La insurrección de Kronstadt

02.Feb.04    Análisis y Noticias

(Kronstadt, de Alexander Berkman, está sacado del folleto que se editó en 1938 en Barcelona a partir de la edición castellana que en los años 20 hizo el Comité Pro Libertad de los anarquistas presos en Rusia.

La verdad sobre Kronstadt, de Stépan Petritchenco, lo hemos traducido de la versión francesa presentada por Alexander Skirda en el libro Kronstadt 1921.)

(Fondo cubierta: kronstadianos refugiados en Finlandia)

Prólogo

LAS INSURRECCIONES que a lo largo del pasado siglo nos dieron la confianza de que una sociedad sin clases, sin explotación ni dominación, organizada según las necesidades y las posibilidades de cada uno, era, no una utopía, sino algo a conseguir, se alejan hoy de nuestro universo conceptual y emocional. La poca distancia de unos años es multiplicada por el medio en el que nos movemos y por los media que nos mueven, y así aquellas insurrecciones tan próximas y tan modernas se ven relegadas al olvido, sino a la manipulación y al rechazo. Acostumbrados a una cotidianidad sometida al trabajo y al consumo impuestos –nada que ver con una actividad concreta y deseante-, auspiciado nuestro razonamiento y nuestro sentimiento por los programas escrupulosamente calculados de los media, reducido el ámbito de nuestro pensamiento y de nuestro lenguaje por el poder económico y cultural, dirigida nuestra mirada por las redes mediáticas, no llegamos a ver esta insurrección, que está aquí al lado.

Pero aquí están, y asoman, cabezonas, y desbaratan la historia objetiva que desde los vencedores se quiere escribir, y dan aliento a los que en ellas, a pesar de vestir trajes bien distintos, nos reconocemos. La insurrección de Kronstadt fue de las primeras, justo después de la revolución de los consejos en Alemania durante los años 1918-1920, quizás la más olvidada y ocultada, la más amplia, la más resolutiva (en pocos días abatió la monarquía y el II Reich) y, justo antes de la revolución española, quizás la más corta, sólo unas semanas (todos estaban en su contra), pero la más bella.

Kronstadt es la primera denuncia de la gran mentira bolchevique, a la vez que la demostración de que una organización social a través de los soviets es posible. Luego ha habido otras denuncias de aquella gran mentira o de la mentira desconcertante que dirá Cíliga, pero siempre calladas y criminalizadas por la impostura del poder intelectual en Europa: Antón Cíliga, escapado de su periplo por Rusia y Siberia, no logrará, ya en París, que su libro “Au pais du grand mensonge” contenga el capítulo “Lenin tambien”; Panaït Istrati, a la vuelta de la URSS, y con su “Vers l’autre flamme” se ganará la enemistad de toda la intelectualidad europea y será tratado de reaccionario; George Orwell tendrá serias dificultades para conseguir que un editor inglés publique su testimonio de la guerra de España y su denuncia del stalinismo en “Homenaje a Cataluña”; igual suerte correrán Ignazio Sillone, Alexander Berkman, …Pero Kronstadt es la más genuina y la que las contiene todas.

La insurrección de los marinos de Kronstadt tiene lugar durante la revolución rusa, en marzo de 1921, cuando el pueblo ve que su poder real, los soviets, está siendo desmantelado y sustituido por la policía política (cheka), que el hambre, el racionamiento,…forman parte de su vida diaria, y, tomando el relevo de la Ukrania Machnovista, continúan la lucha, ahora contra la burocracia comunista, por el poder de los soviets. Ante una escalada de huelgas en varias partes de Rusia y especialmente en Petrogrado, la guarnición de Kronstadt toma partido por los obreros contra el partido bolchevique. En su inicio lo que plantean es el poder de los soviets, el funcionamiento real de la democracia obrera amenazada por la burocracia bolchevique. La respuesta del partido, que consiste en la aniquilación total del movimiento insurrecto radicalizará el movimiento que se pondrá como objetivo la tercera revolución soviética, ahora contra el Estado. En su propia carne, los ciudadanos de Kronstadt, han aprendido que “la existencia del Estado y la existencia de la esclavitud” son inseparables.

