Daniel Ortega solo es un antinicaragüense
Onofre Guevara López
Confidencial
24 de septiembre 2019
En este proceso de lucha contra la dictadura Ortega-Murillo, se ha estado observando una competición, casi deportiva, entre políticos y analistas, respecto a la definición de la posición política de Daniel Ortega: a veces como “comunista”, y otras como furibundo “antiestadounidense”. Esta falsa definición no importaría lo mínimo si no estuviera destinada al consumo popular, y con la finalidad de introducir un elemento de confusión política.
Daniel Ortega, desde su función de padrino de guardias, políticos y paramilitares, puede ser todo lo anti que quieran, pero primero, y después todo, Daniel es solo un antinicaragüense.
Y es necesario insistir en su actitud antinicaragüense, porque el supuesto Daniel Ortega “comunista” y “antiestadounidense”, no existe. Igual de falso, es el hábito de los analistas de cubrir con ropaje “democrático” a cualquiera de los países aliados de Washington.
Y, para lograrlo, dejan al margen las realidades políticas y sociales de esos “países democráticos”. Solo tres ejemplos: Colombia, siete bases militares yanquis en su territorio (cuyos soldados, gozan de impunidad ante la justicia colombiana), y se han cometido 155 asesinatos de activistas sociales, solo en lo que va de 2019; Chile –su otro modelo preferido— se caracteriza por el conservadurismo de su oligarquía y de cúpulas militares, que reprimen y asesinan activistas sociales de la etnia Mapuche. Argentina, junto a Chile, también reprime a la etnia Mapuche (ubicada en sus respectivos territorios), y ambos gobiernos la han despojado de sus tierras y forzada a vivir en la marginalidad, la pobreza y el atraso.
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Si, por lo menos, “nuestros” políticos y analistas, oficialmente opositores, fueran consecuentes con su antiorteguismo, no contribuirían con su dosis de confusión político-ideológica entre nuestra población.
¿Por qué esa su idiotez no es nada útil a la oposición? ¿No lo “adivinan”? Porque la dictadura Ortega-Murillo tiene como fuente de inspiración para mantenerse el poder reprimiendo, su ambición política continuista, esencialmente antinicaragüense.
Porque traicionó a los que cayeron en la lucha contra la dictadura somocista, y al resto de la juventud que, desde antes del triunfo de la revolución, depositó en ella sus esperanzas de libertad y democracia, y la apoyó no solo de palabras, sino con su trabajo voluntario (como en la campaña de alfabetización) y con su vida en su defensa armada.
Porque su riqueza, los Ortega-Murillo no la han acumulado extrayéndolas de los Estados Unidos ni de ningún otro país, sino explotando los recursos nacionales, y sacando ventajas de la pobreza y el atraso histórico del pueblo nicaragüense.
Porque, para no tener obstáculos en sus ambiciones y darle continuidad a su dictadura, su guardia y sus paramilitares, no van a perseguir, secuestrar, encarcelar ni torturar en otros países, sino aquí, a los nicaragüenses, sea en las calles, las cárceles o sus casas.
Porque el futuro que con sus perversas prácticas políticas-represivas están deformando, lo sufrirán solo los nicaragüenses, sus descendientes, y no los norteamericanos ni los ciudadanos de otros países.
Porque los delitos que los Ortega-Murillo cometen en contra de los nicaragüenses, no es porque les disgusta asimilar “la democracia” a la norteamericana, sino para evitar que los nicaragüenses conquisten sus libertades y sus derechos democráticos, por ellos secuestrados.
Porque Ortega es el último dueño del poder político de Nicaragua, continuador de la política neoliberal los gobiernos históricos y, junto a todos ellos, ha sido guardián del monocultivo y del atraso económico social de los nicaragüenses. La diferencia la hace sus niveles de represión y criminalidad, superiores a los de todos, incluyendo a los gobiernos de los tres Somoza. Por eso seguimos siendo un país dependiente. Es pura hipocresía entonces, argumentar que no se debe criticar la geopolítica norteamericana, porque USA… es “nuestro mejor mercado”.
Porque, como consecuencia del neoliberalismo de los libero-conservadores y del neoliberalismo dictatorial orteguista, se ha desintegrado, y sigue desintegrándose, a las familias nicaragüenses por la emigración laboral y política –en todo caso, forzada para los hombres y madres solteras— quienes, desde donde están, con sacrificios, envían las remesas a sus familias. De modo que es falso y hasta perverso, propagar la idea de que se debe aceptar la política exterior norteamericana… porque de USA vienen las principales remesas, como si fuera un regalo de su gobierno. Además, esos dólares que cubren parte o todo el presupuesto de miles de familias, van a parar a manos del gobierno y los capitalistas, responsables históricos de la falta de empleo y, por ende, de la emigración laboral.
Porque Daniel Ortega, habiendo ganado primero la presidencia (por su mañoso pacto con Arnoldo Alemán y después con dos fraudes electorales) ha ejercido formalmente la función de “primer magistrado de la república” y, como tal, el ciudadano de quien se espera sea un formador de civismo en la juventud del país. Sin embargo, la ha traicionado y desempeñado esa función formal al revés:
Porque su actitud como “primer” ciudadano ha tenido resultados contrarios a la buena educación cívica de los nicaragüenses, al mal enseñarles que el poder es una buena vía para enriquecerse; que el nepotismo es buen camino para enriquecer a parientes y amigos; que la costumbre de hacer mal uso de los bienes del Estado se ha hecho “ley” y, por lo tanto, ofrece el mal ejemplo de que cualquier abuso lo “legaliza” el poder; que cometer violaciones a la Constitución y las leyes es una facultad de los presidentes con el “derecho”, incluso, de recurrir a la violencia contra quienes tienen una concepción honesta de la política y las funciones públicas.
Y, aunque quedan muchos otros por qué, este último, es para los políticos y analistas:
Siendo los Ortega-Murillo los adversarios principales y, en muchos aspectos, únicos en esta etapa de crisis político-social por su política antinicaragüense, hacer comentarios que, objetivamente, crean confusiones políticas entre las bases de las alianzas, favorece a los dictadores y demás represores, por cuanto debilita la cohesión opositora en momentos que más se necesita de su unidad.
Si realmente pensamos y queremos una Nicaragua libre y, no solo libre de dictadura, sino también independiente y democrática, no es correcto ni patriótico presentar la solidaridad internacional y la política exterior de los Estados Unidos, como la mítica cigüeña que nos traerá… la democracia.
Lo justo y patriótico, es ver la solidaridad del exterior, tal cual es: una respuesta a la demanda de protección de nuestros derechos humanos ante la dictadura, es por humanismo pues, y no para la justificación de sus políticas nacionales. Y para solicitar la solidaridad internacional, no necesitamos pedirles a los gobiernos constancias de buena conducta.
Pero tampoco es para besarles las manos a quienes nos ofrezca su solidaridad, ni cantarles loas a la política exterior de ningún gobierno (casual) solidario con nuestra causa. La solidaridad entre los pueblos y países, se agradece, y también por humanismo, es un deber ser solidarios con todos los pueblos cuando les sea necesaria.
¿Es difícil entender eso? Por lo visto, parece que sí es difícil, por cuanto es asunto de intereses varios y de conciencia, pero no imposible si primara –en este momento histórico clave— la buena intención para el futuro de nuestra patria y de su pueblo. Y eso se demuestra según actuemos, pensemos, critiquemos y expongamos nuestros criterios ante los nicaragüenses y ante otros pueblos.