“EL FRAUDE DEL MAS y LA EFERVESENCIA SOCIAL EN CURSO”
de Huascar Salazar L.
Es la noche del 21 de octubre de 2019 y Bolivia comienza a arder, literalmente. Una ola de movilizaciones en diversas regiones del país -principalmente en zonas urbanas- se vienen desatando en contra de una más que evidente manipulación de los resultados electorales para elegir al presidente del país. Arden oficinas del Tribunal Supremo Electoral, también casas de campaña del Movimiento Al Socialismo y las tensiones aumentan. El fraude es escandaloso, la actitud de los gobernantes soberbia y la gente tiene rabia y esta vez, no está dispuesta a ceder.
Desde hace ya varios meses se instaló una intuición generalizada de que “el MAS ganaría las elecciones aunque perdiera”, intuición sostenida en la experiencia de los últimos años, en especial el Referéndum del 21 de febrero de 2016, consulta que el MAS perdió -pese a la manipulación de los resultados- y posteriormente desconoció. Evo nunca debió ser candidato en 2019, solo pudo serlo a través de un manejo corrupto y discrecional del poder, y no importa si su discurso es progresista o no, su aferramiento al gobierno no tuvo parangón ni escrúpulos. Esto causó muchísimo malestar, por el descaro con el que lo hicieron y porque forzó un escenario electoral polarizado en el que las luchas sociales contra el despojo quedaron en segundo plano.
Pero, no solo ha sido un conjunto de hechos que tuvieron lugar en reiteradas oportunidades en el pasado, sino que estas elecciones, las del 2019, han estado plagadas de indicios de fraude, desde la criminalización de magistrados que no quisieron dar vía libre a la reelección ilegal de Morales, hasta la manipulación de las encuestas electorales, pasando por otro conjunto de irregularidades como el retraso del calendario electoral, el despido de 59 trabajadores del Tribunal Supremos Electoral (TSE) por “razones personales”, entre otras acciones que opacaron todo el proceso.
El día domingo 20 de octubre, las elecciones se realizaron en tensa calma, reinaba un clima de desconfianza. Y todo iba más o menos bien hasta la noche (20:00), momento en que el Tribunal Supremo Electoral reveló los primeros datos oficiales a través del sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP), el cual evidenció que al 83% del escrutinio de las actas de votación, la tendencia clara, Evo Morales había ganado las elecciones pero debía enfrentar a Carlos Mesa en una segunda vuelta. Inmediatamente después, el conteo de los votos del TREP se detuvo y se mantuvo así por casi 24 horas.
En ese periodo de tiempo todos los candidatos de la oposición reconocieron una segunda vuelta, pero también lo hizo la única empresa habilitada por el TSE para ofrecer datos de conteo rápido, la empresa Viaciencia S.R.L., todo estaba claro. Sin embargo, Evo Morales, en un escueto y ambiguo discurso, no reconoció esta posibilidad y se declaró vencedor. En ese momento entendimos lo que estaban dispuestos a hacer. Durante las siguientes horas llamó la atención el silencio de las autoridades electorales y gubernamentales, el TREP seguía detenido y nadie decía nada.
En paralelo se descubrieron almacenes clandestinos con papeletas electorales trucadas en Potosí y en La Paz1, pero de todas maneras nadie decía nada. Hasta que, finalmente, a las 19:00 del lunes 21 de octubre, de la nada y sin mediar mayor explicación, se reinició el conteo del TREP al 95%, con una modificación sustancial del panorama electoral: Evo Morales supuestamente ganaría en la primera vuelta por tener una votación superior al 40% y superar al segundo candidato con más de 10%, con una milimétrica ventaja (menos del 1%). Este dato, estadísticamente inconsistente por la tendencia que ya había asumido el conteo, y totalmente opaco por la manera en que se frenó el conteo evidencio lo que ya se intuía: el fraude estaba en curso.
Incluso, la misión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) -aquella organización de la cual su Secretario General, Luis Almagro, apoyó vividamente a Morales en su campaña electoral hace unos meses- se vio obligada a reconocer que “…24 horas después, el TSE presentó datos con un cambio inexplicable de tendencia que modifica drásticamente el destino de la elección y genera pérdida de confianza en el proceso electoral”2.
Inmediatamente la población cargada de indignación y rabia salió a las calles. En Oruro, Potosí, Santa Cruz, Cochabamba, La Paz, Tarija, Sucre, Cobija, Trinidad y otras ciudades intermedias3, las calles se llenaron de gente en protesta contra tan flagrante y explícita mentira y abuso de poder. Las movilizaciones crecieron y y en las siguientes horas se produjeron enfrentamientos y, en algunos casos la toma y quema de edificios públicos y casas de campaña MAS4. Incluso, frente a esta efervescencia, en Potosí y Sucre la policía decidió no reprimir, alegando que no actuarían en favor de un hecho ilegal.
