Chile como ejemplo de lucha

Una mirada a este levantamiento popular sirve para ver por qué las democracias liberales están en crisis y por qué el caso chileno es un ejemplo de cómo de verdad se pueden cambiar este tipo de regímenes políticos. Independientemente de que al final se logre más o menos, el grueso de la sociedad chilena se está uniendo gracias a la lucha.



Chile como ejemplo de lucha

En octubre de 2019 comenzó el estallido social chileno que ha puesto en jaque al Estado neoliberal fundado por Pinochet. La represión ha sido brutal desde el principio, con asesinatos, heridos, violaciones, torturas y más abusos, pero el efecto fue el contrario al que se pretendía. Una mirada a este levantamiento popular sirve para ver por qué las democracias liberales están en crisis y por qué el caso chileno es un ejemplo de cómo de verdad se pueden cambiar este tipo de regímenes políticos. Independientemente de que al final se logre más o menos, el grueso de la sociedad chilena se está uniendo gracias a la lucha.

El Salto
2019-11-14 06:30

En historia las fechas importantes son simbólicas, se escogen unas como se podían haber escogido otras para delimitar una serie de acontecimientos, pero una vez que se establecen influyen mucho (en el relato que predomina y en las acciones que se realizan en base a este). Creo que octubre de 2019 puede convertirse en el mes en el que el capitalismo neoliberal transnacional perdió la “joya de la corona”. Obviamente, esto no significa que la crisis de la etapa neoliberal del capitalismo empezara el mes pasado, sino que el estallido social chileno puede marcar una dirección para el futuro, asestando un duro golpe a ciertas élites transnacionales.

Este país latinoamericano siempre se ha puesto como ejemplo de cómo un país pobre puede prosperar gracias al libre mercado (básicamente porque su PIB es alto en comparación con la región, sin entrar a considerar más cosas), defendiendo que la economía debe funcionar sin interferencias estatales que solo la entorpecen y desincentivan la inversión privada.

La forma de llevarlo a cabo fue un experimento social que afectó a más de 10 millones de chilenos en el momento en el que Pinochet tomó el poder en 1973. El dictador fue asesorado por economistas educados en Estados Unidos e implementó las ideas que estaban de moda en los países ricos: privatizar sectores públicos, liberalizar sectores protegidos y reducir al mínimo los impuestos (tratando además de dejar solo los indirectos). Estas medidas tan impopulares pudieron llevarse a cabo fácilmente gracias al contexto represivo en el que estaba Chile. Con la llegada de la democracia en 1990, no cambió nada, salvo la apariencia de que ahora se podían elegir gobiernos con ideologías distintas. Y entonces, 46 años después del levantamiento militar, el pueblo estalla gracias a una protesta de estudiantes secundarios por la subida del precio del metro. Ha sido con Piñera, una caricatura del poder neoliberal, pero bien podía haber pasado con Bachelet, o con cualquiera.

El levantamiento popular chileno ayuda a entender lo que son las democracias liberales y por qué están derrumbándose.

 

Parlamentarismo burgués (el gobierno de los ricos)

Desde que se acabó la dictadura de Pinochet en Chile hay el típico sistema parlamentario bipartidista, en el que dos grandes partidos pugnan por el poder. Este tipo de sistema se reorganiza de forma bipartidista aunque surjan otros partidos con un número considerable de votos, el ejemplo perfecto es España. Suelen ser muy pocos (o más bien ninguno) los partidos políticos con peso que se mantienen en rebeldía al parlamentarismo burgués y no se meten de lleno en sus dinámicas. Los dos grandes partidos (o bloques) difieren principalmente en medidas sociales que no son de carácter económico, y en algunas económicas, pero nada estructuralmente relevante. Lo importante es que juntos dan la sensación de que son dos opciones muy contrapuestas, izquierda y derecha atacándose duramente en los medios de comunicación.

 

Todo esto, aunque los políticos y la élite para la que gobiernan consideran que la gente se lo cree, es una obviedad para los chilenos. Precisamente por eso las protestas están marcadas por el rechazo a todos los partidos políticos y a los sindicatos mayoritarios, desconfiando de la Central Unitaria de Trabajadores cuando trata de sumarse a las demandas populares. “Los que se subieron al carro de la constituyente son los de la CUT, que cuando estaba el gobierno de la Bachelet nunca dijeron nada, cuando había que subir el sueldo ni siquiera se pronunciaron, ellos funcionan por intereses”, me comentó un colega chileno. Por tanto, lo que se pide es empezar de cero: una nueva constitución escrita por el pueblo, sin nadie que intente sacar partido de una rebeldía que no les pertenece.

Estado policial y justicia de clase

Es evidente que las democracias liberales necesitan muchos policías y militares afines, creo que aquí no hay que decir mucho más. Con el aparato judicial pasa lo siguiente: los ricos tienen buenos abogados y la complicidad de jueces y fiscales, y los pobres suelen tenerlo todo en contra. Cuando se trata de defender los intereses de los ricos, las acciones son contundentes y las condenas ejemplares, pero con los intereses de los pobres pasa al revés.

En Chile, Piñera literalmente declaró la guerra a su propio pueblo. Las cifras de esta “guerra” son poco precisas porque se ocultan y manipulan.

La Cruz Roja habla de 2.500 heridos, pudiendo ser bastantes más ya que se han creado redes de asistencia popular que no dejan registro alguno

El Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile ha presentado en las últimas semanas 283 acciones judiciales contra carabineros y militares, por asesinatos, torturas, etc., entre las que hay 52 por violencia sexual. Pero los datos que presenta este instituto tampoco reflejan la magnitud de la represión porque muchos de los heridos son atendidos al momento y rechazan cualquier atención que implique un registro por miedo a represalias. Lo mismo sucede con las violaciones, torturas y más abusos que no se registran. La Cruz Roja habla de 2.500 heridos, pudiendo ser bastantes más ya que se han creado redes de asistencia popular (estudiantes y más gente que se dedican a atender a los heridos en las protestas) que no dejan registro alguno.

