La Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas Unta de México, organización del campo distante de los partidos políticos y con un millón de asociados

Acordaron iniciar un proceso de plena autonomía de los partidos políticos, las iglesias y el Estado, y continuar como un instrumento de organización y de lucha social al servicio de sus agremiados, con una ideología de izquierda socialista.



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Conformación de la UNTA
El 28 de agosto de 1978 germina la semilla de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA), sembrada tras una intensa lucha agraria de indígenas y campesinos en el territorio nacional, por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

El nacimiento de la organización se basa en un concepto clasista de trabajo rural. Arrebata las tierras a caciques locales en diversos estados ; Sustenta la conformación de los sindicatos : de cafeticultores, Benito Juárez, de productores de tabaco, Lázaro Cárdenas, y de productores de barbasco de Veracruz y Oaxaca, cuyas batallas propiciaron la creación de las paraestatales como Tabamex y de Productos Químicos Vegetales de México (Proquivemex).

 

Diálogos iniciales

Juan José Rodríguez, de San Luis Potosí, Domingo Esquivel, un viejo luchador social de la Comarca Lagunera, Alejandro López, de Puebla, y Álvaro López Ríos, de Guanajuato, en conjunto con una ex camada de guerrilleros de Guerrero y cafeticultores de Chiapas, encabezaron las primeras discusiones internas.

“Constituimos la UNTA, en el seno del PST, con el anhelo de liquidar el latifundio y convertirlo en propiedad social en manos de los trabajadores agrícolas; para combatir la estructura caciquil que oprimía a pueblos y comunidades; para organizar a los agricultores por ramas de producción y crear sindicatos de jornaleros agrícolas para defender sus derechos y lograr la protección social”, asienta Álvaro López Ríos, quien desde su etapa estudiantil ha luchado con los campesinos e indígenas.

El potosino Juan Manuel Rodríguez, el poblano,  Domingo Esquivel, de la Comarca Lagunera y Jorge Amador Amador, de Jalisco, encabezaron el Primer Comité Ejecutivo y continuaron con el combate frontal al caciquismo y a sus aliados en los gobiernos estatales.

Jorge Amador Amador y Alfredo Amezcua integraron inicialmente el segundo comité ejecutivo.

En 1985, en la organización la disciplina se ha había relajado, “en lugar de continuar la trayectoria de una organización combativa y movilizada para luchar contra las injusticias, se había burocratizado, privilegiaba las negociaciones con el gobierno, lo que empezó a generar síntomas de decaimiento y debilidad”, refiere López Ríos.

Por ello, ese año el comité central del partido pidió a Álvaro López volver a impulsar a la UNTA, por lo que se incorpora a la dirigencia de la organización. Para ello, inició un recorrido por el país con el fin de tomar nota de las necesidades y conflictos de la estructura de la organización.

Su periplo por los estados derivó en la constitución de un aparato de delegados, con liderazgos estatales y regionales, con quienes inició nuevamente movilizaciones en carreteras y oficinas gubernamentales para que atendieran los conflictos agrarios y los asuntos de carácter productivo.

Desprendimiento de la UNTA del PST

En 1987, la postura de la dirección del PST de cambiar el nombre al partido -que posteriormente tomó el nombre de Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN)- no fue compartida por todos sus integrantes, y el partido se divide, también la UNTA. Quienes determinaron continuar bajo el liderazgo de Álvaro López Ríos acordaron iniciar un proceso de plena autonomía de los partidos políticos, las iglesias y el Estado, y continuar como un instrumento de organización y de lucha social al servicio de sus agremiados, con una ideología de izquierda socialista.

También determinaron pelear por las siglas de la organización. Entre 1987 y 1988 dos grupos las ostentaron.

Es en el contexto de la sucesión presidencial en 1988, cuando ambas fuerzas apoyaban a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, que el PFCRN acuerda constituir su propia organización campesina llamada Central Campesina Cardenista (CCC).

La instalación del gobierno neoliberal al inicio de la década de los ochenta; las modificaciones al artículo 27 constitucional (1992), con una visión contraria a los intereses populares y nacionales; la apertura comercial indiscriminada con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), motivan la continuación de la lucha agraria y productiva.

La organización detona la constitución de sociedades cooperativas, sociedades de solidaridad social (SSS), sociedades de producción rural, unidades agrícolas e industriales para las mujeres, sociedades de ahorro y financiamiento, en el país.

Por su tradición combativa y búsqueda de acción unitaria con organizaciones hermanas, en 1988 participa en la conformación del Convenio de Acción y Unidad Campesina (CAUC); en 1989, en la fundación del Congreso Agrario Permanente (CAP); en 1990, en el Consejo de Organizaciones Agrarias (COA); en 1991, en el Movimiento Nacional de Resistencia Campesina (Monarca), y en 2013, en el Frente Auténtico del Campo (FAC).

En el trayecto de sus 39 años de lucha, mil 262 campesinos e indígenas de la UNTA fueron asesinados; cientos de miles golpeados, secuestrados, encarcelados, desaparecidos.  “La congruencia nos permitió echar raíces profundas del proyecto que quiere ser fiel a la representación de indígenas y campesinos frente al gobierno y a los poderosos”, apunta López Ríos.

La UNTA está en la ruta de organizar para producir, para generar proyectos productivos, crear empleo, para exportar; sigue sembrando miles de proyectos productivos para hombres y mujeres. Está a punto de llegar a un millón de agremiados; la oficina en la Ciudad de México es de enlace; los cuarteles están en cada uno de los estados, allí están los dirigentes, los equipos técnicos y la fuerza de la organización.  “Somos una locomotora…”