El cambio desde nosotros. Nuestro consumo es un acto político donde perfilamos la realidad

Para no terminar “Al borde de un ataque de compras”, hablamos con Brenda Chávez, periodista y experta en consumo que acaba de publicar, con este sugerente nombre, una guía accesible y sencilla para incorporar en nuestra vida cotidiana prácticas de un consumo responsable y transformador.



Consumo
Brenda Chávez: “Nuestro consumo es un acto político donde perfilamos la realidad”

Para no  terminar “Al borde de un ataque de compras”, hablamos con Brenda Chávez, periodista y experta en consumo que acaba de publicar, con este sugerente nombre, una guía accesible y sencilla para incorporar en nuestra vida cotidiana prácticas de un consumo responsable y transformador.


El Salto
2019-12-10 19:21

Llegan fechas navideñas y es difícil escapar del consumismo desaforado al que nos tiene acostumbrado el sistema capitalista. Pero, la ciudadanía es cada día más consciente del reverso tenebroso de esta producción y consumo sin límites que encuentra en los límites planetarios su principal freno. ¿Cómo escapar de esta colonización que atenta contra la vida misma? ¿Es posible transitar a otros modelos de consumo y economía que pongan en el centro de su actividad la mera satisfacción real de las necesidades? ¿Cuáles serían las claves para ello?

 

Brenda Chávez (Madrid, 1974) es periodista especializa en sostenibilidad y cultura, autora del libro “Tu consumo puede cambiar el mundo”, miembro del colectivo feminista de periodismo de investigación sobre consumo “Carro de Combate” y coordinadora de la sección quincenal de consumo sostenible “Consuma Crudeza” en el programa de Carne Cruda, como destaca la biografía de su última obra “Al borde de un ataque de compras”.

Esperamos que las 73 pautas ingeniosas y sencillas que nos cuenta en el libro y alguna pista más que nos pueda dar en esta conversación nos ayude en esta fuga…

Venimos del Black Friday, ¿qué significado social y político tienen fechas como ésta en la definición del mundo que vivimos?

El black friday, las navidades, las rebajas o el día de los enamorados… son la muestra de una sociedad donde, a partir de la economía neoliberal de las últimas 4 décadas, se ha disparado un consumo voraz que ha cuadruplicado la producción y consumo hasta un punto tal que estamos consumiendo recursos superiores a la capacidad del planeta; actualmente nuestro sistema consume 1,7 tierras, para en 2020 se estiman que ascenderán a 2 y en 2050 a 3 tierras.

Por lo tanto, estos días de celebración del consumo, donde asimilamos este consumo a la felicidad, son días en los que estamos sobrepasando los límites planetarios y deberíamos plantearnos si esta economía nos lleva a un desarrollo sostenible o, como estamos viendo, se trata de un modelo insostenible.

Acaba de teniendo lugar en Madrid la Cumbre del Clima (COP25), ¿qué papel tiene el consumo en la lucha contra el cambio climático?
Un papel extraordinario ya que entre el 60 y el 80% de la huella ecológica mundial se debe al consumo de los hogares. Pero de ésta cantidad, el 80% son impactos no atribuibles al consumidor, sino que son impactos secundarios, es decir, atribuibles a la industria, a cómo producen las empresas nuestros bienes y servicios.

Por eso es importante que como consumidores tengamos buenos hábitos, pero también lo es que las empresas y las administraciones lo tengan, y que su consumo que sea igualmente sostenible; es decir que respete los límites del planetarios y que sea viable económicamente, socialmente y medioambientalmente.

 

El activismo se ha movido tradicionalmente entorno a ámbitos de lo “político” y lo “social”, pero no tanto en lo “económico”. ¿Cómo afecta esto a nivel estratégico en la búsqueda de sociedades postcapitalistas más justas, sostenibles y solidarias?
Creo que es lógico que el activismo se mueva también en el ámbito económico y no sólo en lo social o político porque la economía está dictando la política y generando la sociedad a día de hoy. Si el activismo quiere ir a las causas estructurales que generan las tensiones sociales y medioambientales que tenemos actualmente tiene que atender a este ámbito económico que es donde se está generando esta disfuncionalidad.