Durante tres semanas la democracia obrera y el poder de los soviets se hace realidad en Kronstadt. Pero Kronstadt está aislado del resto de Rusia y no llega a conectar con los obreros del país. Así se impone la mentira del Estado comunista que trata a los insurrectos de Kronstadt de contrarevolucionarios. Los insurrectos resistirán a las mentiras y a las armas del gobierno bolchevique, hasta que el ejército rojo, a las órdenes de Trotsky, los masacrará.

Kronstadt

1

DESÓRDENES OBREROS EN PETROGRADO

Era al comienzo de 1921. Los largos años de guerra mundial, de revolución y de guerra civil debilitaron a Rusia hasta el extremo [de la extenuación] y pusieron al pueblo en la pendiente de la desesperación. Pero, en fin, la guerra civil terminó: los numerosos frentes fueron liquidados, y Wrangel -la última carta de la Entente intervencionista y de la contrarrevolución rusa- fue derrotado, concluyendo su actividad militar en Rusia. El pueblo esperaba ahora con confianza una mitigación del severo régimen bolchevique. Se esperaba que los comunistas, terminada la guerra civil, aligerarían las pesadas cargas, abolirían las restricciones introducidas durante la guerra, instaurarían ciertas libertades fundamentales y comenzarían la organización normal de la vida. Lejos de ser popular, el gobierno bolchevique era, por el contrario, soportado por los obreros debido a su plan, frecuentemente anunciado, de emprender la reconstrucción económica del país tan pronto cesaran las operaciones militares. El pueblo estaba lleno de celo para cooperar, para prestar su iniciativa y su esfuerzo creador en la obra de reconstrucción del país arruinado.

Desgraciadamente, estas esperanzas fueron pronto frustradas. El Estado comunista no evidenció, de ningún modo, tener la intención de debilitar el yugo. Continuaba la misma política. La militarización del trabajo esclavizaba aún más al pueblo, y éste se exacerbaba mas y más por la opresión creciente y por la tiranía. Tal estado de cosas paralizaba toda posibilidad de un renacimiento industrial.

Desaparecía la última esperanza y se reforzaba la convicción de que el partido comunista estaba más interesado en conservar el poder político que en salvar la revolución.

El elemento más revolucionario de Rusia, el proletariado de Petrogrado, fue el primero en protestar. Lanzó la acusación de que, entre otras causas, la centralización bolchevique, la burocracia y la actitud autocrática con los campesinos y obreros eran directamente responsables, en gran parte, de la miseria y de los sufrimientos del pueblo. Gran número de talleres y fábricas de Petrogrado debieron cerrar sus puertas; los obreros se morían literalmente de hambre. Organizaron reuniones para considerar la situación, y fueron dispersados por el gobierno. El proletariado de Petrogrado, que soportó todo el peso de las luchas revolucionarias, y cuyos enormes sacrificios y heroísmo salvaron la ciudad contra Yudenich, se irritó ante los manejos del gobierno. La animosidad contra los métodos empleados por los bolcheviques continuaba creciendo. Los comunistas rehusaban las menores concesiones al proletariado, ofreciendo al mismo tiempo entenderse con los capitalistas de Europa y de América. Los obreros se indignaron. Con el fin de forzar al gobierno a examinar sus exigencias, se declararon huelgas en la fábrica de municiones («Patronny»), en las fábricas del Báltico y de Trubochny, en la fábrica de Laferni. Pero en lugar de discutir la cuestión con los obreros descontentos, el gobierno de los obreros y campesinos creó un Comité de defensa como en período de guerra, con Zinoviev -el hombre más odiado de Petrogrado- como presidente. El fin manifiesto de este Comité era el de estrangular el movimiento huelguista.

El 24 de febrero se declararon las huelgas. El mismo día los bolcheviques enviaron los «kursanty» -los estudiantes comunistas de la academia militar que se preparaban para los grados de oficiales del ejército y de la marina- para dispersar a los trabajadores que se habían reunido en Vasilievsky Ostrov, el barrio obrero de Petrogrado. Al día siguiente, el 25 de febrero, indignados, los huelguistas de Vasilievsky Ostrov visitaron los astilleros del Almirantazgo y los docks de la Galernaya y persuadieron a los obreros a asociarse contra la actitud autocrática del gobierno. La demostración intentada en las calles de la ciudad por los huelguistas, fue dispersada por los soldados.

