Líbano e Irak viven su potente Primavera Árabe

En ambos países el sectarismo ha alimentado guerras y ha sido explotado por las élites gobernantes y las diversas facciones políticas con sus milicias armadas, pero ahora los libaneses e iraquíes están mostrando un espíritu de unidad novedoso, portando por primera vez sólo la bandera nacional, y no símbolos religiosos o políticos.



La Vanguardia

El Cairo, 5 nov (EFE).- Las calles y plazas de Irak y el Líbano son escenario de amplias protestas que recuerdan la Primavera Árabe, pero los ciudadanos de estos países que no vivieron las revueltas de 2011 piden ahora un cambio profundo del sistema de reparto del poder y de la riqueza, y no se van a conformar con reformas cosméticas.

En ambos países el sectarismo ha alimentado guerras y ha sido explotado por las élites gobernantes y las diversas facciones políticas con sus milicias armadas, pero ahora los libaneses e iraquíes están mostrando un espíritu de unidad novedoso, portando por primera vez sólo la bandera nacional, y no símbolos religiosos o políticos.

Las protestas que dieron comienzo a principios de octubre en Irak y a mediados de mes en el Líbano “nacen de la frustración de amplios sectores de la sociedad respecto a la clase política que ha fallado al ofrecer condiciones de vida dignas y es considerada corrupta”, explica a Efe el encargado de Irak, Líbano y Siria para “think tan” (laboratorio de ideas) Crisis Group, Heiko Wimmen.

En el caso de Irak, “la humillación es especialmente manifiesta debido a las enormes recursos del país, que sin embargo no llegan al pueblo”, agrega Wimmen en referencia al petróleo, cuya producción se duplicó en la última década situando al país árabe como el quinto productor a nivel mundial, según datos de la Agencia Internacional de Energía.

“Los motivos de las protestas son puramente sociales”, afirma el experto, que detalla que gran parte de los manifestantes son chiíes porque estos representan la mayoría de la población iraquí, sobre todo en el sur rico en petróleo, donde desde el año pasado ha ido en aumento el descontento por la mala gestión de las autoridades.

La crisis sanitaria y ambiental que se vivió en 2018 en Basora -donde se encuentra el principal puerto de Irak-, provocó unos 120.000 casos de intoxicación por agua contaminada y el 40 % de los habitantes sigue sin tener acceso a agua potable este año.

Los cortes en el suministro de agua y luz que sufren a diario los libaneses han sido un factor importante en las actuales protestas, más “chic” -como muchos comentaristas destacan- y menos violentas que las de Irak pero con el mismo trasfondo: el rechazo de los políticos de cualquier signo que se han enriquecido a costa de los ciudadanos dando lugar a unos Estados depauperados e ineficientes.

El centro de estudios Carnegie destaca en un reciente análisis que en 2011 los pueblos árabes arremetieron contra sus gobernantes, pero ahora desconfían de todos los líderes políticos, también los opositores, porque ninguno ha cumplido sus promesas de reformas políticas y económicas.

Esto queda plasmado en el lema del movimiento popular libanés: “todos significa todos”, con el que los manifestantes exigen la marcha de todos y cada uno sin excepción.

En el Líbano, estas son las protestas más grandes desde 2005, cuando la llamada “revolución del cedro” forzó la salida de las tropas sirias del país; mientras que en Irak ha habido varios estallidos en los últimos años, debido al deterioro de la situación desde el fin del régimen de Sadam Husein en 2003 a manos de Estados Unidos.

Ambos países no pueden satisfacer las necesidades básicas de sus ciudadanos, están fuertemente endeudados y corruptos a todos los niveles, y con una fuerte influencia por parte de vecinos y potencias internacionales.

Si bien en los dos casos se han escuchado lemas en contra de Irán y muestras del rechazo a la influencia de Teherán, sobre todo a través de milicias y movimientos políticos chiíes, el elemento iraní refleja el hartazgo hacia las facciones que se ha mantenido en el poder también gracias al apoyo externo.

“Estas protestas no tienen que ver con Irán, sino con el pan cotidiano”, asegura a Efe el director del Centro de Estudios Iraníes de la Universidad de Londres, Arshin Adib-Moghaddam.

En Irak los manifestantes han asaltado el consulado iraní en Basora, pero el profesor insiste en que “el blanco de los manifestantes son sus Gobiernos y no un país (extranjero) en concreto”.

En los movimientos de protesta, civiles en su esencia, han quedado al margen o ha sido rechaza la participación de grupos chiíes vinculados a Irán, como Hizbulá en el Líbano.

Según Adib-Moghaddam, estos grupos tendrán que “ajustarse a las demandas de una sociedad civil cada vez más poderosa, al igual que todos los movimientos políticos”, que en ambos países se basan en la religión y están asociados al eje pro-iraní chií o al pro-saudí suní, en el marco de las alianzas en Oriente Medio y el golfo Pérsico.

De momento, todas las promesas de reforma y de cambio de Gobierno no han calmado la calle y esta semana se han reavivado las protestas del “otoño árabe”, en el que los manifestantes tienen en cuenta las lecciones de 2011 y exigen una ruptura verdadera con el régimen vigente hasta el momento. EFE