Ahora que sabemos pues que tenemos que cambiar nuestros hábitos de consumo, ¿por dónde empezamos?
Empecemos por lo que nos resulte más fácil y motivador. Lo importante no es hacer muchos cambios sino que los que hagamos sean consistentes. Un pequeño cambio al mes es suficiente, ya sea llevar bolsas de tela a nuestras compras, utilizar botellas reutilizables, tuppers de cristal para evitar plástico…

Hay muchas formas de practicar un consumo responsable en todos los sectores, pues hay alternativas de todo tipo; desde productos agroecológicos, a moda sostenibles, belleza ecoética, productos de comercio justo, banca ética, energía renovable, movilidad sostenible… Prácticamente en todos los sectores hay alternativas con un menor impacto y podemos optar por ellas, lo importante es informarse, motivarse y no estresarse ni presionarse. El libro Al borde de un ataque de compras, por ejemplo, nos da claves para poder hacer un consumo consciente; porque, por una parte, desprograma lógicas de mercado y narrativas que tenemos incorporadas y creemos propias y ciertas y, por otra, hace accesible las alternativas de una forma sencilla y clara.

el consumo vertebra nuestra economía y nuestra sociedad, y si somos conscientes del potencial que tiene podemos usarlo como una herramienta de transformación social

Muchas propuestas de cambio en materia de consumo pasan por respuestas individuales. Esto puede ser empoderante, pero también resulta culpabilizador y responde a una visión algo desequilibrada respecto de impactos y responsables, ¿no crees?
Los consumidores podemos actuar individualmente pero muchas de las alternativas de consumo son al final colectivas y transformadoras, como el caso de las cooperativas de energía renovable o de los grupos agroecológicos de consumo o los supermercados cooperativos. Muchas de estas decisiones individuales como consumidoras nos llevan a procesos colectivos y eso es lo interesante.

Respecto a la culpa, sí es cierto que parece que la culpa de fenómenos como el cambio climático están asociadas a las prácticas individuales de nuestro consumo, cuando realmente no sabemos cómo se están produciendo nuestros bienes y servicios ni los efectos lamentables que esta producción conlleva. Así pues, podríamos decir que responsabilidades como la del cambio climático son de tipo compartido y tienen mucha responsabilidad sectores como el empresarial o industrial (y dentro de éstas principalmente las grandes multinacionales y corporaciones que tienen mayor impacto), como también lo tienen las administraciones públicas que tienen de velar por el bien común y la sostenibilidad sostenibilidad del planeta.

Debemos entender, por tanto, el consumo desde esas dos perspectivas; son decisiones individuales pero forman parte de nuestra convivencia común y de procesos colectivos. Pese a que la sociedad de consumo es una creación bastante reciente, el consumo vertebra nuestra economía y nuestra sociedad, y si somos conscientes del potencial que tiene podemos usarlo como una herramienta de transformación social.

¿Qué opciones tenemos, por tanto, de intervenir colectivamente por la vía del consumo?
El consumo nos conecta con lo colectivo. Apoyar con nuestro dinero empresas de la Economía Social y Solidaria o pequeñas empresas con unos valores y una forma de producir justa y responsable es una forma de intervenir en la sociedad, favoreciendo que ese tipo de modelo productivo se consolide, prospere y se multiplique, dejando por contra de consumir en empresas cuyos impactos sociales y medioambientales son negativos, penalizando así esos modelos dañinos. Nuestro consumo es un acto político desde el que cada día estamos perfilando nuestra realidad, nuestra economía y nuestra sociedad. El consumido responsable de lo que nos habla es de una ciudadanía activa que además de saber que puede votar en las urnas, vota todos los días con su consumo y su dinero, dando poder a aquellas empresas que se lo merecen y que generan una realidad diferente.

Hace poco se publicó un informe con los resultados anuales de la Auditoría Social de la Economía Social y Solidaria. ¿Cómo influyen herramientas como éstas para el fomento del consumo responsable? ¿Existen otras prácticas similares?
Estas herramientas son muy importantes porque cada día más los consumidores quieren saber la trazabilidad de sus productos, y el que las empresas sean transparentes, se auditen y muestren su corazón y cómo funcionan, lo que genera es más transparencia de cara a esos consumidores.

Son diversas las prácticas como éstas que están empezando a surgir, como también el triple balance o el del bien común, buenas prácticas que se tienen que implementar en el mundo de las empresas y las organizaciones, siempre se hagan con buenos criterios, se midan con indicadores y sirvan como modelo de gestión para la sostenibilidad de las empresas.