El 26 de febrero, en la reunión del Soviet de Petrogrado, un conocido comunista, Laskevich, miembro del Comité de defensa y del Consejo militar revolucionario de la república, denunció el movimiento huelguista en los términos más acerbos. Acusó a los obreros de la fábrica de Trubochny de haber incitado al descontento y de ser «hombres que no pensaban más que en su provecho personal y que eran contrarrevolucionarios»; fríamente propuso cerrar la fábrica de Trubochny, proposición aceptada por el Comité ejecutivo del Soviet de Petrogrado, del que Zinoviev era presidente. Los huelguistas de Trubochny fueron, pues, lock-outados y privados automáticamente, por consecuencia, de su ración de víveres.

Las medidas del gobierno bolchevique sirvieron para agriar más el antagonismo de los obreros.

En las calles de Petrogrado comenzaron a aparecer proclamas de huelga. Algunas de ellas llevaban ya un carácter francamente político; el más característico de estos manifiestos, fijado en los muros de la ciudad el 27 de febrero, decía:

«Se ha hecho necesario un cambio completo en la política del gobierno. En primer lugar, los obreros y los campesinos tienen necesidad de libertad. No quieren vivir según los decretos de los bolcheviques: ¡quieren controlar sus propios destinos!

»¡Camaradas, mantened el orden revolucionario! Exigid de un modo organizado y decidido:

»La liberación de todos los socialistas y de los obreros sin partido encarcelados;

»La abolición del estado de sitio; la libertad de palabra, de prensa y de reunión para todos los que trabajan;

»La elección libre de los Comités de fábrica y de los representantes a los sindicatos y a los soviets;

»¡Organizad reuniones, adoptad resoluciones, enviad vuestros delegados a las autoridades y trabajad en la realización de vuestras exigencias.»

El gobierno respondió efectuando numerosos arrestos y suprimiendo varias organizaciones obreras. Esta medida aumentó aun más la efervescencia de las masas; las peticiones reaccionarías comenzaron a aparecer. Así, una proclama de los «obreros socialistas del distrito de Nevsky» apareció el 28 de febrero, terminando con un llamamiento en favor de la Asamblea Constituyente:

«Sabemos quién tiene miedo de la Asamblea Constituyente. Son los que no podrán robar al pueblo entonces. Tendrán, al contrario, que responder ante los representantes del pueblo por sus mistificaciones, sus robos y sus crímenes.

“¡Abajo los comunistas odiados!

“¡Abajo el gobierno sovietista!

“¡Viva la Asamblea Constituyente!”

Durante este tiempo, los bolcheviques concentraron en Petrogrado considerables fuerzas militares llevadas de la provincia, y mandaban a la capital del norte, desde la línea del frente, los regimientos comunistas más fieles. Petrogrado fue declarado en Qestado extraordinario de guerra». Los huelguistas fueron subyugados por la fuerza y la agitación obrera aplastada con mano de hierro.

2

EL MOVIMIENTO DE KRONSTADT

Los marineros de Kronstadt se alarmaron visiblemente ante los acontecimientos de Petrogrado. Su actitud frente a las medidas tomadas por el gobierno contra los huelguistas estaba lejos de ser amistosa. Sabían lo que tuvo que soportar el proletariado revolucionario de la capital durante los primeros días de la revolución, su heroica lucha contra Yudenich, la paciencia con que toleró las privaciones y la miseria. Pero Kronstadt estaba lejos también de favorecer la Asamblea Constituyente, o la experiencia del comercio libre de que se hablaba en Petrogrado. Los marinos eran, tanto espiritualmente como en la acción, ante todo, revolucionarios. Eran los partidarios más decididos del sistema de los soviets, pero se oponían a la dictadura de un partido político cualquiera.

El movimiento de simpatía hacia los obreros huelguistas de Petrogrado, comenzó primeramente entre los marinos de los barcos de guerra Petropavlovsk y Sebastopol, los mismos navíos que en 1917 fueron el apoyo principal de los bolcheviques. El movimiento se extendió a toda la flota de Kronstadt, y después a los regimientos estacionados allí. El 28 de febrero la tripulación del Petropavlovsk adoptó una resolución que obtuvo también el consentimiento de los marinos del Sebastopol. La resolución pedía, entre otras cosas, reelecciones libres del Soviet de Kronstadt, cuyo mandato iba pronto a expirar. Al mismo tiempo fue enviada a Petrogrado una comisión de marinos para obtener informaciones sobre la situación.