Con los muertos pasa igual, se tiene constancia de más de 20 muertos, de los cuales 5 con toda certeza fueron asesinados por carabineros y militares, pero la manipulación y los montajes impiden tener cifras y causas certeras. Un ejemplo es un joven de 17 años que apareció calcinado, culpándolo de saqueos que acabaron con fuego. Lo curioso es que presenta tres orificios en el tórax, pero la autopsia decidió no indagar. Otros ejemplos son varios suicidios sospechosos de detenidos, que aparecen colgados en el calabozo o en la calle. También hay desaparecidos, que luego lanzan de vehículos en marcha tras ser abusados de múltiples maneras. Además, el número de persones con heridas oculares (197 según INDH Chile), básicamente ojos reventados por disparos a la cara, muestra un patrón de mutilación como estrategia de represión.

Por las redes sociales circulan multitud de videos en los que claramente se ve a carabineros y militares siendo cómplices (o directamente participando) de los saqueos. Muchos de los robos que están teniendo lugar estos días en Chile son fomentados por las autoridades, que los usan como excusa para justificar la represión y desacreditar la lucha social, incitando especialmente al saqueo y destrozo de Valparaíso. En todo esto, mientras los carabineros entran en las escuelas secundarias disparando y Piñera endurece las leyes contra las protestas, los cuicos se pasean armados sin grandes problemas.

Relato nacional

El relato histórico que un Estado-nación desarrolla es fundamental para poder gobernar, pues influye en la educación, las festividades y hasta en el propio modo de producción y en las formas de propiedad.

Un nuevo contrato social podría implicar medidas sobre quién y cómo se pueden explotar los recursos naturales del centro y sur de Chile

Las demandas populares y el nuevo relato anticolonial están haciendo más por unir a los chilenos que siglo y medio de “pacificación” constante contra los mapuches. Se trata de acabar con la herencia colonial española y chilena. Obviamente, a los ricos de dentro y fuera del país no les gusta lo que todo esto puede implicar, pues la Araucanía es explotada por empresas privadas chilenas y extranjeras (entre las que hay varias españolas, como por ejemplo Endesa) contra las que llevan toda la vida luchando las poblaciones locales mapuches. Un nuevo contrato social podría implicar medidas sobre quién y cómo se pueden explotar los recursos naturales del centro y sur de Chile.

Por supuesto, los recursos naturales del resto del país también están gestionados por empresas privadas, que explotan desde el litio hasta el agua. La industria minera del cobre, la mayor del mundo de este mineral, fue terminada de nacionalizar por Allende en 1971, a lo que le siguió la privatización de Pinochet y de los posteriores gobiernos democráticos. Todo esto podría ponerse de nuevo sobre la mesa si triunfa el pueblo chileno.

Condiciones materiales de vida

Las desigualdades son cada vez más pronunciadas en Occidente, agravando las tensiones en los países ricos, que además tienen que enfrentar un mundo cada vez más multipolar en el que las dinámicas coloniales en las redes comerciales, productivas y financieras globales se van reduciendo. Estos y otros problemas aumentan debido a la falta de soluciones reales que ofrece la democracia liberal. El caso de Chile es más extremo, pues es un país latinoamericano sin la riqueza acumulada de los antiguos imperios europeos, ni la de Estados Unidos. Además, las ideas neoliberales que en otros países han ido (y van) reduciendo poco a poco las coberturas sociales, en Chile se aplicaron de golpe.

Esto es fundamental, la desigualdad y la pobreza, lo que ha hecho que la gente salga a la calle a luchar. Porque mientras unos tienen clínicas comparables a las mejores de Europa, otros mueren o empeoran considerablemente esperando a ser atendidos en la pésima sanidad mixta (que no pública) chilena. Y lo mismo con la educación y con los precios de todo. Nada realmente público y todo muy caro para los salarios medios (vivienda, comida, transporte). Cecilia Morel, la mujer de Piñera, dijo lo siguiente en un audio de WhatsApp filtrado refiriéndose a las protestas: “… es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice … vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”.

Manipulación mediática

Las democracias liberales alardean de libertad de expresión, pero la realidad es que es simplemente una manipulación más sutil que la se puede encontrar en otros regímenes políticos. Con los medios de comunicación mayoritarios sucede lo mismo que con el parlamentarismo burgués: en la tele parece que podemos elegir entre canales ideológicamente contrapuestos, los cuales nos muestran distintos puntos de vista, pero no es así.

En Chile los medios se hacen eco de la versión oficial nacional y extranjera: Rusia, Cuba y Venezuela desestabilizando el país de una forma indefinida. También manipulan cifras de participación, heridos o muertos además de ocultar las imágenes más extremas de violencia policial y militar.

A pesar de la represión, las movilizaciones siguen siendo masivas, y el pueblo está cada vez unido contra el Estado y sus fuerzas de seguridad. Este es un conflicto social que ha unido a generaciones, a barras bravas y a pueblos históricos. No se sabe hasta dónde llegará, pero solo con lo luchado hasta ahora ya tiene al mundo mirando (aunque en los medios mainstream salga lo justo) y ya ha cerrado muchas bocas, entre ellas la mía. Para los que hemos podido observar de primera mano que el “milagro de Chile” no existe, los chilenos nos están dando una lección de dignidad