Emmanuel Macron se prepara para la mayor batalla de su gobierno: la reforma del sistema de pensiones
Francia tiene una de las edades jubilatorias más bajas de Europa y está entre los países que destinan mayor parte de sus recursos al pago de pensiones. El presidente intentará avanzar con una transformación muy impopular, que ya está activando protestas
Darío Mizrahi
Infobae
22 de septiembre de 2019
Una vez más, Emmanuel Macron se prepara para una larga lucha contra la calle. Los chalecos amarillos, el movimiento que sorprendió al mundo a fin del año pasado ocupando París —por momentos con violencia—, sigue marchando todos los sábados, pero perdió fuerza. Es probable que en los próximos meses los franceses tengan una nueva razón para manifestarse.
El Gobierno presentó el mes pasado una de las reformas que más se esperaban —o temían—: la del sistema de pensiones. El objetivo es simplificar un régimen muy complejo, en el que conviven diversos esquemas según la profesión, y contrarrestar los desequilibrios que se van a producir en la relación entre aportantes y beneficiarios.
El primer ministro Édouard Philippe, principal responsable de llevar a cabo las políticas del oficialismo, anticipó que habrá un largo debate antes de presentar el proyecto en el Parlamento. “Nos tomaremos todo el tiempo necesario”, afirmó. La idea es someterlo a votación antes de mediados de 2020.
Pero el anuncio de los ejes de la reforma fue suficiente para activar las primeras protestas. Los empleados de la Compañía Arrendataria Autónoma de los Transportes Parisinos (RATP) paralizaron la capital francesa el viernes 13, con la peor huelga en 12 años. Es uno los grupos que cuentan con sistemas jubilatorios especiales, y temen salir perjudicados con los cambios.
El lunes pasado marcharon lo profesionales, que también tienen regímenes con mayores beneficios a los de la mayoría de la población. Abogados, médicos y pilotos de avión se movilizaron en defensa del statu quo.
“El sistema de pensiones francés es de reparto, enteramente público y generoso. La edad de retiro es 62 años y los jubilados tienen el mismo nivel de ingresos que las personas en edad de trabajar. Si bien está equilibrado financieramente en 2019, para 2040 el número de jubilados en comparación con los activos aumentará un 25 por ciento. El Gobierno se negó a incrementar la proporción del PIB que gasta en pensiones. En cambio, su reforma introduce un sistema por puntos y sube a 64 años la edad para la pensión completa. El Estado podrá controlar permanentemente los gastos del sistema disminuyendo el valor de los puntos y así se mantendrá el equilibrio, pero los jubilados se empobrecerán”, explicó Henri Sterdyniak, investigador del Observatorio Francés de Coyunturas Económicas (OFCE) del Instituto de Estudios Políticos de París, consultado por Infobae.
Lo que nadie puede decir es que esta iniciativa lo toma por sorpresa. A diferencia de François Hollande (2012 — 2017), que ganó las elecciones con un discurso de izquierda y gobernó por derecha, Macron asumió la presidencia en mayo de 2017 con el compromiso de modernizar la economía francesa.
Es cierto que el estallido de los chalecos amarillos fue un duro golpe para los planes reformistas del gobierno, que tuvo que dar marcha atrás con el aumento de los combustibles que había desatado el enojo. Pero el Presidente no piensa cambiar de rumbo.
Lo que sí prometió cambiar son las formas. “Probablemente, di la sensación de que quería reformar incluso contra la gente (…) Ahora, creo que necesito más tiempo para explicar dónde estamos y qué queremos hacer”, dijo esta semana en una entrevista con la revista Time. En esa línea va la decisión de que haya un debate largo antes de avanzar con algo concreto. No está claro si será suficiente para persuadir a la población de que el camino que propone es el correcto.
La reforma
“La reforma de las pensiones es necesaria para detener el déficit público. Hoy existen 40 sistemas de pensión en Francia. Es imposible manejar una cosa así. En algunos, un trabajador paga por diez jubilados. El coste administrativo es el doble de lo que requiere un sistema único. Además, la forma en que se calculan las pensiones es ridícula: cuanto más aportó una persona para los mayores, más deberá pagarle a ella la generación siguiente. Es muy injusto”, dijo a Infobae el economista Jacques Bichot, miembro honorario del Consejo Económico y Social de Francia.
“Lamentablemente, la reforma no da una buena respuesta al gran problema de las pensiones de reparto —continuó—. No está mal, porque simplifica gracias al sistema de puntos. Pero es dramáticamente insuficiente”.
Francia es uno de los países desarrollados en los que las personas viven mayor cantidad de años como jubiladas. Son 23,6 años en promedio, el máximo entre las naciones que forman parte de la OCDE, que tiene una media de 18,1 años. En Italia, el que más se acerca, son 21,8.
Además, es uno de los países que más gastan en pensiones. Representan un 13,6% del PIB, contra una media de 7,5% en la OCDE. Sólo lo superan Italia (16,2%) y Grecia (16,9%).
Una de las razones de estos números es que la edad de retiro para los trabajadores privados es 62 años, entre las más bajas. Subir la edad es siempre una de las medidas más difíciles de tomar, porque implica ponerse a casi toda la población activa en contra.
