Bolivia: Los malabarismo cupulares y el fuego en la pradera
Jaime Yovanovic (Profesor J)
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03.Jun.05
A diferencia de las últimas movilizaciones de Ecuador, donde los forajidos forman una expresión no organizada de la multitud rebelde, y de las argentinas del 19 y 21, donde los partidos se quedaron debajo de la cama (Petras), las multitudes del territorio controlado por el estado boliviano, se encuentran con el obstáculo de dirigencias que negocian o propugnan “salidas” por arriba.
Un autor boliviano, teórico, profesor e investigador, Álvaro García, dice que las dos estrategias tradicionales de la izquierda para acceder al poder, la electoral y la insurreccional, no cuentan con fuerza suficiente. Por otra parte, el que consideramos el otro teórico más importante de dicha región, Raúl Prada, afirma que la convicción más extendida es la de llegar a una asamblea constituyente donde los diferentes actores expresen sus necesidades.
Los dos dirigentes más nombrados por los medios, Solares y Morales, se caracterizan por administrar sólidas máquinas corporativas al más puro estilo de la vieja línea partidaria y sindicalista. Solares aspira a llegar al poder mediante acciones insurreccionales que desestabilicen de tal manera la situación, que el capital se vea obligado a compartir espacios con algún militar patriota que se alíe a los sindicalistas de la COB, rememorando la revolución nacionalista que dio nacimiento al MNR a partir de la nacionalización de las minas de estaño y que al mismo tiempo otorgó relevancia histórica al líder minero de la época, Juan Lechín. Para ello levanta como consigna central la actual inmediata nacionalización de los hidrocarburos para luego avanzar sobre otros recursos. Morales, por su parte, aspira a integrar amplios sectores detrás de una salida electoral, confiando en que su base se ensanche y logre concitar el apoyo de sectores del capital ansiosos de una estabilidad que les permita afirmarse y continuar asegurando las ganancias.
Ambos proyectos se oponen, aunque mantengan lazos necesarios con las organizaciones sociales, a las reivindicaciones de fondo de diferentes sectores de esos territorios. Ambos proyectos basan su destino en alianzas con sectores del capital por arriba. Uno con la participación del partido militar, el otro que los militares sigan en sus cuarteles a cuidar de la estabilidad “democrática”. Ninguno de ellos expresa la voluntad popular, explícita o no. Nos referimos a voluntad popular cuando verificamos que cada sector lucha también por sus necesidades específicas, que no encontrarán satisfacción en la continuidad del estado actual. Ninguno de ellos ofrece cambios reales, al igual que Lula o Tavaré, sólo cambios en la superestructura, como decíamos en artículo anterior, cambiar para que nada cambie.
Desde un tiempo a esta parte se han extendido las formas de organización y de lucha en las más diversas regiones, llegando a recónditos lugares donde no se habían manifestado. Hace largos años se viene dando un proceso de reconstrucción de comunidades originarias que reivindican territorios y autonomía. Las organizaciones campesinas cada vez más se aproximan a la reivindicación de reconstruir los ayllus y otras formas comunitarias tradicionales, como modalidades de autoorganización y sobrevivencia. Los cocaleros se han organizado por regiones. Los miembros del MST, Movimiento Sin Tierra, se han afincado en las más diferentes áreas y aspiran muchos de ellos al más efectivo control territorial y aún a dirigir municipios, lo que se manifiesta también en varios de los otros sectores sociales. Los colonos, que son campesinos que han salido de sus regiones y se adentran en reservas y zonas no trabajadas, también desarrollan formas de autoorganización donde lo local asume un papel más importante que lo nacional, llegando en oportunidades a prepararse para la autodefensa, lo que, dicho sea de paso, también se observa en otras dinámicas sociales. Los profesores en su mayoría reivindican un estado dirigido por alas progresistas, por eso vemos en ellos el desarrollo de tendencias troskistas, aunque muy minoritarias, y de otras corrientes de izquierda, insurreccionalistas o electorales, pero en este último período se han acercado a una actividad más local, aproximándose algunos a organizaciones que practican o procuran la autonomía territorial desde abajo. Los regantes, que son fuertes organizaciones de las periferias de las ciudades responsables de la administración y operación de los sistemas de distribución del agua mediante apertura y cierre de compuertas, también se han aliado a las organizaciones locales, en especial en la ciudad de Cochabamba, donde ellos fueron uno de los puntales de la Guerra del Agua.
Los sectores mineros base de sustentación de la actual COB dirigida por Solares, son aquellos organizados en cooperativas, es decir, con una fuerte base corporativa e institucional, que para nada aceptan las dinámicas de autoorganización de las autonomías de bases. Hay que llamarlas autonomías de bases o populares, ya que la oligarquía levanta las autonomías regionales controladas absolutamente por los propietarios y el empresariado agrario, industrial y comercial, que van camino de la secesión. Prada afirma que dicha secesión sólo sería posible por vía de enfrentamientos entre grupos de militares.
Estos mineros cooperativizados tienen fuertes contradicciones con los mineros de empresas estatales o privadas y han llegado casi a choques físicos. Los cooperativistas han llegado a algunas de las otras minas intentando forzar a esos mineros y hasta ahora se mantienen separados. Solares aspira a que con tanta gente protestando en las calles pueda erigirse también en su conducción.
