CRISIS POLÍTICA EN BOLIVIA: LA COYUNTURA DE DISOLUCIÓN DE LA DOMINACIÓN MASISTA
Fraude y resistencia democrática
Luis Tapia
Este momento de crisis política es el inicio de la caída del régimen de dominación masista. El 20 de octubre se termina de consumar un fraude electoral que pretendía articular otro momento de legitimación del control del aparato estatal, de la sociedad civil y de los territorios comunitarios indígenas. El MAS ha enfrentado la resistencia ciudadana al proyecto de prolongación de su dominación en el país. El fraude de octubre tiene antecedentes: ha estado preparado por varios momentos de fraude y cancelación de la democracia, siendo el principal el desconocimiento de los resultados del referéndum sobre la reelección de Evo Morales y García Linera en febrero de 2016, cuando el pueblo boliviano votó mayoritariamente por el “NO”.
Ante el fraude en las últimas elecciones se articula una gran resistencia, que entra en una primera fase de desobediencia civil y que tiene varias facetas. Primero, se denuncia el fraude a través de trabajos de ciudadanos y de grupos de profesionales que han proporcionado pruebas de la manipulación de los datos. Esto se acompañó de marchas autoconvocadas que ocurrían a diferentes horas del día y en diferentes lugares de todas las ciudades capitales de departamento. Otra faceta de la resistencia al fraude es la del paro cívico, que implicó el bloqueo dentro de las ciudades como resultado de la organización barrial.
Esta resistencia contiene, por un lado, una acumulación de cansancio y rechazo al abuso y al autoritarismo gubernamental. También es una expresión de desobediencia civil, que fue acompañada del despliegue de una capacidad de autoorganización, que en las primeras semanas operó como fuerza de bloqueo a un nuevo intento de prórroga del gobierno de Morales. Luego, esta capacidad de autoorganización se convierte en una forma de resistencia y contención a la fase de despliegue de violencia destructiva que el MAS empieza a desplegar inmediatamente después de la renuncia de Morales, con ataques a las ciudades y las poblaciones, con quema de casas y destrucción de bienes públicos.
Estas formas de organización de la gente a nivel de barrio, incluso por cuadras, ha sido la principal fuerza que ha bloqueado el proyecto de continuidad masista. Esto mucho más en el caso de La Paz, donde no hay un comité cívico que cumpla las tareas de dirección y articulación como ocurre en Potosí, Santa Cruz, Sucre y otros lugares. En un otro nivel los comités cívicos han operado como articuladores de un paro nacional. El espectro político de los comités es heterogéneo; el de Santa Cruz está dirigido por empresarios, como siempre. Los comités de Potosí, Sucre y Oruro están dirigidos por sectores populares: maestros, obreros, entre otros.
Estas fuerzas de la fase de resistencia de las primeras dos semanas posteriores al fraude desembocaron en un motín policial. La policía era una fuerza que estaba siendo movilizada contra la resistencia civil. Los oficiales y la tropa policial entran en un motín y dejan de contribuir a la represión estatal. A esto se aúna el hecho de que el ejército le puso un límite a la intención presidencial de movilizar al ejército para la represión a la resistencia. Los primeros días de despliegue de la resistencia civil hicieron que Morales públicamente declare que iba a contrarrestar las movilizaciones con cerco a las ciudades y que estaba muy confiado porque tenía la fuerza de sus organizaciones sociales y el ejército. Parece que en ese momento el ejército le puso un límite, pues nunca más volvió a hablar de la intervención militar y empezó a desplegar grupos de choque, primero con transportistas en las ciudades y luego de manera más extendida, después de la renuncia del presidente.
Tal renuncia es el resultado de la articulación de esta acumulación de resistencia civil, motín policial y del primer informe de la OEA, que ratifica que hubo un fraude generalizado en todas las fases del proceso electoral. Fue el propio MAS el que había convocado a la OEA a realizar una auditoría, cuyos resultados debían ser vinculantes. Tras los resultados cambia de estrategia, ya que estaba esperando que hubiera un informe favorable de la OEA que lo legitime y a partir de eso reprimir y desarmar los núcleos de resistencia civil, lo cual es imposible porque hemos vivido la fase de mayor movilización política por largas décadas, ya que esto ha ocurrido en muchos casos en todos los barrios de muchas ciudades, en algunas, como La Paz, en una parte importante de la ciudad. Es algo que se ha sostenido por semanas y de manera creciente. Es por eso que una consigna básica era: “¿quién se rinde?, nadie se rinde; ¿quién se cansa?, nadie se cansa…”.
El MAS, entonces, pasa de la táctica de legalización y legitimación por parte de la OEA, a la táctica de denuncia de un supuesto golpe de estado. Primero Evo Morales habla de convocar a nuevas elecciones y pide que se enjuicie a los miembros del órgano electoral que él mismo nombró. Más tarde, él y el vicepresidente renuncian públicamente desde el Chapare y, simultáneamente lanzan un ataque violento a las ciudades. El tono dominante ha sido el de la violencia destructiva y el ataque a la gente, que implicó la muerte de varias personas.