Del Black Friday a las Navidades… ¿Cómo podemos ejercer un consumo responsable en fechas tan insignes del consumismo desaforado como son las fechas navideñas?
Al año se destinan en marketing a nivel mundial 400.000 millones de euros para llevarnos “al borde de un ataque de compras”, mucho de los cuales tienen lugar, naturalmente, en navidades. En estas fechas, como en el resto del año, hay que aplicar el sentido común; comprar si lo necesitamos y pensar que las cosas importantes en la vida no cuestan dinero, como dedicarle tiempo de calidad a gente que queremos, otra forma de ese compartir propio de estas fechas. No es necesario consumir la cantidad de carne a la que se nos incita, ni estrenar nuevo modelito, podemos tener unas navidades veganas o estrenar algo de segunda mano, y así no consumiremos más recursos del planeta. Podemos hacer el amigo invisible para no tener que regalar tanto o hacer regalos no materiales como tiempo o cosas hechas por nosotras mismas. Realmente en cualquier época del año podemos ponemos las gafas del consumo responsable y darle sentido común con un consumo que no consuma al planeta ni a nosotras mismas.

 

Las empresas transformadoras son aquellas sostenibles en el plano social, medioambiental y el económico, y en la Economía Social y Solidaria vemos muchos ejemplos de este tipo de empresas

 

Lo responsable, ecológico y solidario están de moda, y eso es un logro de quienes llevan años, en el ámbito de la producción y el consumo, promoviendo otros modelos. Sin embargo, eso ha hecho que sean muchas las empresas que se venden como tal y que no lo son tanto. ¿Cómo distinguir las empresas realmente transformadoras y cómo hacer para que no vacíen de contenido estos adjetivos tan necesarios en nuestras prácticas económicas?
Las empresas transformadoras son aquellas sostenibles en el plano social, medioambiental y el económico, y en la Economía Social y Solidaria vemos muchos ejemplos de este tipo de empresas. Pero también hay un amplio abanico de lo que llaman “nuevas economías”, que supuestamente proponen fórmulas para evitar las disfunciones del modelo capitalista neoliberal que nos ha llevado a esta situación, ante lo que tenemos es que estar atentas, enterarnos de cómo producen y no dejarnos llevar por el marketing y la publicidad… Hay muchas otras opciones que tenemos a nuestro alrededor, alternativas de cercanía y locales, mercados, grupos de consumo, productos de segunda mano…, y que nos permiten huir de los mensajes y prácticas poco distributivas de las grandes multinacionales. No olvidemos que de cada 100 euros que dejamos en una gran superficie, sólo 14 se quedan en la economía real, mientras que en un comercio local se quedan 45, debido a sus diferentes modelos tributarios, laborales y productivos.

Podemos distinguir poco a poco estas empresas, y para ello el que hagan balance o incluyan sellos de certificación es importante, y si la información que nos dan no es completamente transparente sospechar y preguntar, especialmente de cualquier propuesta que no suponga un cambio en el modelo productivo de empresas que sabemos que cometen abusos y que parecen más un parche, como las colecciones de grandes multinacionales de la fast-fashion, los productos ecológicos en grandes multinacionales de la alimentación… Esta formación por parte de libros como el mío ayudan a establecer criterio para cribar y establecer filtros y líneas de acción con las que facilitar el consumo, la información siempre es poder.

A veces hay mucho de doctrinario y culpabilizador en los debates por un consumo responsable. En la línea del “Si no se puede bailar no es mi revolución”…, ¿cómo invitarías a sumarse a este movimiento, desde el lado del disfrute y la realización personal?
Invitaría a sumarse al consumo responsable sin fanatismos, sin padecer penitencias, pues es algo que hacemos por nosotras y por el planeta, por legar un planeta en mejores condiciones a las próximas generaciones. Además es algo fácil y accesible que podemos hacer de manera progresiva y respetar los procesos de todo el mundo. El placer es muy importante en cualquier proceso de aprendizaje y rodearnos de procesos virtuosos como los mercado sociales a lo largo de nuestra geografía o un montón de redes de consumidores de economía social y solidaria y generar estos círculos para avanzar juntas de una manera más sencilla. Pero realmente, no es algo extraordinario, en la parte final del libro cuento mi experiencia y es algo evidente y paulatino que no supone desmontar nuestra vida sino ir haciendo un pequeño camino por donde le resulte más fácil y le de el pálpito, sin prisa pero sin pausa.