La izquierda colonial
La intelectualidad de “izquierda” servil a gobiernos impostores, expresiones mayúsculas de la decadencia política, del derrumbe moral y ético, además de la depravación práctica del ejercicio del poder, aplauden y hacen apología de las formas de gubernamentalidad clientelar y del desborde de la demagogia del populismo del siglo XXI. Para esta intelectualidad, que ha perdido no solo la capacidad crítica, que es como el atributo del marxismo inicial, sino también la facultad del raciocinio, pues se niega a hacer un mínimo análisis de lo ocurrido en la historia reciente de los llamados “gobiernos progresistas”, incuestionablemente ha habido un “golpe de Estado en Bolivia”. No constatan lo que dicen con los hechos, no acuden a fuentes, no se toman el trabajo de averiguar lo que pasó, mucho menos atender al debate y a la discusión generada en los lapsos políticos del “progresismo”; solo atinan a repetir como voceros ensimismados lo que la propaganda política y la publicidad compulsiva gubernamental han difundido a través de los medios de comunicación. Se parecen a militantes enceguecidos y fanáticos, en realidad burócratas, de la aciaga época estalinista, que convirtió a la revolución socialista en la institucionalización de una monarquía “socialista”; un barroco histórico-político-jurídico tenebroso.
Contra viento y marea, contra la abrumadora evidencia y contrastación de la secuencia de hechos políticos, que muestran, mas bien, un levantamiento social contra la impostura, contra el desmantelamiento de la Constitución, contra la implementación de un modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente, contra un gobierno anti-indígena, que ocupa sus territorios y los entrega a la vorágine de la explotación extractivista de los recursos naturales. Por último, recientemente, en Bolivia, las movilizaciones sociales se desenvuelven contra el propio golpe jurídico-político anticonstitucional, perpetrado por el gobierno de Evo Morales Ayma, al desconocer el referéndum del 21 de febrero de 2016, donde el pueblo votó contra la reforma constitucional que pretendía habilitar a Evo Morales a la reelección indefinida. La resistencia democrática contra el golpe jurídico-político del gobierno clientelar y corrupto tuvo su expansión intensa en la movilización social contra el fraude electoral, perpetrado por el gobierno neopopulista y el apócrifo Tribunal Electora, impuesto contra la Constitución, norma, ley y reglamentos institucionales. Es esta movilización nacional, que comprometió a todas las ciudades capitales del país, excepto Cobija, la que empujó al gobierno fraudulento a la renuncia, por lo tanto, lo derrocó por medio de la movilización popular.
Empero, la intelectualidad de la “izquierda” colonial, para la que el rostro indígena de un presidente que pretende serlo basta para afirmar que se trata de un “gobierno indígena”. Esta intelectualidad apoltronada en sus laureles, cómoda en sus púlpitos, investida del prestigio de revoluciones pasadas, peor aún, del simbolismo vacío de los “gobiernos progresistas”, avala, efectivamente, las políticas de la colonialidad, continuada por los gobiernos neopopulistas, para los que es imprescindible el “desarrollo”, por cierto, capitalista, incluso sobre los derechos de las naciones y pueblos indígenas, destruyendo sus territorios y los ecosistemas. En realidad, los gobiernos neopopulistas y neoliberales son complementarios del mismo modelo extractivista, definido por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Lo que pasa es que los “gobiernos progresistas” evocan la expresión demagógica y clientelar del mismo modelo económico financiero, especulativo, extractivista y traficante, que perpetra la dependencia en las periferias del sistema-mundo moderno.
¿Qué clase de intelectuales son éstos de la “izquierda” colonial? Se puede decir, en primer lugar, que son intelectuales orgánicos de las formas de la colonialidad persistentes, renovadas y disfrazadas con discursos del “socialismo del siglo XXI” o, como en Bolivia, por el discurso enrevesado y extravagante de un pretendido “socialismo comunitario”, que de “socialismo” solo tiene la imagen desabrida de los bonos neoliberales, investidos de reformas políticas, que de “comunitarismo” solo tiene la confusión entre sindicalismo prebendal y corporativismo cooptado por el Estado rentista. En segundo lugar, se trata de intelectuales orgánicos de la dependencia; hacen apología, sin pasarse el trabajo de analizar, de políticas económicas entreguistas y de saqueo de los recursos naturales. En Bolivia, se han desnacionalizado los hidrocarburos a través de los Contratos de Operaciones, avalados por el Congreso de mayoría masista – de representantes del partido del MAS -, entregando el control técnico de la explotación de los hidrocarburos al monopolio de las trasnacionales extractivistas. Evo Morales ha aprobado una Ley Minera más entreguista y destructiva que la propia Ley Minera neoliberal. El gobierno “progresista” ha entregado onerosamente las reservas del litio del Salar de Uyuni a una trasnacional alemana, para su explotación durante setenta años, dejando pírricas regalías al Estado y a la región saqueada. Sin embargo, la intelectualidad de la “izquierda” colonial hace gala de políticas “antiimperialistas”, que solo existen en el imaginario atribulado y delirante de esta intelectualidad.
