Hablando en el Parlamento de las Mujeres en Bolivia

Sin mujeres, sin maricas, sin indígenas, sin otra forma de relación con la naturaleza, no hay posibilidad de renovación ni de democracia. ¡Que se acabe de una vez el tiempo de los zombies y se abra de verdad el tiempo de lo nuevo!



De Li Colanzi 

Semanas antes de la renuncia de Evo, mucha gente joven protestó porque estaba cansada de los abusos del Gobierno y reclamaba otra forma de hacer política. Había bronca y hartazgo ante un Gobierno que hace tiempo perdió el rumbo, dejó de escuchar y tomó un camino autoritario. Hoy, una vez que ese gobierno ya no está, me pregunto si es este un momento democrático.

¿Es esta la renovación que deseaban los que reclamaron por la deforestación de nuestros bosques y por los monstruosos incendios de la Amazonia y la Chiquitania? Algunos se alegran de tener como presidenta interina a una mujer: ¿estamos finalmente ante una forma de política no machista y no caudillista? Algunos quieren ver señales de renovación en un líder cívico de cuarenta años: ¿es Luis Fernando Camacho la promesa de lo nuevo?

Estas semanas formas antiguas de hacer política intentan regresar disfrazadas del recambio y de la novedad, o en verdad nunca se fueron del todo, solo que ahora pueden ser más explícitas. Camacho puede ser más o menos joven, pero detrás de él están los grupos del poder cruceño encerrados en su vieja dinámica de frater que apenas se preocupan en disfrazar su desprecio por las mujeres, los indígenas y los LGBTI. Camacho es la garantía de continuidad de la vieja guardia empresarial cruceña que supo pactar con el anterior Gobierno y que es una de las causantes de la destrucción de nuestros bosques, una devastación espantosa de la que ni los políticos ni los empresarios se hacen cargo. Él es el regreso de las siglas políticas espectrales, enterradas hace años por su mediocridad y su falta de propuestas.

No es un momento de renovación cuando el poder se reparte entre los que representan los intereses de las élites y se cuotea el Estado de manera descarada. No podemos hablar de renovación si vuelven a emerger de las catacumbas «Tuto» Quiroga, Samuel Doria Medina, Jaime Paz Zamora y Víctor Hugo Cårdenas, y se anuncia el regreso de Branko Marinkovic y Manfred Reyes Villa. Ya solo falta que vuelvan Goni y Sánchez Berzain para completar la fiesta de los zombies.

Jeanine Añez es otra manifestación de esa novedad que no es nada nueva. Es totalmente posible ser mujer y mantener e incluso recrudecer un orden patriarcal. El retorno de las biblias y de los militares son una contundente señal de ello. El poder eclesiástico es una de las principales fuentes de opresión de las mujeres: que la biblia vuelva al palacio —de donde en verdad nunca salió— es en realidad el anuncio del recrudecimiento de la guerra contra las mujeres.

Es guerra contra las mujeres escoger para dos de los ministerios más importantes del Gobierno al abogado del caso “la manada” y al político que el año pasado recomendó a las mujeres que deciden abortar que se suiciden tirándose de un quinto piso. Es guerra contra las mujeres negarles el aborto legal, condenándolas a la muerte por aborto clandestino. Es guerra contra la naturaleza continuar con las políticas extractivistas del gobierno anterior. Es guerra contra la población eximir de responsabilidad penal a los militares y no investigar los abusos. ¿Es esto la llegada de lo nuevo?

Lo nuevo es aquello que emancipa y que libera. Lo nuevo es aquello que cuestiona. Lo nuevo se atreve a imaginar lo que no existe. Lo nuevo no amenaza con quitar los pocos derechos ganados estos años para las mujeres, los LGBTI o los indígenas, sino que amplía el horizonte de las libertades. Lo nuevo no es el fanatismo religioso y la antipolítica que trae consigo. Lo nuevo no es la supremacía del empresariado que no pone un peso para apoyar la cultura. No nos va a liberar el empresariado ni su dogma del emprendedurismo, que maquilla la precarización cada vez más brutal del trabajo.

Lo nuevo no aplasta a la naturaleza y a los animales, lo nuevo busca vínculos entre los seres vivos. Lo nuevo no es aquello que ve “sedición” en el que piensa diferente, sino lo que invita al diálogo. Lo nuevo no llama a la obediencia, lo nuevo llama a la rebelión. Lo nuevo no da plazos de cuarenta y ocho horas ni exige como si fuera tu patrón. Lo nuevo no es el pensamiento único, sino la posibilidad de lo múltiple. Lo nuevo asume su fragilidad. Lo nuevo no te obliga a tomar bandos ciegamente, sino que hace autocrítica.

Lo nuevo es una feminización de la política sin héroes ni mártires ni caudillos, con otras formas de solidaridad y de representación. La nuestra es una crisis de futuro, y una crisis de futuro que es también una crisis de la imaginación. Es en este momento que necesitamos imaginar una nueva justicia, una nueva economía, una nueva política, una nueva forma de entender la familia y la pareja.

Sin mujeres, sin maricas, sin indígenas, sin otra forma de relación con la naturaleza, no hay posibilidad de renovación ni de democracia. ¡Que se acabe de una vez el tiempo de los zombies y se abra de verdad el tiempo de lo nuevo!