El 1º de marzo se celebró una reunión pública en la plaza del Ancla, en Kronstadt; fue convocada oficialmente por las tripulaciones de la primera y la segunda escuadra de la flota del Báltico. Dieciséis mil marineros, soldados rojos y trabajadores acudieron a ella; la presidió el presidente del Comité ejecutivo del Soviet de Kronstadt, el comunista Vasiliev. El presidente de la República socialista federativa de los Soviets, Kalinin, y el comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, estaban presentes, y tomaron la palabra. Debe hacerse notar aquí, como indicación de la actitud amistosa de los marinos hacia el gobierno bolchevique, que Kalinin, a su llegada a Kronstadt, fue recibido con los honores militares, con música y con banderas desplegadas.

La comisión de marinos que había sido enviada a Petrogrado presentó su informe en el mitin. Este informe confirmó las peores aprensiones de Kronstadt. La reunión expresó abiertamente su indignación contra los métodos empleados por los comunistas para sofocar las aspiraciones de los obreros de Petrogrado. La resolución adoptada por el Petropavlovsk el 28 de febrero fue entonces presentada a los reunidos. El presidente de la República, Kalinin, y el comisario Kuzmin atacaron ferozmente la resolución, a los huelguistas de Petrogrado y a los marinos de Kronstadt. Pero sus argumentos no impresionaron a los asistentes y la resolución del Petropavlovsk fue adoptada por unanimidad. He aquí el documento histórico:

«Resolución de la reunión general de la primera y segunda escuadra de la flota del Báltico, celebrada el 1.º de marzo de 1921

Habiendo oído el informe de los representantes enviados a Petrogrado por la reunión general de las tripulaciones para examinar allí la situación,

Decide:

1) dado que los soviets actuales no expresan la voluntad de los obreros y de los campesinos, celebrar inmediatamente las nuevas elecciones por voto secreto, teniendo completa libertad de agitación entre los obreros y campesinos la campaña electoral;

2) establecer la libertad de palabra y de prensa para todos los obreros y campesinos, para los anarquistas y para los partidos socialistas de la izquierda;

3) asegurar la libertad de reunión para los sindicatos y para las organizaciones campesinas;

4) convocar una conferencia independiente de los obreros, soldados rojos y marinos de Petrogrado, antes del 10 de marzo de 1921;

5) liberación de todos los presos políticos socialistas y también de todos los obreros, campesinos, soldados y marinos encarcelados por el delito de participación en los movimientos obreros y campesinos;

6) elegir una comisión de examen de los casos de aquellos que se encuentran en las prisiones y en los campos de concentración;

7) abolir las oficinas políticas, porque ningún partido debe tener privilegios para la propaganda de sus ideas, ni recibir la ayuda financiera del gobierno para tales fines. En su lugar será necesario instituir comisiones de educación y de cultura social, elegidas localmente y sostenidas materialmente por el gobierno;

8) abolir inmediatamente los «destacamentos de portazgo»1;

9) igualación de las raciones para todos aquellos que trabajan en oficios peligrosos para la salud;

10) abolición de los destacamentos comunistas de guerra en todas las secciones del ejército, lo mismo que de la guardia comunista apostada en los talleres y en las fábricas; en caso de necesidad, estos destacamentos o pelotones de guardia deberán ser designados en el ejército, desde las filas mismas, y en las fábricas según los deseos de los obreros;

11) dar a los campesinos plena libertad de acción en lo que concierne a sus tierras y también el derecho a poseer ganado, a condición de que se arreglen los campesinos mismos sin tener que recurrir a la explotación ajena;

12) pedir a todas las secciones del ejército y a nuestros camaradas los kursanty militares que acepten nuestras resoluciones;

13) pedir a la prensa que dé la mayor publicidad a nuestras resoluciones;

14) designar una comisión ambulante de control;

15) permitir la pequeña industria a domicilio.

La resolución es adoptada por unanimidad por la reunión de la brigada, absteniéndose de votar sólo dos personas.