Esta intelectualidad de la “izquierda colonial” está más perdida, en la contemporaneidad del capitalismo tardío y de la modernidad crepuscular, que la intelectualidad socialista que se calló ante las atrocidades del régimen estalinista, que aplastó sistemáticamente la potencia social de la primera revolución proletaria y derivó en el aplastamiento sistemático de las revoluciones proletarias en otros países, sobre todo en Europa. Es una intelectualidad nihilista, cuya voluntad de nada despliega conductas de consciencias desdichadas, impregnadas del espíritu de venganza, de la inclinación subjetiva del resentimiento. Esta intelectualidad, desgarrada en sus contradicciones inherentes, profundas e incorregibles, no produce saber, sino repetición proliferante de lo mismo, de lo ya dicho, citando hasta el cansancio recortes enunciativos de los “maestros”, los fundadores. En algunos casos, pretendiendo aportar en la ciencia política con obras taxonómicas, de clasificaciones fijadas como en glosarios; lo que hacen es mostrar sobresalientemente su ego incorregible que descuella por la elocuencia de interpretaciones esquemáticas, vacías conceptualmente, pues no crean conceptos sino usan desgastantemente los aprendidos en las academias.
En tercer lugar, se trata de una intelectualidad que perpetúa la dominación de los “intelectuales” sobre la plebe, la que está en la oscuridad del público, obligada a escucharlos y supuestamente admirarlos. Dominación de los que “saben” sobre los que “no saben”, otra de las economías políticas de la economía política generalizada de la civilización moderna. Esta es la intelectualidad que se inviste de “revolucionaria”, cuando el mismo concepto de revolución se ha, por lo menos, transformado, desplazado epistemológicamente, dadas las metamorfosis del sistema-mundo moderno, de sus estructuras y diagramas de poder. Lo peor es cuando tiene como referente de la “revolución” contemporánea a la decadencia política desplegada desbordantemente por los “gobiernos progresistas”, que de progresistas solo tienen el nombre, pues hacen patentes sus ateridos conservadurismos recalcitrantes, sus herencias atosigadas patriarcales, sus fraternidades de machos, que hacen de coaliciones inquisidoras contra las alteridades femeninas, heterogéneas, del proliferante devenir humano.
En resumidas cuentas, la intelectualidad de la “izquierda” colonial hace patente su desubicación histórica y política, en plena crisis del sistema-mundo capitalista y de la civilización moderna, en plena crisis ecológica, que amenaza a las sociedades humanas y a las formas de vida en el planeta. Se trata de un estrato social que hace gala de sus privilegios académicos, usándolos como garantes de lo que dicen, de lo que hacen, de lo que publican, cuando todo esto no es más que la muestra grandilocuente de la banalidad de una intelectualidad que no produce conocimiento, al no comprender la emergencia de la crisis civilizatoria y del sistema-mundo moderno, de la economía-mundo y del sistema-mundo político.
Respecto al su hipótesis endémica e insostenible de “golpe de Estado”, se han aplazado en el manejo conceptual del golpe de Estado, en la arqueología del saber de este concepto, en sus denotaciones y connotaciones, dependiendo del contexto y de la perspectiva teórica, además del momento político. Este aplazamiento llama la atención, pues tampoco son cuidadosos con el uso y la argumentación; se explica esta reprobación por su apresuramiento desesperado en querer defender como sea la decadencia insoslayable del gobierno clientelar y corrupto de Evo Morales Ayma, agente encubierto de las trasnacionales extractivistas, aliado de la burguesía agroindustrial y depredadora, dispositivo operativo de la economía política de la cocaína