Voces

He estado oyendo voces. Algunas son meros murmullos. Otras llegan a gritos. Y hay también escándalo, algarabía.
Las que vienen de arriba están llenas de confusión. Cuando no están cargadas de ignorancia o desinformación, expresan cinismo o mala fe.



Voces
 
Gustavo Esteva
La Jornada
 
He estado oyendo voces. Algunas son meros murmullos. Otras llegan a gritos. Y hay también escándalo, algarabía.

Las que vienen de arriba están llenas de confusión. Cuando no están cargadas de ignorancia o desinformación, expresan cinismo o mala fe.

El Presidente, por ejemplo, consideró que quienes se oponen a su Tren Maya lo hacen porque no creían que se pudiera transformar por la vía pacífica el país. Se demostró que sí se pudo, y los que pensaban que no íbamos a lograr la transformación sin violencia están un poco desquiciados, los veo muy nerviosos y a veces actúan como conservadores ( La Jornada, 6/1/20).

¿Cómo entender esta obvia alusión a los zapatistas? Como último recurso ante la ola de muerte y opresión que los asediaba, formaron un ejército y se levantaron en armas el 1º de enero de 1994. Doce días después, atendiendo el llamado de la sociedad civil, pusieron las armas a dormir y no las han empleado desde entonces, por 26 años, ni siquiera para defenderse. Las armas están ahí; son una herramienta, igual que los machetes, dijo alguna vez el subcomandante Moisés. Pero los zapatistas eligieron la vía no violenta.

Quienes escogieron la vía de las armas fueron los gobernantes. No han dejado de seguirla. El gobierno actual promete abrazos, no balazos, pero continúa la militarización del país con la criticada Guardia Nacional. ¿Serán ellos los desquiciados, nerviosos, conservadores? Carece de sentido referirse así a los zapatistas, campeones de la no violencia.

¿Y cómo está eso de que “sí se pudo… lograr la transformación sin violencia”? ¿Cuál transformación? ¿La que se sigue prometiendo, mientras continúan los crímenes, prosigue el despojo de tierras, aguas y derechos, se persigue a migrantes y se mantiene la profunda desigualdad, mientras se apoya al capital que causa todo eso? ¿Cuál transformación se pudo?

Se habla interminablemente de las consultas que legitimarían el Tren Maya. ¿Con sólo 90 mil personas que acudieron a dar el sí? ¿Con asambleas amañadas y controladas? ¿Una consulta previa realizada tras otorgar contratos por más de 600 millones de pesos para la obra? ¿Consulta libre que se concierta sólo con autoridades y bajo control? ¿Consulta informada que se basa en propaganda de efectos positivos sin mencionar impactos negativos y cuando las autoridades mismas desconocen los alcances de lo que planean?

Arriba y abajo se clama por justicia. No la hay. Se mantiene una profunda injusticia, que se agudiza con las políticas públicas; se promete no dar más concesiones, por ejemplo, pero el problema son las que ya se dieron. El sistema de justicia sigue en la dispersión y el desorden, cuando no la corrupción. Ciertas voces reducen la justicia a recomponer la burocracia, castigar a algunos culpables y dar reparaciones a las víctimas. Una de ellas, en contraste, una madre que perdió a su hijo, puso el dedo en la llaga: justicia sería que no pudiera ya pasar lo que le pasó a su hijo, que viviéramos en una sociedad segura, en la cual una niña pudiera crecer sin miedo.

Esa condición sólo existe entre los zapatistas. En el Encuentro de Mujeres del 27 de diciembre, al que asistieron más de 3 mil mujeres de 49 países, se hizo ver que en toda la zona zapatista no ha habido un solo feminicidio, mientras en el país hay en promedio siete diarios.

Esas voces se levantan cada vez más. Algunas definen claramente lo que afirman: El Istmo es nuestro, El Istmo que queremos. Otras manifiestan solamente lo que no quieren: No al Tren Maya. El Congreso Nacional Indígena explica las tres vías que seguirá: la organización social de las comunidades, para defender lo propio; la denuncia en medios y en instancias de derechos humanos nacionales e internacionales, y el despliegue de una estrategia legal basada en amparos.

En medio del ruido y la confusión que vienen de arriba, a menudo en tono de amenaza, resuenan las voces de abajo que van tomando su propio perfil. No compiten por mayorías o falsas unidades. Luchan por lo que son… para seguirlo siendo. Y somos muchas, muchos, los que estamos dispuestos a todo en ese empeño.