“Todos los planes de pensiones han sido objeto de reformas paramétricas que los han hecho más o menos sostenibles a medio o largo plazo. Quedan tres dificultades. Primero, la cuestión de las jubilaciones más bajas, que se compensan con un mecanismo de pensión mínima financiado con el presupuesto público. Segundo, la multiplicidad de regímenes que hace que el sistema sea un poco opaco. Por último, la dependencia del crecimiento. Ante la perspectiva de un bajo crecimiento, el sistema se volvería deficitario, ya que garantiza cierto nivel de ingresos”, sostuvo François Legendre, director del Departamento de Economía de la Universidad Paris-Est Créteil, en diálogo con Infobae.
Jean-Paul Delevoye, alto comisionado para la Reforma de las Pensiones, dijo que la edad para recibir una pensión completa debería pasar a ser 64 años, aunque permitiendo un retiro anticipado a los 62 años con menores ingresos. Ante la reacción negativa que generó esa idea, Macron dijo que modificar la edad no sería una prioridad y que prefería centrarse en que haya un mínimo de años de aportes.
“Para una mayor equidad, la meta es un sistema único con menos complejidad para aquellos que dependen de diferentes sistemas a lo largo de su vida. Por supuesto, esta unificación generará ganadores y perdedores. El desafío del gobierno es encontrar una compensación para los últimos. Especialmente, para profesores y empleados de empresas de transporte público”, dijo a Infobae el economista Gérard Cornilleau, investigador del OFCE.
El eje de la propuesta oficial es fusionar los 42 regímenes de pensiones que existen actualmente en uno solo, universal, con un sistema de puntos para diferenciar entre los distintos niveles de ingresos. La idea es que un euro aportado equivale a un punto, sin importar la categoría ocupacional. Pero en el futuro, el valor del punto podría modificarse según las necesidades del erario.
“El Gobierno quiere fijar la tasa de contribución —dijo Legendre—. Pasamos de un extremo a otro: antes, los jubilados estaban protegidos de las crisis económicas y demográficas, en el futuro, estarán completamente expuestos a estos riesgos. El sistema adecuado sería probablemente uno mixto, que permitiría compartir los riesgos entre los trabajadores y los pensionados. Que haya un esquema universal es probablemente una buena idea, pero enfrentará una oposición muy fuerte”.
Una apuesta de riesgo
Las reformas de pensiones son la bestia negra de todos los gobiernos porque tienen derrotados generalizados y casi nunca dejan vencedores. Difícilmente una persona pueda sentirse satisfecha sabiendo que pierde algo en nombre del equilibrio fiscal o previsional. Esto se agrava en países con una fuerte tradición contestataria, y Francia tiene algunas cosas para decir al respecto.
La Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), la principal unión sindical del país, de tendencia centrista, se mostró cauta con los planes del gobierno. En cambio, la Confederación General del Trabajo (CGT), que es de izquierda, le declaró la guerra.
Los antecedentes auguran mucha conflictividad. Jacques Chirac incluyó cambios previsionales en el paquete de reformas liberales que anunció al asumir la presidencia en 1995 y activó el mayor ciclo de protestas desde mayo de 1968.
Bastante parecida fue la reacción que afrontó Nicolas Sarkozy en 2010 cuando subió la edad jubilatoria de los empleados públicos de 65 a 67 años y de 60 a 62 para los privados. Logró su aprobación parlamentaria haciendo sólo unas concesiones menores. Pero en 2012 fue derrotado por Hollande y se quedó sin reelección.
No es lo mismo encarar una transformación como esta desde una posición de debilidad que desde la fortaleza que dan las urnas. Cuando se sintió fuerte, Macron impulsó una ambiciosa reforma laboral que flexibilizó los despidos y la jornada de trabajo. Es más difícil tomar medidas impopulares con un capital político menguado, después de la sucesión de escándalos como el de su controvertido custodio Alexandre Benalla y de la inestabilidad que generaron los chalecos.
“En última instancia, la reforma reduce la pensión de todas las personas —dijo Sterdyniak—. Pero muchos no son conscientes de ello y los sindicatos tienen dificultades para movilizar a los trabajadores del sector privado. Por otra parte, algunos sectores como profesores, enfermeras, empleados públicos, abogados, farmacéuticos y médicos, que tienen planes de jubilación específicos, se verán especialmente afectados y son más fáciles de movilizar. Se pueden esperar movimientos sociales significativos, a menos que el Gobierno haga grandes concesiones a estos sectores, manteniendo algunas ventajas específicas”.
De todos modos, Macron tiene algunas cosas a su favor. Lo más importante es que cuenta con una cómoda mayoría en la Asamblea Nacional. No sólo por el número de bancas, sino porque su partido es una creación unipersonal, en el que su liderazgo no está cuestionado.
Por otro lado, a pesar del desgaste, el 34% de los franceses apoyan su gobierno, según una encuesta reciente de Ifop. No es un número que impacte, pero es el triple de lo que tenía Hollande a esta altura de su mandato.
“El éxito del gobierno depende probablemente de dos factores. Primero, el nivel de compensaciones para los perdedores. Parece inevitable el aumento de los salarios de los profesores, que son relativamente bajos en Francia, y de los empleados públicos. En segundo lugar, el ritmo de aplicación de la reforma. Las personas que están cerca de la edad de jubilación no pueden ser compensadas si son perdedoras. Si se decide un retraso importante en la aplicación de la reforma, se facilitará la aceptación social”, concluyó Cornilleau.