Chile y los cabildos constitucionales

La explosión social chilena se ha transformado en múltiples cabildos y asambleas vecinales, aunque muchísimas personas siguen y seguirán en manifestaciones y protestas sacándose las palabras y los gritos guardados durante varias decenas de años. Cuesta mucho pasar de la protesta a la propuesta y comprendemos que cuesta aún más pasar de la propuesta a la ejecución sin necesidad de transferir la soberanía popular a representantes que se dan vuelta la chaqueta por su necesidad de articularse con el capital extractivista.



Chile y los cabildos constitucionales

Por Jaime Yovanovic (Profesor J), abogado graduado en Cuba, especialista en derecho constitucional y derecho indígena.

 

La explosión social chilena se ha transformado en múltiples cabildos y asambleas vecinales, aunque muchísimas personas siguen y seguirán en manifestaciones y protestas sacándose las palabras y los gritos guardados durante varias decenas de años. Cuesta mucho pasar de la protesta a la propuesta y comprendemos que cuesta aún más pasar de la propuesta a la ejecución, siendo más fácil en general el enunciado que lleva a la vez la indicación de que alguien debe hacerlo por nosotros.

 

Es difícil de creer pero la mayor parte protesta y la menor parte propone, siendo menor aún la cantidad de quienes ejecutan debido a la costumbre de transferir el mandato, delegar responsabilidades, ser jueces y no partes, lavarse las manos y evitar mojarse el potito. Los partidos políticos nos han acostumbrado hábil y sutilmente a ser opinionativos y delegativos, nos agotan intercambiando teorías, detalles y contradicciones para finalizar toda reunión con el acto de selección o de opción: de si vamos por este lado o si vamos por el otro, de si se hace cargo el Pepe o la Ana, y así nos han acostumbrado a ir a la cochiguagua sin pedalear agarrados del otro vehículo, bastando que nuestro súper-cerebro decida astuta y estratrégicamente a quien vamos a colocar de maquinista del tren, o sea, nos gusta la breva pelada y en la boca. Así cuando algo sale mal se desencadena el deporte nacional chileno que es el pelambre donde le sacamos el cuero y le hacemos la cama al mentado que habíamos puesto como sustituto de nuestros sudores, el encargado de hacer la pega.

 

Eso quiere decir lisa y llanamente que los partidos nos soban el lomo y nos doran la píldora para que vayamos a jugar al luche mientras ellos, los lindos, dicen ellos, nos sacan las castañas del fuego con su mano de gato.

 

Nosotros, los botados a cómodos o a capataces que nos basta tener el control remoto en la manopla mientras descansamos el cuerpo apoltronados en el sofá, hacemos funcionar los muñecos diabólicos que matan a los enemigos al toque del botón o movemos al ejército de mercenarios que acabará con  la rebelión de la indiada salvaje, nos damos el lujo de ir a las urnas cada cuatro o seis años para apretar el botón de como y hacia donde debe funcional el mundo  y sacamos al desastre que habíamos colocado en el trono para cambiarlo por aquel otro que tiene la mansa culebra y vende las pomadas que quiere.

 

Así nos tienen.

O nos tenían.

Algo está cambiando.

 

La constitución habla de la soberanía popular, pero eso no existe, pues sólo aparece en el acto de la delegación, que en realidad no transfiere una soberanía inexistente, sino que le da materialidad en el acto simbólico del transferir, que es introducir o penetrar mi opinión -digamos la rayita que señala el nombre del candidato a recibir mi (teórica) soberanía- en la urna. Así, de la expropiación de la potencia o soberanía –como quien le saca la leche a la vaca- o, mejor dicho aún, del robo de la soberanía, los políticos se constituyen en casta superior y podrán mover todos los hilos del poder en la dirección que indiquen los propietarios de los medios de producción, que es donde se produce la acumulación de ganancia.