PETRICHENKO

Presidente de la reunión de la brigada

PEREPELKIN

Secretario

Resolución adoptada por aplastante mayoría por la guarnición de Kronstadt.

VASILIEV

Presidente.»

Esta resolución que, como hemos dicho ya, fue combatida ardientemente por Kalinin, fue adoptada a pesar de su protesta. Después de la reunión, Kalinin pudo volver a Petrogrado sin ser inquietado.

En esta misma reunión se resolvió enviar a Petrogrado un comité que explicaría a los obreros y a la guarnición de la capital las peticiones de Kronstadt y pediría que delegados independientes (no pertenecientes a ningún partido) fuesen enviados por ellos a esta ciudad para informarse sobre el estado verídico de las cosas y sobre las peticiones de los marinos. Este comité, compuesto de treinta miembros, fue detenido en Petrogrado por los bolcheviques; su suerte ha quedado siempre en el misterio.

Como la existencia legal del Soviet de Kronstadt llegaba a su término, la reunión de la brigada decidió convocar una conferencia de delegados para el 2 de marzo, a fin de discutir el modo de celebrar las elecciones. En la conferencia tomaban parte representantes de los navíos de guerra, de la guarnición, de las diferentes instituciones soviéticas, de los sindicatos y de los talleres. Cada organización estaba representada por dos delegados.

Celebróse la conferencia el 2 de marzo en la Casa de Educación (anteriormente Escuela de Ingenieros de Kronstadt), asistiendo a ella trescientos delegados, entre los que se encontraban también comunistas.

La reunión, abierta por el marino Petrichenko, eligió una presidencia de cinco miembros. La cuestión principal a resolver por los delegados concernía a las nuevas elecciones del Soviet de Kronstadt, que debían verificarse pronto, y establecer los principios sobre los cuales deberían celebrarse. La reunión tenía también que poner en práctica las resoluciones adoptadas la víspera y acordar los mejores medios para ayudar al país a salir de las condiciones lamentables creadas por el hambre y por la falta de calefacción.

El espíritu de la conferencia era claramente sovietista; Kronstadt exigía los Soviets libres de toda intervención y de todo partido político, Soviets independientes que fueran el reflejo de las aspiraciones de los obreros y campesinos y expresaran su voluntad. La actitud de los delegados era antagónica al régimen arbitrario de los comisarios burocráticos, pero simpática a la orientación del partido comunista como tal. Eran partidarios abnegados del sistema de los Soviets y sinceros en su deseo de encontrar amistosa y pacíficamente una solución a estos problemas apremiantes.

El comisario de la flota del Báltico, Kuzmin, fue el primero en usar de la palabra. Hombre más bien de energía que de juicio, no se dio cuenta de la gran importancia del movimiento. No supo ponerse a la altura de la situación; atraerse los corazones y cerebros de estos hombres tan sencillos, marinos y trabajadores, que habían hecho tantos sacrificios por la revolución y estaban extenuados y desesperados. Los delegados se habían reunido para entenderse con los representantes del gobierno. Pero en lugar de ese espíritu conciliador, el discurso de Kuzmin fue una antorcha encendida lanzada sobre pólvora. Indignó a todos por su arrogancia y su insolencia. Negó los tumultos obreros de Petrogrado, diciendo que la ciudad estaba tranquila y los obreros satisfechos. Alabó el trabajo de los comisarios, puso en duda los motivos revolucionarios de Kronstadt y habló de los peligros que amenazaban por la parte de Polonia. Llegó hasta proferir insinuaciones indignas y a rugir amenazas. «Si queréis la guerra abierta, concluyó Kuzmin, la tendréis, porque los comunistas no aflojarán las riendas del gobierno. Lucharemos hasta el fin.»

El discurso provocativo y desprovisto de tacto del comisario de la flota del Báltico fue un insulto a los delegados. El discurso del presidente del Soviet de Kronstadt, el comunista Vasiliev, que habló después de Kuzmin, no causó ninguna impresión; fue impreciso y sin mérito. Cuanto más se desarrollaba el mitin, más francamente antibolchevique se tornaba la actitud general. Y, sin embargo, les delegados esperaban llegar todavía a entenderse con los representantes del gobierno. Pero se advirtió en seguida, decía el informe, oficial2, que «no podíamos tener confianza en nuestros camaradas Kuzmin y Vasiliev, y que se había hecho necesario aislarnos temporalmente, sobre todo porque los comunistas están en posesión de las armas y nosotros no tenemos acceso a los teléfonos. Los soldados tienen miedo a los comisarios, de lo cual tenemos la prueba en la carta leída en la reunión de la guarnición».

