Solidaridad latinoamericana ¡Solo el pueblo organizado salva al pueblo organizado!
Managua, Nicaragua 23 de octubre 2019
Hemos visto durante las últimas semanas protestas sociales en diferentes países de la región y el mundo, recibimos noticias sobre la represión a las manifestaciones legítimas del pueblo organizado. Nos llena de indignación que los gobiernos, sin importar en qué parte del espectro ideológico se ubiquen, hagan un uso desproporcionado de la fuerza; sin embargo, no nos sorprende, pues sabemos hasta dónde los estados patriarcales, clasistas, racistas y autoritarios son capaces de llegar para mantener en manos de pocos el poder.
Nuestra región latinoamericana y caribeña ha sido atravesada por la desigualdad, el despojo, el extractivismo, el narcotráfico y la violencia que cobra día tras día vidas inocentes.
El narcotráfico, las redes ilícitas y la corrupción recientemente nos recordó que en México y Honduras aún operan sus tentáculos capaces de sembrar terror y violencia. Las reformas económicas impuestas por el Fondo Monetario y acatadas dócilmente por las élites gobernantes que profundizan la desigualdad y la pobreza, han provocado masivas manifestaciones de amplios sectores en Ecuador, en particular de los pueblos y nacionalidades originarias, de las estudiantes en Costa Rica, del estudiantado y la ciudadanía en Chile, y de la población que exige cambios profundos en Argentina, Haití y Venezuela, rechazando el autoritarismo, las alzas, el desabastecimiento y los recortes fondomonetaristas.
El despojo continuo por parte de los poderosos, y al que han resistido por más de 500 años los pueblos indígenas, sigue quemando, deforestando y destruyendo nuestros bienes comunes, como el reciente incendio del Amazonas en Bolivia y Brasil; o como la guerra cruenta que han emprendido en contra de las y los defensores ambientales en Brasil y Colombia. La misma guerra que mantiene en impunidad a quienes asesinaron a Berta Cáceres. Y las mareas verdes y moradas por toda la región, de nuestras compañeras feministas, nos recuerdan cómo los Estados y la justicia siguen sirviendo al patriarcado capitalista depredador de vidas y de naturaleza. Tampoco podemos obviar las recientes movilizaciones en Bolivia que exigen transparencia de los resultados y respeto a la decisión del soberano, lo que evidencia tanto las inconsistencias observadas en el proceso electoral, como el agotamiento de la democracia representativa y las formas tradicionales de hacer política.
Nos reconocemos en las luchas de todos y cada uno de nuestros pueblos hermanos, pues Abril en Nicaragua también significó un despertar ante la destrucción ambiental como sucedió con la Reserva de Indio Maíz, fue un despertar ante la corrupción pública y privada, incluyendo la que quebró la seguridad social, y un rechazo absoluto al autoritarismo, despotismo y el modelo corporativo que dio lugar a esta dictadura criminal. Despertar que estuvo precedido por la lucha contra el proyecto canalero y extractivista impulsado por grupos empresariales extranjeros, y por la lucha feminista contra el patriarcado y todas sus manifestaciones. Al igual que en Nicaragua, las luchas en toda la región nacen del descontento de las mayorías populares, demandando y ejerciendo nuevas formas de hacer política que se alejan de los partidos tradicionales y de categorías ideológicas obsoletas.
Nos sumamos a la solidaridad internacional con el pueblo que hoy resiste en cada rincón de Latinoamérica y el Caribe, pero también hacemos un llamado a que construyamos redes de solidaridad y resistencia que nos permita revertir este modelo económico, que está en evidente colapso por las grandes desigualdades y exclusiones que ha generado, así como por la crisis ecológica que ha producido. Exigimos a los gobiernos que detengan la represión y la militarización, porque los derechos humanos o se defienden o se violan, el camino a la democracia no se puede poner en pausa.
Los pueblos latinoamericanos y del Caribe no aspiramos a reformas políticas y fiscales cosméticas, sino a transformaciones profundas que garanticen las libertades cívicas, pero también nuestra subsistencia cotidiana, el respeto irrestricto a nuestros derechos económicos, sociales, culturales y ambientales para vivir con dignidad. No aspiramos a “crecimiento” a cualquier costo, menos desde concepciones que se alejan de la realidad y la necesidad de la ciudadanía de a pie. Estamos hartas y hartos de un modelo económico capitalista que prioriza la acumulación de riqueza en manos de pocos, y cada día condena a la pobreza, al hambre y a la miseria a miles de personas. No se trata únicamente de cambiar partidos y gobernantes, sino de transformar los sistemas y las relaciones de poder, de crear procesos educativos que fomenten el pensamiento crítico, de poner al centro los derechos de las personas en relación armoniosa con los bienes comunes y la naturaleza; esa es nuestra visión desde la Articulación de Movimientos Sociales, la cual defendemos desde todos nuestros espacios.
Es momento de las utopías, de soñar en esas otras realidades dignas posibles que día a día se pueden construir, pero también es momento de la acción, de la organización y resistencia en todos los niveles, que nos permitan construir en lo micro y en lo macro, en lo público y en lo privado, en lo subjetivo y en lo material nuevas formas de habitar nuestros espacios; como dirían nuestras hermanas y hermanos en el sureste mexicano: es momento del fuego y la palabra. Momento de decir fuerte y claro que ¡solo el pueblo ORGANIZADO salva al pueblo!
¡SI EL PUEBLO NO TIENE PAZ, EL GOBIERNO TAMPOCO!
NO HAY PAZ SIN JUSTICIA, NI JUSTICIA SIN PAN
¡SE VA A CAER!
¡QUE SE VAYAN TODOS!