 

La mayor parte de los cabildos o asambleas vecinales que se han abocado a discutir, diseñar y proponer una nueva constitución, están siendo promovidos por partidos políticos o municipios que obviamente tienen la finalidad de disputar el poder, sean de izquierda o derecha, parlamentarios o no, legales o ilegales, por lo que entienden –y transmiten- la soberanía popular en su modo de transferir, o sea, la casta del poder centralizado y como ellos son muy buenitos ofrecerán hermosos derechos que los harán ver sumamente democráticos y de sanas intenciones para que los electores les hagan la rayita con su miembro o extremidad superior derecha con la que portan un lápiz o aprietan el susodicho bendito botón elector. Eso quiere decir en buen y claro lenguaje popular que nuestras protestas, denuncias, reclamos y demandas serán convertidas magnánimamente en luminosos y brillantes derechos sin tocar un pelo del poder entregado en bandeja en el acto simbólico de la transferencia urnal.

 

Otros cabildos y asambleas aparecen como autónomos como uno que conocí en Quilpué cerca de un cementerio que es dirigido por el partido comunista, otro de Santiago dirigido por un grupo que articula grupos partidarios de la lucha armada para tomar el poder y otro en Valparaíso que es administrado por la alianza de grupos extraparlamentarios con grupos troskistas, que también son extraparlamentarios y disputan claramente la conducción de los aparatos del poder.

 

Lo interesante se está dando en los cabildos y asambleas realmente autónomos, que pueden acercarse a los requerimientos de la recuperación de la especie y el papel de la mujer aniquilado por el patriarcado, y al mismo tiempo pueden acercarse a los modos comunitarios de las comunidades y pueblos originarios. En esos cabildos se está comenzando a discutir el rol de las formas comunitarias del buen vivir para entrar desde allí a discutir los asuntos constitucionales, lo que representaría un enorme logro de avance revolucionario.

 

Como no se plantean el problema o la necesidad del poder, no entran en la discusión que intentarán introducirles los cabildos dirigidos por partidos o municipios que se limitan a trabajar la protesta-propuesta, pues la idea que está avanzando en estos cabildos autónomos es la protesta-propuesta-ejecución, o sea no supeditarse a la transferencia de la soberanía popular hacia los centros de poder, sino usarla en su barrio o localidad para administrar entre ellos los asuntos de todos, sin entrar en contradicción o choque con los órganos del poder centralizado, o sea, llegar a constituir formas democráticas vecinales asentadas en el tejido afectivo de las formas del vida cotidiana compartida sin jefes ni delegados que usufructúan la soberanía de los vecinos expropiando o apropiándose de su potencia social reproduciendo los órganos y dinámicas del poder centralizado.

 

Estos órganos democráticos de los vecinos no se diseñan estructuralmente para encajar vecinos en el mono, sino que van surgiendo en la medida que las tareas de la cotidianeidad se van entretejiendo como una colcha de retazos o tejido de lana, como tareas económicas al estilo de los comprando juntos, tareas productivas como huertas y agricultura urbana o peri-urbana, tareas de consumo como una once u olla común, tareas de salud y cuidados compartidos, tareas de arte y cultura, no en la forma de espectáculo, sino en la modalidad de hacer, construir y vivir obras, instrumentos, cantos, bailes y creaciones entre los vecinos, podemos ser espectadores en algún espectáculo artístico-cultural, pero en otras ocasiones nosotros mismos somos el grupo de teatro, canto, baile, circo y etcétera.

 

Así el cabildo deja de ser el espacio de encorralar ovejas que serán a futuro esquilmadas en las urnas, para ser ahora el espacio del nicho ecológico de reencuentro afectivo y energético de todos los seres, humanos, vegetales, animales, minerales, etc. que van tejiendo estos nuevos modos de vivir de los cuales pueden racionalizarse los resultados relacionales y ordenarlos como una carta magna o pacto social de los territorios. O sea pasar de la carta que orienta las conductas a la carta que recoge las conductas que se desenvuelven desde el mundo de la vida compartido en común con la madre tierra.

 

Jaime Yovanovic (Profesor J)

unlibre@gmail.com