente, al final de la entrevista declara: ‘mandé al Ejército a romperle la madre a Lucio Cabañas’. Se imaginarán la euforia. Esa declaración me permite comprobar que en este país existió una guerra de baja intensidad orquestada directamente por el jefe supremo de las Fuerzas Armadas de México, que mandó al Ejército a romperle la madre a un maestro normalista rural que había optado por las armas, primero como autodefensa, y después pasando a la ofensiva”.

Glockner hace memoria: tiene una cita pactada con Fernando Gutiérrez Barrios. “A tres días les dije: ‘díganle que no voy a llegar’ porque mis vísceras no habían sanado, porque todavía tenía revuelto el estómago de saber que estuvo presente cuando torturaban a mi papá y pensé: ¿qué me va a contar el señor? ¿Que estaba defendiendo a México? Había checado todos los testimonios, ¿para qué le veo la jeta al torturador número uno?”

Los años heridos es un diálogo con su padre: “¿Por qué cometiste los errores que te costaron la vida?” No se trata de un libro que hace alegoría de la violencia revolucionaria.

Acota que “después del dos de octubre no se bajaron las banderas, los nuevos horizontes fueron el sindicalismo independiente, la fundación de las comunidades agrarias, las cooperativas y los compañeros radicalizados se lanzaron como única respuesta ante el ahogamiento, la asfixia: las armas”.

Recuerda a su padre: “Que un hombre de 39 años, Napoléon Glockner abandone a sus cinco hijos y a su esposa, alguien de clase media alta en ese momento. ¿Qué lo llevó a actuar? Lo llevó la ideología, el convencimiento. El niño Fritz Glockner le dice: chinga tu madre Napoleón Glockner, quiero a mi papá. Me valen madre los niños pobres de México. El adulto dice: ¡qué tompiates para tomar esa decisión! Para buscar tus utopías por encima de tu familia. Y entonces había que contarlo”.

Agrega: “Me queda claro que mi padre, como los padres de mis hermanos que se fueron a la clandestinidad, lo hicieron por amor a sus hijos, no por amor a los pobres niños desconocidos que piden limosnas en las esquinas, sino que amaban tanto a sus hijos que deseaban un México diferente. La cerrazón del sistema político mexicano los llevó a una acción que tal vez no fue la más conveniente, pero sí fue la necesaria”.

Antes de la entrevista pide cinco minutos para fumar, es de una sonrisa contagiosa, fuerte. Es un hombre que estuvo sumergido 25 años en archivos que muchos quisieran olvidar, es un hombre que en todo momento extraña a su padre. Me atrevo a preguntarle cómo fue la conciliación con su padre, el guerrillero, el luchador, el padre de cinco hijos. No contesta de inmediato, no interrumpe, y firme responde: “¿Quién te dijo que hubo reconciliación?” Y con toda su energía rememora al niño que extrañará siempre a su padre y que trata de entender sus razones. Hace cinco años que no va a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara porque todo mundo le preguntaba por Los años heridos. Hoy lo tiene en sus manos.