Estos son hechos en desarrollo e incompletos en términos de que cada minuto vamos conociendo nuevos incidentes, sin embargo es importante dejar en claro los siguientes puntos:
• El fraude está en curso. No solo es la estadística y su tendencia inconsistente que durante las últimas horas el TSE ha presentado, sino un conjunto grotesco de maniobras que desde hace ya varios meses y hasta hace pocas horas hicieron evidente que esto pasaría, la intuición fue confirmada5.
• La bronca no es porque no se quiere reconocer la victoria de Mesa, sino porque se desconoce la derrota de Evo y, en general, se desconoce el malestar acumulado de la sociedad Boliviana. Ya lo dijo María Galindo6, la gente no votó para que Carlos Mesa sea presidente, sino para que Evo Morales deje de serlo, luego de un conjunto de vejaciones y agresiones contra distintos sectores de la sociedad que se vienen acumulando durante años. Una parte importante de la sociedad ya estaba cansada de Evo y con este fraude es evidente que la rabia aumentaría. El malestar no es nuevo, el fraude es la gota que colmó el vaso.
• Las movilizaciones tenderán a ser confusas, el fraude reactiva a la derecha recalcitrante, pero ello no invalida la indignación de la mayoría que sale a las calles. El gobierno viene deslegitimando -con una verborrea dogmática ya conocida- la rabia de la gente, tildándola de “imperialista”, de “derecha” o “neoliberal” (entre muchos otros apelativos). Y si bien no se puede negar que diversos sectores reaccionarios de ultraderecha de la política boliviana tratarán de aprovechar esta situación para sus propios fines -como siempre lo han hecho-, esto no invalida, ni mucho menos, el malestar y, por tanto, la movilización de la gente que, con todo derecho y dignidad, se opone a la continuidad de un gobierno prebenal, tutelar, corrupto, que gestiona los intereses del capital transnacional (principalmente chino) y de la oligarquía terrateniente, que reprime a indígenas en sus territorios y que, en las anteriores semanas, fue el artífice de que más de 5 millones de hectáreas de este país resultasen quemadas.
Que lo conservador recalcitrante de este país se reactive tiene que ver con la dinámica del progresismo y la manera cómo recrea sus “enemigos”, tal como sucedió en Argentina y Brasil. Estas movilizaciones son lo que son y deberán entenderse como el establecimiento de un límite, como un “¡no más!”, es lo que después de 13 años de gobierno del MAS, de despolitización inducida hacia abajo, de subordinación y represión se puede lograr, y no por ello deja de ser fundamental.
Es importante dejar de ver lo que las partes dicen y más bien concentrarse críticamente en lo que hacen, comprender lo que le está pasando a la gente en su vida cotidiana, algo que muchos académicos y politólogos no tienen idea de lo que significa.
• El gobierno intenta movilizar a su base corporativa. Organizaciones como la CODELCAM (Coordinadora Departamental por el Cambio), así como otras afines al gobierno, y que hacen parte de una estructura corporativa articulada al Movimiento Al Socialismo, han manifestado -luego de reuniones con el ejecutivo- que participarán en movilizaciones para que no exista segunda vuelta, de tal manera que Morales sea inmediatamente declarado presidente.
Estas acciones probablemente acentuarán el conflicto y enfrentarán a diversos sectores sociales de Bolivia (principalmente de corte popular). Es evidente que esta estructura corporativa viene sufriendo requebrajamientos hacia abajo (el que Morales haya visto disminuida drásticamente su votación es constatación de ello), aunque habrá que ver la dinámica de esto en los siguientes días. Es probable, como ya lo vemos en la ciudad del El Alto, que diversas organizaciones se vayan deslindando de este corporativismo, aunque será un proceso difícil y conflictivo.
• Las claridades vendrán de la lucha. Si bien todo este periodo electoral fue de confusión, en el cual solo el “voto castigo” parecía ser la única opción para demostrar el malestar que primaba en la sociedad boliviana -ya que los políticos de los distintos candidatos no tenían en realidad grandes diferencias-.
Sin embargo, el desconocimiento de ese “instrumento” de la democracia liberal, la mezquindad de los gobernantes y el hartazgo de la gente cambió el escenario y la movilización comenzó a brotar por todos lados con la consigna de que esta vez “no nos dejaremos”. No será un momento fácil para Bolivia, porque en todo esto hay mucha pus que tiene que salir por algún lado, como en todo momento de descomposición política. Sin embargo, lo importante es que Bolivia comienza a moverse de lugar, volviendo a expresar su rabia y a escuchar sus propias intuiciones sobre lo que están haciendo los de arriba. Eso sí, de una u otra manera, los tiempos de Evo como los conocíamos, ya no serán más.