Kuzmin y Vasiliev fueron entonces alejados de la reunión y arrestados. Un rasgo característico del espíritu de la conferencia está en el hecho de que una moción que pedía el arresto de los demás comunistas presentes fue rechazada por inmensa mayoría, Los delegados sostenían que los comunistas debían ser considerados igualmente que los representantes de las otras organizaciones y debían gozar de los mismos derechos y respetos. Kronstadt estaba siempre resuelta a hallar una base de reconciliación con el partido comunista y con el gobierno bolchevique.

Las resoluciones del 1.º de marzo fueron leídas y adoptadas con entusiasmo. En ese momento la reunión se animó y excitó vivamente al declarar un delegado que quince camiones de soldados y de comunistas armados de fusiles y de ametralladoras habían sido enviados por los bolcheviques con orden de atacar a los reunidos. «Esta información -continúa el informe del Izvestia- promovió un profundo resentimiento entre los delegados.» La investigación hecha demostró que el informe carecía de todo fundamento, pero persistían los rumores de que un destacamento de kursanty, con el famoso chekista Dukin a la cabeza, marchaba ya en dirección al fuerte de Krasnaya Gorka. En vista de estos nuevos acontecimientos y de las amenazas de Kuzmin y de Kalinin, la conferencia se dedicó inmediatamente a organizar la defensa de Kronstadt contra el ataque bolchevique. El tiempo apremiaba y se decidió transformar la presidencia de la conferencia en un Comité revolucionario provisional, que tenía por deber mantener el orden y la salvaguardia de la ciudad, El Comité debía emprender también los preparativos necesarios para celebrar las nuevas elecciones del Soviet de Kronstadt..

3

LA CAMPAÑA BOLCHEVIQUE CONTRA KRONSTADT

Reinaba en Petrogrado gran tensión nerviosa. Estallaban nuevas huelgas y se difundían persistentes rumores sobre tumultos obreros ocurridos en Moscú y de rebeliones agrarias surgidas en el este y en Siberia. La falta de prensa en la que se hubiera podido confiar hacía que la población prestase oído a los rumores más exagerados y más transparentemente falsos. Todas las miradas se habían vuelto hacia Kronstadt, en espera de importantes sucesos.

Los bolcheviques no perdieron un instante en organizar su ataque a Kronstadt. Ya el 2 de marzo el gobierno había publicado una orden, firmada por Lenin y Trotzky, denunciando el movimiento de Kronstadt como un motín, una rebelión contra las autoridades comunistas. En ese documento, los marinos fueron acusados de ser «instrumentos de antiguos generales zaristas que, junto con los socialrevolucionarios traidores han preparado una conspiración contrarrevolucionaria contra la república proletaria».

El movimiento de Kronstadt fue calificado por Lenin y Trotzky como «obra de los intervencionistas de la Entente y de espías franceses». -«El 28 de febrero, dice la orden, los marinos del Petropavlovsk han aprobado resoluciones que exaltan el espíritu de la reacción más negra. Después apareció en escena el grupo del antiguo general Kozlovzky. Él y tres de sus oficiales, cuyos nombres nos son todavía desconocidos, han asumido abiertamente la dirección de la revuelta. La explicación de los últimos acontecimientos, por tanto, se hace coincidente. Detrás de los socialistas revolucionarios; se encuentra de nuevo un general zarista. Tomando todo esto en consideración, el Consejo del Trabajo y de la Defensa ordena: 1) declarar al antiguo general Kozlovzky y a sus partidarios fuera de la ley; 2) promulgar el estado de guerra en la ciudad y en la provincia de Petrogrado; 3) poner el poder supremo de todo el distrito de Petrogrado en manos del Comité de defensa de Petrogrado.

