Movimientos sociales o gobiernos progresistas

Para los mortales de América Latina, los de abajo, campesinos o personas de a pie que viajamos en transporte público y no tenemos injerencia en las decisiones de nuestros gobiernos, el reto es no volver a permitir los “errores” de los gobiernos progresistas, por lo que nuestros esfuerzos deben concentrarse en los movimientos sociales y su articulación.
Nota: Muchos movimientos sociales están dirigidos por partidos que luchan por el poder, de modo que sería más preciso cambiar “movimientos sociales” por autonomías comunitarias o comunidades, barrios y municipios autónomos.



  09-11-2019

 
Movimientos sociales o gobiernos progresistas

La cuestión tantas veces planteada y debatida, no necesariamente asimilada. En ocasiones como disyuntiva y en otras tantas como conjunción no excluyente, por tanto complementaria resuelta en su momento por Rosa Luxemburgo; vuelve a adquirir relevancia a la luz de los estallidos sociales en distintas partes del mundo, mismos que de manera entusiasta algunos han catalogado como las nuevas revoluciones de octubre.

En primer lugar, habría que delimitar, contextualizar e historizar cada experiencia para evitar las simplificaciones, los reduccionismos y las generalizaciones que poco ayudan a la comprensión de la nueva fenomenología que nos debería impactar como un tsunami en la conciencia de lo que a cada uno corresponde hacer.

No es lo mismo el independentistmo catalán que el kurdo. Tampoco la lucha contra el neoliberalismo en Ecuador y Chile protagonizada por movimientos sociales, indígenas en el primero, que aquella por la que discursivamente transita México y Argentina. No son equiparables las luchas por la vida y la defensa de los territorios en América Latina, con las de los Partidos Verdes o los movimientos ecologistas en Europa. La propuesta antipatriarcal y anticapitalista de Marichuy en nuestro país, no necesariamente es asimilada y defendida por Greta Thonberg en la ONU. Los diversos feminismos globales ponen el acento en problemáticas particulares e incluso generacionales como la despenalización del aborto, el derecho a decidir sobre su cuerpo, la denuncia de los feminicidios o la búsqueda de equidad en todo el orden societal. Las kurdas musulmanes de YPG en Rojava, o las adolescentes palestinas que resisten la ocupación del Estado Israelí están en una frecuencia diferente a la de las militantes del #MeToo, aunque en el fondo enfrenten al mismo opresor. La oposición en Colombia, Venezuela y Bolivia no necesariamente comparten los mismos valores y símbolos que en Hong Kong, Irak o Líbano, aunque todas se valgan de las redes sociales. La cobertura mediática en Haití no es la misma, o no tiene el mismo impacto entre las izquierdas de todo el planeta. No deben obviarse las diferencias, de clase, religión, género y cultura.

Sin embargo, pese a todas las diferencias, dinámicas contradictorias y caóticas ejemplificadas anteriormente, es posible como en 1968 encontrar algunos rasgos característicos, aunque no definitorios del momento actual y del futuro. Todavía es prematuro conocer sus efectos. Asistimos a un cambio de época, estamos iniciando un cambio de mentalidad son preguntas que debemos plantearnos sin apresuramientos, pero sin fatalismos. La primavera árabe o los gobiernos progresistas generaron expectativas muy alejadas de lo que finalmente aportaron.

Para los mortales de América Latina, los de abajo, campesinos o personas de a pie que viajamos en transporte público y no tenemos injerencia en las decisiones de nuestros gobiernos, el reto es no volver a permitir los “errores” de los gobiernos progresistas, por lo que nuestros esfuerzos deben concentrarse en los movimientos sociales y su articulación, sin renunciar necesariamente a lo electoral o reformista. En Ecuador y Chile los movimientos sociales han comprendido que el problema no se resuelve exclusivamente derrocando al titular del poder ejecutivo, como ya se ha hecho en Argentina o en el mismo Ecuador, han adquirido una conciencia más global de que el problema es el modelo económico político y social. Civilizatorio para resumirlo. Esa es la lección que ya podemos asimilar. Si aceptamos que la lucha del futuro es por la vida y en contra del capitalismo, luego entonces debemos desplegar toda nuestra imaginación y creatividad, afinar nuestros métodos de lucha. Porque otro mundo no es sólo posible, sino necesario.