Sólo que en las movilizaciones de la Paz, la mayor parte la componen los vecinos de El Alto, o al menos la parte más combativa. Algunos dirigentes han conseguido que las pancartas se refieran solamente a la nacionalización, intentando acabar con la reivindicación de la asamblea constituyente, que es francamente mayoritaria en las organizaciones alteñas, cuya historia viene de las luchas de años anteriores de las comunidades aymaras, que levantan la necesidad de dicha asamblea desde hace bastante tiempo, pues es allí donde aspiran a obtener créditos para la multiculturalidad, es decir, el respeto a las culturas y la autonomía de las comunidades, programa que puede parecer reformista, pero que tiene una potente base en la legitimación del kollasuyu, asunto que a Solares no le va ni le viene, cegado por el apetito del poder central y su necesidad de institucionalización del conflicto manu militari.
En ninguna otra región existe apoyo masivo a la idea de Solares de acceder al gobierno junto a militares “patriotas”, digamos nacionalistas para ser más exactos, salvo uno que otro dirigente que aspira a ocupar posiciones de poder. Ya Chávez se ha desmarcado de esas propuestas ante las acusaciones de que estaría empujando esa salida, pues en realidad es más partidario de la salida Morales, a quien ya Kirchner le había entregado el apoyo en una de sus visitas al país.
El proletariado de esos territorios está reducido a la más mínima expresión, ya que los mineros son de base cooperativista y en su mayoría los obreros bolivianos operan en empresas pequeñas sin presentar fuerza en ninguna región. La Confederación Obrera Departamental de Cochabamba, hace tiempo que está afiliada a una línea de desarrollo de las autonomías por abajo, formando parte de la sustentación de la Coordinadora del Agua y la Vida coordinada por Óscar Olivera, quien defiende la idea de la constituyente como manera de expresión de las distintas reivindicaciones populares y de avance en la autoorganización social, no por nada Olivera se ha declarado simpatizante zapatista . La Confederación Obrera Departamental de Santa Cruz hasta hace poco estaba dirigida por los partidos tradicionales en el poder estatal, disputando la izquierda su conducción desde el área de la Confederación Campesina, dirigida allí por el MAS de Morales, no estamos en conocimiento de las modificaciones que hayan ocurrido en el último período. Y así, las regionales de la COB no siguen a Solares, eso es claro, pero se movilizan por la situación general y por sus propias necesidades.
Las autonomías regionales empresariales avanzan a paso de carga, aunque la última reunión de cuatro o cinco departamentos no funcionó por la ausencia de varias de ellas, lo que puede ser un indicador de fricciones o del aumento del regionalismo en algunas, en especial del departamento de Santa Cruz, que no asistió a la reunión nacional.
Mesa y Morales defienden la discusión simultánea de la Asamblea Constituyente y de las autonomías regionales propuestas por la oligarquía cruceña, para absorber ambas reivindicaciones en el voto popular, esto es, la discusión entre los electos en dicha asamblea. Por ello Morales ha sugerido que no se realicen las elecciones de prefectos departamentales, puesto que sólo estarían en la función un año y algo más antes de hacerse efectivas las medidas aprobadas en la constituyente. Ante dicha propuesta la oligarquía cruceña y el empresariado se han opuesto, pues ellos necesitan asegurar peones de mando administrativo al más breve plazo. De todos modos esa opinión indicaría una debilidad, ya que estarían aceptando la institucionalidad nacional, aunque el objetivo sea de asegurar prefectos legitimados partidarios de la idea de la autonomía empresarial. Si esos prefectos son separatistas, estaría asegurada la línea secesionista. He allí la preocupación “democrática” y nacional de Morales y Mesa, ambos firmes defensores del estado como instancia de control social, uno para la izquierda, tipo Lula, y el otro para la derecha.
La pregunta no está en si se apoya a Mesa, Morales, Solares o a otro dirigente, pues no es por vías superestructurales que se va a resolver el problema boliviano, sino en como van a salir fortalecidas las formas de autoorganización social después de todo estos movimientos y salidas a la calle.
Recordamos el caso argentino, donde la izquierda lamentó la falta de una vanguardia que capitalizara las movilizaciones para acceder al poder. Muchos nos dicen que faltó el partido revolucionario, pero olvidan que el problema no es la administración del poder, sino la construcción del contrapoder, por eso la realidad se impone: Gane Lula o pierda Lula, el trabajo continúa en la base. Gane la Bachelet o Piñera en Chile, el trabajo continúa siendo la autoorganización social. Gane Kirchner o quien sea, el trabajo sigue siendo la construcción de la autonomía en los MTDs, las asambleas, comunidades originarias y otras. Sale o permanece Gutiérrez, el trabajo sigue siendo la formación y consolidación de las comunidades y ahora las nacientes asambleas populares. Así, cualquiera sea el resultado provisional de los acontecimientos bolivianos, el problema está en si se consolidan o no las experiencias de construcción social, la autoorganización y la capacidad de resistir en los territorios. La autoorganización social se extiende como fuego en la pradera.
El resto es solamente malabarismo cupular.
Abrazos
Profesor J
Profesor_j@yahoo.com
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