Había, en efecto, en Kronstadt, un ex general Kozlovzky, Fue Trotzky el que lo estableció allí como especialista artillero. No desempeñó, en absoluto, ningún papel en los acontecimientos de Kronstadt; pero los bolcheviques explotaron con habilidad su nombre para denunciar a los marinos como enemigos de la república sovietista, y su movimiento, como contrarrevolucionario. La prensa oficial bolchevique comenzó entonces su campaña de calumnias y de difamación contra Kronstadt como «el nido de la conspiraron blanca dirigida por el general Kozlovzky»; los agitadores comunistas fueron enviados a los obreros de las fábricas y de los talleres. de Petrogrado y de Moscú a fin de llamar al proletariado a «asociarse al soporte y a la defensa del gobierno de los obreros y campesinos contra la rebelión contrarrevolucionaria de Kronstadt».

Lejos de tener el menor contacto con generales y contrarrevolucionarios, los marinos de Kronstadt rehusaron la ayuda del propio partido socialista revolucionario. El jefe del partido, Víctor Chernov, que estaba entonces en Reval, intentó inclinar a los marinos en favor de su partido y de sus reivindicaciones, pero no recibió ningún aliento del Comité revolucionario provisional. Chernov transmitió a Kronstadt el radiograma siguiente3:

«El presidente de la Asamblea Constituyente, Víctor Chernov, envía sus saludos fraternales a los camaradas marinos heroicos, los soldados rojos y a los obreros que, por tercera vez después de 1905, rompen el yugo de la tiranía. Les ofrece su ayuda para el envío de refuerzos y de aprovisionamientos a Kronstadt por intermedio de las cooperativas rusas en el extranjero. Informadnos de lo que os hace falta y de la cantidad necesaria. Estoy dispuesto a ir en persona a poner mis energías y mi autoridad al servicio de la revolución del pueblo. Tengo fe en la victoria final de las masas laboriosas… ¡Honor a los que son los primeros en levantar la bandera de la liberación del pueblo! ¡Abajo el despotismo de la izquierda y de la derecha!»

El partido socialista revolucionario envió, al mismo tiempo, el siguiente mensaje a Kronstadt:

«La delegación socialista revolucionaria en el extranjero…, ahora que la copa del pueblo encolerizado desborda, ofrece ayudaros por todos los medios a su disposición en la lucha por la libertad y por el gobierno popular. Informadnos de la ayuda que necesitáis. ¡Viva la revolución del pueblo! ¡Vivan los Soviets libres y la Asamblea Constituyente!»

El Comité revolucionario de Kronstadt declinó el ofrecimiento y envió la siguiente respuesta Víctor Chernov:

El Comité revolucionario de Kronstadt expresa a todos sus hermanos del extranjero su profunda gratitud por su simpatía. El Comité revolucionario provisional agradece al camarada Chernov su ofrecimiento, pero se abstiene de aceptarlo por el momento, es decir, hasta que los próximos acontecimientos aclaren más la situación. En tanto todo será tomado en consideración.

PETRICHENKO

Presidente del Comité provisional revolucionario.»

La campaña de insinuaciones continuó, no obstante, en Moscú, cuya estación T. S. F. envió el 3 de marzo el siguiente mensaje al mundo (algunos pasajes son indescifrables a causa de la intervención de otra estación): «La revuelta armada del ex general Kozlovzky ha sido organizada por los espías de la Entente, como sucedió, en numerosos complots precedentes, se hace evidente por e! periódico burgués francés Le Matin, que, dos semanas antes de la revuelta, publicó el siguiente telegrama de Helsingfòrs: «Como resultado de la reciente rebelión de Kronstadt. las autoridades militares bolcheviques han tomado medidas a fin de aislar a Kronstadt e impedir que los soldados y marinos de Kronstadt se acerquen a Petrogrado.» - «Es evidente que el motín de Kronstadt ha sido preparado en París y organizado por el servicio secreto francés. Los socialistas revolucionarios, controlados y dirigidos también desde París, tramaron estas rebeliones contra el gobierno sovietista, y apenas sus preparativos fueron completados, el verdadero amo -el general zarista- hizo su aparición.»

El carácter de las otras numerosas informaciones enviadas por Moscú puede ser juzgado por el siguiente radiograma:

«Petrogrado está tranquilo y en calma, y aun las fábricas en que habían sido últimamente lanzadas acusaciones contra el gobierno sovietista comprenden ahora que todo era obra de provocadores. Comprenden adonde les llevaron los agentes de la Entente y de la contrarrevolución.

