La cuestión del poder

02.Feb.04    Análisis y Noticias

La cuestión del poder

“Feliz idea la de juntar los talleres”, comenzó su intervención Lucio Salas Oroño de la Cooperativa La Asamblearia, en alusión a la fusión de los talleres “Economía Solidaria y Comercio Justo”, y “Genealogía de la Revuelta y Escrache Popular”. Y si el resultado de la fusión acaso redundó en una menor posibilidad de adentrarse y discutir los pormenores de las experiencias inicialmente convocadas, se ganó en cambio la posibilidad de un debate rico y más general sobre un tema peliagudo y no saldado para el conjunto de las experiencias autónomas: el de la relación con el poder.
Bajo la coordinación de Sergio Ciancaglini, de lavaca, el taller comenzó con la intervención del periodista Raúl Zibechi, quien, en la línea de los argumentos expuestos en su libro Genealogía de la Revuelta, buscó responder a la pregunta sobre los orígenes históricos de la insurrección popular espontánea de la noche del 19 de diciembre del 2001. Zibechi comenzó aludiendo a “la alegría” que sentía por estar compartiendo un ámbito de sociabilidad y discusión como el de Enero Autónomo, “sin dudas uno de los tantos frutos del 19 y 20″. Y a continuación se preguntó, incitando a la ronda que en gran número -más de 100 personas- escuchaba atenta: “¿Cómo fue posible esa insurrección, la del 19 a la noche, sin convocatoria? Esa es una pregunta que desafía los saberes establecidos”, entre los que mencionó los suyos propios, adquiridos en años de formación marxista. No será la primera vez a lo largo del taller que alguien haga referencia a la necesidad de desestabilizar las certezas sólidamente incorporadas en densas dosis de doctrina engullida.
Para entender el 19 y el 20, prosiguió Zibechi, es necesario remontarse atrás en el tiempo. “La historia de los movimientos sociales argentinos es una historia de permanente desborde frente a los momentos de institucionalización”, arguyó. Esa tradición fuertemente insurreccional ha dejado algunos hitos históricos: “Las huelgas anarquistas de 1909, la Semana Trágica de 1919, las huelgas de 1936 -sólo recientemente iluminadas por algunos investigadores-, el 17 de Octubre, el Cordobazo y la estela que abrió, son algunos de los jalones de una historia rica en insurrecciones populares”. Una tradición de suficiente impronta como para que Zibechi, conocedor como pocos de la historia de los movimientos sociales argentinos, no se prive de establecer un contrapunto con la situación uruguaya: “En Uruguay hay una izquierda institucional fuerte, y movimientos sociales débiles; en Argentina, en cambio, la contracara de la debilidad histórica de la izquierda es la fortaleza de sus movimientos”
Continuando con su relato, Zibechi destaca dos acontecimientos que representaron otros tantos puntos de inflexión: la movilización antiburocrática de las coordinadoras obreras del invierno de 1975, y, más cerca en el tiempo, 1989. “Ese año, por un lado, se da la crisis definitiva de los socialismos reales; pero por otro, a nivel local, entran en crisis muchos de los movimientos y grupos organizados verticalmente”. Corolario de ello es el despunte de una lógica de construcción comunitaria, “que se va generalizando, y va siendo adoptada incluso por militantes provenientes de partidos tradicionales. Es el caso de FM La Tribu, por ejemplo, en el que militantes provenientes del Partido Comunista incorporan esa lógica comunitaria de construcción”. Esa es la historia subterránea del 19 y 20, la que Zibechi ha explorado en su libro.
A continuación, Julieta, una integrante de la Mesa de Escrache Popular, ilustra la tesis histórica de Zibechi contando los pormenores de la fabricación del escrache, esa “máquina de justicia popular” construida precisamente desde una lógica horizontal y comunitaria. Las palabras de Julieta, que saben a las de alguien perfectamente embebido en lo que narra, resultan conocidas para muchos; y sin embargo, no dejan de concitar interés. Su discurso ofrece una serie de tesis continuas acerca de lo que el escrache es: “Se trata de una práctica de construcción popular de justicia que parte de la regeneración de los lazos y vínculos comunitarios a nivel barrial. El escrache recupera la calle como espacio público, recupera la memoria como acción. Tiene además una estética propia, que tiene que ver con la vida, con la alegría, con el arte popular”. Interrogada por uno de sus escuchas, Julieta se manifiesta muy contenta, además, con el hecho de que luego del 19 y el 20 de diciembre la práctica del escrache se haya generalizado. “Recuerdo una de las asambleas Interbarriales de Parque Centenario, en la que más de 5 mil personas coreaban: Escrache, escrache!”, rememora dando lugar a la emoción.
