El federalismo de las asociaciones

La base de la vida corresponde a las asociaciones vitales, desde las más infinitesimales hasta las más molares. Para decirlo filosóficamente, se trata de asociaciones mónadas, entendiendo a la mónada no como la última instancia o partícula individualizada, sino también como otra asociación, cuyos componentes, incluso más infinitesimales, hacen a la mónada. En la vida social de las sociedades humanas debería preponderar esta proliferación creativa de las asociaciones; sin embargo, a pesar de que sea el substrato vital de la misma sociedad, las sociedades humanas han optado por la inclinación estatal, por la obligación institucional de macro-organizaciones supra sociales, como si fuesen el principio y el fin del destino de las sociedades y no construcciones humanas, instrumentos institucionales para la sobrevivencia, por lo tanto, desechables. Por estos caminos las sociedades modernas se han perdido en laberintos insondables. Ahora se encuentran en una crisis orgánica y estructural del Estado moderno sin precedentes, es más en una crisis múltiple del sistema-mundo capitalista, en consecuencia, de la civilización moderna.
El camino estatalista ha perdido a las sociedades en un laberinto político insondable y sin salida; el camino de la valorización abstracta, que se denomina capitalismo, ha perdido a las sociedades en un laberinto apocalíptico destructivo de la vida y de los ecosistemas planetarios.
Hay que dejar estos caminos y optar por otros, que partan, más bien, de la potencia de las asociaciones y se proyecten en la inventiva creativa social.
¿Por qué no deliberar sobre la posibilidad de un federalismo radical?
La construcción de una democracia plena, la de los autogobiernos de los pueblos.



29 noviembre, 2019 

El federalismo de las asociaciones

Raúl Prada Alcoreza

 

La base de la vida corresponde a las asociaciones vitales, desde las más infinitesimales hasta las más molares. Para decirlo filosóficamente, se trata de asociaciones mónadas, entendiendo a la mónada no como la última instancia o partícula individualizada, sino también como otra asociación, cuyos componentes, incluso más infinitesimales, hacen a la mónada. En la vida social de las sociedades humanas debería preponderar esta proliferación creativa de las asociaciones; sin embargo, a pesar de que sea el substrato vital de la misma sociedad, las sociedades humanas han optado por la inclinación estatal, por la obligación institucional de macro-organizaciones supra sociales, como si fuesen el principio y el fin del destino de las sociedades y no construcciones humanas, instrumentos institucionales para la sobrevivencia, por lo tanto, desechables.  Por estos caminos las sociedades modernas se han perdido en laberintos insondables. Ahora se encuentran en una crisis orgánica y estructural del Estado moderno sin precedentes, es más en una crisis múltiple del sistema-mundo capitalista, en consecuencia, de la civilización moderna.

 

En la presente coyuntura política boliviana, marcada por la convocatoria a elecciones, es menester una evaluación crítica de lo ocurrido; no solamente en la coyuntura anterior, marcada por la crisis constitucional, institucional y del fraude electoral, sino de todo el periodo de la forma de gubernamentalidad clientelar del llamado “gobierno progresistas”; es más, incluso hacer una evaluación crítica de las genealogías del poder en la formación social boliviana, así como de sus emergencias de contra-poder, preguntándonos por los periodos cortos de estas contra-genealogías, además de sus fracasos tempranos. Estas evaluaciones críticas pueden ayudar a alumbrar sobre las causalidades de las derrotas políticas de los proyectos sociales, además de abrir senderos para nuevos horizontes quizás más allá de la política y más allá del dualismo esquemático del amigo y enemigo.

 

¿Por qué no deliberar sobre la posibilidad de un federalismo radical? Un federalismo que parta de las asociaciones proliferantes y de todo tipo, que permitan potenciar e innovar los tejidos sociales, cohesionando al entramado social precisamente en el substrato de la solidaridad y el afecto. Federar a los individuos, a los vecinos, a los barrios, a los territorios, a las ciudades, a las comunidades campesinas y a las comunidades indígenas, a las comunidades urbanas con estas comunidades; federar también a las sociedades humanas con las sociedades orgánicas y los ciclos vitales planetarios.

 

El camino estatalista ha perdido a las sociedades en un laberinto político insondable y sin salida; el camino de la valorización abstracta, que se denomina capitalismo, ha perdido a las sociedades en un laberinto apocalíptico destructivo de la vida y de los ecosistemas planetarios. Estos caminos han convertido al humano en enemigo de otro humano, han reducido la condición humana a la condición miserable de asesino o víctima. Hay que dejar estos caminos y optar por otros, que partan, más bien, de la potencia de las asociaciones y se proyecten en la inventiva creativa social.

 

En la Constitución política boliviana se hallan los instrumentos jurídicos y políticos para abordar desplazamientos hacia un federalismo integral. El supuesto subyacente de Confederación de Naciones y Pueblos; el entramado de competencias del régimen pluralista autonómico; el ejercicio de la democracia participativa, directa, comunitaria y representativa; en este sentido, la construcción colectiva de la decisión política y de la ley. Así como la proyección irradiante del Vivir Bien, que debe interpretarse desde códigos ecológicos y desde la complejidad de las dinámicas vitales. En esta perspectiva, la construcción de una democracia plena, la de los autogobiernos de los pueblos.

