La movilización popular en Líbano, al igual que la de Argelia, se acrecienta ante las maniobras de continuidad del poder. Falta lo que está haciendo Chile y que ya había hecho Argentina, multiplicar la autoorganización en los barrios

La grandiosa movilización española de los indignados sólo movió algunas personas hacia los barrios, pero la dinámica fue entrampada por el Podemos -hoy Juntas Podemos- que llevó a la gente que protestaba a la re-cohesión estatal, lo que había hecho el Forro de Porto Alegre al aplastar la Acción Global de los Pueblos y que hace hoy el presidente progresista mexicano López Obrador aislando los autogobiernos comunitarios y varios otros que han convocado a las masas insurrectas a negociar y han terminado finalmente reeditando los estados autoritarios de derecha y de izquierda. Esperemos que los libaneses se liberen de los partidos políticos y puedan aprender como los kurdos a organizarse localmente para comenzar a limpiar por casa haciendo abstracción del aparato del estado, lo mismo se espera de los amazigh, el pueblo originario de todo el norte de África, bastante influyentes en el Hirak argelino.



Segunda jornada de protestas violentas en el Líbano



 

Las protestas van a más en Beirut. Por segunda noche consecutiva, la capital del Líbano fue escenario de unas manifestaciones contra el Gobierno que si bien comenzaban de forma pacífica en los últimos días se han vuelto cada vez más violentas.

Por segunda jornada consecutiva, las protestas concluyeron con enfrentamientos entre manifestantes y policía, que se vio obligada a hacer uso de gases lacrimógenos y balas de goma. Cerca de 90 personas resultaron heridas, que se unen a las más de 130 que dejó la jornada del sábad

 

Human Rights Watch (HRW) y medios locales identificaron a los manifestantes que provocaron los choques como seguidores de los grupos chiíes Hizbulá y Amal: “Partidarios de Hizbulá y Amal intentan atacar a los manifestantes. Los manifestantes se mantienen firmes y el Ejército aleja a aquellos que están en contra de ellos”, informaba en su cuenta de Twitter Aya Majzoub, investigadora para el Líbano para HRW.

Una gran crisis política y económica

Tras dos meses de protestas, la prevista reelección de Saad Hariri como primer ministro ha sido para los manifestantes la gota que ha colmado el vaso. Hariri dimitía el pasado 29 de octubre acosado por la movilización ciudadana, para dos meses después convertirse de nuevo en el favorito del presidente Michel Aoun para formar Gobierno.

La reelección estaba prevista para este lunes, si bien finalmente ha sido pospuesta para el jueves. Se trata de la cuarta vez desde la dimisión de Hariri que el presidente pospone el nombramiento de un primer ministro, el cuál debe ser musulmán suní según establece el sistema confesional que rige en el Líbano.

Los manifestantes reclaman por su parte una figura independiente y ajena a los partidos existentes para tomar el mando de un país sumido en una importante crisis política y económica. El Líbano es actualmente uno de los países más endeudados del mundo, con una deuda de 77.000 millones de euros, alrededor del 150 % del PIB.

La elección del primer ministro y la formación del Gobierno es la primera condición impuesta por la comunidad internacional y la ONU para ayudar al país económicamente.