La táctica de denuncia de un supuesto golpe supuso la solicitud de asilo y posterior salida del país, luego la movilización del apoyo internacional articulado por México, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Uruguay y otros países, desconociendo el hecho básico del fraude comprobado en Bolivia y por la OEA. A la vez solicitó una reunión del Consejo Permanente de la OEA para desplegar esta estrategia, pero el tiro les salió por la culata, ya que una intervención contundente de la OEA declaraba que se trató de un fraude en todas las fases del proceso electoral y que de ninguna manera se trataba de un golpe de estado en el país, sino de una resistencia democrática, que en las semanas previas había ido documentando el fraude electoral, material que sirvió para la auditoría de la misma OEA.
La táctica del MAS consistía en abandonar el país para dejar el lugar de delincuente que hizo fraude y convertirse en víctima de un supuesto golpe de estado y movilizar sus fuerzas causando terror, destrucción y muerte en las ciudades, de tal manera que sus parlamentarios en el Congreso no acepten su renuncia y viabilicen una vuelta (imposible) del caudillo como salvador y el único que puede restablecer el orden político en el país.
Sucesión constitucional y violencia destructiva del MAS
Las consignas populares democráticas empezaron con la demanda de segunda vuelta por los índices de fraude sobre un margen de la votación que anulaba esta segunda fase en el proceso de elección de gobernantes. Se fue demostrando que el fraude fue mayor, la consigna popular y democrática era la anulación de elecciones. Esta consigna se sostuvo desde la primera semana de resistencia y frente a la reacción reveladora de total autoritarismo del gobierno que amenazaba con cortar el agua, la luz y cercar las ciudades, la consigna se transforma en: renuncia del presidente, y se va generalizando en los días siguientes. En este sentido, la demanda de las movilizaciones democráticas consiste en renuncia del presidente y convocatoria a nuevas elecciones con la conformación de un órgano electoral imparcial y calificado.
La renuncia ya ocurrió, estamos en el momento de la sucesión constitucional. La constitución establece que, ante la renuncia o ausencia de las cabezas de ejecutivo, asume, por orden de prelación, la cabeza del legislativo. Junto a Evo Morales renunció el vicepresidente, la presidenta del senado y el presidente de diputados. Tras las renuncias, la siguiente autoridad en orden de prelación era la senadora Añez, que asume la presidencia de la república debido al abandono de funciones por parte de las principales autoridades del Estado. Este procedimiento ha sido avalado por el tribunal constitucional, elegido por el MAS. De acuerdo con la constitución la nueva mandataria asume de manera transitoria para convocar a nuevas elecciones en un plazo de 90 días.
La primera fase de violencia desatada por el MAS llevó a que la policía se vea rebasada en varios lugares y a que las turbas financiadas y movilizadas por el MAS siembren terror en la población, quemen casas de líderes de la resistencia democrática y de periodistas críticos que se destacaron por la denuncia del fraude; las bases de la policía pidieron la participación de los militares en tareas de defensa de la población y resguardo de instituciones públicas. Según la normativa boliviana, el ejército debe intervenir cuando se produce este tipo de situación para resguardar el orden público. La actual participación del ejército en la contención de una escalada mayor de violencia responde a estos antecedentes y situación; también al hecho de que las acciones violentas desplegadas para bloquear la salida constitucional y forzar el retorno de Morales, se caracterizan por el uso de armas de fuego.
Esta transición se está dando con base a las fuerzas que responden a la configuración del sistema de partidos anterior, fuertemente marcada por el diseño que le imprimió el MAS, es decir, un control monopólico, la eliminación o reducción de la presencia de otras fuerzas de izquierda. Por tanto, lo que queda en el parlamento son las formas de recomposición de la vieja derecha oriental y del centro y centro derecha occidental. Eso es lo que hay en el parlamento y es con ese tipo de fuerzas que se tiene que operar este momento de transición, bajo los parámetros del sistema de partidos existente y del orden constitucional. Esto implica que no había un sistema representativo pluralista que contenga la diversidad de fuerzas existentes en el país, lo cual permitiría ahora la configuración de un gobierno más plural y representativo.