 

Que no se pueda pasar de la noche a la mañana a un federalismo radical e integral debido a la actual correlación de fuerzas y de configuraciones ideológicas ateridas, es una cosa, pero, esto no impide comenzar a desplazarse, empezando por la deliberación colectiva y la reflexión social participativa, la pedagogía política de los conglomerados sociales. Hay que darle contenidos al debate político, en esta coyuntura electoral. No puede ser una transición a lo mismo, al círculo vicioso del poder, reiterando, con otras figuras, las reproducciones de las dominaciones. Tiene que darse lugar una transición a lo diferente, a una apertura a otros horizontes sociales, políticos y culturales.

 

Lo que ha vivido recientemente el pueblo boliviano, en toda su composición abigarrada y, a la vez, entrelazada, ha sido una experiencia social conmovedora, en todos sus estratos, localismos, regiones, pueblos y naciones. Se ha visto, de repente, ante el abismo, ante la posibilidad de una guerra civil, que conlleva, de por sí, un ensangrentamiento mayúsculo, trágico y dramático, irreparable. Se ha detenido este desenlace por la fuerza de la vitalidad de los afectos multitudinarios e individuales, por las defensas desenvueltas ante esta posibilidad. En todas las posiciones enfrentadas ha emergido la necesidad de parar la degradación inhumana de la guerra fratricida. Todas las partes han pactado, implícita y explícitamente. Todos son conscientes de que hay que darse una oportunidad de construir alternativas ante las genealogías del poder y de la guerra inherente.

 

No se trata de caer en un romanticismo de las almas adorables y bondadosas, sino de tomar en serio la experiencia social y política inmediata. Hay problemas pendientes, que datan de la historia política, social, económica y cultural de Bolivia; de lo que se trata es de encarar estos problemas de manera mancomunada y resolverlos de manera consensuada. La violencia, las imposiciones por medio de la violencia, no conducen a otra cosa que, a la reiteración escalonada de la violencia, como se ha visto en las historias políticas de la modernidad. Dado cualquier problema pendiente, los involucrados, los estratos, clases, grupos involucrados, deben debatir, dialogar, llegar a transiciones consensuadas. No se puede resolver estos problemas con el empleo de la violencia, sobre todo estatal.

 

El aprendizaje colectivo e individual es la más adecuada actitud y método para avituallarse de conceptos, elementos e instrumentos en el camino de la resolución de problemas. Ciertamente, para tener la predisposición del aprendizaje es condición indispensable la predisposición aperturista de la humildad. Las pretensiones de verdad de las formaciones discursivas de la modernidad, ideológicas o “científicas”, son las muestras patéticas de los perfiles de la soberbia. No hay verdad encerrada en ningún discurso, frase o narrativa de sabiduría; lo que hay es interpretaciones provisionales en los enriquecedores recorridos del aprendizaje. A lo que hay que llegar es niveles complejos de comunicación de las sociedades humanas con las sociedades orgánicas y los ciclos vitales planetarios; es más, dinámicas complejas comunicacionales con los seres del multiverso asombroso en el que nos cobijamos.

 

Entonces, ¿Por qué no asociarnos solidariamente, porque no iniciar dinámicas federadas y confederadas, construyendo mundos alternativos posibles?  En las asociaciones, en las federaciones, en las confederaciones, no se pierde las propias singularidades, mas bien cobran mayor singularidad, configurando planos de intensidad y espesores de intensidad dinámicos, integrales y en constante sincronización.

 

Si se optara por estos recorridos, aperturas y proyecciones, las tareas y labores emprendidas no serán, obviamente fáciles, dependiendo, empero, el hacerlo con la incumbencia de las voluntades singulares, con la apertura a escuchar y, sobre todo, a consensuar, ayuda a desenvolverse y avanzar en el camino que se inventa. Desde esta perspectiva, no importa tanto por quiénes se vaya a votar y elegir, esto, en todo caso, es circunstancial, durará un lapso; lo que importa es edificar y construir sobre el substrato emergente de afectos que se han rebelado contra las contingencias abrumadoras de la violencia y de la muerte.

 

Dejemos hablar a los sujetos emergentes, a sus lenguas, a sus cosmovisiones, a sus memorias sociales y experiencias colectivas. Que sean los individuos, sus singularidades, los grupos, los colectivos, los pueblos, las otras singularidades, las que se desenvuelvan y construyan la democracia participativa, directa, comunitaria y representativa, en el camino a la democracia plena, la de los autogobiernos.

 

El federalismo de las asociaciones, hacia el federalismo radical e integral, corresponde al despliegue múltiple y proliferante de las iniciativas, de la inventiva y de la potencia social. Las dinámicas complejas de estas asociaciones conllevan, de suyo, las proyecciones alternativas y alterativas de la creatividad humana. Ha llegado el momento de romper y cortar, salir, de la reproducción condenatoria del círculo vicioso del poder y de la destrucción apocalíptica de la vida en el planeta.