»Justamente en el momento en que en América asume de nuevo las riendas del gobierno el partido republicano y se muestra inclinado a reanudar las relaciones comerciales con la Rusia sovietista, la difusión de falsos rumores y la organización de desórdenes en Kronstadt tienen por único objeto impresionar al nuevo presidente americano para que cambie su táctica hacia Rusia. La Conferencia de Londres se celebró en este mismo período y la diseminación de semejantes rumores influyó en la delegación turca y la hizo apta para ceder a las exigencias de la Entente. La revuelta de la tripulación del Petropavlovsk es, sin duda alguna, un punto de la gran conspiración para crear dificultades en el interior de la Rusia soviética y para desacreditar nuestra situación internacional. Este plan es puesto en ejecución en la Rusia misma por un general zarista y por ex oficiales, y sus actividades reciben el apoyo de los mencheviques y de los socialrevolucionarios.»

El Comité de defensa de Petrogrado, dirigido por su presidente, Zinoviev, asumió el control completo de la ciudad y de la provincia de Petrogrado. Todo el distrito norte fue declarado en estado de guerra y todas las reuniones quedaron prohibidas. Se tomaron precauciones extraordinarias para proteger las instituciones gubernamentales y se colocaron ametralladoras en el hotel Astoria, ocupado por Zinoviev y otros altos funcionarios bolcheviques. Proclamas pegadas en los muros ordenaban la vuelta inmediata de los huelguistas a sus fábricas, prohibiendo la suspensión del trabajo y previniendo a la población para que no se reuniese en las calles. «En casos semejantes -se decía en el ukase- los soldados recurrirán a las armas. En caso de resistencia, la orden es fusilar sumariamente.»

El Comité de defensa tomó medidas sistemáticas «para limpiar la ciudad». Numerosos obreros, soldados y marinos en los que se sospechaban simpatías por Kronstadt, fueron encarcelados. Todos los marinos de Petrogrado y varios regimientos del ejército, considerados «políticamente sospechosos», fueron enviados a puntos lejanos, en tanto que las familias de los marinos de Kronstadt, que vivían en Petrogrado, fueron detenidas en calidad de rehenes. El Comité de defensa notificó a Kronstadt su decisión por medio de una proclama difundida en la ciudad el 4 de marzo por un aeroplano y en la cual se decía: «El Comité de defensa declara que los encarcelados son retenidos como rehenes por el comisario de la flota del Báltico, N. N. Kuzmin, por el presidente del Soviet de Kronstadt, T. Vasiliev, y otros comunistas. Al menor daño que sufran nuestros camaradas arrestados, los rehenes pagarán con su vida.»

«No queremos efusión de sangre. Ni un solo comunista ha sido fusilado por nosotros», fue la respuesta de Kronstadt.

4

LAS ASPIRACIONES DE KRONSTADT

Una nueva vida reanimó a Kronstadt. El entusiasmo revolucionario igualaba al de las jornadas de octubre, cuando el heroísmo y la decisión de los marinos jugaron un papel decisivo. Por primera vez, después dé haber tomado el partido comunista en sus manos el control exclusivo de la revolución y de los destinos de Rusia, Kronstadt se sentía libre. Un nuevo espíritu de solidaridad y fraternidad había reunido a los marinos, a los soldados de la guarnición, a los obreros de las fábricas y a los elementos destacados que no pertenecían a ningún partido, en un esfuerzo común por la causa de todos. Hasta los mismos comunistas se contagiaron de la fraternidad de toda la ciudad y participaron en los preparativos para las elecciones del Soviet de Kronstadt.

Entre las primeras medidas tomadas por el Comité revolucionario provisional, hay que mencionar las referentes a la conservación del orden revolucionario en Kronstadt y la de hacer aparecer un órgano oficial del Comité, Izvestia, cotidiano. Su primer llamamiento al pueblo de Kronstadt (núm. 1, marzo 3 de 1921), caracterizaba completamente la actitud y el espíritu de los marinos: «El Comité revolucionario, se dice allí, se preocupa sobre todo de que no haya efusión de sangre. Ha dedicado todos sus esfuerzos a mantener el orden revolucionario en la ciudad, en la fortaleza y en los fuertes.