Lucio Salas Oroño cierra la ronda inicial de intervenciones narrando la experiencia de La Asamblearia. Intentando vincularla a las experiencias surgidas con el 19 y 20, destaca que “las prácticas económicas son también relaciones sociales. Y lo que estamos haciendo desde fines del 2001 es, precisamente, resignificar las relaciones sociales”. La Asamblearia es un espacio de encuentro de 22 colectivos que producen de manera autogestiva, y consumidores -”que somos todos nosotros”, señala- que buscan apoyar formas productivas de esa especie. “La economía del capital es una economía del genocidio. Lo nuestro, en cambio, pasa por una lucha política y contracultural afincada en el terreno de las prácticas económicas”.
La narración en primera persona da luego lugar al debate. Y aquí comienza a notarse cuánto le deben las nuevas experiencias autónomas al zapatismo y a autores como John Holloway, permanentemente invocados. Pancho Ferrara, El Vasco del MTD de Allen, y nuevamente Zibechi, parecen encaminar la charla hacia un cierto consenso en torno a los tópicos habitualmente visitados por el pensamiento autónomo.
Y de repente, la charla toma un rumbo imprevisto: un educador brasilero del MST, especialmente llegado al Enero Autónomo, introduce una voz disonante que dará riqueza y pasión a las siguientes intervenciones, que se prolongan por una hora más. El joven brasilero cuestiona la mera creencia de que “islotes de autogestión” puedan socavar el poder capitalista. Para él no se trata de negar la importancia de esas experiencias, pero no puede dejar de pensarse en una revolución que tome el poder, y que insiste en llamar socialista.
Varios de los presentes suspiran y sonríen antes de amagar una respuesta. Pancho Ferrara toma la palabra, y confiesa antes que nada admiración y respeto por el MST. Y sin embargo, no se priva de marcar diferencias: “Cuando escucho socialismo no puedo dejar de recordar los desastres que en este siglo se hicieron en su nombre. Cuando uno dice socialismo, en seguida tiene que hacer demasiadas aclaraciones”. Y luego: “Por otra parte, sigue siendo errónea la concepción que cree en la toma del poder, como si el poder estuviera alojado meramente en un lugar, en el estado. El poder está diseminado en todas partes, está también aquí, entre nosotros, y sobre eso debemos trabajar”.
Otras intervenciones refuerzan la posición de Ferrara, y así el debate queda planteado: de un lado los que sostienen una lógica de construcción a largo plazo, que agujeree el sistema -la “teoría de los agujeros en el queso”, según un participante-; de otro, la idea clásica del asalto al poder. Una uruguaya, sin embargo -a la sazón la única mujer que osó interrumpir el coro de varones-, buscó de algún modo terciar: “Si oponemos el modelo de la implosión al de la toma del poder, quedamos congelados en un falso dilema”. El joven educador del MST asiente e insiste: “Ciertamente, no se trata de dicotomizar. Por eso, aún cuando debemos considerar el poder aquí, en nosotros mismos, no debemos cegarnos a ver el poder allá, el poder del capital que buscará destruirnos”. Por eso, señala nuevamente, “en algún momento habrá que destruir el estado burgués”. Y finaliza su argumento señalando la posibilidad de volver a pensar en la lucha armada, ante lo cual la ronda con un leve cuchicheo que parece mostrar desaprobación. “¿O acaso el EZLN no es una guerrilla?”, concluye.
La discusión ingresa en un terreno interesante. Las experiencias autónomas encuentran un interlocutor que les merece respeto, y que a la vez les señala problemas que no están resueltos ni teórica ni prácticamente. Varias voces saldrán al cruce, señalando que el EZLN es mucho más que una guerrilla. Hasta allí, argumentos conocidos. Sin embargo, lo más rico vendrá de la mano de algunas voces que asumen la cuestión planteada desde una perspectiva autónoma. Se impone la voz de El Vasco: “es posible que, efectivamente, en algún momento haya que darle algún empujón al estado. El problema es en qué términos hacerlo. Y los términos de la guerra son los que quiere el poder” Zibechi prolonga la misma línea de razonamiento: “La cuestión puede ser pensable a partir de preguntarnos quién y cómo eventualmente habría de tomar el poder. La guerra es con toda seguridad el peor de los caminos, porque produce organización jerárquica, vertical. Seguramente en algún momento habrá que tomar el poder, pero a través de la sociedad toda, a través de múltiples grupos y formas. Como los zapatistas, que combinan ejército, comunidades, grupos de apoyo de la sociedad civil”.
Sergio Ciancaglini sugiere entonces que el debate se ha prolongado mucho. Como él mismo señala, ha sido por demás interesante. El pensamiento autónomo debe afrontar nuevos e innumerables problemas sino quiere asimismo congelarse. Una última intervención, sin embargo, descomprime la situación y convoca a la última risotada general:”El 20 de diciembre estábamos en la Plaza. Y en un momento era fácil ingresar a la Casa Rosada. Ahora bien, luego yo me preguntaba: ¿Y si entrábamos allí, qué carajo hacíamos?”.

articulo: http://www.lafogata.org/enero/cuestion.htm
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