Esta coyuntura que tiene como rasgo dominante el despliegue de la violencia destructiva es también una coyuntura de la revelación del carácter del MAS. Recuerdo algunos momentos de revelación previos. El TIPNIS es la coyuntura de revelación del carácter anti-indígena y anti-comunitario del MAS. El desconocimiento de los resultados del referéndum sobre re-reelección es una coyuntura de explicitación de su carácter antidemocrático. La cumbre agropecuaria del 2015 entre agroindustriales, CSUTCB y el gobierno es un momento de revelación del proyecto burgués y gamonal del MAS que se ha orientado a la promoción de los terratenientes y la burguesía exportadora oriental, que se volvió un aliado fuerte y el beneficiario más importante de la política económica del gobierno saliente. Hoy estamos en un momento de revelación del MAS como fuerza destructiva, que anteriormente operó como una mafia estatal que ha extorsionado, controlado, corrompido y desorganizado la sociedad civil.
Cabe considerar que ya hace varios años, por lo menos desde la coyuntura del TIPNIS, el MAS se ha vuelto un partido de derecha, es la principal fuerza de derecha en el país, por el contenido económico y político del gobierno. En lo económico lo ha sido, básicamente, por el carácter extractivista de su política económica, que implica expansión sobre territorios comunitarios, áreas protegidas y parques nacionales, y la orientación de la inversión pública en la economía en favor de la expansión de la frontera agrícola y los intereses agroindustriales y de los capitales transnacionales en la minería e hidrocarburos, también a favor de los cooperativistas mineros; es decir, expansión capitalista en el núcleo extractivista y flujo del excedente fuera del país.
En lo político el carácter derechista del gobierno del MAS se refiere básicamente a la eliminación de la democracia, en el ámbito del estado al cancelar la autonomía de poderes y cerrar los canales de fiscalización ciudadana, criminalizar la acción de fiscalización, protesta y acción política autónoma, es decir, la reducción de derechos políticos y libertades y una intervención de control corporativo prebendal y reducción de los espacios públicos en el seno de la sociedad civil. En este sentido, en el último tiempo la disputa electoral se despliega en un espectro corrido totalmente hacia la derecha, es decir, entre la nueva derecha masista y las formas de recomposición del viejo bloque dominante en el campo del sistema de partidos.
Por último, una consideración sobre la violencia. Charles Tilly decía que la violencia suele desplegarse sobre todo en dos momentos: cuando hay nuevos sujetos que entran al sistema político y, por lo tanto, despliegan fuerza para posibilitarla, y en los momentos de salida. Cabe diferenciar los tipos de violencia y de despliegue de fuerza. Cuando se trata de la entrada al sistema político esto históricamente ha tenido que ver mucho con luchas por la conquista de derechos y también la resistencia a la represión estatal. En el caso de la violencia que se despliega a la salida del sistema político (que aquí cabría especificar como salida del gobierno) se trata sobre todo de violencia destructiva. Aquellos sujetos que pierden el poder tratan de destruir de manera irracional las condiciones materiales de vida de parte de la población, que es lo que estamos viviendo hoy.
La salida del MAS del gobierno, de manera más amplia, implica la disolución del dominio masista, que ha entrado en la fase de destrucción de los bienes públicos. En la ciudad de El Alto se ha destruido la alcaldía, núcleos policiales, han atacado la universidad pública, el teleférico; también hay destrucción de los bienes familiares y las vidas. Incluso están destruyendo cosas que este gobierno habría montado como infraestructura pública. Este despliegue de la violencia destructiva está generando a su vez la destrucción de su partido, que se revela como fuerza destructiva y autoritaria, lo que está provocando la desarticulación del control que tenían en varios núcleos de la sociedad civil. Algunas centrales obreras departamentales se han deslindado de la línea de la dirección de la COB y se han movilizado como parte de la resistencia democrática. Están ocurriendo rupturas con el MAS en varios núcleos corporativos, como resultado de este despliegue de la violencia y de la evidencia del fraude electoral como forma de continuación en el poder. Es tal la furia por la pérdida del poder que están atacando y destruyendo vidas humanas y bienes públicos, incluso están destruyendo su propio partido.
El MAS, en este momento, despliega un discurso hipócrita que habla de pacificación mientras organiza y despliega su fase más violenta que incluye: hechos vandálicos que crean un régimen de terror en la población, marchas agresivas y, en parte, forzadas por amenazas de quema de casas y otras agresiones, exacerbación instrumental de las diferencias étnicas, culturales y de clase. Lo que busca es mayor enfrentamiento, una escalada de violencia que obligue a una mayor presencia militar y policial con el fin de imponer el retorno de Evo Morales. La táctica de la simulación de un golpe de estado por parte del MAS ha estado orientada a obtener apoyo internacional a la vez que es una nueva muestra de desprecio a la población boliviana sobre la que ha desatado una ola de violencia, que hace imposible que Evo vuelva a gobernar el país legítimamente.
Estos serían algunos rasgos de esta coyuntura de disolución de la dominación masista, que ha entrado en la fase de la violencia destructiva, que se está enfrentando a nuevas capacidades de autoorganización y resistencia social, que incluye de manera central jóvenes y mujeres. El sentido común es la demanda de nuevas elecciones y defensa de la democracia.
19 de noviembre de 2019