Hacia una sociedad autónoma

En nuestras sociedades vivimos dentro de lo que se llama democracia representativa, es decir un sistema en el cual el pueblo elige en unas elecciones a una serie de personas, vinculadas a diferentes partidos políticos, como representantes de la ciudadanía durante cuatro o cinco años.
Este es el concepto dominante de democracia, que une la democracia a los partidos políticos y a un gobierno de arriba abajo, pero hay otro, más acorde con el sentido etimológico de la palabra democracia, o sea gobierno del pueblo. Según este concepto la verdadera democracia sería el autogobierno popular, o sea un sistema deliberativo donde se reflexiona y decide colectivamente sobre lo que se va a hace



Hacia una sociedad autónoma

Alfredo Carreras 

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En nuestras sociedades vivimos dentro de lo que se llama democracia representativa, es decir un sistema en el cual el pueblo elige en unas elecciones a una serie de personas, vinculadas a diferentes partidos políticos, como representantes de la ciudadanía durante cuatro o cinco años.

 

Este es el concepto dominante de democracia, que une la democracia a los partidos políticos y a un gobierno de arriba abajo, pero hay otro, más acorde con el sentido etimológico de la palabra democracia, o sea gobierno del pueblo. Según este concepto la verdadera democracia sería el autogobierno popular, o sea un sistema deliberativo donde se reflexiona y decide colectivamente sobre lo que se va a hacer: las leyes son debatidas y aprobadas por los ciudadanos mismos.Si bien, por supuesto, la sociedad más óptima en su autonomía sería aquella donde las leyes fueran las mínimas imprescindibles, es decir a más moral menos leyes.

 

Esta forma de democracia directa y deliberativa, supone apostar por una sociedad autónoma, por usar un concepto de Castoriadis, frente a la sociedad dirigida o heterónoma.

 

En una sociedad democrática o autónoma, los conceptos de gobierno, autoridad y representación difieren del de la democracia representativa. Inspirándonos en el ejemplo de la antigua Atenas y en otros posteriores, como la Revolución Húngara de 1956, último momento en que en Europa se expandió la alternativa a la llamada democracia de partidos, o sea el sistema democrático de Consejos el poder, o la autoridad, está en la Asamblea General, Consejos o Concejos, que son los que toma las decisiones y por tanto son autónomos, no dirigidos por un Partido o Caudillo, lo cual no sería más que un falseamiento. una ficción que encubriría en realidad unos Organismos usados como fuerza de choque de los dirigentes, caso del chavismo o el llamado bolivarianismo o socialismo siglo XXI, por ejemplo, o los Soviets tras su destrucción por los bolcheviques, donde quedaron como elementos decorativos .

 

Teniendo en cuenta la extensión y complejidad de nuestras comunidades, frente a otras más pequeñas y sencillas, una República Democrática de Consejos tendría que partir del núcleo de convivencia social más pequeño, el vecinal o barrial y a través del principio federativo elegir representantes, temporales, revocables y rotativos a niveles más complejos, distrito, municipio, comunidad hasta llegar a nivel nacional y constituir un Consejo o Asamblea Nacional, y, llegado el caso poder alcanzar una federación internacional.

 

Allí donde la gente conviva o se encuentre de forma habitual, pueden formarse Consejos-estudiantes y profesores en escuelas, centros de formación profesional y universidades, artistas, funcionarios…- lo que facilitaría la reconstrucción social y alejarse de la atomización dominante hoy por hoy al fomentar el diálogo, el encuentro, la reflexión y la virtud cívica . Así, por ejemplo, si la sociedad considera que se debe ir a la creación de un nuevo sistema educativo, el Consejo Educativo podría proponer un bosquejo, unas ideas, que luego en diálogo con la sociedad ésta podría aprobar, rechazar, o modificar, o ampliar tras un proceso deliberativo y un refrendo.

 

 Incluso sería necesaria la existencia de unos Consejos u Órganos de Control, como mecanismos de supervisión del resto de Consejos, para que no se desviaran de los acuerdos tomados por las Asambleas  y pudieran convertirse en un poder separado de la sociedad. No olvidemos que todo poder requiere de la existencia de vigilancia, de controles y contrapesos, y por tanto pensar seriamente en este tema sería fundamental para el buen desarrollo de una sociedad autogobernada.

 

Junto a la democracia política, para poder desarrollarse un sociedad autónoma se requeriría también el autogobierno de los colectivos económicos, es decir la autogestión y/ o formas de economía democrática y solidaria que la comunidad aprobase. Tales colectivos laborales también podrían coordinarse desde el nivel más local al más general. También es fundamental  una paideia o educación que favorezca la creación de individuos autónomos y la existencia de medios de comunicación libres y democráticos, sin monopolios, oligopolios o favoritismos, que favorezcan el debate y la reflexión sin focos de emisión privilegiados. Incluso los conceptos de justicia y seguridad deberían ir cambiando, procurando una solución negociada de los conflictos, y una seguridad autoorganizada por la propia comunidad.

 

Sería muy importante impulsar una ciencia libre, no servil al poder, que acercara sus conocimientos a la sociedad todo lo posible, que buscara una tecnología favorecedora de la libertad y lo menos contaminante posible, que se esfuerce por encontrar fuentes de energía alternativas al petróleo y otros combustibles fósiles que poco a poco van agotándose ,con el grave problema que eso está trayendo.

 

La autoridad, en una sociedad autónoma, supone poner en práctica los acuerdos tomados por las Asambleas, llevados a cabo por personas de mérito y valía personal, que destaquen por su honestidad y moralidad, por tanto sin que tal autoridad implique privilegios ni dominación.

 

 

El camino hacia un concepto diferente de democracia será largo, probablemente fracase y nunca se ponga en marcha algo similar. No obstante convendría tener en mente un bosquejo de autogobierno democrático. Si vamos a ser derrotados y aplastados, casi con total seguridad, al menos que lo seamos con una ilusión, con otra idea de organización social en mente; lo que cuanto menos daría un sentido a nuestra existencia, diferente al sinsentido, a la muerte en vida que la maquinaria trituradora de mentes e ilusiones contrarias al Progreso infinito y deshumanizador tiene a bien ofrecernos.